Ante la bancarrota económica del imperialismo el socialismo es la salida

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La pasada semana los medios de manipulación de masas de los capitalistas nos decían que España había entrado en recesión. Los capitalistas hablan de recesión puesto que la economía española se ha contraído, y más concretamente su Producto Interior Bruto (PIB), durante dos trimestres consecutivos. De tal modo que en el primer trimestre el PIB se contrajo un 5,2%, por una contracción del 18,5% en el segundo. Comparado con los dos primeros trimestres del año pasado, el 2019, la economía española se ha desplomado un 22,1%. Traducido en euros, estos resultados determinan que la economía española, en el primer semestre de 2020, ha dejado de producir 87 mil millones de euros.

Según nos cuentan los capitalistas, “el consumo de los hogares, principal motor del PIB, sufrió un desplome de nada menos que del 21% en el segundo trimestre del año respecto al primero (…) en estos cuatro meses, el consumo retrocedió a niveles de 2002”. El principal motor del PIB es el consumo de los trabajadores, según reconocen los propios capitalistas. Esto quiere decir que, por un lado, somos los trabajadores no sólo los que generamos la riqueza, con nuestro trabajo, sino que también los que hacemos que la economía crezca con el consumo de lo que nosotros mismos producimos y que el burgués nos roba, pero por otro lado, también nos muestra que el capitalismo tiene una contradicción irresoluble. Para que los trabajadores consuman deben tener trabajo y obtener unos salarios que les permitan consumir. Sin embargo, el desarrollo tecnológico hace que se produzca mucho más con menos trabajadores, de tal manera que la robotización va destruyendo puestos de trabajo y lanzando a los trabajadores al paro forzoso. En consecuencia, no sólo el consumo retrocede y, por tanto, la generación de riqueza, sino que al reducirse el consumo y producirse más se acentúa la crisis de superproducción. La alteración de la composición orgánica del capital, acrecentándose el capital constante y aminorándose el capital variable, el capital destinado a la mano de obra, que es el que genera plusvalía, hace que la burguesía reduzca la obtención de plusvalía. Por esta razón, el capitalismo monopolista, agonizante, no sólo conduce a la miseria a cada vez mayor número de trabajadores, sino que también lleva a la ruina a cada vez un mayor número de burgueses.

El problema no es el desarrollo tecnológico sino la propiedad privada sobre los medios de producción. El progreso social no es otra cosa que garantizar que todas las necesidades de los seres humanos estén cubiertas y conseguir la emancipación del ser humano del trabajo asalariado, pero también del trabajo al objeto de que la producción satisfaga, no sólo las necesidades de la humanidad, sino que permita el desarrollo multilateral e ilimitado del ser humano siendo para ello esencial la automatización de la producción, a la par que establecer un nuevo concepto de necesidad humana, de tal modo que el desarrollo humano sea armónico con la defensa de la naturaleza – pues el ser humano y la sociedad que conforma forma parte de ella – y no entre en contradicción, como pasa con el capitalismo, provocando un riesgo real de la vida en el planeta si no acabamos con el sistema explotador y criminal que hoy impera en el mundo.

Otro elemento que justifica, según los capitalistas, el batacazo del PIB en este trimestre es que “Las empresas también cortaron en seco la inversión productiva durante los meses de cierre económico. En total, la inversión en maquinaria y bienes de equipo se hundió un 26% y se situó en el nivel más bajo desde 1998”. Sin embargo, hemos de recordar que la propia prensa burguesa, concretamente la Agencia EFE el pasado 23 de marzo, señalaba que “en términos netos, una vez descontadas las desinversiones, la inversión productiva bajó a 16.462 millones en 2019, el 60,3% menos respecto a los 41.438 millones de 2018”. Por tanto, este factor continúa su tendencia a la baja ya iniciada en 2019, donde su caída ya fue considerable sin que mediara coronavirus alguno.

Con respecto de las exportaciones y las importaciones nos dicen que “las exportaciones también se hundieron, en gran medida como consecuencia de la dependencia que tiene España del sector del automóvil y del turismo. En total, las ventas al exterior cayeron un 33,5% en el trimestre. Las importaciones también sufrieron un fuerte desplome, superior al 28%. Es importante tener en cuenta que las importaciones de España están muy relacionadas con las exportaciones, ya que en gran medida son bienes intermedios que utiliza la industria ensambladora nacional. Cuando esta no vende, tampoco compra, lo que evitó un fuerte deterioro de la demanda exterior.” Pero este fenómeno no se da como consecuencia de la COVID-19. El Estado español, como consecuencia de la distribución internacional del trabajo efectuada por los monopolios internacionales tiene una economía centrada, cada vez más, en el sector servicios. De hecho, ese papel económico de España es consecuencia de la política desarrollada por los monopolios desde hace más de 4 décadas y una de las condiciones para que el Estado español se integrara en la CEE, hoy la UE. De hecho, el cada vez menor peso de la industria en la economía española se corrobora en que la balanza comercial española, desde el año 1990 hasta hoy siempre ha sido negativa, es decir, siempre se ha importado mucho más de lo que se ha exportado.

Y, claro está, cuando la economía de un país, como en este caso España, se concentra en el sector servicios y se destruyen los sectores primarios y secundarios el batacazo del turismo se torna en dramático para la ya maltrecha economía española. El comercio, el transporte y la hostelería se hundieron un 40% en este trimestre.

Mientras el PIB español en el segundo trimestre de este año se ha contraído un 18,5%, otros países de su entorno han tenido contracciones menores de su PIB: Alemania ha contraído su PIB un 10,1%; Francia un 13,8%; Portugal un 14,1%; Bélgica un 12,2% o Italia un 12,4% siendo la contracción media de la UE un 11,9%.

