Radiografía de una utopía. Una vida digna en el capitalismo

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Los datos de las propias instituciones burguesas describen al sistema capitalista como un freno para el desarrollo de la humanidad. A lo largo y ancho del mundo, ser un trabajador es ya sinónimo de miseria. Las condiciones en las que vive la clase obrera en la actualidad son las peores que ha conocido la historia mientras que la clase burguesa vive el momento de mayor acumulación de capitales jamás conocida.

Los diversos organismos al servicio de la burguesía, como Organizaciones No Gubernamentales financiadas por la clase dominante o la Organización Internacional del Trabajo, dependiente de la ONU, se ven incapaces ya de disimular las cifras que se refieren a la situación de la clase obrera en el mundo. Su objetivo primordial es ponerlas al descubierto y atacar a cierta parte de la superestructura, la parte política, como responsable de las mismas.

Intermon Oxfam, en su estudio “Una economía para el 99%” nos muestra los datos, demoledores: 8 personas (sin decir qué personas ni cómo han obtenido esa riqueza) poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad, 3.600 millones de personas.

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Y el cómo la obtienen lo encontramos en las fábricas de Bangladesh de Zara donde los trabajadores cobran 50 euros al mes, hasta 50 horas a la semana. El derrumbe de la fábrica Rana Plaza, en Bangladesh, que arrojó un saldo de mil 138 muertos y alrededor de 2.500 heridos, en 2013 dejó bien claras las condiciones laborales de miles de trabajdores, de la industria textil, que a diario maquilaban millones de prendas de vestir para poderosas firmas de occidente, entre ellas Zara-Inditex.

En México, como explican los telefonistas mexicanos, a partir de que el Carlos Slim se convirtió en socio mayoritario de Telmex y posteriormente de América Móvil, se congeló el crecimiento de la plantilla de trabajadores bajo el contrato Telmex-STRM y de sus principales filiales, para después reducirla un 35% en 25 años, pasando así de 43.000 telefonistas bajo el contrato principal en 1990 a 29.500 a fines de 2014.

Exactamente igual que hizo en España Cesar Alierta en Telefónica. En 1993 Telefónica de España tenía una plantilla de 74.340 personas, todas con las mismas condiciones laborales. Hoy en la empresa matriz apenas quedan 20.000 personas en plantilla. La empresa ha conseguido, sin tener que enfrentarse a ningún tipo de conflicto, deshacerse de unos 50.000 puestos de trabajo estables y con condiciones salariales dignas que se han perdido para la sociedad. Esos 50.000 trabajadores propios se han sustituido por cientos de miles de personas subcontratadas atrapadas en una espiral de precariedad, de accidentabilidad laboral, de incertidumbre y acoso laboral.

Ambos son competidores por el mercado de la telefonía, por lo que las prácticas para la explotación laboral se acentúan con el objetivo de reducir sus precios, ganar cuota de mercado y obtener más beneficios que la competencia. Esta es la consecuencia lógica del sistema de producción capitalista.

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La Organización Internacional del Trabajo, dependiente de la ONU, en su reciente informe “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo 2017” indica que “Tanto el decepcionante rendimiento económico registrado en 2016 como las perspectivas por debajo de la tendencia para 2017 generan preocupación sobre la capacidad de la economía de: i) crear una cantidad suficiente de empleos; ii) mejorar la calidad del empleo en el caso de quienes ya tienen un trabajo; y iii) garantizar que los beneficios del crecimiento sean compartidos de manera inclusiva. En todo el mundo, los países afrontan el doble desafío de reparar los daños provocados por la crisis y de crear oportunidades de empleo de calidad para los nuevos participantes en el mercado de trabajo”.

Un reto que el capitalismo no puede afrontar, puesto que -como reza el propio informe- “se espera que la tasa de desempleo mundial registre un incremento y pase del 5,7 por ciento en 2016 al 5,8 por ciento en 2017. Este aumento supone 3,4 millones más de personas desempleadas en todo el mundo, con lo cual el desempleo total superaría los 201 millones en 2017”.

El empleo “vulnerable”, como califica la OIT al empleo con un alto nivel de precariedad por su escasa o inexistente remuneración y dificultad para acceder a programas de protección social, supone a día de hoy el 46% del empleo global, lo que equivale a unos 1.500 millones de personas con este tipo de trabajo. El empleo vulnerable afecta más a las economías en desarrollo ya que los trabajadores que pierden sus empleos, según e,l jefe de la unidad de las tendencias mundiales del empleo de la OIT, Lawrence Jeff Johnson “no tienen acceso a esquemas de protección social. Estos, en vez de convertirse en desempleados, con frecuencia aceptan diversas formas de empleo, trabajando por cuenta propia o colaborando con las empresas familiares”. Trabajar sin cobrar, para la OIT, cuenta como trabajo activo en lugar de desempleo. Eso sí, calificado como empleo “vulnerable”.

