Resolución del V Pleno del Comité Central del Partido Comunista Obrero Español de 8 de noviembre de 2020 sobre la situación del capitalismo – El Socialismo es la única salida
Nos encontramos en el momento histórico donde el capitalismo no tiene ya salida ninguna, donde el capitalismo expresa su inviabilidad absoluta, su caducidad, donde el capitalismo vive en días que ya no le corresponde porque la época de la automatización de la producción, bajo ningún concepto, corresponde al capitalismo.
Los Productos Interiores Brutos de los países imperialistas lejos de crecer se contraen, de tal manera que en el primer semestre de 2020, en términos interanuales, la economía alemana se contrajo un -9,7%, la francesa un -13,8%, la italiana un -12,8%, la holandesa un -8,5%, la española un -17,8%, la norteamericana un -9,5%, la india un -23,9% siendo la economía china la única que ha crecido en el periodo de tiempo mencionado un 3,2%.
La COVID-19 ha sustituido a la “amenaza terrorista” a la hora de reprimir, convirtiéndose en una posibilidad magnífica para que las potencias imperialistas repriman a sus pueblos, bajo la excusa falsa de velar por la salud de dichos pueblos. Y es que Lenin tenía razón, el desarrollo del imperialismo, la progresiva descomposición del capitalismo monopolista conduce a la reacción política, conduce al fascismo.
Con el desarrollo del capitalismo la tasa de ganancia retrocede. Como promedio, ésta desciende inexorablemente y constantemente desde 1885, pasando desde un promedio del 35% en el 1885 a casi el 10% en 2019. En las potencias imperialistas norteamericana, británica y alemana, desde 1855 hasta 2011 han ido decreciendo inexorablemente, de tal modo que en el Reino Unido ha pasado de casi el 43% en 1855 a casi el 5% en 2011, en Alemania ha pasado del 29% al 12% y en EEUU del 26% al 13%. En Japón, Países Bajos y Suecia, desde 1839 hasta 2009 también ha decrecido inexorablemente, de tal modo que en Japón ha pasado de casi el 73% en 1839 a prácticamente el 14% en 2009, en Holanda ha pasado del 57% a prácticamente el 10% y en Suecia del 70% al 7%.
Como podemos ver, la tasa de ganancia en el desarrollo del capitalismo va decreciendo, sin embargo, esta tasa decrece a pesar de que la tasa de explotación crece. La conclusión es clara, a mayor cuota de explotación – cuanto más desequilibrada está la composición orgánica del capital en favor del capital constante y menor cuantía invierte en capital variable (cuanto menor es la cuantía en salarios) – menor es la cuota de ganancia del capitalista. Esta es la Ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que Marx ya expuso en el Capítulo II del Libro III de El Capital.
El capitalismo, por su desarrollo económico, está forzado a condenar a cada vez más masas de obreros no sólo a la miseria, sino a la negación de todo, de la educación, de la salud, de las pensiones, de todo. Socialdemocracia, neoliberalismo y fascismo son todo caras de una misma moneda burguesa, son formas en las que se expresa la ideología de la burguesía en su dictadura. Actualmente, en la época ya de la automatización de la producción, de la descomposición más absoluta del capitalismo, la dictadura de la burguesía ya únicamente se puede expresar en los términos del fascismo.
Podemos comprobar pues que el capitalismo monopolista, el imperialismo, está caduco, en bancarrota no sólo en el terreno de la economía, sino en el terreno de la política y de las instituciones, donde la colisión entre muchas de éstas cada día es más frecuente y más fuerte, tanto a nivel internacional como, obviamente, a nivel nacional.
Estamos en un momento donde los imperialistas están utilizando la pandemia para justificar que su criminal sistema económico no está caducado, cuando hemos demostrado que la pandemia nada tiene que ver con la caducidad del capitalismo, como nos demuestra la economía política. La pandemia está siendo utilizada por los imperialistas para ir aplicando medidas restrictivas y represivas contra la clase obrera así como para profundizar en la depauperación de las condiciones de vida del proletariado, entre otras cosas, con el cambio del modelo productivo acentuando la automatización.
