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La falacia de ‘lo queer’

Federico Engels en el segundo prólogo escrito para el Manifiesto Comunista aseguraba lo siguiente:

“La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx”.

 

Es decir, que la aportación fundamental que Carlos Marx hizo a la historia de la humanidad, y que inspiraría a innumerables revolucionarios en los siglos XIX, XX y XXI, es que la política está subyugada, en cualquier caso, a las relaciones de producción y la superestructura que esta genera. Así, Marx llega al concepto de la lucha de clases y significa qué es un proceso revolucionario: cuando la contradicción de clases sociales opuestas se resuelve en favor de la clase oprimida.

Un texto básico como es el Manifiesto Comunista nos deja entrever que en el capitalismo, cuya relación de producción es la propiedad privada de los medios de producción, hay dos clases que se enfrentan: el proletariado y la burguesía. Así, la clase trabajadora se convierte en el sujeto revolucionario y sobre sus hombros se apoya el peso de la historia escrita conscientemente por el ser humano y el abandono de la prehistoria humana en la que nos hallamos inmersos. Esto es: la historia del socialismo y el comunismo.

Claro es para todos que los trabajadores son diferentes los unos de los otros. Incluso una pareja de gemelos consta de particularidades que los diferencian tanto de forma física como de forma psicológica. El marxismo ocupó la ardua tarea de ver que, a pesar de la diversidad de los trabajadores, lo cardinal de ellos es su papel de desposeídos, su propia condición de proletarios. Así, Marx escribiría:

“Socialmente, ya no rigen para la clase obrera esas diferencias de edad y de sexo.  Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste”.

 

No vemos en el Manifiesto ninguna referencia ni análisis hacia la desvalorización particular hacia el trabajo de la mujer en el siglo XIX, ni sobre la explotación infantil de la época y, sin embargo, eso no ha despojado al marxismo de la defensa a ultranza de la igualdad entre el hombre y la mujer y del rechazo visceral del trabajo infantil. Esto es porque dichas cuestiones son, como bien dijimos al inicio de este documento, consecuencia de las relaciones de producción del capitalismo premonopolista de la época. Claro es que autores comunistas posteriores dedicarán ríos de tinta a desmenuzar estas cuestiones particulares, pero todos esos análisis no son más que consecuencia de la base que Marx, Engels y posteriormente Lenin, han dejado.

El mundo actual, que no es más que la fase imperialista del capitalismo en absoluta bancarrota, conoce más al ser humano que hace dos siglos como consecuencia del desarrollo de la ciencia y la tecnología. En otras palabras, el mundo que nos rodea se entiende mejor hoy que en cualquier otro momento de la historia. Sin embargo, a pesar de toda esa evolución, las relaciones de producción siguen siendo exactamente las mismas que cuando Marx sujetaba su pluma y, por tanto, el sujeto revolucionario sigue siendo el mismo: los proletarios. Los comunistas tenemos claro que a quien se le ocurra dudar sobre esto está siendo un ignorante o un embustero.

Todo lo escrito hasta ahora es una obviedad y nada más que un resumen de algo tan vasto como es la ciencia marxista-leninista. Aun así, el capitalismo es una maquinaria que crea día sí y día también anticomunismo de todos los tamaños y formas; y en un mundo en la que la cantidad de información es tan extensa y accesible, es más fácil que los trabajadores se encuentren confusos y decidan asumir según qué luchas siguiendo a determinados grupúsculos que parecen haber leído a los clásicos del marxismo, pero que cualquier revolucionario que se precie sabe que no han entendido ni la mitad.

Concretamente, para las cuestiones LGBT, nos encontramos que determinados partidos y colectivos que se consideran dentro del Movimiento Comunista Español (MCE), aprovechan la mínima para teñir sus consignas reaccionarias de rojo y así llevar a los trabajadores hacia la reacción, colocando el énfasis donde no hay movimiento revolucionario sino reformismo.

El 29 de junio de 2021, el Partido Comunista de los Trabajadores de España (PCTE) publicaba en su página web y en redes sociales su análisis sobre la proclamada “ley trans”, en el que aseguraban que dicha ley “constituye un problema para la lucha de la mujer y para las personas homosexuales”. Sus argumentos están basados, sobre todo, en la confrontación de la “realidad objetiva” contra la “autopercepción subjetiva” y derivados.

Al PCOE le sorprende poderosamente que el PCTE haga un análisis sobre una ley burguesa en concreto, separe a la mujer del hombre proletario y diferencie a los trabajadores homosexuales de quienes no lo son, porque si algo hemos aprendido los marxistas-leninistas es que:

  • Una ley en el capitalismo, promueva quien la promueva, es una reforma por definición. Independientemente de su contenido, la ley será aplicada o no en función de la composición de las instituciones del Estado. Como las instituciones en el Estado Español son capitalistas, actuarán siempre para garantizar y acentuar la explotación del hombre por el hombre, para servir los intereses de la burguesía.

El ejemplo más claro es que la Constitución franquista de 1978 dice defender el derecho a la vida digna, pero la realidad es que aplicar esa norma sería ordenar a las instituciones burguesas a que no consideren la vivienda como una mercancía. ¿Imaginamos al PCTE analizando la Constitución y legitimándola por incluir dicho apartado?

  • Los trabajadores (independientemente de cualquier condición) estamos siempre amenazados en el capitalismo. No son las leyes burguesas las que establecen una graduación sobre nuestra liberación, sino nuestra posición sobre las relaciones de producción, que en el capitalismo siempre es de desposeídos y explotados.

Por tanto, el nombrado análisis sólo puede caer en la categoría de reformismo y, por tanto, sólo puede destilar reacción en cada una de sus palabras. Sin embargo, ¿podríamos esperar otra cosa de un partido cuya máxima ambición ha sido estrechar las relaciones internacionales con el KKE, partido que se ha manifestado de una manera abiertamente homófoba?

Sin embargo, el PCTE no es el único con posiciones abiertamente reaccionarias y que obvia el sentido de clase de todo lo que nos rodea. Otras organizaciones que aunque se denominen comunistas o leninistas están totalmente alejadas del marxismo y que abrazan abiertamente la reacción llevan durante meses, sino años, atacando lo que ellos denominan “queer” y “posmoderno”. Tanto es así que fácilmente vemos que ya han construido todo su discurso en torno a estos temas y los ha capitalizado de buena forma a través de redes sociales.

Su estrategia política está basada en erigirse la alternativa ante diversos sujetos que escogen en función del discurso “progre” que tengan para que, por comparación, ellos salgan ganando. Así, se puede afirmar sin lugar a dudas que si el discurso feminista o LGBT no existiese, estos fascistas tampoco existirían debido a que el grueso de su repercusión viene de la confrontación con personajes más conocidos que ellos y sus ocurrencias de turno que cualquier fascista suscribiría.

Conociéndolos a través de las publicaciones en las que atacan leyes feministas, LGBT o migratorias (cuestión que ya hemos visto que es puro reformismo), cualquier reaccionario podría formar parte de estas organizaciones sin ningún tipo de problema, puesto que las reivindicaciones que se encontrarán son el “patriotismo revolucionario”, control planificado de las fronteras, defensa de la unidad de España, exaltación de la hispanidad, etcétera. Un cúmulo de categorías que un fascista desnortado es capaz de hacer suyas. Y si hubiese algún atisbo de reivindicación de la lucha de clases, puede ignorarlo fácilmente debido a que ellos no son conocidos por realizar esa labor, sólo es pura retórica.

Lo que hemos visto hasta ahora es que estas etiquetas “queer”, “progre” y “posmoderno” permiten a los reaccionarios estar en su salsa justificándolo envileciendo y desvirtuando completamente lo que es el comunismo, lo cual les retrata como auténticos fascistas al abrazar abiertamente el revisionismo. Es decir, su crítica a estos movimientos no es más que una falacia.

Desde el PCOE somos conscientes y respetamos cada una de las realidades de los seres humanos y consideramos que cualquier discurso que mínimamente aliente a atacar a estos colectivos minorizados merece nuestra más firme condena. Asimismo, defendemos y luchamos porque cada uno de los trabajadores, porque los seres humanos, puedan desarrollarse de manera multilateral e ilimitada.

Al mismo tiempo, somos conscientes que ante la incapacidad de la burguesía y sus instituciones de satisfacer las necesidades humanas, la situación actual se traduce en la mentira y la capitalización total de estos movimientos, llevando a sus elementos a cualquier lugar ajeno a la lucha de clases y fomentando el individualismo a través del desarrollo de la propia identidad.

La liberación del ser humano pasa inevitablemente por la abolición de la explotación de una clase social por otra. En estos términos, el desarrollo de las fuerzas productivas nos lleva a defender directamente la consecución del Socialismo como única democracia que permitirá a los trabajadores tomar las decisiones en su día a día, entre las cuales se incluye, como no puede ser de otra forma, la cuestión de la mujer y la cuestión LGBT. Por tanto, y como paso necesario para ello, es necesaria la construcción del Frente Único del Pueblo como punto común de todos los trabajadores e institución revolucionaria de clase  que enviará al Estado capitalista al basurero de la historia.

 

¡Por la liberación de los trabajadores!

¡Socialismo o barbarie!

 

Secretaría de Agitación y Propaganda del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)




Algunas notas sobre libertad, Estado y liberales

Rallo

 

En los medios de comunicación de la burguesía, cada día y a todas horas, aparecen personajillos que nos hablan permanentemente de la libertad. Vulgares lacayos del capitalismo a los que dichos medios de comunicación, mejor dicho, de manipulación de masas, les otorgan el halo de economistas, de pensadores, de intelectuales que emiten todo tipo de barbaridades para apuntalar ideológicamente al capitalismo monopolista de estado, la explotación del hombre y para arremeter y vilipendiar de manera permanente a la única alternativa real que existe al capitalismo: El socialismo como fase primaria hacia el comunismo.

Un ejemplo de este tipo de especímenes son los que siempre llevan en la boca el término ‘libertad’, y que se autodenominan ‘liberales’, al objeto de ‘ilustrar’ al pueblo que sin el dominio de los monopolios, sin la dictadura de la burguesía, que fuera de la formación socioeconómica capitalista la libertad es una quimera, y que la libertad, así en términos absolutos, únicamente es posible bajo lo que denominan ‘capitalismo puro’ o ‘economía de libre mercado’ donde el Estado no intervenga en nada en el aspecto económico, usando al Estado – en este caso al estado burgués – como chivo expiatorio para exculpar al sistema capitalista de su inviabilidad.

La hipocresía de estos personajes ‘liberales’ es manifiesta porque pretenden mostrarse como impugnadores del estado capitalista en aras de hacer prevalecer la ‘libertad individual’, pero les aplauden cuando éste arremete contra los trabajadores y favorece a la burguesía. Estos ‘liberales’, que no quieren injerencias en el terreno económico de su estado, ni de nadie, para imponer a sus anchas y con impunidad absoluta la explotación inmisericorde contra los trabajadores, son los primeros que exigen ‘seguridad jurídica’ para garantizar sus privilegios. ¡Eso son los ‘liberales’! que se les llena la boca hablando de libertad – para su clase social, para la burguesía –, y que critican de boquilla al estado burgués pero, en la práctica y en la teoría, lo defienden a ultranza, como por ejemplo hizo Juan Ramón Rallo en el periódico fascista ‘La Razón’ en abril de 2016, cuando salía en defensa de los paraísos fiscales argumentando que “un paraíso fiscal es una jurisdicción con bajos impuestos, alta seguridad jurídica y extrema protección de la privacidad de los ahorradores. (…) el ahorrador internacional desea proteger su propiedad y, en consecuencia, no se siente atraído por entornos con bajos tributos, pero con muy poca protección frente a otras formas de rapiña política (nacionalizaciones, confiscaciones, inflación, corrupción, etc). Justo por esta combinación de baja fiscalidad y elevada calidad institucional, aquellas economías que se convierten en paraísos fiscales tienden a atraer mucho capital global y a crecer a ritmos que más que duplican los del resto del planeta”. Ahí tenéis a un liberal defendiendo la necesidad del estado burgués que les proporcione impunidad absoluta económica y política, que le garantice todos los privilegios a la gran burguesía – eufemísticamente denominada por este sujeto como ‘ahorradores internacionales’. Y es que el capitalista, ya sea bajo la máscara liberal, socialdemócrata o fascista, todos ellos defensores del capitalismo e iguales de burgueses, necesitan el estado burgués para sostener su criminal sistema de pillaje, para sostener su sistema clasista basado en la explotación del hombre por el hombre, para mantener los privilegios de su clase social burguesa y someter a la clase obrera, al campesinado pobre e incluso a las capas de la pequeña burguesía.

Rallo, que se da golpes en el pecho enarbolando la bandera del liberalismo, que es la forma más cínica de capitalista, tiene un referente que, según él mismo señala, fue el que le convirtió en ‘economista’ y que no es otro que Ludwig Von Mises y su obra “La acción humana” tal y como reconoció en un artículo publicado en el reaccionario digital de Jiménez Losantos.

Hay que reconocer a Rallo que dicha obra muestra perfectamente lo que es un liberal, y la infinita hipocresía que atesoran. Von Mises, en dicha obra, nos muestra su visión del Estado y la necesidad de éste para la existencia de lo que él llama libertad: “Para que la sociedad y la civilización puedan establecerse y pervivir, preciso es adoptar medidas que impidan a los seres antisociales destruir todo eso que el género humano consiguió a lo largo del dilatado proceso que va desde la época Neanderthal hasta nuestros días. Con miras a mantener esa organización social, gracias a la cual el hombre evita ser tiranizado por sus semejantes de mayor fortaleza o habilidad, preciso es instaurar los correspondientes sistemas represivos de la actividad antisocial. La paz pública – es decir, la evitación de una perpetua lucha de todos contra todos- sólo es asequible si se monta un orden donde haya un ente que monopolice la violencia y que disponga de una organización de mando y coerción, la cual, sin embargo, sólo ha de poder operar cuando lo autoricen las correspondientes normas reglamentarias, es decir, las leyes (…) Lo que caracteriza a todo orden social es precisamente la existencia de esa institución autoritaria o impositiva que denominamos gobierno”.

Como se puede comprobar, Mises como burgués que es, pretende frenar las leyes del desarrollo histórico de las sociedades, de tal modo que la historia se acabe con el capitalismo. La historia nos demuestra que Mises miente, pues el estudio de ella nos señala que en la historia se van sucediendo las formaciones socioeconómicas – el régimen del comunismo primitivo, el esclavista, el feudal, el capitalista y el comunista – y que el paso de una a otra atiende a las contradicciones que se desarrollan en el interior de la vieja sociedad que conducen a su muerte, creando las bases para el nuevo régimen que será de orden superior económicamente engendrando también una sociedad más desarrollada. En la actualidad, la lucha de clases es una lucha descarnada entre el socialismo y el imperialismo que, objetivamente, supone un obstáculo para el desarrollo de la humanidad que ésta deberá sortear derrocando revolucionariamente a la burguesía para que se abra paso el desarrollo de la nueva formación socioeconómica, al igual que hizo el capitalismo con el feudalismo. Mises ubica al estado capitalista como el palo que la clase burguesa dispone para ponerle freno a la rueda de la historia y detener su desarrollo, su progreso histórico, sin embargo, bien saben los burgueses que la fuerza de la rueda de la historia, de las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad humana, es infinitamente más fuerte que el más fuerte de los estados burgueses.

