La reducción de la jornada laboral para alargar la “paz social”

Los capitalistas, en su enésimo episodio de infame cinismo, se han dedicado una vez más al trilerismo ante los ojos de la clase obrera. Esta vez han tocado un tema de especial relevancia que transformarán en nuevo maquillaje para apaciguar el creciente hastío de los trabajadores: la reducción de la jornada laboral.
De entrada, se pueden detectar claramente sus intenciones en un acuerdo firmado por el Ministerio de Trabajo, UGT y CC.OO, es decir, entre los administradores del Estado burgués y los principales sindicatos de la patronal. Un lamentable comunicado de UGT nos revela el “secreto”: “Si esto no se consigue en la negociación, si hay una mayoría parlamentaria diferente en el Congreso, los sindicatos no cejaremos en el empeño, por tanto, llegaremos a las 37 horas y media sí o sí y lo haremos para todos los trabajadores y trabajadoras a través del Boletín Oficial del Estado y el Estatuto de los Trabajadores para que nadie se quede atrás (…) prevé entrar en vigor, en 2025 tal y como estaba redactado en el acuerdo de Gobierno, aunque es susceptible de ser modificado en el trámite parlamentario”.
Al final de dicho comunicado, relleno de ponzoña, se encuentra el acceso al documento en cuestión. Basta con leer el punto 10 de lo manifestado en el texto; la parte más reveladora entre todo el enredo de engaños: “Por todo ello, el Gobierno y las organizaciones sindicales, tras el proceso de diálogo social mantenido con el conjunto de los agentes sociales en los últimos meses, basado en el respeto, la lealtad institucional y el reconocimiento de que existe un interés común por mejorar las condiciones de trabajo y empleo en nuestro país”.
Es decir, reconocen que han hecho un documento para luego dejarlo todo igualmente en manos del Congreso, de una mayoría parlamentaria, y que todo puede ser modificado en el trámite parlamentario. ¿Qué intereses se defienden en el Congreso? ¿Qué ordenará la burguesía que domina la sociedad de clases a través de, entre otros, políticos parlamentarios y sindicatos amarillos, apéndices del Estado burgués? Es evidente que se ha hecho un juego de manos para dejarlo todo en el mismo punto; una supuesta declaración de intenciones que se convierte en polvo al dejar la decisión en manos del enemigo de la clase obrera. Es más, declaran que se basan en el diálogo con la patronal (burguesía), respetando su poder sobre la clase obrera, siendo leales a las instituciones burguesas y reproduciendo la cruel falacia de que hay un “interés común” entre explotadores y explotados por “mejorar” la esclavitud asalariada.
Yolanda Díaz anunció una gira para visitar una serie de ciudades. Como no puede ser de otra manera, busca un “diálogo” con “la ciudadanía”, es decir, los explotadores, que también entran en esa categoría, se incluyen. Al no tener mayoría parlamentaria, necesita el apoyo de partidos como Junts y PP, abiertamente reaccionarios, y declara que tiene la intención de hacer presión desde “la ciudadanía” para conseguir sus votos. Por un lado, fomenta la idea de que la clase obrera debe ser un sujeto pasivo que debe atenerse a lo que digan los representantes del capital, respetando como legítimo el deseo de los empresarios. Por otro lado, el problema con PP y Junts será la excusa perfecta para nuevas modificaciones que harán que, en la práctica, nada cambie, lo cual es el objetivo de todos los “agentes sociales”, Yolanda Díaz incluida.
