¿Ha fracasado el Socialismo? ¿Estamos ante el fin de la historia?

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Índice:
1. A modo de introducción
2. El motor de la historia es la lucha de clases, es la lucha de contrarios, es la lucha entre lo nuevo y lo viejo
2.1. Cómo se impone el Capitalismo en España: Absolutismo y liberalismo en España durante la primera mitad del siglo XIX
2.2. Cómo se impone el capitalismo en Francia
3. El proletariado y las revoluciones burguesas de la primera mitad del siglo XIX
4. La Comuna de París
5. La Unión Soviética ¿fracasó el marxismo-leninismo? ¿fracasó el socialismo científico?
6. Conclusiones

1. A modo de introducción.

La burguesía se afana en mostrar al mundo que el socialismo es inviable, y que ello se aprecia históricamente con la experiencia de la Unión Soviética y su derrumbe.

Los capitalistas gastaron ingentes cantidades de dinero, de recursos materiales y humanos y asesinaron a cientos de millones de personas a lo largo y ancho del planeta combatiendo a la Unión Soviética, actuando desde dentro y fuera de la URSS al objeto de acabar con ella. Entre ese gasto ingente, cómo no, se encuentra el de establecer una Historia oficial, una Historia que tape la indecorosa forma de actuar y la esencia de la burguesía a lo largo de su existencia, fundamentalmente ya en su forma putrefacta, monopolista, en su largo periodo de agonía que la retrata como la mayor criminal que ha existido en el devenir de la historia.

La Unión Soviética fue disuelta el 25 de diciembre de 1991 aunque su aniquilación no fue inmediata sino que fue el resultado de un proceso de casi cuatro décadas, de una lucha de clases encarnizada donde el imperialismo, enarbolando las banderas del asesinato, del golpe de estado y del engaño – que son las que siempre les ha identificado – se ha repuesto, por el momento, de las derrotas que el proletariado, dirigidos por su ciencia revolucionaria, la ciencia del marxismo-leninismo, le infligió tanto en la Primera Guerra Mundial, con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 y el nacimiento del primer estado socialista, la URSS; así como en la Segunda Guerra Mundial, donde la Unión Soviética, patria del proletariado del mundo dirigida por Stalin se impuso al fascismo, barriéndolo y liberando al mundo de tamaña escoria creada por los monopolios, por los imperialistas, al objeto de combatir al proletariado revolucionario y de someter a los pueblos del mundo al yugo de la explotación más salvaje y descarnada.

La burguesía asocia el fracaso del socialismo a la caída de la Unión Soviética. Su silogismo es simplón y, fundamentalmente, falso: puesto que la Unión Soviética ha desaparecido ello implica que el socialismo y el comunismo han fracasado, y la Unión Soviética es la experiencia práctica que lo atestigua. Pero ¿Acaso es equivalente el Socialismo y el Comunismo a la Unión Soviética? ¿La Unión Soviética fue siempre socialista y fiel a los principios del marxismo-leninismo?

La burguesía es plenamente consciente de la inviabilidad, de la caducidad y de la bancarrota de su sistema capitalista en la fase de putrefacción, en su fase imperialista. Los propios economistas y sociólogos burgueses no sólo reconocen la inviabilidad del sistema, su bancarrota tanto económica y política, sino que incluso se aventuran a datar el final del capitalismo como, por ejemplo, Niño Becerra apunta a que “el sistema capitalista se acabará en algún momento entre el 2060 y el 2070” [1], otros como Raghuram Rajan, antiguo Economista Jefe del FMI, señalan que “el capitalismo está bajo una seria amenaza porque ha dejado de proveer para las masas [y] cuando eso sucede las masas se rebelan contra el capitalismo” [2] cuando no directamente reconocen ya su situación terminal, cuando no de muerte, como el socialdemócrata alemán Wolfgang Streeck que nos explica el proceso actual, que los oportunistas ahora definen como era postcapitalista, señalando “antes de que el capitalismo se vaya al infierno, durante un tiempo previsiblemente largo permanecerá en el limbo, muerto o agonizante por una sobredosis de sí mismo, pero todavía muy presente porque nadie tendrá poder suficiente para apartar del camino su cuerpo en descomposición”[3].

Como puede comprobarse, son los propios burgueses los que reconocen, no sólo la inviabilidad de su sistema, sino su situación de muerte, o cuanto menos de agonía. Sin embargo, los intelectuales de la burguesía pretenden cortar la historia en su régimen, la burguesía que antaño era revolucionaria y se rebeló contra el idealismo filosófico hoy lo abraza y niega el materialismo y sus leyes queriendo mostrar a la humanidad que después de su dominio, de su régimen político y económico no hay nada, que ellos son el último eslabón del desarrollo humano y que, con ellos, se alcanza “el fin de la historia”. Son los propios voceros del imperialismo los que nos advierten de la inviabilidad de éste pues ellos mismos señalan que sucumbe por “una sobredosis de sí mismo” como indica Wolfgang Streeck con respecto del capitalismo agonizante, a diferencia de la experiencia del primer estado socialista, la Unión Soviética cuya caída acontece no por una ‘sobredosis’ de socialismo sino por la acción criminal de los imperialistas – y su brazo ejecutor oportunista, todavía más canallas que la propia burguesía – donde el golpe de estado, el sabotaje, la guerra imperialista, el crimen y el engaño fue la hoja de ruta seguida por el imperialismo. Por tanto, mientras que el capitalismo más acabado, el capitalismo monopolista, muere por sí mismo, la primera experiencia de estado socialista, la Unión Soviética, en sus 7 décadas de vida nos demostró la superioridad del Socialismo con respecto del capitalismo – convirtió un país atrasado como era la Rusia zarista en una potencia mundial a la par de las potencias imperialistas más desarrolladas en tan solo una década – y, también, nos mostró que sin fidelidad a la ciencia del marxismo-leninismo, es decir, desnaturalizando sus principios económicos, ideológicos y, fundamentalmente, atacando al corazón y el cerebro del proletariado y su Revolución, el Partido, un estado socialista involuciona hasta ser devorado por el imperialismo restableciéndose el capitalismo monopolista, como ha acontecido con la experiencia soviética.

Pero esto no es novedoso, el estudio riguroso y científico de la Historia nos enseña que, mientras exista una sociedad dividida en clases sociales antagónicas, se sucede la lucha entre los intereses de la clase opresora y la clase oprimida, es decir, la lucha entre las aspiraciones de unos y de otros, o lo que es lo mismo, la lucha entre la formación socioeconómica de la clase dominante y la formación socioeconómica de la clase dominada.

“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases (…) Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna” [4]. Asimismo, el estudio científico de la Historia, del estudio de la historia de las luchas de clases, nos muestra que ésta no es lineal, es decir, que se impone una clase sobre otra y, a partir de ahí, se impone su sistema, su formación socioeconómica, mas por el contrario el devenir histórico hace zigzag, da pasos hacia adelante y hacia atrás, hasta que se impone definitivamente la formación socioeconómica correspondiente a la clase revolucionaria; esto es, hasta que lo nuevo se impone de manera definitiva a lo viejo, a lo muerto. Veremos a continuación la pugna entre el feudalismo y el capitalismo, ente el absolutismo y el liberalismo, a lo largo del siglo XIX tanto en España como en Francia para comprobar esta verdad histórica.

También analizaremos la experiencia soviética, y evaluaremos la situación en la que en la actualidad nos encontramos con respecto a la historia de la lucha de clases, identificando qué es lo nuevo y qué lo viejo, qué es lo que se impondrá y qué es lo que está condenado a morir, si es que no está muerto estando el cuerpo en descomposición en mitad del camino de la historia, parafraseando al socialdemócrata alemán Streeck.

“La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables” [5] y la burguesía es plenamente consciente de ello, sabe que sus días como clase dominante están contados y que su mundo morirá con ella.

Pero a diferencia de cuando la burguesía buscaba imponer revolucionariamente su dominio, su sistema económico capitalista y, con él, su mundo; en su lucha contra el feudalismo y su idealismo, declarando la guerra irreconciliable a la religión, al idealismo, alumbrando el revolucionario materialismo francés – en aquél momento – enarbolando la bandera de la ciencia contra Dios, hoy la burguesía no tiene más remedio que abrazar el idealismo que antaño combatió, no tiene más remedio que abrazar la mentira escribiendo una historia oficial que en nada se asemeja al devenir de la historia, no tiene más sostén que la exacerbación del nacionalismo, del revisionismo histórico más nauseabundo y el sometimiento por la fuerza bruta del mundo; en definitiva, la burguesía antaño revolucionaria hoy es reaccionaria y todo lo apuesta al fascismo.

Contra esta barbarie a la que la burguesía nos pretende someter al objeto de perpetuar su dominio, los marxistas-leninistas tenemos a la ciencia de nuestro lado, siendo nuestra misión desentrañar todas las mentiras y falsedades vertidas contra los explotados, los trabajadores, los parias. La burguesía únicamente se está sosteniendo por su victoria temporal en la lucha ideológica, es momento de que los comunistas – que poseemos el arma más potente que existe, la ciencia del marxismo-leninismo – no eludamos dicha lucha, dicho combate, y decididamente contemos al proletariado la verdad para que éste cumpla con su misión histórica: Mandar al capitalismo al estercolero de la historia, llevando a cabo su proyecto histórico: la construcción del socialismo y del comunismo. Este trabajo pretende arrojar luz, pretende mostrar que el socialismo y el comunismo no sólo no han fracasado sino que es la única salida que, en la actualidad, tiene el proletariado, que tiene la humanidad.

2. El motor de la historia es la lucha de clases, es la lucha de contrarios, es la lucha entre lo nuevo y lo viejo.

Los capitalistas repiten el argumento de que el socialismo y el comunismo han fracasado porque la Unión Soviética se desintegró. Ergo el vencedor es el capitalismo.

El 26 de diciembre de 1991, el día siguiente a la disolución de la URSS, el entonces presidente de los EEUU, George Herbert Walker Bush, se dirigía al mundo señalando lo siguiente: “Durante más de 40 años, los EEUU han sido la principal potencia en luchar contra el comunismo desde el oeste y, con ello, la amenaza que suponía para nuestros valores. (…) La Unión Soviética ya no existe. Han ganado la democracia y la libertad”. Esta frase de Bush fue el pistoletazo de salida del discurso único que ha impuesto el imperialismo, y es un capítulo más del anticomunismo feroz del imperialismo y sus títeres, una cualidad propia del fascismo.

Bush verbalizó la teoría del “fin de la historia” de Fukuyama. Esta teoría fue propagada a nivel mundial por todos los medios del capital en los momentos de la disolución de la URSS, siendo reiterada de manera persistente desde entonces, y con una virulencia enorme en la última década del siglo XX y la primera del siglo actual, de tal modo que es el pensamiento único que los monopolios pretenden imponer a sus sometidos. “El fin de la historia”, según los imperialistas, adopta la fisonomía del estado burgués en forma de democracia liberal la cual pivota sobre la economía capitalista o de ‘libre mercado’, y garantiza que el gobierno sea representativo y que disponga de un sistema de derechos jurídicos.

Sin embargo, la historia de estos 30 años ha tirado por tierra las tesis de Fukuyama; hemos comprobado en Italia o en Grecia cómo los monopolios de manera abierta ponen y quitan presidentes y gobiernos sin necesidad de presentarse en las elecciones, hemos visto como los escasos derechos de los trabajadores y de los pueblos han desaparecido, como las guerras imperialistas y de carroña se han sucedido tras la desaparición de la Unión Soviética, en definitiva, hemos visto como se hacía cierto el aserto de Lenin que señalaba que el desarrollo del imperialismo conduce a la reacción, al fascismo.

La propia historia ha refutado la tesis de Fukuyama de que con el capitalismo se alcanza el “fin de la historia”. Los propios capitalistas, en su guerra sin cuartel contra el marxismo-leninismo, contra el comunismo, los partidos comunistas e incluso contra la propia Unión Soviética, con su anticomunismo feroz, cualidad propia del fascismo, demuestran la existencia de lucha de clases. Lucha de clases obvia pues existen dos clases antagónicas: El proletariado y la burguesía. Lucha de clases que, a nivel mundial, se traduce en la lucha entre la aspiración máxima del proletariado – Socialismo como fase primaria del Comunismo – y la aspiración máxima de la burguesía – el imperialismo. Y es que, a pesar de que la Unión Soviética ya no exista, la lucha de clases entre el imperialismo (lo viejo) y el socialismo (lo nuevo) sigue en vigor.

Ergo la historia sigue dando la razón a Marx y Engels cuando afirman que “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” y que esta lucha de clases, esta lucha de contrarios, “terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna”.

Y la historia nos enseña que lo nuevo no se impone de una vez, y definitivamente, a lo viejo sino que es un proceso de pasos hacia adelante y hacia atrás hasta que lo nuevo se abre paso y entierra definitivamente a lo viejo. La propia historia del capitalismo, de cómo se impuso al feudalismo, desmiente a la burguesía cuando en la actualidad reitera el mensaje de que “el socialismo y el comunismo han fracasado porque ha caído la Unión Soviética”. Veámoslo en cómo se impone el capitalismo al feudalismo en España y en Francia para demostrar este fraude de la burguesía, donde se comprueba que el capitalismo se impone al feudalismo dando pasos hacia adelante y hacia atrás, sucediéndose victorias y derrotas, y no de una manera directa y lineal.

2.1. Cómo se impone el Capitalismo en España: Absolutismo y liberalismo en España durante la primera mitad del siglo XIX

El reinado de Carlos IV, que abarca desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808, y la actuación política de Floridablanca estuvieron marcados por la situación de pánico generada por la Revolución Francesa de 1789, que devendrá en una falta de orientación política tanto a nivel interno como en el contexto internacional y en una tensión progresiva entre España y Francia.

Es imprescindible para analizar la crisis del Antiguo Régimen y el proceso revolucionario siguiente el no tener en cuenta únicamente los acontecimientos violentos, sino también observar como el desarrollo de un nuevo modelo productivo y la pugna ideológica entre absolutismo y liberalismo provocaría un paradigma en la figura de “el noble” o “el hidalgo” que ya no se ubicarían dentro del antiguo concepto de estamento, sino que pasarían a formar parte de una clase social determinada en relación a su riqueza. La revolución de la burguesía en España no fue un proceso irreversible o ininterrumpido, sino que vivió una auténtica lucha entre los reformistas absolutistas y los ideales ilustrados, en una pugna constante entre el viejo orden agonizante y el nuevo régimen liberal. “La crisis se producía porque las estructuras tradicionales ya no podían contener e integrar lo que la propia evolución económica, social e ideológica había creado” [6].

En marzo de 1808, el príncipe de Asturias, aupado por sus partidarios lograría la abdicación de su padre, el rey Carlos IV, convirtiéndose así en Fernando VII, logrando canalizar el descontento por la gestión del gobierno hacia la figura del ministro Manuel Godoy. Frente a la amenaza de las tropas francesas, que en virtud del Tratado de Fontainebleau del 27 de octubre de 1807 se hallaban en territorio español para supuestamente intervenir en Portugal y asumida la incapacidad del gobierno para ofrecer resistencia, Fernando VII buscaría el reconocimiento internacional de su derecho al trono, recibiendo apoyo de los ingleses en la sublevación contra su padre. Por su parte, la opción para el trono español que se contemplaba desde Francia era la de Luis Bonaparte, hermano de Napoleón, mientras que en Madrid sería Joachim Murat, mariscal y lugarteniente del emperador en la península, quien tenía la esperanza de ocupar el trono. Fernando VII decide, ante la falta de reconocimiento por parte del emperador francés, viajar hacia Bayona, constituyendo en Madrid, antes de partir, una Junta Suprema de Gobierno que presidía el infante Antonio.

El 2 de mayo, medio centenar de personas penetra en el palacio al grito de ‘¡traición!’. Los franceses, ante esta situación, optan por reprimir al levantamiento. A ello sucedió una violenta reacción popular, obligando a Murat a desplazar a 30.000 hombres para frenar a los sublevados, cuya cifra rondaba los 20.000, comenzando así la insurrección popular en Madrid y la subsiguiente Guerra de Independencia española. Las abdicaciones de Bayona y la insurrección contra José I significaron el desencadenante de la quiebra del Antiguo Régimen en España y una carencia de poder y soberanía que, en ausencia del rey, pasarían a manos de las Juntas Provinciales y, posteriormente, de la Junta Suprema.

“Esta revolución popular tenía, en primer lugar, un carácter nacional, por proclamar la independencia de España respecto a Francia. En segundo lugar, era dinástica, por la lucha a favor del “deseado” Fernando VII a José Bonaparte. Y era reaccionaria por oponer las instituciones, costumbres y leyes antiguas, absolutistas, a las innovaciones napoleónicas. Todas las guerras de independencia libradas contra Francia llevan en común el sello de la regeneración, mezclado con la reacción” [7].

Ante la invasión se constituyeron dos grupos: los llamados afrancesados – convencidos de las aspiraciones y principios de la revolución francesa y que no consideraban que la invasión iba a suponer la desmembración del país – y los absolutistas – que tenían el objetivo de luchar y restablecer el anterior régimen borbónico. El gobierno de José I encontró los mismos problemas que el anterior régimen borbónico, y que sin duda era el punto clave en la crisis del Antiguo Régimen en España; los graves problemas financieros, a consecuencia del estado deplorable de la Hacienda española.

“A lo largo del conflicto se fueron constituyendo Juntas Provinciales, todas ellas clamaban a favor del rey, de la santa religión y del país. Pero, si los campesinos, los habitantes de ciudades pequeñas y el numeroso ejército de mendigos, con hábito o sin él, todos ellos profundamente imbuidos de prejuicios religiosos y políticos, formaban la gran mayoría del partido nacional, éste incluía, por otro lado, una minoría activa e influyente que consideraba el levantamiento popular contra los franceses como la señal de la regeneración política y social de España. Esta minoría estaba compuesta por los habitantes de puertos de mar, ciudades comerciales y parte de las capitales de provincia, donde, bajo el reinado de Carlos IV, se habían desarrollado hasta cierto punto las condiciones materiales de la sociedad moderna.” [8]

“El poder estaba completamente descentralizado, no había gobierno, y las ciudades formaron sus juntas propias, sometidas a las juntas de las capitales provinciales. Se fue configurando un gobierno federal totalmente anárquico, en el que fue ganando poder la Junta suprema de Sevilla, considerada ahora la capital de España. Las juntas quedaron dirigidas por personas de alta alcurnia, que por supuesto no mostraban un ápice revolucionario. El 20 de julio de 1808, cuando José Bonaparte entró en Madrid, 14.000 franceses, al mando de los generales Dupont y Vedel, fueron obligados por Castaños a deponer sus armas en Bailén, y José tuvo que retirarse de Madrid a Burgos unos días después. (…) La división del poder entre las juntas provinciales había salvado a España del primer choque de la invasión francesa (…) Los franceses quedaron completamente desconcertados al descubrir que el centro de la resistencia española no estaba en ninguna parte y estaba en todas partes”. [9]

La Guerra de Independencia significó, aunque de manera efímera, la creación embrionaria de las estructuras de poder burguesas, siendo 1812 el año decisivo con las Cortes de Cádiz. “Las Cortes de Cádiz fueron el resultado del trabajo de una nueva junta, creada antes de disolverse la Central, en la que algunos miembros, contrarios a la nueva institución decretaron la creación de una regencia, en ausencia del rey legítimo, a la que traspasaron el poder.” [10]

A pesar del predominio de elementos de la tradición absolutista, como el nacionalismo y la religión, las Juntas Provinciales demostraron una tendencia hacia las reformas sociales y políticas, habiendo un especial interés entre la clase privilegiada que gobernaba dichas juntas hacia las reformas fiscales, con el claro objetivo de superar el atraso económico que supuso la administración borbónica. Desde 1812, los gobiernos provinciales trataron de llevar a cabo reformas y cambios en la administración. Los liberales, inspirados por la revolución francesa, trataron de llevar a cabo la primera revolución liberal burguesa en España, para enterrar las antiguas estructuras de poder y aprobar una Constitución – aprobada el 19 de marzo de 1812 y conocida popularmente como ‘La Pepa’ – que cambiara buena parte del régimen político. No obstante, las reformas quedaron, en la mayoría de ocasiones, en suspenso a causa de la correlación de fuerzas, que era favorable a los absolutistas, lo que implicaría posteriormente el restablecimiento de la monarquía absolutista y la derogación de la Constitución de 1812.

Con todo y con eso, con el decreto del 4 de mayo de 1814, Fernando VII disolvía las Cortes de Cádiz y derogaba la carta magna, anulando toda acción del período anterior y el comienzo de un nuevo período de reinado marcado por el absolutismo y el carácter represivo del Estado, suponiendo, a todos los niveles, una vuelta a los valores económicos del Antiguo Régimen. Una restauración del absolutismo que no se vio cuestionada hasta el pronunciamiento militar del General Riego en 1820, dando inicio al conocido como Trienio Liberal (1820-1823). El Trienio Liberal retomó la labor que habían dejado sus predecesores de las Cortes de Cádiz, restaurando la Constitución creada en 1812 y tratando de hacer frente a un problema que era común en la Hacienda española, que no era otro que la enorme deuda pública que había dejado la etapa del Sexenio Absolutista. Por primera vez, se aplicaba la Constitución de 1812 en una situación de paz nacional y con el monarca legítimo en el país. Por supuesto, Fernando VII era un convencido absolutista y trataría por todos los medios de imposibilitar la labor de los liberales en el gobierno. En el contexto internacional tendrá mucha importancia la derrota de Napoleón en 1815, siendo la Santa Alianza de las potencias Prusia, Austria, Rusia y Francia la encargada de velar por los intereses del viejo mundo y de intervenir en el caso de amenaza liberal en Europa. Así, en el Congreso de Verona en 1822, se acordaría la intervención del 7 de abril de 1823 de los Cien Mil Hijos de San Luis, derrocando a los liberales sin apenas resistencia popular y dejando patente la etapa absolutista que recorría Europa en aquellos momentos.

La muerte de Fernando VII en 1833 trajo mayor convulsión, pues había tenido que derogar la Ley Sálica para permitir que su hija Isabel accediera al trono. Al tener la niña solo 3 años, su madre María Cristina comenzó a gobernar como reina regente, lo que provocaría la reacción absolutista que se levantarían en torno la figura de Carlos María Isidro, hermano del anterior rey Fernando VII, comenzando así el enfrentamiento militar entre los partidarios de la reina y los carlistas, que estuvieron apoyados por algunos militares, la Iglesia y amplios sectores del campesinado, un reflejo, esto último, del atraso ideológico de la clase obrera y un indicio de porqué entre los sucesivos enfrentamientos por el poder, no había surgido un movimiento popular verdaderamente revolucionario. Cabe decir que fue una guerra en la que ninguno de los dos bandos mostró gran capacidad, lo que multiplicó los daños sufridos de la población civil y liquidó el papel de España en Europa, llevando al extremo el grado de influencia de los militares en el gobierno.

Mendizábal se presentaba como el político capaz de poner fin a esta sangrienta contienda. Para ello, debía conseguir aumentar los efectivos militares en 100.000 hombres, al tiempo que era necesario revertir la ruina económica. Entre 1835 y 1836, se promulgaron varios decretos para desamortizar bienes eclesiásticos, con el argumento de que muchos de ellos – conventos y monasterios – estaban abandonados y se habían convertido en refugios para la guerra, donde el robo y la prostitución eran habituales. Obviamente, que la Iglesia hubiera apoyado a los carlistas tuvo mucho que ver en el gran número de terrenos y posesiones que le fueron expropiados. Los bienes salieron a pública subasta, pudiendo hacer efectivo su importe tanto en metálico como en títulos de la deuda interior. Aunque amplia, este proceso desamortizador no fue suficiente a causa del lastre que suponía la corrupción dentro del gobierno. Se vendieron unas 4.000 fincas de instituciones eclesiásticas en pocos años. Como la división de los lotes se encomendó a comisiones municipales, éstas se aprovecharon de su poder para hacer manipulaciones y configurar grandes lotes inasequibles a los pequeños propietarios pero pagables, en cambio, por las oligarquías muy adineradas que podían comprar tanto grandes lotes como pequeños. Los pequeños labradores no pudieron entrar en las pujas y las tierras fueron compradas por nobles y burgueses urbanos adinerados. Esto provocó la creación de una nueva clase opresora, compuesta por terratenientes nobles y burgueses, al tiempo que la Iglesia excomulgó a los expropiadores del gobierno y a quienes habían comprado las tierras. Una política destinada a paliar, en el plazo más breve posible, la deuda y a crear nuevos intereses y, por consiguiente, nuevos y numerosos partidarios de las instituciones liberales. Mendizábal apoyó su gobierno en la nueva burguesía que se iba formando en torno a los contratos y negocios con el gobierno – adquisición de títulos de deuda, suministros para las tropas, compra de propiedades.

Como puede observarse, la primera mitad del siglo XIX en España fue una permanente lucha entre lo viejo – el feudalismo – que no acababa de morir y lo nuevo de aquél entonces – el capitalismo, encabezado por la burguesía liberal que pretendía imponer su dominio político en sintonía con su ya hegemonía en el terreno económico – que estaba por imponerse.

2.2. Cómo se impone el capitalismo en Francia.

La burguesía, la cual vilipendia con ferocidad la Gloriosa Revolución de Octubre de 1917, no duda en enaltecer y hablar de manera idílica de la Revolución Francesa iniciada en 1789. Sin embargo, este suceso histórico fue consecuencia de una serie de cuestiones y de una lucha anterior que ya se sucedía entre quién componía lo que se denominaba el Tercer Estado – estamento de la sociedad feudal francesa conformado por la burguesía, el campesinado y la incipiente clase trabajadora.

De hecho, el siglo XVIII fue un siglo de gran batalla en el terreno ideológico entre la burguesía y los estamentos privilegiados de la sociedad feudal; lucha que en menor grado ya se había iniciado en el siglo anterior. La lucha entre el feudalismo y el capitalismo en Francia fue franca y abierta, una lucha en el terreno ideológico se expresó entre la fe y la razón, entre el idealismo y el materialismo que arrojó lo que se denominó el materialismo francés mediante el cual la burguesía fue armando ideológicamente al estamento despojado de privilegios, el Tercer Estado, para cimentar su toma del poder político, su revolución contra el feudalismo para imponer su modelo, su sistema, como consecuencia de su desarrollo y hegemonía que ya poseía en el terreno económico.

Este trabajo ideológico de la burguesía, unido a las malas cosechas hizo que la situación de pobreza de las clases populares y el campesinado aumentase por el crecimiento de los precios de los alimentos básicos, agudizando su miserable existencia, y a la quiebra financiera de la nobleza crearon las condiciones fundamentales para que, el 14 de julio de 1789, con la imagen icónica de la toma de la Bastilla por parte del pueblo de París, fuera el detonante de la Revolución Francesa que fue extendiéndose por todos los rincones del país galo. El campesinado y la pequeña burguesía arruinada junto al proletariado fueron creando nuevos órganos de poder – Asamblea Nacional, ayuntamientos revolucionarios, ejército popular – los cuales empujaron a la abolición de los privilegios de la nobleza y el clero, liquidando la sociedad estamental, y desarrollaron una constitución arrojando un estado burgués en forma de monarquía parlamentaria donde Luis XVI sería el poder ejecutivo, la Asamblea Nacional el poder legislativo y los tribunales de justicia serían “independientes” a los dos poderes mencionados.

Ni la nobleza, donde un número importante de sus miembros emigraron, fundamentalmente a Prusia, ni la Iglesia, ni el propio monarca, como no podía ser de otro modo, estaban conformes con la monarquía constitucional emanada en 1791 – a pesar de no tener más salida que aceptarla – donde se liquidaban sus privilegios y reducía su poder; de tal modo que trataron por todos los medios de desencadenar una guerra civil para conseguir la intervención de otros estados feudales para restablecer el absolutismo en Francia.

El odio del pueblo hacia Luis XVI – al cual una gran mayoría consideraba un traidor por su intento de fuga de Francia siendo retenido en junio de 1791 en Varennes-en-Argonne y retornado a París, que significó la posterior Declaración de Pillnitz a finales de agosto de 1791 que creó un clima bélico entre Austria y Francia iniciándose las Guerras de Coalición entre coaliciones de países contrarios a la Francia revolucionaria y ésta última – se acrecentó; de tal modo que éste se radicalizó asaltando el Palacio de las Tellerías donde estaba la familia real, desencadenando episodios violentos que forzó la abolición de la monarquía y la constitución de la Primera República francesa en septiembre de 1792, entrando Francia en guerra contra los estados defensores del absolutismo y siendo guillotinado el rey Luis XVI.

La alta burguesía – girondinos – en 1793 pierde la dirección del proceso revolucionario que pasa a manos de la mediana y pequeña burguesía y parte de las clases populares – jacobinos – y la parte más avanzada de las clases populares – los demócratas radicales de izquierda o cordeleros cuyo máximo dirigente fue Marat.

Durante 1793 y 1794, los jacobinos agudizaron la represión contra los defensores del absolutismo, empezando por la ejecución de Luis XVI, aspecto esencial para seguir abriendo camino a la revolución burguesa, redactándose una nueva constitución en 1793 donde se profundizaba en los derechos democráticos del pueblo, conquistándose el sufragio universal masculino.

La gran burguesía desencadenó una campaña de acoso y derribo contra el máximo dirigente jacobino, Robespierre, de tal modo que éste acabó guillotinado junto con otros dirigentes jacobinos. De tal modo, la gran burguesía conquista el poder y redacta una nueva constitución en 1795 donde se elimina el sufragio universal masculino y se retorna al sufragio censitario al objeto de garantizar su dominio y liquida la Asamblea Nacional estableciendo un gobierno compuesto por girondinos denominado el Directorio.

El Directorio se sostuvo durante cuatro años, siendo rechazado y combatido tanto por los jacobinos como por los monárquicos. Fue un periodo de inestabilidad política, de bancarrota económica donde, por un lado, en el plano exterior Francia sostenía una guerra contra las monarquías europeas, fundamentalmente Austria y Gran Bretaña, reproduciendo la lucha entre el capitalismo y el feudalismo a nivel internacional; y a nivel interno se sucedían las revueltas tanto populares como reaccionarias de los monárquicos contra el Directorio. En definitiva, el Directorio tenía una guerra contra las monarquías de otros países y, por otro lado, tenía una guerra civil en el interior de sus fronteras.

La gran burguesía no tenía otro camino que el terror, la represión política interna, la guerra en política exterior, no dudando en hacer golpes de estado – como el del 4 de septiembre de 1797, anular elecciones en una serie de departamentos franceses en los que habían vencido los adversarios políticos del Directorio y hacer todo tipo de purga y persecución contra la oposición política, dando cada vez más peso al Ejército.

Con una situación política de gran inestabilidad, con un alto desprestigio entre la sociedad francesa de la República, y con el fortalecimiento de los jacobinos la gran burguesía en alianza con el Ejército, el 9 de noviembre de 1799 da un nuevo golpe de estado, el Golpe de Estado del 18 brumario que lleva a Napoleón Bonaparte al poder. El Consulado sucede al Directorio que concentraba el poder en el primer cónsul reduciéndose el poder ejecutivo a 3 cónsules.

La gran burguesía una vez impuesta su dictadura, con Napoleón de «caudillo” y con el poder en sus manos, no duda en conciliar con la nobleza. El Consulado realiza una nueva Constitución en diciembre de 1799, a su imagen y semejanza, y empieza a implementar una serie de políticas dirigidas a fortalecer el Estado burgués desarrollándose una burocracia. Los cargos públicos dejaron de ser cargos electivos siendo la designación de los mismos desde arriba, quedando casi la mitad de las prefecturas en manos de la nobleza del Antiguo Régimen. Asimismo, el Consulado hizo concesiones a la Iglesia, firmándose un Concordato en 1802. Dicha política de conciliación con los antaño estamentos privilegiados – Iglesia y nobleza-, contrastaba con que a los opositores se les reprimía sin piedad. A todo ello, se unían éxitos militares en el exterior consiguiendo la paz con Gran Bretaña. Todo esto condujo a Napoleón a ser emperador de Francia en 1804, convirtiéndose Francia en el Imperio Napoleónico.

Como puede comprobarse, de la proclama revolucionaria de “Liberté, Égalité, Fraternité” únicamente quedaba eso, la proclama, puesto que el desarrollo de la historia lo que hizo es sostener el mismo abuso cambiando de cacique.

El Imperio francés, con su caudillo Napoleón como nuevo “Dios Sol”, necesitaba satisfacer sus apetencias económicas aislando a Gran Bretaña, a la cual pretendió someterla a un bloqueo al objeto de fortalecer a la burguesía francesa a costa de debilitar la industria y el comercio británico. En la década comprendida entre 1805 y 1815 Francia hizo la guerra contra la práctica totalidad de los estados europeos, desde la península ibérica a Rusia. Finalmente Napoleón es derrotado en Waterloo en 1815, y mediante el Tratado de París se restablece la monarquía rehabilitando en el trono al hermano de Luis XVI, Luis XVIII, Francia perdió todas las conquistas territoriales e ideológicas cosechadas por la revolución; se purgaron en torno a 75 mil funcionarios; en definitiva, el Antiguo Régimen estaba de vuelta en Francia y en toda Europa triunfando la contrarrevolución o, como llaman los historiadores, la Restauración.

Luis XVIII murió y el trono francés fue ocupado por su hermano Carlos X en 1824, el cual fue más reaccionario que su antecesor que, en muchos aspectos, buscaba la conciliación con la burguesía. Sin embargo, la política absolutista practicada por Carlos X, de confrontación franca con la burguesía, las clases populares y los valores revolucionarios, siempre fueron conducentes a satisfacer los intereses de la nobleza, de los nobles emigrados los cuales fueron indemnizados y del clero, restableciendo sus privilegios en detrimento del pueblo llano. El desarrollo progresivo de la agricultura y de la industria en Francia elevaba una sociedad que chocaba con la concepción despótica de Carlos X que le llevaba a manipular elecciones, recortar libertades e ilegalizar políticamente a la burguesía, entre otras cuestiones, en las Ordenanzas de Julio creándose las condiciones internas para la Revolución de 1830.

La política llevada a cabo por Carlos X, unido a otros factores que hicieron empeorar las condiciones de vida del Pueblo, llevaron a los habitantes de París a lanzarse a la calle los días 27, 28 y 29 de julio rechazando la política de Carlos X así como al monarca. Entre la burguesía, al igual que en la Revolución iniciada en 1789, había dos facciones, una radical que exigía la instauración de la República y otra, la gran burguesía, que anhelaba la imposición del capitalismo por la vía británica, es decir, la imposición de una monarquía constitucional donde el poder real lo tuviera la gran burguesía, que era la clase hegemónica en el terreno económico. Ésta última consiguió imponerse, de tal modo que Carlos X huyó a Inglaterra y abdicó, instaurando la alta burguesía una monarquía liberal entregando el trono a Luis Felipe de Orleáns que se convirtió en el rey Luis Felipe I de Francia.

