La reacción y el imperialismo en el mundo islámico
Desde hace unos días hemos podido apreciar un blanqueamiento de los talibanes por parte de los mass media. En apenas unas semanas han pasado de ser un grupo a temer por Occidente, mostrando imágenes de afganos tratando de huir en el aeropuerto de Kabul o de manifestaciones políticas llamando a proteger a las mujeres y niñas afganas, a ser unos firmes aliados del mundo occidental frente al Estado Islámico (ISIS).
El ISIS era considerado en algunas ocasiones como grupo terrorista que aterrorizaba al mundo por sus decapitaciones y masacres en Siria e Irak, así como supuestas acciones llevadas a cabo en Occidente (como el atentado de la Rambla en Barcelona), lo que despertó las hostilidades en lugares como España o Francia por sus atentados contra la población civil; mientras que en otros momentos se les apoyaba en Oriente Medio por combatir a un sistema político como el sirio (contrario al imperialismo de EEUU e Israel). Sin embargo, no podemos obviar que tanto a ISIS (organización que se ha convertido en comodín para atribuir cualquier atentado terrorista) como al régimen talibán los apoya un estado como el qatarí, uno de los principales baluartes del terrorismo islámico en el mundo junto con Arabia Saudí. Curiosamente, estos países son aliados de EEUU y del Estado Español. No es de extrañar tampoco el blanqueamiento por parte de la editorial de El País, puesto que Qatar es uno de los principales accionistas de este periódico y ya en el pasado blanqueó a los llamados “rebeldes sirios” que luego acabaron identificándose con ISIS, cuando no con el Frente al-Nusra, la sucursal de Al Qaeda en Siria.
Nada de esto debe sorprendernos, pues a lo largo del siglo XX el capitalismo no ha dejado de apoyar en diferentes formas al integrismo islámico contra aquellos gobiernos que mostraran sesgos progresistas y estuvieran aliados con la Unión Soviética (caso del Egipto del presidente Gamal Abdel Nasser) o que directamente se identificaran con el socialismo real (caso de la Revolución de Saur en Afganistán o de Yemen del Sur, el único país árabe que ha tenido un sistema político basado en el marxismo).
Con el triunfo de la Revolución Rusa y el reconocimiento de la naciente Rusia Soviética (aún no Unión Soviética) del derecho de autodeterminación de los pueblos, muchos movimientos anticolonialistas, sobre todo de Asia y África, tomarán impulso frente al colonialismo todavía persistente, en el caso del mundo islámico, principalmente de Gran Bretaña y Francia. Tras la Segunda Guerra Mundial, este derecho de autodeterminación sería recogido por Naciones Unidas, si bien las antiguas potencias acabarían adoptando otra especie de dominación sobre sus antiguas colonias; esto es el neocolonialismo, es decir, el control de estas nuevas naciones a través de sus recursos económicos. Frente a esta suerte de neocolonialismo se levantaron algunos líderes nativos, entre los que se encontraba el egipcio Gamal Abdel Nasser.
No es nuestra intención edulcorar al presidente Nasser, cuyo gobierno estuvo envuelto en algunos episodios reaccionarios, tales como su amistad con el régimen franquista (principalmente por no haber reconocido al Estado de Israel) y la ilegalización del Partido Comunista de Egipto hasta 1964, época en que se estrecha su relación con la Unión Soviética, liberando a los comunistas egipcios de prisión y permitiéndoles integrarse en su gobierno. Sin embargo, no cabe duda que el nasserismo (también conocido como “socialismo árabe”), dio un gran impulso a los movimientos progresistas del mundo islámico a través de su panarabismo (por lo que se invitaba a los países árabes progresistas a unirse para crear un contrapoder frente al neocolonialismo occidental) y su lucha en todos los frentes contra el Estado de Israel. En este contexto, el bloque occidental apoyaría a un grupo integrista conocido como los Hermanos Musulmanes, identificados ideológicamente con el islamismo político, pudiendo ver una de sus principales manifestaciones en la Turquía del reaccionario Erdogan, uno de los promotores de la “oposición siria” como país miembro de la OTAN.
Durante el nasserismo, los Hermanos Musulmanes serían ilegalizados y su presencia en Egipto era residual, de manera que el propio presidente Nasser hablaba de la reivindicación del líder de esta organización de obligar a las mujeres a usar el velo y provocaba la risa de su audiencia.