Ya se ha visto la pérdida de fuerza del Gobierno “más progresista” en el Congreso con lo que desde el principio han sido migajas para los obreros y protección para los empresarios: la ley ómnibus. El gobierno ha tenido que negociar con Junts para poder sacarla adelante, suprimiendo medidas y adoptando otras como un sistema de aval con dinero público para garantizar el pago a parásitos rentistas, cuando los inquilinos ya no puedan pagar su casa debido a los múltiples y crecientes problemas que padece la clase obrera, así que, con esta medida de protección aumentará la demanda. Podemos estar seguros de que se cumplirá esa medida, ya que defiende el interés burgués, pero otras como la enésima “prohibición” de los desahucios, que no han parado de ejecutarse con el gobierno “más progresista”, son solo adornos. Así funcionan las reformas que se aprueban en los parlamentos: un envoltorio llamativo para los proletarios y un contenido jugoso para los burgueses, que financian partidos políticos para obtener mayores ventajas que sus rivales, pero siempre blindando la economía de mercado sin cuestionarla ni un solo momento, pues interesa a todos ellos.
Siguiendo con la reducción de la jornada laboral, en su juego para desviar el asunto han introducido “choques” dentro del Gobierno. Al parecer, básicamente el Ministerio de Trabajo queda supeditado al de Economía; Díaz podrá seguir presentándose como “neutral” y como un analgésico tras los golpes de la burguesía a los anhelos de la clase obrera. Anuncian que quizá la reducción de jornada entre en vigor el año próximo y, a través de la ministra de Trabajo, pretenden colar ayudas a pymes como concesión a “las derechas” y a la patronal, siendo ésta última, en realidad, el conjunto de parásitos que toma las decisiones en todo el asunto. Es decir, existe la intención de transferir dinero público a pequeños explotadores; dinero que se usará para alargar la existencia de cierto número de estas empresas, asegurando las compras de mercancías a los monopolios en mayor medida durante un tiempo, intentando retrasar las grandes crisis inherentes al capitalismo en su fase de putrefacción. Dicho de otro modo, lo arreglarán para que sea la enésima vía legal por la cual los recursos públicos irán a parar a las cuentas de los grandes explotadores.
¿Gobierno y sindicatos amarillos defienden intereses diferentes a los de la patronal? Es evidente que se aprovecha un tema candente para meter veneno en una concesión simbólica a la clase obrera. El único desacuerdo que puede haber es en la mejor manera de introducir la trampa, teniendo en cuenta las condiciones actuales del proletariado y sus ansias de cambio.
Todo va encaminado a que la clase obrera sea sujeto pasivo y se resigne a observar el proceso legalista de sus “representantes”. De esta manera, de un modo liviano, se representa una especie de hostilidad entre Yolanda Díaz y la CEOE, siendo una muy mala imitación de la lucha que debería haber por parte de la clase obrera y que han conseguido desactivar.
La ministra de Trabajo siempre ha tenido buena relación con Garamendi, y llamaba a éste “querido Antonio” en un discurso que pronunció en la entrega de premio de Cepyme, a la que le pareció pertinente acudir en 2021. Ahora, en referencia a sus “discrepancias”, acusa al presidente del nido de parásitos que es la CEOE de rechazar una reforma que “beneficia en mayor medida a la población femenina ocupada”, poniendo énfasis en el “impacto de género”. Es decir, deforma completamente el asunto y pretende convertirlo en una cuestión de género, y no de clase social.
Yolanda Díaz nunca ha dejado de demostrar que se posiciona claramente en el lado de los capitalistas, e incluso en los momentos en que se propone expresar “molestias” con la actitud de la burguesía, es clara como el agua. Ante las declaraciones de Garamendi por las medidas tras el desastre de la DANA, dijo “Yo echo de menos al señor Garamendi que trabajaba por su país, que representaba los legítimos intereses de las patronales”. La ministra habló claramente de proteger a los empresarios de Valencia, pidiendo empatía para ellos, y dejando a un lado a la clase obrera. Considera legítimos los intereses de aquellos que se apropian de los frutos del trabajo ajeno, y esa es la premisa de la que partirá siempre; de otra manera, no estaría en el gobierno. El “señor Garamendi”, como todos los que forman parte de la CEOE, ni trabaja ni hace nada que no vaya encaminado a mantener la explotación asalariada y llenarse los bolsillos exprimiendo a los obreros.