“La que dominó bajo Luis Felipe no fue la burguesía francesa sino una fracción de ella: los banqueros, los reyes de la Bolsa, los reyes de los ferrocarriles, los propietarios de minas de carbón y de hierro y de explotaciones forestales y una parte de la propiedad territorial aliada a ellos: la llamada aristocracia financiera. Ella ocupaba el trono, dictaba leyes en las Cámaras y adjudicaba los cargos públicos, desde los ministerios hasta los estancos.

La burguesía industrial propiamente dicha constituía una parte de la oposición oficial, es decir, sólo estaba representada en las Cámaras como una minoría. Su oposición se manifestaba más decididamente a medida que se destacaba más el absolutismo de la aristocracia financiera y a medida que la propia burguesía industrial creía tener asegurada su dominación sobre la clase obrera, después de las revueltas de 1832, 1834 y 1839, ahogadas en sangre. (…) La pequeña burguesía en todas sus gradaciones, al igual que la clase campesina, había quedado completamente excluida del poder político. Finalmente, en el campo de la oposición oficial o completamente al margen del pays légal se encontraban los representantes y portavoces ideológicos de las citadas clases, sus sabios, sus abogados, sus médicos, etc.; en una palabra, sus llamados ‘talentos’”[11].

La monarquía emanada de la revolución de 1830 de Luis Felipe se encontraba “bajo la dependencia de la alta burguesía, y su dependencia de la alta burguesía convertíase a su vez en fuente inagotable de una creciente penuria financiera.(…) el incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las Cámaras. El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año, un nuevo déficit. Cada cuatro o cinco años, un nuevo empréstito. Y cada nuevo empréstito brindaba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafa a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Cada nuevo empréstito daba una nueva ocasión para saquear al público que colocaba sus capitales en valores del Estado, mediante operaciones de Bolsa en cuyos secretos estaban iniciados el Gobierno y la mayoría de la Cámara.” [12]

A ello, la corrupción generalizada, se le une “la plaga de la patata y las malas cosechas de 1845 y 1846 (…) provocó en Francia como en el resto del continente, conflictos sangrientos” [13] y “una crisis general del comercio y de la industria en Inglaterra; anunciada ya en el otoño de 1845 por la quiebra general de los especuladores de acciones ferroviarias”[14] provocó que “la asolación del comercio y de la industria por la epidemia económica hizo todavía más insoportable el absolutismo de la aristocracia financiera. La burguesía de la oposición provocó en toda Francia una campaña de agitación en forma de banquetes a favor de una reforma electoral, que debía darle la mayoría en las Cámaras y derribar al ministerio de la Bolsa. En París, la crisis industrial trajo, además, como consecuencia particular, la de lanzar sobre el mercado interior una masa de fabricantes y comerciantes al por mayor que, en las circunstancias de entonces, no podían seguir haciendo negocios en el mercado exterior. Estos elementos abrieron grandes tiendas, cuya competencia arruinó en masa a los pequeños comerciantes de ultramarinos y tenderos. De aquí un sinnúmero de quiebras en este sector de la burguesía de París y de aquí su actuación revolucionaria en febrero. Es sabido cómo Guizot y las Cámaras contestaron a las propuestas de reforma con un reto inequívoco; cómo Luis Felipe se decidió, cuando ya era tarde, por un ministerio Barrot; cómo se llegó a colisiones entre el pueblo y las tropas, como el ejército se vio desarmado por la actitud pasiva de la Guardia Nacional y cómo la monarquía de Julio hubo de dejar el sitio a un gobierno provisional. (…) Este Gobierno provisional, que se levantó sobre las barricadas de Febrero, reflejaba necesariamente, en su composición, los distintos partidos que se repartían la victoria. No podía ser otra cosa más que una transacción entre las diversas clases que habían derribado conjuntamente la monarquía de Julio, pero cuyos intereses se contraponían hostilmente. Su gran mayoría estaba formada por representantes de la burguesía. La pequeña burguesía republicana representada por Ledru Rollin y Flocon; la burguesía republicana, por los hombres del National; la oposición dinástica, por Crémieux, Dupont de l’Eure, etc. La clase obrera no tenía más que dos representantes: Luis Blanc y Albert. Finalmente, Lamartine no representaba propiamente en el Gobierno provisional ningún interés real, ninguna clase determinada: era la misma revolución de Febrero, el levantamiento conjunto, con sus ilusiones, su poesía, su contenido imaginario y sus frases. Por lo demás, el portavoz de la revolución de Febrero pertenecía, tanto por su posición como por sus ideas, a la burguesía. (…) Si París, en virtud de la centralización política, domina a Francia, los obreros, en los momentos de sacudidas revolucionarias, dominan a París (…) La burguesía sólo consiente al proletariado una usurpación: la de la lucha. (…) Hacia el mediodía del 25 de febrero, la República no estaba todavía proclamada, pero, en cambio, todos los ministerios estaban ya repartidos entre los elementos burgueses del Gobierno provisional y entre los generales, abogados y banqueros del National. Pero los obreros estaban decididos a no tolerar esta vez otro escamoteo como el de julio de 1830. Estaban dispuestos a afrontar de nuevo la lucha y a imponer la República por la fuerza de las armas.”[15] y es así como se alcanza la Segunda República francesa.

“Con la proclamación de la República sobre la base del sufragio universal, se había cancelado hasta el recuerdo de los fines y móviles limitados que habían empujado a la burguesía a la revolución de Febrero. En vez de unas cuantas fracciones de la burguesía, todas las clases de la sociedad francesa se vieron de pronto lanzadas al ruedo del poder político, obligadas a abandonar los palcos, el patio de butacas y la galería y a actuar personalmente en la escena revolucionaria. Con la monarquía constitucional, había desaparecido también toda apariencia de un poder estatal independiente de la sociedad burguesa y toda la serie de luchas derivadas que el mantenimiento de esta provoca.

El proletariado, al dictar la República al Gobierno provisional y, a través del Gobierno provisional, a toda Francia, apareció inmediatamente en primer plano como partido independiente, pero, al mismo tiempo lanzó un desafío a toda la Francia burguesa. Lo que el proletariado conquistaba era el terreno para luchar por su emancipación revolucionaria, pero no, ni mucho menos, esta emancipación misma. (…) Lejos de ello, la República de Febrero, tenía, antes que nada, que completar la dominación de la burguesía, incorporando a la esfera del poder político, junto a la aristocracia financiera, a todas las clases poseedoras.”[16]

“La revolución de febrero cogió desprevenida, sorprendió a la vieja sociedad, y el pueblo proclamó este golpe de mano inesperado como una hazaña de la historia universal con la que se abría la nueva época. El 2 de diciembre (de 1851), la revolución de febrero es escamoteada por la voltereta de un jugador tramposo, y lo que parece derribado no es ya la monarquía, sino las concesiones liberales que le habían sido arrancadas por seculares luchas. Lejos de la sociedad misma la que se conquista en un nuevo contenido, parece como si simplemente el Estado volviese a su forma más antigua, a la dominación desvergonzadamente simple del sable y la sotana. Así contesta al coup de main de febrero de 1848 el coup de tête de diciembre de 1851. Por donde se vino, se fue. Sin embargo, el intervalo no ha pasado en vano. Durante los años de 1848 a 1851, la sociedad francesa asimiló, y lo hizo mediante un método abreviado, por ser revolucionario, las enseñanzas y las experiencias que es un desarrollo normal, lección tras lección, por decirlo así, habrían debido preceder a la revolución de febrero, para que ésta hubiese sido algo más que un estremecimiento en la superficie. Hoy, la sociedad parece haber retrocedido más allá de su punto de partida; en realidad, lo que ocurre es que tiene que empezar por crearse el punto de partida revolucionario, la situación, las relaciones, las condiciones, sin las cuales no adquiere un carácter serio la revolución moderna”. [17]

Como puede observarse, la última década del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX en Francia fue una permanente lucha entre lo viejo que no acababa de morir y lo nuevo de aquél entonces que estaba por imponerse. La burguesía pretende enterrar el absolutismo en la última década del siglo XVIII y éste resurge en 1815 para instalarse durante 3 décadas, la burguesía revolucionaria republicana de la época pretende liquidar la monarquía en 1792 y la monarquía se impone desde 1815 hasta 1848. Pero también, cada experiencia revolucionaria nos muestra que, aunque lo viejo se reponga y se vuelva a imponer a lo nuevo temporalmente, esta imposición se realiza de manera más precaria pues en la memoria del pueblo se irradia el contenido, la esencia, del nuevo orden que se pretende conquistar. Y cada arremetida revolucionaria de lo nuevo empuja más a lo viejo a su desnaturalización, al entierro definitivo, de tal modo que la lucha de clases es el motor de la historia y que el desarrollo de la historia es la permanente lucha entre lo nuevo – la aspiración de la clase revolucionaria – y lo viejo – la defensa del sistema que sostiene los privilegios de la clase reaccionaria.

3. El proletariado y las revoluciones burguesas del siglo XIX

En las primeras revoluciones burguesas, el proletariado lucha unido a la burguesía para acabar con el absolutismo. “Por aquel entonces, el modo capitalista de producción, y con él el antagonismo entre la burguesía y el proletariado, se habían desarrollado todavía muy poco. La gran industria, que en Inglaterra acababa de nacer, era todavía desconocida en Francia. Y sólo la gran industria desarrolla, de una parte, los conflictos que transforman en una necesidad imperiosa la subversión del modo de producción y la eliminación de su carácter capitalista – conflictos que estallan no sólo entre las clases engendradas por esa gran industria, sino también entre las fuerzas productivas y las formas de cambio por ellas creadas – y, de otra parte, desarrolla gigantescas fuerzas productivas los medios para resolver estos conflictos. Si bien, hacia 1800, los conflictos que brotaban del nuevo orden social apenas empezaban a desarrollarse, estaban mucho menos desarrollados, naturalmente, los medios que habían de conducir a su solución. Si las masas desposeídas de París lograron adueñarse por un momento del poder durante el régimen del terror y con ello el triunfo de la revolución burguesa, incluso en contra de la burguesía, fue sólo para demostrar hasta qué punto era imposible mantener por mucho tiempo este poder en las condiciones de la época. El proletariado, que apenas empezaba a destacarse en el seno de estas masas desposeídas, como tronco de una clase nueva, totalmente incapaz todavía para desarrollar una acción política propia, no representaba más que un estamento oprimido, agobiado por toda clase de sufrimientos, incapaz de valerse por sí mismo. La ayuda, en el mejor de los casos, tenía que venirle de fuera, de lo alto.” [18]

“Las revoluciones de la época de crisis del feudalismo y de desarrollo ascensional del capitalismo fueron dirigidas por la burguesía urbana, que en unos casos logró triunfar mediante una transacción con los señores feudales y en otros sostuvo la lucha hasta el fin, hasta el derrocamiento definitivo de estos últimos. El ejército que peleó en dichas revoluciones lo formaban campesinos y la plebe de las ciudades. A consecuencia de ello, la revolución, al alcanzar su punto álgido, rebasaba en mucho los objetivos que se había señalado la burguesía.” [19]

Hemos visto en el punto segundo de la presente tesis cómo se impone el capitalismo tanto en España como en Francia. En ambos lugares fue la burguesía quien dirigió la lucha pero, sin duda, quiénes la llevaron a término fueron campesinos y proletarios.

La misión principal y fundamental de la revolución burguesa “consiste en conformar la superestructura política con el tipo de economía capitalista nacido de las entrañas del feudalismo y asegurar las condiciones necesarias para su libre desenvolvimiento.” [20]

El periodo del terror de la revolución francesa, años 1793 y 1794, fue uno de esos momentos en los que la revolución alcanzaba un momento álgido que rebasaba en mucho los marcados por la burguesía. De hecho fue la facción de los burgueses más ricos la que actuando de manera reaccionaria, contrarrevolucionaria, no dudó en liquidar al líder de los jacobinos al objeto de reconducir la revolución hacia la dirección de sus intereses, el establecimiento de una superestructura – sociedad, Estado, cultura, etcétera – acorde al sistema de producción capitalista; y para ello no dudaron en echarse a los brazos de la corrupción, del despotismo y de la conciliación con la nobleza y el clero.

En julio de 1830 nuevamente el pueblo pone fin al absolutismo de Carlos X, si bien el proletariado y las capas más revolucionarias de la burguesía, las capas más bajas de ésta, eran partidarios de la República, la burguesía rica, los banqueros, impusieron su monarca, Luis Felipe de Orleáns, el cual no sería más que un títere para que la gran burguesía nadara en la abundancia gracias al saqueo, la especulación y la corrupción. Sin embargo, esta experiencia revolucionaria de 1830 fue esencial para que el proletariado en 1848 adquiriera una mayor firmeza y consistencia en la lucha, una mayor fortaleza, que hizo hacer saltar la banca de la monarquía burguesa podrida que conllevó la posterior instauración de la Segunda República francesa.

“A la monarquía burguesa de Luis Felipe sólo puede suceder la república burguesa; es decir, que si en nombre del rey, había dominado una parte reducida de la burguesía, ahora dominará la totalidad de la burguesía en nombre del pueblo. Las reivindicaciones del proletariado de París son paparruchas utópicas, con las que hay que acabar. El proletariado de París contestó a esta declaración de la Asamblea Nacional Constituyente con la insurrección de junio, el acontecimiento más gigantesco en la historia de las guerras civiles europeas. Venció la república burguesa. A su lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños burgueses, el ejército, el lumpemproletariado organizado como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población del campo. Al lado del proletariado de París no estaba más que él solo. Más de 3.000 insurrectos fueron pasados a cuchillo después de la victoria y 15.000 deportados sin juicio”. [21]

La revolución de 1848, y la derrota del proletariado francés en la insurrección de junio de 1849, “había preparado, allanado, el terreno en que podía cimentarse y erigirse la república burguesa; pero al mismo tiempo, había puesto de manifiesto que en Europa se ventilaban otras cuestiones que la ‘república o monarquía’. Había revelado que aquí la república burguesa equivalía a despotismo ilimitado de una clase sobre otras. Había demostrado que en países de vieja civilización, con una formación de clase desarrollada, con condiciones modernas de producción y con una conciencia intelectual, en la que todas las ideas intelectuales se hallan disueltas por un trabajo secular, la república no significa en general más que la forma política de la subversión de la sociedad burguesa y no su forma conservadora de vida”[22]. El proletariado y su lucha, su exigencia derrotada de establecer una república social, no sólo envejeció a la burguesía, la colocó en su nuevo lugar, como lo viejo, como lo reaccionario, como asesina de sus propias consignas y el pensamiento que decía encarnar, donde “toda reivindicación, aun de la más elemental reforma financiera burguesa, del liberalismo más vulgar, del más formal republicanismo, de la más trivial democracia, es castigada en el acto como un ‘atentado contra la sociedad’ y estigmatizada como ‘socialismo’”[23] y “La Constitución, la Asamblea Nacional (…) la liberté, égalité, fraternité y el segundo domingo de mayo de 1852; todo ha desaparecido como una fantasmagoría (…) el sufragio universal sólo pareció sobrevivir un instante para hacer su testamento de puño y letra a los ojos del mundo entero y poder declarar, en nombre del propio pueblo: ‘Todo lo que existe merece perecer’.”[24]; sino que su propia lucha la empujó al ruedo de la historia como la nueva clase revolucionaria y, consecuentemente, adquiría su misión histórica de luchar por su emancipación de clase para lo cual, mediante la lucha, deberá ir adquiriendo sus armas para poder desarrollar su emancipación de manera revolucionaria.

4. La Comuna de París

El siglo XIX, y fundamentalmente desde 1848, la lucha de la clase obrera fue incrementándose, con una participación cada vez más importante del proletariado, que despertaba políticamente, como consecuencia del desarrollo del capitalismo. Es en este contexto histórico donde, junto al desarrollo del movimiento sindical o tradeunionista, se despliega la necesidad de la organización política del proletariado de tal modo que fueron surgiendo organizaciones obreras, heterogéneas en lo ideológico, creándose las condiciones para el surgimiento de la Primera Internacional. “La I Internacional (1864-1872) echó los cimientos de la organización internacional de los obreros para la preparación de su ofensiva revolucionaria contra el capital” [25].

En Francia hemos visto cómo la burguesía que decía levantarse contra la tiranía del absolutismo; y, con su revolución, pretendía liberar a la humanidad de ella inundando de libertad, igualdad y fraternidad el mundo redimiendo a todos los desposeídos de los privilegios que gozaban la nobleza y el clero, la misma que pretendía imponer el Estado de la razón, de su razón de clase; impuso su absolutismo explotador y corrupto nada más tomar en sus manos el poder, convirtiéndose en una clase reaccionaria, en la primera enemiga de lo que decía que pretendía realizar.

“Luis Bonaparte quitó a los capitalistas el poder político con el pretexto de defenderles, de defender a los burgueses contra los obreros, y, por otra parte, a éstos contra la burguesía; pero a cambio de ello su régimen estimuló la especulación y las actividades industriales; en una palabra, el auge y el enriquecimiento de toda la burguesía en proporciones hasta entonces desconocidas. Cierto es que fueron todavía mayores las proporciones en que se desarrollaron la corrupción y el robo en masa (…) el Segundo Imperio era la apelación al chovinismo francés, la reivindicación de las fronteras del Primer Imperio, perdidas en 1814, a la menos las de la Primera República. Era imposible que subsistiese a la larga un Imperio francés dentro de las fronteras de la antigua monarquía, más aún, dentro de las fronteras amputadas de 1815. Esto implicaba la necesidad de guerras accidentales y de ensanchar las fronteras (…) Proclamado el Segundo Imperio, la reivindicación de la orilla izquierda del Rin, fuese de una vez o por partes, era simplemente una cuestión de tiempo. Y el tiempo llegó con la guerra austro-prusiana de 1866. Defraudado en sus esperanzas de ‘compensaciones territoriales’ por el engaño de Bismarck y por su propia política demasiado astuta y vacilante, a Napoleón no le quedaba ahora más salida que la guerra, que estalló en 1870 y le empujó primero a Sedán y después a Wilhelmshöhe (…) La consecuencia inevitable fue la revolución de París del 4 de septiembre de 1870. El Imperio se derrumbó como un castillo de naipes y nuevamente fue proclamada la república. Pero el enemigo estaba a las puertas. Los ejércitos del Imperio estaban sitiados en Metz sin esperanza de salvación o prisioneros de Alemania. En esta situación angustiosa, el pueblo permitió a los diputados parisinos del antiguo Cuerpo Legislativo constituirse en un ‘Gobierno de la Defensa Nacional’. Estuvo tanto más dispuesto a acceder a esto, cuanto que, para los fines de la defensa, todos los parisinos capaces de empuñar las armas se habían enrolado en la Guardia Nacional y estaban armados, con lo cual los obreros representaban dentro de ella una gran mayoría. Pero al antagonismo entre el Gobierno, formado casi exclusivamente por burgueses, y el proletariado en armas no tardó en estallar. El 31 de octubre los batallones obreros tomaron por asalto el Hôtel de Vile y capturaron a algunos miembros del Gobierno. Mediante una traición, la violación descarada por el Gobierno de su palabra y la intervención de algunos batallones pequeñoburgueses, se consiguió ponerlos nuevamente en libertad (…) Por fin, el 28 de enero de 1871, la ciudad de París, vencida por el hambre, capituló.” [26]

“Durante la guerra, los obreros de París habíanse limitado a exigir la enérgica continuación de la lucha. Pero ahora, sellada ya la paz después de la capitulación de París, Thiers, nuevo jefe del Gobierno, tenía que darse cuenta de la dominación de las clases poseedoras – grandes terratenientes y capitalistas – esta en constante peligro mientras los obreros de París tuviesen en sus manos las armas. Lo primero que hizo fue tratar de desarmarlos. El 18 de marzo envió tropas de línea con order de robar a la Guardia Nacional la artillería que era de su pertenenciam pues había sido construida durante el asedio de París y pagada por suscripción pública. El intento no prosperó; París se movilizó como un solo hombre para la resistencia y se declaró la guerra entre París y el Gobierno francés, instalado en Versalles. El 26 de marzo fue elegida, y el 28 proclamada la Comuna de París. El Comité Central de la Guardia Nacional, que hasta entonces había desempeñado las funciones de gobierno, dimitió en favor de la Comuna (…) El 30, la Comuna abolió la conscripción y el ejército permanente y declaró única fuerza armada a la Guardia Nacional, en la que debían enrolarse todos los ciudadanos capaces de empuñar las armas. Condonó los pagos de alquiler de viviendas desde octubre de 1870 hasta abril de 1871, incluyendo en cuenta para futuros pagos de alquileres las cantidades ya abonadas, y suspendió la venta de objetos empeñados en el monte de piedad de la ciudad. El mismo día 30 fueron confirmados en sus cargos los extranjeros elegidos para la Comuna, pues ‘la bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial’. El 1 de abril se acordó que el sueldo máximo que podría percibir un funcionario de la Comuna, y por tanto los mismos miembros de ésta, no podría exceder de 6.000 francos. Al día siguiente, la Comuna decretó la separación de la Iglesia del Estado y la supresión de todas las partidas consignadas en el presupuesto del Estado para fines religiosos, declarando propiedad nacional todos los bienes de la Iglesia; como consecuencia de esto, el 8 de abril se ordenó que se eliminase de las escuelas todos los símbolos religiosos, imágenes, dogmas, oraciones, en una palabra ‘todo lo que cae dentro de la órbita de la conciencia individual’, orden que fue aplicándose gradualmente. El día 5, en vista de que las tropas de Versalles fusilaban diariamente a los combatientes de la Comuna capturados por ellas, se dictó un decreto ordenando la detención de rehenes, pero esta disposición nunca se llevó a la práctica. El día 6, el 137º Batallón de la Guardia Nacional sacó a la calle la guillotina y la quemó públicamente, entre el entusiasmo popular. El 12, la Comuna acordó que la Columna Triunfal de la plaza Vendôme, fundida con el bronce de los cañones tomados por Napoleón después de la guerra de 1809, se demoliese, como símbolo de chovinismo e incitación a los odios entre naciones. Esta disposición fue cumplida el 16 de mayo. El 16 de abril, la Comuna ordenó que se abriese un registro estadístico de todas las fábricas clausuradas por los patronos y se preparasen los planes para reanudar su explotación con los obreros que antes trabajaban en ellas, organizándoles en sociedades cooperativas, y que se planease también la agrupación de todas estas cooperativas en una gran unión. El 20, la Comuna declaró abolido el trabajo nocturno de los panaderos y suprimió también las oficinas de colocación, que durante el Segundo Imperio eran un monopolio de ciertos sujetos designados por la policía, explotadores de primera fila de los obreros. Las oficinas fueron transferidas a las alcaldías de los veinte distritos de París. El 30 de abril, la Comuna ordenó la clausura de las casas de empeño, basándose en que eran una forma de explotación privada de los overos, en pugna con el derecho de éstos a disponer de sus instrumentos de trabajo y de crédito. El 5 de mayo, dispuso la demolición de la Capilla Expiatoria, que se había erigido para expiar la ejecución de Luis XVI (…) Como se ve, el carácter de clase del movimiento de París, que antes se había relegado a segundo plano por la lucha de los invasores extranjeros, resalta con trazos netos y enérgicos desde el 18 de marzo en adelante. Como los miembros de la Comuna eran todos, casi sin excepción, obreros o representantes reconocidos de los obreros, sus acuerdos se distinguían por un carácter marcadamente proletario. Una parte de sus decretos eran reformas que la burguesía republicana no se había atrevido a implantar sólo por vil cobardía y que echaban los cimientos indispensables para la libre acción de la clase obrera, como por ejemplo, la implantación del principio de que, con respecto al Estado, la religión es un asunto de incumbencia puramente privada; otros iban encaminados a salvaguardar directamente los intereses de la clase obrera, y, en parte, abrían profundas brechas en el viejo orden social. Sin embargo, en una ciudad sitiada lo más que se podía alcanzar era un comienzo de desarrollo de todas estas medidas. Desde los primeros días de mayo, la lucha contra los ejércitos levantados por el Gobierno de Versalles, cada vez más nutridos, absorbió todas las energías.”[27]

La Comuna no sólo desnudó la cobardía de la burguesía y su condición de clase reaccionaria, nuevamente la mostró como una auténtica criminal pues no dudó en reprimir con una ferocidad y crueldad ilimitadas a la Comuna, asesinando inmisericordemente a mujeres, niños y ancianos indefensos; en pocas semanas asesinaron a decenas de miles de proletarios desarmados. Asimismo, la experiencia de la Comuna, con sus errores, fue esencial para enriquecer la teoría del Estado y de la toma del Poder del proletariado revolucionario – mostrando la necesidad de un periodo de transición, del socialismo como fase inmadura de comunismo, una vez derrocado el régimen burgués, donde el proletariado debe imponer su dictadura y desde su Estado reprimir inmisericordemente a la burguesía hasta terminar con ella, hasta extinguir la lucha de clases -, así como para mostrar la necesidad de la existencia del Partido.

“En todas las proclamas dirigidas a los franceses de las provincias, la Comuna les invita a crear una Federación libre de todas las Comunas de Francia con París, una organización nacional que, por vez primera, iba a ser creada realmente por la misma nación. Precisamente el poder opresor del antiguo Gobierno centralizado – el ejército, la policía política y la burocracia-, creado por Napoleón en 1798 y que desde entonces había sido heredado por todos los nuevos gobiernos como un instrumento grato, empleándolo contra sus enemigos, precisamente éste debía ser derrumbado en todas Francia, como había sido derrumbado ya en París (…) La Comuna tuvo que reconocer desde el primer momento que la clase obrera, al llegar al poder, no podía seguir gobernando con la vieja máquina del Estado; que, para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tenía, de una parte, que barree toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella, y de otra parte, precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos a todos, sin excepción, revocables en cualquier momento.”[28]

Lenin, en un artículo publicado en 1911 titulado “En memoria de la Comuna”, conmemorando el 40 aniversario de la Comuna, disertó sobre qué cuestiones hicieron que la Comuna no pudiera triunfar: “Para que una revolución social pueda triunfar, necesita por lo menos dos condiciones: un alto desarrollo de las fuerzas productivas y un proletariado preparado para ella. Pero en 1871 se carecía de ambas condiciones. El capitalismo francés se hallaba aún poco desarrollado, y Francia era entonces, en lo fundamental, un país de pequeña burguesía (artesanos, campesinos, tenderos, etc.). Por otra parte, no existía un partido obrero, y la clase obrera no estaba preparada ni había tenido un largo adiestramiento, y en su mayoría ni siquiera comprendía con claridad cuáles eran sus fines ni cómo podía alcanzarlos. No había una organización política seria del proletariado, ni fuertes sindicatos, ni sociedades cooperativas”. [29]

5. La Unión Soviética ¿fracasó el marxismo-leninismo? ¿fracasó el socialismo científico?

La burguesía, a través de sus medios de manipulación de masas, de su propaganda, no duda en reiterar el silogismo de que el socialismo ha fracasado y ello lo ejemplifica la caída de la Unión Soviética, su fracaso. Ergo, la caída de la Unión Soviética verifica la inviabilidad del socialismo, este es el mensaje que la burguesía quiere que cale, que taladre el cerebro del proletariado y de todos aquéllos explotados y sojuzgados por el imperialismo criminal.

Sin embargo, estudiando la última parte del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX en España y en Francia comprobamos cómo el capitalismo, y sus formas de Estado, que fueron imponiéndose revolucionariamente al feudalismo para, posteriormente, sucumbir al absolutismo y a las relaciones feudales nuevamente para, más adelante, volver a imponerse de manera definitiva. Si la burguesía se hubiera aplicado en 1815 el mismo silogismo que hoy pretende imponer al socialismo y a la Unión Soviética mediante su pensamiento único al proletariado hoy todavía estaríamos en una sociedad estamental emanada de unas relaciones de producción feudales. Hoy el capitalismo, en su fase putrefacta, monopolista, no se sostiene en el terreno económico ni en el político, y prueba de ello es su situación de bancarrota económica y política. Empero la burguesía es plenamente consciente de que únicamente es la lucha ideológica la por lo que se sostiene, es por ello que con todos los medios de comunicación de masas en sus manos, libra una lucha a muerte contra su sepulturero: el proletariado y su ciencia emancipadora, el marxismo-leninismo. La burguesía es anticomunista militante. “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo las circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.[30] La lucha ideológica y la guerra son el único bastón que le quedan a la burguesía en su estéril misión de frenar las ruedas de la historia y perpetuar su caduca y podrida formación socioeconómica, es por ello su anticomunismo y su odio visceral y sus falacias contra la Unión Soviética y contra el marxismo-leninismo. Jamás en la historia hubo una clase social más canalla y embustera que la burguesía.

La burguesía es consciente de la importancia de la lucha ideológica, lo es en la actualidad apostándolo todo a la lucha ideológica, y en su caso y en los momentos corrientes al fascismo, para sostener su sistema caduco y criminal, y lo fue en el pasado. La revolución francesa de 1789, y las sucesivas revoluciones burguesas posteriores a ésta, no hubieran sido posibles sin la lucha ideológica de la burguesía, educando al Tercer Estado o pueblo llano, en la necesidad de suceder el absolutismo de unos privilegiados parásitos por el Estado que concentrase la idea de la razón, confrontando materialismo e idealismo. Sin embargo, la única razón del Estado burgués no es otro que ser el instrumento de la burguesía para oprimir y someter al proletariado, esto es la razón de ser la burguesía. La lucha ideológica ha permitido a la burguesía, mejor dicho a la capa más rica de la burguesía, engañar durante siglos a las capas más atrasadas del proletariado, al campesinado y ha conseguido tener tras de ella a la pequeña y mediana burguesía.

Esta lucha ideológica la burguesía la hace sin cuartel pues bien sabe ésta que cuando una revolución triunfa – aunque triunfe en un solo país, como consecuencia del desarrollo desigual de las naciones – las ideas de ésta se extienden por todo el mundo de tal modo que la clase emancipada por la revolución extiende e impregna a la misma clase en otros países que buscan seguir el camino emancipador de su clase. En el análisis histórico anterior hemos podido comprobar que una vez triunfa la revolución burguesa en un primer país, las burguesías de otros países quieren seguir sus pasos y la reacción de todos los países se unen con los reaccionarios del país donde triunfó la revolución al objeto de asfixiarla y acabar con ellas, restaurando el régimen anterior. La burguesía revolucionaria lo comprobó a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La burguesía reaccionaria de hoy, sabedora de ello, ataca a muerte la experiencia soviética precisamente porque muestra la viabilidad del socialismo. Mejor dicho, más que la viabilidad del socialismo, la superioridad de éste con respecto del capitalismo. Y es que, si el socialismo y el comunismo son inviables per se, por su propia naturaleza, si el comunismo y el socialismo son cadáveres, están totalmente muertos ¿por qué se gasta la burguesía centenares de millones de dólares en despotricar y combatirlos en una guerra sin cuartel? Porque es la primera que reconoce la superioridad de éstos, porque reconoce la exactitud de la ciencia de la emancipación revolucionaria del proletariado, el marxismo-leninismo, porque sabe perfectamente que “la burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.” [31]

El análisis histórico de las revoluciones burguesas en la etapa de declive del feudalismo y de auge del capitalismo ascensional también nos ha mostrado el tránsito de la burguesía que pasó de ser una clase revolucionaria contra el feudalismo a una clase reaccionaria, una vez ésta se hace con el poder, traicionando sus propios principios revolucionarios, y cómo el proletariado pasa a convertirse en la clase revolucionaria.

Hemos visto que la Revolución de 1848 en Francia mostró que los procesos revolucionarios que se sucedieran tras de ella, en lugares donde la burguesía ya ostentara el poder, no podían ser más que dirigidas por el proletariado que se había convertido en la clase revolucionaria.

Engels, en una carta remitida a Nikolai Frantsevich Danielson el 17 de octubre de 1893 le señalaba “la actual fase del desarrollo en Rusia, la fase capitalista, es una consecuencia inevitable de las condiciones históricas creadas por la guerra de Crimea, por el modo en que se llevó a cabo la reforma de las condiciones agrarias en 1861 y, finalmente, por el estancamiento político de toda Europa(…) Mientras que en Rusia tenemos una base de carácter comunista primitivo, una Gentilgesellschaft (sociedad gentilicia) anterior a la civilización, que si bien se está desmoronando, es, a pesar de todo, la base y el material que maneja y con el que opera la revolución capitalista (pues se trata de una auténtica revolución social). En los Estados Unidos hace ya más de un siglo que ha quedado plenamente establecida la Geldwirtshaft (economía monetaria) mientras que en Rusia dominaba en todas partes, casi sin excepción, la Naturalwirtschaft (economía natural). Se comprende, por tanto, que el cambio habrá de ser en Rusia mucho más violento y tajante y tendrá que ir acompañado de muchos más sufrimientos que en los Estados Unidos (…) Es evidente que el tránsito del comunismo primitivo y agrario al industrialismo capitalista no puede efectuarse sin una terrible dislocación de la sociedad, sin que desaparezcan clases enteras y se transformen en otras clases; y ya hemos visto en Europa Occidental, aunque en menores proporciones, los enormes sufrimientos del despilfarro de vidas humanas y de fuerzas productivas que ello implica necesariamente”. [32]

Unos cinco años después, Lenin describía cuál era la naturaleza de clase del Estado del zar y cuál era la situación del proletariado ruso y su objetivo político fundamental. “En Rusia están privados de derechos políticos no sólo los obreros, sino todos los ciudadanos. Rusia es una monarquía autocrática, absoluta. El zar es el único que dicta las leyes, nombra a los funcionarios y los vigila. Por eso parece que él y su gobierno no dependen en Rusia de ninguna clase y se preocupan de todos por igual. Pero en realidad, todos los funcionarios proceden de una sola clase, la clase de los propietarios, y están subordinados a la influencia de los grandes capitalistas, que manejan a los ministros como títeres y obtienen de ellos cuanto quieren. Sobre la clase obrera rusa pesa un doble yugo: el de los capitalistas y el de los terratenientes que la expolian y saquean; y para que no pueda luchar contra ellos, la policía la ata de pies y manos, la amordaza y persigue todo intento de defender los derechos del pueblo. Cualquier huelga contra un capitalista conduce a que el ejército y la policía sean lanzados contra los obreros. Toda lucha económica se transforma sin falta en una lucha política, y la socialdemocracia tiene el deber de unir indisolublemente una y otra en la lucha única de la clase del proletariado. El objetivo primero y principal de esta lucha debe ser la conquista de los derechos políticos, la conquista de la libertad política”. [33]

Rusia a finales del siglo XIX era una país atrasado con respecto de Estados Unidos y las potencias capitalistas de Europa Occidental y tenía un Estado absolutista encabezado por un zar que servía a la capa más alta, o rica, de la burguesía a la par que era inmisericorde en la represión contra obreros y campesinos. En Rusia, al igual que en otros países, también se comprueba cómo la burguesía, ya sea por la vía de la corrupción o la del aburguesamiento de las capas privilegiadas de la sociedad estamental, con las que ha transado en multitud de ocasiones hasta fagocitarlos, transformándose en burguesía, una vez han triunfado las revoluciones burguesas haciéndose esta clase con el poder.

