El imperialismo nos ha instalado en el fascismo. Es el momento de los comunistas
La pasada semana, en la ciudad de Minneapolis, fue brutalmente asesinado por la policía George Floyd. Como consecuencia de este nuevo crimen fascista, donde la policía asesina a una persona por su condición de clase y de raza – trabajador en paro y negro – en los EEUU se ha propagado una ola de indignación, sucediéndose manifestaciones y confrontación del pueblo contra las fuerzas de represión del estado norteamericano en muchas ciudades y Estados de dicho país. La respuesta social, indignada al poder visionar por televisión el crimen, ha llevado al fascista Trump a sacar al Ejército a la calle – la Guardia Nacional – habiéndose decretado el toque de queda en diversas ciudades estadounidenses.
El asesinato de George Floyd no es más que el detonante – pues en EEUU no es noticia que la policía asesine a trabajadores afroamericanos ya que, según señala la web Mapping Police Violence, cada día asesina, al menos, a 3 personas, las cuales suelen ser trabajadores afroamericanos, donde además el 99% de los policías asesinos quedan impunes – que ha servido para que el pueblo norteamericano salga a las calles oponiéndose a la naturaleza fascista y criminal de dicho Estado, el más asesino que ha parido la historia, consternado por el asesinato de George Floyd. Sin embargo, sería un error pensar que el pueblo norteamericano se ha lanzado únicamente a la calle por este crimen, uno de los muchos que cotidianamente se perpetra en ese país corrompido y enfermo, o por la esencia racista de la policía y del Estado, sino que se traslada a la calle la situación de crisis, quiebra económica y putrefacción de EEUU. El paro roza los 40 millones de personas, que equivale al 15% de la población, las quiebras de las empresas se multiplican, el hambre afectaba en EEUU – antes de que la COVID-19 se propagase por el mundo – a 50 millones de personas de los que el 25% era niños que se iban a la cama con hambre. A día de hoy, en plena pandemia de la COVID-19, estas cifras del hambre prácticamente se han duplicado, a tenor de lo que testifican las llamadas colas del hambre ante los bancos de comida o ante las oficinas de empleo.
Antes de la COVID-19 en EEUU habían 29 millones de personas sin seguro médico, cifra que se ha incrementado y que, si incluimos a las personas que prácticamente no tienen cobertura médica alguna, esa cifra roza los 100 millones de personas sin seguro médico o con un seguro médico que prácticamente no les cubre ninguna enfermedad. Y todo ello en el momento que se da la pandemia de la COVID-19.
Este retrato de EEUU, unido al racismo y el desprecio absoluto hacia la vida humana que demuestra el Estado norteamericano, y unido a la desigualdad bestial es lo que está llevando a la gente a la protesta, a la confrontación, la cual debe crecer a la par que vayan profundizando los efectos la quiebra económica en la que se halla ese Estado asesino.
Y cuando decimos que EEUU es un Estado fascista, simplemente hay que constatar y hacer un ejercicio de observación de su política, su ideología y su historia. El aparato estatal de los EEUU es la violencia, el racismo, el chovinismo, la guerra imperialista, la opresión y el crimen exacerbado, el genocidio, el anticomunismo, etcétera. EEUU es fascista ya sea gobernado por los demócratas como por los republicanos pues, al fin y al cabo, tanto unos como otros son parásitos indeseables colocados por los monopolios estadounidenses para satisfacer los intereses de éstos a sangre y fuego.
Ante la oleada de protestas del pueblo norteamericano, como no podía ser de otra manera, la respuesta que ha dado el fascista que preside ese país, Donald Trump, no podía ser otra que la de ilegalizar a los antifascistas:
Para Trump los antifascistas son una organización terrorista. Es natural pues Trump es un fascista y sale a defender a los suyos, a los racistas, a los asesinos, a la tabla de salvación de los monopolios. Algo que por otro lado no es nuevo, puesto que EEUU a lo largo de su infame historia no ha tenido problema en financiar a la Alemania nazi, en apoyar firmemente a los regímenes fascistas del apartheid en Sudáfrica, a los regímenes fascistas de España (Franco) y Portugal (Salazar), y también de Italia (Mussolini) en un principio. Por no hablar de las dictaduras militares de corte fascista que EEUU ha ido imponiendo por América Latina – Argentina, Chile, Brasil, El Salvador, etcétera -, o en otros puntos del mundo, como por ejemplo Ucrania, así como la labor de cacique mundial que ha ejercido en las últimas siete décadas oponiéndose siempre a las revoluciones y movimientos de liberación nacional desencadenados a lo largo y ancho del planeta en los diferentes continentes del mundo.
