El movimiento estudiantil dominante evidencia una vez más su carácter oportunista
Un importante aliado de la clase obrera entre las capas populares son los estudiantes. Así como el capitalismo explota a los trabajadores en los centros de trabajo, la opresión sistémica del capitalismo halla su reflejo en las desigualdades de clase entre los universitarios y las futuras generaciones de trabajadores. En la universidad, al igual que en la educación primaria, secundaria y Formación Profesional, las diferencias materiales de clase se revelan desde el primer momento en que se intenta tener acceso a los recursos y medios que exige la enseñanza. Como una institución más del Estado burgués, la universidad obvia la capacidad material de cada alumno y es partícipe de las desigualdades de clase. Se premia la “meritocracia” sin tener en cuenta las condiciones en las que se lleva a cabo.
Existen múltiples estructuras sindicales estudiantiles en la universidad. Sin embargo, todas ellas se encuentran alejadas de la realidad y de los intereses de los hijos de la clase obrera. Muchas de estas estructuras estudiantiles mantienen vínculos con sindicatos vendeobreros; los mismos que en estas últimas semanas han apoyado medidas criminales como los Expedientes de Regulación Temporal del Empleo (ERTE), e incluso terroristas como la temprana reapertura de las empresas de actividades “no esenciales”, que ha puesto en riesgo la vida de millones de trabajadores y de todos sus respectivos entornos. Esta última decisión, dicho sea, adoptada por un Ejecutivo que se dice “progresista”, en una fecha muy anterior incluso a las elegidas por Gobiernos abiertamente declarados “conservadores”, y en un país con uno de los brotes más avanzados del mundo.
En la misma línea funcionan los sindicatos estudiantiles, como reflejo del sindicalismo amarillo en los centros de enseñanza. Sus acciones se desarrollan al margen de los alumnos de extracción obrera, alejados de las preocupaciones e intereses del proletariado. Empapados de ideología burguesa, sus miembros más destacados se aprenden de memoria las migajas de cultura que necesitan para encontrar su huequito de reconocimiento en su comité de intelectualillos charlatanes, clasistas y con superioridad moral. Su línea práctica, como no puede ser de otra manera, sigue un movimiento en zig-zag, dando una de cal y otra de arena, sin tener claro cuál es el horizonte. Tal es la distancia que los separa de la lucha revolucionaria. La mayoría de estas organizaciones no dudan en acatar las reglas del Estado burgués, en dar su apoyo al Gobierno y a los partidos oportunistas, reformistas y pequeñoburgueses –valga la redundancia–, y en justificar el “buen hacer” de las instituciones universitarias, vendidas a los intereses del capital y, muy en especial, del Banco Santander.
En un plano distinto se encuentra la organización de Estudiantes en Lucha (EeL). Distinto en la teoría, porque en la práctica poco o nada se diferencia de las demás asociaciones y sindicatos de estudiantes. Esta organización se presenta como opositora a ultranza del Estado burgués y del Gobierno que lo dirige y se arroga el papel de defensor de la clase trabajadora. Su retórica obrerista, sin embargo, contrasta con su falta de implicación práctica en el trabajo de masas. Desde Estudiantes en Lucha se actúa por y para la galería, por y para el ensanchamiento cuantitativo (que no cualitativo) de sus filas como último fin (y no medio). La acumulación de cuadros no se emplea para influir en el movimiento y elevar conciencias. Su trabajo se reduce exclusivamente a la agitación. La lucha ideológica y política en el movimiento estudiantil pasa a un segundo plano.
Lejos de ser un sindicato o frente que actúe en el movimiento estudiantil para combatir la ideología burguesa e insuflar conciencia de clase, más se parece a una secta cuya única “lucha combativa” se limita a la difusión de vídeos en redes sociales para multiplicar las cuotas de afiliados sin transformar la suma de fuerzas en trabajo real en las masas. Da la casualidad de que sus acciones prácticas puntuales entre el estudiantado coinciden con la presencia de cámaras o medios de comunicación. Mención especial se merece el escrache que hicieron al vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, que en realidad aunque fuera en la universidad lo hicieron desde el Frente Obrero. Escrache en cual desaprovecharon una ocasión de oro para destapar su oportunismo y las traiciones de su partido, y dejaron, en cambio, una triste imagen de los comunistas, como si fuéramos perros ladradores sin bozal.