La guerra contra Japón de 1904 exacerbó las contradicciones de la sociedad rusa, generando un descontento grande entre las clases populares así como dentro del propio ejército, el cual luchó contra los japoneses en unas condiciones paupérrimas. La represión zarista contra el pueblo fue brutal como lo atestigua el Domingo Sangriento donde fusilaron a centenares de personas que se manifestaban pacíficamente frente al Palacio de Invierno al objeto de entregar una serie de reivindicaciones al zar, hecho éste que fue el detonante de la Revolución iniciada en 1905, en la que se produjeron amotinamientos del ejército, y donde el proletariado en movimiento, en lucha, desarrollaron organizaciones como los sindicatos y los soviets de diputados obreros, los cuales fueron ilegalizados en 1906.

Las fuerzas reaccionarias se impusieron en la revolución de 1905-1907, de tal modo que el zar acentuó su régimen policiaco y represivo, haciendo y deshaciendo en la duma títere como le daba la gana, dando la razón a Lenin en su crítica a mencheviques y liberales sobre su consideración de que la monarquía con duma, o monarquía parlamentaria, fue una ‘victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo’ puesto que se acababa con el absolutismo; crítica en la que Lenin señalaba “mientras el poder esté en manos del zar, cualquier decisión de cualquier representante no es más que charlatanismo huero y desdeñable, como resultaron serlo las ‘decisiones’ del parlamento de Fráncfort, famoso en la historia de la revolución alemana de 1848. Marx, representante del proletariado revolucionario, en su Nueva Gaceta del Rin, fustigaba con sarcasmos implacables a los liberales de Fráncfort, análogos precisamente a los actuales adeptos de Osvobozhdenie, porque pronunciaban bellos discursos, tomaban toda clase de ‘decisiones’ democráticas, ‘instituían’ toda clase de libertades, pero, en la práctica, dejaron el poder en manos del rey y no organizaron la lucha armada contra las fuerzas militares de que disponía este último. Y mientras esos liberales de Fráncfort, análogos a los actuales adeptos de Osvobozhdenie, discurseaban, el rey esperó el momento oportuno, reforzó sus efectivos militares, y la contrarrevolución, apoyándose en la fuerza real, infligió una derrota completa a los demócratas y a todas sus magníficas ‘decisiones’”. [34]

Pero este triunfo del zarismo fue un triunfo temporal, pues persistía la necesidad de realizar los cambios políticos y económicos en la magnitud que requería el desarrollo histórico, como era acabar con los vestigios del régimen de servidumbre y romper con la dependencia del imperialismo extranjero que atoraban el desarrollo de las fuerzas productivas. El capitalismo desarrollado en Rusia se implantó tardíamente a inicios del siglo XX, se incrementaron el número de fábricas grandes, aparecieron asociaciones monopolistas estando la economía rusa bajo el dominio del imperialismo internacional, de tal modo que los capitales belgas, británicos, franceses y alemanes se adueñaron de las ramas más importantes de la producción. Asimismo, la política despótica y represiva del zar hizo que entre el pueblo el sentimiento de odio creciera hacia él. A todo ello se le debe sumar la Primera Guerra Mundial, la Guerra Imperialista iniciada en 1914 que exacerbó todavía más las contradicciones de clase y depauperó todavía más las condiciones de vida del proletariado y del campesinado a la par que se enriquecían los monopolios y los kulaks, madurándose las condiciones para la revolución cuyo objetivo fuera liquidar la propiedad terrateniente en el campo como forma de resolución de la cuestión de la tierra y crear la república burguesa.

La descomposición del régimen zarista desencadenó a finales de febrero de 1917 una huelga general en Petrogrado que se extendió a otras ciudades rusas, las cuales fueron apoyadas por una gran parte del ejército, hecho que obligó al zar Nicolás II a abdicar dando lugar a un gobierno compuesto por eseristas y liberales y dirigido por el príncipe Georgi Lvov.

La burguesía, teniendo a los eseristas dentro del gobierno consideraba que tenía controlados a los soviets. Sin embargo, los intereses de la burguesía pasaban por seguir participando en la Primera Guerra Mundial, que lastraba sobremanera las condiciones de vida del pueblo ruso, acrecentándose la disputa entre las distintas facciones de la burguesía, y el rechazo del pueblo tanto a las políticas económicas y agrarias así como a la determinación de que Rusia continuase en la guerra, hacen que las manifestaciones y las huelgas de los trabajadores rusos adquieran cada vez una mayor envergadura haciendo que los soviets se sigan desarrollando produciéndose, de facto, un doble poder. Por un lado el gobierno y por el otro el pueblo organizado en soviets en las ciudades más importantes. Es en este escenario donde un dirigente excepcional, como Lenin, lanza la “Tesis de Abril”, donde no sólo hace una lectura exacta de la dialéctica revolucionaria en Rusia desde la Revolución de 1905-1907, de los diferentes saltos cuantitativos y cualitativos, sino que define con exactitud las tareas que deben desarrollar tanto el Proletariado como el Partido en dicho proceso revolucionario comprendido entre febrero y octubre de 1917. La experiencia histórica de la Comuna, así como el conocimiento de cómo la sociedad rusa creó sus órganos de poder mediante los soviets, así como el enconamiento de la lucha de clases le llevaron a la conclusión que una vez completada la revolución burguesa con el establecimiento de una democracia burguesa, correspondía al proletariado y al campesinado, bajo la dirección revolucionaria del Partido, dar el siguiente paso una vez derrocada la autocracia, que no era otra cuestión que la toma del poder por parte de éstos. La fórmula que Lenin aporta para acabar con la dualidad de poder y qué forma política debe revestir el proceso de transición del capitalismo al socialismo es el siguiente: “No una república parlamentaria – volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás -, sino una república de los Soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba. (…) Supresión de la policía, del ejército y de la burocracia (…) En el programa agrario, trasladar el centro de gravedad a los Soviets de diputados braceros(…) Confiscación de todas las tierras latifundistas.(…) Nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los Soviets locales de diputados braceros y campesinos. (…) Fusión inmediata de todos los bancos del país en un Banco Nacional único sometido al control de los Soviets de diputados obreros”. [35]

No es de extrañar que la burguesía ataque con bala a Lenin y a su obra pues, como estamos comprobando, fue un dirigente único, excepcional, astuto e inteligente que supo leer el proceso revolucionario ruso, que dominaba las experiencias revolucionarias del proletariado a lo largo de su historia así como la lucha revolucionaria rusa y que supo imprimir la dirección acertada al proletariado y al campesinado para que, por primera vez en la historia, tomaran el poder desbancando a la burguesía. kadetes (liberales), socialrevolucionarios o eseristas, trudoviques (pequeños burgueses), mencheviques, que se escudaban en el nacionalismo y el patriotismo para sostener a Rusia en la Gran Guerra, los defensores de la república burguesa, no dudaron en aliarse con los imperialistas – Gran Bretaña, Japón, China, Francia, Estados Unidos, Alemania, Grecia, Serbia, etcétera – todos se unieron en la guerra civil para derrotar al proletariado y el campesinado ruso dirigidos por los bolcheviques e impedir que la República de los Soviets, la Unión Soviética pudiera desarrollarse.

La Revolución Socialista de Octubre de 1917 fue la respuesta del proletariado, del campesinado y de los soldados rusos, inducida y dirigida por el Partido de Lenin, a la guerra imperialista, a la criminal burguesía que anegaba de hambre, miseria y muerte a las capas laboriosas rusas, y la guerra civil posterior a ésta la respuesta del imperialismo en alianza con la criminal burguesía rusa y sus creaciones oportunistas. La guerra civil fue “la resistencia de la burguesía a la entrega de la tierra, sin indemnización, a los campesinos; a la realización de transformaciones semejantes en otras esferas de la vida; a una paz justa y a la ruptura con el imperialismo”[36], en definitiva, a la resistencia de la burguesía a dejar el Poder en manos de los Soviets de obreros, campesinos y soldados; a la resistencia de la burguesía monopolista de las potencias imperialistas a permitir que se desgajase del imperialismo Rusia y que ésta revolución socialista se extendiera entre el proletariado de otras naciones y estados abriéndose camino la revolución mundial del proletariado.

Sin embargo, y a pesar de la lucha heroica del proletariado y el campesinado ruso en la guerra civil, el desarrollo de la revolución ponía de manifiesto multitud de escollos, y no sólo de la resistencia de los imperialistas, de la burguesía, de los vividores y arribistas, sino también de la implicación del proletariado y el campesinado en la construcción del socialismo, de su falta de preparación para desarrollar la administración del Estado y de las empresas y de un grado de conciencia por debajo de lo que se requería para desarrollar el socialismo tal y como había concebido Lenin. “Acabamos de vivir dos años de inauditas e inverosímiles dificultades, dos años de hambre, de privaciones y de calamidades, y al mismo tiempo de victorias sin precedentes del Ejército Rojo sobre las hordas de la reacción capitalista internacional (…) Al cabo de dos años contamos ya con cierta experiencia de la construcción sobre la base del socialismo. Por eso, la cuestión del trabajo comunista puede y debe ser planteada de lleno. Ahora bien, será más exacto hablar no del trabajo comunista, sino del trabajo socialista, ya que no se trata de la fase superior, sino de la inferior, de la primera fase de desarrollo del nuevo régimen social, que ha brotado del capitalismo. (…) El trabajo comunista, en el más riguroso y estricto sentido de la palabra, es un trabajo gratuito en bien de la sociedad, un trabajo que es ejecutado no para cumplir una obligación determinada, no para recibir derecho a determinados productos, no por normas establecidas y reglamentadas de antemano, sino un trabajo voluntario, sin normas, hecho sin tener en cuenta la recompensa alguna, sin poner condiciones sobre la remuneración, un trabajo realizado por hábito de trabajar en bien general y por la actitud consciente (transformada en hábito) frente a la necesidad de trabajar para el bien común; en una palabra, un trabajo como exigencia del organismo sano. (…) Es claro para todos nosotros, es decir, nuestra sociedad, nuestro régimen social, estamos aún lejos, muy lejos de la aplicación en vasta escala, de la efectiva aplicación en masa de este tipo de trabajo (…) Crear una nueva disciplina de trabajo, crear nuevas formas de relaciones sociales entre los hombres, crear formas y procedimientos nuevos de atracción de los hombres al trabajo, es tarea que exige muchos años, decenas de años” [37]. Y también a un bajo desarrollo de las fuerzas productivas, de la tecnología “No tenemos ninguna otra posibilidad de conseguir que nuestra técnica alcance el nivel contemporáneo. (…) El Consejo de Comisarios del Pueblo acordó el 1 de febrero de 1921 comprar en el extranjero 18.500.000 puds de hulla, pues ya entonces se barruntaba nuestra crisis de combustible. Entonces se puso ya en claro que tendríamos que gastar nuestras reservas de oro no sólo en la adquisición de maquinaria. Esta maquinaria elevaría nuestra producción hullera; desde el punto de vista de nuestra economía, sería mejor adquirir en el extranjero máquinas para fomentar la industria hullera que comprar carbón; pero la crisis era tan grave que hubo necesidad de renunciar a este método, mejor en el aspecto económico, y pasar a otro peor, desembolsando medios en la compra de hulla que hubiéramos podido extraer en nuestro propio país. Aún tendremos que ceder más a fin de comprar artículos de consumo para los campesinos y los obreros”. [38]

Ante esta situación de un desarrollo no elevado de las fuerzas productivas, los efectos en la economía de la guerra civil, la guerra imperialista, la hambruna, la existencia en Rusia de diversos tipos de economía social (economía campesina patriarcal, pequeña producción mercantil, capitalismo privado, capitalismo de Estado, socialismo) y la revolución en el X Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, en marzo de 1921, se acordó sustituir la política económica al objeto de estimular a la economía de la República Soviética. Con la NEP se abrían las puertas a relaciones capitalistas de producción, como implica el impuesto en especie para los campesinos, el arriendo de empresas y concesiones a la burguesía, creación de empresas mixtas donde entrase capital extranjero, etcétera. Esta apertura al capitalismo también implicó un fortalecimiento de la burguesía y los terratenientes o kulaks, un fortalecimiento del imperialismo, y es que toda concesión que se hace al capitalismo conlleva un fortalecimiento de la burguesía. La NEP fue una medida no sólo excepcional, sino que encaja en un instante concreto y forma parte del peaje que la revolución socialista tuvo que pagar para sostenerse ante el grado real de instrucción del proletariado y del campesinado para llevar hacia adelante la producción. “El capitalismo de Estado significaría un gigantesco paso adelante incluso si pagáramos más que ahora (…), pues merece la pena pagar ‘por aprender’, pues eso es útil para los obreros, pues vencer el desorden, el desbarajuste y el relajamiento tiene más importancia que nada, pues continuar la anarquía de la pequeña propiedad es el peligro mayor y más temible, que nos hundirá sin duda alguna (si no lo vencemos), en tanto que pagar un tributo mayor al capitalismo de Estado, lejos de hundirnos, nos llevará por el camino más seguro hacia el socialismo. La clase obrera, después de aprender a proteger el orden estatal frente a la anarquía de la pequeña propiedad, después de aprender a organizar la producción a gran escala, a escala de todo el país, basándola en el capitalismo de Estado, tendrá entonces a mano –perdón por la expresión – todos los triunfos, y el afianzamiento del socialismo estará asegurado”[39]. Sin duda los oportunistas apoyaron la NEP, la nueva política económica que, según los oportunistas de ayer y de hoy, abría una etapa intermedia entre el imperialismo y el socialismo, que sería lo que denominaron capitalismo de Estado.

El desarrollo de la Nueva Política Económica (NEP), tuvo como efecto un fortalecimiento de la burguesía, los terratenientes, de los imperialistas, los comerciantes y los especuladores. Como el marxismo enseña, los cambios en la estructura económica también tienen su reflejo en la superestructura, es decir, tanto en la sociedad como en el seno del Partido, el cual se degenera ideológicamente y en el que se suceden las fracciones consecuencia de la existencia de la ideología burguesa bajo la máscara del oportunismo.

Ya fenecido Lenin, el líder que supo descifrar la fórmula para la Revolución Socialista triunfante, para despojar a la burguesía del poder e imponer la dictadura del proletariado, y que se encontró que el grado de preparación y conciencia del proletariado y del campesinado pobre a la hora de dirigir la producción y la administración no era lo suficientemente elevado para ello; Stalin toma el relevo en la dirección de la construcción del socialismo en la URSS. Si feroces son los ataques de la burguesía a Lenin, éstos son, si cabe, todavía más descomunales contra Stalin y es que es lógico que la burguesía vilipendie hasta la extenuación y viertan todo tipo de engaño contra estos dos líderes del marxismo. El primero actualizó el marxismo a la época del capitalismo monopolista, enriqueció la ciencia con el instrumento revolucionario del proletariado, el Partido, al cual definió y que es esencial no sólo para despojar a la burguesía del poder y aupar al proletariado y sus aliados, sino para construir el socialismo; el segundo, Stalin, es el dirigente comunista artífice de la Unión Soviética, de la edificación del socialismo, de mostrar la superioridad inmensa del socialismo con respecto al capitalismo.

Stalin tenía grabada la fórmula de Lenin para la construcción del socialismo “El comunismo es el Poder soviético más la electrificación de todo el país. De otro modo, seguiremos siendo un país de pequeños campesinos, y es preciso que lo comprendamos claramente. Somos más débiles que el capitalismo tanto a escala mundial como dentro del país. Esto lo sabemos todos. Hemos tomado conciencia de ello y haremos que la economía, basada en la pequeña hacienda campesina, pase a basarse en la gran industria. Sólo cuando el país esté electrificado, cuando la industria, la agricultura y el transporte se asienten en la base técnica de la gran industria moderna, solo entonces venceremos definitivamente.”[40] Y también tenía claro que para poder llevar a término la industrialización socialista era esencial la colectivización de la tierra para desarrollar la producción agrícola socialista, por ello, era necesario liquidar la NEP e iniciar la planificación socialista de la economía, los planes quinquenales. “Nosotros tomamos la doctrina de Lenin no por partes aisladas, sino en su conjunto. Lenin tenía tres consignas con relación al campesinado: una, durante la revolución burguesa; otra, durante la Revolución de Octubre; y la tercera, después de la consolidación del Poder Soviético. (…) Así está planteada la cuestión teóricamente. Y prácticamente está planteada como sigue: después de haber hecho la Revolución de Octubre, después de haber echado a los terratenientes y repartido la tierra a los campesinos, es evidente que, más o menos, hicimos de Rusia un país de campesinos medios, como dice Lenin, y ahora el campesino medio constituye en el agro la mayoría, a pesar del proceso de diferenciación. (…) La diferenciación, claro está, se produce. En la NEP, en la etapa actual, no puede ser de otro modo. Pero se produce a paso lento. (…) resulta que bajo el dominio del zar había en el país cerca de un 60% de campesinos pobres y que ahora hay un 75%; bajo el dominio del zar, los kulaks eran, poco más o menos, un 5% y ahora, un 8 ó un 12%; bajo el dominio del zar había tantos y tantos campesinos medios, y ahora hay menos. No quisiera emplear palabras fuertes, pero hay que decir que esas cifras son peores que cualquier propaganda contrarrevolucionaria (…) Como miembro del CC yo también respondo, claro está, por ese descuido sin precedentes. Si bajo el dominio del zar, cuando se llevaba una política de fomento de los kulaks, cuando existía la propiedad privada sobre la tierra, cuando existía la movilización de la tierra (cosa que acentúa singularmente la diferenciación), cuando el gobierno impulsaba a todo vapor la diferenciación los campesinos pobres no pasaban, a pesar de todo, del 60%, ¿cómo ha podido ocurrir que con nuestro gobierno, con el Gobierno Soviético, cuando no existe la propiedad privada sobre la tierra, es decir, cuando la tierra ha sido excluida de la circulación, cuando existe, por consiguiente, obstáculo contra la diferenciación, después de que hemos estado unos dos años ocupados en la deskulakización, cuando hasta la fecha no hemos sabido olvidar todos los métodos de deskulakización, cuando aplicamos una política especial de créditos y de fomento de las cooperativas, que no favorece la diferenciación, cómo ha podido ocurrir que, aun con tales trabas, exista ahora una diferenciación mucho más acentuada que bajo el dominio del zar, que tengamos muchos más kulaks y campesinos pobres que en el pasado?”[41]

“La fuerza social que controlase el trigo en el mercado decidiría sobre el avituallamiento de los obreros y de los ciudadanos y, por lo tanto, sobre la suerte de la industrialización. La lucha fue feroz.”[42]

Stalin liquidando la NEP, que fortaleció progresivamente a la burguesía terrateniente, kulaks, con el desarrollo del Primer Plan Quinquenal sentó las bases de la economía socialista desarrollando la industria pesada e imponiendo la economía socialista en el campo al objeto de hacer al estado soviético independiente del orden imperialista mundial y su putrefacción. La economía planificada socialista a través de sus planes quinquenales logró convertir a la URSS en la primera potencia mundial. Mientras el mundo imperialista vivía la gran depresión económica de la década de los 30s, la URSS desarrolló su agricultura socialista y la industria pesada de tal modo que en una década el socialismo había conquistado mucho más que el capitalismo en siglos. Mientras la crisis económica de los 30s llevaba al mundo hacia la Segunda Guerra Mundial, y mientras la URSS sufría los ataques del imperialismo dentro y fuera de sus fronteras. “La industria capitalista mundial apenas había alcanzado, a mediados de 1937, en conjunto, el 95 ó 96% del nivel del año 1929, y en la segunda mitad del año 1937 entraba en la etapa de una nueva crisis económica; en cambio, la industria de la U.R.S.S., prosiguiendo su marcha ascendente, llegó a fines del año 1937 al 428% de su nivel de 1929, y, en comparación con el nivel de antes de la guerra, su aumento era de más de siete veces (…) Casi el mismo cuadro de progreso presentaba la agricultura. La superficie de siembra de todos los cultivos aumentó de 105 millones de hectáreas, en 1913 (período de anteguerra), a 135 millones de hectáreas, en 1937. La producción de cereales aumentó de 78.624.000 toneladas, en 1913, a 111.384.000, en 1937; la producción de algodón en bruto aumentó de 720.000 a 2.552.520 toneladas; la producción de lino (fibra) aumentó de 311.220 a 507.780; la producción de remolacha azucarera, de 10.712.520 a 21.474.180; la producción de los cultivos oleaginosos aumentó de 2.113.020 toneladas aa 5.012.280. (…) Conviene advertir que, en 1937, solamente los koljóses (sin contar los sovjóses) lanzaron al mercado más de 27 millones y medio de toneladas de trigo, o sea 6 millones y medio de toneladas más que los terratenientes, los kulaks y los campesinos juntos en 1913. (…) Por lo que se refiere a la colectivización de la agricultura, ésta podía darse ya por terminada. En 1937, estaban incorporados a los koljóses 18 millones y medio de economías campesinas de todo el país; y la superficie de siembra de cereales de koljóses representaba el 99% de la superficie total de cereales sembrados por los campesinos”. [43]

Mientras en las potencias imperialistas se desbocaba el desempleo y la pobreza azotaba a las clases laboriosas, en la URSS “el salario real de los obreros y empleados experimentó, durante el segundo Plan quinquenal, un aumento de de más de dos veces. El fondo de salarios creció de 34.000 millones, en 1933, a 81.000 millones en 1937. El fondo de seguros sociales del Estado aumentó de 4.600 millones de rublos, en 1933, a 5.600 millones en 1937. Solamente en un año, en 1937, se invirtieron en seguros sociales del Estado para los obreros y empleados, en mejorar las condiciones de vida y en atender a las necesidades culturales de los trabajadores, en sanatorios, balnearios, casas de descanso y asistencia médica, cerca de 10.000 millones de rublos. (…) En 1936, al crecer el bienestar de las masas populares, el Gobierno dictó una ley, prohibiendo los abortos. Al mismo tiempo, se trazaba un vasto plan de construcción de casas de maternidad, casas-cuna, despachos de leche para niños de pecho y jardines de infancia. En 1936, se destinaron a estas atenciones 2.174 millones de rublos, contra los 875 millones en 1935. (…) Como resultado de la implantación de la escolaridad obligatoria y de la construcción de nuevas escuelas, surgió un potente florecimiento cultural entre las masas populares. Por todo el país se desarrolló un grandioso plan de construcción de escuelas. El número de alumnos de las escuelas primarias y medias aumentó de 8 millones, en 1914, a 28 millones, en 1936-37. El número de alumnos de las escuelas superiores aumentó de 112.000, en 1914, a 542.000, en 1936-1937 (…) Fue ésta una verdadera revolución cultural. (…) En 1936, la U.R.S.S. presentaba ya un panorama distinto. La economía de la U.R.S.S. había cambiado radicalmente. Por esta época habían sido totalmente liquidados los elementos capitalistas, y el sistema socialista había triunfado en todas las ramas de la economía nacional. La potente industria socialista rebasaba en siete veces la producción de antes de la guerra y había desalojado completamente a la industria privada. En la agricultura, había triunfado, con los koljóses y los sovjóses, la producción socialista, la producción mecanizada mayor del mundo, equipada con arreglo a la nueva técnica. Los kulaks habían sido totalmente liquidados como clase, y el sector individual no desempeñaba ya ningún papel importante en la economía del país. (…) La propiedad social socialista sobre lo medios de producción se había consolidado, como base inquebrantable del nuevo régimen socialista, en todas las ramas de la economía nacional. En la nueva sociedad, en la sociedad socialista, habían desaparecido para siempre las crisis, la miseria, el paro forzoso y la ruina. Se habían creado las condiciones necesarias para una vida desahogada y culta de todos los miembros de la sociedad soviética”. [44]

Stalin no sólo comprendió la necesidad del momento histórico, de dar el salto hacia adelante en la construcción del socialismo, acabando con la Nep y desarrollando los planes quinquenales que sentaron las bases económicas para el desarrollo del socialismo, sino también la reacción de la burguesía en oposición a la construcción del socialismo, ya fuera desde el exterior, ya fuera bajo la máscara del oportunismo en el interior del partido (Trotski, Bujarin, Zinoviev,…), al que le declaró una guerra sin cuartel.

La crisis general del capitalismo hizo que el fascismo fuera ascendiendo al poder en diversos países de Europa, de la mano de la socialdemocracia y la democracia cristiana. Las democracias burguesas no dudaron en colaborar con el fascismo, y ahí están los Acuerdos de Múnich de 1938 que lo acreditan, al objeto de hostigar a la URSS.

A pesar de la Segunda Guerra Mundial, donde la URSS derrotó al fascismo gracias a la heroica lucha del pueblo soviético – donde murieron 26 millones de ciudadanos soviéticos – bajo la dirección del Partido dirigido por Stalin; la URSS salió de la misma como la mayor potencia mundial de Europa y Asia, situándose a la par de los EEUU en la industria y superando a los EEUU en el terreno del progreso social y de la ciencia. Lenin y Stalin demostraron la superioridad del socialismo con respecto del capitalismo a pesar del boicot imperialista, de las guerras, el hambre, millones de muertos provocados por el fascismo, etcétera.

“La lucha contra el burocratismo fue siempre considerada por Lenin y Stalin como una lucha en defensa de la pureza de la línea bolchevique contra las influencias de la vieja sociedad, de las viejas clases y estructuras opresivas. Tanto Lenin, como después Stalin, buscaron la forma de concentrar a los revolucionarios mejor formados, los más clarividentes, activos, firmes y ligados a las masas en el seno del Comité Central y de los órganos dirigentes. La dirección del Partido se apoyó siempre sobre la movilización de las masas para realizar las tareas de la construcción socialista. Era en los escalones intermedios, y particularmente en los aparatos de las Repúblicas, donde los elementos burocráticos, carreristas y oportunistas podían más fácilmente instalarse y esconderse. En todo el tiempo que Stalin estuvo a la cabeza del Partido, afirmó que la dirección y la base debían movilizarse para romper y cazar a los burócratas de arriba abajo.”[45]

Sin el Partido jamás hubiera habido revolución, no sólo es condición sine qua non para poder llevarse a término una revolución socialista sino, también, para poder desarrollar el socialismo. Sin embargo, el Partido no nace en una burbuja, ni se desarrolla en una urna de cristal, sino que se desenvuelve y desarrolla en una sociedad clasista, donde rige la lucha de clases, también en su seno.

Lenin supo desde el primer momento que el Partido tenía que organizarse en base al principio organizativo del centralismo democrático como fórmula para aglutinar y multiplicar la fuerza y, sobre todo, para hacer un bloque compacto, unido, disciplinado donde sea impuesta siempre la voluntad mayoritaria. Sin embargo, el Partido, en su génesis, se construye por la confluencia de los diferentes círculos marxistas expandidos por toda Rusia, que se desarrollaron de manera aislada hasta que, gracias a la labor de Lenin, todos ellos conformaron el Partido; en consecuencia, el Partido nació con la carga genética acarreada por la historia de las distintas partes que lo conformaron: subjetivismo, desigual interpretación del marxismo, heterogeneidad y desigual grado ideológico, etcétera.

Así pues, el Partido fue la fórmula de Lenin para construir el instrumento que fusionase el marxismo-leninismo, el instrumento para derrocar revolucionariamente el capitalismo y alzar el socialismo, uniendo y organizando a los diferentes círculos marxistas en una única organización. Esa fue su génesis, pero en su desarrollo el Partido no sólo arrastraba ese poso de heterogeneidad; sino que conforme se fortalecía también era blanco del enemigo, de la burguesía cuyo objetivo no era otro que su liquidación por la vía de la corrupción ideológica, del oportunismo, del arribismo. En el VIII Congreso del PC(b) de Rusia, en 1919, Lenin señalaba “Los burócratas zaristas han comenzado a pasar a las oficinas de los órganos soviéticos, en los que introducen sus hábitos burocráticos, se encubren con el disfraz de comunistas y, para asegurar un mayor éxito en su carrera, se procuran carnets del PC de Rusia. ¡De modo que después de ser echados por la puerta, se meten por la ventana! Aquí es donde se deja sentir más la escasez de elementos cultos. A estos burócratas podríamos liquidarlos, pero no es posible reeducarlos de golpe y porrazo. Lo que aquí se nos plantea ante todo son problemas de organización, problemas de tipo cultural y educativo.(…) Sólo cuando toda la población participe en la administración del país se podrá luchar hasta el fin contra el burocratismo y vencerlo totalmente”. [46]

Al igual que vimos en el terreno económico el insuficiente grado de implicación del proletariado y el campesinado ruso en el desarrollo del socialismo en los primeros años de la revolución, unido a su falta de preparación para desarrollar las empresas y la administración también repercutía, como no podía ser de otra forma, en el desarrollo del Partido y tenía sus efectos, como era la penetración en el seno del Partido de gente indeseable, de arribistas, y donde la burguesía mediante el oportunismo trataba de dinamitar y corromper el Partido desde su interior.

Stalin, ante el XIII Congreso del PC(b) de Rusia en 1924 hacía una radiografía de la realidad del Partido que, en el fondo, reflejaba la realidad del proletariado y del campesinado ruso “b) La promoción leninista. No voy a extenderme señalando que la promoción leninista, es decir, el ingreso en nuestro Partido de 200.000 nuevos militantes obreros, evidencia la profunda democracia de nuestro Partido, evidencia que nuestro Partido constituye, en esencia, un organismo electo de la clase obrera. En este sentido, la importancia de la promoción leninista es, sin duda, inmensa. Pero no es eso de lo que quería hablar hoy. Quería fijar vuestra atención en las peligrosas tendencias que han aparecido en el Partido en los últimos tiempos, en relación con la promoción leninista. Unos dicen que hay que ir más lejos, elevando a un millón el número de militantes. Otros quieren ir aún más allá y afirman que sería mejor llegar a los dos millones. No dudo de que habrá otros a quienes todavía esto les parecerá poco. Esa, camaradas, es una tendencia peligrosa. Los mayores ejércitos del mundo perecieron porque se dejaban arrastrar por el entusiasmo, se apoderaban de mucho, y después, incapaces de digerir el botín, se descomponían. Los mayores partidos pueden perecer si se dan a un entusiasmo exagerado, si quieren abarcar mucho y luego son incapaces de sujetar lo abarcado, de digerirlo. Juzgad vosotros mismos. En el Partido había un 60% de camaradas sin preparación política. Eso era antes de la promoción leninista, y me temo que después de ésta el porcentaje llegue al 80% ¿No es ya hora de que nos detengamos, camaradas? ¿No es hora de que nos limitemos a 800.000 militantes y planteemos de manera tajante y concreta la cuestión de mejorar cualitativamente las filas del Partido, de instruir a la promoción leninista en los fundamentos del leninismo y hacer de los nuevos militantes leninistas conscientes?” [47]

El paso hacia adelante en la construcción del socialismo llevado a cabo bajo la dirección de Stalin, con el desarrollo de la planificación de la economía con los planes quinquenales al objeto de sentar las bases y desarrollar la industria pesada así como con la colectivización de la tierra y la implantación de la agricultura socialista, agudizó la lucha de clases y ella, también, se agudizó en el seno del Partido.

El Partido, bajo la dirección de Stalin, reforzó la educación política de sus militantes, combatió al oportunismo sin cuartel y se depuró regularmente como método de lucha contra la degeneración burocrática del mismo; y ello sirvió para tener una Partido fuertemente disciplinado y cohesionado, necesario para poder acometer la edificación del socialismo, para derrotar al fascismo en la Segunda Guerra Mundial, pero no fue suficiente para desterrar el burocratismo, al oportunismo y demás agentes del imperialismo del mismo a tenor de lo acontecido.