Vemos, pues, que los liberales, o liberales-libertarios como también se autodenominan, son firmes defensores del estado burgués, el cual, como expresa Von Mises, debe tener el monopolio de la violencia y la coerción, debe reprimir a todo aquél que cuestione el sistema de libre mercado, amparando todo ello en las leyes, leyes que, por otra parte, son realizadas por la misma burguesía – a través de sus partidos políticos – siendo  la expresión escrita de la voluntad de la clase burguesa al objeto de someter al proletariado. Por tanto, los propios liberales como Von Mises hacen cierta la definición de estado formulada por el marxismo como instrumento de opresión y sometimiento de una clase sobre otra, en el caso del estado burgués la opresión del proletariado por parte de la criminal burguesía, y profundiza todavía más, el estado burgués no sólo debe reprimir a todo aquél que cuestione al capitalismo, a la dictadura de la burguesía, dentro de sus propios límites, sino que debe ser militarista y someter por la fuerza de la guerra, de las armas, a todo aquél estado que cuestione el libre mercado, que en su silogismo es equivalente a la libertad, como Von Mises señala en “La acción humana”, siendo un ferviente partidario de la guerra imperialista: “(…) Quien ame la libertad ha de hallarse siempre dispuesto a luchar hasta la muerte contra aquéllos que sólo desean suprimirla (…) la misión fundamental del gobierno consiste en proteger el orden social no sólo contra los forajidos del interior, sino también contra los asaltantes de fuera. Quienes hoy se oponen al armamento y al servicio militar son cómplices, posiblemente sin ellos mismos advertirlo, de gentes que sólo aspiran a esclavizar al mundo entero. (…)”.

Sobre la libertad, Von Mises habla de ella en términos absolutos y a la vez la relativiza, desde el idealismo más absoluto, o como él mismo señala, desde la praxeología, que es la forma ‘refinada’ en que la Escuela Austriaca de Economía denomina a la lógica y al silogismo, que es su método de análisis concibiendo los fenómenos de manera metafísica, como claramente se ha podido comprobar anteriormente con la cuestión del estado y cómo vamos a analizar más adelante cuando Von Mises se refiere a la libertad.

Decimos que Von Mises habla de la libertad en términos absolutos, razonando de manera metafísica y estática, abrazando el idealismo, porque para él ésta es la capacidad del hombre, desde su individualidad, a “consideramos libre, desde un punto de vista praxeológico, al hombre cuando puede optar entre actuar de un modo o de otro, es decir, cuando puede personalmente determinar sus objetivos y elegir los medios que, al efecto, estime mejores”. Y puesto que el estudio de Von Mises, como el del resto de los capitalistas, para sostener dicho sistema económico no pueden emplear las  leyes universales de la dialéctica que rigen en el mundo, por su materialidad, puesto que quedaría totalmente desbaratado – como Marx ya hizo hace más de 150 años –  deben ir ‘inventando’ para sostener la inmensa mentira del sistema que defienden, no dudando en pasar a matizar la libertad, cuando Mises en “La acción humana” señala “(…) Bajo una economía de mercado, es decir, bajo una organización social de tipo laissez faire, existe una esfera dentro de la cual el hombre puede optar por actuar de un modo o de otro, sin temor a sanción alguna (…) Consideramos, consecuentemente, libre al hombre en el marco de la economía de mercado. Lo es, en efecto, toda vez que la intervención estatal no cercena su autonomía e independencia más allá de lo que ya lo estarían en virtud de insoslayables leyes praxeológicas. A lo único que, bajo tal organización, el ser humano renuncia es a vivir como un irracional”. Según Von Mises el hombre sólo puede ser libre en el marco de la economía de mercado, por tanto, Von Mises está señalando que el ser humano, antes de que el capitalismo llegara, jamás pudo ser libre y, además, según el propio Mises, bajo la economía de mercado organizada según él señala, “existe una esfera dentro de la cual el hombre puede optar por actuar de un modo o de otro, sin temor a sanción alguna (…)”, es decir, que dentro de su economía de mercado el ser humano tiene un pequeño margen para actuar en libertad, según las palabras del propio Von Mises.

Y es que no se puede hablar de libertad en términos absolutos, sino que la libertad va intrínsecamente relacionada con la necesidad y, por consiguiente, no existe la libertad absoluta, sino que la libertad es equivalente a actuar con conocimiento de causa, esto es, con conocimiento de las leyes que rigen el medio, conocimiento de la necesidad u objetivo, y aplicar los primeros de manera consciente para superar a la necesidad o conseguir cumplir el objetivo marcado. ¿Acaso puede considerarse libre o actuar en libertad de uno u otro modo desde la espontaneidad y el desconocimiento? Es evidente que no, aunque para Von Mises la libertad no va relacionada ni con el conocimiento de las leyes que rigen el medio ni tampoco con el objetivo, sino que para Mises la libertad es la capacidad de elección individual dentro del marco del capitalismo, y fuera de éste lo que existe es la irracionalidad.

¿Acaso era irracional el género humano cuando descubrió las leyes de la tierra, la agricultura, y comprendió que podían encontrar su sustento sin necesidad de ser nómadas buscando los diferentes humedales? Es evidente que no, más bien todo lo contrario, es un ejemplo de cómo el género humano actuó en libertad y se liberó de su vida nómada creando las primeras poblaciones sedentarias.

La libertad, por tanto, ni se puede expresar en términos absolutos, ni se ciñe a la fase capitalista. ¿puede actuar en libertad el ignorante? ¿puede actuar en libertad el alienado? ¿puede actuar en libertad el obrero dentro del capitalismo? Es evidente que la respuesta es no, mientras que el ignorante no se libere de su ignorancia, mientras que el alienado no se libere de la vida que lo aliena, y mientras que el obrero no se libere del sistema que lo explota y que le niega su autosuficiencia como consecuencia de estar despojado del control de los medios de producción. Por tanto, el obrero, tiene la necesidad objetiva de romper el capitalismo, de ser dueño de los medios de producción para poder ganar grados de libertad, pues, como el mundo es una permanente cadena de causas y efectos, es evidente que, una vez emancipado del yugo capitalista, el obrero tendrá nuevas necesidades y un mayor poso de conocimiento que le permitirán actuar con conocimiento de causa, actuar en libertad para superar dichas necesidades. Como puede apreciarse, mientras los marxistas analizamos los fenómenos en movimiento, tal y como son y como se desarrollan, los capitalistas extraen una fotografía de la realidad –atendiendo a su interés de clase – estudiándola de manera estática y aislada y, por tanto, abrazando el idealismo y despreciando el empleo del método científico, que es el método dialéctico.

El analizar los hechos con la lógica metafísica, o como los de la Escuela Austriaca de Economía señalan, mediante el empleo de “leyes praxeológicas”, conlleva a las falsedades más descaradas, como puede desprenderse de lo siguiente que dice Von Mises “De libertad sólo disfruta quien vive en una sociedad contractual. La cooperación social, bajo el signo de la propiedad privada de los medios de producción, implica que el individuo, dentro del ámbito del mercado, no se vea constreñido a obedecer ni a servir a ningún jerarca (…)”. ¿Desde cuándo en el capitalismo rige “la cooperación social”? En la sociedad burguesa se reproduce la contradicción que rige en la base económica, emanada de la propiedad privada sobre los medios de producción, que arroja una sociedad clasista con dos clases fundamentales cuyos intereses son antagónicos. El obrero, en el capitalismo, no es esclavo de un burgués, sino que es esclavo del conjunto de la clase burguesa, pues éste está obligado a vender su fuerza de trabajo a un burgués para poder subsistir. Así pues, en el capitalismo la relación entre obreros y patronos no es de colaboración sino de sometimiento del obrero al burgués.

Como puede apreciarse, los liberales o libertarios, cuando hablan de libertad, evidentemente, se refieren a la libertad de la burguesía, a la libertad de explotar con impunidad, a la libertad de saquear y reprimir. De tal modo que el propio Von Mises, lejos de refutar al marxismo-leninismo, lo reafirma, pues tal y como Lenin expresaba, en la sociedad clasista, absolutamente todo atiende y lleva detrás un interés de clase.

Hemos visto que Von Mises defiende abiertamente la dictadura de la burguesía, donde el Estado burgués tenga el monopolio de la violencia para reprimir a todo aquél que se oponga al capitalismo, al libre mercado, así como también defiende que el Estado no dude en enfrentarse contra otros estados que no sean capitalistas de tal modo que, en nombre de la defensa de la libertad que para él es la economía de mercado o capitalismo, “ha de hallarse siempre dispuesto a luchar hasta la muerte contra aquéllos que sólo desean suprimirla”, ergo Von Mises es un defensor de la guerra entre los pueblos al objeto de defender al capitalismo.

Von Mises subordina al ser humano al capitalismo, a los intereses de la burguesía. En consecuencia, Von Mises repudia por completo al humanismo en tanto que ubica al capitalismo por encima de la dignidad y el valor del hombre, subordina el derecho al libre desarrollo humano al libre mercado y a la explotación del hombre que generan desigualdad política y nacional, desigualdad entre el trabajo manual e intelectual, entre la ciudad y el campo, condenando a la humanidad a la incultura, a la alienación, en definitiva, a la miseria material y espiritual.

Von Mises señala en “La acción humana” que “Desde tiempos inmemoriales, Occidente ha valorado la libertad como el bien más precioso. La preeminencia occidental se basó, precisamente en esa su obsesiva pasión por la libertad, ideario social éste totalmente desconocido por los pueblos orientales. La filosofía social de Occidente es, en esencia, la filosofía de la libertad (…)” que, como se puede comprobar, trasluce su chovinismo y expresa su superioridad y desprecio hacia los pueblos orientales, en particular, y hacia todo aquél que cuestione el capitalismo en general.

Von Mises, en sus obras, realiza auténticos ejercicios revisionistas con los que falsea la historia sin pudor ni vergüenza, al objeto de satisfacer los intereses de la burguesía, y ahí está sus obras “La acción humana” o “El Socialismo” que lo atestiguan y donde, además, manifiesta abiertamente su anticomunismo voraz.

Como puede comprobarse, por todo lo relatado a lo largo del presente documento, no nos equivocamos si advertimos que los seguidores de la Escuela Austriaca de Economía, que se etiquetan como liberales y libertarios son, fundamentalmente, los ideólogos del fascismo.

 

F.Barjas

Secretario General del Partido Comunista Obrero Español




Vientres de alquiler: Comprar humanos, otro ‘logro’ del capitalismo

 

Recientemente los medios de comunicación nos han ido bombardeando con noticias acerca de los beneficios de la llamada gestación subrogada, eufemismo utilizado para referirse a los vientres de alquiler. Esta estratagema responde al enésimo intento de la clase capitalista para conseguir la aceptación social de la mercantilización del cuerpo humano. No sería el primer intento puesto que desde tiempos inmemorables se ha trabajado poco a poco para permitir la legalización de la prostitución -casualmente disfrazando esta medida con un barniz progresista- y facilitar así el negocio de los proxenetas -tal como lo demuestra el fracaso de la legalización de la prostitución en Alemania, de acuerdo con el propio Estado alemán-, o bien para lavar la cara a la producción pornográfica con un tinte “ético”, feminista, etc., básicamente adjuntándole cualquier adjetivo “positivo” -próximamente tendremos el porno family friendly– para normalizar a una industria que vive de la miseria de las capas más degradadas de los trabajadores.

Los vientres de alquiler representan una doble mercantilización. En primer lugar del cuerpo de la mujer trabajadora que tiene que acceder a gestar a un bebé y a venderlo por anticipado puesto que tiene que procurarse el sustento. El perfil de madre gestante es siempre el mismo: mujer soltera perteneciente a la clase trabajadora, desempleada y/o en riesgo de pobreza y a poder ser con un hijo a su cargo. Nunca veréis a una mujer burguesa y acomodada accediendo a alquilar su útero para una empresa de vientres de alquiler. En aquellos países como Canadá y Reino Unido en donde se ha implantado la gestación subrogada altruista -es decir, sin compraventa al menos legal- ha resultado en un total fracaso puesto que el número de gestaciones ha sido de magnitudes marginales. Es en aquellos países -Camboya, Tailandia, China (el gigante “rojo” prohibió los vientres de alquiler en 2001, pero posee el mayor mercado negro debido a los vacíos legales), India, Nepal, Grecia, Georgia, Rusia, Ucrania, Polonia, Serbia, Nigeria, México, algunos estados de E.E.U.U., donde la legalización ha resultado en un éxito, en concreto el de las grandes compañías encargadas de desempeñar la función “intermediarias” que finalmente acaparan el mayor porcentaje de beneficios.

La segunda mercantilización es la del propio niño, el cual es tratado como una simple mercancía, como un simple producto intercambiable. Ahora hasta las compañías de alquiler de vientres ofrecen “intentos ilimitados” en caso de que la madre gestante sufre de un aborto. También se tiene constancia de que en varios casos la obrera que debe alquilar su vientre no tiene decisión para realizar el aborto -incluso cuando es peligroso para su propia vida- puesto que por una cláusula es la propia empresa de alquiler de vientres la que decide cuándo interrumpir el embarazo – y esto contando con que el aborto se traduce en una mísera compensación para la mujer gestante -. De hecho, tal proceso de mercantilización sufre el niño, que ya se han dado casos de devoluciones de bebés: no hace poco hubo una noticia que explicaba cómo una pareja de compradores australianos habían “devuelto” el bebé que habían comprado porque padecía de síndrome de Down -aunque por el revuelo mediático generado tuvieron que dar marcha atrás, no sin antes dar publicidad los medios a la legalización de los medios de alquiler en Australia-, pero lamentablemente no es el único caso. Otro caso fue el de un empresario japonés que decidió comprar 13 bebés mediante los vientres de alquiler en Tailandia. El objetivo del burgués nipón, de acuerdo con la propia fundadora de la compañía de vientres de alquiler que hizo negocios con él, era seguir comprando bebés hasta el día en el que se muriese, con el fin de que su “amplia familia” le permitiese ganar las elecciones en un futuro. Finalmente, la justicia del estado nipón tumbó la denuncia de tráfico humano contra el empresario y le garantizo la custodia de los bebés comprados para que pudiese seguir desempeñando su descabellado plan megalómano.

No es que la compraventa de niños sea algo nuevo. Hemos tenido los robos de bebés en España y también en Irlanda, las falsas colonias de vacaciones británicas, la sustracción de los bebés de las familias inmigrantes de E.E.U.U. para su posterior comercialización, el secuestro de bebés en Reunión para ser vendidos a familias ricas francesas. En definitiva, el objetivo siempre ha sido el mismo: el aseguramiento de la descendencia a la burguesía a base de robar los niños a la clase obrera. Tan solo que ahora se han propuesto derribar las barreras morales que impedían la formalización legal de estas prácticas y, por consiguiente, su estandarización como una “simple operación de compraventa” como cualquier otra.

Desde luego, recurrir a la adopción es frustrante para los burgueses. En primer lugar, tienen que enfrentarse a unos duros y largos trámites que permitan asegurar que el niño disfrutará de unas óptimas condiciones de vida y de que dispondrá del cuidado y amor necesario para el desarrollo de su infancia. La compañía de vientres de alquiler no preguntará acerca de nada a los futuros “papás” compradores, y claro, para ellos la comodidad de los compradores va por encima de la comodidad del futuro niño. En segundo lugar, es muy poco frecuente que se pueda adoptar a bebés y en todo caso, lo normal es los huérfanos superen al menos los 3 o 4 años de edad cuando son adoptados. De nuevo, la compañía de compraventa de bebés les proporcionará a los “papás” un ejemplar recién nacido para satisfacer sus caprichos. Y en tercer lugar, de boca de un defensor de los vientres de alquiler: la gestación subrogada le permite transmitir sus genes -aunque nieguen que la madre gestante transmita su genes al neonato a pesar de que las pruebas científicas les contradigan- lo que básicamente se puede traducir en un simple capricho egoísta.

