Resolución del X Pleno del Comité Central del Partido Comunista Obrero Español sobre el nacionalismo
El nacionalismo es un veneno burgués. El marxismo-leninismo no puede aceptar de ninguna forma el nacionalismo; al contrario, el cuadro comunista debe portar en su mano y levantar con orgullo la bandera roja del internacionalismo proletario, la cual implica luchar contra los privilegios y la opresión que unas naciones ejercen sobre otras. Como dijo acertadamente el camarada Stalin en El marxismo y la cuestión nacional: «El proletariado consciente tiene su propia bandera, ya probada, y no necesita marchar bajo la bandera de la burguesía». Abordar correctamente la cuestión nacional implica, además, conocer la evolución histórica del capitalismo, el engaño de la “cultura nacional” y la defensa de los derechos de nuestros hermanos de clase de otros países.
Ya en el Manifiesto del Partido Comunista, los padres del socialismo científico nos legaron una enseñanza vital para comprender hoy día esta cuestión: «Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto».
Karl Marx y Friedrich Engels fueron los que, con su estudio científico del modo de producción capitalista, explicaron que el capitalismo es un sistema que se despliega a escala mundial y que la burguesía, con el desarrollo del comercio internacional, borra las barreras nacionales en favor de la unidad internacional del capital en su afán por expoliar a los pueblos del mundo y de explotar de manera inmisericorde a todos los trabajadores independientemente de su nacionalidad o color de piel, pues la labor de la burguesía es la de acumular capital y desposeer por completo a los proletarios. Por tanto, el movimiento comunista debe tener, de manera obligada, un carácter internacional o entrará en una contradicción con las bases mismas del marxismo-leninismo y del internacionalismo proletario.
Hoy, con la automatización y la robotización de la producción junto con la guerra a todos los niveles entre el bloque imperialista en decadencia de la OTAN y el que busca conseguir la hegemonía de los BRICS, es evidente que el tremendo desarrollo de las fuerzas productivas es incontenible en los estrechos márgenes de la nación. La economía mundial no se articula ya desde el Estado; hoy nos encontramos en la fase del capitalismo monopolista donde son los monopolios los que controlan el mercado mundial y dirigen el destino del mundo desde organizaciones supranacionales como la Comisión Trilateral, el Foro de Davos, el Fondo Monetario Internacional, etc. y los Estados-nación, así como sus gobiernos, son marionetas que ejecutan las órdenes de dichos organismos imperialistas. El imperialismo ha centralizado hasta la extenuación el capital y, consecuentemente, el poder político, ha eliminado los mercados nacionales convirtiendo el mundo en un único mercado donde los monopolios son los amos y señores, han liquidado las fronteras para el capital financiero y han sido parasitarios hasta con la pequeña y mediana burguesía a las que han arrojado a la proletarización forzada.
Posteriormente, en Notas críticas sobre el problema nacional, el camarada Lenin expresaba lo siguiente: «todo nacionalismo liberal burgués siembra la más grande corrupción entre los obreros y ocasiona un perjuicio enorme a la causa de la libertad y a la lucha de clase del proletariado. Y esto es tanto más peligroso cuanto que la tendencia burguesa (y feudal-burguesa) se oculta tras la consigna de la “cultura nacional” […]. La consigna de la cultura nacional es un engaño burgués (y a menudo también centurionegrista y clerical). Nuestra consigna es la cultura internacional de la democracia y del movimiento obrero mundial».
Parece evidente que quien busque servir a la causa de la clase trabajadora y dar genuinos pasos hacia la revolución debe tener como objetivo ineludible unir a los obreros de todas las naciones y luchar frontalmente contra el nacionalismo burgués, tanto el propio como el ajeno. Por tanto, quien trate de limitar y reducir la lucha obrera a los estrechos márgenes de la nación y la cultura nacional, no puede tener un lugar entre las filas del comunismo, del marxismo-leninismo, sino que su sitio se encuentra en las filas de la burguesía, de la reacción, del nacionalismo. Tratar de organizar a los obreros sobre la base de su nacionalidad solo puede significar poner trabas en la organización revolucionaria, pues no estaríamos atendiendo a lo común de todos los obreros – la necesidad de vender una mercancía peculiar, su fuerza de trabajo, por medio del trabajo asalariado para poder subsistir – sino a sus diferencias. Y ese nacionalismo será hoy, en tiempos de guerras, aprovechado por la burguesía para enfrentar y fraccionar a la misma clase de los proletarios, como por ejemplo, enfrentando al proletariado ruso con el ucraniano o al proletariado español con el marroquí, pues mientras que los proletarios luchan entre ellos no están organizando la guerra de clases contra los capitalistas.
Tratar la cuestión nacional en la estrechez de la cultura nacional hace que el oportunista no vea la igualdad entre el proletariado del Estado español y de los proletarios procedentes de África, Asia o América Latina. Pero la realidad es incuestionable; cada año miles de hermanos de clase mueren asesinados intentando saltar la valla de Melilla, víctimas de la brutalidad policial, o se ahogan en el Mediterráneo tratando de huir de la guerra, la esclavitud y la violencia extrema – como consecuencia de la rapiña y el saqueo de las riquezas de esos países africanos, latinoamericanos o asiáticos por parte de las potencias imperialistas. Todo para acabar completamente deshumanizados por los medios de comunicación y los fascistas a los que sirven, al tiempo que son concebidos por la burguesía como poco más que animales, como mano de obra barata que cargará sobre sus hombros la crueldad más absoluta del trabajo asalariado en el caso de no acabar hacinados en un campo de refugiados.
Mientras que la burguesía y los oportunistas buscan enfrentar entre sí a los obreros según su lugar de procedencia por medio del veneno del nacionalismo, del racismo y de la xenofobia, en el programa de los comunistas debe imperar la lucha por el socialismo, la alianza internacionalista de todos los obreros y la revolución proletaria a nivel mundial.
La ideología burguesa tiene como uno de sus elementos fundamentales el intentar vender la identidad nacional como un valor de orgullo para el trabajador y que este anteponga la unidad y salvaguarda de la patria a sus intereses de clase, ya que la lucha por los meros objetivos nacionales solo sirve para diluir los conflictos de clase. Frente a esto, los comunistas debemos insistir en la misión histórica de la clase obrera, que no es otra que lograr la unidad de los proletarios del mundo para adueñarnos del poder político, acabando con el capitalismo en su fase imperialista, y avanzar por medio de la revolución y la dictadura del proletariado hacia el comunismo.
Madrid, 21 de enero de 2023
X PLENO DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (PCOE)