Imperialismo es migración, robo, guerra, represión, explotación y muerte

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Miles de libios, sirios, afganos o iraquíes han muerto en esta Europa decrépita hasta la náusea, a cuya cabeza se sitúa esa caterva de jefes de estado y gobiernos, lacayos políticos al completo servicio de los monopolios industriales y financieros encabezados por un puñado de oligarcas que sólo en la explotación y la guerra hallan su espuria forma de sobrevivir, pasando por encima de miles de cadáveres. Porque las imágenes de cientos de migrantes muertos en el mar Mediterráneo, en las democráticas alambradas europeas o en los camiones hacinados en las pulcras autopistas austríacas –tragedias humanas mil veces repetidas-, no son más que las crueles consecuencias del capitalismo en su etapa putrefacta.

Porque fue la UE y sus gánsteres financieros, agazapados tras la maquinaria asesina de la  OTAN, los que invadieron y destruyeron salvajemente Libia, los que financian y amparan al terrorismo para masacrar a los sirios y destruir por completo ese país, los que enviaron a Irak o Afganistán al Medievo a base de bombas y metralla en nombre de la “libertad”. Los mismos que levantan muros, infames centros de internamiento e interminables kilómetros de alambre de espino para evitar la entrada de miles de africanos, mientras expolian hasta el último recurso de ese rico continente. Los mismos imperialistas que ofertan muerte, crímenes de lesa humanidad, torturas y violaciones masivas de cualquier atisbo de derecho humano en Trípoli, Bagdad, Kabul o Alepo, hoy fingen estupor ante el dantesco drama humano. Los mismos que ofertan guerra y terrorismo en sus “zonas de influencia”, reciben a los que logran escapar del infierno en modernos campos de concentración, mientras ven caer a cientos de ellos en el trayecto, incluyendo niños que apenas pueden sostenerse en pie.

En eso ha quedado la “Europa social y del bienestar” de la que aún hoy hablan oportunistas de todo pelaje.

Este régimen capitalista y su burguesía parasitaria –engordada a costa del trabajo asalariado y el latrocinio a escala industrial y a mano armada- ya hace mucho que ha dado señales inequívocas de su caducidad histórica. Hoy más que nunca urge que los trabajadores nos organicemos desde la base, porque sólo la unión inquebrantable de las fuerzas proletarias y los pueblos oprimidos por el gran capital podrán forjar las bases de nuestra emancipación social y nacional. La contradicción que rige el momento actual que vivimos, es la que se da entre la inmensa mayoría de oprimidos que aspiran a romper sus cadenas y la de esa minoría de opresores que aspiran a apretar todavía más los grilletes. La que se da entre el socialismo e imperialismo. Organizar la revolución socialista ya no es una alternativa, sino una necesidad histórica impostergable.

Sólo el socialismo puede poner las bases indispensables para acabar con el robo, la guerra, la explotación y la muerte que asola a millones de trabajadores. Porque solo la dictadura del proletariado podrá asegurar que los que hoy agigantan sus capitales a costa de nuestro sudor y sangre, sean expropiados y reprimidos sin contemplaciones.

Secretaría de Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista Obrero Español (P.C.O.E.)

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