Fascistas y oportunistas: el ataque a la sede de Podemos en Cartagena
La sede de Podemos en Cartagena fue atacada la pasada noche del jueves 1 de abril. Un ataque que no se quedó en las habituales pintadas y que se tornó más grave al emplear los agresores materiales explosivos contra el local. Este episodio se entrelaza, irremediablemente, con el enfrentamiento que tuvo Pablo Iglesias con un grupo de nazis hace varios días en Coslada.
Hay quien dirá que la conjugación de una enorme crisis del capitalismo, agravada por la pandemia de la COVID-19, con las próximas elecciones regionales de Madrid está produciendo una tendencia a la polarización política; una polarización que sitúa a Podemos-IU/PCE en la extrema izquierda y a estos grupúsculos nazis, y a veces a VOX, en el extremo derecho, mientras que PSOE, PP, C’s y Más Madrid luchan por el falso “centro político” como forma de acercarse a la virtud en términos aristotélicos.
Es nuestro deber, primeramente, condenar frontalmente el ataque a la sede de Podemos, pero no podemos sino advertir a los comunistas y obreros honestos que aún se sitúen bajo el paraguas de la coalición eurocomunista y socialdemócrata que su líder, Pablo Iglesias, ha demostrado nuevamente que ante la violencia fascista sólo es capaz de enarbolar la fraseología política inherente a todo reformista del capitalismo: «democracia, libertad de expresión y justicia social». Pablo Iglesias, como oportunista que es, engaña a su militancia y a la clase obrera cuando se trata de poner fin a la violencia; porque pretende dar a entender que esto son situaciones excepcionales que alteran la normalidad democrática, cuando lo que existe no es democracia, sino la sangrienta dictadura de clase de la burguesía contra el proletariado, ocultando así, como dijo Lenin, que «el Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra». Y es preciso, también, recordarle a Pablo Iglesias que cuando los catalanes, en 2017, lucharon por llevar a la práctica un derecho democrático esencial como es la autodeterminación de las naciones, él no dudo en acusar al independentismo de «despertar el fantasma del fascismo».
Que tampoco espere Pablo Iglesias un “trato justo” de los voceros del capital como favor ante los servicios prestados. Ya hemos podido observar como Luis del Pino, entre otros, hacían malabares para no condenar el ataque, cuando esa misma gente tuvo pocas contemplaciones a la hora de hablar de terrorismo en el caso Altsasu o ante la quema de un par de contenedores en las protestas por el encarcelamiento de Pablo Hasél.
Como ya advirtió Dimitrov: «Los jefes de la socialdemocracia encubrieron y ocultaron ante las masas el verdadero carácter de clase del fascismo y no llamaron a la lucha contra las medidas reaccionarias cada vez más graves de la burguesía». Pablo Iglesias continua la labor criminal de sus antecesores, tratando de poner una venda sobre los ojos del movimiento obrero en su incesante lucha por reformar el capitalismo en decadencia, socavando la lucha del movimiento obrero revolucionario que busca darle muerte.
El capitalismo español se encuentra en una profunda bancarrota política, social y económica, encontrándose atravesado además por su incapacidad para solucionar asuntos tan vitales como la cuestión nacional o la cuestión de la tierra. Por ello, el capitalismo español sólo tiene una salida: aumentar la escalada de violencia contra la clase obrera, apostándolo todo a la reacción, al fascismo.
Y esta violencia no es un fantasma, como tampoco es una anomalía dentro de la “democracia”. No podemos retratar al fascismo como un grupo aislado de “violentos” o “nostálgicos del franquismo”; no podemos definirlo como algo del pasado que acabó cuando los oportunistas del PCE se dieron la mano con la élite franquista en el periodo de transición; no podemos señalar únicamente a partidos como el PP o Vox, aunque su ideario y prácticas sean abiertamente fascistas; porque el fascismo es el propio Estado. El Estado es el instrumento que condensa toda la violencia de la burguesía monopolista contra la clase obrera. Es la herramienta esencial para la dictadura de clase que ejercen e imponen los monopolios.
Debemos tener muy claro que la esencia del Estado español es la corrupción, la represión, el anticomunismo, la negación de los mínimos derechos democráticos. No hay separación alguna de poderes, siendo el parlamentarismo una mera pantomima, donde la clase obrera tiene vetada toda posibilidad de intervenir políticamente. Toda violencia tiene su origen en la propiedad privada de los medios de producción, en la división de la sociedad en clases sociales antagónicas y en el empleo de la violencia más descarnada por parte de la burguesía, siendo el Estado su herramienta fundamental, para mantener ese dominio todo lo posible, pese a que se encuentre en un momento histórico que ya no le corresponde. Esa violencia finalizará con la propiedad social de los medios de producción, con la eliminación de clases sociales y el Estado, es decir, la violencia tiene su final con la instauración del comunismo.
Para finalizar, también nos hemos hecho eco del caso de un simpatizante de los CJC que fue agredido en Madrid por escoria fascista. Desde aquí le mandamos todo nuestro apoyo y solidaridad.
¡SOCIALISMO O BARBARIE!
Madrid, 2 de abril de 2021
COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)