La profundización de la crisis y la ‘nueva’ máscara del oportunismo que entusiasma a los traidores de siempre
Los hechos se suceden a una velocidad vertiginosa, toda vez que se agudizan las contradicciones imperialistas. Las medidas adoptadas por la burguesía para resolver la crisis lo que hacen es sentar las bases para desencadenar una crisis de orden superior a la que se pretende saldar.
La crisis de superproducción que estalló en 2008, y sobre la que los lacayos de los monopolios advertían que “había que cambiar al capitalismo”, afectó a la estructura del imperialismo: a la banca. Bancos y aseguradoras en los EEUU y en los países de la Unión Europea estaban quebrados. Los imperialistas, por un lado, crearon una burbuja inmobiliaria financiera provocada por la elevación de los precios de las acciones y del suelo que no se correspondía al valor de los mismos; burbuja aventada cuando gran parte del capital excedente en la economía – proveniente de las grandes plusvalías robadas a los trabajadores – es utilizado por los bancos para reventar al alza los precios del suelo, y la vivienda, que a la par alimentaba ficticiamente los balances y las acciones tanto de las empresas constructoras, como de los bancos, al alza pues todo se basaba en un desfase entre el valor y el precio hasta que, por la anarquía de la producción, saturan el mercado y la burbuja se pincha llevándose por delante todos aquéllos mastodontes empresariales – y bancarios – construidos sobre la estafa descrita. Por otro lado, la internacionalización y deslocalización de los monopolios han provocado progresivas salidas de capitales al exterior y destrucción de tejido empresarial, no sólo la fuga del trabajo y de la actividad empresarial del monopolio sino también la destrucción y debilitamiento de la pequeña y mediana empresa autóctona.
Ante esta coyuntura de robo, generación de paro y de codicia imperialista, unido a la debilidad del proletariado bajo dominio ideológico burgués, los capitalistas sin obstáculos aprovechan la crisis generada por ellos mismos, y su voracidad infame, para dar su salida de la siguiente manera:
1) Salvar a los bancos.
2) Concentración de los capitales y reestructuración bancaria.
3) Internacionalización de las empresas.
4) Reprimir y explotar cada vez más a los trabajadores. Recortes sociales
5) Guerras imperialistas.
El objetivo real no es más que el redistribuir todavía más la riqueza a favor de la burguesía, siendo la crisis económica – genuino producto capitalista – la mejor coartada para justificar este objetivo que es inherente a la burguesía y que está en la medula espinal del sistema capitalista de producción, máxime si éste se encuentra en la fase monopolista, como es la actual. Y para ello, la burguesía está obligada a incidir y multiplicar los factores que generan la crisis, entrando en una espiral que la conducen a ella, y a su sistema económico, a la muerte, si es que no está ya muerto; garantizando más crisis, más miseria y más destrucción.
A menos de un año de las elecciones municipales, y a un año de las elecciones generales, el Gobierno, el Partido Popular y los medios de comunicación de la burguesía – fundamentalmente los más reaccionarios – se afanan en mostrar que las medidas criminales adoptadas por el gobierno empiezan a dar frutos y esta campaña propagandística de repeticiones de mentiras se multiplicará y ampliará conforme nos vayamos aproximando a las elecciones. La realidad sin embargo muestra que las medidas adoptadas por el gobierno no sólo mantienen la crisis, sino que están cimentando una crisis de mayores dimensiones y más profunda.
Darle dineros a los bancos y a las empresas ha implicado que la quiebra de éstos también se haya trasladado al Estado, el cual está en quiebra como los mismos economistas capitalistas reconocen. Cuando Rajoy accedió al Gobierno, España tenía una deuda pública en torno al 60% de su PIB y una deuda privada (familias y, sobretodo, empresas) del 230%.
