Ante la ruina del sector avícola gallego
Hace escasos días la patronal del sector avícola gallego alertaba del hundimiento del sector, ante las prácticas de las grandes superficies de mantener los precios de la mercancía que ellos producen por debajo de los costes de producción, con el objetivo de utilizar estos productos como “reclamo” para la compra en estas superficies. Ni que decir tiene que ese margen de pérdidas es recuperado aumentando artificialmente el precio de otros artículos.
Esto es una ley de desarrollo del capitalismo. Los monopolios, en este caso los del sector de la distribución, imponen sus normas. Asimismo, para contrarrestar estos efectos negativos el capital productivo tiende a concentrarse en cada vez menos manos, para poder plantar cara estos otros monopolios. Es decir, cada vez tienden a existir menos productores en el sector avícola, concentrándose la producción en grandes grupos que controlan cada vez más la producción. Y esto naturalmente en quién repercute es en los obreros, porque esa concentración de la producción hace que sean prescindibles miles de empleos en el sector, porque a los capitalistas no les hacen falta.
Los defensores del capitalismo invierten mucho trabajo y gastan millones de euros, por medio del adoctrinamiento en desviar de la mente del trabajador la cuestión de quién dirige y controla la vida económica dentro del capitalismo. Es decir, gastan ingentes cantidades de dinero en la batalla ideológica contra la clase obrera.
Pero, sin embargo, no pueden ocultar el hecho de que en el capitalismo la producción no depende del control democrático del pueblo gallego, sino del poder dictatorial de un número no grande de corporaciones y multinacionales, que tienden a controlar cada vez más dicha producción.
En la esfera económica, el capitalismo es desde sus bases antidemocrático y antihumano. Esto por supuesto, tiene también influencia en la escena política. En la sociedad capitalista, el dinero constituye una de las fuerzas motrices de la política. Y son precisamente las empresas quienes tienen el dinero. Pueden utilizar este dinero para elegir al pelele de turno que se sentará en el sillón del gobierno, pueden controlar los medios de comunicación, etc. Vivimos en una sociedad dominada por las empresas y los monopolios. Por consiguiente, incluso dónde se nos dice que existe democracia, se trata de una dictadura del capital.
El capitalismo es un modo de producción anárquico. Se produce no según las necesidades sino para el máximo beneficio, sin orden ni control. Esta anarquía se encuentra en evidente contradicción con la planificación y coordinación general que una economía requiere objetivamente. Vivimos en una sociedad moderna compleja, en la cual cada una de sus partes depende de otras, encontrándose todas interconectadas.
Los obreros del sector avícola dependen de los empleos, los cuales se encuentran controlados por las empresas productoras . Los trabajadores tienen que ganarse la vida con sus propias manos, ya que las fábricas y maquinaria las tienen en sus garras las empresas. Los comerciantes dependen de que los obreros tengan trabajo, y cuanto menos ventas tengan más tenderá el capital a concentrarse en menos manos, al desaparecer la competencia debido a la bajada de ventas, dando lugar como dijimos anteriormente a la aparición de grandes monopolios como consecuencia de esta concentración de capital. Surgen así las grandes cadenas de distribución, ante las cuales la pequeña tienda de ultramarinos del barrio no puede competir y se ve abocada al cierre. Esto es ley en el capitalismo, y explica el porqué las grandes superficies cada vez controlan en mayor medida el mercado, lo que les permite imponer las condiciones que ellos determinen a los productores, los cuales deben concentrarse si quieren hacer frente a estas condiciones abusivas, y ello lo pagan los obreros con su trabajo. De toda esta ecuación aparecen las crisis sistémicas del capitalismo, ante la imposibilidad por parte del pueblo de adquirir todas las mercancías producidas. Es decir, la crisis es parte intrínseca del capitalismo.
Para poner fin a esto la economía tiene que ser dirigida por un plan central, cuyo objetivo principal sea aumentar el bienestar del pueblo. Pero esto no puede lograrse en el capitalismo, donde la economía está dirigida por las empresas privadas que no persiguen satisfacer los intereses del pueblo y su bienestar, sino sus intereses privados, los cuales consisten en alcanzar la mayor ganancia. Y además, como hemos visto, ese capitalismo tiene sus propias leyes de desarrollo que tienden siempre a aumentar el poder de los monopolios. Sólo bajo el socialismo puede ser dirigida planificadamente la economía.
