Pana por fuera, falangistas por dentro. Castilla-La Mancha, principal escuela reaccionaria del PSOE
Una de las estrategias de la burguesía para situar al PSOE nuevamente al frente de sus intereses fue la de utilizar la vieja táctica fascista del miedo, es decir, sembrar el terror mediante la fabricación de un problema para después ofrecer una solución que les sea favorable.
Para situarnos en contexto, se hace necesario una breve retrospección de nuestra historia reciente.
El PSOE, que tuvo una presencia mayoritaria en los sucesivos gobiernos de la II República, en Marzo de 1939, y apoyado en el general Segismundo Casado y Cipriano Mera (CNT-FAI), pertrecha junto a los sublevados un segundo golpe de estado contra el legítimo y exhausto gobierno del Frente Popular, en aquel entonces presido por Juan Negrín, liquidando así y de forma definitiva toda la capacidad de resistencia antifranquista del gobierno, además de quebrar toda infraestructura gubernamental de evacuación de tropas – facciones del PSOE y de la CNT, se alinearon con los franquistas a fin de recibir un trato favorable ante una inminente rendición.
Tras la guerra civil, y la actuación quintacolumnista del PSOE (que ya había colaborado activa y voluntariamente con la dictadura de Miguel Primo de Rivera), éste (PSOE) se diluye en la nada, desapareciendo del panorama político español y quedando la resistencia antifranquista en manos del PCE y algunas milicias anarquistas.
En los socialmente convulsos años 60 y 70, el franquismo establece un plan continuista para hacer frente a los movimientos subversivos, y es ahí donde el PSOE hace su “re-entrada” abrumadora y triunfal tras el famoso congreso liquidacionista de 1974 en Suresnes, donde los “renovadores” purgan a todo aquel sospechoso de ofrecer oposición al franquismo y a su táctica “aperturista”.
El PSOE, que había estado ausente durante toda la dictadura franquista, ahora estaba sentado a la mesa de la conversión para proceder a disfrazar al régimen fascista de “demócrata” mediante “acuerdos” que denominaron “pactos de la Moncloa”.
A finales de los años 70, José Bono, un dirigente de tradición Nacional Católica, manchego de nacimiento e hijo de Falangistas (como casi todos los dirigentes del PSOE surgidos de Suresnes 74), se une al grupo de los “renovadores” (así se hicieron llamar los emisarios de Franco). Bono encajaba a la perfección en ese complejo puzle de la “transición” – es habitual, en las pláticas de Bono, escucharle decir lo “buena gente que eran los Falangistas que acudían por casa”. Él, acostumbrado a cantar “el cara al sol”, admiraba a los Fascistas y así lo ha expresado en multitud de ocasiones en sus conferencias.
Ya en los años ochenta, Bono toma posiciones en el PSOE para convertirse, después, en el representante de la Patronal por la circunscripción de Castilla-La Mancha, siendo presidente de la misma desde 1983 hasta el año 2004.
Uno de lo exabruptos más escuchados en sus alocuciones es que “su padre tenía una lista de nombres de militantes Falangistas, y todos eran buena gente”, normalizando así la presencia de fascistas entre la sociedad española – para Bono, convivir con asesinos y verdugos era algo más que normal, y hasta lo consideraba honorable.
Durante las décadas de dominio de José Bono en Castilla-La Mancha creó una escuela de populistas de corte nacional-católico, con discurso netamente interclasista e incuestionablemente fascista, acompañado de una actitud autoritaria y despótica que lo mantuvo en el “poder” durante casi tres décadas, a pesar de ser una de las regiones junto a Andalucía y Extremadura (comunidades donde predominan los latifundios), más castigadas por la pobreza, la precariedad y la siniestralidad laboral de toda España. Bono se ganaba la confianza de patronos, caciques y latifundistas, además de la de los embrutecidos jornaleros y obreros que veían en el populismo una salida a sus problemas.
De esa escuela de reaccionarios creada por él, salió entre otros muchos uno de sus “ahijados”, Emiliano García Page, que en la actualidad ostenta el cargo de Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
García Page es conocido por su transversalidad y su discurso populista de corte nacional-católico, como su mentor José Bono. Es habitual verle besar los anillos a clérigos, o rasgarse las vestiduras a favor de la patronal y de la aristocracia. Hay que recordar que su antecesor en el cargo por el PSOE, José María Barreda Fontes, es descendiente directo de aristócratas de los Condados de La Cañada y Treviño y Gotor.