Los trabajadores pobres, en 2016, supusieron nuevamente un problema, para la OIT: “casi la mitad de los trabajadores de Asia Meridional y casi dos tercios de los trabajadores de África Subsahariana viven en situación de pobreza extrema o moderada (es decir, con menos de 3,10 dólares de los Estados Unidos diarios en paridad de poder adquisitivo)”. Y la tendencia no es esperanzadora: “En los países en desarrollo, la cantidad de trabajadores pobres está aumentando. Mientras que en los países emergentes las tasas y la cantidad de trabajadores pobres han registrado rápidos descensos, en los países en desarrollo esta disminución no ha podido mantener el ritmo del crecimiento del empleo. Por ello se espera que en los países en desarrollo la cantidad de trabajadores con ingresos inferiores a 3,10 dólares de los Estados Unidos diarios aumente en 3 millones cada año durante los próximos dos años”.

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Más trabajadores y más pobres. Menos oportunidades de empleo y en peores condiciones. Más ricos y más ricos, en cantidad y en calidad. Esas son las conclusiones de los informes de la OIT y de Intermon Oxfam. Sus propuestas, también idénticas, son reformas políticas que van en contra del desarrollo capitalista actual y que, sin un cambio de sistema, jamás se adoptarán echando la culpa a los políticos por ello.

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No se llevarán nunca a cabo por un motivo: La superestructura política -a la que se culpa- viene impuesta por su base económica -el sistema capitalista de producción-. Sin acabar con la base económica, no puede cambiar su superestructura. Así lo apuntaba Marx en su Contribución a la Crítica de la Economía Política: “El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general.No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.”

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La conflictividad social, a raíz del desarrollo del capitalismo en todo el mundo, también aumenta. Movimientos espontáneos de indignación de los pueblos en prácticamente todas las naciones en contra de las consecuencias del desarrollo del capitalismo se observan por todo el globo.

En México, donde el llamado “gasolinazo” ha movilizado al pueblo trabajador contra el Gobierno de Enrique Peña Nieto por la subida del precio de los combustibles y la liberalización el mercado -hasta ahora en manos exclusivas de Pemex y en adelante repartido entre multinacionales-. Un ejemplo de estado fallido, en el que se agudiza la lucha de clases a pasos agigantados.

En Perú, donde hay movilizaciones en rechazo al alza en las tarifas en los peajes en la vía Panamericana ya que el contrato de concesión, liderado por Odebrecht, nació de una iniciativa privada de esta empresa presentada al Concejo de Lima y adjudicada directamente sin haber mediado ninguna licitación pública, a pesar de ser un proyecto de más de 590 millones de dólares. El contrato, que se firmó en enero del 2013, está dentro del periodo (2005 a 2014) en el que los máximos directivos de Odebrecht han confesado ante autoridades de Brasil y los Estados Unidos haber pagado sobornos a funcionarios públicos peruanos por un total de 29 millones de dólares para conseguir contratos públicos de obras y concesiones.

En Grecia, donde el Gobierno socialdemócrata oportunista de Alexis Tsipras ha sufrido 5 huelgas generales por la insostenible situación del pueblo trabajador. En Francia, donde se ha aprobado, pese a la movilización de los trabajadores, la Reforma Laboral a la española.

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 La propia OIT lo advierte en su informe: “Asimismo, habida cuenta de la incertidumbre mundial creciente, el riesgo de malestar social o descontento ha aumentado en casi todas las regiones. El índice de malestar social de la OIT, cuyo objetivo es vincular el malestar expresado con la situación socioeconómica de los países, indica que el malestar social mundial promedio aumentó entre 2015 y 2016. De hecho, entre 2015 y 2016, ocho de once regiones registraron incrementos en la medida del malestar”.

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 Las tasas de crecimiento mundial son, igualmente, decreciente año tras año, lo que indica que, lejos de salir de la recesión a nivel mundial, nos sumimos en una nueva sin haber salido de la anterior. Los datos los aporta el Fondo Monetario Internacional, otra institución burguesa al servicio del capital y certifican la putrefacción del sistema capitalista, evidencia que este sistema es un freno para el desarrollo humano y que bajo sus leyes el pueblo trabajador no puede esperar más que miseria e indignidad.

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Los trabajadores, como ha quedado demostrado, no podemos tener ninguna esperanza en el actual sistema de producción capitalista, que nos somete y explota a diario y con el que ensanchamos las ya opulentas cuentas bancarias de nuestros explotadores mientras el pueblo trabajador se muere de hambre. Al contrario, nuestra misión histórica es acabar con él cuanto antes y mandarlo al estercolero de la historia, donde está su sitio. El Socialismo, la máxima aspiración del proletariado, y la Dictadura del Proletariado deben imponerse cuanto antes, pues de ello depende nuestra vida y la de nuestros hijos y, para ello, es fundamental fortalecer el Partido de vanguardia del proletariado -fiel defensor del Marxismo Leninismo como lo es en España el Partido Comunista Obrero Español- y las organizaciones de clase y combativas de todo el mundo, como las adscritas a la Federación Sindical Mundial.

 

D. García – Secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)

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