El capitalismo demuestra que tanto la sanidad como la educación pública son inviables en él. No nos remitimos simplemente al momento actual en el que la pandemia ha exacerbado las contradicciones entre los servicios públicos gratuitos y de calidad y el beneficio económico de los empresarios, sino que señalamos que antes del coronavirus estos sectores se encontraban ya heridos de muerte.
Los datos son claros: en 2019 el Ministerio de Educación del gobierno más progresista de la historia detallaba que uno de cada cuatro institutos tiene falta de profesores formados en alumnado con necesidades especiales. Ese mismo año, un estudio revelaba que el 52% del profesorado en España no se consideraba lo suficientemente preparado ni en contenido, ni en pedagogía, ni en la práctica del aula. A su vez, el profesorado con contrato indefinido cada vez es menor, por lo que los huecos restantes se ocupan con sustitutos e interinos, en unas condiciones más precarias. De la misma forma, el alumnado cada vez tiene que correr con más gastos de su bolsillo, puesto que el material educativo lejos está de ser aportado por el Estado.
Con respecto a la sanidad, mucho antes de la pandemia ya existían decenas de miles de profesionales sanitarios que encadenaban contratos basura de horas, lo cual no sólo pone en peligro la salud de los pacientes, sino la del propio personal. Los colapsos hospitalarios tampoco son para nada un tema exclusivo de la COVID, sino que ya ocurría en la totalidad del Estado con una enfermedad más que conocida como es la gripe.
Por último, sabiendo el imperialismo el futuro que le depara, no descartará intentar aplazar su muerte a través de todos los medios posibles, incluidos la propia destrucción del proletariado por vías ociosas como las apuestas o las drogas. Este mes, en Estados Unidos, algunos Estados como el de Oregón aprobaron la despenalización de la heroína en pequeñas dosis, lo cual tiene todo el sentido para el imperialismo yanki: el país con mayores contradicciones necesita oprimir con las drogas más destructivas.
En España, por todos es conocido la proliferación de las casas de apuestas que ni siquiera cumplen la leve ley burguesa de no estar presentes en los alrededores de colegios e institutos. También conocemos que la mal llamada izquierda tiene en su agenda no menos imperialista que la del resto de los países europeos la legalización de la marihuana lo cual, una vez más, encajaría a la perfección de la lógica burguesa teniendo en cuenta que España es, objetivamente, el eslabón más débil de la cadena imperialista. Además, el Estado ya conoce los entresijos del tráfico de drogas, puesto que episodios como el del Plan ZEN del PSOE son de sobra conocidos por los revolucionarios y las familias obreras.
Sin duda, estamos ante un sistema capitalista que se mantiene en pie pero, que realmente, está muerto. Hemos demostrado la inviabilidad del sistema en el terreno económico, cómo el capitalismo desde hace dos siglos no ve más que reducir la tasa o cuota de ganancia, caída que se agudiza a la par que se desarrolla la mecanización y la automatización del trabajo. Este hecho objetivo obliga a los monopolios a detraerle al proletariado todo: la sanidad, la educación, la vejez y sus jubilaciones, o lo que es lo mismo, lo único que les queda por arrebatarnos. Asimismo, la pandemia está haciendo de sustitutivo de la guerra, matando a los más débiles. Por más que decreten estados de alarmas y toques de queda, estos no sirven para salvar vidas pues los lugares donde la gente más se contagia – transportes públicos y centros de trabajo – siguen masificados porque a los empresarios no se les toca en absoluto más que para darles más dineros.
El pleno empleo bajo el capitalismo es una quimera, pero hoy pedir empleo no precario es también quimérico pues el trabajo cada día será menos requerido. Hoy la consigna debe ser que para que los trabajadores tengan derecho a una vida digna, a la sanidad, a la educación, etcétera, es necesario el socialismo y acabar con el capitalismo.
La única salida que tiene la clase obrera es el socialismo y esa es la solución que debemos dar al proletariado estableciéndole dicho marco para la lucha, en un momento donde el fascismo campa a sus anchas y actúa a cara descubierta ya. Y es lógico que esto sea así, el fascismo es capitalismo en descomposición, en putrefacción. Hay un único objetivo que puede dar salida a la encrucijada en la que se encuentra el proletariado: La Revolución.
¡SOCIALISMO O BARBARIE!