La política de Rajoy de recortes sociales, laborales y de libertades a los trabajadores y de regar con dinero público a los empresarios y banqueros, ha hecho que la deuda privada se sitúe en el 207% del PIB y que la deuda pública haya ascendido hasta prácticamente el 100% del PIB, en concreto el 98,2%, sobrepasando holgadamente el billón de euros, o lo que es lo mismo, el gobierno de Rajoy para servir a los empresarios y banqueros ha endeudado a todos los españoles a razón de 602 millones de euros diarios. En las filas de la burguesía, son cada vez más los economistas que hablan de la necesidad de hacerles quitas de un 20%-40% de las deudas a las empresas para poder hacer viable el sistema, de la salida del euro e, incluso, hablan de que es imposible que el estado no pueda hacer frente a la deuda pública que hoy tiene.
Los grandes bancos, internacionalizados, orientan la economía – al igual que antaño lo hicieron con el ladrillo – a la exportación de capitales al exterior para dirigir la economía de los monopolios en la conquista comercial de mercados exteriores así como a la transferencia de deuda al Estado, gracias a la política corrupta del BCE. Las grandes empresas, antaño públicas hoy privadas con capitales entremezclados extranjeros y españoles, así como las multinacionales extranjeras, se deslocalizan para llevarse las producciones a otros puntos del planeta donde los costes laborales sean menores, países que los imperialistas han decidido sumarlos a su cadena de explotación y donde los capitales exportados son mucho más productivos y con su presencia en estos países, además, adquieren un peso político en dichos lugares, esenciales para dominar política y económicamente el mundo. El resultado de dirigir la economía por estos derroteros implica la deslocalización de las grandes empresas y, con ella, el cierre de las pequeñas y medianas empresas auxiliares destruyéndose una enorme cantidad de tejido industrial y haciendo engordar las filas del paro. El gobierno de Rajoy apoyando esta política económica, que es la suya, a imagen y semejanza de los monopolios no sólo endeuda más al país sino que le resta capacidad económica productiva incrementando el gasto público y provocando una menor entrada de ingresos del Estado a través de impuestos y de la producción empresarial – que cae en picado – haciendo inviable no sólo al Estado y al sistema capitalista, sino empeorando las condiciones de vida de la mayoría trabajadora pues al negarle el trabajo se le niega sus fuentes de subsistencia. Pero además, los trabajadores al no tener empleo y disminuir sus ingresos dejan de consumir y, con ello, la demanda interna cae y, con ella, cae también la producción empresarial y, en consecuencia, se incrementa todavía más el desempleo. Al incrementarse el desempleo se depauperizan las condiciones económicas de los trabajadores en activo, depreciándose los salarios y con ellos todo lo que emana de las espaldas de los trabajadores, como las pensiones, la educación y la sanidad pública. Por más engaños vertidos por la Patronal, los medios de comunicación y el Gobierno respecto al remonte del empleo, que las cifras del paro del mes de agosto se han encargado de desmentir, la misma prensa burguesa reconoce que 2 millones de desempleados hoy jamás volverán a trabajar y los hechos dicen que en los primeros 7 meses de 2014 se han trabajado 28 millones de horas menos que el año anterior y las grandes empresas están haciendo acopio de maquinaria para incrementar la productividad y, con ella, necesitar menos trabajadores para ganar más, o lo que es lo mismo, el desempleo está muy lejos de reducirse sino todo lo contrario, pues la esencia del capitalismo no es el pleno empleo sino el mayor desempleo, sin protección social alguna, para que el grado de explotación sea máxima y, con ella, los beneficios económicos de la burguesía.
