La universidad: Una herramienta más del capital
Con motivo de la convocatoria de exámenes presenciales para este primer cuatrimestre del presente curso, estamos siendo de nuevo testigos de la ineptitud y falta de respeto hacia los estudiantes por parte los regentes de las universidades “públicas”, que actúan una vez más al servicio del capital.
Nos encontramos en el momento con mayor número de contagios desde el inicio de la pandemia, con unas cifras verdaderamente alarmantes, que imposibilitan la realización de exámenes presenciales seguros (como hemos podido comprobar en las diversas imágenes difundidas de pasillos y aulas abarrotadas). Sin embargo, ante este panorama, los estudiantes hijos de familias obreras estamos desamparados, y las instituciones -como parte del capital que son- nos escupen en la cara con declaraciones como las que encontramos en el titular adjunto del periódico ABC de Sevilla.
Sin embargo, es el deber de todos los estudiantes provenientes de familias trabajadoras analizar esta situación más allá de lo concreto, del problema puntual y circunstancial, y entender el origen del mismo: el propio sistema capitalista. No es casualidad este interés de las universidades en celebrar exámenes presenciales, y debemos señalar lo que hay detrás de este entramado: las universidades están en bancarrota, con una tendencia a la privatización, y no les queda otra que sacar más y más dinero a los estudiantes (con segundas o terceras matrículas, algo de lo que las familias burguesas no tendrán que preocuparse) consiguiendo una desproletarización de las aulas bestial. Cuestiones como esta ponen de manifiesto la dinámica real de las Universidades “públicas”, cuyo funcionamiento en realidad nunca se ha alejado al de una empresa privada, donde la búsqueda del beneficio se antepone a cualquier necesidad de la clase obrera. No debemos olvidar que la Universidad “pública” ha servido de instrumento ideológico al Capital para adoctrinar a los universitarios de origen obrero y para suministrarle personal altamente cualificado, formado con dinero público, en función de las necesidades del mercado. Además, esta degeneración de la Universidad “pública” no debe analizarse separada de los ataques constantes a la financiación de la misma, lo cual no es más que un síntoma de la quiebra del sistema, como los recortes de este pasado mes de mayo (donde las universidades andaluzas han debido pagar un 20% del Fondo de Emergencia Social y Económica contra la covid19), o el reajuste de 40 millones de euros realizado durante el curso anterior. El peso de estos recortes, como siempre, recae sobre las familias trabajadoras, pues los hijos e hijas de empresarios, de nuevo, no tendrán ningún problema en que las tasas universitarias suban cada año más y más.
Pero esta degeneración de lo público en los últimos años (y acentuada, que no creada, por la pandemia) no se limita a la educación pública, también al resto de servicios. Factores como las listas de espera de meses para atender el especialista, las citas telefónicas con el médico (a un mes vista) para cuestiones que requieren la urgencia de acudir presencialmente, la ineficacia del transporte público para adaptarse a las necesidades de la pandemia (encontrándose abarrotados y sin ninguna distancia de seguridad) etc., ponen de manifiesto la incompatibilidad de un sistema capitalista criminal con la existencia de servicios públicos donde se anteponga los intereses colectivos a los particulares. De esta manera, nos encontramos a las universidades “públicas” actuando como empresas privadas que son y anteponiendo el beneficio particular a la salud de los estudiantes, quienes desgastados tras tantos golpes, en el mejor de los casos, terminamos perdiendo cualquier motivación por el estudio y por la formación.
Además, es el deber del estudiantado en el ejercicio de su conciencia de clase, comprender que esta situación de injusticia y agresión que estamos sufriendo, no se limita a nosotros, sino que se extiende a la totalidad de la clase obrera. No solo las universidades, también cualquier otra empresa, están funcionando (como no puede ser de otra manera en un sistema capitalista) bajo la premisa fundamental que siempre las ha guiado: los beneficios siempre se anteponen a la salud o el bienestar de la clase obrera. Así, gracias a la pandemia, que lejos de crear problemas nuevos se ha limitado a resaltar las contradicciones del sistema actual, asistimos a eventos como los del pasado verano, aumentando en un 20% las muertes por accidentes laborales respecto al año anterior. De esta manera, una vez más somos la clase obrera quienes nos vemos obligados a cargar con el peso de la situación, en este caso de la pandemia, arriesgando nuestra salud y nuestra vida para mantener a los capitalistas a flote.
La solución a los problemas de los estudiantes no pasa por poner los exámenes telemáticos (pues ya hemos visto cómo la brecha digital afecta de manera inmediata a las familias obreras), ni por democratizar la Universidad, firmar reformas, aumentar los presupuestos o subvenciones, y un sinfín de parches que al poco tiempo se despegan, siendo las contradicciones incluso más desgarradoras. Los males que sufren los estudiantes de capas populares son los mismos que sufren los trabajadores de cualquier empresa, los pensionistas o parados, vienen de un mismo denominador común: el sistema capitalista de producción. Mientras no sea la clase trabajadora dueña de las riquezas, tierras, bancos, empresas y fábricas, será imposible mandar al Estado al estercolero de la historia para edificar uno propio, por la clase obrera y para la clase obrera. Donde en las universidades, fábricas o empresas se vele por los intereses colectivos y la explotación no tenga cabida. Es por eso que llamamos a los estudiantes a organizarse en las filas del Frente Único del Pueblo, para unir su lucha con el resto de las capas populares y derrocar al sistema que nos oprime.
¡LUCHEMOS POR EL FRENTE ÚNICO DEL PUEBLO!
¡POR UNA EDUCACIÓN NUEVA AL SERVICIO DEL PUEBLO!
¡POR LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO!
Célula I.Stalin del PCOE en Sevilla