Tras la Segunda Guerra Mundial Stalin se centró en reconstruir el país, devastado por la guerra, y en la situación internacional. “No cabe la menor duda que Stalin continuó, en los últimos años de su vida, luchando contra las tendencias socialdemócratas y nacionalistas burguesas, y contra la subversión conducida por el imperialismo anglo-americano. (…) Por otra parte, está claro que esta lucha no fue llevada a cabo con la profundidad y la amplitud necesaria para revigorizar y enderezar ideológica y políticamente el Partido. (…) En efecto, después de la guerra – que había exigido esfuerzos profesionales extraordinarios por parte de los cuadros militares, técnicos y científicos -, las antiguas tendencias al profesionalismo militar y a la tecnocracia se reforzaron. La burocratización, la búsqueda de privilegios y la vida fácil se habían acentuado también. (…) Stalin, que siempre subrayó que la influencia de la burguesía y del imperialismo se reflejaba en el Partido bajo la forma de corrientes oportunistas, no fue capaz entonces de formular una teoría sobre la lucha entre las dos líneas en el seno del Partido. (…) Stalin subestimó manifiestamente las causas internas que engendran a las corrientes oportunistas que más tarde, por la infiltración de agentes secretos, se unieron de una forma u otra al imperialismo. Stalin no comprendió los peligros del burocratismo, de la tecnocracia, de la búsqueda de privilegios existen de forma permanente y en una amplia escala. Y que éstas reproducen inevitablemente concepciones socialdemócratas, conciliadoras con el imperialismo. En consecuencia, Stalin no juzgó necesario movilizar al conjunto de los miembros del Partido para combatir las líneas oportunistas y para eliminar las tendencias malsanas; en el curso de estas luchas ideológicas y políticas, todos los cuadros y miembros hubieran debido haberse educado y transformado. Después de 1945, la lucha contra el oportunismo quedó confinada a las esferas dirigentes del Partido y ya no sirvió para la transformación revolucionaria del conjunto del Partido. (…) Esta debilidad política, aún se agravó más debido a las tendencias revisionistas que han emergido, hacia finales de los cuarenta, en el seno de la dirección suprema del Partido. (…) A principios de los años 50, la salud de Stalin se fue debilitando mucho fruto del agotamiento acumulado durante la guerra. El problema de la sucesión de Stalin iba a colocarse en un porvenir muy próximo. Fue precisamente, en este momento cuando dos grupos de revisionistas en el seno de la dirección salieron a la superficie e iniciaron sus intrigas. Los dos, cada uno por su lado, juraban ser fieles a Stalin. (…) El grupo de Beria y el de Khruschev constituyeron dos fracciones revisionistas rivales que, al mismo tiempo que iban minando en secreto la obra de Stalin, se declararon mutuamente a la guerra”. [48]

“¿Se dio cuenta de las intrigas que los revisionistas de su entorno estaban a punto de urdir? El informe principal sometido al XIXº Congreso por Malenkov, a principios de octubre de 1952, así como la obra de Stalin Los problemas económicos del socialismo, publicado en esta ocasión, muestran que Stalin estaba convencido de que una nueva lucha contra el oportunismo y una nueva depuración del Partido habían llegado a ser necesarias. (…) el informe presentado por Malenkov lleva el sello de Stalin. Defiende tesis revolucionarias que serán desmontadas cuatro años más tarde por Khruschev y Mikoyán. En él critica con virulencia una multitud de tendencias negativas en la economía y en la vida del Partido, tendencias que se impusieron en 1956 bajo la forma de revisionismo khruscheviano (…) En el Pleno que siguió al XIXº Congreso, Stalin aún fue más duro en las críticas que dirigió a Mikoyan, Molotov y Vorochilov; estaba virtualmente en conflicto con Beria. Todos los miembros de la dirección comprendieron perfectamente que Stalin exigía un cambio radical en la cúspide. Khruschev había comprendido claramente el mensaje, y, como los otros, le volvió la espalda y se encogió de hombros: “Stalin tenía, evidentemente, el deseo de acabar con todos los antiguos miembros del Buró Político. A menudo había declarado que el Buró político debían ser reemplazados por hombres nuevos. Su propuesta, formulada después del XIXº Congreso y por la elección de 25 personas al Presidium del Comité Central, pretendía eliminar a los antiguos miembros del Buró político y hacer entrar a personas menos experimentadas. (…) Podemos suponer (!) que también tenía como objetivo la liquidación futura de los antiguos miembros del Buró político, lo que habría permitido cubrir con un velo de silencio todos los actos vergonzosos de Stalin.(92)”

«En esta época, Stalin era ya un hombre envejecido, agotado y enfermo. Actuaba con mucha prudencia. Llegó a la conclusión que los miembros del Buró político no estaban ya a la altura, introdujo jóvenes más revolucionarios en el Presidium para someterlos a un test. Los revisionistas complotaron con Khruschev, Beria y Mikoyan sabiendo que pronto iban a perder sus posiciones”. [49]

Una vez contemplada la situación interna, del Partido, en los últimos años de vida de Stalin, tras la terminación de la Segunda Guerra Mundial, echemos un vistazo a cómo se hostigaba y atentaba contra la Unión Soviética desde el exterior, desde las filas del imperialismo desde los estertores de la Segunda Guerra Mundial. “Cuando aún no había terminado la guerra antifascista, un gran número de generales americanos soñaban con la inversión de las alianzas para poder lanzar operaciones militares contra la Unión Soviética. (…) En esta aventura, pensaban utilizar… al ejército nazi, depurado de Hitler y de su entorno. El antiguo agente secreto Cookridge informó de ciertas intenciones que sobre esto habían tenido en el verano de 1945: ‘El general Patton soñaba con rearmar dos divisiones de Waffen-SS para incorporarlas al IIIº Ejército (americano) y ‘dirigirla contra los Rojos’. Patton había presentado muy seriamente este proyecto al general McNarmey, gobernador militar US en Alemania…“Lo que piensen esos diablos bolcheviques, ¿qué os puede importar?” decía Patton. “Pronto o tarde, será preciso batirse con ellos ¿por qué no ahora, cuando nuestro ejército está intacto y podemos rechazar al Ejército Rojo hasta Rusia? Con los alemanes, seremos capaces de hacerlo. ¡Ellos detestan a estos bastardos rojos!”” [50]

“El general Gehlen había sido jefe del espionaje nazi en la Unión Soviética. En mayo de 1945 decidió entregarse, con sus archivos, al ejército USA. Fue presentado al mayor general Luther Sibert, jefe de Información del grupo de los ejércitos del general Bradley. A las preguntas de Sibert, el nazi Gehlen le pasó un informe de 129 páginas que constituía ‘el proyecto de una organización secreta basada sobre sus anteriores trabajos de espionaje, dirigida contra la Unión Soviética, bajo el mando americano.’(10) Gehlen fue introducido después entre las más altas autoridades militares americanas y, cuando los representantes soviéticos pidieron noticias sobre Gehlen y Schellenberg, dos criminales de guerra que debían serles entregados, los yanquis respondieron no saber nada de ellos. El 22 de agosto de 1945, transportaron a Gehlen, clandestinamente a los Estados Unidos. (11) El nazi Gehlen ‘negoció’ con los ases del espionaje americano, comprendido Allen Dulles, y llegaron a un acuerdo: la organización de espionaje Gehlen continuaría funcionando en la Unión Soviética de forma autónoma y ‘oficiales americanos asegurarían el enlace con sus propios servicios’. “La organización Gehlen sería utilizada únicamente para pasarles informes sobre la Unión Soviética y sus países satélites.”(12)

El 9 de julio de 1946, Gehlen estaba ya de vuelta en Alemania para reactivar sus servicios de espionaje nazi, bajo el control de los americanos. Mandó a decenas de oficiales superiores de la Gestapo y de las SS a los cuales les entregó documentación falsa. (13)

John Loftus, un responsable de los servicios secretos americanos y responsable también del camuflaje de antiguos nazis después de la guerra, tuvo que constatar que millares de fascistas ucranianos, croatas y húngaros fueron introducidos en los EEUU para un servicio ‘rival’. Loftus escribe: “El número de criminales de guerra nazis que se han establecido en los Estados Unidos después de la II Guerra Mundial se estima en unos 10.000’ (14)”

«Desde 1947, cuando los USA iniciaron la guerra fría, estos ‘antiguos’ nazis jugaron un papel considerable en la propaganda anticomunista.

Por esto podemos afirmar que el imperialismo americano fue realmente el continuador del expansionismo nazi”. [51]

Como se puede comprobar, EEUU no sólo dio cobijo a multitud de criminales de guerra nazi, sino que se nutrió de ellos para combatir a la Unión Soviética enarbolando la bandera del anticomunismo, del antisovietismo y del fascismo tomando el relevo de Hitler en defensa del imperialismo, en defensa de la explotación del hombre por el hombre, del sojuzgamiento a sangre y fuego de los pueblos oprimidos.

El objetivo de los herederos de Hitler, el imperialismo norteamericano, era la destrucción de la Unión Soviética, para ello establecieron “Un plan de desestabilización de la URSS es llevado a cabo, desde 1945, por Allen Dulles. Es una prueba fulgurante de la agresividad estratégica contrarrevolucionaria, acometida por los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. (…) Este plan, creado antes del final de la guerra, había sido escondido al aliado de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial: la Unión Soviética. Fue creado en la época en la que el Ejército Soviético, fiel a su compromiso como aliado, combatía en Extremo-Oriente al ejército japonés con una fuerza de un millón de hombres, permitiendo la victoria definitiva sobre Japón. Está claro que no fue la bomba sobre Hiroshima, que provocó 117.000 víctimas, sobre todo mujeres y niños, sin alcanzar ni a un solo soldado del ejército japonés, sino el ejército soviético quien hizo capitular a Japón (…) Descubrimos ahora que el plan Dulles había sido aplicado durante decenios por el imperialismo americano (…) A principios de los 60, el Presidente americano Kennedy confirmó el plan Dulles: ‘No podemos vencer a la URSS con una guerra clásica. Podemos vencerla con otros métodos: ideológicos, psicológicos, con propaganda antisoviética, con medidas económicas’”. [52]

“Sobre este telón de fondo, podemos comprender mejor la política internacional que Stalin ha seguido desde 1945 a 1953. Stalin era muy firme en su oposición hacia el imperialismo americano y sus planes de guerra. En la medida que le permitían sus medios, ayudaba a los movimientos revolucionarios de los diferentes pueblos, al mismo tiempo que daba pruebas de una gran prudencia. (…) Contra el sistema capitalista mundial, Stalin llevó a cabo una lucha en cuatro frentes: 1) reforzando la defensa de la URSS, base del movimiento comunista internacional; 2) ayudando a los pueblos que habían decidido entrar en la vía de la democracia popular y el socialismo; 3) apoyando a todos los pueblos colonizados que aspiraban a la independencia, y 4) estimulando al vasto movimiento internacional por la paz, contra las nuevas aventuras belicistas del imperialismo. Stalin comprendió claramente que el objetivo del imperialismo anglo-norteamericano era ‘salvar’ a las clases reaccionarias de los países limítrofes de la URSS, aquellas que habían colaborado con los nazis, para integrarlas en su estrategia de hegemonismo mundial. Esta orientación fue claramente diseñada en el propio curso de la guerra”. [53]

Con este cuadro interno y externo, se produce en marzo de 1953 la muerte de Stalin. Respecto de ella, el camarada Ludo Martens hace 25 años nos decía lo siguiente: “Algunos meses antes de la muerte de Stalin, todo el sistema de Seguridad que le protegía fue desmantelado. Alexandr Proskbychev, su secretario personal que le acompañaba desde 1928 con una gran eficacia, fue despedido y emplazado en su residencia vigilada. Había desviado documentos secretos. El teniente coronel Nikolay Vlassik, jefe de seguridad personal de Stalin desde hacía 25 años, fue detenido el 16 de diciembre de 1952 y murió algunas semanas más tarde en la cárcel. (100) El mayor general Petr Kosynkin, murió ‘de una crisis cardíaca’, el 17 de febrero de 1953. Deriabin escribió: “El proceso de despojar a Stalin de toda su seguridad personal (fue) una operación estudiada y muy bien llevada a cabo.” (101) Sólo Beria tenía la posibilidad de dirigir este complot.

El 1º de marzo a las 23 horas, la guardia encontró a Stalin en su cuarto, tendido en tierra e inconsciente. Por teléfono, se llamó a los miembros del Buró político. Khruschev afirma que él también llegó, y después, “cada uno regresó a su casa”(102) ¡Nadie llamó a un médico…! Doce horas después de este ataque, Stalin recibió los primeros cuidados. Murió el 5 de marzo. Lewis y Whitehead escribieron: “Ciertos historiadores ven pruebas de una muerte premeditada. Abdurakhman Avtorkhanov ve las causas en la preparación evidente por parte de Stalin de una purga comparable a la de los años treinta.”(103)” [54]

¿Estamos ante una muerte natural de Stalin o estamos ante su asesinato? Martens y los historiadores empleados como fuentes, en nuestra opinión, dejan claro que estamos ante un asesinato, estamos ante el asesinato de Stalin por parte de los oportunistas que iban a ser depurados.

El 17 de mayo de 2018, el medio Russia Insider publica una entrevista a Mijail Poltoranin, Responsable del Comité Gubernamental para la desclasificación de los archivos del KGB y Viceprimer Ministro del Gobierno de Yeltsin. En dicha entrevista, Poltoranin señala, entre otras cosas, lo siguiente:

“Pregunta: ¿Fue envenenado Stalin?
Mijail Poltoranin: Sí.
Pregunta: ¿Está haciendo una declaración oficial como jefe del comité de desclasificación de los archivos de la KGB bajo Yeltsin?
Mijail Poltoranin: Sí.
Pregunta: ¿José Stalin fue envenenado?
Mijail Poltoranin: En 1981 el estadounidense Stuart Cahan, sobrino de Lazar Kaganovich, estrecho colaborador de Stalin, visitó a Lazar en Rusia… Lazar le describió cómo fue asesinado Stalin.
La sobrina de Lazar, Roza Kaganovich, era médico del Kremlin. A Stalin le dieron una pastilla, el equivalente actual sería la pastilla trombo ASS, un fármaco anticoagulante diseñado para prevenir la coagulación de la sangre. Para cuando cambias la composición, se convierte en veneno. Como el veneno para las ratas. Eso es lo que el propio Kaganovich le dijo a Cahan.
Pregunta: Entonces, ¿quién mató a Stalin?
Mijail Poltoranin: Escuche… Yo no me creí eso. Hubo declaraciones de varios dirigentes. Estaba [el albanés] Enver Hoxha, cuando [el estadista soviético] Mikoyan fue a la reunión, visitó a Hoxha en un congreso. Hizo una declaración en la que dijo que los dirigentes de la URSS eran unos ‘conspiradores cínicos’.
Así que los amigos de Mikoyan viajaban por el mundo y alardeaban de cómo [supuestamente] mataron a Stalin. Entonces fui a comprobar por mí mismo lo que realmente pasó.
Pregunta: ¿A los mismos archivos?
Mijail Poltoranin: Sí, a los materiales mismos… ¿Qué se nos oculta? Lo que se nos oculta es que Stalin fue envenenado. Que era una operación especial, que había sido preparada durante mucho tiempo.
Para entonces, las personas del estrecho círculo de Stalin ya habían sido secuestradas: Poskrebyshev [secretario de Stalin], Vlassik [jefe de seguridad], el comandante del Kremlin [Kosynkin] murió extrañamente. Esta gente era muy cercana a Stalin.
Entonces [Lavrenti] Beria nombró a un nuevo jefe de la clínica del Kremlin, como responsable de todos los medicamentos.
En febrero de 1953 Stalin comenzó a sentirse mal en su casa de vacaciones. Tal vez vino de un vaso de agua donde solía mojarse el dedo cuando pasaba las páginas – leía mucho – tal vez fue así… No sabemos… Pero sabemos lo que mostraron las muestras de sangre y orina. Bueno, primero había hipertrofia del hígado, lo que muestra toxicidad. Sus glóbulos blancos eran cuatro veces la norma. Son los glóbulos blancos los que combaten las toxinas.
Tenía vómitos con sangre, y su piel era de color rosa brillante con manchas oscuras bajo los brazos, etc.
Pregunta: ¿Era cianuro? ¿Qué medicación le dieron?
Mijail Poltoranin: Revisamos su diario médico. Todas las pruebas estaban ahí. Era un hombre sano. Tenía hipertensión leve en la primera etapa y reumatismo en las rodillas.
Pregunta: ¿Y nada más?
Mijail Poltoranin: Nada más.
Pregunta: Pero esos síntomas están documentados, aunque no se ha llegado a la conclusión de que haya sido envenenado…
Mijail Poltoranin: Había una persona, el profesor Rusakov, que realizó el examen anatomopatológico del cuerpo de Stalin, y escribió un informe para el nuevo jefe de la clínica del Kremlin. El nuevo que Beria había llamado… Escribió que Stalin había sido envenenado. Envenenado con cianuro, ácido cianhídrico. Todos los síntomas lo indicaron, y después de examinar su cadáver, sus vías respiratorias y sus membranas mucosas fueron dañadas en algunos lugares por el ácido cianhídrico.
Tres días después del informe, esta persona murió.
Pregunta: ¿El profesor Rusakov?
Mijail Poltoranin: Sí.
Pero no sólo murió, su casa fue registrada y todos los documentos fueron destruidos. No fue suficiente porque, aunque la mayoría de sus documentos sobre Stalin fueron destruidos, Rusakov tenía otra copia del informe.
Pregunta: ¿Así que una copia fue dejada intacta en otra parte? ¿Y lo tenías en tus manos?
Mijail Poltoranin: Sí, lo leí con mis propios ojos. Aquí está… (…)
Pregunta: No hace mucho tiempo, surgió la teoría de que las poderosas fuerzas occidentales fueron el origen de la muerte de Stalin.
Mijail Poltoranin: Es cierto que la victoria de la URSS sobre la Alemania fascista elevó la autoridad del Estado [soviético] en el mundo a niveles sin precedentes.
Los partidos comunistas lograron una influencia muy amplia no sólo en los países del campo socialista, sino en Europa en general.
Italia y Francia han tenido muy buenos sentimientos hacia la URSS. No fue tan bien con la “trastienda del escenario mundial” que desencadenó la guerra…
¿Cómo corregir la situación? Lo más sencillo es secuestrar al dirigente de los vencedores. Para ello tuvieron que nombrar a Winston Churchill como Primer Ministro por segunda vez, conocido por su antipatía hacia Stalin.
Pregunta: Dos semanas después de la muerte de Stalin, Winston Churchill fue nombrado Caballero de la Orden de la Liga [según el historiador Nikolai Starikov].
Mijail Poltoranin: Creemos que Churchill es uno de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Pero en mayo de 1945, en lugar de honores, fue destituido de su cargo después de perder las elecciones aparentemente. No recibió honores por parte del gobierno.
Pregunta: Porque no se los había merecido. Según el plan previsto por la “trastienda del escenario mundial” y Gran Bretaña, la guerra iba a llevar a la destrucción de la propia Alemania, conduciendo a una configuración totalmente diferente del poder político en el escenario mundial.
Mijail Poltoranin: Nuestros tanques en Berlín no coincidían con el plan de los amigos británicos. Así que nos encontramos con un Primer Ministro británico cuyo mandato la URSS había ganado la mitad de Europa. No podía ser popular entre la élite británica.
Pregunta: Churchill se ganó el respeto mucho más tarde. Unos años más tarde, su partido ganó las elecciones y volvió a ser Primer Ministro, la “segunda etapa” de Churchill.
Mijail Poltoranin: Su principal tarea era corregir su error. ¿Cuál fue el error de Churchill? Era la Unión Soviética de Stalin. ¿Cómo se puede arreglar? Matando al dirigente que mueve su país en la dirección correcta y no es posible detenerlo mientras José Stalin esté al mando.
Estoy absolutamente seguro de que el golpe, cuyo objetivo era el asesinato de Stalin, se basó en ciertas fuerzas internas, entre las que se encontraba Kruschev. Pero al mismo tiempo, esto se hizo con la intervención de potencias extranjeras, y muy probablemente con el MI6 de la inteligencia británica.”
 [55]

Esta entrevista al Responsable del Comité Gubernamental para la desclasificación de los archivos del KGB y Viceprimer Ministro del Gobierno de Yeltsin, no sólo certifica los argumentos ya esgrimidos por Ludo Martens en 1994, sino que afirma con rotundidad que Stalin fue asesinado, como queda acreditado en la documentación contenida en los archivos del KGB, señalando como responsables de este asesinato al imperialismo anglo-americano, y concretamente al MI6 británico, apoyados por la camarilla oportunista que rodeaban a Stalin, encabezados por Khruschev. De hecho, siendo fieles a lo certificado por el Responsable del Comité Gubernamental para la desclasificación de los archivos del KGB en la época de Yeltsin, esto es, a los archivos del KGB, en la URSS en 1953 fue perpetrado un golpe de estado realizado por el oportunismo y su jefe, el imperialismo anglo-norteamericano, sin duda, siguiendo el Plan Dulles.

No es de extrañar pues, sino que es la consecuencia lógica del golpe de estado dado en la URSS en 1953 por los imperialistas y sus ejecutores oportunistas, que la política desarrollada por la camarilla revisionista de Khruschev fuera de oposición frontal, de negación absoluta a la obra realizada por Stalin, que no fue otra cosa que la construcción del socialismo. Y es que bajo el nombre de desestalinización lo que, en realidad se inició fue el proceso de progresiva liquidación del socialismo y restauración del capitalismo, proceso que se extendió durante casi cuatro décadas. “Desde Jruschov, todos los que han trabajado para minar la dictadura del proletariado en la Unión Soviética, lo ha hecho en nombre del antistalinismo y de un retorno a Lenin. Ahora bien, contra el nombre de José Stalin se ha acumulado todo el odio hacia el comunismo, que la gran burguesía del mundo entero ha alimentado durante tres décadas”. [56]

Una vez triunfa el golpe de estado contra Stalin, Khruschev y su camarilla toman el mando tras el asesinato Stalin, de tal modo que lo primero que hace es denigrar la fórmula de depuración en el Partido como método para el fortalecimiento de éste y, sin embargo, a la vez que abría las puertas a los anticomunistas, a los trotskistas, a los socialdemócratas a la par que no dudaba en depurar a los elementos marxista-leninistas. Stalin apelaba a las bases del Partido para erradicar el burocratismo del mismo; Khruschev garantizó a los burócratas protección y tranquilidad, quitando a las bases del partido capacidad de control y de lucha contra la burocracia; esto es, sentar las bases para convertir al Partido en la casa común de los burgueses contra el socialismo.

“Bajo Khruschev no se escogían los cuadros mejor preparados por sus cualidades políticas: bien al contrario, estos fueron ‘depurados’ por ‘estalinistas’. Alrededor de Beria, de Khruschev, de Mikoyan, de Breznev, se formaron las camarillas burguesas, completamente apartadas del control popular revolucionario (…) Khruschev envileció el leninismo, para poder lanzar una serie de fórmulas vacías de todo espíritu revolucionario. Una vez fue creado este vacío, se nutrió de las viejas ideologías socialdemócratas y burguesas consiguiendo ‘rejuvenecerlas’. Por otra parte, Khruschev falsificó o eliminó completamente las nociones socialistas del marxismo-leninismo, como la lucha anti-imperialista, la revolución socialista, la dictadura del proletariado, la continuación de la lucha de clases, la concepción del Partido leninista, etc”. [57]

Stalin fue encumbrado a la Dirección del Partido por las bases y por los cuadros intermedios de éste, Khruschev fue encumbrado a la Dirección del Partido mediante el crimen, el apoyo imperialista en el asesinato de Stalin, por una élite corrompida y timorata. Eso refleja, también, lo que es la desestalinización impuesta, o lo que es lo mismo, la liquidación del Partido como paso fundamental para desnaturalizar y corromper el socialismo – o lo que es lo mismo, imponer el revisionismo – al objeto de restablecer el capitalismo y acabar con la Unión Soviética.

Con el Partido ya herido de muerte, la camarilla revisionista dirigente encabezada por Khruschev, inoculó todo su veneno ideológico que con el paso del tiempo y su profundización restablecieron el capitalismo: Bajo la máscara del antistalinismo lo que yacía, y se inoculaba, era el anticomunismo. Por otro lado, no sólo abrió las puertas a los enemigos del socialismo, sino que promovió la relajación de la lucha de clases, bajo la falacia de que el socialismo ya se había impuesto en la URSS y que el Comunismo sería una realidad para el año 1980; de tal modo que el Estado dejó de ser del proletariado para ser de todo el pueblo, también de todo tipo de revisionista; mejor dicho, el Estado paso a ser el Estado de los burócratas, de los oportunistas, de la nomenklatura. Este cese, o relajación, en la lucha de clases en el interior tiene su correspondencia en la política exterior, donde Khruschev también, como no podía ser de otro modo, rompió con la política establecida por Stalin entre 1945 y 1953, de tal modo que con los que recogieron el testigo de Hitler en la lucha contra el comunismo y en la defensa de las clases reaccionarias, del imperialismo; los EEUU, pretendía estrechar relaciones de amistad y de colaboración. Jruschov declaró: “Queremos ser amigos de los Estados Unidos y cooperar con ellos en la lucha por la paz y la seguridad de los pueblos. Nos comprometemos en esta vía con buenas intenciones y sin ningún designio escondido…” Y eso en un momento en que la mayor parte de los pueblos del Tercer Mundo, tanto en Asia como en África o América Latina, se enfrentan con vigor al imperialismo norteamericano que les impuso una dictadura neocolonial de carácter terrorista. Es fácil comprender que esta actitud del dirigente del primer país socialista no tiene ninguna relación con la coexistencia pacífica defendida siempre por los comunistas”. [58]

Como podemos ver, el Partido no sólo es esencial, vital, para derrocar revolucionariamente el capitalismo, sino también para edificar el socialismo y desarrollarlo hasta llegar al comunismo, donde el Partido deberá extinguirse a la par que se vaya extinguiendo la lucha de clases. Pero también, si el Partido se desvía del marxismo-leninismo, y es copado por el revisionismo, se torna en instrumento donde se desarrolla el anticomunismo, la reacción hasta que se restablece, nuevamente, el capitalismo. El Partido es el instrumento sublime de la clase obrera, es su alma y su brújula.

En este sentido, en 1992, cuando los dirigentes del ‘putsch’ de agosto de 1991 – es decir, los protagonistas del intento de conservar la URSS – fueron juzgados en Rusia, el Secretario General del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), Guennadi Ziuganov, declaró ante el tribunal constitucional de Rusia lo siguiente:

“Quisiera recordar que a mediados de los 60 había sido elaborado un plan, que ni se llamaba ‘Perestroika’, ni ‘reforma radical’. Era un programa del Consejo de Seguridad de los EEUU adoptado después de la crisis de Cuba. Era un programa de desestabilización del régimen constitucional de la URSS y de destrucción del gran país unitario. El punto principal del programa anunciaba: ‘sin destruir al PCUS no se puede destruir la URSS. Y para destruir el PCUS, hay que penetrar los centros de decisión del partido. He aquí los cinco puntos de este programa:

1. Presentar (quiero atraer su atención en el verbo ‘presentar’) a la URSS como el último imperio voraz, e intentar destruirlo por todos los medios.
2. Demostrar que la URSS no había sido la vencedora del fascismo, sino un tirano igual al fascismo al que no hay que respetar.
3. Su economía debe ser desestabilizada con la carrera armamentista, y deformada de tal manera que se pueda impedir la realización de las ventajas constitucionales, sobre todo en el ámbito social.
4. Encender la llama del nacionalismo y hacer explotar al país desde dentro, sobre la base de un extremismo nacional y religioso.
5. Propiciar la ocupación de los medios de información por agentes de influencia dirigidos por la CIA, destruir el modo de vida colectivista; separar el pasado del presente para así privar al país de porvenir.’””[59]

Una vez asestado el golpe de Estado en alianza con la línea revisionista del Partido, asesinado Stalin y tomando el poder la camarilla oportunista de Khruschev y su cohorte de burócratas, el imperialismo actuó tal y como expresó Kennedy en los 60s, aplicando la guerra ideológica, la guerra psicológica, de propaganda y económica consciente de que el imperialismo jamás podría vencer a la URSS mediante una guerra convencional.

Por tanto, no es el socialismo el que fracasa, no es el marxismo-leninismo el que sucumbe, no cae por su dirección, por su acción. El socialismo en la URSS fue golpeado por el imperialismo y su creación ideológica oportunista, siendo la expresión ideológica del oportunismo, el revisionismo, lo que demuestra su inviabilidad, el que demuestra ser un criminal peón del imperialismo y las clases reaccionarias que subyugan al mundo. “Del período de Jruschov al de Gorbachov, pasando por el de Brezhnev, se asiste hoy a la crisis final no del comunismo sino del revisionismo. El debate fue abierto hace más de 35 años con la llegada al poder de Jruschov y el anuncio de sus tesis: el imperialismo que ha perdido agresividad y se ha convertido en una fuerza pacífica con la cual se puede colaborar en todos los campos; la lucha de clases que se ha terminado en los países socialistas, porque el socialismo ha triunfado definitivamente, y el Partido Comunista que, transformado en el partido del pueblo entero, no tiene la misión de mantener la dictadura del proletariado (…) Asistimos al desenlace lamentable de esa corriente demagógica que durante tres décadas ha estallado contra el stalinismo, la dictadura, el dogmatismo, la ortodoxia, el sectarismo y la rigidez de pensamiento, y que ha presentado sus ideas, calcadas de las de los socialdemócratas, como la renovación, la vuelta a Lenin, el pensamiento creativo, el socialismo con rostro humano. El revisionismo, que indujo a error e influyó en tantos hombres de izquierda, ha recorrido todo su ciclo de maduración hasta culminar en la restauración del capitalismo y en la integración en el mundo imperialista. Como consecuencia, muchas ilusiones han volado en pedazos. Pero queda aún la tarea de extirpar las raíces de la degradación (…) Los países socialistas no pueden abordar correctamente las luchas sociales complejas que atraviesan la sociedad si no apresan lo esencial: la naturaleza del partido, como vanguardia de los obreros y los trabajadores; la concepción del partido como partido de lucha de clases, de lucha por la producción y por la revolución científico-técnica; el estilo de trabajo del partido, como partido vinculado a las masas, que practica un estilo de vida simple, asiduo al trabajo, sin piedad frente a la corrupción y los privilegios. (…) Sólo un partido puede resolver el problema fundamental del socialismo: mantener la dictadura del pueblo trabajador contra los antiguos explotadores y los agentes del imperialismo, al mismo tiempo que desarrolla la democracia socialista, indispensable para reforzar la base política de la nueva sociedad. El partido y las masas deben comprender el carácter prolongado de las luchas de clase en los campos político, ideológico y económico. Es imposible mantener el socialismo y desarrollarlo correctamente si se baja la vigilancia en la lucha incesante contra todas las fuerzas hostiles”. [60]

“La Unión Soviética ha conocido dos grandes puntos de ruptura con el socialismo: el informe de Jruschov de 1956, que marcó el repudio de ciertos principios esenciales del leninismo, y en 1990, la perestroika de Gorbachov, que dio paso a la economía de mercado. (…) El revisionismo de Jruschov abrió un periodo de transición del socialismo al capitalismo. (…) Los elementos burgueses nuevos y antiguos necesitaron 30 años para pasar de la primera infancia a la edad adulta, para afirmar y consolidar sus posiciones en el terreno político, ideológico y económico. El proceso de degradación, comenzado en 1956, requirió de tres decenios para terminar con el socialismo”. [61]

En el plano económico, Khruschev introdujo reformas para socavar la centralización económica y, con ella, la planificación de la economía centralizada. Las reformas realizadas en este sentido incrementaron el grado de desigualdad a dos niveles. Por un lado, entre burócratas y el pueblo soviético, y otra entre las diferentes naciones que conformaban el estado soviético. Entre otros efectos perniciosos, esta decisión conllevó no sólo el desarrollo y fortalecimiento de una clase privilegiada de burócratas, sino que abonaba el terreno para el desarrollo del nacionalismo, estrategia contenida en los planes imperialistas al objeto de hacer implosionar el estado soviético. “En el transcurso de los períodos de Jruschov y Brezhnev, los nuevos elementos burgueses forjaron sus armas, pero desde posiciones de fuerza, se lanzaron en el combate por la propiedad privada de los medios de producción (…) Algunos afirman que Brezhnev presidía el país con un régimen capitalista de Estado y que al término de su mandato, una burguesía liberal había acumulado bastantes fuerzas para afrontar la burguesía burocrática. Es bueno destacar que los ataques más feroces de los partidarios de la glasnost, no tuvieron por blanco principal el sistema de Brezhnev, sino más bien a Stalin y las bases del socialismo aborrecido que él defendía. Y, como en Europa del este, nosotros vemos a los lacayos de Brezhnev deshacerse alegremente de las estructuras híbridas introducidas por su patrón para abarcar el mercado libre y la empresa privada.(…) En la concepción del capitalismo de Estado, el partido revisionista constituía el crisol de la nueva burguesía: partido brezhneviano, nomenklatura y nueva burguesía eran sinónimos”. [62]

Así se llega Gorbachov, el hombre que según declaro en un discurso en la Universidad norteamericana de Turquía en 2018, “El objetivo de mi vida fue la aniquilación del comunismo.” [63] Esta declaración propia de lo que es, un anticomunista, demuestra cómo engañó sistemáticamente al pueblo soviético. Detrás de su palabrería de apertura y transparencia (glasnost), de reestructuración económica (perestroika) y de falsa democracia para fortalecer el socialismo lo que realmente se encontraba era su intención de liquidar el comunismo y restaurar el capitalismo en la Unión Soviética y en la Europa del Este, convirtiéndose en una marioneta, un lacayo, de la CIA, de los monopolios norteamericanos.

La descentralización económica conllevaba la liquidación de la economía planificada, abría puertas y ventanas a la corrupción, desarrollándose en esos 30 años una élite, una clase burguesa producida por la penetración plena de la ideología burguesa en el Partido, donde la desigualdad se agudizaba. La descentralización, consecuentemente, fue desgajando la economía y fue fortaleciendo a empresas que, a su vez, como consecuencia de los privilegios de las élites creadas por el corrompido sistema establecido en la URSS tras el XX Congreso del PCUS, tenían ya mucha más semblanza con una empresa de un país capitalista que lo que debiera ser una empresa de un estado socialista. Gorbachov significó la coronación de un proceso de restablecimiento del capitalismo, certificando la privatización de las empresas, privatización de la tierra, estableciendo una economía de mercado o capitalista e introduciendo al antiguo estado soviético en las instituciones imperialistas.

Mientras el pueblo soviético, tras el golpe de estado contra el Socialismo y el asesinato de Stalin en 1953, trató de llevar a desarrollar el socialismo y creía en el socialismo y en la Unión Soviética, como lo demuestran los resultados del referéndum de 17 de marzo de 1991 donde el 77,8% de los votos fueron favorables a la preservación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, es decir, más de 113 millones y medios de soviéticos votaron a favor de preservar a la URSS y al socialismo. Opinión del pueblo expresada de manera alta y clara que los adalides de la democracia y la libertad, de la glasnost y la perestroika, no dudaron en ignorar y obviar por la camarilla reaccionaria de Yeltsin y Sájarov con el aplauso de la reacción mundial, autodenominados “campeones de la democracia y la libertad”, vulgares criminales como, por ejemplo, George Bush o Margaret Thatcher.

El periodo de reversión del socialismo impulsado por el imperialismo y su creación oportunista demostró que Stalin tenía razón cuando advertía, contra la opinión de oportunistas de marca mayor como Trotski, que en un país donde haya triunfado el socialismo éste puede revertirse y restablecerse nuevamente el capitalismo; así ocurrió en la Unión Soviética. Pero la Unión Soviética también nos enseña tres cosas muy importantes: 1) Que el socialismo fue posible y fue real; 2) Que el socialismo no sólo es viable sino que es un sistema superior al capitalismo, consiguiendo en dos décadas mucho más de lo que consiguió el capitalismo en siglos y 3) El socialismo es invencible si el Partido Leninista combate sin cuartel y liquida al oportunismo, cuya expresión ideológica es el revisionismo y práctica es el reformismo.

6. Conclusiones.

Tras haber hecho un recorrido de cómo se impuso el capitalismo tanto en España como en Francia en el siglo XIX, como experiencias donde la burguesía se hace con el poder, así como la experiencia de la Comuna de París y de la Gloriosa Revolución de Octubre de 1917 y la Unión Soviética, donde el proletariado se hace con el poder, llegamos a las siguientes conclusiones:

1) A diferencia de la revolución burguesa, o capitalista, cuyo objeto es adaptar la superestructura a la base económica ya imperante, la cual comparte la médula espinal de la propiedad privada sobre los medios de producción de las formaciones socioeconómicas anteriores; la revolución socialista debe romper de raíz la base económica, acabando con la propiedad privada sobre los medios de producción los cuales deben ser socializados, de tal modo que la revolución socialista no sólo cambia la superestructura derrocando revolucionariamente la anterior e imponiendo la dictadura del proletariado, sino que este cambio de superestructura también viene determinado por la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción liquidando la base económica capitalista e imponiendo una nueva base económica, el socialismo. El ser humano abandona la prehistoria y empieza a escribir conscientemente la historia.

2) La revolución burguesa no es más que un proceso de evolución más en las formaciones socioeconómicas cuya base económica se fundamenta en la propiedad privada sobre los medios de producción. De tal modo que el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo comparten todos ellos una misma médula: la propiedad privada sobre los medios de producción que perpetúa una sociedad clasista donde los intereses de las clases son antagónicos.

3) Dentro del sistema económico hegemónico se desarrolla la clase social que debe sepultar a ese sistema económico y a su clase dominante.

4) La lucha entre formaciones socioeconómicas no es lineal sino hace forma de zigzag. Ello se comprueba, por ejemplo, en la lucha entre el capitalismo y el feudalismo y, también, en la lucha entre el socialismo y el capitalismo.

Ello puede observarse en el estudio de la primera mitad del siglo XIX en España, donde hay una permanente lucha entre lo viejo – el feudalismo – que no acaba de morir y lo nuevo de aquél entonces – el capitalismo, encabezado por la burguesía liberal que pretendía imponer su dominio político en sintonía con su ya hegemonía en el terreno económico –que estaba por imponerse.