Ante este hecho la receta de los lacayos de los monopolios es hacer competitivo al país, para que sea fruta apetecida para la inversión de los monopolios en el estado español así como para los empresarios, y esto lo hacen incrementando el grado de explotación de los trabajadores con reformas laborales, recortando el gasto social y haciendo una política fiscal consistente en castigar impositivamente a las clases populares – que aportan más del 90% de los ingresos del Estado vía impuestos – a la par que les rebaja los impuestos a los burgueses y le redistribuyen en su favor la riqueza. Con la devaluación de la fuerza de trabajo, el Gobierno consideraba que mediante la exportación de mercancías producidas a un coste menor podría atenuar la quiebra del estado con una balanza comercial positiva, gracias entre otras cosas a la devaluación de los salarios, según el fondo de inversión buitre Bridgewater, en un 20%. La realidad es que esta balanza comercial, a pesar de la política criminal que el Gobierno está realizando contra los trabajadores, en lugar de ser positiva es bastante negativa – rompiendo las previsiones del Gobierno – duplicándose el déficit comercial en el primer semestre de 2014 con respecto a 2013, ascendiendo dicho déficit comercial a la cuantía de 11.882,4 millones de euros, y ello es explicable, entre otras cuestiones, a la profundización de la crisis económica en las mayores potencias europeas: Alemania, Francia e Italia.
A pesar de la propaganda feroz de la burguesía, la crisis se agranda, el sistema no se sostiene, las cuentas no le salen al gobierno porque el problema es el capitalismo putrefacto, que es inviable para la mayoría del mundo y de este país. El gobierno de la burguesía, y su estado, tiene en su ADN servir a la burguesía y enriquecerla y eso sólo puede ser a costa de la mayoría trabajadora. La crisis económica de superproducción se convirtió en crisis estructural – al dañarse de muerte la banca privada – y las medidas adoptadas por la burguesía para salvar al muerto, al capitalismo, lo que hace es incrementar la pobreza de la mayoría del pueblo y la desigualdad, generando un clima de indignación en el Pueblo y de rechazo contra las estructuras políticas y de los políticos al servicio del Capital, convirtiéndose la crisis económica en crisis política e institucional.
La esencia del capitalismo putrefacto es la explotación, el robo, el sojuzgamiento de los pueblos, el todo tiene un precio y todo se compra y todo se vende. El capitalismo en su fase putrefacta, y su estado, necesitan para el enriquecimiento de la clase dominante, la burguesía, la corrupción que es una parte minúscula de las plusvalías enormes acumuladas por la burguesía que destina en corromper a miembros de la pequeña burguesía, funcionarios y de la clase obrera (aristocracia obrera) con objeto de contener la respuesta del Pueblo explotado y poder, así, mantener el poder. El oportunismo y la corrupción son dos caras de una misma moneda: el parasitismo económico, que está en el ADN del imperialismo.
A la par que se deterioran las condiciones de vida del proletariado y de las capas pequeñas y medianas de la burguesía, que son tiradas a la ruina, salen a flote todas las heridas cerradas en falso, toda la basura. La cuestión nacional, por ejemplo, no resuelta por la dictadura de la burguesía, es sacada a relucir por las burguesías periféricas para explicarle a los trabajadores de sus pueblos, falsamente, el porqué de sus males sacando el chovinismo como elemento embrutecedor y divisor del pueblo, para así desviarlo de su misión histórica e impedir que vayan a la raíz del problema: El sistema capitalista. Las disputas entre burguesías, y la bancarrota del oportunismo como consecuencia de que sus mentiras son desenmascaradas por la marejada de la crisis, sacan a la palestra toda la corrupción producida a lo largo de todos estos años por la burguesía y aquéllos parásitos y traidores que han sido cómplices y artífices de las medidas que nos han traído hasta aquí: PSOE, PP, CIU, PNV, CCOO, UGT, IU, PCE, …, así como multitud de altos funcionarios.
