Reducir el consumo de carne o cómo no atacar la raíz del problema

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El pasado 7 de julio el Ministro de Consumo Alberto Garzón publicó un video desde su cuenta de Twitter desde el cual invitaba a los ciudadanos a reducir el consumo de carne debido a los problemas de salud pública que pudiera causar, además de considerarlo un remedio contra la producción ganadera intensiva que practicaban las macrogranjas, vinculándolas al calentamiento global.

En otro video donde es entrevistado en La Sexta, Alberto Garzón carga de nuevo contra las macrogranjas:

La parte del sector (ganadero) que no la reciben muy bien (es decir, su propuesta de reducir el consumo de carne) son las grandes empresas. Grandes empresas que se dedican a la venta de carne procesada, grandes empresas que manejan mucho dinero, grandes empresas que no quieren que cambie el status quo, porque aunque sepan que el consumo excesivo de este tipo de productos está vinculado con enfermedades cardiovasculares, también está relacionado con su cuenta de resultados y por lo tanto, ahí tenemos pues evidentemente una cuestión donde la política tiene que entrar. Y la política entra con las prioridades que yo he señalado: salud pública y protección del planeta. Vamos a desplegar todas las medidas que sean oportunas”.

Se podría pensar a partir de estas declaraciones que el gobierno a través del ministerio al cargo de Alberto Garzón tendría la intención de intervenir las macrogranjas conduciéndolas hacia un sistema de producción más sostenible, pero nada más lejos de la realidad.

En otros lugares habla de la producción ganadera extensiva como alternativa a la intensiva. Conviene aclarar términos: la ganadería extensiva depende del medio físico y se alimenta a diente en prados y pastizales naturales. Este tipo de producción ganadera se localiza en las zonas húmedas del país (norte peninsular y áreas de montaña), en los pastos de las penillanuras y en los rastrojos de las regiones secas. Está asociada a razas autóctonas, técnicas tradicionales y tiene una alta dependencia de las subvenciones comunitarias de la Unión Europea a través de la Política Agraria Común (PAC).

Por otro lado, la producción ganadera intensiva o industrial está desvinculada del medio físico, al encontrarse el ganado estabulado y alimentarse total o parcialmente con piensos. Este tipo de producción ganadera se localiza cerca de los centros de consumo urbano y en el nordeste y litoral mediterráneo peninsular. Así mismo, este tipo de producción se asocia a especies extranjeras seleccionadas; emplea técnicas modernas y tiene una alta dependencia de los piensos importados (los cuales son bastante caros) y la industria transformadora. Este tipo de producción ganadera fue ganando terreno frente a la extensiva desde la década de los 60 ante la reducción de las áreas de pasto. Los motivos de esta reducción fueron los siguientes:

  • Disminución del barbecho.
  • Extensión del regadío.
  • Aumento de la repoblación forestal.

Otro factor a tener en cuenta es la alta demanda de productos ganaderos, lo que va a favorecer el nivel de vida con el consumo de proteínas procedentes de la carne, la leche y los huevos.

Vemos, por tanto, que si bien el modelo extensivo es menos dañino para el medioambiente, este es muy dependiente de la Comunidad Europea. Como ya comentamos en nuestra política de Reforma Agraria, “La UE, tal y como se ha demostrado durante la crisis, es el órgano superior del continente que está por encima de los gobiernos estatales, concebido para administrar los intereses de los monopolios, las multinacionales y la banca de los países más poderosos de Europa: Inglaterra, Francia y Alemania.

 

La pertenencia a la UE significa el sometimiento total y absoluto a los intereses supremos del imperialismo europeo que controla, gestiona, dirige la política y la economía de los países socios. Es decir, la UE impide la racionalización y la planificación democrática según los deseos y necesidades del pueblo trabajador. Será imposible dedicar las materias primas extraídas por los campesinos andaluces para la creación de industrias en nuestro propio suelo porque la producción derivada de las nuevas industrias estaría sometida a las directrices supranacionales”.

Garzón no es alguien interesado en romper con la UE, pero tampoco es alguien que quiera acabar realmente con los problemas originados por la producción ganadera. Ante la nula actuación contra las macrogranjas y su modelo de producción intensiva, su máxima aspiración es “concienciar” contra el consumo de carne. Si bien Garzón no apuesta por una alimentación vegana, la base de su pensamiento es la misma que la de esta filosofía posmoderna: la acción individual frente a la colectiva o estructural, atacar el síntoma (la forma en que se consume carne en España) en lugar de a la enfermedad (las relaciones de producción). En definitiva, se apuesta por la acción individual como si esta por sí misma fuera a acabar con el problema, y al igual que las “grandes empresas” que citaba Garzón en la entrevista, este tampoco quiere acabar con el status quo. No es de sorprender de alguien cuya organización política defendía nacionalizar las empresas eléctricas o cerrar las casas de apuestas estando en la oposición y que no han cumplido a la hora de entrar en el gobierno (ni tienen intención de cumplir).

A raíz de un programa de Salvados titulado “¿Qué hay detrás de la industria cárnica en España?, nuestra organización ya advirtió acerca de las soluciones individualistas:

“La misma burguesía que pone sobre la mesa en sus medios de comunicación una situación como la denunciada en Salvados, ofrece a través de sus medios de producción cultural (universidades, prensa, medios online…) supuestas soluciones que para nada modifican ni este problema, ni cualquiera de los que afecta al pueblo trabajador: alterar o parar el consumo de cierto producto. Por ejemplo, el veganismo propone finalizar la ingesta de productos de procedencia animal, como si por alguna suerte de factor mágico el sistema capitalista y su forma de producir basada en la explotación y la plusvalía fueran a detenerse atacando los síntomas (formas de consumo) y no la raíz del problema, sus relaciones de producción. No es casualidad que detrás de un movimiento como este también haya una industria interesada basada, como no puede ser de otra manera, en la explotación y la plusvalía, puesto que la burguesía siempre encuentra formas de canalizar y sacar beneficio de cualquier escenario, aunque se trate de mercados basados en enajenaciones propias de anacoretas u otras aberraciones”.

En un artículo de 2017 titulado “¿De qué ecologismo estamos hablando?”, afirmamos además que “bajo el sistema capitalista, todas las políticas de preservación del medio ambiente quedan relegadas a un segundo plano porque estas no pueden interferir, lógicamente, en la acumulación del capital”. Esto ya fue explicado por Karl Marx en el siglo XIX cuando dijo que “el capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos”.

Finalmente, no podemos dejar sin mencionar el cinismo de Garzón cuando responsabiliza al consumidor de sus posibles problemas de salud o del calentamiento global cuando según una noticia de febrero de este año, en los bancos de alimentos hay casi 600.000 personas más que antes de la pandemia. ¿Cuál ha sido la preocupación del Ministro o de cualquier otra persona del autodenominado “gobierno más progresista de la Historia”? Ninguna.

Desde el PCOE expresamos entonces la necesidad de la planificación obrera de la economía, del Socialismo, del cual emanará una educación cuyo modelo sea la convivencia y la armonía con la naturaleza.

 

La culpa individual exonera al capitalismo

¡Por un modelo de producción que respete al proletariado y a la naturaleza!

¡Socialismo o barbarie!

COMISIÓN DE MOVIMIENTO OBRERO Y DE MASAS DEL PCOE

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