“Todo está controlado”

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Desde que aparece la crisis los gobiernos hacen todo lo posible por transmitir la idea de que está controlada y que la recuperación la tenemos a la vuelta de la esquina. Al cabo de cuatro años, los acontecimientos nos desbordan, brindándonos argumentos incontestables: la crisis se agrava y está al borde de provocar el caos. Europa se acuesta cada noche con el temor a que un desliz imprevisible de cualquier país miembro de la UE, pueda a la mañana siguiente arrastrar a toda la comunidad a un callejón sin salida, debido su nivel de endeudamiento.

 

El desconcierto en la producción, consustancial al régimen burgués, originado por la dinámica irrefrenable de una competencia despiadada, provoca barbaridades incontrolables en cadena. La razón, capitalismo monopolista igual a planificación, es una falacia que hace de la ciencia económica burguesa una disciplina ignorante y despreciable, basada sólo en la especulación. ¿Dónde están las lumbreras? ¿Por qué no previeron la crisis, su hondura, y ahora, por qué no son capaces de vaticinar el momento de su final? Sencillamente, porque por más vueltas que se les den a las ecuaciones y funciones, a sus variables, curvas etc. el sistema burgués es una pura anarquía, que se ha vuelto irreal porque ya no es necesaria su existencia. Los economistas hacen prestidigitación con los conceptos y partidas, no para desentrañar y explicar la raíz de la crisis, sino para justificar la existencia del capitalismo y vendernos sus remedios antipopulares.

Desde esta base de actuación se constata que conforme se desarrolla la crisis, los doctores extraen del arsenal de las mentiras y apuran del acervo de los abusos nuevos planteamientos con sus correspondientes soluciones, pero al final todo resulta lo mismo para lo mismo: para que continúe el control del capital financiero sobre el sistema y pasar de matute la rapiña de los inversores, a costa de que sean las clases trabajadoras las que costeen su tiranía y den gusto a su voracidad.

Las expresiones rescate, deuda, rentabilidad de los bonos, prima de riesgos y otras afloran en la “etapa actual” de la crisis, dejando boquiabierto al incauto ciudadano. ¿Qué ha sucedido de nuevo para que se dispare de pronto esta salva de términos, hasta el día de hoy en desuso y desconocida para la inmensa mayoría de la población? Nada, no ha ocurrido absolutamente nada, sólo que las contradicciones capitalistas se han exacerbado, dejando obsoleto el dilema: ¿qué tipo de solución hay que aplicar dentro del mismo modo de producción? siendo sustituido por el ultimátum; ¡capitalismo, o socialismo! Esta es la realidad. El capitalismo no encuentra salida a la antigua usanza, las viejas referencias ya no son válidas. Las entidades financieras y los inversores no tienen mercados donde actuar, por eso tratan de estrangular a los estados para obtener la rentabilidad deseada.

Desde el principio, el PCOE impuso a contracorriente la tesis que viene a demostrar que la entrada en recesión se debió a las contradicciones inherentes al sistema, las que producen cíclicamente crisis de sobreproducción; aunque en la presente haya roto en primer lugar por los sectores financieros e inmobiliarios para extenderse inmediatamente a todas las ramas productivas, extractivas y de servicio, por tanto a toda la sociedad, constituyendo en densidad, volumen y duración una de las más graves y profundas de la historia del capitalismo. El PCOE rechaza categóricamente toda teoría que trate de justificarla como consecuencia de la puesta en práctica de un “modelo económico” concreto, el neoliberalismo, que tiene por objetivo salvaguardar el modo de producción burgués. La condena del “modelo” conduce a los partidos defensores de la teoría a propugnar como solución la sustitución de los gobiernos que representan dicho modelo por otros que abogan por un capitalismo “más humano”. A esta conclusión llegaron tanto los partidos burgueses como las organizaciones reformistas y también numerosas fuerzas “comunistas” embridadas en el pasado revisionista.