En este escenario de quiebra económica y moral, que es a donde nos ha conducido el sistema capitalista a la clase obrera, la burguesía hace una labor política e ideológica enorme para continuar engañándolos e impedir que el proletariado salga del redil de la explotación asalariada, de que tome conciencia de lo que es y de la necesidad de acabar con este sistema. Por un lado, saca a relucir toda la corrupción de los oportunistas, de los políticos burgueses, de los salvapatrias, y de todo aquél que ha estado bajo su nómina de corrupción, que son todos pues la corrupción es la forma en que la burguesía se gana aliados entre los sometidos y sus enemigos de clase para que se conviertan en sus escudos, sus parapetos. Y los saca a pasear en los momentos de crisis, de agudización de sus contradicciones para que los realmente responsables de la situación, la burguesía y su corrompido sistema, pasen lo más desapercibidos posibles entre el pueblo. Con ello, además, la burguesía pretende engañar al obrero mostrándole que todo es corrupto porque la corrupción es inherente al ser humano, es su naturaleza, y por tanto todo el mundo se mueve por ello y, en consecuencia, arrastra al obrero a la desconfianza, al individualismo, al aislamiento, o lo que es lo mismo, a perpetuar el dominio y la dictadura de la burguesía.
Los males de la clase trabajadora – el paro, la precariedad, los desahucios, la explotación, la corrupción, la represión, la guerra, etcétera – hunden sus raíces en el sistema económico y en la superestructura que éste eleva, su estado. De hecho, todos aquéllos que tratan de mostrar a la clase trabajadora que el capitalismo puede ser más justo, más equilibrado, democrático o que el problema se puede solventar desde postulados socialdemócratas haciendo auditorias de la deuda y combatiendo la corrupción, pero que aceptan la propiedad privada de los medios de producción, de los bancos, el estado burgués, las estructuras imperialistas y las guerras de carroña no son más que títeres del sistema, testaferros de la burguesía y los mayores enemigos del Pueblo trabajador pues corrompen sus mentes, su ideología, condenándolo a la explotación imperialista.
El oportunismo, inoculado y financiado por la burguesía, destruyó al movimiento comunista internacional y lanzó al proletariado mundial a la mayor explotación jamás conocida en la historia de la humanidad. El eurocomunismo, que con ferocidad atacaba al marxismo-leninismo y mostraba a los trabajadores en la democracia burguesa, y su profundización, el camino hacia el socialismo con rostro humano, hoy está entusiasmado con las nuevas criaturas engendradas por el capitalismo monopolista para alejar a los trabajadores de su única vía de liberación real: El Socialismo. Elocuente fueron las palabras de Gerardo Iglesias, el delfín de Carrillo, en una entrevista al periódico Público el pasado 3 de agosto donde estaba entusiasmado con la aparición de PODEMOS pues significaba “un puñetazo en el estómago del sistema bipartidista (….) es importantísimo que Podemos se consolide. Esa fuerza no se crea en un despacho entre cuatro personas, sino que emerge del flujo social ” advirtiendo que “Ya no sirven parches: necesitamos la apertura de un proceso constituyente”. Como siempre, estos corruptos oportunistas, engañando a los trabajadores para perpetuar la dictadura de la burguesía y el sistema económico explotador del que emana toda la superestructura pues, como se aprecia, el capitalismo putrefacto y la propiedad privada sobre los medios de producción por parte de la burguesía no se cuestionan, sino que se reconocen y son sacrosantos.
