Contra el fascismo, ni un paso atrás

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 En momentos de especial agudización de la lucha de clases, cuando la agitación de los obreros y las obreras se intensifica cada vez más, se multiplican las medidas represivas por parte del Estado y, poco a poco, el movimiento fascista va cobrando fuerza como respuesta desesperada de los burgueses ante la mera posibilidad de perder su posición de clase dominante.

A día de hoy existen numerosos movimientos fascistas que, aunque aún muy minoritarios, están cobrando fuerzas, alimentándose de las capas más atrasadas de la clase obrera y de los sectores más reaccionarios de la pequeña-burguesía, temerosos ante la ruina que les acecha. Estos movimientos de carácter netamente fascista no representan sino los intereses de la oligarquía financiera en su aspecto más reaccionario y terrorista.

Debido a la falta de un Movimiento Obrero organizado y cohesionado en lo ideológico, y a la existencia de una gran masa obrera sin conciencia de clase y que aún no ha interiorizado la doctrina del socialismo científico, la burguesía monopolista no requiere todavía de la imposición de una dictadura terrorista abierta, es decir, del fascismo. La forma democrático-burguesa de dominación aún garantiza a los capitalistas su absoluto monopolio del poder político y económico. Pero, pese a ello, podemos observar cómo se da un proceso de implantación progresiva de medidas de tipo represivo; se destina cada vez más presupuesto al aparato represor del régimen, y no escapa ya a la vista de nadie la brutalidad con las que se disuelven las manifestaciones y huelgas. Estos son tan solo algunos ejemplos del interminable historial represivo del Estado burgués español.

Este proceso responde a una realidad concreta, a una situación determinada de la lucha de clases: la conciencia espontánea está brotando entre los obreros y éstos están protagonizando movimientos espontáneos que, pese a tener un carácter puramente reformista y no rebasar los límites de la conciencia burguesa, podrían ser la antesala del movimiento consciente si los comunistas inoculamos, desde el exterior, la conciencia de clase a la gran masa de trabajadores. De este modo, lo que hoy es simple conciencia espontánea, podría convertirse el día de mañana en una lucha revolucionaria por la conquista del poder político, protagonizada por la clase obrera bajo la dirección de su Partido Comunista. La represión es, por tanto, una necesidad que tiene la burguesía para sobrevivir, y ésta crece en razón directa de la agitación de la clase obrera.

Paralelamente a este proceso de intensificación de las medidas represivas contra los obreros y los comunistas, los movimientos fascistas se desarrollan numéricamente, siendo éstos los perros de presa de la burguesía monopolista. Este es un hecho que los comunistas, de ningún modo, podemos ignorar; sino que debemos combatirlo con todas nuestras fuerzas para evitar que el embrión fascista se convierta mañana en un monstruoso aparato terrorista que ejerza una violencia abierta y sistemática contra la clase obrera; siempre con el objetivo de salvaguardar los intereses de los capitalistas.

Este proceso es más que evidente en Grecia, donde la organización fascista Amanecer Dorado cuenta ya con un fuerte arraigo entre ciertos sectores de la población. Sus escuadrones fascistas agreden con brutalidad, y con total impunidad por parte de la ley, a los trabajadores inmigrantes, a los obreros conscientes y a los comunistas, en un intento de aplastar el avance de las fuerzas revolucionarias del proletariado. En nuestro caso particular, que es el del Estado Español, observamos cómo ya han surgido numerosas organizaciones de este tipo (España 2000, Respuesta Estudiantil, Falange, Movimiento Social Republicano, Alianza Nacional, Nudo Patriota Español, etc.), que se están desarrollando paulatinamente. Es necesario reconocer que a día de hoy estos fascistas no cuentan con gran arraigo entre las masas, pero por ese mismo motivo es el momento adecuado para combatirlos: para evitar que el recrudecimiento de la lucha de clases nos lleve a una situación parecida a la que viven hoy los griegos con la inminente amenaza fascista que en ese país acecha.

El fascismo se presenta ante las masas con un discurso obrerista e incluso anti-capitalista, apelando a los sentimientos nacionales de las masas obreras y aprovechándose de su frustración ante las condiciones de vida a las que se ven sometidos que, para más inri, se han visto empeoradas desde que estalló la crisis cíclica de sobreproducción que estamos viviendo, que ha sido aprovechada por la burguesía monopolista para lanzar una brutal ofensiva contra los derechos de las clases trabajadoras. Los fascistas logran, de este modo, que su discurso cale entre las capas más atrasadas de la clase obrera, consiguiendo expandir su base social y su influencia entre las masas.

Los comunistas no podemos permanecer impasibles ante esta amenaza, debemos evitar que este discurso reaccionario y abiertamente terrorista penetre entre los obreros, desenmascarando a los fascistas ante las clases trabajadoras y señalándoles como lo que realmente son: siervos de la burguesía monopolista. Los proletarios deben estar prevenidos ante los movimientos fascistas y, sin lugar a dudas, es labor nuestra alertarlos de este peligro.

Por otra parte, cabe resaltar que confiar a los mecanismos democrático-burgueses la tarea de reprimir y frenar el avance del fascismo constituiría un error fatal. La democracia burguesa no es enemiga del fascismo, de hecho ambas son formas de dictadura de la burguesía sobre el proletariado, y ambas representan los intereses de exactamente la misma clase social, que no puede ser otra sino la burguesía. Es esta clase la misma que alimenta y subvenciona al fascismo cuando la democracia burguesa deja de ser una garantía estable del mantenimiento de su dominación. Por ello, la lucha contra el fascismo es inseparable de la lucha contra el sistema que lo genera, el capitalismo, y contra los capitalistas y su podrida democracia burguesa. Pues, en realidad, no dejan de ser una misma cosa.

Corresponde, por todo ello, a los marxistas-leninistas, como vanguardia de la clase obrera, dirigir la lucha contra la burguesía y sus marionetas fascistas. Allá donde los comunistas no tengamos presencia, estaremos concediendo un espacio al fascismo para que éste campe a sus anchas y trate de inocular su discurso ente los trabajadores. No podemos permitir que tal cosa suceda, debemos luchar sin descanso y a todos los niveles contra la burguesía y su Estado y, cómo no, contra sus perros de presa: los fascistas. Cada concesión al fascismo representa un paso atrás para nuestra clase en su honorable lucha por la Revolución proletaria. Únicamente la organización de las masas proletarias desarrollando el Frente Único del Pueblo, y el fortalecimiento del Partido son garantías para hacer que las clases populares avancen y parar la dictadura de los monopolios, y a su doberman fascista, que el Pueblo padece hoy.

¡Fuera los fascistas de nuestros barrios!

¡El capitalismo es quien genera el fascismo!

¡Socialismo o barbarie!

PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

 

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