Otro ejemplo sumamente revelador viene de las declaraciones de Garamendi el pasado mes de noviembre, en el que felicitaba a los sindicatos amarillos por la baja cantidad de huelgas, logrando con ello la tan ansiada “paz social” que necesita la burguesía, dando gracias a los vendeobreros y pidiendo mejorar y fortalecer estos sindicatos que son ideales para “negociar”. Estos son los agentes sociales que miran por el “interés general” y el “bien común”.
Díaz ha afirmado que la reducción de la jornada laboral “mejorará” la vida de “la gente” porque habrá media hora menos de jornada al día, e incluso se atreve a decir que es un paso en la lucha contra el cambio climático. En realidad, se seguirá discutiendo y aún queda tiempo para generar ilusiones en la clase obrera con una trampa disfrazada de concesión, mientras introducen ventajas para la burguesía con la excusa de que hay un “difícil” camino que lleva a su aprobación, y que no hay más salida que negociar. Aún no se sabe qué forma tomará en el BOE, pero tenemos la garantía de que los burgueses no saldrán perdiendo. Y por enésima vez, el gobierno ni siquiera cumple con los parches prometidos.
De hecho, la reducción de la jornada laboral no es tal como pretenden venderla. Se trata de un cómputo anual, y no semanal. Habrá periodos de trabajo intensivo donde se aumentarán las horas, y en otras etapas se compensará con algunas menos. Según el presidente de la CEOE, el 25% de los convenios acordaron 37,5 horas semanales, que equivalen a 1627,5 horas anuales, pero entre la mayoría de convenios pactados se encuentra, por ejemplo, el del sector TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en el cual se estableció, a espaldas de los trabajadores, una jornada máxima de 1800 horas anuales.
Garamendi se queja ahora, supuestamente, de una decisión “unilateral”, defendiendo el derecho constitucional a la “negociación colectiva”. Su idea de negociación colectiva consiste en acatar lo que diga el burgués, y que es ejecutado por los lacayos que orbitan alrededor de éste, como en realidad ocurre ahora. No hubo expresión de descontento cuando, con el gobierno criminal de Rajoy, se impuso sin negociación una reforma laboral que daba aún más ventajas al burgués de las que ya existían. Ahora, con la socialdemocracia administrando el Estado, se intenta compensar la ausencia de movimiento obrero con un lamentable enfrentamiento en el seno de las instituciones burguesas, para poner un tenso remiendo que pueda frenar un poco más la indignación de la clase obrera.
Llaman mejorar la vida de los trabajadores a una distracción que sirve como pequeño paño caliente, pues con esa falsa concesión a la clase obrera van metiendo mayores facilidades de las que ya hay para el robo del burgués, tanto de frutos del trabajo como de dinero público. No olvidemos los desastrosos datos que reflejan la penosa situación socioeconómica del proletariado, como ya señalamos en un comunicado anterior. Cada vez es mayor la pérdida de capacidad de compra, el nivel de pobreza, el trabajo precario e inestable y los problemas de salud mental, entre otras cosas. Cabe destacar que, según datos de la EPA, más de medio millón de trabajadores están pluriempleados, pues la necesidad obliga a ello para obtener lo que se requiere, y casi la mitad de los 890.000 asalariados que, según los registros, realizan horas extra cada semana no reciben ninguna remuneración por dichas horas.