Recientemente, Emiliano García Page, como secretario general del PSOE en CLM, estableció acuerdos con el partido filofascista Ciudadanos, mediante los cuales se alternarían en el poder de ayuntamientos de las capitales castellano-manchegas.
Por ir terminando, podríamos ir sacando claras conclusiones de lo expuesto, que determinan lo que es en realidad el PSOE: un partido de sesgo nacional-fascista pero con apariencia y mecánica socialdemócrata – todo atrezzo, pues debajo del maquillaje está el personaje, está el fascismo.
El PSOE, no sólo es una organización reaccionaria tutelada por la burguesía y restaurada por el mismísimo Franco tras su desaparición en 1939, sino que, además, hinca su ideario en lo más profundo del corporativismo burgués, de los dogmas más ortodoxos del fascismo.
Cuando Pedro Sánchez y toda la maquinaria propagandística del PSOE, apelaba al voto del terror por la existencia de partidos de “extrema derecha“ (con los que han y seguirán pactando, gobernando y expoliando), ya estaban estableciendo acuerdos con los mismos – cabe recordar que en 1939 el PSOE ya estableció contacto con los sublevados para derrocar los últimos focos de resistencia antifascista.
Cuando el PSOE habla de “la extrema derecha” – y últimamente es habitual que estos se victimicen a cuenta de lo que ellos mismos representan -, lo hace en base a las viejas tácticas de comunicación fascistas de Joseph Goebbels, sustentadas en el principio de simplificación, exageración y transposición del planteamiento y del mensaje sobre un problema fabricado y con origen en un supuesto enemigo único.
El PSOE no tiene ninguna autoridad para hablar de antifascismo, pues ellos mismos forman parte de la reacción, y en los más de 26 años al frente del gobierno burgués tardofranquista, jamás levantaron una fosa, no dignificaron a una víctima, ni cuestionaron un régimen que se construyó sobre los cadáveres aún calientes de la larga noche del fascismo. Es más, lo llamaron “democracia” a la par que robaban a manos llenas, encarcelaban comunistas y creaban los GAL para desarrollar terrorismo de estado contra todo aquél que cuestionase al Régimen fascista que el PSOE reivindica y defiende.
A las personas se las ha de juzgar por lo que hacen o hicieron, no por lo que dicen que van a hacer:
«Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase». V.I.Lenin.
Señalaba el Camarada Stalin que “el fascismo es la organización de combate de la burguesía que se apoya en el respaldo activo de la socialdemocracia. La socialdemocracia es objetivamente el ala moderada del fascismo. No hay bases para asumir que la organización de combate de la burguesía pueda lograr éxitos decisivos en las batallas, o en el gobierno del país, sin el apoyo activo de la socialdemocracia (…) Esas organizaciones no se niegan entre sí, sino que se complementan mutuamente. No son antípodas, son gemelos. El fascismo existe para combatir la revolución proletaria”. La historia del PSOE, al igual que la de la socialdemocracia, nos acredita generosamente esta aseveración de Stalin que, sin duda, es un aserto. Y es que el PSOE es el fascismo con indumentaria de pana.
Todos los sectores sociales que conforman el proletariado únicamente tenemos la salida de acabar con el capitalismo e imponer el socialismo. No puede existir democracia para la mayoría trabajadora si no se democratiza la propiedad de los medios de producción, esto es, que los medios de producción sean propiedad del proletariado y la clase obrera sea quien dirija y planifique la economía a través de su estado socialista.
El oportunismo y la socialdemocracia son los mayores enemigos de la clase obrera pues no dudan en engañarla, dividirla y traicionarla. Sin la socialdemocracia, sin el oportunismo, la burguesía y su criminal formación socioeconómica capitalista no existirían, es por ello que hay que combatirlos sin cuartel pues son el mayor cáncer que padece la clase obrera. Y es que Stalin tenía razón cuando advertía que “no se puede acabar con el capitalismo sin acabar con la ideología socialdemócrata en el movimiento obrero”.
¡ABAJO EL FASCISMO Y SU ESTADO!
¡SOCIALISMO O BARBARIE!
Comité Provincial del Partido Comunista Obrero Español (PCOE) en Guadalajara