El poder incontrolado de las empresas hace que de deslocalice la producción hacia áreas dónde los capitalistas obtienen mayores ganancias, a costa de explotar más a los obreros, como puedan ser los países del tercer mundo. Tras las deslocalizaciones sólo queda miseria y paro, pero esto no les importa a las empresas que lo que buscan es maximizar los beneficios. Sobre este tema en Galicia tenemos cientos de ejemplos, vemos como los polígonos industriales menguan cada vez más, impidiendo el desarrollo de las fuerzas productivas y condicionando la depauperación de la clase obrera gallega.
Por tanto el capitalismo, como sistema socio-económico, no acepta responsabilidades por una vida satisfactoria para el pueblo. Los intereses humanos no son asunto de la sociedad capitalista. El capitalismo es brutal y antihumano. Por ejemplo la gente se puede estar muriendo que si no tiene el dinero para pagar la cama de un hospital, está sentenciada. Esto no está pasando en Somalia o Haití, sino en decenas de casos en la Galicia del siglo XXI.
Tal y como de desarrolla la crisis general del capitalismo, en la misma medida se profundiza la crisis de la clase obrera. Y es precisamente esta situación la que obliga a los trabajadores a buscar auténticas soluciones. Y esa solución se llama socialismo. Los propagandistas del capitalismo son bien conscientes de ello. Esto explica la continua y casi histérica guerra propagandística contra el comunismo. Esta es la razón para inventar y propagar cada vez más mayores mentiras y calumnias sobre el socialismo.
Todo esto para mantener los intereses de los capitalistas, que son las ganancias y cómo hacerse todavía más ricos. Nos toca a los obreros, trabajadores y demás clases populares luchar por un sistema que subordine todos sus esfuerzos a un solo objetivo: la vida satisfactoria y el bienestar del pueblo. Ese sistema se llama socialismo.
Es por eso que la única alternativa para los trabajadores del sector avícola es la lucha por el socialismo, por el control obrero de la producción en un sistema que no busque el beneficio de los monopolios, sino el bienestar de los trabajadores. Y ese sistema se llama socialismo-comunismo.
DIANTE DA RUINA DO SECTOR AVICOLA GALEGO
Fai escasos días a patronal do sector avícola galego alertaba do afundimento do sector, ante as prácticas das grandes superficies de manter os prezos da mercadoría que eles producen por debaixo dos custos de produción, co obxectivo de utilizar estes produtos como “reclamo” para a compra nestas superficies. Nin que dicir ten que esa marxe de perdas é recuperada aumentando artificialmente o prezo doutros artigos.
Isto é unha lei de desenvolvemento do capitalismo. Os monopolios, neste caso os do sector da distribución, impoñen as súas normas. Así mesmo, para contrarrestar estes efectos negativos o capital produtivo tende a concentrarse en cada vez menos mans, para poder arrepor estes outros monopolios. É dicir, cada vez tenden a existir menos produtores no sector avícola, concentrándose a produción en grandes grupos que controlan cada vez máis a produción. E isto naturalmente en quen repercute é nos obreiros, porque esa concentración da produción fai que sexan prescindibles miles de empregos no sector, porque aos capitalistas non lles fan falta.
Os defensores do capitalismo inverten moito traballo e gastan millóns de euros, por medio do adoutrinamento en desviar da mente do traballador a cuestión de quen dirixe e controla a vida económica dentro do capitalismo. É dicir, gastan inxentes cantidades de diñeiro na batalla ideolóxica contra a clase obreira.
Pero, non obstante, non poden ocultar o feito de que no capitalismo a produción non depende do control democrático do pobo galego, senón do poder ditatorial dun número non grande de corporacións e multinacionais, que tenden a controlar cada vez máis a devandita produción.
Na esfera económica, o capitalismo é dende as súas bases antidemocrático e antihumano. Isto por suposto, ten tamén influencia na escena política. Na sociedade capitalista, o diñeiro constitúe unha das forzas motoras da política. E son precisamente as empresas as que teñen o diñeiro. Poden utilizar este diñeiro para elixir o monicreque correspondente que se sentará na cadeira de brazos do goberno, poden controlar os medios de comunicación, etc. Vivimos nunha sociedade dominada polas empresas e os monopolios. Por conseguinte, mesmo onde se nos di que existe democracia, trátase dunha ditadura do capital.