En conclusión, los vientres de alquiler no representan nada más que una profundización en la mercantilización del ser humano necesaria para el libre desenvolvimiento del sistema capitalista, destruyendo mediante el uso de la propaganda las barreras morales que impiden la compraventa de los seres humanos y la explotación de las obreras necesitadas para que sirvan como vulgares máquinas incubadoras. Si el pueblo no milita en el Partido Comunista y no se organiza para alcanzar el socialismo, la barbarie continuará avanzando para destruir cualquier vestigio de humanidad que queda en el mundo.

Contra la mercantilización de la clase trabajadora

Por la construcción del Socialismo

Comité Regional del Partido Comunista Obrero Español en Cantabria




La postmodernitat ideològica, tallafocs entre la classe obrera i la ideologia revolucionària

Que la burgesia com a propietària dels mitjans de producció culturals (i materials) fa esforços ingents per desviar l’atenció de la classe obrera perquè mai s’uneixi com a tal i l’enviï a l’abocador de la història, és una veritat ja sabuda. Sense anar més lluny, la insuflació d’ideals individualistes és una constant per part de tot l’aparell mediàtic i educatiu burgès.

No obstant això en els últims anys i especialment en l’última dècada estem assistint al nostre país a l’assentament d’una sèrie de corrents de pensament burgesos i petitburguesos nascuts arran del moviment cultural postmodern, les conegudes com a “polítiques d’identitat”. Ens referim a tots aquests moviments acabats en “isme” que ja ens són coneguts: feminisme, veganisme, LGTBI, etc., els quals sens dubte i malgrat les bones intencions de membres de la classe obrera que puguin militar en ells, no són més que un pal a la roda per a l’avanç del moviment obrer, estant perfectament inserits en les lògiques del sistema capitalista, el qual en cap cas aspiren a destruir.

Què caracteritza als moviments postmoderns?

Donada la naturalitat amb la qual estan inserides en el si de la classe obrera algunes de les narratives d’aquest tipus, les quals encara no són percebudes com a contrarevolucionàries, és convenient saber detectar-les, frenar-les a temps i extirpar-les de l’espai en el qual s’actuï, ja que suposen el desviament ideològic d’un proletariat que necessita el marxisme-leninisme com el menjar per poder emancipar-se i que troba en aquestes ideologies uns placebos mancats de perspectiva, estratègia o interès per a la seva emancipació, tot i saber que freqüentment viuen del mateix Estat capitalista sigui econòmicament o estructural.

En aquest tipus d’ideologies acostumen a repetir-se una sèrie de patrons narratius:

-Prescindeixen del mètode científic amb freqüència, el qual generalment és substituït per un subjectivisme basat en la mateixa experiència vital. Es parteix de la premissa darwiniana i absurda que un té el coneixement de l’estructura i fins i tot de la realitat que el concerneix al seu col·lectiu simplement per les seves condicions biològiques donades, com si per alguna sort de mecanisme màgic el coneixement d’alguna cosa arribés “per se” als éssers humans. Per exemple: Jo sóc immigrant, per tant puc parlar en nom dels immigrants i els conec. Tu no pots i mai podràs, atès que no ho ets. Suposem que un home de pell blanca nascut a Espanya s’ha passat 40 anys al Senegal coneixent i estudiant a la seva població al mil·límetre. Segons aquest tipus de lectures, aquest home mai estaria en posició de parlar de la societat senegalesa, perquè no forma part d’aquesta biològicament. Això és el nivell absurd d’anàlisi del que estem parlant.

Fonamentalment agafen una part de la realitat que pot ser certa (com per exemple que un obrer immigrant d’una colònia en el sistema capitalista és altament probable que sofreixi una explotació encara més aguditzada que un autòcton o les morts de dones en cas de violència domèstica) i apliquen un prisma idealista freturós de sentit lògic, a fi d’encotillar unes narratives que fragmenten i compartimenten la classe obrera sobre la base de les variables que hagin escollit arbitràriament: color de pell, nacionalitat, sexe, edat… Resultant totalment contrarevolucionàries en l’acció.

-En la pràctica, actuen de manera sectària i no tenen gens d’interès en la unió de la classe obrera. Si hi ha alguna cosa que caracteritza en la pràctica els moviments feministes, vegans, antiracistes, etc. és la seva endogàmia: Es reuneixen entre ells i no tenen especial interès a actuar d’una altra manera. Parlem de la realització recurrent de tallers, xerrades, etc., ocasionalment de pagament (posant de manifest l’ànim de lucre que hi ha darrere per part dels quals estan al comandament d’això), basats exclusivament en els seus temes i enfocat al tipus de persona que simpatitza amb ells. No busquen la discrepància o el debat enfrontat, no busquen aglomerar al conjunt del proletariat pel seu alliberament. Només busquen aprofundir en els seus temes i poder seguir en la mateixa espiral dins de la roda capitalista, aconseguint, com a màxim, millores de drets per al seu propi col·lectiu. En el millor dels casos si es permet l’accés a elements externs al seu perfil sociodemogràfic, seran tractats com a ciutadans de segona classe amb menys drets d’intervenció o opinió, com veiem clarament quan es tracta d'”aliats” feministes als homes, exemple que encaixa perfectament amb la premissa del punt anterior: les teves condicions biològiques donades, determinen el teu coneixement d’un tema i dret a participació.

-Estan perfectament inserits en l’Estat capitalista.

Que es destina una quantitat de diners públics ingents en subvencions (i encara es demanda més com veiem aquí) i es promou aquest tipus de formacions des de l’Estat burgès són fets palmaris, trobant com a exemple que la Universitat Autònoma de Barcelona inicia l’any que ve el nou “Grau en Estudis de Gènere”. Podem esperar que moviments que no només beuen del Capital, sinó que en demanen més, tinguin algun tipus d’interès revolucionari per a la classe obrera? Evidentment no, per molt que ocasionalment abanderin eslògans buits com “som anticapitalistes”.

-Promouen solucions individualistes als suposats problemes estructurals que denuncien.

És bastant comú escoltar d’aquests moviments sectorials discursos tipus “revisa els teus privilegis”, utilitzat generalment per atacar i demandar un canvi individual al perfil d’individus que tendeixen a considerar privilegiats sobre la base d’un enfocament darwinista: l’home blanc occidental heterosexual. Com si per alguna sort d’atzar biològic i màgic aquests membres del proletariat poguessin esquivar l’atur, els desnonaments, la malaltia evitable, l’exclusió material, cultural i en definitiva tota la misèria i riscos vitals que representa la vida dels desposseïts dels mitjans de producció. Succeeix exactament el mateix quan moviments ecologistes posen l’accent en la recollida selectiva de residus i altres accions individuals, obviant de forma intencional el decisiu rol de l’estructura productiva capitalista en la destrucció de l’ecosistema del nostre planeta, relegant la idea de canvi a la classe obrera desposseïda i no als grans culpables del problema. A la promoció de solucions individuals cal sumar-li la ingent quantitat d’ONGs vinculades a aquests temes, que com va assenyalar prèviament el Partit, no són més que els gestors de la misèria generada pel capitalisme, sistema del qual neixen i es nodreixen, col·laborant també en la desorganització de la classe treballadora.

Però… D’on ha sortit tot això?

L’origen d’aquests corrents ideològics postmoderns ens dóna pistes clares de la seva intencionalitat i tendències de base. Es tracta fonamentalment d’un corrent de pensament nascut a mitjan segle XX en dos eixos: Per una banda, l’escola francesa, amb autors com Michael Foucault (el qual passa olímpicament de parlar de lluita de classes, per parlar-nos de “relacions de poder” i de com el poder “no es té, sinó que s’exerceix sobre la base de les posicions relatives de cadascun”, narrativa que permet construir una idea d’opressor i oprimit a la carta, obviant completament les condicions objectives de la lluita de classes, la qual maquilla completament) i d’altra banda l’escola alemanya, amb autors com l’encara viu Jürgen Habermas. Aquests corrents no van rebre recer en l’Europa occidental al seu moment i molts menys en la Unió Soviètica (que mai les necessitaria per res), sent rebotades a Estats Units, on sí que es van assentar i van prendre una forma política madura a través de les denominades “identity politics” (les anteriorment esmentades polítiques d’identitat), iniciades en època de Nixon i Reegan, que com hem exposat, desenvolupen diferents idees d’opressors, oprimits, coneixedors “per se” i tot un seguit de fragmentacions arbitràries del proletariat que no són sinó verí contra el moviment obrer i per descomptat contra el comunisme. No és per res sorprenent que concordant amb la colonització cultural yankee que suportem, ara hagin arribat aquestes idees aquí, amb retard d’algunes dècades.

És fonamental bandejar aquests corrents de pensament de les consciències de la classe obrera.

Sense cap lloc a dubtes estem parlant de corrents reaccionaris, contrarevolucionàries tant en el present com en l’origen, filles de la Guerra Freda cultural (totalment absents en la Gran Pàtria soviètica, i fins i tot en la Rússia d’avui) i funcionals al sistema capitalista, al qual no qüestionen de facto i els problemes estructurals del qual que denuncien no poden arreglar seguint els seus mètodes segmentats, sinó que han de ser eliminats mitjançant l’edificació del socialisme i la consegüent emancipació de la totalitat de la humanitat oprimida. El seu calat, especialment d’idees feministes o ecologistes (sense oblidar que no és el mateix l’ecologia, la ciència, que ecologisme, el moviment ideològic-polític funcional al sistema), no és sinó un tallafoc entre la classe obrera i la ideologia revolucionària, el marxisme-leninisme, que no entén de fragmentacions internes a la carta i lluites intraclassistes en el si de la classe obrera, sinó que aspira a la unió d’aquesta per erradicar aquest sistema criminal, assenyalant a la classe paràsita que ho sustenta.

Contra la fragmentació de la classe obrera!
Contra aquest sistema criminal!
Pel Socialisme!

Comitè Nacional del Partit Comunista Obrer de Catalunya

 

EL POSMODERNISMO IDEOLÓGICO, CORTAFUEGOS ENTRE LA CLASE OBRERA Y LA IDEOLOGÍA REVOLUCIONARIA

Que la burguesía como propietaria de los medios de producción culturales (y materiales) hace esfuerzos ingentes por desviar la atención de la clase obrera para que jamás se una como tal y la envíe al vertedero de la historia, es una verdad ya sabida. Sin ir más lejos, la insuflación de ideales individualistas es una constante por parte de todo el aparato mediático y educativo burgués.

Sin embargo en los últimos años y en especial en la última década estamos asistiendo en nuestro país al asentamiento de una serie de corrientes de pensamiento burguesas y pequeñoburguesas nacidas al calor del movimiento cultural posmoderno, las conocidas como “políticas de identidad”. Nos referimos a todos estos movimientos acabados en “ismo” que ya son archiconocidos: feminismo, veganismo, LGTBI, etc., los cuales sin duda alguna y a pesar de las buenas intenciones de miembros de la clase obrera que puedan militar en ellos, no son más que un palo en las ruedas para el avance del movimiento obrero, estando perfectamente insertados en las lógicas del sistema capitalista, al cual en ningún caso aspiran a destruir,

¿Qué caracteriza a los movimientos posmodernos?

Dada la naturalidad con la que están insertadas en el seno de la clase obrera algunas de las narrativas de este tipo, las cuales aún no son percibidas como contrarrevolucionarias, es conveniente saber detectarlas, frenarlas a tiempo y extirparlas del espacio en el que se actúe, puesto que suponen el desvío ideológico de un proletariado que necesita del marxismo-leninismo como el comer para poder emanciparse y que encuentra en estas ideologías unos placebos carentes de perspectiva, estrategia o interés alguno para su emancipación, máxime sabiendo que frecuentemente viven del propio Estado capitalista ya sea económica o estructuralmente.

En este tipo de ideologías acostumbran a repetirse una serie de patrones narrativos:

-Prescinden del método científico con frecuencia, el cual generalmente es sustituido por un subjetivismo basado en la propia experiencia vital. Se parte de la premisa darwiniana y absurda de que uno tiene el conocimiento de la estructura e incluso de la realidad que le atañe a su colectivo simplemente por sus condiciones biológicas dadas, como si por alguna suerte de mecanismo mágico el conocimiento de algo llegara “per se” a los seres humanos. Por ejemplo: Yo soy inmigrante, por ende puedo hablar en nombre de los inmigrantes y los conozco. Tú no puedes y nunca podrás, dado que no lo eres. Supongamos que un hombre de piel blanca nacido en España se ha pasado 40 años en Senegal conociendo y estudiando a su población al milímetro. Según este tipo de lecturas, este hombre jamás estaría en posición de hablar de la sociedad senegalesa, porque no forma parte de esta biológicamente. Este es el nivel disparatado de análisis del que estamos hablando. Fundamentalmente cogen una parte de la realidad que puede ser cierta (como por ejemplo que un obrero inmigrante de una colonia en el sistema capitalista es altamente probable que sufra una explotación aún más agudizada que un autóctono o las muertes de mujeres en caso de violencia doméstica) y aplican un prisma idealista carente de sentido lógico, a fin de encorsetar unas narrativas que fragmentan y compartimentan a la clase obrera en base a las variables que hayan escogido arbitrariamente: color de piel, nacionalidad, sexo, edad…Resultando totalmente contrarrevolucionarios en la acción.

-En la práctica, actúan de manera sectaria y no tienen ningún interés en la unión de la clase obrera. Si hay algo que caracteriza en la práctica a movimientos feministas, veganos, antirracistas, etc. es su endogamia: Se reúnen entre ellos y no tienen especial interés en actuar de otra manera. Hablamos de la realización recurrente de talleres, charlas, etc., ocasionalmente de pago (poniendo de manifiesto el ánimo de lucro que hay detrás por parte de los que están al mando de esto), basados exclusivamente en sus temas y enfocado al tipo de persona que simpatiza con ellos. No buscan la discrepancia o el debate enfrentado, no buscan aglomerar al conjunto proletario por su liberación, sólo buscan ahondar en sus temas y poder seguir en la misma espiral dentro de la rueda capitalista, logrando, como máximo, mejoras de derechos para su propio colectivo. En el mejor de los casos si se permite el acceso a elementos externos a su perfil sociodemográfico serán tratados como ciudadanos de segunda clase con menos derechos de intervención u opinión, como vemos claramente cuando se trata de “aliados” feministas a los hombres, ejemplo que encaja perfectamente con la premisa del punto anterior: tus condiciones biológicas dadas, determinan tu conocimiento de un tema y derecho a participación.

-Están perfectamente insertados en el Estado capitalista. Que se va una cantidad de dinero público ingente en subvenciones (y aún se demanda más como vemos aquí) y se promueve este tipo de formaciones desde el Estado burgués son hechos palmarios, siendo que la Universidad Autónoma de Barcelona inicia el año que viene el nuevo “Grado en Estudios de Género”. ¿Podemos esperar que movimientos que no sólo beben del Capital, sino que piden más, tengan algún tipo de interés revolucionario para la clase obrera? Evidentemente no, por mucho que ocasionalmente abanderen eslóganes vacíos como “somos anticapitalistas”.

-Promueven soluciones individualistas a los supuestos problemas estructurales que denuncian. Es bastante común escuchar de estos movimientos sectoriales discursos tipo “revisa tus privilegios”, utilizado generalmente para atacar y demandar un cambio individual al perfil de individuos que tienden a considerar privilegiado en base a un enfoque darwinista: el hombre blanco occidental heterosexual. Como si por alguna suerte de azar biológico y mágico estos miembros del proletariado pudieran esquivar el paro, los desahucios, la enfermedad evitable, la exclusión material, cultural y en definitiva toda la miseria y riesgos vitales que representa la vida de los desposeídos de los medios de producción. Sucede exactamente lo mismo cuando movimientos ecologistas hacen hincapié en la recogida selectiva de residuos y otras arengas individuales, obviando de forma intencional el decisivo rol de la estructura productiva capitalista en la destrucción del ecosistema de nuestro planeta, relegando la idea de cambio a la clase obrera desposeída y no a los grandes culpables del problema. A la promoción de soluciones individuales hay que sumarle la ingente cantidad de ONGs vinculadas a estos temas, que como señaló previamente el Partido, no son más que los gestores de la miseria generada por el capitalismo, sistema del cual nacen y se nutren, colaborando también en la desorganización de la clase trabajadora.