En cuanto a “la lucha contra el cambio climático”, según organizaciones ecologistas usando los datos disponibles de los países, el año pasado España alcanzó el déficit ecológico en mayo. Es decir, ha consumido antes de medio año los recursos que le corresponden para los 365 días. ¿Qué nos indica este hecho? Señala que el capitalismo es, inevitablemente, un modo anárquico de producción en el que la burguesía, a través de la explotación humana, arrasa con los recursos sin un plan determinado más allá de acaparar tanto mercado como sea posible, y así obtener la máxima ganancia que pueda. La destrucción indiscriminada de los entornos naturales para obtener materias primas, la deforestación, la contaminación del suelo, del agua y del aire con los métodos más rápidos y, por tanto, menos costosos, para luchar con otros parásitos por atraer la demanda, etc., no son sino las consecuencias de la economía de mercado; de la propiedad privada de los medios de producción, y no acabará con una ridícula reducción de la jornada laboral, la cual no se aplicará en todas las empresas, será compensada con mayor carga de trabajo en menos tiempo y con horas extra (muchas de las cuales no serán retribuidas), además de usarse mano de obra con contrato temporal durante periodos de mayor actividad, continuarán los trabajos sin contrato y, por tanto, sin control horario, etc. El capitalismo seguirá siendo capitalismo, con su inherente miseria y sin ser el trabajo otra cosa que una actividad de supervivencia y esclavitud asalariada para la clase obrera, y beneficios para la burguesía con su apropiación del trabajo ajeno.
Afirmar que mejorará la vida de los trabajadores encierra un sesgo; bien lo sabe Francia, que desde el año 2.000 puso en vigor una jornada laboral de 35 horas. Según el último “Estudio Internacional del Grupo AXA sobre Salud y Bienestar Mental” realizado junto con el Colegio de Psicólogos de España, en Francia un 26% de la población tiene problemas de salud mental (en España un 34%). El 54% de los franceses dice sentirse estresados, y el estudio también indica que un 67% ha tenido que acudir a un especialista por problemas psicológicos. En lo referente al estrés laboral, otro estudio indica que el 48% de los trabajadores siente estrés a diario, habiendo en España un 58%. A pesar de las diferencias en la jornada laboral, en ambos países el nivel de estrés es alto.
La reducción de jornada que nos prometen, que es menor que la de Francia, ¿Mejorará nuestras vidas estando éstas regidas por la economía de mercado? Siguiendo con dicho país, un informe indica cómo los problemas de la vivienda afecta a demasiados proletarios, siendo 4,1 millones los que no tienen vivienda digna, y 12,1 millones que tienen una situación habitacional inestable, habiendo en la segunda categoría un alto grado de carencias materiales. Por otro lado, con la inflación de los últimos años la situación ha empeorado, y la mitad de los encuestados en un estudio tiene que comprar productos de higiene con menor frecuencia por tener que elegir entre dichos productos y otras necesidades. También es revelador el barómetro de la pobreza 2023 que refleja una situación desoladora para una gran cantidad de proletarios, aun contando con un trabajo.
La situación es tan alarmante que, viendo que la deuda del Estado no para de crecer, se han propuesto recortes en servicios básicos. Es más, mientras anuncian una ridícula recaudación temporal con impuestos a las grandes fortunas, que son quienes, de hecho, controlan el Estado, proponen que la clase obrera trabaje gratis un día al año para disminuir el déficit. Es decir, los trabajadores generan toda la riqueza, incluida, claro está, la de esas grandes fortunas, y a la vez son usados por los parásitos para sanear sus deudas.
Aunque es innegable que la reducción de la jornada laboral puede traer beneficios, el país vecino es una prueba tangible de que solo son cantos de sirena si los medios de producción siguen en manos de la burguesía, pues la socialdemocracia pone intencionadamente el foco sobre una pieza del puzle cuya imagen puede resultarnos agradable, pero una visión global muestra la realidad: continúa siendo esclavitud asalariada, y la dinámica destructiva del capital sigue su curso en el mercado mundial. No escapará la clase obrera a eso por reducir el gobierno de turno, oficialmente, unas horas la semana laboral, mientras la realidad en los centros de trabajo y en los demás ámbitos de nuestra vida siguen sujetos a la economía de mercado y sus contradicciones; a la explotación humana. Lo que nos ofrecen es una estratagema; la burguesía lleva el timón y no nos dará ventaja, sino paños calientes.