Sin embargo, quedarnos con el rostro genocida y criminal de la potencia más asesina de la historia, los EEUU, sería un grave error. EEUU es la potencia más despiadada y criminal, pero quien es realmente asesino y responsable de que el mundo sea un infierno para la mayoría de la humanidad es el sistema económico imperante, es la burguesía monopolista, es el imperialismo.
Y es que lo que hace Trump, señalar y combatir al antifascismo, que en el fondo es combatir a quien se opone al capitalismo criminal y la superestructura reaccionaria que genera, es lo que de manera cínica lleva haciendo la no menos fascista UE desde hace décadas revisando la historia y tratando de equiparar al nazismo con el comunismo, abrazando la mentira más absoluta. Así en enero de 2006, el Consejo de Europa en su asamblea aprobó la Resolución 1481/2006 titulada “necesidad de la condena internacional de los crímenes de los regímenes totalitarios comunistas” arremetiendo contra los países de la Europa del Este, fundamentalmente contra la URSS, equiparando el nazismo con el comunismo, haciendo dicha Resolución “un llamado a todos los partidos comunistas o poscomunistas en sus estados miembros que aún no lo han hecho para reevaluar la historia del comunismo y su propio pasado, distanciarse claramente de los crímenes cometidos por regímenes comunistas totalitarios y condenarlos sin ninguna ambigüedad”. Posteriormente, el pasado 19 de septiembre de 2019, el Parlamento Europeo aprobó la Resolución sobre la importancia de la memoria histórica para el futuro de Europa que “condena los crímenes cometidos por los regímenes nazi y comunista a lo largo del siglo XX” en la que equiparan, nuevamente, al nazismo y al “estalinismo” demandando a todos los Estados miembros de la UE que conmemoren el 23 de agosto como Día Europeo Conmemorativo de las Víctimas del Estalinismo y del Nazismo.
No le quepa duda alguna a los fascistas del Consejo de Europa, del Parlamento Europeo y de la Unión Europea que nuestro Partido reivindica la figura y la obra política tanto de Lenin como de Stalin, y que no sólo cualquier comunista, sino que cualquier trabajador que conozca mínimamente la historia, debe enorgullecerse de la Revolución de Octubre de 1917, de la lucha heroica del pueblo soviético, del Ejército Rojo y de la victoria de éste contra el fascismo, contra la Alemania nazi, la cual fue financiada por los monopolios, a los que hoy sirve la Unión Europea, y por la Reserva Federal estadounidense, entre otros. Y como comunistas en el Estado español, todavía mayor gratitud a la Unión Soviética pues prestó su ayuda a aquéllos que en el Estado español combatieron el golpismo fascista del criminal Franco y que tras vencer al fascismo en 1945 trataron de hacer que en España se restableciera la legalidad previa al golpe de Estado del criminal Franco, un régimen democrático a lo que las potencias imperialistas, fundamentalmente EEUU, se opusieron sosteniendo al criminal Franco en el poder durante 30 años.
Dimitrov nos enseñó, en su informe ante el VII Congreso de la Internacional Comunista, que “El fascismo es el poder del propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y la parte revolucionaria de los campesinos y de los intelectuales. El fascismo en política exterior es el chovinismo en su forma más brutal que cultiva un odio bestial contra los demás pueblos”. Sin duda, tanto los EEUU como su socio imperialista de la UE nos están dando lecciones de ello día a día, con sus criminales políticas económicas, con su criminal represión contra la clase obrera, con sus guerras de rapiña para saquear a los pueblos del mundo, con el racismo y el desprecio a la vida humana como lo acreditan los campos de exterminio de refugiados o los miles de muertos como consecuencia de los flujos migratorios por los que millones de seres humanos huyen de la barbarie de la guerra imperialista, los muros de la vergüenza y los bloqueos económicos que son auténticos actos de genocidio. Estos genocidas, vulgares fascistas, son los que tienen la desfachatez y el cinismo de sacar resoluciones como las que sacan contra el comunismo y los comunistas, contra los que somos la negación de su inmoralidad e inhumanidad.