También puede comprobarse este hecho en el análisis realizado de la Revolución Francesa y la lucha entre absolutismo y capitalismo en Francia a lo largo del primer tercio del siglo XIX.

5) Del análisis histórico que hemos realizado sobre el último cuarto del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, se desprende que la burguesía, aparte de sucumbir e imponerse, posteriormente, al absolutismo; la forma de su Estado ha ido también mutando; no dudando la burguesía en enterrar repúblicas, monarquías constitucionales, constituciones, etcétera, pero siempre en una dirección, la de ir ‘perfeccionando’ la maquina del Estado al objeto de someter y oprimir cada vez con más violencia, de manera más despiadada y criminal al proletariado y al campesinado. Y es que el capitalismo es la evolución natural, y última, de un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, es la parte más acabada que conduce a la concentración máxima, al monopolio, a la antesala de la Revolución socialista; por ello, no puede romper y acabar con la maquinaria del Estado sino que debe perpetuarla, porque su base económica sustentada en la propiedad privada sobre los medios de producción engendra una superestructura, una sociedad, dividida en dos clases sociales totalmente antagónicas.

6) El análisis histórico que hemos realizado sobre el siglo XIX en Francia, comprobamos cómo la burguesía, que en la confrontación contra el Antiguo Régimen, era la clase revolucionaria; en el primer tercio del siglo XIX; se torna en clase reaccionaria a partir de esa fecha. Asimismo, el análisis histórico también nos muestra cuando el proletariado se convierte en clase revolucionaria tras ser derrotada por la burguesía en su lucha por el establecimiento de una república social en Francia en 1848. Esta exigencia del proletariado envejeció a la burguesía y la ubicó en su nuevo lugar, como lo viejo, como lo reaccionario, como asesina de sus propias consignas y pensamiento, como algo que es digno de perecer. El proletariado adquiere su misión histórica de luchar por su emancipación de clase para lo cual, mediante la lucha, deberá ir adquiriendo sus armas para poder desarrollar su emancipación de manera revolucionaria.

7) La Comuna de París es la primera experiencia de revolución proletaria. Esta experiencia histórica certifica a la burguesía como una clase cobarde, criminal y reaccionaria y, también, la derrota del proletariado le hace profundizar en su conocimiento sobre la teoría del Estado y de cómo debe ser la toma del Poder por parte del proletariado, mostrándole la necesidad de un período de transición, del socialismo como fase inmadura de comunismo una vez derrocado por la fuerza el régimen burgués, debiendo el proletariado imponer su dictadura y desde su Estado reprimir a la burguesía hasta terminar con ella, hasta extinguir la lucha de clases.

8) Desde el último tercio del siglo XIX hasta la actualidad, el proletariado no sólo concentra los intereses revolucionarios de toda la sociedad, de toda la humanidad, sino que es la clase que mueve el mundo, que genera la riqueza y es la clase sobre la que recae la misión histórica de superar la fase superior del capitalismo, la fase monopolista, de tal modo que es la encargada de hacer que el género humano de un salto cualitativo decisivo para su existencia: poner fin a su prehistoria y dar origen a su historia, a escribir los designios de su futuro de manera consciente. Y decimos cualitativo porque en esta situación terminal en la que se halla el capitalismo agonizante, lo que la burguesía niega es objetivamente la creación de una mayor cantidad de riqueza que garantice la satisfacción de las necesidades de la humanidad.

9) La Revolución de Octubre de 1917 es la respuesta del proletariado ruso, de los campesinos pobres y de los soldados, inducida por el Partido de Lenin, a la guerra imperialista, al sistema criminal que la burguesía impuso condenando al hambre, la muerte y la miseria al pueblo ruso. Revolución que devino en guerra civil como resistencia de las clases reaccionarias, lideradas por la burguesía rusa en alianza con las clases reaccionarias de las otras potencias imperialistas. Se abre el periodo de crisis general del capitalismo, donde la lucha de clases se expresa como lucha entre imperialismo y socialismo.

10) El Partido leninista es el instrumento sublime del proletariado, es su alma y su corazón; es esencial para guiar y llevar al proletariado a su emancipación. El Partido leninista es esencial para derrocar revolucionariamente a la burguesía y su criminal sistema capitalista, para edificar el socialismo, para sostener la dictadura del proletariado.

11) Lenin y Stalin demostraron que el socialismo – pese a todas las trabas, guerras, hambre, millones de muertos y todo tipo de calamidades como consecuencia del hostigamiento por parte del capitalismo internacional – es superior al sistema de producción capitalista. En sólo dos décadas de socialismo superó a las potencias imperialistas cuyo sistema databa de siglos.

12) La Unión Soviética es la prueba palmaria de que el socialismo es viable, pues existió y fue una realidad; con lo que la burguesía miente cuando subraya que la inviabilidad del socialismo se refleja en la caída de la Unión Soviética. El socialismo no fracasó por la caída de la URSS sino que la caída de la URSS es la consecuencia del abandono del socialismo. Y este abandono del socialismo fue consecuencia de un golpe de estado perpetrado en la URSS en marzo de 1953, donde la camarilla oportunista existente en el Buró político liderado por Khruschev, en alianza con el imperialismo anglo-americano, asesinan a Stalin e imponen una política totalmente contraria a la aplicada en la URSS hasta entonces, en lo que se llamó proceso de desestalinización. Por tanto, la burguesía también miente cuando afirma que el socialismo fracasó por la implosión de la URSS.

13) El Partido debe luchar con todas sus fuerzas contra el burocratismo. El oportunismo es la forma en la que el imperialismo se infiltra en el seno del Partido leninista. El Partido debe ser prudente y disponer de mecanismos que garanticen la admisión de militantes honestos y leales al marxismo-leninismo y al proletariado que efectivamente sean la vanguardia de éste, cerrando las filas a los arribistas y oportunistas. Asimismo, el Partido leninista debe disponer de los instrumentos para formar a los cuadros en el marxismo-leninismo así como disponer de los medios de verificación y depuración permanente para detectar todo tipo de burocratismo, de corruptos de indeseables portadores de la ideología burguesa y expulsarlos del Partido.

14) El mayor enemigo del socialismo es el burocratismo, es el oportunismo – cuya expresión ideológica es el revisionismo – y su praxis es el reformismo y el legalismo.

15) La propia burguesía reconoce que el socialismo es inexpugnable si el Partido Leninista es fiel a los principios y es capaz de erradicar y depurar al oportunismo. La experiencia soviética así lo acredita, según los enemigos de clase, según el imperialismo, la Unión Soviética no podía ser vencida por el imperialismo en una guerra convencional, sino tenían que hacer la guerra por otros medios – guerra ideológica, propagandística, económica, psicológica, etcétera – y, fundamentalmente, acabar con el PCUS. Sin acabar con el PCUS era imposible acabar con la Unión Soviética.

16) No se puede defender el marxismo-leninismo, ni defender la causa del Socialismo sin reivindicar y defender la figura de Stalin. El imperialismo, y su perro oportunista, vertieron todo tipo de infundio contra Stalin al objeto de crear un estereotipo y prejuicio negativo sobre su figura y su obra al objeto de estigmatizarlo ante el proletariado. Stalin es culpable de edificar el socialismo, es culpable de vencer al fascismo, es culpable de combatir al oportunismo, es culpable de hacer que su pueblo atrasado se convirtiera en la primera potencia mundial, es culpable de colectivizar la tierra y socializar los medios de producción, es culpable de hacer que los proletarios del mundo consiguieran progresar socialmente y conquistar derechos inimaginables. El antiestalinismo es, y ha sido, un instrumento del imperialismo para combatir lo que Stalin representa, el socialismo.

17) Los que, desde Khruschev hasta Gorbachov, en nombre de la libertad y la democracia arremetían contra Stalin y restituían a los oportunistas de todo pelaje, acreditaron que eran títeres de los planes imperialistas contra la URSS al objeto de restituir el capitalismo en el territorio soviético. Como Gorbachov dijo en 2018, su misión sublime en la vida era acabar con el comunismo. De hecho, eran tan adalides de la democracia que arremetieron contra la voluntad popular del pueblo soviético que en marzo de 1991 mayoritariamente votó a favor de la pervivencia de la URSS.

18) La URSS ha sido la primera experiencia histórica donde el proletariado ha tomado el poder en sus manos y ha construido el socialismo; esta primera experiencia ha durado siete décadas; mucho más que la primera experiencia en la que la burguesía se hizo con el poder en la Francia revolucionaria de finales de siglo XVIII.

19) Casi 3 décadas después del derrumbe de la Unión Soviética, la tan cacareada teoría del fin de la historia de Francis Fukuyama ha quedado arrojada al estercolero de la historia. Los propios economistas burgueses hablan del fin del capitalismo, reconociendo de facto la inviabilidad de éste. El mundo es material, por consiguiente en movimiento, donde rige la lucha de contrarios, de tal modo que hoy en el mundo rige el principio fundamental de la lucha entre el imperialismo – máxima aspiración de los monopolios – y el socialismo –máxima aspiración del proletariado y las clases oprimidas hoy. Esta ley fundamental rige desde el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917.

20) Nos encontramos en un periodo de transición, en el periodo de lucha entre lo nuevo – el socialismo – y lo viejo que está muerto y se sostiene en pie únicamente por la vía de la violencia reaccionaria, del fascismo y de la guerra – el imperialismo. El capitalismo en su fase actual, de putrefacción de imperialismo, no caerá por sí mismo, a pesar de ser inviable económica y socialmente, por su naturaleza criminal y asesina. El imperialismo únicamente puede ser derrocado por el proletariado de manera revolucionaria dirigido por el Partido leninista. Tal y como nos enseña la historia, la fórmula revolucionaria ideada por Lenin y los bolcheviques es la correcta, y cómo nos enseña la historia, en la guerra de contrarios entre lo nuevo – el socialismo – y lo viejo – el imperialismo – siempre termina por imponerse lo nuevo.

21) Hoy el desarrollo tecnológico, el desarrollo de las fuerzas productivas, la socialización de la producción y el alto grado de instrucción y preparación del proletariado, unido a la caducidad del imperialismo, hacen que las condiciones del proletariado revolucionario para derrocar al capitalismo y construir el socialismo sean mejores que hace un siglo, de tal modo que cuando el socialismo se vuelva a imponer, éste lo hará de una manera más fulgurante que en el siglo pasado y, además, será más desarrollado. Es responsabilidad del Movimiento Comunista Internacional, por estar aún en parte infectado por el oportunismo, que el proletariado siga aún a merced de la burguesía en el terreno ideológico por no acometer este combate a muerte. La lucha de clases transcurre por tres cauces, el ideológico, el político y el económico. Económicamente el imperialismo está quebrado, políticamente el imperialismo está debilitado como se comprueba mirando el paisaje político de los distintos países capitalistas; de tal modo que si el imperialismo se sostiene por el momento es porque la burguesía, por el momento, vence la guerra ideológica.

Concluimos esta tesis con unas palabras del comunista belga Ludo Martens: “A finales del siglo XX, la humanidad ha retornado de algún modo al punto de partida, a los años 1900-1914, cuando las potencias imperialistas pensaban poder arreglar entre ellas la suerte del mundo. En los años próximos, a medida que el carácter criminal, bárbaro e inhumano del imperialismo se reveló cada día más netamente, las nuevas generaciones que no han conocido a Stalin se sentirán obligadas a rendirle homenaje”. [64]

Madrid, 31 de octubre de 2019
COMISIÓN IDEOLÓGICA DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)



Referencias bibliográficas:

[1]: https://www.ccma.cat/catradio/les-prediccions-apocaliptiques-de-nino-becerra/noticia/2912976/
[2]: “El capitalismo está bajo seria amenaza”: Las advertencias de Raghuram Rajan, el economista que predijo la crisis financiera global. Redacción BBC News Mundo, 17 de marzo de 2019.
[3]: Wolfgang Streeck. “¿Cómo terminará el capitalismo?”, Pág. 54. Ed. Traficantes de Sueños. Madrid 2017.
[4]: K. Marx, F. Engels. Obras Escogidas Tomo I, Pág.55. Ed. Progreso, Moscú 1980.
[5]: Ibídem, pág. 60.
[6]: Castells, Irene; Moliner Antonio. “Crisis del Antiguo Régimen y revolución liberal en España (1789-1845)”, Pág. 10. Ed. Ariel, Barcelona 2000.
[7]: K. Marx. “La España revolucionaria”. Pág. 113. Alianza editorial, Madrid 2009.
[8]: Ibídem. Págs. 113-114.
[9]: Ibídem. Pág. 116.
[10]: Jaramillo, Mario; José Reyes, Carlos; Adolfo Quesada de Vanegas, Gustavo; Ocampo López, Javier; Thibaud, Clément; Fernando Ocampo, José. “1810, antecedentes, desarrollo y consecuencias.”. Taurus historia, 2011.
[11]: K. Marx, F. Engels. Obras Escogidas Tomo I, Pág.107. Ed. Progreso, Moscú 1980.
[12]: Ibídem. Págs. 107-108.
[13]: Ibídem. Pág. 109.
[14]: Ibídem.
[15]: Ibídem. Págs. 109-110.
[16]: Ibídem. Pág.110.
[17]: Ibídem. Pág.212.
[18]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 67. Ed. Progreso, Moscú 1980.
[19]: Academia de Ciencias de la URSS. Fundamentos de filosofía marxista-leninista, pág. 184. Ed. Progreso, Moscú 1977.
[20]: Ibídem.
[21]: K. Marx, F. Engels. Obras Escogidas Tomo I, Págs.214-215. Ed. Progreso, Moscú 1980.
[22]: Ibídem.
[23]: Ibídem.
[24]: Ibídem, pág. 213.
[25]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo IX, pág. 169. Ed. Progreso, Moscú 1973.
[26]: K. Marx, F. Engels. Obras Escogidas Tomo II, Págs.106-107. Ed. Progreso, Moscú 1980.
[27]: Ibídem. Págs. 107-108.
[28]: Ibídem. Págs. 109-110.
[29]: K. Marx, F. Engels, V.I. Lenin. La Comuna de París, pág. 107. Ed. Akal, Madrid 1985.
[30]: K. Marx, F. Engels. Obras Escogidas Tomo I, Pág.211. Ed. Progreso, Moscú 1980.
[31]: Ibídem. Pág. 60.
[32]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 282. Ed. Progreso, Moscú 1980.
[33]: V.I. Lenin. Obras Escogidas, Tomo I (1894-1901), pág. 190. Ed. Progreso, Moscú 1973.
[34]: V.I. Lenin. Obras Escogidas, Tomo III (1905-1912), pág. 12. Ed. Progreso, Moscú 1973.
[35]: V.I. Lenin. Obras Escogidas, Tomo VI (1916-1917), pág. 107. Ed. Progreso, Moscú 1973.
[36]: V.I. Lenin. Obras Escogidas, Tomo VII (1917-1918), pág. 99. Ed. Progreso, Moscú 1973.
[37]: V.I. Lenin. Obras Escogidas, Tomo X (1919-1920), págs. 220-221. Ed. Progreso, Moscú 1973.
[38]: V.I. Lenin. Obras Escogidas, Tomo XII (1921-1923), pág. 10. Ed. Progreso, Moscú 1973.
[39]: Ibídem. Págs. 30-31.
[40]: V.I. Lenin. Obras Escogidas, Tomo XI (1920-1921), pág. 135. Ed. Progreso, Moscú 1973.
[41]: J. Stalin. Obras, Tomo VII (1925), págs. 116-117. Ed. Lenguas extranjeras, Moscú 1953.
[42]: Ludo Martens. Otra mirada sobre Stalin, pág. 33. Ed. EPO, Bruselas, 1996.
[43]: J. Stalin. Obras, Tomo XIV, pág. 176. Ed. Lenguas extranjeras, Moscú 1953.
[44]: Ibídem. Págs. 177-180.
[45]: Ludo Martens. Otra mirada sobre Stalin, pág. 70. Ed. EPO, Bruselas, 1996.
[46]: V.I. Lenin. Obras Escogidas, Tomo III, pág. 98. Ed. Progreso, Moscú, 1961.
[47]: J. Stalin. Obras. Tomo VI (1924), págs. 86-87. Ed. Lenguas extranjeras, Moscú 1953.
[48]: Ludo Martens. Otra mirada sobre Stalin, págs. 149-150. Ed. EPO, Bruselas, 1996.
[49]: Ibídem. Págs. 151-153.
[50]: Ibídem. Págs. 140-141.
[51]: Ibídem. Pág. 141.
[52]: Mijaíl Kilev. Jruschov y la disgregación de la URSS, págs. 9-10
[53]: Ludo Martens. Otra mirada sobre Stalin, págs. 142-143. Ed. EPO, Bruselas, 1996.
[54]: Ibídem. Pág. 154.
[55]: https://russia-insider.com/en/history/churchill-had-stalin-killed-us-bombed-russian-far-east-50s-top-russian-official-video
[56]: Ludo Martens. La URSS y la contrarrevolución de terciopelo, pág. 182. Ed. Cultura Popular, La Habana, 1995.
[57]: Ludo Martens. Otra mirada sobre Stalin, pág. 153. Ed. EPO, Bruselas, 1996.
[58]: Ludo Martens. La URSS y la contrarrevolución de terciopelo, pág. 126. Ed. Cultura Popular, La Habana, 1995.
[59]: Mijaíl Kilev. Jruschov y la disgregación de la URSS, págs. 10-11
[60]: Ludo Martens. La URSS y la contrarrevolución de terciopelo, págs. 161-162. Ed. Cultura Popular, La Habana, 1995.
[61]: Ibídem. Pág. 246.
[62]: Ibídem. Págs. 246-247.
[63]: http://razonesdecuba.cubadebate.cu/articulos/gorbachov-se-confiesa-el-objetivo-de-mi-vida-fue-la-aniquilacion-del-comunismo/
[64]: Ludo Martens. Otra mirada sobre Stalin, págs. 156-157. Ed. EPO, Bruselas, 1996.

Has Socialism failed? Are we facing the End of History?

Index:

1. By way of introduction
2. The history of all hitherto existing human society is the history of class struggles, the struggle of opposites, the struggle between the new and the old
a. How capitalism prevailed in Spain: Absolutism and liberalism in Spain during the first half of 19th century
b. How capitalism prevailed in France
3. The proletariat and the bourgeois revolutions of the first half of the 19th century
4. The Paris Commune
5. The Soviet Union: Did Marxism-Leninism fail? Has scientific socialism failed?
6. Conclusions

1. By way of introduction.

The bourgeoisie endeavors to show the world that socialism is unfeasible and that this is observed through the experience of the Soviet Union’s collapse.

Capitalists have spent a huge amount of money, materials and human resources, and killed hundreds of millions of people worldwide to fight the Soviet Union, acting both inside and outside the USSR. Among the objectives behind this huge expense, of course, is the imposition of an official version of history. A version that hides the indecorous way of acting and the true essence of the bourgeoisie throughout its existence, especially in these current days of monopoly capitalism, of a long period of decay that depicts the bourgeoisie as the biggest criminal that has ever existed in history.

The Soviet Union was dissolved on December 25, 1991. But its end was not immediate. It was the result of a process that lasted almost four decades, of a fierce class struggle after which imperialism, waving the flags of murder, coup d’Etat and hoax–the ones that always identified it–has recovered, for now, from the defeats that the proletariat, led by its revolutionary science, the science of Marxism-Leninism, inflicted on it: in World War I, with the triumph of the October Revolution in 1917 ant the birth of the first socialist state, the USSR, as well as in World War II, where the Soviet Union, motherland of world proletariat, led by Stalin, prevailed over fascism, sweeping it away and freeing the world of such slag created by monopolies, by the imperialists, to combat the revolutionary proletariat and subject peoples of the world to the yoke of the most wild and cruel exploitation.

The bourgeoisie associates the defeat of socialism with the fall of the Soviet Union. Its syllogism is goofy and, fundamentally, false: “The Soviet Union has disappeared which means socialism and communism have failed”, “The Soviet Union is the practical experience that proves that socialism does not work”. But, can socialism and communism, by any chance, be equally related to the Soviet Union? Was the Soviet Union always socialist and loyal to the principles of Marxism-Leninism?

The bourgeoisie is completely conscious of the unfeasibility, of the expiration, of the bankrupt of its capitalist system in its phase of rot, in its imperialist phase. The bourgeois economists and sociologists themselves not only admit the unfeasibility of the system and its economic and political bankrupt, but they even venture to date the end of capitalism. Niño Becerra, for example, notes that “the capitalist system will end sometime between 2060 and 2070.” [1]

Others, like Raghuram Rajan, former IMF Chief Economist, points out that “capitalism is under serious threat because it stopped providing for the masses, and when this happens, the masses revolt against capitalism.” [2]

Others directly admit that its situation is already terminal, or even dead, as the German social-democrat Wolfgang Streeck, who explains the current process (called now by opportunists as “post-capitalist” era):

. “Before capitalism goes to hell, it will hang in limbo for a predictably long time, dead or agonizing from an overdose of itself, but still very present, as nobody will have enough power to move its decaying body out of the way.” [3].

As evidenced, the bourgeois themselves not only admit the unfeasibility of their own system, but its dead state, or at least its agony. Nevertheless, the bourgeois intellectuals pretend to stop the evolution of history in its regime, in the capitalist system. The bourgeoisie, formerly revolutionary, who rebelled against idealism, today denies philosophical materialism willing to show humanity that after its domain, its economic and political regime, there is nothing, that they are the last step of human development and that the “end of history” is reached with them.

Imperialist spokesmen themselves warn us about the unfeasibility of imperialism, as they assure that it succumbs by an “overdose of itself”. The Soviet Union, however, the first socialist state experience, whose fall happens not by an “overdose” of socialism but because of the criminal attacks of imperialism–and its opportunist executive arm, even more rogue than the bourgeoisie itself–where coup d’Etats, sabotages, imperialist wars and deceits were the road-map followed by imperialism. Thus, while the most finished capitalism, monopoly capitalism, dies on its own, the first socialist state experience, the Soviet Union, in its 7 decades of existence, showed us the superiority of Socialism over capitalism–an underdeveloped country as czarist Russia became a world power on the level of the most developed imperialist powers in just one decade–and showed us as well that without staying loyal to the science of Marxism-Leninism, without denaturing its economic and ideological principles and fundamentally attacking the heart and brain of the proletariat and its Revolution, the Party, a socialist state regresses and is devoured by imperialism, restoring monopoly capitalism, as occurred with the Soviet experience.

But this is not new. A scientific and rigorous study of history shows us that, as long as there is a society divided into antagonistic classes, there is a struggle between the interests of the oppressive class and the oppressed class. That is, the struggle between the aspirations of each class or, in other words, the struggle between the socioeconomic regime of the ruling class and the socioeconomic order of the dominated class.

. “The history of all hitherto existing society is the history of class struggles. Freeman and slave, patrician and plebeian, lord and serf, guild-master and journeyman, in a word, oppressor and oppressed, stood in constant opposition to one another, carried on an uninterrupted, now hidden, now open fight, a fight that each time ended, either in a revolutionary reconstitution of society at large, or in the common ruin of the contending classes.” [4]

Also, the scientific study of history of class struggle shows us that this one is not straight. Throughout the development of history, some classes prevail over others and, consequently, different systems of domination and socio-economic formations are imposed. The historical evolution has a zigzag form, it takes steps forward and backward, until the socio-economic formation of the revolutionary class is definitively imposed; that is, until the new is definitively imposed over the old.

We will first examine the struggle between feudalism and capitalism, between absolutism and liberalism, along the 19th century in Spain and France, to verify this historical truth.

Then, we will analyse the Soviet experience, and we will study the situation in which we find ourselves now regarding the history of class struggle, identifying what is the new and what is the old, what will prevail and what is doomed to die, if it’s not already dead.

. “What the bourgeoisie therefore produces, above all, are its own grave-diggers. Its fall and the victory of the proletariat are equally inevitable.” [5]

Bourgeoisie is aware of it. The bourgeoisie knows that the days as ruling class are finite and that their world will die with it.

But, unlike when the bourgeoisie tried to revolutionary impose its dominance, its capitalist economic system and, with it, its world, unlike when it was struggling against feudalism and idealism, making war upon religion and philosophical idealism while spreading the revolutionary French materialism–at that moment–,waving the flag of science; today, the bourgeoisie has no other option but to embrace idealism it formerly combated, it has no other option but to embrace lie and write an official version of history that contradicts historical and scientific evidence. Besides, the bourgeoisie has no other option but to light up nationalism, historical revisionism and subject the world by force. The bourgeoise, once revolutionary bourgeoisie, is today a reactionary class and has no other choice but to bet everything on fascism to survive.

Against all this barbarism in which the bourgeoisie pretends to subject us in order to perpetuate its domain, we Marxist-Leninists have the science in our side. It is our duty to unveil all the lies and falsehoods poured by the bourgeoisie against the exploited, the workers, the pariahs. The bourgeoisie is only sustained by its temporary victory on the ideological struggle. It is time for communists– who possess the most powerful existing weapon, the science of Marxist-Leninism–to not give up the struggle and to tell the proletariat the truth so that it can fulfils its historical mission of overthrowing and destroying the capitalist system in order to implement its own historical project: the building of socialism and communism. This paper pretends to shed light, to show not only that socialism and communism did not fail, but that it is the only way out for the proletariat and humanity to save their existence.

2. The history of all hitherto existing human society is the history of class struggles, the struggle of opposites, the struggle between the new and the old

Capitalists repeat that socialism and communism have failed because the Soviet Union collapsed and that, ergo, the winner is capitalism.

On December 26, 1991, one day after the dissolution of the USSR, the president of the US, George Herbert Walker Bush, addressed the world with the following speech:

. “For over 40 years the United States led the West in the struggle against communism and the threat it posed to our most precious values. (…) The Soviet Union itself is no more. This is a victory for democracy and freedom.”

Bush’s statement was the starting point of the imposition of a unique thought set by imperialism, and it is yet another chapter of the fierce anti-communism of imperialism and its puppets, a particular quality of fascism.

Bush voiced the theory of the “End of History” of Francis Fukuyama. The “End of History,” according to the imperialists, adopts the physiognomy of the bourgeois state in the form of liberal democracy, which pivots on the capitalist or “free market” economy and guarantees that the government is representative and has a system of legal rights. This theory was propagated worldwide by all means of capital at the time of the dissolution of the USSR and has been persistently repeated since then, with enormous virulence, even more so, in the last decade of the 20th century and in the first decade of 21st. The theory of the “End of History” is part of the unique thought that monopolies intend to impose on their subjects.

Nevertheless, the history of the last 30 years has jettisoned the thesis of Fukuyama. We have seen how in countries like Italy or Greece monopolies have put and removed presidents and governments directly without needing to stand for elections. The few working rights that labor people have disappeared. After the collapse of the Soviet Union, the plundering imperialist wars follow one another. In short, we have seen the confirmation of Lenin’s statement on how the development of imperialism only leads towards reaction and fascism.

History has disproved Fukuyama’s thesis about the history ending with the achievement of capitalism. Capitalists themselves, in their all-out war against Marxism-Leninism, against communism, communist parties and against the Soviet Union, with their fierce anti-communism, particular quality of fascism, demonstrate the existence of class struggle. There are two main antagonistic classes: the proletariat and the bourgeoisie. The worldwide class struggle result in a struggle between the highest aspiration of the proletariat–socialism, as the primary stage of communism–and the highest aspiration of the bourgeoisie–imperialism. Inasmuch as, although the Soviet Union does not exist now, the class struggle between imperialism–the old, which is bound die–and socialism–the new–remains in force.

Ergo, history keeps proving Marx and Engels’ words, “the history of all hitherto existing society is the history of class struggles,” and that this class struggle, this struggle of opposites, has always ended in different societies “either in a revolutionary reconstitution of society at large, or in the common ruin of the contending classes.”

And history shows us that what is new is not imposed over what is old in one move, but it follows a process of steps forward and backwards until what is new definitively buries what is old. The history of capitalism, how it was imposed over feudalism, denies bourgeoisie’s arguments when it repeats the message: “Socialism and communism have failed because Soviet Union has fallen.” Capitalism was imposed on feudalism after victories and defeats, making steps forward and backwards, and not in a direct and straight way.

2.1. How capitalism prevailed in Spain: Absolutism and liberalism in Spain during the first half of 19th century

The reign of Charles IV, that spans from 14 December 1788 to 19 March 1808, and the policy action of Floridablanca were characterised by a panic situation generated by the French Revolution on 1789, that led to a lack of political guidance inside as in the international context, and to a progressive tension between Spain and France.

In order to analyse the crisis of the Old Order and the revolutionary process that follows, it is essential not only to consider the violent events, but to look up on how the development of the new production model and the ideological struggle between absolutism and liberalism caused a paradigm in the figure of the “nobleman” or “hidalgo”, which would no longer match inside the old concept of estate, but would become part of a social class in accordance to its fortune. The bourgeois revolution in Spain was not an irreversible and uninterrupted process, but it was a real struggle between absolutists and the illustrated ideals, between the dying old order and the new liberal regime.

. “The crisis was produced because the traditional structures could not contain and integrate what the economic, social and ideological development itself had created.” [6]

On March 1808, the prince of Asturias, lifted up by its partisans, achieved the abdication of his father, the king Charles IV, becoming in this way Ferdinand VII, as he was able to channel the social unrest, caused by the management of the government, towards the personality of Manuel Godoy. Before the invasion of the French troops which, according to the Treaty of Fontainebleau of 27 October 1807, were in Spanish territory to supposedly take action in Portugal, and being assumed the incapacity of the government to provide resistance, Ferdinand VII looked for the international recognition of his right to the throne. He received support from the English in the uprising against his father.

On the other hand, the option for the Spanish throne contemplated from French occupiers was Luis Bonaparte, Napoleon’s brother, while in Madrid was Joachim Murat, marshal and lieutenant of the emperor in the peninsula, who had the expectation of occupying the throne.

Before the lack of recognition by the French emperor, Ferdinand VII decided to travel to Bayonne. Before leaving, he established in Madrid a Supreme Government Joint headed by Infant Antonio.

On May 2, around fifty people entered the palace screaming “treason!.” Before this happened, the French repressed a popular uprising. A violent response followed, forcing Murat to move 30.000 men to stop the rioters, whose number was around 20.000, unleashing the popular insurrection in Madrid and the subsequent Spanish War of Independence (1808-1814). The abdications of Bayonne and the insurrection against Joseph I triggered the failure of the Old Order in Spain, and a lack of power and sovereignty that, in the absence of the king, would pass into hands of the Provincial Joints and, afterwards, of the Supreme Joint.

. “On the whole, the movement appeared to be directed rather against revolution than for it. National by proclaiming the independence of Spain from France, it was at the same time dynastic by opposing the “beloved” Ferdinand VII to Joseph Bonaparte; reactionary by opposing the old institutions, customs, and laws to the rational innovations of Napoleon. (…) All the wars of independence waged against France bear in common the stamp of regeneration, mixed up with reaction.” [7]

In light of the invasion, two groups were established: the so-called Frenchified, who were convinced of the aspirations and principles of the French revolution and who defended that the invasion would not lead to the dismemberment of the country; and the Absolutists, who wanted to fight and restore the Old Order of the Bourbon monarchy. The government of Joseph I found the same problems as the former Bourbon regime, which were the crucial points of the crisis of the Old Order in Spain: the serious financial problems, as a result of the deplorable condition of the Spanish Treasury.

. “A Spanish author, Don José Clemente Carnicero, published in the years 1814 and 1816, the following series of works: ‘Napoleon, the True Don Quixote of Europe’; ‘Principal Events of the Glorious Revolution of Spain’; ‘The Inquisition Rightly Re-established’; it is sufficient to note the titles of these books to understand this one aspect of the Spanish revolution which we meet with in the several manifestoes of the provincial joints, all of them proclaiming the King, their holy religion, and the country, and some even telling the people that ‘their hopes of a better world were at stake, and in very imminent danger.’ However, if the peasantry, the inhabitants of small inland cities, and the numerous army of the mendicants, frocked and unfrocked, all of them deeply imbued with religious and political prejudices, formed the great majority of the national party, it contained on the other hand an active and influential minority which considered the popular rising against the French invasion as the signal given for the political and social regeneration of Spain. This minority was composed of the inhabitants of the seaports, commercial towns, and part of the provincial capitals, where, under the reign of Charles V the material conditions of modern society had developed themselves to a certain degree.” [8]

. “There existed then no central government, and the insurgent towns formed joints of their own, presided over by those of the provincial capitals. These provincial joints constituted, as it were, so many independent governments, each of which set on foot an army of its own. (…) The provincial joints (…) conceded a certain (…) ascendancy to the Supreme Joint of Seville, that city being regarded as the capital of Spain while Madrid was in the hands of the foreigner. (…) Thus a very anarchical kind of federal government was established. (…) The joints were filled with persons chosen on account of their previous station, and very far from being revolutionary leaders. (…) On July 20, 1808, when Joseph Bonaparte entered Madrid, 14,000 French, under Generals Dupont and Vedel, were forced by Castaños to lay down their arms at Bailén, and Joseph a few days afterward had to retire from Madrid to Burgos. (…) The division of power among the provincial joints had saved Spain from the first shock of the French invasion under Napoleon, (…) the French being quite amazed at the discovery that the center of Spanish resistance was nowhere and everywhere.” [9]

The War of Independence implied, although in a temporary way, the embryonic creation of the bourgeois structures of power, being 1812 the decisive year with the Cadiz Cortes:

. “The Cadiz Cortes were the result of the work of the new joint, created before the Central Joint dissolved, in which some members, opposed to the new institution, ordered the creation of a regency, in the absence of the legitimate king, to which they transfer the power.” [10]

Despite the prevalence of members of the absolutist tradition, as were nationalism and religion, the Provincial Joints demonstrated a tendency towards social and political reforms. The privileged class that ruled those joints had a special interest for tax reforms, in order to overcome the economic gap provoked by the Bourbon administration.

Since 1812, the provincial governments tried to perform reforms and changes in the administration. The liberals, inspired by the French revolution, tried to perform the first bourgeois liberal revolution in Spain, to bury the old power structures and write a Constitution–eventually adopted on March 19, 1812 and popularly known as “La Pepa”–to change a large part of the political regime.

Nevertheless, the reforms were suspended most of the times due to the correlation of forces, that was favorable to the absolutists, what would afterwards imply the restoration of the absolutist monarchy and the derogation of the 1812 Constitution. Through the Decree of 4 May, 1814, Ferdinand VII dissolved the Cadiz Cortes and abolished the Magna Carta, cancelling any action from the previous period. A new period started, characterised by absolutism and the repression of the state, which implied a return to the economic values of the Old Order. The restoration of absolutism was not questioned until the military uprising of the general Riego in 1820 that begun the “Liberal Triennium” (1820-1823).

The Liberal Triennium resumed the work done by its predecessors of the Cadiz Cortes, restoring the Constitution created in 1812, and tried to face a common problem for the Spanish Treasure: the public debt left by the Absolulist Six-year term. For the first time, the 1812 Constitution was applied in a domestic peace environment with the legitimate monarch living in the country yet subordinated to liberal power. Of course, Ferdinand VII was a convinced absolutist and would try by all means to preclude the work of liberals in the government.