Sin embargo, un dato que los medios del capital en el Estado español pasan de puntillas y ocultan a la hora de explicar la caída del PIB, muy superior a sus países socios de la UE, es el gasto público de España para luchar contra el coronavirus que es mucho menor al gasto público de esos países europeos. Así, el gasto público para luchar contra el coronavirus en el Estado español asciende a 126.000 millones de euros, lo que equivale al 11% del PIB, por el gasto público para luchar contra la COVID-19 del 34% del PIB en Alemania e Italia; 18,8% en Reino Unido o el 14,6% en Francia, teniendo en cuenta que el PIB de todos esos países, en millones de euros, es superior al de España. En términos absolutos, y para corroborar la diferencia, mientras que Alemania destina un gasto público en luchar contra el coronavirus de 848.350 millones de euros, España, dirigida por el gobierno compuesto por PSOE-PODEMOS-IU/PCE, destina 126.000 millones de euros. Y es que la realidad tapa la boca a aquellos granujas que pretenden engañar al pueblo trabajador diciendo que la intervención estatal va en contra del capitalismo cuando, el capitalismo, es imposible sin la existencia y la intervención del Estado burgués para servir a la burguesía y someter a la clase obrera.

El Producto Interior Bruto es una magnitud macroeconómica que expresa en términos monetarios la producción de bienes y servicios de demanda final en un país durante un periodo determinado. El PIB, también denominado Producto Social Global es la masa de bienes materiales producidos en la sociedad durante un periodo de tiempo. De ese Producto Social Global sale la renta nacional – que son el capital variable y la plusvalía que la burguesía roba a la clase obrera – y la reposición del capital constante consumido, es decir, el valor de los medios de producción invertidos en la nueva producción, dejando bien claro la realidad objetiva, que los capitalistas mienten cuando hablan de los riesgos que asumen los empresarios amparándose en ello para que los empresarios roben inmisericordemente a los trabajadores. Los empresarios no asumen riesgo alguno, el capital constante, los salarios y la plusvalía que roban a los trabajadores, todo sale de las espaldas de la clase obrera. La realidad objetiva tapa la boca a la burguesía y sus mentiras. Como mentira es que el PIB sea una magnitud que refleje el bienestar de una sociedad, por mucho que la burguesía recurra al PIB per cápita como magnitud para establecer comparativas entre trabajadores de diferentes países.

Ese Producto Interior Bruto, o Producto Social Global, como hemos indicado anteriormente, condensa por tanto a la parte que materializa el nuevo valor creado durante el periodo temporal analizado, esto es, el capital variable y la plusvalía de la que se apropian los capitalistas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), señala en un informe realizado sobre el periodo comprendido entre los años 2009 y 2018, que se hizo público a principios de este año, que en el mundo los salarios pierden peso en la economía, en el PIB. Concretamente para España señala que unos 64.500 millones de euros anuales han dejado de estar en manos de los trabajadores, suponiendo una pérdida por trabajador de 3.200 euros al año. Por tanto, las políticas realizadas por los capitalistas lo que ha conducido, en el Estado español y en todo el mundo, es a transferir más riqueza a favor de la burguesía, robándole todavía más a los trabajadores.

El PIB, que es la masa de bienes materiales producidos en la sociedad durante un año constituida por el capital variable, la plusvalía y la reposición del capital constante consumido, es decir, el valor de los medios de producción invertidos en la nueva producción, nos desnuda la realidad objetiva y desnuda cómo los capitalistas mienten cuando hablan de los riesgos que asumen los empresarios, amparándose en ello para que los empresarios roben inmisericordemente a los trabajadores. Los empresarios no asumen riesgo alguno, el capital constante, los salarios y la plusvalía que roban a los trabajadores, todo sale de las espaldas de la clase obrera. La realidad objetiva tapa la boca a la burguesía y sus mentiras. Como mentira es que el PIB sea una magnitud que refleje el bienestar de una sociedad, por mucho que la burguesía recurra al PIB per cápita como magnitud para establecer comparativas entre trabajadores de diferentes países.

La burguesía y sus esbirros, llamados consultoras, no dudan ya en dibujar cual será el futuro para los trabajadores. La Consultora CEINSA advertía en mayo que “los salarios caerán hasta un 10% en nuevas contrataciones” añadiendo “que habrá ajuste de hasta el 12% en turismo y comercio minorista debido a los despidos”. ¡He ahí la naturaleza criminal del capitalismo!

El capitalismo monopolista se halla en bancarrota económica. Un sistema que lleva muchos años mostrando su agotamiento y su caducidad, mucho antes de que la COVID-19 saliera a la palestra. La pandemia lo único que ha hecho es mostrar que la economía capitalista es un bluf y no se sostiene sobre pilares firmes – por mucho que los voceros del capital bajo la etiqueta de “expertos económicos” nos quieran mostrar lo contrario – y se viene abajo y derrumba en cuatro semanas. Lo único que puede ofertar el capitalismo es más sufrimiento y miseria para la clase obrera y las clases populares. El desarrollo de las fuerzas productivas no admite más la propiedad privada sobre los medios de producción. Las relaciones de producción capitalista suponen un freno al desarrollo de las fuerzas productivas y la negación de la vida de los trabajadores. El socialismo es la única alternativa, es el sistema económico que pondrá al ser humano en el centro y no a una minoría criminal y explotadora, como son los monopolios, la oligarquía. El socialismo es el sistema superior que puede armonizar el desarrollo de las fuerzas productivas con las relaciones de producción. Hoy más que nunca rige la siguiente disyuntiva: ¡Socialismo o Barbarie!

 

Madrid, 5 de agosto de 2020

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

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