Pero…¿De dónde ha salido todo esto?

El origen de estas corrientes ideológicas posmodernas nos da pistas claras de su intencionalidad y tendencias de base. Se trata fundamentalmente de una corriente de pensamiento nacida a mitad del siglo XX en dos ejes: Por una lado, la escuela francesa, con autores como Michael Foucault (el cual pasa olímpicamente de hablar de lucha de clases, para hablarnos de “relaciones de poder” y de como el poder “no se tiene, sino que se ejerce en base a las posiciones relativas de cada uno”, narrativa que permite construir una idea de opresor y oprimido a la carta, obviando completamente las condiciones objetivas de la lucha de clases, la cual maquilla completamente) y por otro lado la escuela alemana, con autores como el aún vivo Jürgen Habermas. Estas corrientes no recibieron cobijo en la Europa occidental en su momento y muchos menos en la Unión Soviética (que jamás las necesitaría para nada), siendo rebotadas a Estados Unidos, donde sí se asentaron y tomaron una forma política madura a través de las denominadas “identity politics” (las anteriormente mencionadas políticas de identidad), iniciadas en época de Nixon y Reegan, que como hemos expuesto, desarrollan distintas ideas de opresores, oprimidos, conocedores “per se” y toda una serie de fragmentaciones arbitrarias del proletariado que no son sino veneno contra el movimiento obrero y por supuesto contra el comunismo. No es para nada sorprendente que acorde la colonización cultural yankee que soportamos, ahora hayan llegado estas ideas aquí, con retraso de algunas décadas.

Es fundamental desterrar estas corrientes de pensamiento de las conciencias de la clase obrera.

Sin ningún lugar a dudas estamos hablando de corrientes reaccionarias, contrarrevolucionarias tanto en el presente como en el origen, hijas de la Guerra Fría cultural (totalmente ausentes en la Gran Patria soviética, e incluso en la Rusia de hoy) y funcionales al sistema capitalista, al cual no cuestionan de facto y cuyos problemas estructurales que denuncian no pueden arreglar siguiendo sus métodos segmentados, sino que deben ser eliminados mediante la edificación del socialismo y la consiguiente emancipación de la totalidad de la humanidad oprimida. Su calado, en especial de ideas feministas o ecologistas (sin olvidar que no es lo mismo ecología, la ciencia, que ecologismo, el movimiento ideológico-político funcional al sistema), no es sino un cortafuegos entre la clase obrera y la ideología revolucionaria, el marxismo-leninismo, que no entiende de fragmentaciones internas a la carta y luchas intraclase en el seno de la clase obrera, sino que aspira a la unión de esta para erradicar este sistema criminal, señalando a la clase parásita que lo sustenta.

¡Contra la fragmentación de la clase obrera!
¡Contra este sistema criminal!
¡Por el Socialismo!

Comité Nacional del Partit Comunista Obrer de Catalunya




Ante las elecciones europeas la abstención es la respuesta revolucionaria

La burguesía está poniendo toda la carne en el asador con objeto de arrancar el máximo número de votos para las elecciones europeas, sabedores de las grandes cifras de abstención que prevén, para legitimar los instrumentos mediante los que impone su dictadura y mantiene su hegemonía.

Significativas son las palabras del libelo reaccionario ABC cuando el pasado 9 de marzo señalaba al Pueblo, en referencia a las Elecciones Europeas, que Lo que está en juego es mucho ya que, en el marco de la crisis actual, el objetivo es incentivar la participación y frenar la ola en auge de euroescepticismo y eurofobia que, traducida en representación parlamentaria, podría convertir la Eurocámara en un escenario ingobernable. Euroescepticismo que, según encuestas realizadas por sociólogos burgueses, se amplía entre los pueblos donde 2 de cada 3 europeos están en desacuerdo con la UE, y un 65% de los encuestados reconocen que la UE es responsable de su bajo nivel de vida.

Los periódicos, canales televisivos y tertulias periodísticas – todos ellos en manos de los monopolios capitalistas y al servicio de ellos- llevan en campaña meses y no sólo están haciendo su labor de propaganda en pro de que el Pueblo acuda a votar a los partidos políticos que ellos tienen comprados y sobornados, sino que esta vez han tenido que, además, dar a luz y bombo a oportunistas – PODEMOS, el juez Elpidio Silva, etcétera – ante la bancarrota de la socialdemocracia, todos ellos lacayos del capitalismo. Todo el abanico de opciones que la Banca y los Empresarios ponen para seguir engañando al Pueblo van desde la extrema derecha al oportunismo;  unos culpabilizando de la crisis a la inmigración y al distanciamiento del ultranacionalismo y los valores religiosos. y ubicando la causa de la crisis en los trabajadores que han vivido “por encima de sus posibilidades” y a la falta de austeridad, y otros acusando al bipartidismo y a la necesidad de la “regeneración” democrática cuyo culmen sería una III República burguesa. En definitiva, tan defensores del estado burgués son VOX, PP o PSOE como los UPyD, IU-PCE, PODEMOS y demás siervos oportunistas. Todos ellos coinciden en exculpar al capitalismo putrefacto y todos participan en salvar a la dictadura de la burguesía, en todo caso la discusión la centran en qué máscara portar el instrumento de opresión de la burguesía,  pero ninguno cuestiona que deba ser la burguesía quien siga imponiendo sus dictados. En definitiva, todos ellos forman parte de esta enésima traición al Pueblo Trabajador y, en consecuencia, son defensores del imperialismo y traidores al Pueblo.

España es un eslabón débil de la cadena imperialista. El Pueblo cada día está más alejado de las instituciones burguesas, por las que siente cada vez más aversión. Y la burguesía es plenamente consciente de ello, de que se está jugando el todo por el todo y de lo que conlleva la no legitimación de su sistema por parte del Pueblo, sobre todo teniendo su vista puesta en las próximas elecciones generales de 2015,  tal y como ha expresado Zapatero, que la mejor manera de garantizar la estabilidad del sistema pasa por una coalición de gobierno compuesta por el PP y el PSOE.

El momento histórico requiere llevar al sistema a la deslegitimación más absoluta por parte del Pueblo y a la ingobernabilidad y la abstención, que en este momento es una vía. El Partido debe centrar todos sus esfuerzos en, por un lado, promover la abstención consciente, llevando a la clase trabajadora las razones por las que hoy la abstención y el boicot a las instituciones burguesas son  la respuesta revolucionaria a estas elecciones europeas y, por otro, desarrollar el instrumento político de intervención del proletariado  que aglutine fuerzas para combatir al capitalismo desde su raíz – construcción de un auténtico poder popular –, o lo que es lo mismo, el Frente Único del Pueblo,  y universalizar la unidad de la clase trabajadora en los centros de trabajo y elevar la lucha económica a política haciéndola confluir con el Frente Único del Pueblo.

¡POR LA ABSTENCIÓN! ¡CONTRUYAMOS EL FRENTE ÚNICO DEL PUEBLO, CONSTRUYAMOS PODER POPULAR!

¡POR EL SOCIALISMO!

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)


 

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¿Etapismo o Socialismo?

Numerosos países de América Latina han elegido el sendero del “progreso” vía hacia el socialismo. Primero el desarrollo y luego el socialismo, suelen decir sus dirigentes y quienes les siguen desde Europa.

El PCOE se ha solidarizado siempre con estos pueblos, porque cada país puede elegir el destino que más les guste; sin embargo, cuando se habla de desarrollo como una etapa hacia el socialismo, aún defendiendo la libertad de elegir por los pueblos, tenemos que ser honestos y expresarnos tal como lo sentimos y lo vemos.

Para Lenin, después del imperialismo no puede haber más que socialismo, y todo lo que se intente por terceras vías, cualquiera que sea el nombre que reciba y más allá de los propósitos que guíen a los líderes, no superará el capitalismo. La revolución bolivariana ha suscitado muchas esperanzas, pero, en aquellos que han renunciado hace muchos años al socialismo científico y que huérfanos de teorías y faltos de experiencias que soporten su abjuración, se aferran a cualquier posibilidad real o no. Resulta muy difícil, siquiera suponer que después de España, Chile, demás abortos, todavía haya partidos y dirigentes que tengan fe en llegar al socialismo por evolución desde las entrañas del capitalismo. Pero los hay y en nuestro país tenemos el ejemplo del PCE-IU, que aún sustentan que desde la Constitución española se puede llegar al socialismo. Exacto, para estos, tiene más credibilidad un papel emborronado que la lucha de clases.

Pero veamos. La primera fase contempla el desarrollo capitalista de la nación para dar bienestar al pueblo, adquirir la tecnología necesaria para luego, siempre un luego indeterminado, poder iniciar la etapa socialista. Para un marxista es fácil desmontar esta teoría viciada y desahuciada por la historia, pero no lo es para todo un pueblo que ha depositado sus ilusiones en un líder carismático y querido.

En primer lugar, hay que contar con que las grandes burguesías nacionales e internacionales deben estar dispuestas para sacrificarse. ¿Es pensable que la burguesía imperialista se instale en Venezuela, Bolivia o en cualquier otro país, para cooperar con sus gobiernos a que la liquide? ¿Es pensable que una empresa española, pongamos el ejemplo de AYESA, con capital institucional, que reprime los derechos sindicales de sus trabajadores, que está despidiendo impunemente, que ha congelado los salarios desde hace años, etc.,  vaya a ir a América Latina para ayudar a los gobiernos a elevar el nivel de vida de sus trabajadores sabiendo que después va a ser sacrificada? No, puesto que de  empresas imperialistas están llenas las naciones “etapistas”:  se instalan allá porque van a explotar aún más a sus trabajadores que a lo españoles, rusos…, porque sus salarios son más bajos. Van allá para acaparar mercado, adquirir poder económico y también político. Van allá para pelear contra los otros imperios y arrebatarles cotas de mercado y de poder.

Mucho de incauto debemos tener si creemos que los Estados Unidos, cuya credencial más fiable es la de haber intervenido en 70 golpes de estado y la mayor de las veces en América Latina, se va a quedar quieto y renunciar a su imperio, por no sabemos qué.

En virtud del proceso gradual, ha llegado Lula a transformar a su PT en una organización al servicio de industriales, sustituyendo las reivindicaciones de los trabajadores por los objetivos de los capitalistas. Por el “etapismo”, o sea, por convivir con los imperialistas, Evo Morales ha tenido que responder contundente a las protestas de indígenas.

Los supuestos teóricos, en los que basan los países etapistas para convivir con el capitalismo durante una primera etapa sin fecha de caducidad, son falsos. Se trata de alcanzar la independencia antiimperialista. Pero como sabemos la independencia de un imperio capitalista en el modo de producción burgués, durante la fase del imperialismo, es una burda patraña, pues solo se puede dar en el socialismo. Pero los etapistas hacen juegos malabares para convencernos de que no es así, que basta con desligarse de EE.UU , el único imperio según ellos, y llegar a acuerdos con los países emergentes, especialmente Rusia y China, e incluso se admitió en tiempo que España “subimperialista” podría entrar en este juego.

Mucho tenemos que pensar y mal, para llegar a la conclusión que Rusia, China y España, acuden al mercado latinoamericano con fines altruistas y no imperialistas. Pero este es el único sostén teórico que puede sustentar una tal locura. De China ya hemos hablado en varias ocasiones y para no crear una polémica que descentre el tenor literal y central del presente escrito, nos referimos a Rusia. ¿Es Rusia un país capitalista o socialista? Las empresas rusas que intentan arrebatar a los EE.UU el mercado, ¿pertenecen al estado capitalista y a la propiedad privada, o al pueblo ruso? Por cualquier lado que miremos y analicemos llegamos a la conclusión que América Latina, al igual que Oriente Medio, África y Asia, están en estos momentos de grave crisis en el centro de las disputas interimperialistas, que se va agudizando aceleradamente, con evidente peligro para la humanidad.

El centro vital de la revolución bolivariana y del etapismo, lo conforma actualmente Venezuela, que por cuestiones económicas, y porque a juicios de todos, lleva su proceso en varios escalones más arriba que los demás países. Pero Venezuela, de lleno en el etapismo, es decir, en el capitalismo todavía, no ha logrado desterrar una corrupción propia de un país clasista, que ya se hace eterna y que junto con la falta de seguridad social, el deficiente abastecimiento y la presión del capital endógeno para que el gobierno devalúe la moneda, más una oposición fuerte, asesorada y pagada por EE.UU y Europa, no ofrece muchas garantías de consolidación y longevidad al pretendido desarrollismo.

No hay que ser un lince para saber que si Venezuela cae, el destino de América Latina se complicará. Lo preocupante, no es que nosotros nos demos cuenta, sino que los EE.UU. saben muy bien que asestando el golpe mortal a Venezuela, el viejo imperio recuperaría su tarta sin tener que repartir trozos con nadie.

EE.UU y Europa lo han intentado ya y lo volverán a hacer mientras vean la posibilidad de derribar el chavismo que estorba por esos lares para su reconquista. La reconquista de América Latina sería un duro golpe para la política de expansión de los “países” emergentes y situaría a los yanquis y a Europa en inmejorables condiciones para continuar la lucha por el poder el mundo.

Las tres muertes y los 23 heridos ocasionados por los opositores al régimen venezolano, es un aviso fuerte y contundente, de que el proceso de un golpe de estado está en marcha. La intención es producir el caos que provoque una guerra civil y la posterior intervención del imperialismo americano, para imponer el orden, su orden. No hay tiempo que perder en dudas, se requiere firmeza y rotundidad e inmediatamente las transformaciones radicales que permitan al pueblo hacerse con la situación. De lo contrario, una vez más correrá la sangre de mártires inocentes sobre la que el imperio recuperará su paraiso.

El PCOE denuncia las tretas del imperialismo para conducir a Venezuela hacia su muerte, y nos solidarizamos con el gobierno de Maduro en la inteligencia de que sabrá imponer los intereses vitales de su nación frente a falsas disquisiciones y dudas peligrosas que nos hagan recordar de nuevo a nuestros hermanos de CHILE.

FUERA EL IMPERIALISMO DE VENEZUELA

¡VIVA LALUCHA DEL PUEBLO VENEZOLANO!

PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (PCOE)

 

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“Nuevas” caras para viejas farsas revisionistas

“El objetivo final no es nada; el movimiento lo es todo”: esta expresión proverbial de Bernstein pone en evidencia la esencia del revisionismo mejor que muchas largas disertaciones. Determinar su comportamiento caso por caso, adaptarse a los acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista, de toda la evolución del capitalismo, sacrificar esos intereses cardinales en aras de las ventajas verdaderas o supuestas del momento: ésta es la política del revisionismo. Y de la esencia misma de esta política se deduce, con toda evidencia, que puede adoptar formas infinitamente diversas y que cada problema más o menos “nuevo”, cada viraje más o menos inesperado e imprevisto de los acontecimientos — aunque sólo altere la línea fundamental del desarrollo en proporciones mínimas y por el plazo más corto –, provocará siempre, sin falta, una u otra variedad de revisionismo.

V.I. Lenin “Marxismo y revisionismo” (1908)

 

 Ocurre con Lenin algo que cualquiera puede constatar acudiendo a su abundante obra teórica; sus escritos, parecieran estar redactados ayer mismo. No en vano, correspondió al bolchevismo el gran mérito de desnudar y poner en evidencia, ya desde su origen, al revisionismo y todas sus derivaciones nacionales. No cabe duda que la histórica victoria del proletariado en 1917, certificó la derrota más apabullante de esta corriente burguesa, cuya forma más acabada en Rusia correspondió al menchevismo.