La Historia demuestra que la profundización de la democracia burguesa no desemboca en el socialismo sino en el desarrollo del imperialismo y, en consecuencia, en la configuración de un estado burgués cada vez más reaccionario, autoritario, que abandona progresivamente la democracia burguesa para adoptar posiciones fascistas y, también, demostró cuan servil y útil fue el eurocomunismo, el marxismo-occidental, el pensamiento de la Escuela de Frankfurt y el neocomunismo para el imperialismo y lo nocivos que han sido para el proletariado. PODEMOS es la nueva criatura engendrada y parida por los monopolios para engañar al Pueblo Trabajador mientras recomponen su caduca democracia burguesa. La burguesía ha actuado políticamente para encauzar la frustración de los trabajadores, ante los efectos de sus medidas para resolver la crisis, por caminos que no desborden, ni cuestionen, y que mantengan incólumes la base económica así como la hegemonía ideológica de la burguesía. Ello lo ha hecho corrompiendo económicamente con puertas giratorias, con préstamos y donaciones a los partidos y condonaciones de deudas, comprando a sindicatos (CCOO-UGT) o poniendo a disposición los medios de comunicación a toda una amalgama de oportunistas pequeñoburgueses, trotskistas, delfines de Fraga y demás basura anticomunista para que desde el interior del Estado – a través de funcionarios docentes y una intelectualidad desclasada y antimarxista – absorban la indignación del Pueblo y la canalicen a través de este engendro; es la nueva izquierda diseñada por Lara Bosch (La Sexta) y por Berlusconi (Cuatro) que venera la democracia burguesa, la individualidad, la negación de la lucha de clases, la aceptación y participación en la UE, la defensa de las guerras imperialistas como evidencian opiniones de sus dirigentes destacados ante lo acontecido en Ucrania, etcétera. El 15M, primero, y PODEMOS como continuidad de éste llevando el movimiento “indignado” a las instituciones burguesas, es la recomposición a la griega de la democracia burguesa, pretende ser una SYRIZA a la española que haga que gane tiempo la burguesía, que desvíe todavía más a los trabajadores y a los explotados de su emancipación, del socialismo.
Lenin desenmascara a los títeres oportunistas en todas las versiones, desde PODEMOS a los nacionalistas de ‘izquierda’, como se comprueba en la enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo cuando señala “El imperialismo moderno (del siglo XX) ha creado una situación privilegiada, monopolista, a favor de algunos países adelantados, y sobre este terreno ha surgido (…) ese tipo de jefes-traidores, oportunistas, socialchovinistas, que defienden los intereses de su corporación, de su reducida capa de aristocracia obrera. Estos partidos oportunistas se han separado de las “masas”, es decir, de los sectores más vastos de trabajadores, de su mayoría, de los obreros retribuidos. La victoria del proletariado revolucionario es imposible sin luchar contra este mal, sin desenmascarar, poner en la picota y expulsar a los jefes oportunistas socialtraidores. (…) Pero llegar con este pretexto a contraponer, en términos generales, la dictadura de las masas a la dictadura de los jefes es un absurdo ridículo y una necedad. Lo más divertido es que, de hecho, en lugar de los antiguos jefes que se atienen a ideas comunes sobre las cosas simples, se destaca (encubriéndolo con la consigna de “abajo los jefes”) a jefes nuevos que dicen soberanas tonterías y disparates. Tales son, en Alemania, Lauffenberg, Wolfheim, Horner, Carlos Schroeder, Federico Wendell y Carlos Erler. Las tentativas de este último de “profundizar” en la cuestión y proclamar en general la inutilidad y el “carácter burgués” de los partidos políticos representan tales columnas de Hércules de la estupidez que le dejan a uno estupefacto ¡Cuán cierto es que de un pequeño error puede hacerse siempre uno monstruosamente grande, si se insiste en él, si se profundiza para encontrarle justificación y si se intenta “llevarlo hasta el fin”! ”. Cambiando algunas palabras, como por ejemplo jefes por casta, la fotografía es plenamente vigente hoy, pero esta repetición es todavía más burguesa – aunque igual de falsa por parte de los actores – pues en la época del texto de Lenin se hablaban de clases sociales, de vilipendiar de palabra – que no de hecho – a la burguesía, hoy ésta les tiene comido el cerebro a los nuevos jefes y jefecillos de tal modo que bajo el manto de ciudadanía lo cubren todo y, de paso, tratan de hacer desaparecer la lucha de clases con lo que, los oportunistas de hoy, están todavía más corrompidos ideológicamente y más vendidos aún a la ideología burguesa que los oportunistas de antaño. Lenin ahí habla de Carlos Erler, que escribió en 1920 un artículo titulado “La disolución del Partido” en el órgano de expresión de los comunistas “de izquierda” en el