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La educación del capitalismo hoy es una farsa: los profesores fingen que enseñan y los alumnos fingen que aprenden

“El secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes”

Maximilien Robespierre

En el capitalismo, podríamos decir que el concepto de la educación pública nace en el seno de la Revolución Francesa de 1789, la cual en su fase más izquierdista impulsada por los jacobinos y los sans-culottes implantaron un sistema educativo completamente gratuito para toda la población y basado en las ideas ilustradas. Si bien es cierto que entre los tira y afloja que hubo entre girondinos y jacobinos, y posteriormente en el desarrollo del capitalismo a nivel global podemos encontrar desavenencias en el tema educativo, el camino a alumbrar era claro: ante las fuerzas productivas gremiales del feudalismo era necesario instruir a la futura clase obrera para que pudiera trabajar de forma cualificada, tanto para producir mercancías como para mejorar la calidad de los medios de producción.

Así, las estimaciones nos indican que el analfabetismo en Francia se redujo en hombres de un 71% (86% en mujeres) a finales del siglo XVII a un 23% (33%) a finales del siglo XIX. La población trabajadora estaba cada vez más preparada y letrada, de forma que la variación de la producción capitalista en su fase ascensional llega a puntos inimaginables a día de hoy, llegando en períodos muy concretos a crecimientos del 12% interanual, que dejan en pañales al crecimiento económico que Francia tiene a día de hoy, motivado principalmente por el endeudamiento del Estado y la política económica burguesa, que no es más que la impresión continua de papel moneda.

 

 

Por tanto, de la misma forma que el capitalismo necesitaba antaño de mano de obra cualificada para seguir existiendo, hoy malvive a través de la deuda impagable, una inflación desbocada y una más que evidente recesión (escenario que en términos económicos recibe el nombre de estanflación), con el consecuente deterioro de los servicios públicos y, entre otros, la educación. Lo que un día fue una necesidad, hoy con el desarrollo de las fuerzas productivas y la automatización se convierte para los capitalistas en un lastre ya que a este puñado de ladrones que concentran la riqueza les sobran vidas humanas pertenecientes a la clase obrera, les son prescindibles.

Francia es un ejemplo perfecto de la irracionalidad y la inviabilidad del imperialismo, destruyendo una media de 425 escuelas cada año (más de una escuela por día), demostrando que hoy día la educación pública no es ni por asomo necesaria a los niveles que veníamos viendo a principios de siglo y que todas esas conquistas que costaron sangre y vidas se desvanecen, mostrando la esencia inhumana de la burguesía que tras la caída de la Unión Soviética, esto es del movimiento obrero revolucionario, las conquistas de la lucha obrera están siendo revertidas, arropados por el oportunismo traidor que contribuye a ello desmovilizando y desviando a la clase obrera de su objetivo histórico, de la consecución del socialismo.  La descomposición del capitalismo arrastra a todo, también a la educación.

 

 

A pesar de que hablamos del caso francés, es claro que la crítica se puede extender al grueso de las potencias imperialistas. Mientras unos países como los americanos ya tienen un modelo educativo privado bien asentado e, incluso, puntero frente a las instituciones públicas, los países de Europa (que acumulan el 50% del gasto social del mundo) se apresuran por implantar este modelo ante un gasto público que ya era insostenible en 2019 y hoy, en tiempos de guerra, más todavía.

En el Estado español, el panorama público no se queda atrás y la situación en cuestiones de Educación ha experimentado un retroceso muy importante:

  • En primer lugar tenemos la situación de los trabajadores interinos que se encuentran en fraude de ley durante años e incluso décadas. De esta forma nos encontramos con que cientos de miles de trabajadores de la educación con una amplia experiencia fueron expulsados de sus puestos de trabajo y reemplazados por nuevas incorporaciones que cubren sus plazas a costo mucho menor (menos trienios y sexenios que tiene que pagar la administración, por ejemplo).

Esto nos demuestra que aquellos que decían que en lo público se respetan más los derechos de los trabajadores mentían como bellacos, puesto que cuando hablamos de lo público debemos pensar en el carácter de clase del Estado. La expulsión de todos estos interinos no es sólo una agresión a la clase obrera por lo evidente (la negación del trabajo), sino también una agresión a los hijos de la clase obrera que contarán hoy con menos profesorado y, por tanto, con un menor derecho a la educación.