O capitalismo é un modo de produción anárquico. Prodúcese non segundo as necesidades senón para o máximo beneficio, sen orde nin control. Esta anarquía encóntrase en evidente contradición coa planificación e coordinación xeral que unha economía require obxectivamente. Vivimos nunha sociedade moderna complexa, na cal cada unha das súas partes depende doutras, encontrándose todas interconectadas.
Os obreiros do sector avícola dependen dos empregos, os cales se encontran controlados polas empresas produtoras. Os traballadores teñen que gañarse a vida coas súas propias mans, xa que as fábricas e maquinaria as teñen nas súas poutas as empresas. Os comerciantes dependen de que os obreiros teñan traballo, e canto menos vendas teñan máis tenderá o capital a concentrarse en menos mans, ao desaparecer a competencia debido á baixada de vendas, dando lugar como dixemos anteriormente á aparición de grandes monopolios como consecuencia desta concentración de capital. Xorden así as grandes cadeas de distribución, ante as cales a pequena tenda de ultramarinos do barrio non pode competir e se ve abocada ao peche. Isto é lei no capitalismo, e explica o porqué as grandes superficies cada vez controlan en maior medida o mercado, o que lles permite impoñer as condicións que eles determinen aos produtores, os cales deben concentrarse se queren facer fronte a estas condicións abusivas, e el págano os obreiros co seu traballo. De toda esta ecuación aparecen as crises sistémicas do capitalismo, ante a imposibilidade por parte do pobo de adquirir todas as mercadorías producidas. É dicir, a crise é parte intrínseca do capitalismo.
Pra poñer fin a isto a economía ten que ser dirixida por un plan central, cuxo obxectivo principal sexa aumentar o benestar do pobo. Pero isto non pode lograrse no capitalismo, onde a economía está dirixida polas empresas privadas que non perseguen satisfacer os intereses do pobo e o seu benestar, senón os seus intereses privados, os cales consisten en alcanzar a maior ganancia. E, ademais como vimos, ese capitalismo ten as súas propias leis de desenvolvemento que tenden sempre a aumentar o poder dos monopolios. Só baixo o socialismo pode ser dirixida planificadamente a economía.
O poder incontrolado das empresas fai que de deslocalice a produción cara a áreas onde os capitalistas obteñen maiores ganancias, a custa de explotar máis os obreiros, como poidan ser os países do terceiro mundo. Tras as deslocalizacións só queda miseria e paro, pero isto non lles importa ás empresas que o que buscan é maximizar os beneficios. Sobre este tema en Galiza temos centos de exemplos, vemos como os polígonos industriais minguan cada vez máis, impedindo o desenvolvemento das forzas produtivas e condicionando a depauperación da clase obreira galega.
Por tanto o capitalismo, coma sistema socio-económico, non acepta responsabilidades por unha vida satisfactoria para o pobo. Os intereses humanos non son asunto da sociedade capitalista. O capitalismo é brutal e antihumano. Por exemplo a xente pódese estar a morrer que se non ten o diñeiro para pagar a cama dun hospital, está sentenciada. Isto non está a pasar en Somalia ou Haití, senón en decenas de casos na Galiza do século XXI.
Tal e como de desenvolve a crise xeral do capitalismo, na mesma medida se afonda a crise da clase obreira. E é precisamente esta situación a que obriga os traballadores a buscar auténticas solucións. E esa solución chámase socialismo. Os propagandistas do capitalismo son ben conscientes diso. Isto explica a continua e case histérica guerra propagandística contra o comunismo. Esta é a razón para inventar e propagar cada vez máis maiores mentiras e calumnias sobre o socialismo.
Todo isto para manter os intereses dos capitalistas, que son as ganancias e como facerse aínda máis ricos. Tócanos aos obreiros, traballadores e demais clases populares loitar por un sistema que subordine todos os seus esforzos a un só obxectivo: a vida satisfactoria e o benestar do pobo. Ese sistema chámase socialismo.
É por iso que a única alternativa para os traballadores do sector avícola é a loita polo socialismo, polo control obreiro da produción nun sistema que non busque o beneficio dos monopolios, senón o benestar dos traballadores. E ese sistema chámase socialismo-comunismo.