La crisis ha destruido una ingente masa de fuerzas productivas. En nuestro país ha supuesto el cierre de miles de empresas de todos los tamaños, el aumento de la emigración y el incremento del paro que se cifra en 5 millones de desempleados. Cotas tremendamente dramáticas, que generan desarraigos en los jóvenes, desgracias familiares y toda clase de dolencia social. Sin embargo, el Estado en vez de aplicar soluciones radicales a favor de las clases trabajadoras, se ha dedicado a facilitar medidas paliativas en provecho de las empresas, verdaderas culpables de la crisis. A su cuenta corren los gastos supermillonarios de los “eres”, así como la condonación de deudas, vía subvenciones colosales para que las empresas puedan “salir” a flote. Durante estos cuatro años, el proceso ha consistido en traspasar las deudas de los empresarios a las arcas públicas; lo que se dice un perverso saqueo.

Con un consumo muy reducido y empobrecido, las arcas vacías y la producción mermada y débil se enfrenta el estado español, como sus correligionarios europeos, a unas deudas que suponen por término medio el 80% del PIB. Si cualquiera de ellos sufre un “contratiempo” por efecto de la economía concatenada, sus inferencias pueden ser mortales para los más débiles, que a su vez pondría en peligro al euro.

El problema radica en la capacidad de los estados para mantener o adquirir una solvencia suficiente sin riesgo para el pago de sus deudas, lo cual es bastante difícil, cuando las familias están endeudas hasta los tuétanos, desempleadas y por consiguiente, consumiendo bajo mínimos y cuando las empresas pequeñas y medianas que absorbían la cantidad mayor de fuerza de trabajo han desaparecido.

Por estas razones, los estados europeos y algunos como España especialmente, están siendo sometidos en los mercados de deudas a presiones constantes, porque la desconfianza hacia su solvencia ha disparado la prima de riesgo del país.

Tengamos en cuenta que la prima de riesgo de un país, es el recargo sobre el precio de la deuda que tiene por referencia el precio de la deuda alemana, la cual constituye la base para calcular la solvencia y el riego de todos los países de la UE, por estimarse la más segura y solvente. Este sobreprecio puede ser superior a la rentabilidad que ofrecen los bonos de deuda del estado, así que los capitalistas inversores, no les preocuparía mucho la quiebra de un país dado, pues tienen asegurados sus intereses al alza por la prima de seguro.

El estado español efectúa sus emisiones por medio de subastas en el mercado primario de deuda, cuyo interés se fija en relación a la demanda y al vencimiento de la oferta, como es “lógico” al emitirse los títulos a un plazo largo (3, 5, 10 o 30 años) los inversores exigen una mayor rentabilidad que les sirva de incentivo, teniendo en cuenta que durante todo el periodo del vencimiento, no podrán disponer de su dinero. “Los principales compradores de los títulos son los llamados inversores institucionales: bancos y grandes fondos de inversión que mueven millones de euros con un solo clic de ratón”.

A tenor del análisis realizado por Bruselas, el peligro está cuando un país tiene una prima de 400 puntos básicos. En este caso el gobierno deberá tomar las medidas precisas para que las arcas públicas se vayan llenando, de lo contrario, el efecto del “sobrecoste” por financiarse, generará en el conjunto de su economía un impacto negativo en el Producto Interior Bruto de un 0,8% anual. Una cifra que, en estos momentos en los que unas décimas separan el crecimiento de la recesión, puede suponer la frontera entre el éxito y el fracaso.

Las empresas indicadoras de las subidas y bajadas de las primas de seguro, cumplen con la misión de alertar a los capitalistas-inversores sobre cómo invertir, dónde y a qué precio deben hacerlo. De esta forma, los estados marchan a merced de los deseos de los bancos y especuladores, que a través de los niveles de deudas y primas de seguros, manejan a los estados, imponiéndoles las políticas que deben llevar a cabo, como por ejemplo qué sectores les convienen a ellos que se privaticen, las reformas laborales que exigen etc. Esto es lo que se desprende cuando el Banco de España, o el Banco Central Europeo piden con insistencia que el gobierno proceda a la realización de determinadas reformas y recortes, a fin de devolver la “confianza” a los inversores.