In the international context, the defeat of Napoleon in 1815 played a very important role, as the Holy Alliance composed by the powers of Prussia, Austria, Russia and France were in charge of watching the interests of the old word and taking action in case of liberal threat in Europe. So, in the Congress of Verona in 1822, the intervention of 7 April, 1823, by the Hundred Thousands Sons of Saint Louis was accorded, overthrowing the liberals without almost any popular resistance and making clear the absolutist stage that was haunting Europe at that time.

Absolutism was ruling Spain for a decade, but Ferdinand VII died in 1833. The king’s death provoked a big turmoil, as he had no male descendant and was forced to abolish the Salic Law before dying in order to allow his daughter Isabel to succeed to the throne. Isabel was just 3 years old, so her mother Maria Cristina started to rule as a regent queen, what would cause an absolutist reaction around Carlos Maria Isidro, Ferdinand VII’s brother. A military struggle started between the partisans of the queen and the Carlists, who were supported by some military factions, the Church and wide segments of the peasantry. The support of peasants reflects the ideological stunting of the labor classes and is a sign of why at that time no real revolutionary popular movement emerged among the subsequent fights for the power.

It can be said that in this war, none of the factions showed a solid capacity, which increased the damages suffered by the civilians and put and end to the role of Spain in Europe, carrying the military influence in the government to the extreme.

Mendizabal appeared as a politician capable of ending this bloody conflict. For it, he needed to increase the military forces by 100.000 men, while reversing the economic ruin. Between 1835 and 1836, several decrees were enacted in order to confiscate the church properties, with the argument that many of the convents and monasteries were abandoned and became refuges for the war, were robbery and prostitution were frequent.

Obviously, the fact that the Church had supported the Carlists had much to do with the big amount of fields and properties that were confiscated. The properties were publicly auctioned, being possible to pay in cash or through domestic debt titles. Although wide, this confiscating process was not enough because of the burden of corruption inside the government. About 4,000 estates from ecclesiastical institutions were sold in a few years. As the division through batches was assigned to municipal committees, these took advantage of their power in order to manipulate and configure big unaffordable batches for small landlords, yet affordable for rich oligarchs. The small farmers were wiped out of the bids and the lands were sold to noblemen and rich urban bourgeois. This caused the creation of a new oppressive class, composed by noble landowner and bourgeois, while the Church excommunicated both the members of the government in charge of the expropriations and those who bought the lands.

This policy was made to ease the debt in the shortest period possible and to create new interests and therefore new and numerous partisans of the liberal institutions. Mendizabal based its government in the new bourgeoisie that was developing around the contracts and businesses with the government–debt titles acquisition, supplies for the troops, buying of properties.

The first half of 19th century in Spain was a permanent struggle between what was old–feudalism– yet not dead, and what was new–capitalism, headed by the liberal bourgeoisie who pretended to impose its political domain according to its hegemony in the economic field–that was about to be imposed.

2.2. How capitalism prevailed in France

The bourgeoisie, while ferociously vilifying the Glorious October Revolution of 1917, does not hesitate to extol and talk in a idyllic way about the French Revolution launched in 1789. This idealized historical event was, notwithstanding, a consequence as well of a previous fight within the so called Third State–social estate of the French feudal society composed by the bourgeoisie, peasantry and the emerging working class.

The 18th century was a period of big ideological struggle between the bourgeoisie and the privileged estates of the feudal society; struggle already started in a lesser degree since the previous century. The struggle between feudalism and capitalism in France was open and clear. In the ideological field, it was expressed in struggle between faith and reason, between idealism and materialism, what led to what was later called “French materialism” or “classical materialism”. The bourgeoisie educated the Third State to gain support to seize political power, to lead a revolution against feudalism and to impose its model, its system. The bourgeoisie already had the hegemony in the economic field and wanted to achieve it in the political one.

This ideological work of the bourgeoisie, together with seasons of bad harvests, made the situation of poverty of popular classes and peasantry increase. The price of basic food rose, which sharpened their misery, along with the financial collapse of the nobility, created the main conditions for a bourgeois revolution to happen. On July, 14, 1789, the French Revolution was triggered and spread all over the Gaulish country with the iconic image of the storming of the Bastilla.

The peasantry and the ruined petite bourgeoisie, together with the proletariat, created new power mediums–National Assembly, revolutionary town halls, people’s army–which pushed the contradictions towards the abolition of the privileges of the nobility and the clergy, putting an end to the stately society. They developed a constitution which result was a bourgeois state shaped in a parliamentary monarchy, with Louis XVI as the executive power, the National Assembly as the legislative power and the courts of justice as “independent” from the mentioned two powers.

Neither the nobility–many members of which emigrated particularly to Prusia–nor the Church, nor, naturally, the monarch, agreed with the constitutional monarchy emanated in 1791–although forced to accept it. Their privileges were abolished and their power was reduced in such a way that they tried by all means to trigger a civil war and drag others feudal states to take action and restore absolutism in France.

The hate of the people towards Louis XVI increased. Most of the people considered him a traitor because of his attempt to escape from France, whereupon he was retained on June 1791 in Varennes-en-Argonne and returned to Paris. This event implied the subsequent Declaration of Pillnitz at the end August 1791. This created a warlike climate between Austria and France, starting the Coalition Wars by the coalitions of absolutist countries against revolutionary France.

The French people radicalized and stormed on 10 August 1792 assaulting the Tuileries Palace–the royal family’s residence– and triggering violent incidents that forced the abolition of the monarchy on 21 September 1792. France went to war against absolutist states and the king Louis XVI was eventually guillotined.

The high bourgeoisie–Girondins–lost in 1793 the leadership of the revolutionary process, which passed into the hands of the mid-sized and petite bourgeoisie and part of the popular classes–Jacobins–, and also to left-wing radical democrats–Cordeliers whose best-known leader was Marat.

During 1793 and 1794, Jacobins intensified the repression against defenders of absolutism, starting with the execution of Louis XVI, which was necessary to lead the way of the bourgeois revolution. In 1793, a new constitution was drafted in which democratic rights of people were deepened and universal male suffrage was conquered.

The high bourgeoisie triggered a campaign of prosecution and oust against the maximum Jacobin leader, Robespierre, in such a way that he was guillotined together with other Jacobin leaders. Thus, the high bourgeoisie conquered the power and drafted another constitution in 1795 that removed male suffrage and restored census suffrage to ensure its domain. The Magna Carta also liquidated the National Assembly and settled a Girondin-led government called Directory.

The Directory was alive for 4 years and was refused and combated by Jacobins and monarchists. It was a period of political instability and economic bankrupt. From one side, in the international level, France waged a war against European monarchies, especially Austria and Great Britain, reproducing the struggle between capitalism and feudalism at the international level. In the domestic front, popular and reactionary monarchic revolts followed each other against the Directory.

Ultimately, the Directory was in war against the monarchies of other countries while waging a civil war within its borders.

The high bourgeoisie had no other outcome but the terror, internal political repression and the war in foreign policy, not hesitating to carry out coups d’états–like on September 4, 1797 –or to cancel elections in several French departments where political opponents were winning. At that time, the high bourgeoisie performed purges and prosecutions against the political opposition while giving more power to the army.

In a very unstable political situation, with a high discredited republic and an increasingly stronger Jacobin opposition, the high bourgeoisie carried out a new coup d’état on November 9, 1799, in partnership with the army: the Coup of 18 Brumaire that brought Napoleon Bonaparte to power. The Consulate replaced the Directory and the executive branch was reduced to 3 consuls in which the First Consul concentrated the power.

Once imposed its dictatorship with Napoleon as the leader, the high bourgeoisie did not hesitate to reconcile with the nobility. The Consulate made a new Constitution in December, 1799 in its image and likeness and started to implement several policies focused on developing a bureaucracy to strengthen the bourgeois State. The public positions were no longer elected officials and started being designated from above. Almost half of the prefectures remained in the hands of the nobility of the Old Order. Besides, the Consulate made concessions to the Church and signed a Concordat in 1802. Such conciliation policy with the former privileged estates–Church and nobility–contrasted the merciless repression of the opposition. All together with the military successes outside France, like the peace with Great Britain, which led Napoleon to be recognized as emperor of France in 1804. France became the Napoleon Empire.

As it can be seen, the revolutionary slogan “Liberté, Égalité, Fraternité” (“liberty, equality, fraternity”) just stayed as a slogan. The development of history maintained the same abuse with a different chief.

With its leader Napoleon as the new “Sun God”, the French Empire needed to satisfy its economic desires by isolating Great Britain, which would inflict a blockade that would strengthen the French bourgeoisie at the expense of weakening the British industry and commerce.

Between 1805 y 1815, France waged a war against most of the European states, from the Iberian peninsula to Russia. Napoleon was finally defeated in Waterloo on 1815 and the monarchy was restored through the Treaty of Paris. Louis XVI’s brother, Louis XVIII, was rehabilitated on the throne. France lost all territorial and ideological conquests achieved by the revolution. Around 75 thousands of officials were purged. In short, the Old Order was back in France and in Europe. The counter-revolution or, as the historians say, the Restoration, succeeded.

After Louis XVIII’s death, the French throne was occupied by his brother Charles X on 1824. This one was more reactionary than his predecessor who, in some aspects, tried to conciliate with the bourgeoisie. The absolutist policy performed by Charles X, based on an open confrontation with the bourgeoisie, the working classes and the revolutionary values, was always led to serving the interests of the nobility, of exiled noblemen who were eventually compensated, and of the Church. The upper estates of the Old Order saw their privileges restored at the expense of the ordinary folk.

The progressive development of the agriculture and the industry in France produced a society in conflict. The despotic conception of Charles X led him to manipulate elections, cut freedoms and politically outlaw the bourgeoisie. Through the July Ordinances, the domestic conditions for the Revolution of 1830 were created.

Charles X’s reign made people’s life conditions worse. The inhabitants of Paris went to the street on July the 27th, 28th and 29th to protest against the king Charles X’s policies. Among the bourgeoisie, as well as in the 1789 Revolution, there were two trends: the radical one, which demanded the establishment of the Republic, and the high bourgeoisie one, which aspired to impose capitalism in the British way, that is, through the imposition of a constitutional monarchy where the bourgeoisie would have the real power, as it was already the hegemonic class in the economic domain. This last trend was eventually imposed and Charles X had to flee to England and abdicate. The high bourgeoisie established a liberal monarchy and gave the throne to Louis Philippe d’Orleans, who became the king Louis Philippe I of France.

. “It was not the French bourgeoisie that ruled under Louis Philippe, but one faction of it: bankers, stock-exchange kings, railway kings, owners of coal and iron mines and forests, a part of the landed proprietors associated with them–the so-called financial aristocracy. It sat on the throne, it dictated laws in the Chambers, it distributed public offices, from cabinet portfolios to tobacco bureau posts.

. The industrial bourgeoisie proper formed part of the official opposition, that is, it was represented only as a minority in the Chambers. Its opposition was expressed all the more resolutely the more unalloyed the autocracy of the finance aristocracy became, and the more it imagined that its domination over the working class was insured after the revolts of 1832, 1834, and 1839, which had been drowned in blood. (…) The petty bourgeoisie of all gradations, and the peasantry also, were completely excluded from political power. Finally, in the official opposition or entirely outside the pays légal [electorate], there were the ideological representatives and spokesmen of the above classes, their savants, lawyers, doctors, etc., in a word, their so-called men of talent.” [11]

The monarchy of Louis Philippe emerged from the revolution of 1830 “was dependent from the beginning on the big bourgeoisie, and its dependence on the big bourgeoisie was the inexhaustible source of increasing financial straits. (…) The faction of the bourgeoisie that ruled and legislated through the Chambers had a direct interest in the indebtedness of the state. The state deficit was really the main object of its speculation and the chief source of its enrichment. At the end of each year a new deficit. After the lapse of four or five years a new loan. And every new loan offered new opportunities to the finance aristocracy for defrauding the state, which was kept artificially on the verge of bankruptcy–it had to negotiate with the bankers under the most unfavorable conditions. Each new loan gave a further opportunity, that of plundering the public which invested its capital in state bonds by means of stock-exchange manipulations, the secrets of which the government and the majority in the Chambers were privy to.” [12]

Besides the general corruption, “the potato blight and the crop failures of 1845 and 1846 (…) called forth bloody conflicts in France as well as on the rest of the Continent.” [13] Moreover, “a general commercial and industrial crisis in England already heralded in the autumn of 1845 by the wholesale reverses of the speculators in railway shares.” [14]

This led to the following:

. “The devastation of trade and industry caused by the economic epidemic made the autocracy of the finance aristocracy still more unbearable. Throughout the whole of France the bourgeois opposition agitated at banquets for an electoral reform which should win for it the majority in the Chambers and overthrow the Ministry of the Bourse. In Paris the industrial crisis had, moreover, the particular result of throwing a multitude of manufacturers and big traders, who under the existing circumstances could no longer do any business in the foreign market, onto the home market. They set up large establishments, the competition of which ruined the small épiciers (grocers) and boutiquiers (shopkeepers) en masse. Hence the innumerable bankruptcies among this section of the Paris bourgeoisie, and hence their revolutionary action in February. It is well known how Guizot and the Chambers answered the reform proposals with an unambiguous challenge, how Louis Philippe too late resolved on a ministry led by Barrot, how things went as far as hand-to-hand fighting between the people and the army, how the army was disarmed by the passive conduct of the National Guard, how the July Monarchy had to give way to a provisional government.

. The Provisional Government which emerged from the February barricades necessarily mirrored in its composition the different parties which shared in the victory. It could not be anything but a compromise between the different classes which together had overturned the July throne, but whose interests were mutually antagonistic. The great majority of its members consisted of representatives of the bourgeoisie. The republican petty bourgeoisie was represented by Ledru-Rollin and Flocon, the republican bourgeoisie by the people from the National, the dynastic opposition by Crémieux, Dupont de l’Eure, etc. The working class had only two representatives, Louis Blanc and Albert. Finally, Lamartine in the Provisional Government; this was at first no real interest, no definite class; this was the February Revolution itself, the common uprising with its illusions, its poetry, its visionary content, and its phrases. For the rest, the spokesman of the February Revolution, by his position and his views, belonged to the bourgeoisie.

. If Paris, as a result of political centralization, rules France, the workers, in moments of revolutionary earthquakes, rule Paris. (…) The bourgeoisie allows the proletariat only one usurpation–that of fighting. Up to noon of February 25 the republic had not yet been proclaimed; on the other hand, all the ministries had already been divided among the bourgeois elements of the Provisional Government and among the generals, bankers, and lawyers of the National. But the workers were determined this time not to put up with any bamboozlement like that of July, 1830. They were ready to take up the fight anew and to get a republic by force of arms.” [15]

In that way, the Second French Republic was proclaimed.

. “Even the memory of the limited alms and motives which drove the bourgeoisie into the February Revolution was extinguished by the proclamation of the republic on the basis of universal suffrage. Instead of only a few factions of the bourgeoisie, all classes of French society were suddenly hurled into the orbit of political power, forced to leave the boxes, the stalls, and the gallery and to act in person upon the revolutionary stage! With the constitutional monarchy vanished also the semblance of a state power independently confronting bourgeois society, as well as the whole series of subordinate struggles which this semblance of power called forth!

. By dictating the republic to the Provisional Government, and through the Provisional Government to the whole of France, the proletariat immediately stepped into the foreground as an independent party, but at the same time challenged the whole of bourgeois France to enter the lists against it. What it won was the terrain for the fight for its revolutionary emancipation, but by no means this emancipation itself.

. The first thing the February Republic had to do was, rather, to complete the rule of the bourgeoisie by allowing, besides the finance aristocracy, all the propertied classes to enter the orbit of political power.” [16]

. “The February Revolution was a surprise attack, a seizing of the old society unaware, and the people proclaimed this unexpected stroke a deed of world importance, ushering in a new epoch. On December 2 the February Revolution is conjured away as a cardsharp’s trick, and what seems overthrown is no longer the monarchy but the liberal concessions that had been wrung from it through centuries of struggle. Instead of society having conquered a new content for itself, it seems that the state has only returned to its oldest form, to a shamelessly simple rule by the sword and the monk’s cowl. This is the answer to the coup de main (unexpected stroke) of February, 1848, given by the coup de tête (rash act) of December, 1851. Easy come, easy go. Meantime, the interval did not pass unused. During 1848-51 French society, by an abbreviated revolutionary method, caught up with the studies and experiences which in a regular, so to speak, textbook course of development would have preceded the February Revolution, if the latter were to be more than a mere ruffling of the surface. Society seems now to have retreated to behind its starting point; in truth, it has first to create for itself the revolutionary point of departure–the situation, the relations, the conditions under which alone modern revolution becomes serious.” [17]

As it can be seen, the last decade of the 18th century and the first half of the 19th century in France was a constant struggle between what was old yet not dead, and what was new and yet to be imposed. The bourgeoisie attempted to bury absolutism in the last decade of the 18th century, but absolutism was imposed back again in 1815 and maintained itself during 3 more decades. The revolutionary republican bourgeoisie at that time intended to liquidate the monarchy on 1792, but the monarchy was reestablished from 1815 to 1848.

Every revolutionary experience show us that, even if what is old recovers and temporarily prevails again over what is new, this step backwards is done in a more precarious way as the content and the essence of the new order stays in the memory of people. And every revolutionary onslaught of what is new forces what is old to denature into its eventual definitive burial. The class struggle is the engine of history and the development of history is the permanent struggle between what is new–the aspiration of the revolutionary class–and what is old–the defence of the system that sustains the privileges of the reactionary class.

3. The proletariat and the bourgeois revolutions of the first half of the 19th century

In the first bourgeois revolutions, the proletariat fought together with the bourgeoisie in order to eradicate absolutism.

. “At this time, however, the capitalist mode of production, and with it the antagonism between the bourgeoisie and the proletariat, was still very incompletely developed. Modern Industry, which had just arisen in England, was still unknown in France. But Modern Industry develops, on the one hand, the conflicts which make absolutely necessary a revolution in the mode of production, and the doing away with its capitalistic character–conflicts not only between the classes begotten of it, but also between the very productive forces and the forms of exchange created by it. And, on the other hand, it develops, in these very gigantic productive forces, the means of ending these conflicts. If, therefore, about the year 1800, the conflicts arising from the new social order were only just beginning to take shape, this holds still more fully as to the means of ending them. The’have-nothing’ masses of Paris, during the Reign of Terror, were able for a moment to gain the mastery, and thus to lead the bourgeois revolution to victory in spite of the bourgeoisie themselves. But, in doing so, they only proved how impossible it was for their domination to last under the conditions then obtaining. The proletariat, which then for the first time evolved itself from these «have-nothing» masses as the nucleus of a new class, as yet quite incapable of independent political action, appeared as an oppressed, suffering order, to whom, in its incapacity to help itself, help could, at best, be brought in from without or down from above.” [18]

. “The revolutions in the era of crisis of feudalism and the ascensional development of capitalism were led by the urban bourgeoisie, that succeeded some times through a deal with the feudal lords and other times sustained a struggle til the end, til the definitive overthrow of the last ones. The army fighting in these revolutions were composed by peasants and the people of cities. Consequently, after rising its peak the revolution exceeded a lot the aims of the bourgeoisie.” [19]

We have seen in the second point of this thesis how capitalism was imposed in Spain and France. In both cases, the bourgeoisie led the struggle but those who finalized it were the peasantry and the incipient proletariat.

The main and essential goal of the bourgeois revolution is to “shape the political superstructure with the kind of capitalist economy born from the insides of feudalism and to ensure the needed conditions for its free performance.” [20]

The period of Terror of the French revolution, between 1793 and 1794, was one of those moments where the revolution reached a peak that surpassed the intentions of the bourgeoisie. In fact, it was a faction of the richest bourgeois who, acting in a reactionary and counter-revolutionary way, did not hesitate in liquidating the leader of the Jacobins in order to rectify the revolution towards the direction of their interests: the establishment of a superstructure–society, State, culture, etc.–in accordance with a capitalist system of production. For it to be done, these reactionary factions of the bourgeoisie did not hesitate to fall into corruption and despotism, and to conciliate with the nobility and the clergy.

On July, 1830, the people put again an end to Charles X’s absolutism. Although the proletariat and the most revolutionary layers of the bourgeoisie–its lower layers–were partisans of the republic, the rich bourgeoisie and the bankers imposed their monarchy with Louis Philippe d’Orleans. Louis Philippe I was a puppet king that allowed the high bourgeoisie to live off the fat of the land by the way of pillage, speculation and corruption. However, the revolutionary experience of 1839 was essential in 1848 for the proletariat to gain more firmness and consistence in the struggle. It was necessary to break the order of the putrid bourgeois monarchy and to subsequently establish the Second French Republic.

. “The bourgeois monarchy of Louis Philippe can be followed only by a bourgeois republic; that is to say, whereas a limited section of the bourgeoisie ruled in the name of the king, the whole of the bourgeoisie will now rule in the name of the people. The demands of the Paris proletariat are utopian nonsense, to which an end must be put. To this declaration of the Constituent National Assembly the Paris proletariat replied with the June insurrection, the most colossal event in the history of European civil wars. The bourgeois republic triumphed. On its side stood the aristocracy of finance, the industrial bourgeoisie, the middle class, the petty bourgeois, the army, the lumpen proletariat organized as the Mobile Guard, the intellectual lights, the clergy, and the rural population. On the side of the Paris proletariat stood none but itself. More than three thousand insurgents were butchered after the victory, and fifteen thousand were deported without trial.” [21]

The revolution of 1848 and the defeat of the French proletariat in the insurgence of June 1849 “had prepared, had leveled the ground on which the bourgeois republic could be founded and built, but it had shown at the same time that in Europe the questions at issue are other than that of ‘republic or monarchy.’ It had revealed that here ‘bourgeois republic’ signifies the unlimited despotism of one class over other classes. It had proved that in countries with an old civilization, with a developed formation of classes, with modern conditions of production, and with an intellectual consciousness in which all traditional ideas have been dissolved by the work of centuries, the republic signifies in general only the political form of revolution of bourgeois society and not its conservative form of life.” [22]

The proletariat and its struggle, its defeated exigence of establishing a social republic, not only aged the bourgeoisie, but put it in a new place: in the place of what is old and yet to be buried and overcomed. The bourgeoisie, yesteryear revolutionary, has been set as the reactionary class, as murderer of its own slogans, of the thoughts and ideas it pretended to embody.

The proletariat has entered a point where “every demand of the simplest bourgeois financial reform, of the most ordinary liberalism, of the most formal republicanism, of the most shallow democracy, is simultaneously castigated as an ‘attempt on society’ and stigmatized as ‘socialism.’”[23]

. “The constitution, the National Assembly, (…) liberté, egalité, fraternité, and the second Sunday in May, 1852–all have vanished like a phantasmagoria. (…) Universal suffrage seems to have survived only for the moment, so that with its own hand it may make its last will and testament before the eyes of all the world and declare in the name of the people itself: ‘All that exists deserves to perish.’” [24]

The proletariat’s own struggle pushed it to the ring of history as the new revolutionary class and, therefore, has the historical mission of fighting for its class liberation. For that, it should start acquiring its weapons in order to be able to perform its emancipation in a revolutionary way.

4. The Paris Commune

In the 19th century, especially since 1848, the struggle of the working class increased with a more and more important involvement of the proletariat, which politically woke up, as a consequence of the development of capitalism. In this historical context, the need of the political organization of the proletariat, together with the development of the trade-union movement, was deployed in such a way that workers organizations, ideologically heterogeneous, emerged and created the conditions for the rise of the First International.

. “The First International (1864-1872) laid the foundation of the international organization of the workers in order to prepare for their revolutionary onslaught on capital.” [25]

We have seen how in France the bourgeoisie claimed to revolt against the tyranny of absolutism and how its revolution pretended to free humanity from it, spreading freedom, equality and fraternity to the world, and redeeming all the classes deprived from the privileges of the nobility and the clergy. The same class that pretended to impose the “State of Reason”–its class reason–imposed its own exploitative and corrupt absolutism just after seizing power, becoming a reactionary class, and the first enemy of what it pretended to perform.

. “Louis Bonaparte took the political power from the capitalists under the pretext of protecting them, the bourgeoisie, from the workers, and on the other hand the workers from them; but in return his rule encouraged speculation and industrial activity–in a word the rise and enrichment of the whole bourgeoisie to an extent hitherto unknown. To an even greater extent, it is true, corruption and mass robbery developed, clustering around the imperial court, and drawing their heavy percentages from this enrichment.”

. “But the Second Empire was the appeal to the French chauvinism, the demand for the restoration of the frontiers of the First Empire, which had been lost in 1814, or at least those of the First Republic. A French empire within the frontiers of the old monarchy and, in fact, within the even more amputated frontiers of 1815–such a thing was impossible for any long duration of time. Hence the necessity for brief wars and extension of frontiers.”

. “Given the Second Empire, the demand for the restoration to France of the left bank of the Rhine, either all at once or piecemeal, was merely a question of time. The time came with the Austro-Prussian War of 1866; cheated of the anticipated ‘territorial compensation’ by Bismarck, and by his own over-cunning, hesitating policy, there was now nothing left for Napoleon but war, which broke out in 1870 and drove him first to Sedan, and then to Wilhelmshohe (prison).”

. “The inevitable result was the Paris Revolution of September 4, 1870. The empire collapsed like a house of cards, and the republic was again proclaimed. But the enemy was standing at the gates (of Paris); the armies of the empire were either hopelessly beleaguered in Metz or held captive in Germany. In this emergency the people allowed the Paris Deputies to the former legislative body to constitute themselves into a ‘Government of National Defence.’ This was the more readily conceded, since, for the purpose of defence, all Parisians capable of bearing arms had enrolled in the National Guard and were armed, so that now the workers constituted a great majority. But almost at once the antagonism between the almost completely bourgeois government and the armed proletariat broke into open conflict. On October 31, workers’ battalions stormed the town hall, and captured some members of the government. Treachery, the government’s direct breach of its undertakings, and the interventions of some petty-bourgeois battalions set them free again, and in order not to occasion the outbreak of civil war inside a city which was already beleaguered by a foreign power, the former government was left in office.”

. “At last on January 28, 1871, Paris, almost starving, capitulated but with honors unprecedented in the history of war.” [26]

. “During the war the Paris workers had confined themselves to demanding the vigorous prosecution of the fight. But now, when peace had come after the capitulation of Paris, now, Thiers, the new head of government, was compelled to realize that the supremacy of the propertied classes–large landowners and capitalists–was in constant danger so long as the workers of Paris had arms in their hands. His first action was to attempt to disarm them. On March 18, he sent troops of the line with orders to rob the National Guard of the artillery belonging to it, which had been constructed during the siege of Paris and had been paid for by public subscription. The attempt failed; Paris mobilized as one man in defence of the guns, and war between Paris and the French government sitting at Versailles was declared. On March 26 the Paris Commune was elected and on March 28 it was proclaimed. The Central Committee of the National Guard, which up to then had carried on the government, handed in its resignation to the National Guard.

. (…) On March 30 the Commune abolished conscription and the standing army, and declared that the National Guard, in which all citizens capable of bearing arms were to be enrolled, was to be the sole armed force. It remitted all payments of rent for dwelling houses from October 1870 until April, the amounts already paid to be reckoned to a future rental period, and stopped all sales of articles pledged in the municipal pawnshops. On the same day the foreigners elected to the Commune were confirmed in office, because ‘the flag of the Commune is the flag of the World Republic.’”

. “On April 1 it was decided that the highest salary received by any employee of the Commune, and therefore also by its members themselves, might not exceed 6,000 francs. On the following day the Commune decreed the separation of the Church from the State, and the abolition of all state payments for religious purposes as well as the transformation of all Church property into national property; as a result of which, on April 8, a decree excluding from the schools all religious symbols, pictures, dogmas, prayers–in a word, “all that belongs to the sphere of the individual’s conscience”–was ordered to be excluded from the schools, and this decree was gradually applied. On the 5th, in reply to the shooting, day after day, of the Commune’s fighters captured by the Versailles troops, a decree was issued for imprisonment of hostages, but it was never carried into effect. On the 6th, the guillotine was brought out by the 137th battalion of the National Guard, and publicly burnt, amid great popular rejoicing. On the 12th, the Commune decided that the Victory Column on the Place Vendôme, which had been cast from guns captured by Napoleon after the war of 1809, should be demolished as a symbol of chauvinism and incitement to national hatred. This decree was carried out on May 16. On April 16 the Commune ordered a statistical tabulation of factories which had been closed down by the manufacturers, and the working out of plans for the carrying on of these factories by workers formerly employed in them, who were to be organized in co-operative societies, and also plans for the organization of these co-operatives in one great union. On the 20th the Commune abolished night work for bakers, and also the workers’ registration cards, which since the Second Empire had been run as a monopoly by police nominees–exploiters of the first rank; the issuing of these registration cards was transferred to the mayors of the 20 arrondissements of Paris. On April 30, the Commune ordered the closing of the pawnshops, on the ground that they were a private exploitation of labor, and were in contradiction with the right of the workers to their instruments of labor and to credit. On May 5 it ordered the demolition of the Chapel of Atonement, which had been built in expiation of the execution of Louis XVI.”

. “Thus, from March 18 onwards the class character of the Paris movement, which had previously been pushed into the background by the fight against the foreign invaders, emerged sharply and clearly. As almost without exception, workers, or recognized representatives of the workers, sat in the Commune, its decision bore a decidedly proletarian character. Either they decreed reforms which the republican bourgeoisie had failed to pass solely out of cowardice, but which provided a necessary basis for the free activity of the working class–such as the realization of the principle that in relation to the state, religion is a purely private matter–or they promulgated decrees which were in the direct interests of the working class and to some extent cut deeply into the old order of society. In a beleaguered city, however, it was possible at most to make a start in the realization of all these measures. And from the beginning of May onwards all their energies were taken up by the fight against the ever-growing armies assembled by the Versailles government.” [27]

The Commune not only undressed the cowardice of the bourgeoisie and its condition of reactionary class, but showed it as a real criminal. The bourgeoisie did not hesitate to repress the Commune with unlimited ferocity and cruelty, mercilessly killing helpless women, children and old people. In a few weeks, dozens of thousands of unarmed proletarians were killed.

Also, the experience of the Commune, with its mistakes, was essential in order to enrich the theory of the party, the state and the seizure of power by the revolutionary proletariat. It showed the need of a period of transition, socialism, understood as the early phase of communism, once overthrown the bourgeois regime, in which the proletariat should impose its dictatorship and repress the bourgeoisie through its state until the end of its existence as a class. A period of transition before the definitive extinction of class struggle.

. “In all its proclamations to the French in the provinces, it appealed to them to form a free federation of all French Communes with Paris, a national organization, which for the first time was really to be created by the nation itself. It was precisely the oppressing power of the former centralized government, army, political police and bureaucracy, which Napoleon had created in 1798 and since then had been taken over by every new government as a welcome instrument and used against its opponents, it was precisely this power which was to fall everywhere, just as it had already fallen in Paris.

. From the outset the Commune was compelled to recognize that the working class, once come to power, could not manage with the old state machine; that in order not to lose again its only just conquered supremacy, this working class must, on the one hand, do away with all the old repressive machinery previously used against it itself, and, on the other, safeguard itself against its own deputies and officials, by declaring them all, without exception, subject to recall at any moment.” [28]

Lenin, in his article “In memory of the Commune”, published on 1911, in which he commemorated the 40th anniversary of the Commune, wrote about the factors that prevented the Commune to succeed:

. “Two conditions, at least, are necessary for a victorious social revolution–highly developed productive forces and a proletariat adequately prepared for it. But in 1871 both of these conditions were lacking. French capitalism was still poorly developed, and France was at that time mainly a petty-bourgeois country (artisans, peasants, shopkeepers, etc). On the other hand, there was no workers’ party; the working class had not gone through a long school of struggle and was unprepared, and for the most part did not even clearly visualise its tasks and the methods of fulfilling them. There was no serious political organisation of the proletariat, nor were there strong trade unions and co-operative societies.” [29]

5. The Soviet Union: Did Marxism-Leninism fail? Has scientific socialism failed?

The bourgeoisie, through its means of mass manipulation and propaganda, does not hesitate to reiterate the syllogism that the Soviet Union has failed and that, therefore, socialism is unfeasible. Capitalists want the message “the fall of the Soviet Union verifies the unfeasibility of socialism” to penetrate in the people’s mind. Repeating this dogma again and again in its different means of reproduction of ideology, the bourgeoisie seeks to drill the brains of the proletariat and all those exploited and subdued by imperialism.

However, if we study the last years of the 18th century and the first half of the 19th century in both Spain and France, we can see how capitalism and its different forms of state were established after several failed attempts, where attempts to impose themselves in a revolutionary way over feudalism was followed by defeats and returns to absolutism and feudal relations. If the bourgeoisie would have applied in 1815 the same syllogism that it aims to inoculate today among the working class, we would still live in a stately society emanated from feudal production relations. Today, capitalism, in its rotten and monopolistic phase, can not sustain itself neither in the economic field nor in the political, and proof of this is its bankruptcy and institutional crisis situation.

The bourgeoisie is fully aware that its system is still standing due to the ideological war. That is why capitalists use all the means at their disposal to fight a battle to the death against their gravedigger: the proletariat and its emancipatory science, Marxism-Leninism. The bourgeoisie is a militant anti-communist.

. “Men make their own history, but they do not make it as they please; they do not make it under self-selected circumstances, but under circumstances existing already, given and transmitted from the past. The tradition of all dead generations weighs like a nightmare on the brains of the living.” [30]

Ideological struggle and war are the only weapons left to the bourgeoisie in its sterile mission to curb the wheels of history and perpetuate its expired and rotten socio-economic formation. This is how are settled its anticommunism and its visceral hatred towards the Soviet Union and Marxism-Leninism. Never in history has there been a more rogue and deceitful social class than the bourgeoisie.

Capitalists are aware of the importance of ideological struggle. They bet everything on ideological war. And today, as in the past, the bourgeoisie pours everything into fascism to sustain their outdated and criminal system. Ideological warfare is as fundamental today as yesterday. The French Revolution of 1789 and the successive bourgeois revolutions that followed it would not have been possible without the ideological struggle of the bourgeoisie, which educated the Third State in the need to overcome the absolutist system that favored a few privileged parasites. The bourgeoisie confronted idealism with materialism and raised the consciousness of the plain people to convince of the need to impose a State that concentrated the idea of reason. But the only reason for the bourgeois state’s existence is none other than to be the instrument of the bourgeoisie to oppress and subdue the proletariat, to perpetuate by force the system of domination of the minority class in power over the majority exploited class. The ideological struggle has allowed the bourgeoisie or, specifically, the richest sphere of the bourgeoisie, to deceive for centuries the most backward layers of the proletariat and the peasantry, and has succeeded in having the small and medium bourgeoisie follow its tail behind.