Precisamente, los Hermanos Musulmanes serían quienes asesinaran al sucesor de Nasser, Anwar al Sadat, si bien, al haber claudicado este tras la Guerra del Yom Kippur (1973), convirtiendo a Egipto en el primer país árabe en reconocer al Estado de Israel, EEUU mostró menos interés en apoyar a esta organización islamista.
Sería esta corriente ideológica la que influiría en la aparición de una organización política-militar palestina: Hamás. Este partido se enfrentaría al existente movimiento de autodeterminación palestino, que se caracterizaba por ser laico y progresista (“no luchamos contra el pueblo judío, sino contra la ocupación sionista, no luchamos por la yihad, sino que luchamos por la soberanía palestina”, llegó a decir el líder palestino Arafat). La corrupción dentro de la Autoridad Nacional Palestina hizo que muchos acabaran optando por el islamismo político de Hamás. Todo esto acompañado de las posiciones tercerposicionistas de Arafat, pues mientras que el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) de George Habash (de ideología marxista-leninista) buscaba una alianza con los países socialistas y de aquellos que sin ser socialistas mostraban tendencias progresistas (caso del Egipto nasserista o de la Siria baazista), Arafat lo mismo buscaba apoyo en el campo socialista que en el de la reacción, como es el caso de Arabia Saudí o de la Uganda del dictador Idi Amín.
Durante el conflicto sirio Hamás llegó a defender a los “opositores” frente al gobierno de Bashar Al-Assad, recibiendo en la franja de Gaza (zona de Palestina controlada por dicha organización) al emir de Qatar, que como hemos dicho, es uno de los grandes promotores del terrorismo islámico, entre ellos ISIS. Por su parte, Israel atendió con sus ambulancias a militantes del Frente al-Nusra heridos en combates.
La propia reacción de los actuales talibanes no deja de ser fruto de la política imperialista estadounidense en el contexto de la Guerra Fría para acabar con el régimen socialista de la República Democrática de Afganistán surgido a raíz de la Revolución de Saur, el 27 de abril de 1978, y de esta forma minar la influencia de los soviéticos en la región. La CIA dio entrenamiento a los muyahidines, al igual que la China de Deng Xiaoping (en el contexto del conflicto sino-soviético). Precisamente, el actual gobierno chino ha sido uno de los primeros países en anunciar que reconocerán al régimen talibán. Es el imperialismo estadounidense y chino quienes han alimentado a la bestia del integrismo islámico.
De igual manera al caso sirio, Occidente vendió como “rebeldes” y “opositores” a grupos integristas islámicos en Libia para acabar con el régimen de la Yamahiriya del coronel Muammar al-Gadafi, en ese momento aliado del imperialismo chino y ruso. Aquí debemos hacer alusión a la pasividad del gobierno de Putin frente a la intervención de la OTAN en Libia, pese a ser uno de sus aliados en la zona, o de China, que acabó reconociendo al gobierno resultante tras el derrocamiento de Gadafi. Si Rusia llegó a participar en Siria en defensa del gobierno de Bashar Al-Assad no fue por internacionalismo, sino para proteger sus intereses geoestratégicos en el territorio, donde hay dos bases militares rusas.
Queda demostrado que la reacción islamo-fascista de los países musulmanes era muy reducida y que sólo con el impulso que les dio el imperialismo occidental durante la Guerra Fría y en la actualidad, han logrado dominar países y exterminar a sus habitantes.
Por su parte, en los países socialistas combatieron cualquier tipo de reacción religiosa (no exclusivamente la islámica), como fue el caso de la Unión Soviética, cuyos efectos llegan a día de hoy todavía a lugares como Uzbekistán, donde las mujeres musulmanas en su mayoría no llevan velo a raíz del episodio conocido como “hujum”, donde se animaba a las mujeres de las regiones mayoritariamente musulmanas a quemar sus paranjas (prendas parecidas a los burkas).
Desde el Partido Comunista Obrero Español (PCOE) denunciamos el actual blanqueamiento del régimen talibán y al terrorismo islamista como algo alimentado y promovido por el imperialismo occidental para defender sus intereses en el territorio islámico.
De igual manera, condenamos la posición hipócrita de EEUU y sus aliados, que al mismo tiempo que dicen llevar a cabo una “lucha contra el terrorismo” cortejan a países como Qatar o Arabia Saudí, Estados que no sólo financian el integrismo islámico sino que no dudan en violar cualquier derecho de su población. Sólo el socialismo nos librará de cualquier tipo de integrismo religioso.
¡SOCIALISMO O BARBARIE!
Madrid, 19 de septiembre de 2021
SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)