La única manera que tiene la clase obrera de blindar sus intereses y poner la vida humana en el centro, pasa por librarse de los que poseen los medios de producción y solo tienen por aspiración la máxima ganancia a costa de los trabajadores, mientras éstos reciben las migajas, es decir, un salario. El objetivo de la paz social es convertirnos en espectadores, divididos y esperando que el próximo movimiento de la burguesía y sus lacayos no siga deteriorando nuestras vidas, sintiendo impotencia cuando comprobamos que, teniendo ellos el poder, es inevitable, y consiguiendo que creamos que nada se puede hacer.
Si nos ceñimos a la reducción de la jornada laboral, solo luchando por abolir la esclavitud asalariada se conseguirá realmente, pues el desarrollo actual de las fuerzas productivas nos asegura proveer a toda la sociedad de abundancia. Socializando los medios de producción pertenecerán éstos a la clase obrera, que son quienes producen todo lo relativo a la vida en sociedad, y sin los parásitos que hoy son dueños de las empresas se reduciría en gran medida, y progresivamente, la jornada laboral diaria, ya que cada trabajador obtiene lo que le corresponde por su tiempo de trabajo pudiendo obtener el equivalente (y más) a su aportación a la sociedad, sin que nadie le arrebate los frutos. No sería necesario trabajar el mismo número de horas que en la actualidad. No solo se crearía una cantidad enorme de puestos de trabajo con esa drástica reducción de jornada, sino que el dirigir la producción a los servicios necesarios que mejoren y faciliten nuestras vidas, el aprovechamiento de todos los recursos y de todas las tierras, generará mayor cantidad aún de puestos y de abundancia. El progreso cada vez mayor en la técnica disminuirá continuamente el tiempo de trabajo, sobre todo en labores productivas repetitivas y monótonas. Todo ello dará lugar a un incremento progresivo de la calidad de vida, del tiempo de ocio y para formación, entre otras muchas cosas. No se trata de una utopía o un deseo, sino que el desarrollo actual de la ciencia lo permite.
Actualmente, la burguesía tiene los medios de producción y los avances de la ciencia en sus manos: no los usará para mejorar nuestras vidas, sino para hacer más eficiente la explotación, en detrimento de nuestra salud y sin escatimar en esfuerzos para arrebatarnos todavía más los frutos del trabajo. Ya hemos visto que una jornada reducida no cambia la esclavitud asalariada, y la clase obrera seguirá inmersa en una espiral destructiva de continuas crisis y guerra, cargando sobre sus hombros a un sistema que agoniza pero que se resiste a morir. La única manera de darle muerte y acabar con su opresión es la organización de la clase obrera. Es necesario dotar de conciencia de clase a los trabajadores, comenzar la auténtica batalla ideológica y combatir a los capitalistas en un Frente Único del Pueblo, aunando a los proletarios en una sola lucha contra el capitalismo. El gobierno de turno, que solo es el administrador del capital al servicio de la burguesía, no lucha ni luchará contra el patrón para conquistar derechos. Solo fortaleciendo el sindicalismo de clase de la Federación Sindical Mundial, cuyo representante en el Estado Español es Alternativa Sindical de Clase (ASC), pelearemos realmente por nuestros intereses, elevando la lucha económica a la lucha política en los centros de trabajo, que es donde sufrimos el robo y los abusos del patrón.
Solamente liberándonos de los oportunistas podremos organizarnos con la fuerza renovada y la contundencia necesaria para destruir el imperialismo, que no es otra cosa que la encarnación de todas las aspiraciones criminales y explotadoras que sustentan a toda esta panda de vendeobreros y sus dueños que viven de nuestro trabajo y parasitan nuestras vidas. Entonces de sus cenizas podremos construir el socialismo, que no es otra cosa que la materialización de las mayores aspiraciones humanas de hermandad y solidaridad que anhelan los proletarios.
Comisión de Movimiento Obrero y de Masas del Comité Central del Partido Comunista Obrero Español