Feminicidios: El reflejo de la crisis del capitalismo en el seno de la familia

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Este martes 3 de mayo los medios de comunicación se hacían eco de la noticia de una nueva mujer asesinada, fruto de la violencia de género, en el Estado español, esta vez en Tarancón, Cuenca. Ouardia, madre de 3 niños de 2, 4 y 5 años, había denunciado ya en dos ocasiones a su marido por malos tratos. Sin embargo, este había quedado absuelto por la justicia, permitiéndole volver a la casa de la familia, donde, según relatan los vecinos, el marido de Ouardia continuó maltratándola hasta acabar con su vida.

El caso de Ouardia es un nuevo y triste ejemplo de cómo el sistema judicial del Estado burgués abandona al proletariado a la muerte y la violencia. La justicia a la que apela la socialdemocracia cuando nos piden a las mujeres denunciar a nuestros agresores nos ignora y abandona, no importa las veces que denunciemos. ¿Cuántas somos asesinadas cada año tras denunciar a nuestros agresores? ¿Cuántas debemos morir esperando la respuesta de un sistema para el que sólo somos carnaza? El Estado burgués sólo protege el beneficio de los explotadores, abandonando por igual al represaliado, al inmigrante, al obrero y a la mujer.

Tras conocer la noticia, Irene Montero decía lo siguiente: Hemos fallado. Pero el Estado burgués no ha fallado, ha actuado conforme a su naturaleza: acallar al proletariado y dejarlo morir, sin hacer nada que pusiera en peligro el sistema de explotación. Para esto es para lo que ha servido el feminismo a la mujer obrera, para ocultar la realidad del sistema que nos oprime y vendernos la quimera de una sociedad capitalista libre de machismo. La realidad es que cada pequeña reforma, cada ministerio, secretaría y presupuesto que se destina a la “lucha” contra la violencia machista no es más que una fachada. El Estado, por mucho que haga suyas las reivindicaciones feministas, nunca atacará el sistema de explotación del que se origina nuestra opresión, al contrario, con cada reforma trata de apuntalarlo, porque el Estado no es más que la expresión de los intereses de la burguesía. Las mujeres comunistas sabemos con certeza que el feminismo no busca más que perpetuar estas reivindicaciones reformistas y, por lo tanto, inútiles, alejando a la mujer obrera de la Revolución, único camino para alcanzar su emancipación.

El feminismo y la socialdemocracia se esfuerzan en negar desde las instituciones el verdadero origen de la explotación de la mujer. Sin embargo, desde las instituciones son incapaces de ocultar, mucho menos de darle explicación a la doble opresión que sufre la mujer, la machista y la de clase. Esta viene dada por la división del trabajo entre los sexos y el rol atribuido al hombre de sustentador de la familia. De esta forma, el hombre es entendido en la familia como una figura de autoridad y ostenta una posición privilegiada en la misma, siendo la mujer sumisa y dependiente, lo que genera una relación desigualitaria que llega a ser, en numerosas ocasiones, vejatoria y denigrante. Esta relación de opresión se ve reforzada por la construcción de relaciones monogámicas que contribuyen a perpetuar la opresión que ejerce el hombre sobre la mujer.

Sin embargo, en el sistema capitalista, cuya crisis profunda y constante no es más que un secreto a voces, la familia burguesa tal y como la conocemos no solo se encuentra en crisis, sino que está condenada a la desaparición. Las crisis cíclicas del sistema abocan a las mujeres a trabajos marginales en condiciones de sobreexplotación y miseria, al tiempo que se demuestra que en ningún Estado capitalista, por más “avanzado” o “democrático” que se diga, la mujer está libre de la esclavitud doméstica y, por ende, no está en igualdad de derechos con el hombre.

En este contexto, la situación de miseria de muchas familias, el paro, la falta total de perspectivas y salidas para su futuro generan situaciones de desesperación en las que muchos padres de familia se descargan a menudo en la mujer y los hijos[1]. Hoy día, el sistema capitalista en su fase imperialista depende del ejercicio de la violencia más extrema para sobrevivir. De ahí que esta forme parte fundamental de su superestructura ideológica, que toma la forma del fascismo, impregnando con esta ponzoña toda la sociedad. Por tanto, no es de extrañar que el número de casos de violencia de género y violencia infantil siga aumentando en pleno siglo XXI: no es más que el reflejo del sistema que rige la sociedad actual.

«Estas condiciones que degradan a los dos sexos, y en ellos a la humanidad, son la última consecuencia de nuestra elogiada civilización…; debemos agregar que esa total inversión de la condición de los sexos solamente puede provenir de una causa: que los sexos, desde el principio, han sido puestos falsamente frente a frente… La mujer puede ahora, como antes el hombre, cimentar su dominio, puesto que la mayoría de las veces da todo a la familia; de esto se sigue, necesariamente, que la comunidad de los miembros de la familia no es verdadera ni racional, porque un solo miembro de ella contribuye con la mayor parte. La familia de la moderna sociedad es disuelta, y en esta disolución se demuestra, justamente, que en el fondo no es el amor a la familia sino el interés privado, necesariamente conservado en la investida comunidad de bienes, el lazo que sostiene a la familia».[2]

En definitiva, la mujer trabajadora está sometida a una situación de explotación y opresión que demuestra que el feminismo, lleno de reformas y decepciones, nada tiene que hacer por su emancipación. Sólo orientando su lucha hacia la destrucción del sistema capitalista, la mujer y la humanidad alcanzarán su plena emancipación, una emancipación cuya conquista será fruto de la lucha de clases. Será pues la revolución socialista, con la eliminación de la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre, la que revolucionará todas las esferas de la vida permitiendo a las mujeres liberarse de sus cadenas.

La revolución socialista cortará de raíz toda opresión y desigualdad de la mujer, pero para ello es necesario que la clase trabajadora abandone las promesas de reformas y se organice aunando todas sus luchas en un único frente para derrocar al sistema capitalista que nos explota y nos oprime, el Frente Único del Pueblo, junto al Partido Comunista como la herramienta imprescindible para la toma revolucionaria del poder y la completa liberación del proletariado internacional, obreros y obreras, del yugo del imperialismo. Bajo nuestros hombros descansa el deber histórico de acabar con el capitalismo y erigir el mundo socialista, libre de opresión.

Como advirtió el camarada Lenin: «No puede haber revolución socialista si la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras no participan en gran medida en ella»[3].

 

¡POR LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER!

¡SOCIALISMO O BARBARIE!

Murcia, 4 de mayo de 2022

Comité Regional del PCOE en la Región de Murcia

 

[1] Jiménez, C. (1987). La mujer en el camino de su emancipación.

[2] Engels, F. (1845). La situación de la clase obrera en Inglaterra.

[3] Lenin, V. I. (1918). Discurso en el I Congreso de toda Rusia de obreras.

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