Bastaría con un somero repaso a la historia, para ver como la quinta columna revisionista, ha tratado siempre de salvar el statu quo capitalista, como parte nuclear de la ideología dominante burguesa inoculada en el movimiento obrero y socialista. A su “padre fundador”, Eduard Bernstein, le bastó un corto período de auge capitalista y un SPD bien nutrido con las jugosas rentas del colonialismo, para negar la lucha de clases y afirmar la “buena nueva”; el tránsito pacífico del capitalismo al socialismo a través del Estado burgués y la propia clase dominante, entregando al proletariado a los intereses de su declarado enemigo de clase. Llegó la Comuna de 1871 – sucesora de la revolución de 1848 y antecesora de la de 1917-, y el revisionista germano no pudo más que correr raudo a las faldas de su burguesía, donde siempre se mantuvo emboscado; ¡resultó que la lucha de clases era el motor de la historia y que el Estado burgués era una máquina represiva contra el proletariado!

Otro ínclito revisionista siguió sus pasos, el renegado Karl Kautsky -también del SPD, la misma organización que en su deriva revisionista, mandó asesinar a los camaradas Karl Liebnecht y Rosa Luxemburg en las calles de Berlín-, postulando la aberrante “teoría” del “ultraimperialismo”, al objeto de negar de igual forma la lucha de clases e insistir en el tránsito pacífico hacia el “socialismo”, también a través del Estado burgués. Al parecer, el dominio del capital monopolista extirpaba la posibilidad de guerras y aminoraba las contradicciones de clase. Pero por esos “caprichos de la historia”, estalló la primera guerra imperialista en 1914, y el renegado –tal y como le sucedió a su maestro- quedó retratado para los anales de la historia, votando los créditos de guerra para apoyar a su burguesía imperialista, contribuyendo así al saqueo de mercados y materias primas foráneas y mandando al matadero a millones de obreros alemanes, franceses, ingleses o rusos, contribuyendo así a dar la puntilla final a una II Internacional putrefacta y netamente antiobrera.

He aquí unas breves pinceladas históricas acerca de dos de los más insignes representantes del revisionismo, dos dirigentes de la socialdemocracia del siglo XIX y principios del XX que por saborear las mieles capitalistas, no tuvieron empacho en traicionar los intereses del proletariado en su propio beneficio, transformando al SPD de Marx y Engels en una patética gestoría política al servicio de la clase dominante, la misma que aún hoy sufren millones de trabajadores alemanes. Porqué en definitiva, el revisionismo oportunista es exactamente esto; hacer del socialismo científico, de la ideología proletaria, una caricatura grotesca, vaciar al marxismo de su inobjetable contenido revolucionario, convertir la concepción materialista del mundo en un absurdo idealismo, mutilar el análisis dialéctico a fin que la vieja metafísica burguesa se abra camino alienando a las masas laboriosas, incapacitándolas tanto en el plano teórico como práctico ¡El movimiento lo es todo, el objetivo final no es nada! grita el revisionismo oportunista, mientras el no menos oportunismo izquierdista responde ¡El objetivo final lo es todo, el movimiento no es nada!. El socialismo científico responde con contundencia; lo esencial es el objetivo final, pero es necesario el movimiento para aproximarse al objetivo.

El revisionismo, desde sus orígenes y hasta hoy, ha mantenido siempre sus esencias de origen, aún cuando haya tomado mil y una formas a la hora de manifestarse. Aparece en el interior de los partidos obreros socialdemócratas, justo cuando éstos establecen su hegemonía entre el proletariado en base a los principios emanados del marxismo. Tal circunstancia provocará el pánico entre explotadores y parásitos, que activarán su particular caballo de Troya a fin de destrozar a la II Internacional “desde dentro”. Serio revés se llevarán unos y otros con el “inesperado” triunfo revolucionario y socialista en la Rusia de 1917 y con la implacable lucha que el bolchevismo librará contra esta manifestación de la ideología burguesa, dando lugar a la III Internacional. Sin embargo, y como bien sabemos, la historia no es ni puede ser lineal, y pronto la burguesía -tras volver a ser sorprendida y derrotada en las trincheras por su enemigo de clase (1945)-, volverá a activar sus palancas oportunistas ante el pánico a la revolución socialista y “la expansión comunista”. Si a finales del siglo XIX lo hizo desde el interior de los partidos obreros socialdemócratas, a lo largo del siglo XX lo hará ya desde el interior del propio movimiento comunista internacional, empezando por el mismísimo PCUS. De esta forma, el revisionismo soviético que abre el retorno de la URSS al capitalismo en los años 50, postulará la “coexistencia pacífica” (de nuevo la negación de la lucha de clases), que a su vez dará lugar a la “reconciliación nacional” carrillista (eurocomunismo) y llegará hasta la “comunión de intereses entre burguesía y proletariado nacionales” (maoísmo).

Echando una ojeada al actual momento histórico que vivimos, se puede constatar los grandes servicios que esta pléyade revisionista gestada a mediados del siglo XX, ha prestado a sus jefes burgueses Sólo hay que ver cuán ufana se muestra la oligarquía recordando a ese gran “hombre de Estado” (burgués, como no), que fue Don Santiago Carrillo, pieza clave para entender la actual situación del pueblo trabajador en España. Sólo hay que ver la situación actual de Rusia y China, donde la oligarquía campa a sus anchas formando un bloque imperialista en continua disputa con al bloque imperialista rival galvanizado entorno a la OTAN, ambos ávidos por disputarse nuevos mercados y materias primas que expoliar. He ahí las consecuencias del revisionismo en todas sus manifestaciones nacionales; blindar el régimen capitalista allí donde reina, restaurarlo allí donde no lo hace.

Hoy, disfrazados de “socialistas” o “comunistas”, los mismos perros revisionistas pero con distinto collar, bajo el contexto de una nueva crisis capitalista de sobreproducción, vuelven a menear la cola a modo de vulgares réplicas de Bernstein. ¡Y no nos coge por sorpresa! Así será mientras subsistan las relaciones de producción capitalistas, así será mientras la pequeña burguesía siga insuflando la ideología dominante sobre las capas más rezagadas de la clase obrera. Así será hasta que los bolcheviques del siglo XXI no consigamos volver a reconstruir lo que con tanto empeño consiguió demoler la oligarquía imperialista y sus títeres revisionistas. Multiplicidad de formas para confluir siempre en una misma estafa, mil veces “teorizada y revisada”; negación de la lucha de clases, conciliación de intereses contrapuestos entre opresores y oprimidos, creencia cuasi religiosa en la eternidad del capitalismo y la institucionalidad burguesa que le acompaña, negación de la clase obrera como sujeto revolucionario –e incluso de su propia existencia- y por tanto de la revolución socialista y la dictadura del proletariado, difamación de cualquier experiencia socialista que amenace el orden establecido…una estafa que acompañada de una siempre bien calculada fraseología “izquierdista”, pretendidamente “moderna”, cumple a la perfección el paradigma gatopardiano; ¡cambiar todo para que nada cambie!

Y sin embargo;

La burguesía, cuyo dominio defienden ahora los socialistas que hablan contra la ‘dictadura en general’ y enaltecen la ‘democracia en general’, conquistó el Poder en los países avanzados a costa de una serie de insurrecciones, de guerras civiles y de represión violenta contra los reyes, los feudales, los esclavistas y contra sus tentativas de restauración. Los socialistas de todos los países, en sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus discursos de agitación, han explicado miles y millones de veces al pueblo el carácter de clase de estas revoluciones burguesas y de esta dictadura burguesa. Por eso, la actual defensa de la democracia burguesa en forma de discursos sobre la ‘democracia en general’ y el actual vocerío y clamor contra la dictadura del proletariado en forma de gritos sobre la ‘dictadura en general’, son una traición directa al socialismo, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su revolución proletaria, la defensa del reformismo burgués precisamente en un momento histórico en que este reformismo ha fracasado en todo el mundo” (Lenin. I Congreso Komintern, 1919)

Cuando el pueblo trabajador sufre los zarpazos sistemáticos de la oligarquía financiera, la explotación, represión y empobrecimiento generalizado, la clase dominante –una vez más-, vuelve a activar sin mesura su arma predilecta; el revisionismo oportunista. En estos últimos años y días, hemos podido contemplar como los herederos del eurocomunismo carrillista -desde IU a “Podemos” pasando por “Proceso Constituyente”, -responsables directos del actual estado en que nos encontramos-, salen raudos en defensa de los engranajes de este régimen criminal, en defensa de sus jefes oligarcas, usando a discreción ese manido y ya clásico discurso “moderno e izquierdista”. Los mismos pequeñoburgueses que defecan sus miserias sobre el marxismo-leninismo, ganándose el aplauso y capital de sus jefes, que claman contra los “dogmáticos” y “anticuados” -¡precisamente hoy!-, salen a la palestra ofreciéndonos toda su retahíla oportunista acerca de la “democracia en general”, calcando las recetas burguesas del revisionismo más lustroso de los siglos XIX y XX. ¡He ahí los “modernos izquierdistas” prefabricados en las usinas burguesas! ¡Qué extraordinaria “novedad” la de los señores Pablo Iglesias o Julio Anguita! ¿Dónde quedará esa delgada línea roja que “diferencia” a los Lara, Iglesias o Anguita de los Bernstein o Carrillo de antaño?

Por ahí andan los “nuevos” viejos revisionistas, copando horas y horas en esas particulares “Pymes” como Grupo Planeta o Mediaset, lanzando sus ardientes soflamas redentoras; “hay que mejorar la “democracia” (en general) y reformar las instituciones nacionales e internacionales”. Pero ¿cómo reformar lo irreformable? ¿Cómo se reforma una dictadura burguesa que tiende irrefrenablemente al fascismo? ¿Cómo se reforma un Estado burgués al servicio de los grandes monopolios industriales y financieros? ¿Cómo se reforma un parlamento moribundo cuyos integrantes se encuentran a sueldo de la oligarquía financiera? ¿Cómo se reforma esa cueva de parásitos imperialistas llamada UE? Nuestras criaturas bernsteinianas lo tienen claro; ¡votando por ellos! He ahí el tránsito pacífico del “capitalismo salvaje” al “capitalismo de rostro humano” ¡pues estos estafadores ya ni siquiera se atreven a mentar al socialismo! Por eso adoptan con furor el keynesianismo –bautizado como el “salvador del capitalismo de los años 30”-, como si sus premisas pudieran implementarse a las relaciones de producción capitalistas del siglo XXI. Olvidando el fondo de la cuestión, nos hablan de “democracia directa”, “república”, “proceso constituyente”, “antineoliberalismo”, “dación en pago”, “banca pública”, “listas abiertas” “inversiones en la economía real”… ¡la clase trabajadora ha muerto, el capitalismo es inmutable (basta con acabar con el “neoliberalismo”), el imperialismo un mito, el movimiento lo es todo!

Marx es atacado con igual celo por los jóvenes doctos que hacen carrera refutando el socialismo, como por los decrépitos ancianos que conservan la tradición de toda suerte de anticuados “sistemas”. (Marxismo y revisionismo, 1908)

De nuevo Lenin, martillo implacable de revisionistas, cobra una actualidad sorprendente; ¿quién mejor que el profesor Pablo Iglesias Turrión ejemplifica hoy a esos “jóvenes doctos” que “hacen carrera refutando el socialismo”? ¿Quién mejor que el miembro y exdiputado de IU Julio Anguita ejemplifica hoy a esos “decrépitos ancianos” que “conservan la tradición de toda suerte de anticuados sistemas”? El último eslabón del sistema, IU, se revuelve dando a luz infinitas plataformas pequeñoburguesas dispuestas a insuflar “legitimidad” a este régimen burgués putrefacto, justo en el preciso momento en que el movimiento obrero y popular, comienza a levantar cabeza empujado por la digna lucha del Gamonal burgalés. He ahí la flor y nata de la “intelectualidad progresista”, serviles funcionarios del Estado como Juan Carlos Monedero y fervientes defensores de los innumerables crímenes de la OTAN como Santiago Alba Rico, siempre emboscados bajo su infantil fraseología “izquierdista”. Ahí están los que para tapar su irrefrenable eurocentrismo imperialista, son capaces de vislumbrar “soviets en Bengasi” para justificar un genocidio más de la OTAN, ahí están los que demonizan la valiosa experiencia histórica de la URSS, al tiempo que nos señalan su particular paradigma “socialista”; ¡ni más ni menos que Venezuela! Ahí están los que nos intentan hacer tragar unas relaciones de producción netamente capitalistas y una institucionalidad netamente burguesa como ¡”socialismo del siglo XXI”! ¡Los mismos que hoy, en una Libia expoliada, sometida y desangrada, no tienen a bien emitir ningún “manifiesto marxista”!

Como en tiempos de Bernstein o Kautsky, nunca fue tan cierta la premisa leninista “La lucha contra el imperialismo es una frase vacía y falsa sino va ligada indisolublemente a la lucha contra el oportunismo.

Los peleles del IBEX-35 nos llaman a “votar”, intentando reconducir la rabia popular hacia sus adoradas urnas de cristal, mientras la esclavitud y la miseria se extienden como una plaga sobre millones de trabajadores. Con todos los altavoces del capital monopolista a su servicio, henchidos de su irrefrenable ego pequeñoburgués, nos ruegan que legitimemos la criminal política de la troika, que les facilitemos otra cómoda butaca burguesa en Bruselas a 6000 euros por barba, pues ellos son los “elegidos” ¡Tal y cómo si el PIE (Partido de la Izquierda Europea), no llevara largas décadas en Estrasburgo, actuando como un dócil instrumento al servicio de esa escoria imperialista que nos somete a diario!

Basta con fijarse en sus “propuestas”; hay que“mover ficha para que la ciudadanía decida, no la minoría egoísta que nos ha traído hasta aquí”, hay que promover “un proceso constituyente para impulsar la III República”, a imagen y semejanza de aquella II República ya superada por la historia. Ni siquiera el idealismo más primitivo y religioso es capaz de llegar a cotas tan ridículas. Estos alquimistas pequeñoburgueses, vienen a decirnos que la explotación y miseria de la clase obrera, no es fruto de las leyes intrínsecas del modo de producción capitalista en su actual fase de desarrollo, que el Estado burgués es una especie de ente hegeliano que gravita “por encima de las clases”, qué todo deriva del “egoísmo” de unos pocos, de su “mal hacer”; ¡hay que convencer a Botín, Ortega o Brufau, hacerlos más “solidarios”! Y para eso están ellos, para obrar el milagro desde las urnas. Hay que “reformular” la constitución burguesa del 78 y “construir la III República”, y si es preciso retrotraernos a 1931; no importa el contenido de clase de la misma ni el régimen económico sobre el que se sustente, pues bastará con qué los borbones hagan las maletas para recuperar la “vocación pública y la democracia”. Para nuestras “estrellas” revisionistas ya no es el ser social el que determina la conciencia, ¡sino justamente a la inversa! La misma farsa burguesa, la misma basura revisionista que sólo busca blindar los intereses de la oligarquía, alargar la agonía de millones de trabajadores y clases populares.