Para EeL, toda acción que no pueda utilizarse para sacar a relucir a la organización en redes sociales es directamente desechada. En las asambleas, reuniones y desarrollo del trabajo práctico sobre los problemas de los estudiantes, el EeL brilla por su ausencia, pues naturalmente el trabajo de organización en el tajo es menos agradecido y no da mucha visibilidad. Ni tan siquiera publican comunicados y posicionamientos sobre la realidad y los problemas concretos de los estudiantes, lo que bien revela su grado de desconocimiento y alejamiento del movimiento estudiantil. En la práctica, el EeL demuestra ser una organización oportunista que busca la afiliación por la afiliación y cuyos límites respecto del resto de organizaciones de su mismo conglomerado, son difusos o inexistentes, manifestando de nuevo la falta de organización.
Con respecto al futuro del curso académico 2019/2020, diversas estructuras sindicales estudiantiles se han manifestado a través de comunicados, proponiendo diferentes soluciones para paliar el impacto de la pandemia de COVID-19. Entre ellas se encuentran las propuestas del Frente de Estudiantes, que ofrece la posibilidad de crear una plataforma pública para gestionar la actividad académica y el cese del filtrado de información a cuentagotas a través de la televisión, además de que el estudiantado sea interlocutor real en la toma de decisiones. Por su parte, el fascista Sindicato Español Universitario (SEU), de la Falange Española, propone que los exámenes se hagan de manera presencial cuando se levanten las medidas de confinamiento, y que el curso finalice en el momento en que fuera pertinente y pudiendo recurrir a adaptaciones curriculares, para lo que incluyen la necesidad de una ampliación de las partidas presupuestarias para becas.
Además de las plataformas ya mencionadas, se encuentra una que promueve el llamado Apto General, por el que la asistencia a las clases y materiales online no pueden contar en la evaluación dadas las desigualdades cada vez más evidentes entre el estudiantado. Se incide también en que estos recursos proporcionados de manera online deben ser plenamente accesibles y gratuitos, además de que se diera un amplio margen para la entrega de prácticas y trabajos. Por último, se contempla que las modificaciones que se den en el valor de las actividades deben tener presentes las entregas previas al estado de alarma, así como que las asignaturas donde la estructura lo permita se hagan por medio de trabajos como alternativa a los exámenes, con un margen de entre 24 y 48 horas para hacer dicha prueba.
Entre otros se encuentra el Sindicato de Estudiantes, una organización que acostumbra a caminar a rebufo de CCOO, el sindicato corrupto, oportunista y amarillo por antonomasia junto con UGT, ambos alineados con la patronal. El Sindicato de Estudiantes tan solo critica la estrategia del Gobierno de boquilla, en sus comunicados, pero en la práctica lo apoya incondicionalmente. Su afinidad a CCOO y a los partidos del actual Ejecutivo conduce a que solo hagan mención de distintos aspectos aislados de su gestión y cuestionarlos levemente en aspectos superficiales. Su propuesta del aprobado general y de la eliminación de las notas de corte está tan alejada de la realidad que su relevancia en situaciones como la actual es equivalente a la de un cero a la izquierda. Con propuestas idealistas, es imposible que se le tenga en cuenta y, en la práctica, consciente o inconscientemente, le están diciendo al Gobierno que tiene vía libre para adoptar las medidas que les convenga sin tener en cuenta de manera seria al Sindicato de Estudiantes.
Por último, la red de organizaciones Estudiantes en Movimiento plantea en un comunicado una propuesta para la devolución de tasas del segundo cuatrimestre, con el objetivo de establecer una evaluación final única y presencial garantizada –aunque no descartan la continuación de una evaluación continua telemática flexibilizada–. Además, proponen que las segundas matrículas que sean producto de esta situación sean gratuitas. O incluso que si se aportan pruebas que evidencien la imposibilidad para seguir correctamente el curso, se anulen las actuales matrículas para no tener que repetirlas al año siguiente en segunda convocatoria.
La realidad es que las universidades llegan tarde para solucionar distintos aspectos que debían haberse previsto cuando se estableció el periodo de transición a la docencia virtual. Una cosa es clara: no se puede reconfigurar el curso cuando las fechas del primer escenario habilitado para los exámenes (junio y julio) están a tan solo un mes. La universidad y el Gobierno no han sido eficaces, han abandonado al estudiante sin mostrar ni un ápice de empatía. Se han negado siquiera a escuchar las propuestas del movimiento estudiantil, que alertaba del aumento de la carga de trabajo, de las barreras del estudio autodidacta y del sinfín de problemas psicológicos derivados del confinamiento que, como no puede ser de otra manera, han sido completamente omitidos sin reparo. Todo ello sumado a la falta de medios informáticos que impiden a muchos alumnos poder seguir correctamente el curso académico. Los hijos del proletariado no valen nada para los burócratas capitalistas del Gobierno “del cambio”.