The bourgeoisie fights the ideological war without fear or mercy. They know well that when a revolution triumphs–even if only in one country as a result of the uneven development of nations–its ideas extend beyond its borders. The emancipated class by the revolution extends and permeates their ideals to their class brothers living in other countries, who seek to take the same path. In the previous historical analysis, we have been able to verify that once the bourgeois revolution triumphs in a first country, the bourgeoisies of other territories want to follow in their footsteps, which trains the reaction of all feudal states, which unite and assist the reactionaries of the country where the revolution triumphed in order to suffocate it, to end it and to restore the previous regime, in order to prevent it from spreading throughout the world geography. The revolutionary bourgeoisie proved it in the late 18th and early 19th centuries. And aware of this, the bourgeoisie, now reactionary, attacks the Soviet experience to death precisely because it demonstrates the viability of socialism. Or rather, more than the viability of socialism, its superiority over capitalism. And it is that if socialism and communism are unviable per se, by their very nature, as the capitalists say, if communism and socialism are historical corpses, why are hundreds of millions of dollars spent on fighting them with lies, deceptions and manipulations in an unparalleled war? Because the bourgeoisie is the first to recognize the superiority of socialism and the accuracy of the science of the revolutionary emancipation of the proletariat, Marxism-Leninism. The capitalists cannot refute the theoretical victory of scientific socialism and can only fight it through slander, fallacy and falsification of history. Because the bourgeoisie is fully aware that “what it produces, above all, are its own grave-diggers.”

. “Its fall and the victory of the proletariat are equally inevitable.” [31]

A rigorous historical analysis of the bourgeois revolutions in the stage of decline of feudalism and the rise of upward capitalism shows how the bourgeoisie, once in power, went from being a revolutionary class against feudalism to a reactionary class against socialism. It betrayed its own revolutionary principles and the materialist philosophy that it both championed, to spread philosophical idealism and religion it once fought, in order to ideologically set back the proletariat and delay its revolution.

We have seen how the Revolution of 1848 in France showed that the revolutionary processes that followed after it, in places where the bourgeoisie already held power, could only be directed by the proletariat, turned into a revolutionary class, which demanded deeper and more radical measures.

In a letter sent to Nikolai Frantsevich Danielson on October 17, 1893, Engels pointed out that “the present capitalistic phase of development in Russia appears an unavoidable consequence of the historical conditions as created by the Crimean War, the way in which the change of 1861 in agrarian conditions was accomplished, and the political stagnation in Europe generally.

. (…) Whereas in Russia we have a groundwork of a primitive communistic character, a precivilisation Gentilgesellschaft, crumbling to ruins, it is true, but still serving as the groundwork, the material upon which the capitalistic revolution (for it is a real social revolution) acts and operates. In America, Geldwirtschaft has been fully established for more than a century in Russia Naturalwirtschaft was all but exclusively the rule. Therefore it stands to reason that the change, in Russia, must be far more violent, far more incisive, and accompanied by immensely greater sufferings than it can be in America. (…) No doubt the passage from primitive agrarian communism to capitalistic industrialism cannot take place without terrible dislocation of society, without the disappearance of whole classes and their transformation into other classes; and what enormous suffering, and waste of human lives and productive forces that necessarily implies, we have seen–on a smaller scale–in Western Europe.” [32]

About five years later, Lenin described what the class nature of the Czar’s state was and analyzed the situation of the Russian proletariat and its fundamental political goal.

. “In Russia, not only the workers, but all citizens are deprived of political rights. Russia is an absolute and unlimited monarchy. The tsar alone promulgates laws, appoints officials and controls them. For this reason, it seems as though in Russia the tsar and the tsarist government are independent of all classes and accord equal treatment to all. But in reality all officials are chosen exclusively from the proper tied class and all are subject to the influence of the big capitalists, who make the ministers dance to their tune and who achieve whatever they want. The Russian working class is burdened by a double yoke; it is robbed and plundered by the capitalists and the landlords, and to prevent it from fighting them, the police bind it hand and foot, gag it, and every attempt to defend the rights of the people is persecuted. Every strike against a capitalist results in the military and police being let loose on the workers. Every economic struggle necessarily becomes a political struggle, and Social-Democracy must indissolubly combine the one with the other into a single class struggle of the proletariat. The first and chief aim of such a struggle must be the conquest of political rights, the conquest of political liberty.” [33]

At the end of the 19th century, Russia was a backward country compared to the United States and the capitalist powers of Western Europe. It was ruled by an absolutist state headed by a tsar who served the highest layer of the bourgeoisie, while applying a merciless repression against workers and peasants. In Russia, as in other countries, the bourgeoisie was enthroned in power by way of corruption and gentrification of the privileged layers of the state society with which it traded many times to phagocyte them.

The war against Japan in 1904 exacerbated the contradictions of Russian society and generated great discontent between the popular classes and the Army, which fought against the Japanese in very poor conditions. The tsarist repression against the people was brutal, as evidenced by the Bloody Sunday (1905), where hundreds of people who peacefully demonstrated in front of the Winter Palace to deliver a series of claims to the Tsar were shot. This episode was the trigger of the failed Revolution of 1905, in which riots of the Army took place and where the proletariat developed organizations such as unions and soviets (councils or communal assemblies) of workers’ deputies, which were outlawed in 1906.

The reactionary forces were imposed after the failed revolution of 1905-1907. The Tsar accentuated his repressive regime, doing whatever he wanted in his custom made puppet Duma. Tsar’s policies proved Lenin was right in his critique of Mensheviks and liberals, which argued that the monarchy, with Duma or parliamentary monarchy, was a “decisive victory of the revolution over tsarism” as it meant, according to them, the “end of absolutism.” In his critique, Lenin pointed out that “so long as power remained in the hands of the tsar, all decisions passed by any representatives whatsoever would remain empty and miserable prattle, as was the case with the ‘decisions’ of the Frankfurt Parliament, famous in the history of the German Revolution of 1848.”

. “In his Neue Rheinische Zeitung, Marx, the representative of the revolutionary proletariat, castigated the Frankfurt liberal Osvobozhdentsi with merciless sarcasm precisely because they uttered fine words, adopted all sorts of democratic ‘decisions,’ ‘constituted’ all kinds of liberties, while actually they left power in the hands of the king and failed to organise an armed struggle against the military forces at the disposal of the king. And while the Frankfurt Osvobozbdentsi were prattling–the king bided his time, consolidated his military forces, and the counterrevolution, relying on real force, utterly routed the democrats with all their fine ‘decisions.’” [34]

But this triumph of Tsarism was a temporary triumph, since the need to make political and economic changes in the magnitude required by historical development persisted. It was urgent to end the vestiges of the servitude regime and break with the dependence of foreign imperialism, which hindered the development of the productive forces. The capitalism developed in Russia was implanted late in the early 20th century. The number of large factories increased and monopoly associations appeared, with the Russian economy being under the dominance of international imperialism. The Belgian, British, French and German capitals owned the most important branches of production. Likewise, the tsar’s despotic and repressive policy made the feeling of hatred towards the tyrant grow among the people. To this is added the First World War, the inter-imperialist war that began in 1914 that exacerbated class contradictions and further impoverished the living conditions of the proletariat and the peasantry. All this, while the monopolies and the kulaks (landowners) were enriched. This series of events matured the conditions for a revolution that sought to establish a bourgeois republic and resolve the land issue with the liquidation of landownership in the countryside.

The decay of the Tsarist regime triggered a general strike in Petrograd at the end of February 1917 that extended to other Russian cities and was supported by a large part of the Army. This event forced Tsar Nicholas II to abdicate. A government headed by Prince Georgi Lvov and composed of esers and liberals was established in Russia.

The bourgeoisie considered that they had the soviets under control by integrating the esers into the Government. However, the interests of the bourgeoisie were to continue participating in the First World War, which greatly ballasted the living conditions of the Russian people. The growing dispute between the different factions of the bourgeoisie and the rejection of the people to war and to economic and agrarian policies caused the demonstrations and strikes to take on increasing importance. Thus, in the soviets a double power de facto developed: government and organized people in the most important cities. In this scenario, an exceptional leader such as Lenin launched the “April Theses”, where he not only made an exact reading of the revolutionary dialectic in Russia since the failed revolution of 1905-1907, of the different quantitative and qualitative leaps that occurred in that period, but also defined precisely the tasks to be carried out by the proletariat and its vanguard party in the revolutionary process that lasted from February to October 1917. The historical experience of the Paris Commune and the wrestling of the struggle of classes, added to the knowledge acquired after the creation of the power organs of the soviets, led Lenin to the conclusion that, once the autocracy was overthrown and the bourgeois revolution was completed with the establishment of a bourgeois democracy, it corresponded to the proletariat and the peasantry, under the revolutionary leadership of the Party, to take the next step and grab power. The formula that Lenin contributed to end the duality of power and to trace the political form that should take the process of transition from capitalism to socialism was the following:

. “Not a parliamentary republic–to return to a parliamentary republic from the Soviets of Workers’ Deputies would be a retrograde step–but a republic of Soviets of Workers’, Agricultural Labourers’ and Peasants’ Deputies throughout the country, from top to bottom. (…) Abolition of the police, the army and the bureaucracy. (…) The weight of emphasis in the agrarian programme to be shifted to the Soviets of Agricultural Labourers’ Deputies. (…) Confiscation of all landed estates. (…) Nationalisation of all lands in the country, the land to be disposed of by the local Soviets of Agricultural Labourers’ and Peasants’ Deputies. (…) The immediate union of all banks in the country into a single national bank, and the institution of control over it by the Soviet of Workers’ Deputies.” [35]

No wonder the bourgeoisie rages Lenin. He was an exceptional, cunning and intelligent leader who dominated the revolutionary experiences of the proletariat throughout its history and who knew how to read the Russian revolutionary process. Lenin knew how to print the right direction to the proletariat and the peasantry so that, for the first time in history, they would overthrow the bourgeoisie and take power. Kadets (liberals), Socialists-Revolutionaries (esers), Trudoviks (petty bourgeois) and Mensheviks advocated nationalism and patriotism to keep Russia in the First World War. And in the Russian Civil War (1917-1923) that took place after the October Revolution, the defenders of the bourgeois republic did not hesitate to ally with the imperialists–Britain, Japan, China, France, United States, Germany, Greece, Serbia, etc.–who intervened in Russia to defeat the proletariat and the Russian peasantry led by the Bolsheviks and prevent the republic of the Soviets, the later Soviet Union, from being founded.

The socialist revolution of October 1917 was the response of the proletariat, the peasantry and the Russian soldiers, led by Lenin’s party, to the imperialist war and to the criminal bourgeoisie who plunged the russian popular classes into starving hunger, misery and death. The subsequent civil war was the response of imperialism in alliance with the Russian bourgeoisie and its opportunistic creations. It was “the bourgeoisie’s resistance to the transfer of the land to the peasants without compensation, to similar reforms in other realms of life, to a just peace and a break with imperialism.” [36] In short, the Russian Civil War was the intransigence of the bourgeoisie to leave power in the hands of the soviets of workers, peasants and soldiers; it was the response of the monopolist bourgeoisie of the imperialist powers and their refusal to allow Russia to break away from imperialism; it was the attempt to abort a socialist revolution that could potentially spread between the proletariat of other nations and states and open the way to the world socialist revolution.

However, and despite the heroic struggle of the proletariat and the Russian peasantry in the civil war, the development of the revolution revealed a multitude of pitfalls. Difficulties resulting not only from the reaction of the imperialists, the bourgeoisie and the opportunists, but also from the involvement of the proletariat and the peasantry in the construction of socialism. Because of the lack of preparation of the Russian working class to develop the administration of the state and companies, and because of their insufficient degree of conscience in regard with what was required to develop socialism as Lenin had conceived.

. “We have now passed through two years of unprecedented and incredible difficulties, two years of famine, privation, and distress, accompanied by the unprecedented victories of the Red Army over the hordes of international capitalist reaction. (…) During these two years we have acquired some experience in organisation on the basis of socialism. That is why we can, and should, get right down to the problem of communist labour, or rather, it would be more correct to say, not communist, but socialist labour; for we are dealing not with the higher, but the lower, the primary stage of development of the new social system that is growing out of capitalism.

. (…) Communist labour in the narrower and stricter sense of the term is labour performed gratis for the benefit of society, labour performed not as a definite duty, not for the purpose of obtaining a right to certain products, not according to previously established and legally fixed quotas, but voluntary labour, irrespective of quotas; it is labour performed without expectation of reward, without reward as a condition, labour performed because it has become a habit to work for the common good, and because of a conscious realisation (that has become a habit) of the necessity of working for the common good—labour as the requirement of a healthy organism. (…) It must be clear to everybody that we, i.e., our society, our social system, are still a very long way from the application of this form of labour on a broad, really mass scale. (…) It will take many years, decades, to create a new labour discipline, new forms of social ties between people, and new forms and methods of drawing people into labour.” [37]

The pitfalls that appeared with the advance of the revolution were also due to a low development of the productive forces and technology.

. “There is no other way for us to raise our technology to the modern level. (…) On February 1, 1921, the Council of People’s Commissars decided to purchase 18,500,000 poods of coal abroad, for our fuel crisis was already in evidence. It had already become clear by then that we would have to expend our gold reserves not only on the purchase of machinery. In the latter case, our coal output would have increased, for we would have boosted our production if, instead of coal, we had bought machines abroad to develop our coal industry, but the crisis was so acute that we had to opt for the worse economic step and spend our money on the coal we could have produced at home. We shall have to make further compromises to buy consumer goods for the peasants and workers.” [38]

Faced with this situation of a low development of the productive forces, the effects on the economy of the civil war, the imperialist war, the famine, the existence in Russia of various types of social economy–patriarchal peasant economy, small commercial production, private capitalism, state capitalism, socialism–motivated the 10th Congress of the Russian Communist Party (Bolsheviks) to resolve, in March 1921, to implement the New Economic Policy (NEP) in order to stimulate the economy of the soviet republic in the short term. With the NEP, Russia opened doors to capitalist relations of production: tax in kind for the peasants, loosening of control over companies, concessions to the bourgeoisie and creation of mixed companies to allow foreign capital to enter. This opening to capitalism implied a strengthening of the bourgeoisie, landowners (kulaks) and imperialism. Every concession made to capitalism entails a strengthening of the bourgeoisie.

The NEP was an out of the ordinary and exceptional measure, yet necessary: it fits in a specific moment in Russian history, due to the soviet republic’s conjuncture at that time, and is part of the toll that the socialist revolution had to pay to sustain itself as a consequence of the insufficient degree of instruction of the proletariat and peasantry to manage production.

. “State capitalism would be a gigantic step forward even if we paid more than we are paying at present (…), because it is worth paying for ‘tuition’, because it is useful for the workers, because victory over disorder, economic ruin and laxity is the most important thing, because the continuation of the anarchy of small ownership is the greatest, the most serious danger, and it will certainly be our ruin (unless we overcome it), whereas not only will the payment of a heavier tribute to state capitalism not ruin us, it will lead us to socialism by the surest road. When the working class has learned how to defend the state system against the anarchy of small ownership, when it has learned to organise large-scale production on a national scale along state-capitalist lines, it will hold, if I may use the expression, all the trump cards, and the consolidation of socialism will be assured.” [39]

No doubt the opportunists supported the NEP, the new economic policy that, according to the opportunists of yesterday and today, opened an intermediate stage between imperialism and socialism, which would be what they called state capitalism.

The development of the NEP caused the strengthening the bourgeoisie, landowners, imperialists, merchants and speculators. As Marxism teaches, changes in the economic structure also have their reflection in the ideological superstructure. Changes occur both in society and within the Party, which degenerates ideologically and where fractions appear as a result of the existence of bourgeois ideology hidden behind the mask of opportunism.

After Lenin’s death, the leader who knew how to decipher the formula for erecting the first socialist state in history was Joseph Stalin. He found that the degree of preparation and awareness of the proletariat and the poor peasantry was not high enough to direct production and administration. Stalin read reality with dialectics, stripped the bourgeoisie of power and launched the dictatorship of the proletariat. If the attacks of the bourgeoisie against Lenin are fierce today, these are even more untamed against Stalin. But it is logical that the bourgeoisie vilify Lenin and Stalin to exhaustion and pour all kinds of deception against these two leaders of Marxism. Lenin updated Marxism at the time of monopoly capitalism and enriched science with the revolutionary instrument of the proletariat, the Party, essential not only to strip the bourgeoisie of power and raise the proletariat, but also to build socialism. And Stalin was the architect of the Soviet Union, who built the socialist state, which showed the immense superiority of socialism over capitalism, which freed Europe from fascism and put the capitalist system and the bourgeoisie at the most critical moment of its history. The life of capitalism and the privileges of the bourgeoisie have never been as threatened and as close to passing history as they were with Stalin. It is not surprising that the bourgeoisie of all around the world still invests millions of dollars in spreading propaganda, manipulating history and demonizing these two communists leaders.

Stalin had Lenin’s formula for the construction of socialism engraved in his mind:

. “Communism is Soviet power plus the electrification of the whole country. Otherwise the country will remain a small-peasant country, and we must clearly realize that. We are weaker than capitalism, not only on the world scale, but also within the country. That is common knowledge. We have realized it, and we shall see to it that the economic basis is transformed from a small-peasant basis into a large-scale industrial basis. Only when the country has been electrified, and industry, agriculture and transport have been placed on the technical basis of modern large-scale industry, only then shall we be fully victorious.” [40]

Stalin had clear that in order to carry out socialist industrialization, it was necessary to collectivize the land and to develop the socialist agricultural production. Therefore, it was essential to terminate the NEP and start the socialist planning of the economy: the five-year plans.

. “We must not take a fragment of what Lenin said or wrote; we must take the whole. Lenin formulated three slogans concerning the relationship to the peasantry: one at the time of the bourgeois revolution; another at the time of the October revolution; and a third after the consolidation of the Soviet power.

. (…) Turning from theory to practice, we find that, now that the October revolution has done its work, now that the great landowners have been driven out and the land has been parcelled among the peasants, Russia (as Lenin said) has been transformed more or less completely into a land of middle peasants. We see that, notwithstanding the process of differentiation which has been going on, the middle peasants now form the majority in the rural areas. (…) Of course a process of differentiation has been going on. Nothing else could be expected at the present time, under the NEP. But this process is going on very slowly. I recently read some directives which were supposed to have been issued by the Agitprop Department of the Leningrad Organisation of the Party. We are told that in tsarist days 60 per cent of the peasants were poor peasants; and that now 75 per cent are poor peasants. We are told that in tsarist days 5 per cent of the peasants were rich peasants, or kulaks; and that now 8 or even 12 per cent are kulaks. We are told that in tsarist days there were so-and-so many middle peasants; and that now there are fewer. I do not want to use strong language, but any rate you must allow me to say that such figures are worse than a counter-revolution.

. (…) As one of the members of the Central Committee, of course I share the responsibility for this incredible piece of stupidity! If in tsarist days, when the governmental policy was one of cultivating the development of kulaks, when there still existed private property in land and the free sale of land was permitted (circumstances which greatly promoted differentiation among the peasants), when the government did its utmost to promote differentiation, if then, nevertheless, there were 60 per cent of poor peasants, how could it happen that under our proletarian government, when there is no private property in land, when the land can no longer be bought and sold, and when therefore there exists a definite obstacle to differentiation, when for two years there was a policy of trying to extirpate the kulaks root and branch (a policy which has not everywhere been completely abandoned), when the policy pursued by our credit institutions and by the cooperatives has been unfavourable to differentiation–how could it possibly happen that differentiation has gone further to-day, so that, as compared with tsarist times, there should be many more kulaks and many more poor peasants than formerly?” [41]

. “The social force controling the market wheat could dictate whether workers and city dwellers could eat, hence whether industrialization could take place. The resulting struggle became merciless.” [42]

Stalin ended the NEP and launched the first five-year plan. This plan developed heavy industry, laid the foundations of the socialist economy and expanded it to the countryside. Stalin made the soviet state independent of the world imperialist order. The socialist planned economy advanced thanks to its five-year plans and turned the USSR in the first great power of the world. While the imperialist world was experiencing the Great Depression of the 1930s, the USSR developed its socialist agriculture and its heavy industry. In just a decade, socialism achieved what capitalism took centuries to make. And it did it at a time when great economic sacrifices had to be made to prepare for an imminent Second World War (1939-1945) and in a period of internal instability marked by economic boycotts, sabotages to soviet companies, attempts of coup d’états and the growing popularity of fascism, which penetrated numerous points of the country’s demography. Meanwhile, the economic crisis that happened after the Wall Street Crash of 1929 plunged the capitalist countries into bankruptcy and dragged the world into another inter-imperialist war.

. “Whereas by the middle of 1937 world capitalist industry, as a whole, had barely attained 95-96 per cent of the level of production of 1929, only to be caught in the throes of a new crisis in the second half of 1937, the industry of the U.S.S.R. in its steady cumulative progress, had by the end of 1937 attained 428 per cent of the output of 1929, or over 700 per cent of the pre-war output. (…) Progress in agriculture presented very much the same picture. The total area under all crops increased from 105,000,000 hectares in 1913 (pre-war) to 135,000,000 hectares in 1937. The grain harvest increased from 4,800,000,000 poods in 1913, to 6,800,000,000 poods in 1937, the raw cotton crop from 44,000,000 poods to 154,000,000 poods, the flax crop (fibre) from 19,000,000 poods to 31,000,000 poods, the sugar-beet crop from 654,000,000 poods to 1,311,000,000 poods, and the oil-seed crop from 129,000,000 poods to 306,000,000 poods. (…) It should be mentioned that in 1937 the collective farms alone (without the state farms) produced a marketable surplus of over 1,700,000,000 poods of grain, which was at least 400,000,000 poods more than the landlords, kulaks and peasants together marketed in 1913. (…) As to collectivization in agriculture, it might be considered completed. The number of peasant households that had joined the collective farms by 1937 was 18,500,000 or 93 per cent of the total number of peasant households, while the grain crop area of the collective farms amounted to 99 per cent of the total grain crop area of the peasants.” [43]

While unemployment was rampant within the imperialist powers and poverty plagued the labor classes, in the USSR, “during the period of the Second Five-Year Plan real wages of workers and office employees had more than doubled.”

. “The total payroll increased from 34,000,000,000 rubles in 1933 to 81,000,000,000 rubles in 1937. The state social insurance fund increased from 4,600,000,000 rubles to 5,600,000,000 rubles in the same period. In 1937 alone, about 10,000,000,000 rubles were expended on the state insurance of workers and employees, on improving living conditions and on meeting cultural requirements, on sanatoria, health resorts, rest homes and on medical service.

. (…) In 1936, in view of the rising standard of welfare of the people, the government passed a law prohibiting abortion, at the same time adopting an extensive program for the building of maternity homes, nurseries, milk centres and kindergartens. In 1936, 2,174,000,000 rubles were assigned for these measures, as compared with 875,000,000 rubles in 1935. (…) The introduction of universal compulsory education and the building of new schools led to the rapid cultural progress of the people. Schools were built in large numbers all over the country. The number of pupils in elementary and intermediate schools increased from 8,000,000 in 1914 to 28,000,000 in the school year 1936-37. The number of university students increased from 112,000 to 542,000 in the same period. This was a veritable cultural revolution.

. (…) Entirely different was the picture presented by the U.S.S.R. in 1936. By that time the economic life of the country had undergone a complete change. The capitalist elements had been entirely eliminated and the Socialist system had triumphed in all spheres of economic life. There was now a powerful Socialist industry which had increased output seven times compared with the pre-war output and had completely ousted private industry. Mechanized Socialist farming in the form of collective farms and state farms, equipped with up-to-date machinery and run on the largest scale in the world, had triumphed in agriculture. By 1936, the kulaks had been completely eliminated as a class, and the individual peasants no longer played any important role in the economic life of the country. (…) Public, Socialist ownership of the means of production had been firmly established as the unshakable foundation of the new, Socialist system in all branches of economic life. In the new, Socialist society, crises, poverty, unemployment and destitution had disappeared forever. The conditions had been created for a prosperous and cultured life for all members of Soviet society.” [44]

Stalin not only understood the historical requirement to make the leap forward in the construction of socialism, ending the NEP and developing the five-year plans that laid the economic foundations for the development of socialism; he also placated the reaction of the bourgeoisie to the construction of socialism, which acted both from the outside of the USSR and from the inside under the mask of opportunism (Trotsky, Bukharin, Zinoviev, etc.).

The general crisis of capitalism caused fascism to rise to power in various European countries at the hands of social democracy and Christian democracy. Faced with the dichotomy, bourgeois democracies did not hesitate to collaborate with fascism rather than with communists, since fascism does not threaten the privileges of the bourgeoisie. France and Britain refused the proposal of the USSR to form an anti-fascist alliance to curb Nazi Germany. In the Munich Agreements of 1938, signed with the objective of harassing the USSR, the heads of Government of the United Kingdom and France authorized Hitler’s Germany to invade Czechoslovakia and expand their borders closer to the socialist country. The USSR, in the middle of a process of construction and industrialization of a new and internationally isolated state, saw the need to sign the Ribbentrop-Molotov non-aggression pact with Germany. The USSR was the last European power to sign an agreement with Hitler and he did so to gain time and rearm itself before the clear imminence of a world war.

Despite World War II, where the USSR defeated fascism thanks to the heroic struggle of the Soviet people, who were led by the Party commanded by Stalin, and the loss of 26 million lives, the socialist country became the greatest power of Europe and Asia, standing alongside the US in industry and surpassing it in social and scientific progress. Lenin and Stalin demonstrated the superiority of socialism over capitalism despite the imperialist boycott, wars, hunger and the millions of deaths caused by fascism.

. “The struggle against the bureaucracy was always considered by Lenin and Stalin as a struggle for the purity of the Bolshevik line, against the influences of the old society, the old social classes and oppressive structures. Under Lenin as under Stalin, the Party sought to concentrate the best revolutionaries, the most far-seeing, active, firm and organically tied to the masses, within the Central Committee and the leading organs. The leadership of the Party always sought to mobilize the masses to implement the tasks of socialist construction. It was at the intermediate levels, most notably in the Republic apparatuses, that bureaucratic elements, careerists and opportunists could most easily set up and hide. Throughout the period in which Stalin was the leader of the Party, Stalin called for the leadership and the base to mobilize to hound out the bureaucrats from above and from below.” [45]

Without the Party there would never have been a revolution. It is not only a sine qua non condition for a socialist revolution to be completed, but also for building and developing socialism. But the Party is not born in a bubble or developed in a glass urn, it is developed in a class society, where the class struggle governs, which also transcends within the Party itself.

Lenin knew from the very beginning that the Party should be structured based on the organizational principle of democratic centralism, as a formula to agglutinate and multiply forces and, above all, to make a compact, united and disciplined block, where the will of the most would always predominate. However, the Communist Party of the USSR, in its genesis, was built from the confluence of different Marxist circles scattered throughout Russia, each of them having experienced their own isolated development, until they all merged into the Bolshevik party thanks to Lenin’s work. The Party was born with the genetic burden resulted from the history of the each of the different parts that formed it: subjectivism, unequal interpretation of Marxism, heterogeneity and unequal ideological degree.

Uniting different Marxist circles in a single organization, Lenin shaped the avant-garde party of the proletariat, the instrument to merge Marxism-Leninism with the workers movement, the tool to overthrow capitalism through revolution and raise socialism. That was the genesis of the vanguard of the proletariat in Russia, of the Bolshevik Party. But in its development, the Party not only dragged its heterogeneity along; it was also the target of the enemy throughout the years of its growth and strengthening. The bourgeoisie set the objective of liquidating the Party through ideological corruption and opportunism. At the 8th Congress of the Russian Communist Party (b), held in 1919, Lenin pointed out the following:

. “The tsarist bureaucrats began to join the Soviet institutions and practise their bureaucratic methods, they began to assume the colouring of Communists and, to succeed better in their careers, to procure membership cards of the Russian Communist Party. And so, they have been thrown out of the door but they creep back in through the window. What makes itself felt here most is the lack of cultured forces. These bureaucrats may be dismissed, but they cannot be re-educated all at once. Here we are confronted chiefly with organisational, cultural and educational problems. (…) We can fight bureaucracy to the bitter end, to a complete victory, only when the whole population participates in the work of government.” [46]

As in the early years of the revolution, it was evident in the economic field that the the proletariat and the Russian peasantry had an insufficient degree of involvement, that they lacked of preparation to develop business and administration in the development of socialism. The Party showed defects as a result of its lack of maturity. Undesirable and opportunistic elements penetrated in the organization. Through these elements, the bourgeoisie tried to dynamite and corrupt the Party from within.

At the 13th Congress of the Russian Communist Party (b), which took place in 1924, Stalin x-rayed the Party, the vanguard of the revolution, an organization that, ultimately, reflected the contradictions of Russian society and the reality of the proletariat and the peasantry.

. “I shall not dwell on the fact that the Lenin Enrolment, that is, the admission into our Party of 250,000 new members from among the workers, is evidence of the Party’s profound democracy, of the fact that it actually is the elected organ of the working class. The importance of the Lenin Enrolment from this aspect is, of course, tremendous. But that is not the aspect I should like to discuss today. I wish to draw your attention to the dangerous infatuation which has made its appearance in our Party of late in connection with the Lenin Enrolment. Some say that we should go further and bring the number of members up to one million. Others want to go beyond that figure, maintaining that it would be better to go as far as two millions. I do not doubt that others are prepared to go further still. This is a dangerous infatuation, comrades. Infatuation has been the cause of the downfall of the world’s biggest armies; they seized too much and then, being unable to digest what they had seized, they fell to pieces. The biggest parties can perish if they yield to infatuation, seize too much and then prove incapable of embracing, digesting what they have captured. Judge for yourselves. Political illiteracy in our Party is as high as 60 per cent—60 per cent prior to the Lenin Enrolment, and I am afraid that with the Lenin Enrolment it will be brought up to 80 per cent. Is it not time to call a halt, comrades? Is it not time to confine ourselves to 800,000 members and put the question squarely and sharply of improving the quality of the membership, of teaching the Lenin Enrolment the foundations of Leninism, of converting the new members into conscious Leninists? I think it is time to do that.” [47]

The step forward in the construction of socialism carried out under the direction of Stalin, the development of the planned economy launched by the five-year plans, the collectivization of the land to implement socialist agriculture and the development of heavy industry intensified the class struggle. And this was also present within the Party.

The Party, under the direction of Stalin, reinforced the political education of its militants, fought opportunism without mercy and was regularly depured as a method of preventing and fighting the possibility of a bureaucratic degeneration of the organization. All this made possible to have a strongly disciplined and cohesive Party, necessary condition to undertake the building of socialism and to defeat fascism in World War II. But it was not enough to banish bureaucracy, opportunism and the other agents of imperialism.

After World War II, Stalin focused on rebuilding the country, devastated by the war.

. “There is no no doubt that Stalin continued, during the latter years of his life, to struggle against social-democratic and bourgeois nationalist tendencies and against Anglo-American subversion. Nevertheless, it is clear that this struggle was not done to the extent that was necessary to redress and reinvigorate the Party ideologically and politically. After the war, which had required extraordinary professional effort on the part of military, technical and scientific cadres, the old tendencies of military professionalism and technocratism were substantially reinforced. Bureaucratization and the search for privileges and the easy life were also reinforced.

. (…) Stalin always underscored that the influence of the bourgeoisie and of imperialism was reflected in the Party through opportunist tendencies. But he was not able to formulate a theory about the struggle between the two lines in the Party. (…) Stalin clearly underestimated the internal causes that gave birth to opportunist tendencies, which, once infiltrated by secret services, became linked one way or the other to imperialism. Consequently, Stalin did not think that it was necessary to mobilize all of the Party members to combat opportunistic lines and to eliminate unhealthy tendencies. During the ideological and political struggles, all the cadres and members shoud have educated and transformed themselves. After 1945, the struggle against opportunism was restricted to the highest circles of the Party and did not assist in the revolutionary transformation of the entire Party.

. (…) This political weakness was further aggravated by revisionist tendencies within the leadership of the Party that emerged at the end of the forties. (…) In the beginning of the fifties, Stalin’s health took a dramatic turn for the worse after the overwork incurred during the war. The problem of Stalin’s succession posed itself for the near future. It was around this time that two groups of revisionists within the leadership became visible and started to plot their intrigues, while preaching fidelity to Stalin. Beria’s group and Khrushchev’s constituted two rival revisionist factions that, while secretly undermining Stalin’s work, were waging war with each other.” [48]

. “Did Stalin know of the intrigues that the revisionists around him were preparing? The main report presented by Malenkov to the Nineteenth Congress in October 1952, along with Stalin’s book Economic Problems of Socialism, published on the same occasion, showed that Stalin was convinced that a new struggle against opportunism and a new purge of the Party had become necessary. Malenkov’s report had Stalin’s brand. It defended the revolutionary ideas that would be dismantled four years later by Khrushchev and Mikoyan. It virulently criticized a number of negative tendencies in the economy and in the life of the Party, tendencies that would be imposed in 1956 by Khrushchevian revisionism.

. (…) During the plenum that followed the Nineteenth Congress, Stalin was even harsher in his criticisms of Mikoyan, Molotov and Voroshilov; he almost openly clashed with Beria. All the leaders understood perfectly well that Stalin insisted upon a radical change of course. Khrushchev clearly understood the message and, like the others, made himself very scarce: «Stalin evidently had plans to finish off the old members of the Political Bureau. He often stated that the Political Bureau members should be replaced by new ones. His proposal, after the 19th Congress, concerning the election of 25 persons to the Central Committee Presidium, was aimed at the removal of the old Political Bureau members and the bringing in of less experienced persons. (….) We can assume that this was also a design for the future annihilation of the old Political Bureau members and, in this way, a cover for all shameful acts of Stalin.»”

. “At the time, Stalin was a old man, tired and sick. He acted with caution. Having made the conclusion that the members of the Politburo were no longer trustworthy, he introduced more revolutionary minded youth to the presidium, in order to temper and test them. The revisionists and plotters like Khrushchev, Beria and Mikoyan knew that they would soon lose their positions.” [49]

In the last years of Stalin’s life, the Party was going through an internal situation in which a rightist opportunist putsch was brewing. In parallel, imperialism was harassing and attacking the USSR from abroad.