  • El gasto de las familias en la educación pública se incrementa cada curso escolar dejando en pañales esos golpes en el pecho del Gobierno más progresista de la historia cuando aseguran que la inversión en educación es más alta que hace una década. Si a esto le sumamos que los profesores han perdido más de un 25% de poder adquisitivo en la última década y que la inversión en los centros concertados en ese mismo período aumenta un 20%, vemos claramente un marcado carácter burgués a la hora de gestionar la educación.
  • La nueva ley educativa, que empeora gravemente la situación del alumnado, profundizando en la educación como un medio para moldear su mente al pensamiento burgués de la productividad y no como un recurso para pensar, cuestionar lo que le rodea y crecer en el aspecto humano. Las recuperaciones de septiembre adelantadas para junio, es decir la recuperación de asignaturas en dos semanas, no es más que una réplica del machaque continuo a los trabajadores en cualquier empresa. El consenso educativo en el estado burgués es el machaque de cualquier atisbo de conciencia de clase entre nuestras filas más jóvenes.

Los motivos para la movilización, organización y huelga general son más que evidentes en cualquiera de los sectores productivos y en la educación no es menos. Sin embargo, las fuerzas sindicales que podrían dar un golpe encima de la mesa se dedican a hacer el papel de recursos humanos de las distintas Consejerías de Educación. Se dedican, a fin de cuentas, a mantener a la clase trabajadora adormecida e inmóvil para así ellos seguir cobrando del Estado. Así, CCOO y UGT convocan en Cataluña dos huelgas para septiembre, con unas motivaciones legítimas, pero no convocan en el resto del Estado español, básicamente porque es en Cataluña donde tienen riesgo de perder representantes sindicales frente a las organizaciones sindicales independentistas. Pudiendo movilizar a toda la Comunidad Educativa y engarzar con el resto de sectores productivos, apuestan por la fragmentación de los trabajadores. Los sindicatos amarillos son también veneno burgués en las filas de la clase obrera.

La situación de la educación pública empeorará a cada curso académico que pase y sus consecuencias serán devastadoras. Con los recortes que la Unión Europea realizará sobre diferentes estados miembros, podemos estar seguros de que los recortes en educación (que hoy también tenemos, aunque enmascarados) se harán notar. A medida que pasa el tiempo, los centros educativos se convierten cada vez más en un lugar donde dejar a los hijos para conciliar la vida laboral. O lo que es lo mismo, un lugar donde los profesores fingen que enseñan y los alumnos fingen que aprenden.

La solución no vendrá caída del cielo y menos todavía en un sistema para el cual los trabajadores sólo somos piezas para el enriquecimiento de los capitalistas. Es necesario superar el sistema capitalista y sustituirlo por un sistema superior socialista en el que la clase obrera tenga realmente poder para poner la educación al servicio de la humanidad y no de una minoría inhumana y criminal que únicamente persigue lucrarse más a costa de la desigualdad y la explotación, a costa de embrutecer y deshumanizar a la clase obrera. Y para conseguir esa organización de la clase obrera necesitamos órganos de gobierno, de poder proletario, necesitamos desarrollar el Frente Único del Pueblo en el cual el movimiento obrero se organice en los centros de trabajo mediante sus órganos unitarios uniéndose en torno al sindicalismo de clase agrupado en la Federación Sindical Mundial (FSM) y la lucha de la clase obrera en los centros de trabajo sea la columna vertebral, y se fusione, con la lucha de la clase obrera en los barrios y de los diferentes sectores que conforman al proletariado. Esa unidad de clase consciente para la emancipación de la clase obrera en su conjunto, es la esencia del contrapoder obrero que se tiene que desarrollar para imponer la razón de la clase obrera, la razón de la justicia y el progreso social para confrontar con el viejo poder burgués que persigue perpetuar el embrutecimiento, la desigualdad y la explotación. Sin el desarrollo de los órganos de poder de la clase obrera, de la construcción del Frente Único del Pueblo, sin el protagonismo y la participación de la clase obrera como sujeto revolucionario, como constructor del nuevo mundo libre de la explotación, del socialismo, lo único que queda es más embrutecimiento, más explotación y más muerte.

 

¡Construyamos el Poder Obrero, por el Frente Único del Pueblo!

¡Por la abolición del Estado burgués y la construcción del Estado Proletario!

¡Socialismo o barbarie!

 

Comisión de Movimiento Obrero y de Masas del PCOE