De Ucrania a Níger: el desafío del imperialismo contemporáneo
La guerra que se lleva librando desde el 24 de febrero de 2022 ha sido, tanto desde el lado de la Federación de Rusia como desde el imperialismo decadente de la OTAN, una guerra imperialista, una guerra por el reparto no solo ya de Ucrania, sino de todo el mundo, por el nuevo reparto de los antiguos recursos coloniales en África y de las esferas de influencia del capital financiero. Como dijo Lenin en El imperialismo, fase superior del capitalismo:
«la prueba del verdadero carácter social o, mejor dicho, del verdadero carácter de clase de una guerra no se encontrará, claro está, en la historia diplomática de la misma, sino en el análisis de la situación objetiva de las clases dirigentes en todas las potencias beligerantes».
Pocas cosas asustan más a los imperialistas que la posibilidad de que el mundo alcance la paz en términos bélicos. El perfeccionamiento de la maquinaria militar es una de las características indisociables del capitalismo en su fase imperialista y en la relación Estado-monopolios. La explicación histórica de esta acentuación del militarismo y la industria de guerra la encontramos en la contradicción entre el imperialismo – aspiración máxima de los capitalistas – y el socialismo – aspiración máxima del proletariado –, en un intento de la burguesía por detener la rueda de la historia que avanza de manera imparable hacia el comunismo.
Desde principios de mayo, Lloyd Austin, Secretario de Defensa de los EEUU, advirtió de la entrega de armas a Taiwán durante los próximos años para preparar la defensa contra China. Así, el pasado 28 de julio, se anunció un paquete histórico de ayuda armamentística a la isla por valor de 345 millones de dólares donde se incluyen «capacidades de inteligencia y vigilancia, armas de fuego, misiles y sistemas portátiles de defensa antiaérea», convirtiendo a Taiwán en un auténtico polvorín que será usado, al igual que Ucrania, como prolegómeno de la guerra entre el imperialismo occidental y el imperialismo chino. En esas mismas fechas, entre los días 27 y 28 de julio, se produjo la II Cumbre Rusia-África en San Petersburgo, donde Moscú firmó contratos de cooperación técnico-militar con más de 40 países del continente a los que suministrará «una nomenclatura de armas y equipos de defensa […]. Con el fin de fortalecer la capacidad de defensa de los países del continente, estamos desarrollando la cooperación en los ámbitos militar y técnico-militar».
Esto no es otra cosa que la expresión del mundo capitalista, totalmente moribundo y quebrado económicamente, donde las potencias imperialistas se ven obligadas a enfrentarse entre sí para sobrevivir y no dejando al proletariado del mundo más que explotación, represión, miseria y muerte. El camarada Stalin, enunciando las contradicciones del imperialismo, dejó patente el carácter del momento histórico actual en Los fundamentos del Leninismo cuando mencionaba que:
«la segunda contradicción es la existente entre los distintos grupos financieros y las distintas potencias imperialistas en su lucha por las fuentes de materias primas, por territorios ajenos. El imperialismo es la exportación de capitales a las fuentes de materias primas, la lucha furiosa por la posesión monopolista de estas fuentes, la lucha por un nuevo reparto del mundo ya repartido, lucha mantenida con particular encarnizamiento por los nuevos grupos financieros y por las nuevas potencias, que buscan “un lugar bajo el sol”, contra los viejos grupos y las viejas potencias, tenazmente aferrados a sus conquistas. La particularidad de esta lucha furiosa entre los distintos grupos de capitalistas es que entraña como elemento inevitable las guerras imperialistas, guerras por la conquista de territorios ajenos. Esta circunstancia tiene, a su vez, la particularidad de que lleva al mutuo debilitamiento de los imperialistas, quebranta las posiciones del capitalismo en general, aproxima el momento de la revolución proletaria y hace de esta revolución una necesidad práctica».
Otro elemento que es importante señalar es que la carrera armamentística y la sofisticación de los armamentos se realiza por medio de empresas, en su mayoría, privadas. La naturaleza particular de este mercado se debe a que el Estado, en su fase monopolista, es el único cliente; es decir, todo el potencial económico científico-técnico, material y militar-industrial se encuentra a disposición de los monopolios y sirve, a su vez, como un mecanismo de redistribución del erario en favor de la oligarquía.