. “Even before the anti-fascist war was finished, a number of U.S. generals dreamed of a shift in alliances so that they could attack the Soviet Union. For this adventure, they intended to use the Nazi army, purged of Hitler and his close entourage. The former secret servant Cookridge recalled some of the discussions in the summer of 1945: «General Patton was dreaming of rearming a couple of Waffen SS divisions to incorporate them into his US Third Army ‘and lead them against the Reds’. Patton had put this plan quite seriously to General Joseph T. McNarney, deputy US military governor in Germany. ‘What do you care what those goddam bolshies think?’ said Patton. ‘We’re going to have to fight them sooner or later. Why not now while our army is intact and we can kick the Red Army back into Russia? We can do it with my Germans. They hate those red bastards.’»” [50]

. “General Gehlen had been the Nazi head of intelligence in the Soviet Union. In May 1945, he surrendered, along with his archives, to the U.S. He was presented to Major-General Luther Sibert, head of intelligence for General Bradley’s armies. At Sibert’s request, Gehlen the Nazi wrote a 129-page report. Thereafter, Gehlen ‘developed his great scheme of a secret organisation engaged on intelligence work against the Soviet Union under American aegis.’ Gehlen was introduced to the highest U.S. military authorities and, when Soviet representatives asked about the whereabouts of Gehlen and Schellenberg, two war criminals who should have been returned to them, the U.S. replied that they had no news of them. On August 22, 1945, they clandestinely brought Gehlen to the U.S. Gehlen the Nazi ‘negotiated’ with the leaders of U.S. intelligence, including Allen Dulles, and they came up with an ‘agreeement’: Gehlen’s spy organization would continue to serve in the Soviet Union, autonomously, and ‘Liaison with American Intelligence would be maintained by US officers’. Furthermore, the ‘Gehlen Organisation would be used solely to procure intelligence on the Soviet Union and satellite countries of the communist bloc.’

. On July 9, 1946, Gehlen was back in Germany to reactivate his Nazi spy service, under U.S. leadership. He hired dozens of upper Gestapo and SS officers, to whom he furnished false identities. John Loftus, former U.S. intelligence officer responsible for the tracking down of former Nazis at the end of the war, noted that thousands of Ukrainian, Croatian and Hungarian fascists were snuck into the U.S. by a ‘rival’ intelligence service. Loftus writes: «According to one estimate, some 10,000 Nazi war criminals entered the United States after World War II.» Right from 1947, when the U.S. started up the Cold War, these ‘former’ Nazis played an important role in the anti-Communist propaganda. So we can correctly claim that U.S. imperialism was the direct continuation of Nazi expansionism.” [51]

As it can be seen, not only did the US shelter a multitude of Nazi war criminals, but it nurtured from them in their fight against the USSR. The Americans flied the flag of anti-communism, anti-Sovietism and fascism and took Hitler’s torch in the defence of imperialism, of the exploitation of man by man, and of the subjugation of the oppressed peoples by blood and fire.

The objective of Hitler’s heirs, of US imperialism, was the destruction of the USSR. To do this, they drew up “a destabilization plan of the USSR”, carried out since 1945 by the then CIA director, Allen Dulles.

. “It is a strong evidence of the strategic counterrevolutionary aggressiveness, undertaken by the United States after World War II. (…) This plan, created before the end of the war, had been hidden from the United States’ ally in World War II: the Soviet Union. It was created at the time when the Soviet Army, faithful to its commitment as an ally, fought the Japanese Army in the Far-East with a force of one million men, allowing the final victory over Japan. It is clear that it was not the bomb on Hiroshima, which caused 117,000 victims, especially women and children, without reaching a single soldier of the Japanese Army, but the Soviet Army who made Japan capitulate. (…) We now discover that the Dulles Plan had been applied for decades by American imperialism. (…) In the early 1960s, American President Kennedy confirmed the Dulles Plan: «We cannot defeat the USSR with a classical war, but we can defeat it with other methods: ideological methods, psychological methods, anti-Soviet propaganda, and economic measures.»” [52]

. “Given this background, one can better understand the international policy that Stalin followed from 1945 to 1953. Stalin was firm in his opposition to U.S. imperialism and to its war plans. To the extent that it was possible, he helped the revolutionary movements of different peoples, while remaining cautious. Stalin led a four-front struggle against the world capitalist system: he reinforced the defence of the Soviet Union, the basis for the international Communist movement; he helped peoples who were on the road to popular democracy and socialism; he supported the colonized peoples who sought independence; and he encouraged the vast international movement for peace, against the new military adventures of imperialism. Stalin fully understood that the purpose of Anglo-American imperialism was to ‘save’ the reactionary classes of countries neighboring the Soviet Union, the same ones that had collaborated with the Nazis, in order to integrate them into their world hegemony strategy. This direction was already clear during the war itself.” [53]

Stalin died on March 5, 1953. Upon his death, Ludo Martens said the following 25 years ago:

. “A few months before Stalin’s death, the entire security system that protected him was dismantled. Alexandr Proskrebychev, his personal secretary, who had assisted him since 1928 with remarkable efficiency, was fired and placed under house arrest. He had allegedly redirected secret documents. Lieutenant-Colonel Nikolay Vlasik, Chief of Stalin’s personal security for the previous 25 years, was arrested on December 16, 1952 and died several weeks later in prison. Major-General Petr Kosynkin, Vice-Commander of the Kremlin Guard, responsible for Stalin’s security, died of a ‘heart attack’ on February 17, 1953. Deriabin wrote: «(This) process of stripping Stalin of all his personal security (was) a studied and very ably handled business.» Only Beria was capable of preparing such a plot.

. On March 1, at 23:00, Stalin’s guards found him on the floor in his room, unconscious. They reached the members of the Politburo by telephone. Khrushchev claimed that he also arrived, and that each went back home. No-one called a doctor. Twelve hours after his attack, Stalin received first aid. He died on March 5. Lewis and Whitehead write: «Some historians see evidence of premeditated murder. Abdurakhman Avtorkhanov sees the cause in Stalin’s visible preparation of a purge to rival those of the thirties.»” [54]

Stalin died of natural causes or was he killed? Martens and historians used as sources show that Stalin was killed by opportunists who were to be purified.

On May 17, 2018, Russia Insider (RI) published an interview with Mikhail Poltoranin, former Head of the Government Committee on the Declassification of KGB Archives and Deputy Prime Minister during Boris Yeltsin’s Government. In that interview, Poltoranin pointed out, among other things, the following:

. “Question: Was Stalin poisoned?
. Mijail Poltoranin: Yes, he was.
. Question: Are you making an official statement, as the person who used to be head the committee on declassifying KGB archives, under Yeltsin?
. Mijail Poltoranin: Yes.
. Question: Joseph Stalin was poisoned?
. Mijail Poltoranin: Joseph Stalin died in an unnatural death. In 1981, the American Stuart Cahan, who was the nephew of Lazar Kaganovich, Stalin’s close associate, visited Lazar in Russia. Lazar described him how Stalin was killed.
. Lazar’s niece, Roza Kaganovich, was a Kremlin doctor. Stalin was (allegedly) given a pill–the equivalent of today’s medicine would be a Thrombo ASS pill, to prevent blood clotting. But if you change the composition, it becomes poison. Like rat poison. This is what Kaganovich himself bragged about to Cahan.
. Question: So who was it that killed Stalin?
. Mijail Poltoranin: So listen. I did not believe this statement. Then there were the statements of various officials–there was Enver Hoxha (Albanian President), when Mikoyan (Soviet statesman) came to visit Hoxha in a congress. He made a statement that the leaders of the USSR were ‘cynical conspirators’. So Mikoyan friends were traveling around the world and bragging about the way they (allegedly) killed Stalin. So I went to look into it myself, what actually happened.
. Question: The archives themselves?
. Mijail Poltoranin: Yes, the materials themselves. So what’s being hidden from us? What’s being hidden from us is that Stalin was poisoned in a special operation which was prepared over a long time.
. By then, a high number of people from Stalin’s close circle had already been removed: Poskrebysheb (Stalin’s secretary), Vlasik (head of security), the Kremlin commandant (Kosynkin) died in strange circumstances. All of them were very close to Stalin.
. Then (Lavrentiy) Beria appointed a new head of the Kremlin clinic, responsible for all medicines.
. In February, 1953, Stalin began to feel unwell at his holiday home. It may have come from a glass of water, which he used to wet his finger to turn pages of his books–he used to read a lot–maybe that’s how it got in… We don’t know… But we do know what the blood and urine samples showed. Well, firstly there was an enlarged liver–this shows toxicity. His leukocytes were four times the norm. This is the white blood cell that fights against toxins.
. He experienced blood vomiting and his skin was showed a bright pink color with dark patches under the arms…
. Question: Was it cyanide? What was the medicine he was given?
. Mijail Poltoranin: We looked through his medical log, all his checkups were in it. He was a healthy guy. He had mild first stage hypertension and some rheumatism in his knees.
. Question: And nothing else?
. Mijail Poltoranin: And nothing else. All these symptoms are documented. But a conclusion whether he was poisoned wasn’t written.
. But there was one person, professor Rusakov, who carried out the anatomical examination of Stalin’s body–and he wrote a report to the new head of the Kremlin clinic. The new one, that Beria had appointed, wrote that Stalin was poisoned. Poisoned by cyanide, cyanic acid. All the symptoms pointed to that–and when the body was examined, his airways and mucus membranes were damaged with dots of cyanic acid.
. Three days after the report, this person died.
. Question: Professor Rusakov?
. Mijail Poltoranin: Yes.
. But not only did he die, his house was searched and all the documents in it were destroyed. But through insufficient diligence, although the majority of his documents on Stalin were destroyed, Rusakov had another copy of the report.
. Question: So a copy remained intact elsewhere? And you’ve had that in your own hands?
. Mijail Poltoranin: Yes, I read it with my own eyes. So there you go (…)
. Question: It’s not that long ago that a theory arose, which said that powerful Western forces were behind the death of Stalin.
. Mijail Poltoranin: It’s true that the USSR victory over fascist Germany raised the authority of the state in the world to unprecedented levels
. Communist parties had a widespread influence not only on countries of the socialist camp, but on Europe at large.
. Both Italy and France experienced a lot of good feelings toward the USSR. This did not sit right with the “global behind the scenes” who started this war…
. How to fix the situation? The simplest thing is to remove the leader of the victors. This required the bringing of Winston Churchill to the role of Prime Minister for the second time, who was known for his antipathy toward Stalin.
. Question: Two weeks after the death of Stalin, Winston Churchill was knighted with the order of the Gartor (according to historian Nikolai Starikov)
. Mijail Poltoranin: We think of Churchill as one of the victors of World War Two. But in May 1945, instead of honors, he was removed from office having apparently lost the elections. He didn’t receive any government honors.
. Because he had nothing to receive them for. As per the envisaged plan of the “global behind the scenes” and Britain, the war was supposed to end in the destruction of the USSR, then the destruction of Germany itself, leading to an entirely different configuration of political power on the world arena.
. Our tanks in Berlin didn’t fit into the plan of our British friends. So here you have a British Prime Minister during the reign of which the USSR obtained half of Europe. Of course he wasn’t popular among Britain’s elite.
. Churchill won his respect much later. A number of years later, his party wins the elections, and he once again becomes Prime Minister–“the second coming” of Churchill.
. The main task of his was to correct the mistake. What was the mistake of Churchill? It was Stalin’s Soviet Union. How can one fix it? By killing the leader who is moving his country forward in the right direction. You can’t stop it (the USSR), so long as Josef Stalin is at the helm.
. I am absolutely assured that the government coup, which the aim was the murder of Stalin, relied on some internal forces–Khruschev, who certainly won. But in equal measures it was done with the use of foreign powers, and most likely the British intelligence MI6.” [55]

Poltoranin’s interview not only certifies the arguments already made by Ludo Martens in 1994, it also firmly states that Stalin was murdered, as evidenced in the documentation contained in the KGB archives, and points out Anglo-American imperialism and, specifically British MI6, supported by the opportunist clique surrounding Stalin and headed by Khruschev, as responsibles. In short, according to the revelations of former Head of the Government Committee on the Declassification of KGB Archives during Boris at the time of Yeltsin, a coup d’état was executed in 1953 in the USSR by opportunism and its chief, Anglo-imperialism, following the guidelines of the Dulles Plan.

As a logical consequence of the coup carried out by imperialists and opportunists, the policy developed by the Khrushchev revisionist clique was of frontal opposition and absolute denial of the work done by Stalin, which was nothing other than the construction of socialism. Under the name of de-Stalinization, a process of progressive liquidation of socialism and restoration of capitalism began in the USSR. A transformation that extended for almost four decades.

. “Since Khruschev, all those who have worked to undermine the dictatorship of the proletariat in the Soviet Union have done so in the name of anti-Stalinism and of a ‘return to Lenin’. Now, against the name of Joseph Stalin has been accumulated all the hatred towards communism that the bourgeoisie of the entire world has fed for three decades.” [56]

Once the coup against Stalin triumphed, Khruschev and his clique took command of the USSR. The first thing they did was to denigrate the cleansing formula in the Party as a method of preventing opportunism. Paradoxically, the opportunists in charge of the leadership purged the Marxist-Leninist elements in the Party and opened the doors to anti-communists, Trotskyists and Social Democrats. Stalin appealed to the bases of the Party to eradicate bureaucracy; Khruschev guaranteed the bureaucrats protection and tranquility, removing control capacity from the Party. The clique laid the foundations to turn the Party into the common home of the bourgeois in their fight against socialism.

. “Under Khrushchev, cadres would no longer be chosen for having the best political qualities. On the contrary, those would be ‘purged’ for being ‘Stalinist.’ Bourgeois circles would form around Beria, Khrushchev, Mikoyan and Brezhnev, circles completely estranged from revolutionary, popular action, exactly as Malenkov described. (…) Khrushchev would empty Leninism of its content, transforming it into a series of slogans with no revolutionary spirit. The resulting vacuum drew in all the old social-democratic and bourgeois ideologies, that would be taken up by the youth. Furthermore, Khrushchev would falsify or simply eliminate the essential notions of Marxism-Leninism: anti-imperialist struggle, socialist revolution, dictatorship of the proletariat, continuing the class struggle, basic concepts of a Leninist Party, etc.” [57]

Stalin was raised to the direction of the Party by the bases of the Party; Khruschev was boosted by a corrupted elite, through crime and support of imperialism in the murder of Stalin. This reflects the true essence of the imposed de-Stalinization and demonstrates that the liquidation of the Party–specifically, the imposition of revisionism–was the fundamental step to denaturalize and corrupt socialism in order to restore capitalism and put an end to the Soviet Union.

With the PCUS wounded to death, the revisionist leadership in command headed by Khruschev inoculated all its ideological poison in the Party, in the Soviet working class and in the International Communist Movement. Under the mask of anti-Stalinism was anti-communism. Over time, the revisionists re-established capitalism in the USSR. Anti-Stalinism not only opened the doors to the enemies of socialism, it also promoted the relaxation of the class struggle under the fallacy that socialism had already been completed in the USSR and that communism would be a reality by 1980. In this way, the state ceased to belong to the proletariat but to “belong to all the people”, governed by revisionism. Or rather, the Soviet state became the state of bureaucrats, of opportunists and of the nomenklatura.

This cessation or relaxation in the class struggle within the USSR had its equivalence in foreign policy. Khrushchev also broke with the foreign policy that was being carried out by Stalin from 1945 to 1953. The revisionist USSR was put into the hands of imperialism, of those who picked up Hitler’s torch in the fight against communism and in the defence of the reactionary classes. Khruschev manipulated Marxism-Leninism and spoke of peaceful coexistence with imperialism. He even strengthened friendship relations with the United States.

. “Khruschev declared: «We want to be friends with the United States and cooperate with them in the struggle for peace and security of the people. We commit ourselves in this way with good intentions and without any hidden design.» And that happens at a time when most of the peoples of the Third World, both in Asia and in Africa or Latin America, are vigorously confronted against US imperialism, which imposed them neo-colonial dictatorships of terrorist natures. It is easy to understand that this attitude of the leader of the first socialist country has no relation to the peaceful coexistence always defended by the communists.” [58]

The Party is not only essential for the revolutionary overthrow of the bourgeoisie and of its capitalist system, it is also vital to build socialism and develop it until it reaches the final stage of communism, a historical period where the state and the Party already lose their raison d’être and disappear as the class struggle dies out. But if the Party deviates from Marxism-Leninism and is taken over by revisionism, it becomes a medium in which anticommunism and reaction develop, until the previous regime, capitalism, is restored. Thus, the Party is the sublime instrument of the working class. It is the soul and the compass of the proletariat.

In August 1991, months before the dissolution of the USSR, several members of the Government and the KGB executed an attempted coup d’état, the well-known August Coup, and briefly deposed Mikhail Gorbachev to try to take control of the country and stop the overtly capitalist reforms of the Government. They tried to maintain the USSR, but they failed. When they faced trial in 1992, in the Russian Federation, the general secretary of the Communist Party of the Russian Federation (CPRF), Guennadi Ziuganov, declared the following before the Constitutional Court:

. “I would like to remember that in the mid-60s a plan had been drawn up, which was neither called ‘Perestroika’, nor ‘radical reform’. It was a program of the United States National Security Council adopted after the Cuban Missile Crisis. It was a program of destabilization of the constitutional regime of the USSR and destruction of the great unitary country. The main point of the program announced: ‘Without destroying the CPSU, the USSR cannot be destroyed.’ And to destroy the CPSU, the decision cores of the party must be penetrated. Here are the five points of this program:

. 1. Portray (I want to attract your attention in the verb ‘present’) the USSR as the last voracious empire, and try to destroy it by all means.

. 2. Demonstrate that the USSR had not been the winner of fascism, but a tyrant equal to fascism that should not be respected.

. 3. Its economy must be destabilized through the arms race, and deformed in such a way that the realization of constitutional advantages, especially in the social sphere, are stopped.

. 4. Light the flame of nationalism and explode the country from within, on the basis of national and religious extremism.

. 5. Promote the occupation of the media by influence agents led by the CIA; destroy the collectivist way of life; separate the past from the present in order to deprive the country of the future.” [59]

Once Stalin was murdered and the coup d’état that enthroned the revisionist line of the Party was achieved, the opportunist clique of Khruschev and his cohort of bureaucrats, imperialism acted as Kennedy expressed in the 60s: applying ideological war, psychological war, propaganda war and economic war. Because imperialism was aware that it could never defeat the USSR in an open military war.

It is not socialism that fails, it is not Marxism-Leninism that succumbs. USSR socialism was struck by imperialism and its spawn, revisionism, the highest ideological expression of opportunism. Thus, opportunism proves to be a criminal pawn of imperialism and the reactionary classes that subjugate the world.

. “From the period of Khrushchev to that of Gorbachev, going through that of Brezhnev, today we are witnessing the final crisis not of communism but of revisionism. The debate was opened more than 35 years ago with the coming to power of Khruschev and the announcement of his thesis: «Imperialism has lost aggressiveness and has become a peaceful force with which one can collaborate in all fields; the class struggle has ended in the socialist countries, because socialism has definitely triumphed, and the Communist Party, transformed into the party of the entire people, does not have the mission of maintaining the dictatorship of the proletariat.» (…) We attend the unfortunate outcome of this demagogic current that for three decades has exploded against Stalinism, dictatorship of the proletariat, dogmatism, orthodoxy, sectarianism and rigidity of thought, and that has presented its ideas, traced to those of the social democrats, such as renewal, the return to Lenin, ‘creative thinking’, socialism with a human face.

. Revisionism, which mislead and influenced so many men on the left, has traveled its entire maturation cycle until culminating in the restoration of capitalism and integration into the imperialist world. As a consequence, many illusions have flown to pieces. But there is still the task of removing the roots of degradation. (…) Socialist countries cannot correctly address the complex social struggles that society is going through if they do not grasp the essentials: the nature of the Party, as the vanguard of the workers; the conception of the Party as a party of class struggle, of struggle for production and for the scientific-technical revolution; the work style of the Party, as a party linked to the masses, that practices a simple lifestyle, assiduous of work, without mercy in the face of corruption and privileges. (…) Only a Party can solve the fundamental problem of socialism: maintaining the dictatorship of the working people against former exploiters and the agents of imperialism, while developing socialist democracy, indispensable for strengthening the political base of the new society. The Party and the masses must understand the prolonged nature of class struggles in the political, ideological and economic fields. It is impossible to maintain socialism and develop it correctly if vigilance is lowered in the relentless struggle against all hostile forces.” [60]

. “The Soviet Union has known two major breakpoints with socialism: the Khruschev report of 1956, which marked the repudiation of certain essential principles of Leninism, and Gorbachev’s Perestroika in 1990, which gave way to the market economy. (…) Khrushchev’s revisionism opened a period of transition from socialism to capitalism. (…) The new and old bourgeois elements needed 30 years to move from early childhood to adulthood, to affirm and consolidate their positions in the political, ideological and economic fields. The degradation process, begun in 1956, required three decades to end socialism.” [61]

On the economic level, Khruschev introduced reforms to undermine economic centralization and, with it, socialist planned economy. Measures made in this regard increased the degree of inequality in two levels. On the one hand, between bureaucrats and the Soviet people, and on the other, between the different nations that formed the Soviet state. Among other pernicious effects, this decision entailed not only the development and strengthening of a privileged class of bureaucrats, but also paid the ground for the development of nationalism, a strategy contained in the imperialist plans to implode the Soviet state.

. “In the course of the periods of Khruschev and Brezhnev, the new bourgeois elements forged their weapons from positions of force and threw themselves into combat for private ownership of the means of production. (…) Some claim that Brezhnev presided over the country with a state capitalist regime and that, at the end of his term, a liberal bourgeoisie had accumulated enough forces to face the bureaucratic bourgeoisie. It is good to point out that the fiercest attacks of the glasnost supporters did not have Brezhnev’s system as the main target, but rather Stalin and the foundations of the abhorred socialism he defended. And, as in Eastern Europe, we see the Brezhnev lackeys happily get rid of the hybrid structures introduced by their patron to encompass the free market and private enterprise. (…) In the conception of state capitalism, the revisionist party constituted the crucible of the new bourgeoisie: Brezhnevian party, nomenklatura and new bourgeoisie were synonyms.” [62]

And this is how things were made until the arrival of Gorbachev, the man who, in a speech at the American University in Turkey in 2018, said:

. “My ambition was to liquidate communism.” [63] This statement defines well what he is: an anticommunist. With these words, Gorbachev shows that he systematically lied to the Soviet people. Behind his waffle of “openness and transparency” (glasnost), “economic restructuring” (Perestroika) and false “democracy to strengthen socialism”, he hid the intention of liquidating communism and restoring capitalism in the USSR and in Eastern Europe. Gorbachev was a puppet, a lackey of the CIA and the American monopolies.

Economic decentralization entailed the liquidation of socialist planned economy and opened doors and windows to corruption. In the last 30 years of the USSR, an elite developed, a bourgeois class produced by the full penetration of bourgeois ideology into the Party, and inequality in the country intensified. Decentralization was breaking up the economy and strengthening companies that, in turn, as a result of the privileges of the elites created by the corrupt system established in 1956 after the 20th Congress of the CPSU, acquired characteristics closer to those of a company from a capitalist country than to the ones a socialist state should have. Gorbachev meant the crowning of a process of restoration of capitalism: privatization of companies and land, imposition of a market economy and introduction of the Soviet state into imperialist institutions.

The Soviet people, however, believed in socialism and tried to develop and deepen it. This is demonstrated by the results of the ‘Referendum on the future of the Soviet Union’, held on March 17, 1991, where 77.8% of the votes were favorable to the preservation of the Union of Soviet Socialist Republics. More than 113 million Soviets voted in favor of preserving the USSR and socialism. The people expressed themselves loudly and clearly. But the champions of “democracy” and “freedom”, of the glasnost and Perestroika, did not hesitate to ignore the opinion of the Soviet citizens. The anti-communist clique of Yeltsin and Sakharov, self-styled “champions of democracy and freedom,” annulled the people’s voice and dissolved the USSR, between cheers of world reactionaries and applause from criminals like George Bush or Margaret Thatcher.

The period of reversal of socialism, driven by imperialism and its revisionist creation, has shown that Stalin was right when he warned, against the opinion of major brand opportunists such as Trotsky, that, in a country where socialism has triumphed, the danger of capitalism being restored again never disappears. The Soviet experience teaches us three very important things: 1) that socialism was possible and real; 2) that socialism is not only viable, but that it is a superior system to capitalism, as evidenced by the fact that it achieved in two decades much more than what capitalism achieved in centuries; and 3) that socialism is invincible if the Leninist Party is cleansed regularly and fights a merciless war against opportunism, whose ideological expression is revisionism and, in practice, reformism.

6. Conclusions

After analyzing the historical attempts to impose capitalism in Spain and France during the 19th century, as experiences where the bourgeoisie struggled in a successive series of victories and defeats to seize power, as well as the lessons taught by the Paris Commune, the October Revolution of 1917 and the Soviet Union, where the proletariat managed to conquer power, we present the following conclusions:

1) Unlike the bourgeois or capitalist revolution, whose purpose is to adapt the superstructure to the already prevailing economic base and which shares the spinal cord of private property over the means of production of the previous socio-economic formations, the socialist revolution must break the economic base from its root and end private property over the means of production, which must be socialized. The socialist revolution not only changes the superstructure after revolutionary overthrowing the previous system and imposing the dictatorship of the proletariat, this superstructure change is also determined by the abolition of private property over the means of production and the liquidation of the capitalist economic base and the imposition of a new socialism. The human being abandons prehistory and begins to write history consciously.

2) The bourgeois revolution is just another phase in the process of evolution of socio-economic formations throughout the history of mankind, just as many other systems have been. Slavery, feudalism and capitalism all share the same economic base: private property over the means of production, which perpetuates a class society, made up of social classes that pursue conflicting interests.

3) Within the own hegemonic economic formation is developed the class that must bury the system and the ruling class in order to erect a new structure.

4) The struggle between socioeconomic formations is not linear, but follows a zigzag form. This is proven, for example, in the struggle between capitalism and feudalism and, also, in the struggle between socialism and capitalism.

It can be seen in the study of the first half of the 19th century in Spain, where there was a permanent struggle between the old that has not just died–feudalism–and the new of that time that was to be imposed–capitalism. The liberal bourgeoisie fought against feudalism to impose its political dominance in tune with its hegemony in the economic field.

It is also verified in the history of the French Revolution and in the struggle between absolutism and capitalism in France throughout the first third of the 19th century.

5) The historical analysis of the last quarter of the 18th century and the first half of the 19th century proves that the bourgeoisie, besides from failing repeatedly until finally imposing itself over absolutism, erects a bourgeois state whose form has also been mutating. Thus, the bourgeoisie has not hesitated to bury constitutional republics and monarchies, but has always done so in one direction: to ‘perfect’ the state machine in order to subdue and oppress the proletariat and the peasantry with increasing violence. Capitalism is the natural and ultimate evolution of an economic system based on private property over the means of production. It is the most finished part that leads to the maximum concentration of capital, the monopoly, the prelude to the socialist revolution. Therefore, the bourgeoisie cannot break and end the machinery of the state, but must perpetuate it. Because its economic base, founded on private property over the means of production, breeds a superstructure and a society divided into two totally antagonistic social classes.

6) A historical analysis of the 19th century in France demonstrates how the bourgeoisie, once revolutionary class, became a reactionary class at the first third of the 19th century. Likewise, it also proves that the proletariat becomes a revolutionary class after being defeated by the bourgeoisie in its struggle for the establishment of a social republic in France in 1848. This demand of the proletariat aged the bourgeoisie and placed it in its new place: as the old, as the reactionary, as a murderer of its own slogans and as something worthy of perishing. The proletariat has the historical mission of fighting for its class emancipation, for which it must acquire its weapons through struggle and develop its emancipation in a revolutionary way.

7) The Paris Commune is the first experience of proletarian revolution. This historical experience certifies the bourgeoisie as a cowardly, criminal and reactionary class. It also demonstrates that the defeat of the proletariat in the Commune made the working class deepen its knowledge about the theory of the state and about how the seizure of power should be done. The Paris Commune shows the need to establish a period of transition after the bourgeois regime is forcibly overthrown: socialism, as an immature phase of communism. In socialism, the proletariat must impose its dictatorship and repress the bourgeoisie using the socialist state until it finishes off the bourgeoisie as a class, in order to advance towards communism and towards the definitive extinction of class society.

8) From the last third of the 19th century to the present, the proletariat not only concentrates the revolutionary interests of the whole society, of all humanity, but is the class that moves the world, the class that generates wealth, the class on which falls the historical mission of overcoming the upper phase of capitalism, the monopoly phase. The proletariat is the class in charge of making mankind take a decisive qualitative leap for its existence: ending its prehistory and giving rise to its history. So humanity can finally write the designs of its future consciously. And the leap is qualitative because, in this terminal situation in which agonizing capitalism is found, the bourgeoisie denies a system that has objectively proved to be more efficient and productive than capitalism. Socialism has been able to create a greater amount of wealth and guarantee the satisfaction of the needs of humanity.

9) The October Revolution of 1917 was the response of the organized Russian proletariat, poor peasants and soldiers, led by Lenin’s Party, to the imperialist war and to the criminal system of hunger, death and misery imposed by the bourgeoisie. Revolution that became a civil war, as a resistance of the reactionary classes led by the Russian bourgeoisie in alliance with the imperialist powers. The period of general crisis of capitalism started until the present days, where the class struggle is expressed as a struggle between imperialism and socialism.

10) The Leninist Party is the sublime instrument of the proletariat. It is the soul and the heart of the working class. The Party is essential to guide and lead the proletariat towards its emancipation. It is essential to overthrow the bourgeoisie and its criminal capitalist system. And it is fundamental to build socialism and to sustain the dictatorship of the proletariat.

11) Lenin and Stalin demonstrated that socialism–despite all obstacles, wars, hunger, deaths and all kinds of calamities that resulted from the harassment of international capitalism–is superior to the capitalist production system. In just two decades of socialism, the Soviet Union surpassed the imperialist powers, whose system exists since centuries ago.

12) The USSR is the irrefutable proof that socialism is viable, as it existed and was real. The bourgeoisie lies when it insists that “the unfeasibility of socialism is reflected in the fall of the USSR.” Socialism did not “fail” because the USSR collapsed. Precisely, the fall of the USSR was the consequence of abandoning socialism. And this treason was the result of a coup d’état perpetrated in March 1953, where the opportunistic clique of the Khruschev-led Politburo, in alliance with Anglo-American imperialism, killed Stalin to impose what was called the process of de-Stalinization, a policy completely contrary to Marxism-Leninsm, to what was being applied in the USSR until then.

13) The Party must fight with all its forces against bureaucracy. Opportunism is the way in which imperialism infiltrates the Leninist Party. The Party must be prudent and have mechanisms that guarantee the admission of honest and loyalist militants to Marxism-Leninism and to the proletariat. Militants which are effectively the vanguard of the class. In parallel, the Party must prevent opportunist elements from entering the organization. Likewise, the Leninist Party must not neglect the need to train its cadres in Marxism-Leninism and must have tools of permanent verification and purification, in order to detect all types of bureaucracy, corruption and bourgeois ideology. Corrupted opportunist and revisionist elements must be resolutely expelled from the Party.

14) The greatest enemy of socialism is bureaucratism and opportunism. Its ideological expression is revisionism and its praxis is reformism and legalism.

15) Even the bourgeoisie recognizes that socialism is impregnable if the Leninist Party is able to purify itself opportunism and remain faithful to Marxist-Leninist principles. This is evidenced by the Soviet experience. According to the class enemies themselves, according to imperialism, the USSR could not have been defeated by imperialism in a conventional war and had to be defeated by other means–ideological, propagandistic, economic and psychological warfare. But, fundamentally, the victory of imperialism required destroying the Party. Without the distortion of the CPSU, it would not have been possible to end the USSR.

16) Marxism-Leninism cannot be defended nor the cause of socialism without claiming and defending the figure of Joseph Stalin. Imperialism and its opportunist creations pour all types of lies against Stalin in order to create a stereotype and a negative prejudice about his image and work. Capitalists seek to stigmatize Stalin and confuse the proletariat. Stalin is guilty of building socialism, of collectivizing the land, of socializing the means of production, of transforming a backward country into the first world power, of defeating fascism, of fighting opportunism, of inspiring innumerable anti-colonial and anti-imperialist struggles and to make the proletarians of the world progress socially and conquer unimaginable rights. Anti-Stalinism is and has been an instrument of imperialism to combat what Stalin represents: socialism.

17) Those who attacked Stalin in the name of “freedom” and “democracy”, from Khruschev to Gorbachev, were opportunists of all kind who proved to be puppets of the imperialist plans of restoring capitalism in the USSR. As Gorbachev recognized in 2018, his sublime mission in life was “to end communism.” In fact, the opportunists were such “champions” of democracy that they did not respect the will of the Soviet people, who in March 1991 voted mostly in favor of the maintenance of the USSR.

18) The USSR is the first historical experience of the seizure of power by the proletariat and the construction of a socialist state. It lasted seven decades, much more than the first experience of the bourgeoisie in its attempt to impose its capitalist system, when it seized power in the revolutionary France of the late 18th century.

19) Almost three decades after the collapse of the USSR, Francis Fukuyama’s much vaunted theory of the “end of history” has been thrown into the heap of history. The bourgeois economists themselves are talking about the end of capitalism and de facto recognize its unfeasibility. The world is material and, therefore, is in constant motion. The struggle of opposites governs. The current world is ruled by the fundamental contradiction of the struggle between imperialism–maximum aspiration of monopolies–and socialism–maximum aspiration of the proletariat and the oppressed classes. This fundamental law governs since the triumph of the October Revolution of 1917.

20) We are living a period of transition: the period of struggle between the new–socialism–and the old in decay–imperialism, the upper phase of capitalism. The capitalist system stands only by way of reactionary violence, fascism and war. In its current phase of imperialism putrefaction, capitalism will not fall by itself, despite being socially and economically unfeasible. Imperialism can only be overthrown in a revolutionary manner by the proletariat, led by the Leninist Party. History shows that the revolutionary formula devised by Lenin and the Bolsheviks is correct and that, in the war of opposites between the new and the old, the new always ends up being imposed, sooner or later. The bourgeoisie can only prolong the date of its death, it can only delay the day when socialism is imposed again, but it can never stay in power forever. The bourgeoisie cannot stop the wheel of history.

21) At present, the high development of the productive forces, the technological and scientific progress, the monopolistic socialization of production and the high degree of instruction and technical preparation of the proletariat, together with the decay of imperialism, allows the conditions of revolutionary proletariat to overthrow capitalism and to build socialism to be much better than a century ago. Indeed, when socialism is imposed again, it will do so in a more brilliant and finished way than in the last century. The International Communist Movement, still partly infected by opportunism, has a great deal of responsibility that the proletariat still continues at the mercy of the bourgeoisie in the ideological field. Class struggle goes through three channels: the ideological, the political and the economic. Economically, capitalism is broken and the successive economic crises, increasingly acute, leave it year after year more mortally wounded. Politically, imperialism is weakened, as evidenced by the political landscape of the different capitalist countries. If imperialism is still standing today, it is because the bourgeoisie, for the moment, is wining the ideological war. Capitalism is only sustained in history by the ideological pillar.

Before putting an end to these theses, we remember some words of the Belgian communist Ludo Martens:

. At the end of the twentieth century, humanity has sort of returned to the start state, to the years 1900-1914, where the imperialist powers thought that they could run the world among themselves. In the years to come, as the criminal, barbaric and inhuman character of imperialism shows itself more and more clearly, new generations who never knew Stalin will pay homage to him.” [64]



Madrid, October 31, 2019
IDEOLOGICAL COMMISSION OF THE CENTRAL COMMITTEE OF THE SPANISH COMMUNIST WORKERS’ PARTY (P.C.O.E.)



Bibliographic references:

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[20]: Ibid.
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