La intervención o compras de deudas de los estados por el Banco Central Europeo, anunciada siempre con el propósito de “evitar los desmadres o intervención de los especuladores” no es más que la lucha entre sectores monopolistas por hacerse con el control de un país dado, es la expresión de la lucha entre imperios por la pugna de los mercados.

Está claro, que la luchas entre imperios tienen efectos perniciosos en las poblaciones que a la postre pagan sus consecuencias. Un país con una prima de seguro peligrosa influye en el desenvolvimiento del sector financiero. Cuando los bancos asistan al mercado interbancario –donde las entidades se prestan dinero entre sí para financiarse- pagaran más o menos en relación con la prima de seguro de su nación si está alta o baja. Los bancos cuyos costes de financiación son altos, aumentarán los intereses sobre créditos que prestan a sus clientes, lo que significará que las familias tendrán menos dinero haciendo imposible la recuperación económica por falta de consumo y por lo tanto, los estados tendrán también más y mayores problemas para saldar las cuentas con sus acreedores y para reducir el déficit, la solvencia se resquebraja y así sucesivamente.

En conclusión, el capitalismo se halla envuelto en un cúmulo de contradicciones dentro de un circulo vicioso. Sólo un milagro haría que el sistema burgués volviese a “ser lo que fue”. Estamos pues, en la fase más criminal y reaccionaria del capitalismo que lucha por su supervivencia.

Con un capitalismo a la defensiva, con las zarpas dispuestas en todo momento, el revisionismo y todo tipo de reformismo no tienen margen teórico para justificar su existencia. Cada paso que da el capitalismo les traiciona. El capitalismo democrático que supuestamente se había ganado a pulso su lugar en la democracia, como afirmaba el eurocomunismo, se ha quitado la careta y le importa muy poco lo que pueda decir su enemigo de clase; va a por todas porque es la única esperanza que tiene de poder sobrevivir. Las condiciones objetivas para la lucha por la transformación social están en su punto más alto. También están dadas las condiciones para que los revolucionarios se adecuen a las circunstancias e impongan sus criterios.

Durante estos últimos años nos hemos ido librando de las teorías y tácticas que nos atenazaban sin dejar que evolucionásemos. La teoría la tenemos. Ahora es el momento de la práctica, de invertir todo nuestro potencial para poner en solfa cuánto hemos aprendido de los fracasos. Es el momento oportuno para la acción porque el descontento existe pero está en manos acientíficas. Los partidos comunistas tenemos la obligación inexcusable de enderezar y dirigir los acontecimientos por el camino correcto y directo.

Una vez más, afirmamos que la redención social de los trabajadores está en sus manos y ha de ser obra de ellos mismos. La Asamblea de Comités, Delegados y Trabajadores reúne todos los ingredientes teóricos y prácticos para convertirse en la dirección de su clase y la única posibilidad de aglutinar a las masas populares bajo un programa de transformación que nos lleve hasta el Socialismo.

Las Asambleas de comités y delegados de empresas tienen en sus manos la facultad de producir los bienes que necesita la sociedad para existir. Son los únicos órganos democráticos elegidos directamente por los trabajadores y sin ellos es imposible parar los centros de trabajo. Esta realidad no la ocultará ninguna otra forma de lucha, venga de donde venga, tenga el contenido que tenga, llámense “frentes de izquierdas”, “15M” o cualquier otro. Este es el argumento cardinal por el que los sindicatos piden a gritos que el Estado ilegalice los comités de empresas o reduzca al mínimo sus atribuciones si quiere que ellos puedan continuar ejerciendo de quintacolumna en el movimiento obrero.

COMISIÓN IDEOLÓGICA DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (PCOE)

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