Cuando se habla de lucha contra el oportunismo, no hay que olvidar nunca un rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los terrenos: su carácter indefinido, difuso, inaprehensible. El oportunista, por su misma naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo preciso y definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista que se excluyen mutuamente, esforzándose por ‘estar de acuerdo’ con uno y otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos inocentes, etc., etc.” (Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

Ante la debacle de la socialdemocracia burguesa, el oportunismo encuadrado en IU y sus diferentes escisiones, sale a la palestra mediante sus buenas dosis de indefinición. Incapaces de vislumbrar los rasgos fundamentales de todo régimen capitalista, de su evolución histórica, adoptan por completo las recetas políticas de la socialdemocracia revisionista de inicios del siglo XX, tal y como si el mundo se hubiera detenido. Hasta un imberbe estudiante de instituto, sabe que lo que la burguesía y sus lacayos llaman “estado del bienestar”, no fue más que la vacuna oportuna para evitar la revolución social, y que lejos de representar un “triunfo de la socialdemocracia”, no fue más que una victoria parcial de la clase obrera, que por aquellas fechas presionaba tanto en lo interno como en lo externo, merced al poderoso empuje proporcionado por el triunfo de la Gran Revolución Socialista en Rusia. ¿Cómo es posible “defender lo público” cuando se niega a la clase trabajadora y se olvida, cuando no se difama, la rica experiencia histórica del movimiento obrero y comunista?

Como diría el gran Silvio Rodríguez;

Que fácil es engañar al que no sabe leer,cuantos colores, cuantas facetastiene el pequeño burgués.Que fácil es trascender con fama de originalpero se sabe que entre los ciegosel tuerto suele mandar.Que fácil de apuntalar sale la vieja moralque se disfraza de barricadade los que nunca tuvieron nada,que bien prepara su mascaradael pequeño burgués.” (Canción en harapos)

Los comunistas nos conocemos las mascaradas de estos viejos revisionistas al dedillo. Hoy como ayer, la clase obrera y el pueblo trabajador no precisa de pulcros “ciudadanos” prestos a reformar lo irreformable, sino organización y conciencia de clase para encarar la imprescindible ruptura revolucionaria que arranque de raíz las actuales relaciones de producción capitalistas, liquidando desde sus cimientos la maquinaria estatal burguesa. No se trata de “dogmatismos”, sino de intereses de clase. El PCOE combate sin reparos al revisionismo, no en virtud de abstracciones y absurdos dogmas, sino en defensa del proletariado del que sus militantes forman parte indisoluble. No es el revisionismo un fenómeno “nuevo”, es algo tan viejo y caduco como el propio capitalismo que le da vida, por más que sus cabecillas traten de “trascender con fama de original”;

El revisionismo o ‘revisión’ del marxismo es hoy una de las principales manifestaciones, si no la principal, de la influencia burguesa sobre el proletariado y de la corrupción burguesa de los proletarios (…)Lenin

Hoy, en pleno año 2014, el capitalismo monopolista y la oligarquía financiera mantienen al Estado español a su entero servicio, ese es uno de los rasgos característicos del imperialismo. El desarrollo de las fuerzas productivas ha llegado a su grado máximo, profundizando la contradicción nuclear del régimen, la que confronta el carácter social de éstas con unas relaciones de producción basadas en la apropiación privada. Las condiciones objetivas para llegar al socialismo, sin etapas intermedias, ya están dadas. Nunca antes hubo tantos trabajadores asalariados ni estos tuvieron mayor capacitación en este país, nunca antes el núcleo productivo del Estado estuvo concentrado en tan pocas manos en todos los sectores de la economía española, nunca antes el capital arrancó mayores porcentajes del PIB ni el IBEX-35 y sus satélites acapararon mayores beneficios privados a costa del trabajo social ajeno, extrayendo monstruosas plusvalías en base a la propiedad privada sobre los medios de producción. La explotación capitalista ha alcanzado cotas desconocidas, mostrando innumerables síntomas de descomposición, que señalan los límites históricos de este modo de producción agotado y corroído por sus propias leyes universales. A cada día que pasa, se profundiza el carácter reaccionario del régimen.

A través de sus inevitables procesos de expansión y retroceso, hoy el imperialismo –síntesis de la dictadura de los grandes capitales- sólo puede ofrecer a millones de trabajadores salarios de miseria, largas jornadas de trabajo en condiciones deplorables, desempleo y emigración en masa, sólo puede ofrecer a las masas laboriosas mayores dosis de miseria y degradación. A cada crisis capitalista de sobreproducción, sobreviene una mayor y más brutal escasez para el pueblo trabajador, mientras la abundancia más aberrante inunda las arcas de la oligarquía financiera y la de sus lacayos políticos y sindicales. Estando las condiciones objetivas maduras para el socialismo, son las subjetivas las que no caminan acordes al momento histórico que vivimos, de ahí la enésima estafa pergeñada por el revisionismo oportunista. La clase trabajadora se encuentra huérfana de los instrumentos más esenciales para parar el golpe y pasar de inmediato a la ofensiva, y es ella, somos nosotros, los que pagamos las duras consecuencias.

Los comunistas del PCOE, partiendo de un análisis materialista y dialéctico, no cerramos los ojos a la realidad que vivimos ni nos dejamos arrastrar por el derrotismo, el sectarismo o los aberrantes atajos revisionistas, pues somos plenamente conscientes de la necesidad de volver a dotar al proletariado de las herramientas históricas que precisa para renacer de sus cenizas. De ahí nuestro trabajo paciente y silencioso a la hora de trabajar por la reconstrucción del sindicalismo de clase y de consolidar la Central Sindical Única que contribuya a romper en mil pedazos el oportunismo en el movimiento obrero, de ahí el trabajo militante para construir las estructuras del Frente Único del Pueblo, organizando a la clase trabajadora en nuestros centros de trabajo y fundiéndola a las clases populares de nuestros barrios. De ahí que los marxistas-leninistas no cejemos en el empeño de fortalecer el arma más efectiva para los explotados y oprimidos; el Partido de Nuevo Tipo, el Partido Leninista.

El PCOE es plenamente consciente que el motor de la historia es la lucha de clases, y en base a ello considera al proletariado el único sujeto revolucionario capaz de sepultar a los enemigos declarados del pueblo trabajador. El proletariado no es ni puede ser una “idea”, una foto fija, una caricatura estandarizada o una abstracción metafísica. Es un sujeto histórico revolucionario moldeado tras largas décadas de explotación, un cuerpo social vivo del que forman parte millones de individuos, por más que el revisionismo se empeñe en negarlo acorde a los intereses de clase a los que se debe. El proletariado representa una realidad objetiva, como formación social que ostenta una posición común en el proceso productivo capitalista, desprovisto de medios de producción y por tanto obligado a vender su fuerza de trabajo a la burguesía propietaria para poder sobrevivir y seguir alimentando el ciclo original de acumulación del capital (D-P-M-D´). Nunca antes en la historia el proletariado ha sido tan esencial como hoy, tan estratégico tanto en el plano cuantitativo como cualitativo.

Si hoy la burguesía nos mea encima sonriente y segura, si hoy el oportunismo nos dice que eso que nos empapa no es más que pura lluvia, merced a su “buen hacer”; si hoy nos explotan convirtiendo el derecho laboral burgués en simple derecho a la esclavitud asalariada, si hoy nos desahucian, nos mandan al desempleo, al exilio, nos arruinan, embrutecen y reprimen con saña, tal situación no es fruto de “una maldición divina” o de “la mala gestión de los políticos”. Es consecuencia de largas décadas de desorganización y atomización, de ruptura de los vínculos de clase que nos unen, de traición infame de estos mismos revisionistas que hoy mendigan un voto para sus plataformas, tomándonos por estúpidos. Aprovechando una nueva crisis, la clase dominante pasa el rodillo, sabedora de que existiendo una poderosa clase obrera “en sí”, ésta carece de los instrumentos imprescindibles para convertirse en una clase obrera “para sí”, capaz de lanzarse al combate y de apuntillar este régimen criminal. ¡Es por ello que sus fieles siervos revisionistas se afanan en hablar de “ciudadanía” y enterrarnos en vida!

El PCOE, hostil frente a la burguesía y sus satélites oportunistas, seguirá trabajando incansable para fundir al proletariado con su vanguardia leninista, seguirá organizando las estructuras del Frente Único del Pueblo, integrado por el conjunto del pueblo trabajador masacrado por el capital monopolista, seguirá puliendo los pilares maestros de la revolución socialista y abogando sin fisuras por la dictadura del proletariado. Mientras los siervos “izquierdistas” de la burguesía se dedican a mendigar votos y rendir pleitesía a la troika y sus criminales, el PCOE seguirá abriendo camino entorno a la reconstrucción del movimiento obrero desde los centros de trabajo, universalizando la unidad de los Comités de Empresa dotándola de una dirección emancipadora – Asambleas de Comités, Delegados y Trabajadores-, contribuyendo a la Construcción del Sindicato Único de Clase (CSC) y reconstruyendo el movimiento estudiantil (FJCE), a fin de confluir la lucha de todos los sectores del proletariado en un solo Frente Único del Pueblo. No hay otro camino. En el momento actual que vivimos, sólo dos vías se abren camino; reconstrucción del movimiento obrero y popular o esclavitud asalariada y miseria. Basta echar un vistazo a nuestros centros de trabajo y barrios para concluir que, frente a la barbarie cotidiana, el socialismo ya no representa una alternativa, sino una imperiosa necesidad para la mayoría productiva.

Los que mantenemos en alto las banderas de la clase obrera y el socialismo, los que hoy más que nunca seguimos fieles a los principios del marxismo-leninismo, los que sin complejos hoy nos llamamos COMUNISTAS asumiendo con orgullo nuestra experiencia histórica como vanguardia del movimiento obrero y popular, no podemos más que denunciar y combatir frontalmente a este viejo revisionismo al que la clase dominante no cesa de ponerle “nuevas” caras para seguir con la vieja farsa.

Ni el movimiento lo es todo, ni como muchas sectas izquierdistas proclaman el objetivo lo es todo. El PCOE considera igualmente traicioneros a ambos oportunismos. ¡Ni mencheviques ni otzovistas! No son tiempos para seguir paralizados e inermes, pero tampoco para pasar al asalto directo y suicida cuando la correlación de fuerzas sigue siendo desfavorable. Son tiempos de asediar la fortaleza, de acumular fuerzas, de crear poder popular, de aproximar el movimiento hacia nuestro irrenunciable objetivo final; el socialismo. La tarea irrenunciable de los comunistas en el momento actual que vivimos, no puede ser otra que organizar la revolución socialista.

No hay otra salida; ¡Crear uno, dos, tres, muchos Gamonal!

¡Sin tregua al revisionismo oportunista!

¡Por la construcción del poder popular, por la construcción del FUP!

¡Viva la lucha de la clase obrera!

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

 

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Contra el nacionalismo

El fenómeno nacionalista ha sido históricamente, y aún hoy continúa siendo, un tema de vital importancia. Los comunistas debemos ofrecer un análisis científico y riguroso de esta cuestión, que permita dilucidar cuál es la naturaleza de este fenómeno y qué estrategia trazar ante él.

El análisis marxista de la cuestión nacional ha sido tergiversado por múltiples teóricos y organizaciones, que llevan a cabo una defensa obstinada del nacionalismo mientras enarbolan la bandera del marxismo-leninismo. Ante los falseadores, los comunistas debemos ofrecer una contundente respuesta teórico-práctica, desenmascarando a estos oportunistas ante la clase obrera.

El nacionalismo es un fenómeno netamente burgués y que sirve a los intereses de dicha clase. La burguesía halla en el nacionalismo un método para dividir al proletariado de las distintas naciones y pueblos, fomentando enfrentamientos entre ellos que tan solo sirven a los intereses de la clase burguesa y que debilitan al Movimiento Obrero. En contraposición al nacionalismo burgués, el proletariado debe regirse por los principios del internacionalismo, que fomenta la hermandad y la solidaridad entre los obreros y las obreras de todos los países.

Ahora bien, no debe confundirse el nacionalismo con el derecho a la autodeterminación de las naciones. De hecho, estos conceptos no son en absoluto sinónimos e incluso, en determinados contextos, éste primero puede convertirse en un impedimento para el ejercicio del segundo. Lenin, con respecto a esta cuestión, afirmaba:

«Hay gentes a quienes les parece “contradictorio” que esta resolución, al reconocer en su punto cuarto el derecho a la autodeterminación, a la separación, parece “conceder” el máximo al nacionalismo (en realidad, en el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de todas las naciones hay un máximo de democracia y un mínimo de nacionalismo), y en el punto quinto previene a los obreros contra las consignas nacionalistas de cualquier burguesía y exige la unidad y la fusión de los obreros de todas las naciones en organizaciones proletarias internacionales únicas. Pero sólo inteligencias absolutamente obtusas pueden ver aquí una “contradicción”.»i

Las naciones deben poder ejercer su derecho a la autodeterminación, lo cual en ningún caso implica la defensa del nacionalismo. Pero la lucha por este derecho de las naciones es una frase vacua si no se subordina al problema general de la lucha de clases; pues tan solo el socialismo es capaz de garantizar este legítimo derecho de las naciones, estando éste en el capitalismo sometido a los intereses del gran capital financiero y no a la voluntad de las clases populares.

En el caso concreto del Estado Español, es cierto que las diversas naciones oprimidas no alcanzaron su emancipación, como sí lo hicieron la mayor parte de naciones europeas tras la llegada del capitalismo: las burguesías de las naciones oprimidas lideraron procesos de liberación nacional que dieron lugar al Estado nacional. En el Estado Español, en cambio, no tuvo lugar tal proceso debido al lento e incompleto desarrollo del capitalismo durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX; dando lugar así a un Estado plurinacional.

Pero las respectivas burguesías de las naciones oprimidas –Euskadi, Galicia y Cataluña-, no están siendo sometidas por la burguesía de la nación opresora –la española-, sino que conforman junto a ella un bloque oligárquico único basado en sus intereses comunes: explotar y parasitar el trabajo de la clase obrera española, catalana, gallega y vasca. Pero este bloque hegemónico de las diferentes burguesías nacionales tiene también sus propias contradicciones internas, fruto del interés de las burguesías de las naciones oprimidas de imponer su exclusiva dictadura en su territorio nacional.

Tal es la naturaleza del proceso de liberación nacional que observamos a día de hoy en Cataluña, impulsado por la burguesía catalana y sus representantes políticos. Dicho proceso independentista tiene una naturaleza netamente burguesa: nace a partir de la contradicción entre la burguesía española y la burguesía catalana, pues ésta segunda desea imponer su hegemonía. Para este fin, la burguesía intenta embaucar a la clase obrera y a los demás sectores populares; con el inestimable apoyo de la pequeña burguesía y de los oportunistas.

¿A caso el proletariado catalán, gallego o vasco no continuaría estando sometido a la explotación de la burguesía en caso de que se independizaran sus respectivas naciones? La clase obrera de las naciones oprimidas no tiene interés en sustituir la dictadura del bloque formado por la burguesía central y las nacionales, sino en derrocar a toda la clase burguesa –independientemente de su nacionalidad- e instaurar la dictadura del proletariado, para edificar el socialismo, que será garante de igualdad entre las naciones y concederá el verdadero derecho a la autodeterminación.

No cabe duda, pues, de que los intereses objetivos del proletariado –sea el español, el catalán, el vasco o el gallego- son comunes, y que su lucha debe librarse de manera conjunta, pues su enemigo es común. Las nacionalidades no pueden ser un impedimento para la unión fraternal de los obreros, pues eso es lo que pretende la burguesía inoculando al proletariado el nacionalismo.

Los obreros de las naciones oprimidas no tienen nada en común con su burguesía nacional, y lo tienen todo en común con sus hermanos proletarios de las demás naciones.

Ahora bien, las contradicciones entre burguesías de diferentes naciones encuadradas en un mismo Estado, no solo generan una reacción nacionalista en las naciones oprimidas, sino que también dan lugar a un movimiento nacionalista en la nación opresora. En el caso del Estado Español, la burguesía central impulsa el nacionalismo español, es decir, el nacionalismo de la nación opresora. Tal nacionalismo es, si cabe, aún más despreciable.

