Contra el nacionalismo

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El fenómeno nacionalista ha sido históricamente, y aún hoy continúa siendo, un tema de vital importancia. Los comunistas debemos ofrecer un análisis científico y riguroso de esta cuestión, que permita dilucidar cuál es la naturaleza de este fenómeno y qué estrategia trazar ante él.

El análisis marxista de la cuestión nacional ha sido tergiversado por múltiples teóricos y organizaciones, que llevan a cabo una defensa obstinada del nacionalismo mientras enarbolan la bandera del marxismo-leninismo. Ante los falseadores, los comunistas debemos ofrecer una contundente respuesta teórico-práctica, desenmascarando a estos oportunistas ante la clase obrera.

El nacionalismo es un fenómeno netamente burgués y que sirve a los intereses de dicha clase. La burguesía halla en el nacionalismo un método para dividir al proletariado de las distintas naciones y pueblos, fomentando enfrentamientos entre ellos que tan solo sirven a los intereses de la clase burguesa y que debilitan al Movimiento Obrero. En contraposición al nacionalismo burgués, el proletariado debe regirse por los principios del internacionalismo, que fomenta la hermandad y la solidaridad entre los obreros y las obreras de todos los países.

Ahora bien, no debe confundirse el nacionalismo con el derecho a la autodeterminación de las naciones. De hecho, estos conceptos no son en absoluto sinónimos e incluso, en determinados contextos, éste primero puede convertirse en un impedimento para el ejercicio del segundo. Lenin, con respecto a esta cuestión, afirmaba:

«Hay gentes a quienes les parece “contradictorio” que esta resolución, al reconocer en su punto cuarto el derecho a la autodeterminación, a la separación, parece “conceder” el máximo al nacionalismo (en realidad, en el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de todas las naciones hay un máximo de democracia y un mínimo de nacionalismo), y en el punto quinto previene a los obreros contra las consignas nacionalistas de cualquier burguesía y exige la unidad y la fusión de los obreros de todas las naciones en organizaciones proletarias internacionales únicas. Pero sólo inteligencias absolutamente obtusas pueden ver aquí una “contradicción”.»i

Las naciones deben poder ejercer su derecho a la autodeterminación, lo cual en ningún caso implica la defensa del nacionalismo. Pero la lucha por este derecho de las naciones es una frase vacua si no se subordina al problema general de la lucha de clases; pues tan solo el socialismo es capaz de garantizar este legítimo derecho de las naciones, estando éste en el capitalismo sometido a los intereses del gran capital financiero y no a la voluntad de las clases populares.

En el caso concreto del Estado Español, es cierto que las diversas naciones oprimidas no alcanzaron su emancipación, como sí lo hicieron la mayor parte de naciones europeas tras la llegada del capitalismo: las burguesías de las naciones oprimidas lideraron procesos de liberación nacional que dieron lugar al Estado nacional. En el Estado Español, en cambio, no tuvo lugar tal proceso debido al lento e incompleto desarrollo del capitalismo durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX; dando lugar así a un Estado plurinacional.

Pero las respectivas burguesías de las naciones oprimidas –Euskadi, Galicia y Cataluña-, no están siendo sometidas por la burguesía de la nación opresora –la española-, sino que conforman junto a ella un bloque oligárquico único basado en sus intereses comunes: explotar y parasitar el trabajo de la clase obrera española, catalana, gallega y vasca. Pero este bloque hegemónico de las diferentes burguesías nacionales tiene también sus propias contradicciones internas, fruto del interés de las burguesías de las naciones oprimidas de imponer su exclusiva dictadura en su territorio nacional.

Tal es la naturaleza del proceso de liberación nacional que observamos a día de hoy en Cataluña, impulsado por la burguesía catalana y sus representantes políticos. Dicho proceso independentista tiene una naturaleza netamente burguesa: nace a partir de la contradicción entre la burguesía española y la burguesía catalana, pues ésta segunda desea imponer su hegemonía. Para este fin, la burguesía intenta embaucar a la clase obrera y a los demás sectores populares; con el inestimable apoyo de la pequeña burguesía y de los oportunistas.

¿A caso el proletariado catalán, gallego o vasco no continuaría estando sometido a la explotación de la burguesía en caso de que se independizaran sus respectivas naciones? La clase obrera de las naciones oprimidas no tiene interés en sustituir la dictadura del bloque formado por la burguesía central y las nacionales, sino en derrocar a toda la clase burguesa –independientemente de su nacionalidad- e instaurar la dictadura del proletariado, para edificar el socialismo, que será garante de igualdad entre las naciones y concederá el verdadero derecho a la autodeterminación.

No cabe duda, pues, de que los intereses objetivos del proletariado –sea el español, el catalán, el vasco o el gallego- son comunes, y que su lucha debe librarse de manera conjunta, pues su enemigo es común. Las nacionalidades no pueden ser un impedimento para la unión fraternal de los obreros, pues eso es lo que pretende la burguesía inoculando al proletariado el nacionalismo.

Los obreros de las naciones oprimidas no tienen nada en común con su burguesía nacional, y lo tienen todo en común con sus hermanos proletarios de las demás naciones.

Ahora bien, las contradicciones entre burguesías de diferentes naciones encuadradas en un mismo Estado, no solo generan una reacción nacionalista en las naciones oprimidas, sino que también dan lugar a un movimiento nacionalista en la nación opresora. En el caso del Estado Español, la burguesía central impulsa el nacionalismo español, es decir, el nacionalismo de la nación opresora. Tal nacionalismo es, si cabe, aún más despreciable.

Lenin hablaba claro al respecto, y explicaba cuál debe ser la línea de los comunistas respecto a esta cuestión:

«Semejante estado de cosas plantea al proletariado de Rusia una tarea doble, o mejor dicho, bilateral: luchar contra todo nacionalismo y, en primer término, contra el nacionalismo ruso; reconocer no sólo la completa igualdad de derechos de todas las naciones en general, sino también la igualdad de derechos respecto a la edificación estatal, es decir, el derecho de las naciones a la autodeterminación, a la separación; y, al mismo tiempo y precisamente en interés del éxito en la lucha contra toda clase de nacionalismos de todas las naciones, propugnar la unidad de la lucha proletaria y de las organizaciones proletarias, su más íntima fusión en una comunidad internacional, a despecho de las tendencias burguesas al aislamiento nacional.»ii

«En todo caso, el obrero asalariado seguirá siendo objeto de explotación, y para luchar con éxito contra ella se exige que el proletariado sea independiente del nacionalismo, que los proletarios mantengan una posición de completa neutralidad, por así decir, en la lucha de la burguesía de la diversas naciones por la supremacíaiii

Ya pueden los nacionalistas esconderse bajo un discurso revolucionario, o bajo la bandera del marxismo; serán desenmascarados por los comunistas. Todo nacionalismo, sea cual sea, es un arma de la contrarrevolución. Lenin respondía a Zinoviev cuando éste planteaba un nacionalismo revolucionario: No pintéis el nacionalismo de rojo.

Nosotros, los comunistas, somos enemigos de todos los nacionalismos y, a su vez, fieles defensores del derecho a la autodeterminación de las naciones.

Comisión Ideológica

Partido Comunista Obrero Español

i El derecho de las naciones a la autodeterminación; Lenin, 1914.

ii Ibídem.

iii Ibídem.

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