Marcelino Camacho: ¿reivindicar a un vendeobreros?

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El reformista es el único animal que tropieza una y otra vez con la misma piedra. Si en el ámbito político, en cerca de doscientos años de movimiento obrero, los reformistas nos han vendido las bondades de las distintas caretas con las que se cubre la caduca socialdemocracia, no podía ser menos en el plano sindical.

Ante los actos de CCOO y UGT que han llevado al movimiento sindical y a la situación en los centros de trabajo a las cotas más bajas de su historia, cosa lógica puesto que la aristocracia obrera de CCOO y UGT forman parte de la esencia del sistema capitalista, son muchas las voces del reformismo que reivindican una vuelta a los orígenes de este sindicalismo antiobrero, etapa que ellos consideran la segunda venida de Cristo. Esta reivindicación se muestra en el recuerdo de la figura del vendeobreros del régimen del 78 por antonomasia: el dirigente de CCOO Marcelino Camacho. ¿Cuántas veces no habremos oído al reformista de turno suspirar por “si viviera Don Marcelino”?

Pero pongamos todo en su contexto. En las postrimerías del régimen fascista el movimiento obrero y popular se encontraba en plena efervescencia. Cuarenta años de humillaciones a la clase obrera habían conseguido crear los embriones de una auténtica movilización popular que sirviese de cimiento para avanzar la conciencia de clase a cotas más serias. Los niveles de organización, sindicalización, militancia, movilización de la clase obrera y las masas populares estaban en niveles nunca vistos desde 1936, y que a día de hoy no han sido superados. Existía la necesidad vital en amplias capas del proletariado de la lucha, de la organización, de la formación política, en definitiva, era el gérmen de la conciencia de clase. ¡Ojo!, no confundir esta etapa de efervescencia con una etapa revolucionaria, sino como el primer paso mínimo hacia esta.

En el plano político, el reformismo eurocomunista de Carrillo y su PCE se encargó de acabar con las ilusiones de toda una generación, castrando y domesticando a la clase obrera para que no saliese del redil concedido por la burguesía con el llamado régimen del 78. La aristocracia obrera se integró en el sistema: prebendas, cargos insitucionales, etc. Se convirtieron en la pata izquierda del régimen.

Al mismo tiempo en el plano laboral, el momento de debilidad de la burguesía española y el avance de la lucha obrera y popular consiguió que estos cediesen en algo tan capital como fue la Ley del Trabajo de 1977, ley que ha sido la más avanzada para la clase obrera en toda la historia de la democracia burguesa en España. Y es aquí donde interviene la figura del inefable Marcelino Camacho.

Camacho fue el responsable directo de acabar con dicha ley firmando la nauseabunda claudicación de la clase obrera que supusieron los Pactos de la Moncloa. Dichos pactos concedieron a las centrales sindicales CCOO y UGT todos los privilegios que han disfrutado a lo largo de los años, a cambio de llevar a la clase obrera al matadero. De aquellos polvos, vienen estos lodos, el lodazal de miedo, desesperación y falta de alternativa que sufre la clase obrera a día de hoy.

Recordemos también como veteranos sindicalistas tuvieron que sufrir la figura del tal Marcelino. Su modus operandi era ciertamente curioso. Allá donde las huelgas y las luchas obreras se veía que podían superar los cauces impuestos por el régimen burgués, acudía Camacho como si fuese una “estrella del rock” para encauzar la legítima lucha del proletariado en vías que no incomodasen a la burguesía. Así, luchas que pudieron haber sido el inicio de una gloriosa etapa para la clase obrera se convirtieron en el principio de las derrotas que los trabajadores llevamos sufriendo ininterrumpidamente desde que existe el régimen del 78.

Así pues, denunciamos el carácter criminal y antiobrero de la figura de Marcelino Camacho a la misma vez que honramos la memoria de todos aquellos sindicalistas de clase que en su día se opusieron a títeres del régimen como el tan querido por el reformismo Camacho. Al final, la historia pondrá a cada uno en su lugar, y el lugar de Camacho es el basurero de la historia junto con el capitalismo que tan tenazmente contribuyó a apuntalar.

Secretaría de Agitación y Propaganda del Comité Central del P.C.O.E.

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