Fascismo y democracia: Violencia, poder y reacción política en la era de los monopolios

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Sobre la democracia

 

Hoy día, cuando el militante comunista se para a estudiar el ámbito universitario y académico encontrará una enorme aversión ante la afirmación de que no vivimos en una democracia, mientras que, por otro lado, fuera de esa burbuja intelectual no son pocos los que sí aceptan tal afirmación. El proletariado, el desposeído, es víctima de sus propias carencias materiales a la hora de comprender que al final, independientemente del voto, el Gobierno y el Estado de los capitalistas terminan por implantar las mismas políticas económicas que atentan directamente contra la vida misma del trabajador, y las elecciones son consecuentemente entendidas como un mero cambio de amo.

La política parlamentaria ha ido aumentando en descrédito y atravesado sucesivas crisis de legitimidad ligadas a las recientes crisis capitalistas. Ante esto, las alas izquierda y derecha del capital pugnan por la esencia de la democracia; entre quienes preconizan una democracia representativa al estilo nórdico que idealiza la Unión Europea de los monopolios – principalmente Alemania, donde parece que ya no existe el fascismo pese a que AfD obtuviera 83 escaños en las pasadas elecciones federales o que alguien que sea comunista no puede ser profesor ni funcionario – y quienes entienden el papel ejecutivo como el conformismo del gobierno vertical ante el poder que ejercen directamente las élites económicas, la burguesía y sus monopolios, sobre el resto de la sociedad. Se pretende hablar de distintas formas de democracia, cuando los comunistas bien sabemos que la democracia burguesa no es más que una de las posibles formas de gobierno que revisten los Estados burgueses como herramienta fundamental de opresión de la minoría explotadora sobre la mayoría explotada, por tanto, esa democracia representativa que defiende a ultranza el ala izquierda del capital no podrá ser nunca el remedio contra las desigualdades, en tanto que en realidad es el propio sistema capitalista lo que las engendra. Debemos, por tanto, contraponer las formas verticales de poder centradas en la propiedad privada de los medios de producción a formas auténticamente democráticas de poder a través de la dictadura del proletariado.

Aquí es donde resulta imprescindible el papel del militante comunista, del cuadro de vanguardia, del dirigente por la revolución, a la hora de hacer ver al pueblo trabajador que los recurrentes sesgos de información respecto a lo que evoca el término democracia en nuestra mente precisa de una reestructuración, para la formación de contramarcos de significado que modifiquen los antiguos esquemas de pensamiento para los cuales la democracia sólo existe en el capitalismo. Un pensamiento que vierte la burguesía de manera diaria para que su visión del mundo sea una visión global, ajena a los intereses de clase de la mayoría de la sociedad, donde se busca mantener las relaciones de poder existentes y se emplean todas las técnicas de marketing conocidas para crear una conexión entre las masas y los políticos, y donde se busca generar también una conexión emocional entre el público y las grandes empresas, interconectando la iniciativa privada con la democracia.

Debemos desplegar una propaganda que luche contra esa idea común que se instala en el imaginario colectivo: la idea de que ya vivimos en democracia y, por ende, en la mejor forma de gobierno posible, por lo que poco o nada se puede hacer para mejorar la situación actual salvo esperar a que nuevos representantes políticos parcheen con reformas las desigualdades actuales. La importancia de la lucha ideológica en este aspecto radica en que la crítica constante hacia el régimen actual, contra la idea misma de democracia, representa un ataque directo a la línea de flotación de los Estados capitalistas, que no son otra cosa que el instrumento de coerción de las clases dominantes para mantener mediante la violencia y la coacción a las clases dominadas, el brazo ejecutor de las oligarquías y monopolios que detentan el poder. Y por su parte, los partidos políticos del Capital no son más que una especie de divertimento de la contemporaneidad en la que las élites hacen creer que se altera el poder del Estado, al tiempo que emplean la violencia para controlar cualquier elemento revolucionario.

El contexto actual

A la hora de hablar de fascismo en Europa, que es la ideología imperante en los Estados, hay una triada reaccionaria que destaca sobre el resto de los Estados: Alemania, Italia y el Estado español.

En el caso alemán, como ya hemos mencionado anteriormente, Alternativa por Alemania (AfD) consiguió casi 5 millones de votos y 83 escaños en las elecciones federales del pasado 26 de septiembre. Ello, sumado a la más que posible coalición semáforo integrada por el Partido Socialdemócrata (SPD), Los Verdes y los liberales, augura que el fascismo ganará poder electoral e influencia entre las amplias masas proletarias con el recrudecimiento de la actual crisis capitalista, las nuevas crisis migratorias y las desigualdades crecientes entre el Norte y el Sur de la Unión Europea.

Por su parte, en Italia tenemos dos recientes ejemplos del fascismo rampante que atraviesa al país. Por un lado, Rachele Mussolini, la nieta del conocido dictador e imagen destacada del partido fascista Hermanos de Italia, fue la más votada en las elecciones municipales en Roma. Por otro lado, está el ataque fascista a la sede nacional de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), tras el cual se arrestó a Roberto Fiore y Giuliano Castellino, dos cabecillas de Fuerza Nueva, otro partido abiertamente fascista.