Las cartas que baraja la universidad para dar salida al curso son un completo desprecio al trabajo y esfuerzo diario de los estudiantes –especialmente de los que disponen de menos recursos materiales–. Opciones como la extensión del curso académico a los meses de verano o la apertura de cursos intensivos de recuperación para el año que viene revelan la pésima gestión de las dirigentes de la universidad –y del Gobierno– y el carácter falso de sus proclamas de defensores de los intereses de “la mayoría social”. Mientras públicamente aseguran que buscan la total igualdad entre los alumnos matriculados, demuestran en los hechos que no dudan en dejar de lado a los más desfavorecidos.
Por último, aunque no menos importante, cabe destacar la absoluta inoperancia e invisibilidad del Ministerio de Universidades y, muy en especial, de su titular, Manuel Castells. Hasta hace apenas dos semanas, era el único ministro de todo el Gobierno que todavía no había ofrecido una rueda de prensa. Tras varias semanas con los estudiantes –y los profesores– en la más absoluta incertidumbre, sin saber cuál sería la resolución del ministerio sobre su situación, el Gobierno anunció que hablaría el 15 de abril junto con la ministra de Educación, Isabel Celaá. Sin embargo, no apareció. En cambio, aplazó su comparecencia al viernes 17, después del Consejo de Ministros. Pero volvió a anularla sin ofrecer avances o explicaciones más allá de que “comparecería la semana siguiente” –sin especificar fecha exacta–. Finalmente, compareció, el 23 de abril, hace tan solo dos semanas, con algunos alumnos ya haciendo exámenes. Y la tan esperada rueda de prensa, que mantuvo en vilo a los estudiantes universitarios de toda España, sirvió solamente para decir que su ministerio no tiene competencias sobre las universidades en estas circunstancias y que debía ser cada una por separado quien encontrase una solución. Si no tiene competencias y se demuestra inútil en la situación donde más se le echa en falta, ¿para qué sirve tener todo un ministerio por sí solo para las universidades, teniendo en cuenta el gasto público que supone crear una cartera exclusiva para Castells?
Su intervención no esclareció nada y llegó a destiempo. Pedir a los docentes que consulten y consensuen un método de evaluación online con términos y condiciones claros cuando la docencia online lleva impartiéndose ya desde hace más de tres semanas, cuando ya ha finalizado ese periodo de transición que, para más inri, se está solapando con el de “Docencia Virtual”, resulta cuanto menos una falta de respeto a los estudiantes. Además, en el caso particular de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), el periodo máximo que se concedió a los profesores para diseñar un nuevo modelo de Guías Docentes concluyó el 17 de abril. Por la ineptitud e incompetencia del Gobierno y de las universidades, muchos alumnos con medios limitados acabarán en convocatorias extraordinarias, con suspensos y teniendo que pagar el coste de segundas matriculaciones. La afirmación del ministro de que “todos estamos al servicio de los estudiantes” es absolutamente falsa. La institución no mira por el estudiantado.
En definitiva, las instituciones burguesas y los sindicatos estudiantiles predominantes están aislados de la realidad de los alumnos y, en especial, de los estudiantes de extracción obrera. O bien ignoran la lucha de clases, o, como buenos oportunistas, la aceptan falazmente y se niegan a desarrollarla. Las crisis, como la que sufrimos en el momento presente, sacan a relucir todo el oportunismo de los sindicatos vendeobreros, no solo en los centros de trabajo –donde destacan el amarillismo de CCOO y UGT–, sino también en los centros de enseñanza. Desde el PCOE, hacemos un llamamiento a nuestros compañeros estudiantes y generación de futuros trabajadores a desenmascarar el oportunismo hegemónico en el movimiento estudiantil y a organizarse junto a las demás capas populares oprimidas por la burguesía –obreros, desempleados, pensionistas, jornaleros, etc.– en torno a un Frente Único del Pueblo (FUP) para defender la educación pública, universal y al servicio de la clase trabajadora, y combatir juntos al enemigo de clase y su sistema capitalista. Tomemos de una vez por todas las riendas de nuestro destino.
¡Por el Frente Único del Pueblo!
¡Estudiante, organízate en el PCOE!
¡Sin partido no hay revolución!
Comité Regional del Partido Comunista Obrero Español (PCOE) en Madrid