Se generaliza el destajo: ahora, los profesores
Haciendo un ejercicio científico, de materialismo dialéctico, desde el PCOE llevamos años advirtiendo de la actual crisis económica, que podía deducirse por las tendencias económicas más conservadoras de inversores e imperialistas en general. De esta forma, publicamos comunicados como Elecciones generales: la crisis se acentúa y la situación política se radicaliza, Coronavirus, la justificación de los capitalistas para salvar su moribundo sistema económico o La COVID-19 es la excusa perfecta de los monopolios para imponer el cambio en el modelo productivo. En este último, en particular, aseverábamos:
«La patronal pretende devolver a la clase trabajadora a la década de los 60s y 70s del siglo pasado, cuando en las grandes ciudades del Estado español las familias de trabajadores hacían trabajos manuales en casa – realizar casquillos eléctricos, montajes de bolígrafos, montajes de cajas, montaje de sobres de cromos, etcétera. Entonces era para que las mujeres de los obreros sacaran un ingreso extra para las familias, ante los salarios exiguos de sus maridos, hoy pretenden que sean la fuente de ingresos de los trabajadores, que dejarán de ser trabajadores y pasarán a ser autónomos, o colaboradores como gusta llamar a los burgueses. Lo que sí es que, en ambas situaciones, volverá el destajo y los trabajadores retrocederán en derechos – a enfermar, a vacaciones, etcétera.
La patronal de esta manera no sólo pretende introducir el destajo, no sólo pretende acelerar los ritmos de trabajo sino también dividir y desorganizar a los trabajadores y ahorrar en costes, tanto salariales como de espacio y suministros.»
Así, el gobierno “más progresista de la historia” ha convertido en los últimos meses nuestras palabras en hechos con los ERTEs (que el 1 de octubre se convertirán en EREs), con el teletrabajo, con las deplorables condiciones de vida de los jornaleros, con el Ingreso Mínimo Vital… Y no podía ser de otra forma pues los que componen este gobierno, a pesar de los esfuerzos de la prensa burguesa por pintarlos como revolucionarios bolcheviques, no son más que burdos capitalistas, oportunistas, aquellos que acertadamente Lenin decía que vendían al pueblo “por un plato de lentejas”.
Estos atropellos contra la clase obrera se producen a todos los niveles. Nada ni nadie está a salvo de los recortes, de la desvalorización del mundo humano en favor de la valorización del mundo de las cosas. Y el ejemplo perfecto lo vemos recientemente en la educación: el Ministerio de Educación y las respectivas consejerías de las comunidades autónomas han acordado la supresión del Máster de Profresorado como requisito para impartir aula durante la pandemia. El motivo que alegan para esto es la insuficiencia del número de profesores para abordar las condiciones que obliga la COVID-19.
Si apuntamos brevemente, vemos que la situación que el Estado llama “nueva normalidad” ha impuesto en las aulas la necesidad de reducir los ratios, elevar el número de profesores en los centros, dotar de más medios tecnológicos a los colegios e institutos públicos… En otras palabras, las reivindicaciones que la comunidad educativa lleva décadas exigiendo son ahora imprescindibles para recibir una educación. Si a esto añadimos que estas medidas no se están llevando a cabo en muchos de los centros públicos que existen en España, estamos viendo negro sobre blanco que la educación en este país es un auténtico despropósito.
La Educación está siguiendo el mismo camino que la Sanidad hace unos años, y no es más que el camino de la precarización y el desmantelamiento de los servicios públicos. Según un informe de 2019 de Comisiones Obreras (un sindicato para nada progresista y que ha defendido la última medida de Celáa como “algo excepcional”) el 37% del profesorado tiene más de 50 años y en un lustro se jubilarán en España 70.000 docentes. Además, la relación que establece la OCDE como idónea entre profesores jóvenes y mayores es del 0’5 (esto es 10 profesores jóvenes por cada 20 mayores), mientras que en España este cociente es de 0.15 (es decir, hay 3 profesores jóvenes por cada 20 mayores).
