8 de marzo, día de la mujer trabajadora

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Un año más, los medios de comunicación y todo tipo de organismos al servicio del capital, vuelven a hacer un ejercicio de revisionismo y manipulación al hablar del Día Internacional de la Mujer, ocultando el carácter de clase que subyace en el origen del mismo, pretendiendo desproveer de significado un día que debe ser de lucha de la clase trabajadora. Al contrario, se hace un llamamiento a las mujeres en general, una convocatoria desprovista de contenido de clase, sin atacar al sistema de producción capitalista.

Esto puede verse claramente en algunas publicaciones que circulan por las redes sociales, que ya se repitieron el último año, en las que se da una guía para hombres sobre cómo actuar el 8 de marzo ante la convocatoria de huelga, y en la que se dicen, entre otras, cosas como, “si eres compañero de trabajo, facilita que tus compañeras vayan a la huelga cubriendo su puesto”, o, “si eres empresario, dale el día libre a las mujeres” o “no descuentes el día”. De esta forma se desfigura por completo el sentido de una huelga, cuya finalidad debe ser la de paralizar la producción, genuina herramienta de la clase trabajadora en su lucha frente al capital. Se pide, sin embargo, justo lo contrario, que esa “huelga feminista” no afecte al patrón de turno, que no se paralice la producción, que se mantengan las cuotas de beneficio de los empresarios.

Ante semejante convocatoria, no dudan en sumarse a la misma, mujeres como la reina Letizia u organizaciones como la Guardia Civil. Y es que cuando sindicatos reaccionarios del sistema como CCOO y UGT, partidos que van desde Unidos Podemos, pasando por PSOE, hasta Ciudadanos, que presenta un decálogo sobre feminismo liberal, cuando medios de comunicación de todo pelaje dan una cobertura de esta magnitud a una huelga, es evidente que es un movimiento controlado por el sistema, que no lo cuestiona ni supone un peligro para el mismo, y que incluso se convierte en una herramienta. Una herramienta para dividir a la clase trabajadora, para atrapar a las mujeres trabajadoras con espíritu combativo en una pelea inocua para el capitalismo. De ninguna otra manera podría entenderse la cobertura mediática y el apoyo institucional casi unánime a una huelga.

El 8 de marzo los y las comunistas recordamos a las obreras textiles que en 1857 fueron duramente reprimidas por la policía en la manifestación llevada a cabo contra la brutal explotación de la que estaban siendo víctimas, con jornadas de hasta 12 horas por un mísero salario. Recordamos a las 146 mujeres de la fábrica textil Cotton de Nueva York, que en 1908 murieron calcinadas en un incendio provocado por las bombas incendiarias que les lanzaron, ante la negativa de abandonar el encierro en el que protestaban por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que sufrían. Tampoco olvidamos a las 123 trabajadoras que murieron en el incendio de la fábrica de confección de camisas Triangle en 1911. Ni la lucha encabezada por las obreras textiles de la ciudad de Petrogrado en la manifestación convocada un 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en el calendario ruso) bajo la consigna de pan y fin de la guerra, que aun siendo duramente reprimida, dará pie al inicio y al triunfo de la revolución bolchevique en octubre de 1917, y cómo la revolución socialista mostró que es posible poner fin a la inferioridad en la que vive la mujer en la sociedad capitalista.

Desligar la lucha por los derechos de las mujeres de la lucha por el socialismo, de la lucha por la construcción de un mundo más justo en el que se alcancen verdaderas cuotas de igualdad, equivale en la práctica a debilitar a la clase trabajadora en su conjunto, hombres y mujeres.

¿Qué significa igualdad entre hombres y mujeres, cuando mujeres como Ana Patricia Botín son infinitamente más ricas y privilegiadas que millones de hombres que trabajan en condiciones de semi-esclavitud en países africanos? ¿Se pretende acaso reducir la desigualdad entre mujeres del tercer mundo y hombres ricos del primero? Ni mucho menos, pues se visibilizan cuestiones como el llamado “techo de cristal”, que impide a mujeres de países desarrollados llegar a puestos de alta dirección en empresas, o la “sororidad”, que pretende crear un sentimiento de solidaridad entre mujeres, independientemente de su clase social, ignorando que mujeres como Angela Merkel son responsables de la miseria en la que viven mujeres de países que están siendo saqueados por la OTAN, o bancos como el Santander, presididos por una mujer, se ceban con las madres trabajadoras al realizar un ERE. ¿Qué clase de solidaridad puede sentir una mujer palestina a la que han echado de su casa o asesinado a su familia con una mujer como Tzipi Livni, que ha formado parte del gobierno de Israel y promovido crímenes de estado contra el pueblo palestino?

Por eso desde el Partido Comunista Obrero Español hacemos un llamamiento a todas las mujeres trabajadoras a organizarse en un Frente Único del Pueblo y luchar junto a sus hermanos de clase para destruir el sistema capitalista, verdadera fuente de la desigualdad de las mujeres en todo el mundo, y a construir el Socialismo, única forma de alcanzar verdaderas cotas de igualdad.

 

Secretaría de Agitación y Propaganda del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)

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