Lenin hablaba claro al respecto, y explicaba cuál debe ser la línea de los comunistas respecto a esta cuestión:

«Semejante estado de cosas plantea al proletariado de Rusia una tarea doble, o mejor dicho, bilateral: luchar contra todo nacionalismo y, en primer término, contra el nacionalismo ruso; reconocer no sólo la completa igualdad de derechos de todas las naciones en general, sino también la igualdad de derechos respecto a la edificación estatal, es decir, el derecho de las naciones a la autodeterminación, a la separación; y, al mismo tiempo y precisamente en interés del éxito en la lucha contra toda clase de nacionalismos de todas las naciones, propugnar la unidad de la lucha proletaria y de las organizaciones proletarias, su más íntima fusión en una comunidad internacional, a despecho de las tendencias burguesas al aislamiento nacional.»ii

«En todo caso, el obrero asalariado seguirá siendo objeto de explotación, y para luchar con éxito contra ella se exige que el proletariado sea independiente del nacionalismo, que los proletarios mantengan una posición de completa neutralidad, por así decir, en la lucha de la burguesía de la diversas naciones por la supremacíaiii

Ya pueden los nacionalistas esconderse bajo un discurso revolucionario, o bajo la bandera del marxismo; serán desenmascarados por los comunistas. Todo nacionalismo, sea cual sea, es un arma de la contrarrevolución. Lenin respondía a Zinoviev cuando éste planteaba un nacionalismo revolucionario: No pintéis el nacionalismo de rojo.

Nosotros, los comunistas, somos enemigos de todos los nacionalismos y, a su vez, fieles defensores del derecho a la autodeterminación de las naciones.

Comisión Ideológica

Partido Comunista Obrero Español

i El derecho de las naciones a la autodeterminación; Lenin, 1914.

ii Ibídem.

iii Ibídem.

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¿Capitalismo monopolista de Estado o capitalismo monopolista transnacional?

En momentos de especial agudización de las contradicciones y, especialmente, tras la caída de la URSS, surgen numerosos teóricos revisionistas que elaboran nuevas teorías que, supuestamente, se adaptan a los nuevos tiempos, alegando que la vigencia de los clásicos –Marx, Engels y Lenin- es limitada. Uno de estos teóricos es el profesor Vicente Escandell Sosa, que de manera hábil trata de refutar la vigencia del capitalismo monopolista de Estado (CME), contraponiendo a él una nueva teoría que denomina capitalismo monopolista transnacional (CMT)1.

Los defensores del capitalismo monopolista transnacional afirman que el CME ha sido superado y que nos encontramos en una nueva fase de desarrollo del capitalismo, en la que los Estados se convierten en una traba para el desarrollo de los monopolios, y que éstos son capaces de prescindir del Estado. Para refutar esta postura revisionista, se plantea la necesidad de analizar en profundidad la estructura del capitalismo y las dos teorías que aquí se plantean –el CME y el CMT-.

Uno de los principales argumentos utilizados por Vicente Escandell es el hecho de que, hasta día de hoy, en ningún país capitalista desarrollado haya tenido lugar una revolución socialista; pues Lenin afirmaba que el capitalismo monopolista de Estado era la antesala de la revolución. El teórico del CMT erra en esta cuestión, pues obvia la existencia de unas condiciones subjetivas que juegan también un papel trascendental en cuanto al estallido de la revolución se refiere. Cuando Lenin afirma que la llegada del capitalismo monopolista de Estado “ha aproximado la revolución socialista y ha creado las condiciones para ella”, se refiere a las condiciones estrictamente objetivas, que se dan de manera independiente a las subjetivas. Escandell, por contra, confunde los criterios objetivos y subjetivos en una sola y abstracta categoría y, en base a dicho error, considera que la tesis defendida por Lenin ha sido refutada por el propio desarrollo histórico. En realidad, la historia no ha hecho más que confirmar las posturas de Lenin, pues las condiciones objetivas han sido satisfechas, hace ya décadas, con el desarrollo del capitalismo en su fase más decadente: el imperialismo. Así, observamos una gran agudización de la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, un agravamiento cada vez mayor de la miseria de las clases oprimidas, y crisis cíclicas de sobreproducción de una intensidad creciente con respecto a las precedentes.

En un contexto de absoluta concentración del capital en manos de la oligarquía financiera, de agudización de la lucha de clases, de crisis cíclica de sobreproducción y de intensificación de la explotación de las masas trabajadoras, es más obvio que nunca que vivimos en la última fase de desarrollo del sistema capitalista. La conciencia espontánea de las masas, embrión de la conciencia de clase, se manifiesta en acciones espontáneas que provocan una movilización cada vez mayor de las masas trabajadoras. Pese a que la clase obrera aún no ha tomado conciencia de sí misma y la mayor parte de sus luchas tienen un carácter puramente económico o reformista, es innegable que la agitación de las capas oprimidas de la sociedad sigue una tendencia creciente. Así lo demuestran los hechos en Grecia, o más recientemente en Turquía, por poner algunos ejemplos. En este contexto, el Partido Comunista debe elevar las luchas económicas al plano político y debe infundir en los obreros la conciencia de clase, pues solo así será posible la llegada de la revolución socialista. El hecho evidente e innegable es que la decadencia del capitalismo es cada vez mayor, por lo que en criterios objetivos, la coyuntura es revolucionaria. Todo ello reafirma una y otra vez los postulados de Lenin, en contra de lo que afirman los teóricos del CMT.

En un artículo publicado en la revista Die Bank, Lenin afirmaba lo siguiente: “Los monopolios […] han servido únicamente para sanear a costa del Estado la industria privada”. Y en base a ello, extraía la siguiente conclusión: “En la época del capital financiero, los monopolios de Estado y los privados se entretejen formando un todo”. Los hechos, como observaremos a continuación, han confirmado la conclusión a la que llegaba Lenin. En contra de lo que afirma Vicente Escandell, a día de hoy, y especialmente tras el estallido de la actual crisis de sobreproducción, los monopolios se sirven del Estado para defender sus intereses y garantizar su subsistencia. El Estado ha puesto en marcha numerosos mecanismos para transformar la deuda privada, contraída por los grandes monopolios, en deuda pública, a cuyo pago se destina una parte importante de los presupuestos estatales. Los Estados imperialistas más desarrollados -EEUU, los miembros de la Unión Europa y Japón-, han rescatado con dinero público a numerosos bancos para evitar que éstos tuvieran pérdidas. La vigencia del CME es absoluta, pues la oligarquía financiera se sirve de la maquinaria estatal para nacionalizar las pérdidas de sus monopolios. En este sentido, el Estado español ha rescatado desde 2008 a dos bancos (Bankia y Banco Valencia) y tres cajas de ahorro. Además, el Estado solicitó un crédito de 100.000 millones de euros para ser utilizado en la nacionalización de la deuda de los grandes monopolios, y en inyecciones de capital a la banca. Y pese a que este préstamo va destinado principalmente a los grandes bancos, el garante del dinero concedido es el Estado español, no los bancos beneficiaros del crédito. Así pues, observamos cómo el Estado vacía las arcas públicas para intervenir en la actividad de los monopolios privados en beneficio de éstos. La oligarquía financiera de cada Estado hace uso de la maquinaria estatal para servir a sus intereses, pues en la actual fase del capitalismo, los monopolios necesitan a los Estados.

Por otra parte, es llamativo el hecho de que la mayoría de los principales gestores del sector público provengan de grandes empresas, formen o hayan formado parte de consejos de administración de ciertos monopolios, y que finalmente acaben trabajando para grandes empresas nacionales y multinacionales. Monopolios y Estados se entretejen formando un todo, como dijera el camarada Lenin.

Si bien es cierto que el Estado siempre ha tenido un carácter de clase y siempre ha desempeñado un papel en la economía, éste ha variado de acuerdo con la fase de desarrollo del sistema capitalista y con las necesidades de la clase dominante. En el capitalismo, la burguesía ha utilizado siempre el Estado, que es la principal herramienta de la que dispone para ejercer su dictadura. El CME se caracteriza por la formación de una oligarquía financiera, cada vez más poderosa y reducida, que concentra cantidades astronómicas de capital financiero. La concentración y el monopolio son, a día de hoy, un hecho. En esta fase putrefacta y decadente del capitalismo, el imperialismo, los monopolios se relacionan íntimamente con el Estado, ya que la agudización de las contradicciones y las dimensiones cada vez mayores de las crisis cíclicas de sobreproducción hacen que los monopolios no puedan garantizar su subsistencia sin valerse de la maquinaria estatal. Así pues, observamos cómo en momentos de desarrollo relativamente pacífico del capitalismo, la intervención estatal es menor, mientras que cuando se agudizan las contradicciones, los monopolios recurren rápidamente al Estado para nacionalizar sus pérdidas y sectores ruinosos, así como para obtener subvenciones millonarias e impulsar legislaciones destinadas a reprimir a los trabajadores y leyes laborales que aumenten el grado de explotación de los obreros, para que éstos generen una mayor plusvalía para los monopolios.

El papel del Estado no solo no ha disminuido, sino que ha aumentado en tanto se ha fusionado con los monopolios privados, apropiándose incluso de algunos sectores fundamentales como las energías o los transportes -dependiendo de las circunstancias concretas de cada país-. Por lo que se refiere a la transnacionalización, no es un proceso nuevo, ni un descubrimiento del profesor Escandell, sino un hecho que tiene lugar desde tiempos de Lenin, manifestándose en pugnas por los mercados internacionales, el sometimiento de los Estados menos desarrollados a los grandes imperios, la existencia de deudas millonarias internacionales, etc.

El nivel de fusión entre los monopolios y los Estados es tal, que la oligarquía financiera llega a valerse del aparato militar del Estado para conquistar nuevos mercados en los que imponer su hegemonía, y para defender sus intereses frente a monopolios extranjeros –y sus respectivos Estados-. Tal es la naturaleza de la invasión imperialista de, por ejemplo, Afganistán e Iraq. Otro ejemplo de la utilización de los Estados por parte de los monopolios lo hallamos en la formación de alianzas entre Estados, cuyo origen es la conciliación temporal de los intereses de los monopolios de dichos Estados, en competencia con otros monopolios. Este es el caso de la disputa entre las potencias imperialistas clásicas –EEUU, UE y Japón- y los países imperialistas emergentes –Brasil, Rusia, India y China-.

En definitiva, el Estado, lejos de convertirse en una traba para el desarrollo del capitalismo y de los monopolios, es la herramienta imprescindible de la oligarquía financiera para defender sus intereses.

Comisión Ideológica del Partido Comunista Obrero Español

 

1 Esta teoría se expone en “La categoría leninista Capitalismo Monopolista de Estado: una mirada actual”.

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Acerca del maoísmo

El conjunto teórico formulado por Mao Zedong y las enseñanzas que se desprenden de su praxis revolucionaria en China, conforman la teoría conocida con el nombre de maoísmo. Ésta cobró fuerza en el Movimiento Comunista Internacional tras la muerte de Stalin, a raíz de su papel como una de las principales voces discordantes ante el revisionismo soviético representado por Nikita Jrushchov a partir del XX Congreso del PCUS, donde se denunciaron los supuestos crímenes de Stalin y se proclamó la ruptura con la línea mantenida por dicho dirigente.

En nuestros días, el maoísmo continúa siendo la base  ideológica sobre la que se fundamentan numerosas organizaciones; muchas de ellas se declaran como tales, mientras que otras no se reconocen maoístas de manera oficial pero siguen fielmente las enseñanzas de Mao, siendo maoístas de facto.

Si bien es cierto que en 1956, cuando tuvo lugar la celebración del XX Congreso del PCUS, Mao se posicionó en contra del revisionismo soviético encabezado por Jruschov, no significa esto, en ningún caso, que el maoísmo no sea una teoría igualmente revisionista contraria a los principios del leninismo.

Por todo ello, se plantea la necesidad de analizar la teoría maoísta y refutarla de manera científica desde el marxismo-leninismo, tal es la pretensión del presente documento.

Cuando Mao Zedong planteó lo que él mismo denominaría como el Gran Salto Adelante, afirmaba que la edificación del socialismo y la disolución definitiva del Estado podrían darse en un plazo breve de tiempo, incluso en cuestión de poco más de una década.  Analizando las condiciones de China en ese momento histórico, con unas fuerzas productivas con un grado de desarrollo propio del feudalismo y con una industria prácticamente inexistente, las afirmaciones de Mao no denotan sino una total incomprensión de la ciencia marxista-leninista.

Podemos observar en el hecho expuesto un ejercicio de idealismo filosófico por parte de Mao, al considerar que las condiciones materiales necesarias para la llegada del comunismo se darán a partir del desarrollo de la conciencia del pueblo y de la voluntad de la vanguardia, renegando así, de facto, del materialismo dialéctico.

Ésta es tan solo una de las muchas actuaciones que evidencian tal desviación. Otro ejemplo lo hallamos en la política de “3 banderas”, definida por Mao, que suponía el establecimiento de comunas agrícolas, lo que debía constituir la forma de organización fundamental de los campesinos. Años atrás, Stalin había analizado ya la cuestión, indicando cómo debía llevarse a cabo este proceso: la comuna surgiría cuando en las granjas del artel abundasen todos los productos, cuando la mecanización fuese efectiva. Es decir, la comuna surgiría sobre la base de una técnica desarrollada, sobre la base de la  abundancia de productos. Stalin no hacía más que poner en práctica las tesis leninistas y, mediante la dialéctica materialista, concluir que la comuna es la forma superior de la organización cooperativa en el campo, y surge como consecuencia real y objetiva del desarrollo de las fuerzas productivas y de la técnica.

Pero Mao, haciendo gala una vez más de su idealismo filosófico, ignoró las condiciones objetivas y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas y de la técnica; estableciendo la comuna como forma de organización en el campo. Este hecho no hace sino evidenciar que Mao no se atiene a las condiciones objetivas tratando de desarrollarlas, sino que concibe la realidad como el reflejo de la conciencia. Creía que podía someter la marcha de la historia a los deseos de la vanguardia, cayendo así en un subjetivismo absoluto, ajeno a cualquier análisis que se pretenda materialista y dialéctico.

Mao queda desenmascarado una vez más en su crítica a Lenin. Éste segundo afirmó que cuanto más atrasado está un país, más difícil es que pase del capitalismo al socialismo. Lenin, al afirmar esto, se fundamenta en los criterios objetivos para considerar la revolución y la edificación socialista. Pero Mao, por su parte, y en contraposición a esta tesis, afirma que desde la perspectiva actual, esta tesis no es correcta. En realidad, cuanto mayor sea el atraso económico de un país, tanto más fácil es su transición del  capitalismo al socialismo. Cuanto más pobre es un hombre más desea la revolución.
Observamos una vez más como Mao cae en el idealismo filosófico, obviando los criterios objetivos y científicos, y priorizando la conciencia del hombre ante estos.

En definitiva, Mao considera que antes de modificar la realidad material, es necesario que el pueblo cambie su concepción del mundo, asumiendo las ideas maoístas. Este enfoque es absolutamente idealista, y niega la propia esencia del materialismo dialéctico, que concibe la conciencia de una sociedad como consecuencia de su realidad material. Para Mao, en cambio, la conciencia es anterior al ser social.

Por otra parte, se plantea la necesidad de analizar la peculiar caracterización que realiza Mao de las  relaciones entre las clases enfrentadas en el capitalismo. En referencia a las contradicciones entre el proletariado y la burguesía nacional, Mao sentencia:

«si estas contradicciones antagónicas se tratan debidamente, pueden transformase en no antagónicas, pueden resolverse por vía pacífica. Si esas contradicciones no se tratan como es debido, si no seguimos con la burguesía nacional la política de unidad, de crítica y de educación, o si la burguesía nacional no acepta esta política nuestra, entonces las contradicciones entre la clase obrera y la burguesía nacional pueden convertirse en contradicciones entre nosotros y nuestros enemigos.»