Dos días antes del fin de la citada II cumbre Rusia-África, miembros de la guardia presidencial retuvieron al hasta entonces presidente de Níger, Mohamed Bazoum, quien gobernaba desde 2021. Tras esto, los militares sublevados constituyeron el Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria, una junta de transición militar al frente de la cual se ha posicionado el general Abdourrahmane ‘Omar’ Tchiani.
A causa de esto, el día 30 de julio, se celebraron cumbres extraordinarias de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) y la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (UEMOA), lo que motivó la respuesta de los gobiernos de Burkina Faso y Malí mostrando su solidaridad con Níger a la par que advertían que una intervención militar contra Níger implicaría su retirada de la CEDEAO y una declaración de guerra. Al día siguiente, la junta militar de Níger aseguró que el gobierno derrocado habría autorizado una intervención de Francia, lo que alimenta aún más el más que coherente sentimiento antifrancés en las antiguas colonias africanas, sumado a la cada vez mayor influencia política y económica de Rusia y China.
Desde principios de siglo hasta el momento actual, Rusia ha ido aumentando su influencia en el continente africano. La oligarquía rusa, tras su fracaso intento de ingresar en la OTAN a principios de siglo, abrazó la idea del mundo multipolar tras el discurso que realizó Vladímir Putin en 2007 durante la Conferencia de Seguridad en Múnich. Una influencia que se acentuó con el inicio de la guerra en Ucrania y la búsqueda de una nueva área de expansión para el capital financiero ruso como respuesta a las sanciones económicas que arrancaron la misma noche del 24 de febrero de 2022, cuando Joe Biden anunció la coordinación de los Estados Unidos con la Unión Europea, Canadá, Reino Unido, Australia y Japón al objeto de ahogar la economía de Rusia y que esta se viera incapaz de financiar la guerra.
Actualmente, las importaciones de armamento ruso son las principales en Argelia, Egipto, Sudán y Angola, a la par que se mantienen unas relaciones económicas fluidas con países como Sudáfrica, Egipto, Zimbabue y Malí. Por su parte, las operaciones del Grupo Wagner tienen cada vez mayor presencia en Malí, Guinea, Burkina Faso, Camerún, Logone, Sudán y la República Democrática del Congo.
El imperialismo, como fase superior del desarrollo del modo de producción capitalista, tiene en su esencia el no poder limitar su marco de actuación en el Estado-nación y convertirse en el mayor opresor que ha conocido la historia. En el momento histórico en el que nos encontramos, vemos como las grandes potencias optan por el mantenimiento artificial del imperialismo a través de la lucha armada y el reparto de esferas de influencia. En este sentido, como dijo Lenin en El Socialismo y la guerra:
«no corresponde a los socialistas ayudar a un bandido más joven y vigoroso a desvalijar a otros bandidos más viejos y más cebados. Lo que deben hacer los socialistas es aprovechar la guerra que se hacen los bandidos para derrocar a todos ellos».
La tarea fundamental de los revolucionarios hoy es aprovechar las contradicciones que surgen entre el imperialismo decadente de la OTAN y el imperialismo emergente que representan Rusia y China para conducir a los parias de la tierra a la revolución proletaria mundial. La guerra actual es, en primer lugar, una guerra ideológica y propagandística, donde los oligarcas rusos y los socialimperialistas chinos tratan de mostrar una diplomacia y unos acuerdos económicos más “equitativos” y “justos” que los antaño firmados por potencias como Estados Unidos o Francia. En segundo lugar, es una guerra que busca reformular el yugo capitalista sobre el continente africano y que, a causa de la lógica del capitalismo y el carácter parasitario de la burguesía, sólo puede conducir a la misma explotación y opresión. En tercer lugar, la guerra interimperialista actual no persigue otra cosa que alimentar golpes de Estado y cambios de gobierno en zonas estratégicas a fin de prolongar el modo de producción capitalista y la esclavitud asalariada, pues el proletariado se encuentra dividido incluso entre aquellos que se autodenominan como “vanguardia” y terminan por blanquear a los “bandidos más jóvenes”. Es decir, los capitalistas son los que salen ganando y son los monopolios los que se enriquecen con la guerra mientras es el proletariado internacional quien acaba sucumbiendo en la más absoluta miseria.