Y es que el fascismo es revisionismo histórico que utiliza con habilidad todo tipo de engaño y demagogia, en palabras de Dimitrov “los fascistas revuelven con el hocico la historia de cada pueblo para presentarse como herederos y continuadores de todo lo que hay elevado y heroico en su pasado, y explotan todo lo que humilla y ofende a los sentimientos nacionales del pueblo como arma contra los enemigos del fascismo (…) el fascismo no solo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también con los mejores sentimientos de estas, con su sentimiento de justicia, y a veces incluso con sus tradiciones revolucionarias (…)”.
Sin duda, Dimitrov calca la manera de funcionar de los fascistas de ayer y de hoy, de Trump y de la Unión Europea, como hemos podido mostrar. El analfabeto de Trump no duda en reiterar el mensaje falso de los “100 millones de muertos del comunismo” condensado en el “libro negro del comunismo”, editado por un fascista católico que compendia la propaganda fascista así como la propaganda anticomunista de la Iglesia Católica – que no olvidemos apoyó tanto a Hitler como a Mussolini y Franco. Esos son los argumentos de Trump y la UE, los argumentos de un libro que ha sido refutado por multitud de académicos y que está alejado de una análisis científico de la historia, deformándola. ¡Ahí el revisionismo histórico de los fascistas en los días que corren!
La realidad es que el imperialismo vive en días que no le corresponden, a tenor del desarrollo de las fuerzas productivas. La realidad objetiva es que el imperialismo está quebrado, obstruido y supone objetivamente un freno para el desarrollo de la humanidad, para la vida humana. Y todo ello, la inviabilidad del sistema, lo conocen perfectamente los monopolios, la oligarquía financiera, siendo plenamente consciente que solo le queda el fascismo para, como nos enseñó Dimitrov, “atajar el crecimiento de las fuerzas de la revolución mediante la destrucción del movimiento obrero revolucionario de los obreros y campesinos”, única manera para estirar el tiempo extra que está viviendo y que ya no le corresponde vivir.
Es la propia oligarquía la que reconoce que su único enemigo somos los comunistas, pues son sabedores que somos la parte más avanzada, y el alma, de la clase obrera y la única parte que es capaz de dirigir a la misma a derrocar el imperialismo y edificar el socialismo, que es la única solución que tiene la mayoría de la humanidad para poder vivir en libertad y dignidad ante el laberinto mortal al que nos está conduciendo el capitalismo monopolista. Por eso la necesidad de imponer el fascismo, como lo llevan haciendo desde hace décadas. Sin embargo, que la burguesía abrace el fascismo nos indica, también, la precariedad de su poder, los pies de barro de la burguesía monopolista que hunde sus pies en el cieno de la corrupción y con un sistema económico y social quebrado, en bancarrota. Es la constatación que estamos en la fase histórica donde lo viejo debe terminar de morir y lo nuevo, el socialismo, debe imponerse, por ello, el fascismo es la única vía que tiene el capital financiero para tratar de sostener su sistema caduco, corrompido y quebrado. La depauperación de la vida del pueblo trabajador se acrecienta a cada día que pasa, una clase obrera a la que le han arrebatado todos sus derechos y a la que únicamente le queda uno, su legítimo derecho a rebelarse contra este sistema criminal que la oprime, que la deshumaniza y la hunde en el oprobio. El socialismo es la única salida que tienen los países del mundo y el género humano , el único que puede desatorar la situación a la que nos ha conducido el imperialismo devorado por sus propias contradicciones. La historia nos ha enseñado que la clase obrera únicamente puede emanciparse armada con su ciencia revolucionaria, el marxismo-leninismo, y dirigida por su Partido, el partido leninista, que le dota de un programa revolucionario y una táctica para derrocar al capitalismo y conquistar y desarrollar el socialismo. Por ello los capitalistas arremeten contra los comunistas. Por ello, y ante la situación extrema a la que el capitalismo en su fase terminal, en su agonía, nos lleva, los comunistas debemos acumular fuerzas, debemos dotarnos de ese programa revolucionario para avanzar en la unidad de los comunistas y, poder así, tener un mayor entronque con la clase obrera y, en la lucha conjunta revolucionaria contra el sistema junto con nuestra clase, en la práctica, se avanzará en la homogenización ideológica de los comunistas conformándose el Partido único que los trabajadores necesitan para cumplir su misión histórica: acabar con el capitalismo y construir el socialismo como paso previo al comunismo.
¡No hay más salida que derrocar revolucionariamente el capitalismo!
¡Conquistemos la unidad de los comunistas para que los trabajadores cumplan la misión histórica que les corresponde!
¡Por la Revolución Socialista!
Madrid, 3 de junio de 2020
COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)