Este análisis supone la caracterización de las contradicciones entre el proletariado y la burguesía nacional como no antagónicas, identificando a ésta última clase como un potencial aliado en la construcción del socialismo. Mao considera viable la colaboración entre clases absolutamente antagónicas -tal y como las identificaran Marx, Engels y Lenin-. Esto supone, por tanto, aceptar el interés privado y explotador de la burguesía nacional como no constitutivo de peligro para la edificación socialista. Se acepta la existencia de esta burguesía, y se considera que su práctica opresiva puede ser reeducada de forma pacífica, y reconducida hacia el establecimiento de una alianza para la construcción del socialismo. Mao deja patente su incomprensión de la dialéctica materialista, no entiende la inviabilidad de una reconciliación entre clases obviamente enemigas, fruto de su carácter puramente antagónico. En lugar de ello, obvia la inexorable  necesidad de reprimir a la burguesía como potencial enemigo de la clase obrera y de las capas explotadas de la sociedad, y de expropiarle sus medios de producción. Esta tesis defendida por Mao es contraria al avance socialista y manifiesta de nuevo su idealismo filosófico, al considerar que la burguesía puede  convertirse en una clase aliada del proletariado y del campesinado en la construcción del socialismo; siendo ello posible -siempre según Mao- modificando la conciencia de la clase burguesa, obviando así los intereses objetivos de dicha clase que tienen su base en la realidad material, en la estructura, concretamente en las relaciones sociales de producción.

Otro punto fundamental en la teoría maoísta y que, por tanto, cabe analizar en este documento, es la identificación del campesinado como sujeto revolucionario. Con la llegada del capitalismo, el modelo de producción feudal es empujado a su superación por el desarrollo dialéctico de las fuerzas productivas intrínsecas a él, las relaciones de producción y la intensificación de la lucha entre las clases sociales existentes. Era característico de anteriores modelos de producción el trabajo individual de cada ser humano, mientras que el avance de la sociedad burguesa implica la aparición de un trabajo social instigado por los grandes propietarios de tierras que, vendiendo éstas, utilizan lo obtenido para la adquisición de grandes máquinas y la contratación de individuos que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo. El nuevo modelo productivo capitalista viene determinado por un ser humano que vende su fuerza de trabajo para recibir a cambio una ínfima parte de la riqueza producida con ella, pues la parte sustancial y mayoritaria -la plusvalía- se acumula en las manos del burgués, que actúa como parásito. Nacían de este modo las fábricas industriales, donde se desarrolla el trabajo social. Nacía, por tanto, como producto de este nuevo modo de producción, la clase obrera.

El proletariado es engendrado por el capitalismo, y su posición en éste, como desposeído de los medios de producción y vendido a su fuerza de trabajo, es netamente antagónica a los intereses de la clase burguesa, que representa la opresión contra los obreros y cuyos intereses objetivos se encaminan a dicho fin. De esta forma, el papel de sujeto revolucionario en el sistema capitalista pertenece a la clase obrera -al ser producto directo del mismo, y una clase netamente antagónica a la burguesía-, una vez dadas las condiciones objetivas para la instauración de las nuevas relaciones de producción.

La dialéctica del sistema capitalista impone que sea la clase obrera, cuyo desarrollo choca frontalmente una y otra vez con la burguesía, la sepulturera del mismo. De este modo, las tesis de Mao que otorgan al  campesinado el rol de sujeto revolucionario quedan absolutamente desacreditadas desde la ciencia dialéctica materialista, desde el marxismo-leninismo. El campesinado no es una clase netamente antagónica a la burguesía, pues está integrada tanto por terratenientes como por campesinos semiproletarios, y por ende tiene una naturaleza pequeñoburguesa.

Las capas campesinas no están capacitadas para llevar hasta el final la revolución y liderar la construcción del socialismo; aunque esto no implica que no sean potenciales aliados del proletariado -especialmente el campesinado pobre y los campesinos semiproletarios- en dicha tarea. No cabe duda alguna de que otorgar el rol de sujeto revolucionario a una clase que no es netamente revolucionaria constituye un error y una desviación del leninismo. Marx, Engels y Lenin recalcaban la importancia de que fuera el proletariado, la clase más avanzada cuantas hayan existido en la historia, la que liderara la tarea histórica de superar el capitalismo y construir la sociedad socialista.

A menudo se argumenta que Mao supo adaptarse a las condiciones de China, atrasada y con un  campesinado muy mayoritario, y que su defensa del campesinado como sujeto revolucionario responde a las necesidades de dicho país en un momento histórico concreto. Pero incluso en las condiciones que se daban en China en la primera mitad del siglo XX, con una clase obrera aún muy minoritaria, debía ser esa minoría de la población la que asumiera el papel de vanguardia en la revolución socialista, impulsando a su vez la industrialización y el desarrollo de las fuerzas productivas, a fin de consolidar una mayor base de proletarios, en clara alianza con el campesinado pobre. Por tanto, la máxima maoísta de que “el campo asedie la ciudad” reniega del marxismo-leninismo, haciendo gala de la incomprensión de la dialéctica del sistema.

Lenin, en 1901, decía al respecto de esta cuestión: “Los partidarios de Tierra y Libertad partían de la idea errónea de que la principal fuerza revolucionaria en el país era, no la clase obrera, sino los campesinos; que el camino hacia el socialismo iba a través de la comunidad campesina”.

En definitiva, entendiendo el carácter pequeñoburgués de los campesinos -aún asumiendo que también forman parte de éste elementos semiproletarios-, y siendo esta clase el sujeto revolucionario teorizado por Mao, se evidencia que el maoísmo constituye en sí mismo una desviación pequeñoburguesa.

Por otra parte, otro rasgo característico del maoísmo, es la defensa de la república popular democrática, a la que Mao denominaba como Nueva Democracia. Esta propuesta etapista constituye una ruptura con la teoría leninista, al concebir la democracia popular como una fase intermedia necesaria para la construcción del socialismo, a la que Mao llegó a considerar una nueva etapa histórica superior al capitalismo y anterior al socialismo. Esta fase tiene un carácter interclasista, propugnando la alianza entre la burguesía nacional y las capas explotadas de la sociedad, tal y como se ha expuesto anteriormente en este mismo documento.

La defensa de la república popular se basa en la incomprensión de varios principios fundamentales de la dialéctica, especialmente en el desconocimiento del carácter dialéctico de las relaciones de producción; pues éstas o determinan la propiedad de los medios de producción por parte de la burguesía, o por parte del proletariado, que es quien lleva a cabo la producción material.

Lenin afirmaba al respecto que la revolución socialista debe conducir a la dictadura revolucionaria del proletariado en alianza con el campesinado pobre. Afirmaba, también, que en un país en su fase imperialista, es decir, donde se ha desarrollado ya el capitalismo monopolista de Estado, no tiene cabida ninguna fase intermedia entre el capitalismo y el socialismo. La república popular, en la que se establece una alianza interclasista, no hace sino retardar el proceso de emancipación de los explotados, manteniendo durante ésta el poder en manos de la burguesía. Aplicando el método dialéctico al desarrollo histórico, como ya hicieran Marx y Engels, solo es posible determinar que el avance de las fuerzas productivas llevará inexorablemente a una revolución en que éstas pasarán a ser propiedad social, y el proletariado destruirá la antigua maquinaria burguesa, expropiándoles los medios de producción e instaurando un Estado obrero bajo la forma de la dictadura del proletariado. Así pues, la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas  productivas halla su resolución en el socialismo, y no en etapas intermedias teorizadas desde el idealismo filosófico y desde la incomprensión de la dialéctica.

La estrategia que traza Mao y que defienden los maoístas para lograr la democracia popular, es la Guerra Popular Prolongada, consistente en la toma de las armas por un pequeño número -en comparación con las masas explotadas- de elementos avanzados. Esta teoría se fundamenta en la suposición de que las masas obreras y campesinas, hartas de la explotación burguesa, adoptarán paulatinamente una posición favorable a este método y terminarán por tomar las armas formando un Ejército Popular. En definitiva, consiste en plantear la lucha armada desde el momento mismo en que la vanguardia toma conciencia, momento en el que la conexión con las masas es aún tenue y, por tanto, las acciones armadas no superarán los límites del terrorismo individual, ya criticado por Lenin. Además, la defensa de una estrategia de desgaste, que consiste en ir mermando al enemigo mediante la acción armada de la vanguardia, supone la negación, en cierta  medida, del papel histórico del sujeto revolucionario, es decir, la clase obrera.  Esta negación se materializa al considerar que el solo ejercicio de la vanguardia permitirá realizar la revolución, prescindiendo así de las masas explotadas. Aunque esto en nada puede sorprendernos, puesto que Mao tampoco es capaz de identificar de manera científica al sujeto revolucionario, como ya se ha expuesto anteriormente.

La praxis leninista se aleja diametralmente de esta concepción, pues el momento de tomar las armas lo  marca la conciencia subjetiva de las clases   explotadas, y no la voluntad de unos cuantos elementos avanzados. La tarea del Partido debe consistir en la concienciación de las masas trabajadoras, explicándoles la dialéctica del sistema y haciendo comprender a éstas que la única salida posible es la construcción del socialismo, lo cual no se logrará mediante acciones armadas en un momento en el que las masas poseen un grado nulo de conciencia de clase revolucionaria.

El maoísmo se manifiesta como una teoría esencialmente idealista y antimarxista en su análisis sobre las contradicciones a nivel internacional. Los continuadores de Mao plantean la Teoría del Mundo Multipolar, es decir, dividen el mundo en polos imperialistas; por una parte, un gran bloque hegemónico encabezado por EEUU, Japón y la UE; por otra parte y en oposición al primero, el bloque formado por los países emergentes, sufridores de la opresión capitalista. Sin embargo, tal división no responde ni mucho menos al análisis  dialéctico, sino a una burda desviación burguesa.

Mao, por su parte, sienta las bases de la teoría de los Tres Mundos, que defiende la división del mundo en tres categorías: la primera, a la que llama ‘primer mundo’, se hallaría integrada por EEUU junto a su bloque de países ‘ricos’; por otra parte, encontraríamos el bloque soviético liderado por la URSS; y por último, el ‘tercer mundo’, en el cual se incluyen todos los países no alineados.

Teniendo en cuenta esta cuestión, es preciso analizar en profundidad la contradicción que se da en el plano internacional, para comprender la lucha constante entre los bloques imperialistas y determinar si ésta es o no la contradicción fundamental a nivel mundial. Es necesario, por ende, analizar la estructura del capitalismo.

En el sistema capitalista mundial, caracterizado por la propiedad privada sobre los medios de producción en manos de la burguesía, encontramos que su desarrollo es directamente proporcional al nivel de explotación de la clase obrera, pues cuanto más se desarrolla la industria y el capital, a más obreros aglutina entre sus filas. Hemos de comprender, por tanto, que la contradicción fundamental, de las que se desprenden las  demás contradicciones del sistema, es la apropiación privada del producto del trabajo social, realizado por la clase obrera, en manos de la burguesía.

Las luchas imperialistas que tienen lugar entre distintas potencias imperialistas, es decir, en el seno de la burguesía internacional -véase la lucha entre el bloque formado por EEUU, UE y Japón frente al grupo emergente BRIC-, supone ni más ni menos que un enfrentamiento por los nuevos mercados a dominar, en donde implantar la dictadura del capital. No constituyen, por tanto, una contradicción esencial del sistema, sino que son un producto de la competencia desenfrenada entre los monopolios imperialistas.

En ambas teorías –Teoría del Mundo Multipolar y Teoría de los Tres Mundos– observamos un rasgo común: se obvia la contradicción fundamental del capitalismo, para sustituirla por meras contradicciones circunstanciales de distintos bloques imperialistas -en el caso del mundo multipolar-, o por una alineación política entorno a determinados bloques. La incomprensión de la dialéctica y la concepción idealista de Mao, le llevan, en el primero de los casos, a considerar que el mundo se divide en voluntades políticas y no en función de las relaciones de producción de un determinado modo productivo; mientras que en el segundo de los casos plantea la división del mundo en dos bloques de potencias explotadoras y explotadas. Esto  constituye un análisis del todo idealista y antidialéctico, que tan solo trata de encubrir el eminente imperialismo chino, obviando así que la causa central de la que se desprenden todas las demás contradicciones no es otra que la contradicción entre el carácter social de la producción y la propiedad burguesa de los medios de producción.

Otro de los graves errores del revisionismo maoísta es la negación de uno de los principios fundamentales de la dialéctica, a parte de su incomprensión. Mao afirma:

«los cambios en la sociedad se deben principalmente al desarrollo de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción en el seno de la sociedad, es decir, las contradicciones entre las clases, las contradicciones entre lo nuevo y lo viejo.»

Por tanto, el maoísmo no otorga a las fuerzas productivas un papel determinante, sino que éste es otorgado a las relaciones de producción, que según afirma Mao, pueden ser perfeccionadas a voluntad del hombre. En contra de esta creencia, el materialismo histórico muestra que el papel determinante del progreso de la producción y de los cambios en ésta, se originan a partir de los cambios en las fuerzas productivas. Una vez más, se manifiestan las concepciones idealistas y antidialécticas de Mao.

La concepción que Mao mantiene del Partido Comunista es otro de los principios erróneos y antimarxistas sobre los que se fundamenta el maoísmo. Esta visión distorsionada del Partido, lejos de ser un desarrollo del marxismo- leninismo como han afirmado históricamente sus seguidores, en nada se asemeja al Partido de Nuevo Tipo descrito por Lenin.

Mao mantenía una posición crítica respecto al camarada Stalin, y defendía  que el reflejo de la lucha de clases, de las contradicciones entre la burguesía y el proletariado -que él creía no-antagónicas y conciliables-, se extendía hasta el seno del Partido, originándose en él dos líneas  enfrentadas que representaban ambos intereses sociales de clase. A raíz de ello, la lucha entre ambas posiciones fue entendida por Mao como la condición subjetiva necesaria para iniciar la llamada Revolución Cultural, cuyo objetivo era expulsar a la línea burguesa que previamente era tolerada. Como observamos, Mao considera que es inevitable la existencia del revisionismo en el seno del Partido, y considera que la  burguesía nacional puede ser reeducada en el marxismo- leninismo.

De este modo, no hace sino obviar la necesidad imperiosa de establecer una vigilancia intensiva en el Partido, depurando y erradicando cualquier vestigio de ideología burguesa -y por tanto enemiga de los intereses del proletariado- en el seno del Partido. Mao dibuja con su concepción del Partido Comunista una suerte de compendio entre ideologías y clases en el seno del Partido, y no una Vanguardia del proletariado, unidad férrea y disciplinada de los elementos más avanzados de la clase obrera, sin fracciones de ninguna índole, armada con la ciencia marxista-leninista.

En conclusión, Mao profesa una concepción idealista del mundo y no comprende en absoluto la dialéctica, cayendo a menudo en la metafísica. Se aleja diametralmente de la ciencia marxista, y en oposición a las tesis de Marx, Engels y Lenin, elabora todas sus teorías que, más allá de no desarrollar en absoluto el marxismo-leninismo, constituyen una forma de burdo revisionismo.

Por tanto, el maoísmo no es más que la negación del leninismo, pues su base fundamental es el idealismo antidialéctico. Por todo ello, y siendo el maoísmo ajeno al marxismo, debemos combatirlo como  planteamiento revisionista que es y ha sido siempre.

Comisión Ideológica del Partido Comunista Obrero Español