En la fase actual del capitalismo, donde los intereses de los Estados burgueses se entrelazan en un abrazo mortal con los intereses de los monopolios, donde el plano político se derechiza constantemente, donde imperan las políticas económicas neoliberales y donde la clase obrera se encuentra en un momento histórico de enorme desmovilización, es más necesario que nunca recuperar la cosmovisión revolucionaria del marxismo-leninismo para el Movimiento Comunista Internacional como única tabla de salvación para la humanidad y el proletariado mundial. Es necesario, por tanto, a partir de aquí plantear la cuestión de un debate profundo en el seno de los Partidos Comunistas que integran el Movimiento Comunista Internacional, pues es imprescindible que éste se reponga de la grave crisis en la que está sumido y que todos los Partidos Comunistas adquieran el compromiso insobornable del internacionalismo, de la defensa inquebrantable del marxismo-leninismo y que se eliminen de raíz todos los vicios heredados de épocas pasadas. Actualmente, existen una serie de circunstancias que todavía se oponen al desarrollo de un Movimiento Comunista Internacional verdaderamente potente, siendo, en el caso concreto que atañe a este documento, la incapacidad y cobardía de muchos partidos comunistas y organizaciones obreras de romper las cadenas del oportunismo evitando caracterizar como potencias imperialistas a los BRICS, fundamentalmente China y Rusia.
Desde el Partido Comunista Obrero Español (P.C.O.E.) respetamos la lucha contra la injerencia neocolonial en el continente africano, pero sabemos que los gobiernos de transición establecidos en Níger, Burkina Faso y Malí no se sitúan en el terreno del marxismo y la revolución proletaria. Así pues, consideramos que la tarea principal del Movimiento Comunista Internacional en la actualizad es alzar la bandera roja del marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario, decir a los obreros en África, Europa, Asía, Oceanía y América que el momento actual no es solamente el momento de la guerra imperialista y la consolidación de alianzas geopolíticas, sino también el momento histórico de la revolución proletaria. Es el momento de transformar las guerras imperialistas en guerras civiles por el socialismo y la dictadura del proletariado.
Madrid, 8 de agosto de 2023
SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)
Jesús
says:El artículo ofrece una visión crítica y marxista-leninista de la guerra en curso en Ucrania y de la geopolítica global, particularmente en relación con las potencias occidentales, Rusia y China. Aquí están algunas de las conclusiones y puntos destacados del artículo:
Guerra Imperialista: El artículo argumenta que la guerra en Ucrania es una guerra imperialista que no se trata simplemente de una disputa regional, sino de una lucha por el reparto global de recursos y esferas de influencia entre las potencias imperialistas, en línea con la teoría leninista del imperialismo.
Militarización Continua: Se señala que la militarización y la carrera armamentística son características fundamentales del capitalismo en su fase imperialista. Se argumenta que esto está vinculado a la contradicción entre el imperialismo y el socialismo, y que la burguesía utiliza el militarismo para detener el avance inexorable hacia el comunismo.
Expansión de la Influencia: El artículo destaca cómo tanto Rusia como China están aumentando su influencia en el continente africano, firmando acuerdos comerciales y de cooperación técnico-militar con varios países africanos. Esto se presenta como una respuesta a las sanciones económicas impuestas por las potencias occidentales y como un intento de encontrar nuevas áreas de expansión.
Comercio de Armamento: Se menciona que la carrera armamentística y la sofisticación de los armamentos se llevan a cabo principalmente a través de empresas privadas, y que el Estado, en su fase monopolista, es el principal cliente de estas empresas. Esto se ve como un mecanismo de redistribución del erario en favor de la oligarquía.
Necesidad de la Revolución Proletaria: El artículo concluye enfatizando la necesidad de la revolución proletaria mundial como única manera de superar la explotación y la opresión del capitalismo. Se argumenta que la lucha debe centrarse en aprovechar las contradicciones entre las potencias imperialistas y llevar a los trabajadores a la revolución.
En resumen, el artículo presenta una perspectiva marxista-leninista de la guerra en Ucrania y la geopolítica global, argumentando que es una guerra imperialista por recursos y esferas de influencia. También destaca la militarización continua, la expansión de la influencia de Rusia y China en África y la necesidad de la revolución proletaria como respuesta a las crisis del capitalismo. Es importante señalar que esta es una perspectiva particular (autora o autor) y que hay diversas opiniones (miembros del Partido) sobre estos temas en el debate público.