que señalaba “La clase obrera puede destruir el Estado burgués sin aniquilar la democracia burguesa, y no puede aniquilar la democracia burguesa sin destruir los partidos”, apelando a la disolución del Partido Comunista de Alemania (espartaquistas), partido del cual se escindieron en 1919. Como se comprueba, el discurso de los Gerardos y Pablos Iglesias y demás voceros de la confluencia de la ciudadanía amantes de iniciativas ciudadanas por encima de los partidos políticos, arcaicos, desde la horizontalidad, el individualismo y la desorganización, y se acentúan en épocas de crisis abiertas del imperialismo. Pero los Gerardos y Pablos Iglesias actuales, a diferencia de los oportunistas de antaño, ni tan siquiera se les pasa por la cabeza aniquilar la democracia burguesa, sino todo lo contrario, fortalecerla engañando a los obreros. Lenin, sobre este posicionamiento les llamaba por su nombre “Negar la necesidad del partidismo y de la disciplina de partido: he ahí el resultado a que ha llegado la oposición. Y esto equivale a desarmar por completo al proletariado en provecho de la burguesía. Equivale precisamente a la dispersión, la inestabilidad, la incapacidad para dominarse, para unirse, para actuar de manera organizada, defectos típicamente pequeñoburgueses, que, de ser indulgentes con ellos, causan de modo inevitable la ruina de todo movimiento revolucionario del proletariado. ”. PODEMOS, como versión más novedosa del oportunismo político, creado y amamantado por los pechos de la burguesía, desembocará en un partido político de tipo burgués, donde los círculos es la denominación de moda de las agrupaciones, donde el rojo del PCE de Carrillo se tiñe de morado cardenalicio de los Monedero, Iglesias, Alba Rico, Verstrynge y demás camarilla de trotskistas, pequeñoburgueses y demás calaña anticomunista y antiobrera. Su misión no es otra que perpetuar el capitalismo y son conscientes que, para ello, en la época de la crisis política y económica del imperialismo es necesario extirpar el discurso de clase y satanizar la estructura y lucha partidaria para impedir que la salida del obrero sea la lucha por el socialismo y la aproximación al instrumento sublime de la lucha ideológica del proletariado: El Partido Leninista, que, como decía Lenin “equivale a desarmar por completo al proletariado en provecho de la burguesía”.
Carlos Marx, en su carta a Weydemeyer, sintetiza el camino de la emancipación del proletariado “Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1o) que la existencia de clase sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2o) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3o) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases…” y caracteriza ese camino emancipador, el socialismo o comunismo inmaduro, en su Crítica al Programa de Gotha así “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media un período de transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”.
La historia demuestra que la emancipación de los explotados, y que el fin de la explotación, sólo puede venir de la mano del Socialismo, como etapa previa al comunismo, donde el proletariado tiene que imponer su dictadura para ir extinguiendo las clases sociales. Así mismo, la historia también nos ha enseñado que este camino no es lineal sino que puede sufrir pasos hacia atrás y restauraciones completas del imperialismo. Pero esto ya fue advertido por Lenin, en referencia al pensamiento pequeñoburgués, cuando señalaba sobre el mismo “cercan al proletariado por todas partes de elemento pequeñoburgués, lo impregnan de este elemento, lo corrompen con él, provocan constantemente en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de oscilaciones entre la exaltación y el abatimiento. Para hacer frente a eso, para permitir que el proletariado ejerza acertada, eficaz y victoriosamente su función organizadora (que es su función principal), son necesarias una centralización y una disciplina severísimas en el partido político del proletariado. La dictadura del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones y decenas de millones de hombres es la fuerza más terrible. Sin un partido férreo y templado en la lucha, sin un partido que goce de la confianza de todo lo que haya honrado dentro de la clase, sin un partido que sepa pulsar el estado de ánimo de las masas e influir sobre él es imposible llevar a cabo con éxito esta lucha. Es mil veces más fácil vencer a la gran burguesía centralizada que “vencer” a millones y millones de pequeños patronos, los cuales, con su labor corruptora invisible, inaprensible, cotidiana, producen los mismos resultados que necesita la burguesía, que determinan la restauración de ésta. Quien debilita, por poco que sea, la disciplina férrea del partido del proletariado (sobre todo en la época de su dictadura), ayuda de hecho a la burguesía contra el proletariado.”