Estos datos responden claramente a una tendencia: una plaza que queda libre por una jubilación lo más probable es que quede desierta de por vida. Con lo cual, se verifica aquello que escribíamos en el 2019 en el comunicado titulado Sobre la Educación Pública, la Educación Concertada y la Educación Privada:
«(…) vemos la ligazón inseparable del desarrollo de la industria con la educación, encontrando en esta última el canal que tiene el capitalismo para obtener mano de obra cualificada. Es decir, que la calidad y la accesibilidad de la educación están subyugados a la necesidad de la empresa privada y, en definitiva, de la burguesía. La burguesía marca, entonces, el límite de lo que pueden o no pueden saber los desposeídos.»
Con el progresivo desmantelamiento de la industria en España, la cantidad de recursos que se pueden destinar a los servicios públicos cada vez es menor debido al desempleo y la inestabilidad. Por consiguiente, como la demanda de la mano de obra cualificada desciende, el empeoramiento de los servicios educativos como medida de ahorro se convierte en algo natural en el capitalismo. Así es como se envejece al profesorado en el Estado Español.
Sin embargo, la crisis del coronavirus ha acelerado las condiciones de desempleo y miseria de la población y ha dejado al descubierto el saqueo silencioso a la Educación Pública. A este respecto, el Gobierno de PSOE-UP debe salir del paso de forma que siga favoreciendo al Capital, por lo que se han sacado de la manga que en España no hay profesores (de la misma forma que Ayuso afirmaba que en Madrid no había médicos) y que es necesario hacer un llamamiento a aquellos elementos con titulación universitaria para realizar tareas docentes.
Como no puede ser de otra forma, esto no es más que una burda mentira para abaratar los costes de contratación en la Educación, como bien están haciendo ya en la Sanidad. En España se forman decenas de miles de docentes todos los años, pero la situación de deserción de plazas les lleva a renegar de lo público y postularse a otros empleos en la educación concertada o privada o, directamente, fuera del sector educativo. La contratación de estos docentes sin plaza implicaría la remuneración correspondiente a cualquier interino o sustituto, cosa que con seguridad no exigirá un recién titulado al que la diferencia de sueldo se le justificará por la situación excepcional y por la falta de una preparación real como profesorado.
Si el Estado realmente quisiera abordar la cuestión de la enseñanza, no se plantearía dos veces la contratación indefinida de todos y cada uno de los titulados universitarios con formación de profesorado, puesto que en Educación y en Sanidad nunca hay exceso de personal o de material. Pero esto sobrepasa los límites burgueses; enseguida se esgrimen los argumentos que declaran la incapacidad de financiar los servicios públicos, mintiendo una vez más.
El Estado español tiene la capacidad suficiente para garantizar una educación pública, gratuita, de calidad y universal a todos y cada uno de los alumnos que existen en el país. Lo que impide que esto sea posible es el carácter de clase del Estado, su carácter profundamente burgués. Esto le lleva a favorecer la avaricia de los empresarios, que sólo pueden enriquecerse cada vez más a través de la bajada de salarios y los despidos. Pero he ahí la contradicción del Capital: si el poder adquisitivo de los trabajadores desciende, la carga impositiva que estos pueden soportar es aún menor, por lo que son necesarios los recortes de aquellos servicios públicos que no aportan rentabilidad a las arcas. Como dice el dicho popular “la pescadilla que se muerde la cola”.
Es claro, entonces, que son los elementos burgueses los que pervierten lo público y que para que los hijos de la clase obrera ejerzan realmente el derecho a la educación gratuita y de calidad, es necesario superar de una vez por todas el Estado Burgués, enviarlo al estercolero de la historia e implantar el Socialismo, el dominio obrero del Estado. Sólo así podremos asegurar la máxima marxista de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades. Y para llegar a ello es indispensable la unidad de la clase obrera, que solamente se podrá llevar a cabo si los comunistas, los únicos revolucionarios, emprendemos también el proceso de unidad.
¡Por una educación obrera!
¡Por el socialismo!
¡Por la unidad de los comunistas!
Secretaría de Movimiento Obrero y de Masas del Comité Central del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)