Finalmente, Santiago Abascal empleó durante un acto del partido fascista Vox el término de «imperio solar hispánico» para referirse a la monarquía de los Reyes Católicos y con una mirada claramente puesta en el 12 de octubre y en su lucha particular contra el «indigenismo» y la «leyenda negra». Al menos siempre podrá contar con el apoyo de sus compañeros de la Fundación Gustavo Bueno en esta empresa. Las palabras empleadas por Abascal no fueren aleatorias, puesto que dicho término fue acuñado por Ramiro Ledesma Ramos, una de las figuras clave del fascismo español y que es, sin duda alguna, una referencia para Vox en tanto que no es la primera vez que se le cita. Ya en 2019 se recurrió a una cita del fundador de la JONS cuando, en pleno debate electoral, Abascal mencionó que «para los españoles España es su patrimonio, y solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria».

La reacción política

Como ya advirtió el camarada Lenin: «políticamente el imperialismo tiende, en general a la violencia y la reacción». En el momento actual, el imperialismo se encuentra en una absoluta bancarrota política, social y económica, con un desarrollo de las fuerzas productivas que choca con las relaciones de producción del capitalismo monopolista, convirtiéndose el propio capitalismo en un freno objetivo para el desarrollo humano, para el desarrollo de las fuerzas productivas. La humanidad no tiene otra salida que no sea acabar con el capitalismo monopolista – y a la superestructura que genera – e imponer de manera revolucionaria el modo de producción socialista.

La acción represiva que llevan a cabo los Estados burgueses demuestra que la burguesía, a nivel internacional, no puede ya soportar, ni siquiera, el programa de la socialdemocracia clásica, y eso que la socialdemocracia cuando ha alcanzado el gobierno no ha dudado abrazar la reacción. El mensaje que debemos extraer los comunistas es claro: al igual que el capitalismo está muriendo, la democracia burguesa murió hace mucho tiempo con el desarrollo del capitalismo en su fase monopolista.

La burguesía, en su accionar político, ha demostrado que comprende a la perfección el materialismo histórico. Sin duda, lo domina mucho mejor que aquellos que desde las supuestas filas revolucionarias del marxismo-leninismo únicamente lo usan para nombrarlo en vano. La burguesía ha aprendido de la historia y busca por métodos sutiles asentar la sociedad contemporánea en parámetros fascistas. En tiempos pasados, la línea divisoria entre democracia burguesa y fascismo se manifestaba en un horizonte visible y tangible. Hoy día, los autodenominados demócratas, así como aquellos que se califican como abiertamente fascistas son lo mismo.

El fascismo es una forma de cómo se concretiza la reacción política de la burguesía bajo unas condiciones históricas determinadas; cuando la libre competencia y el capitalismo mercantil fenecieron y fueron enterrados por el capitalismo monopolista, por el capital financiero, por el imperialismo que con su desarrollo conllevó una transformación de la superestructura. La tendencia política a la violencia y a la reacción que se inicia en el periodo de Crisis General del Capitalismo es el reflejo del cambio en la base económica que conlleva el paso al monopolio que trae consigo, forzosamente, una transformación de la superestructura como consecuencia del cambio operado en la estructura. Los partidos comunistas, con independencia que hagamos del uso electoral, debemos entender que la democracia para la clase obrera no va a existir hasta que no se imponga el Socialismo. Y también, debemos ser conscientes que el objetivo del comunista es la abolición de las clases sociales y, por consiguiente, del Estado y la democracia no es más que una forma de Estado, por consiguiente, los comunistas debemos aspirar a abolir también la democracia.

También debemos tener claro que en estos momentos de competencia interimperialista, donde la balanza parece inclinarse a favor del imperialismo chino y ruso frente al de Estados Unidos y la Unión Europea, la ventaja de China se traduce en el hecho de que los Estados necesitan que el poder de su Gobierno pertenezca a sus peones reaccionarios y no puede permitir que nadie ose canalizar – aunque no sea en términos de ruptura – el hartazgo del pueblo. A los gobiernos occidentales ya no les vale ni la socialdemocracia clásica, pues supone una ralentización a la hora de implantar sus políticas conducentes a la intensificación del trabajo y de extracción más intensa de plusvalía para tratar de revertir su derrota en el plano internacional y el retroceso de su cuota de ganancia a nivel nacional. Esto fue algo que ya dejó patente Margaret Thatcher cuando mencionó que el mayor logro de su carrera fue Tony Blair, líder del Partido Laborista. Algo similar manifestó la gusana de Rocío Monasterio cuando el pasado 7 de octubre dijo que «resulta genial ver a la izquierda derrotada. Ahora la izquierda defiende a los fondos, la izquierda defiende al Papa y la izquierda defiende la sanidad privada. Les tenemos liquidados».

Ante esto, la única salida que tiene la clase obrera es derrocar revolucionariamente el capitalismo y construir el socialismo y esa es la solución que debemos dar al proletariado estableciéndole dicho marco para la lucha, en un momento donde el fascismo campa a sus anchas y actúa a cara descubierta ya. Y es lógico que esto sea así, el fascismo es capitalismo en descomposición, en putrefacción. Hay un único objetivo que puede dar salida a la encrucijada en la que se encuentra el proletariado:

La Revolución.

Madrid, 12 de octubre de 2021

SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

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