La única salida que el proletariado tiene es acabar con todo el régimen burgués, es acabar con la propiedad privada de los medios de producción, es el Socialismo y es la imposición de la dictadura de la mayoría, del proletariado. Pero todo ello es inviable sin el desarrollo del Partido que es su arma que le guía y orienta en la lucha de clases, que le refleja a éste su misión histórica y que dirige la lucha ideológica del proletariado y, como decíamos en nuestro documento “Los supersabios y el Partido Leninista” allá por octubre de 2008, “es la respuesta coherente a la lucha de clases, pues está ideado para contrarrestar las estructuras institucionales burguesas y tiene por cuenta el proceso natural que rige para la toma de conciencia en el proletariado, cerrando las puertas al capricho, a la espontaneidad y a la anarquía”.
Sin el desarrollo del Partido no habrá emancipación de ninguna de las maneras posibles, por eso la burguesía y sus siervos hacen todo lo posible y lo imposible por crear instrumentos ciegos y falsos para corromper ideológicamente y engañar al proletariado – como PODEMOS – y para alejar a los trabajadores de su Partido y del marxismo-leninismo. La profundización de la democracia burguesa sólo traerá a los trabajadores más miseria, más explotación, más sufrimiento pues los trabajadores no tenemos otra salida que acabar con este sistema y su Constitución que le da carta de legalidad y ello sólo es posible desde la unidad y la organización como clase para luchar contra los imperialistas, por la destrucción del capitalismo y por la consecución del Socialismo. Para ello, es fundamental construir el órgano o instrumento para que el Pueblo pueda intervenir en la vida política y crear su poder, el Poder del Pueblo Trabajador. Este instrumento es el Frente Único del Pueblo.
Ningún partido financiado por la oligarquía financiera, ni ningún tertuliano de los medios de comunicación de masas en manos de los monopolios atentará contra aquél que le financia y le dota de medios para corromper a las masas ideológicamente con objeto de perpetuar este sistema de explotación capitalista. Sólo el proletariado, que sufre la explotación descarnada es quien puede romper las cadenas de este sistema criminal que nos somete y que nos niega el presente y el futuro, y romper las cadenas no es otra cosa que romper con el Estado burgués y las estructuras políticas actuales. El Comité Ejecutivo del Partido Comunista Obrero Español hace un llamamiento a los trabajadores más conscientes del estado español, y que se reivindiquen como comunistas, a organizarse en el PCOE y, también hacemos un llamamiento a la clase obrera a la unidad para acabar con el capitalismo, que es la raíz de todos los males que nos afectan, y para ello es esencial organizar el FRENTE ÚNICO DEL PUEBLO, o lo que es lo mismo, desarrollar los órganos de poder popular; órganos que perfectamente pueden y deben sustituir a las instituciones capitalistas y representar una nueva democracia para construir una sociedad distinta en la que deje de existir el que una minoría (capitalistas) viva a costa del trabajo y del sufrimiento de la mayoría (trabajadores) y que nos abra camino a otro sistema donde la mayoría trabajadora dirija económica, ideológica y políticamente la sociedad donde desaparezca por completo la explotación del hombre por el hombre, enviando al capitalismo y a la burguesía al estercolero de la historia.
¡ABAJO EL CAPITALISMO Y SU ESTADO!
¡POR EL SOCIALISMO, FORTALEZCAMOS EL PCOE, CONSTRUYAMOS PODER POPULAR, CONSTRUYAMOS FRENTE ÚNICO DEL PUEBLO!
COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)