En el capitalismo la salud es una cuestión de clase
Desde que la pandemia por el COVID-19 apareció, no hemos dejado de ver y leer noticias en los medios de comunicación sobre playas llenas de gente, fiestas privadas que se convierten en focos de contagio, ‘botellonas’ y toda clase de situaciones clasificadas automáticamente como una irresponsabilidad. Se individualiza la responsabilidad de adoptar medidas de seguridad ante los contagios mientras que las responsabilidades gubernamentales y, sobre todo, empresariales, pasan desapercibidas en la mayoría de medios.
Las diferentes comunidades autónomas están planificando la vuelta al colegio de los niños en septiembre, época en la que, visto lo visto, ni la pandemia estará superada ni tendremos una vacuna que cumpla todos los requisitos para ser aplicada en humanos aún. Las únicas medidas que se pueden tomar para intentar evitar los contagios en las aulas son todas medidas económicas estructurales, empezando por el ratio de alumnos por aula. El desarrollo del capitalismo ha hecho que la inversión en educación pública se haya reducido notablemente a favor de la educación privada, con una consecuencia en ambos sectores, el aumento de alumnos por aula. Los recortes en el número de profesores del sector público por falta de presupuesto se traducen también en un menor número de profesores por alumno en el sector privado como una forma de obtener mayores beneficios por parte de los dueños de los centros privados. Tan solo los más ricos podrán pagar centros educativos de élite para sus hijos que les garantice una atención adecuada.
Esta reducción de la calidad de la educación al que puede acceder la clase trabajadora no es nada nuevo, no se ha producido a raíz de la pandemia, sino que durante años los profesionales educativos vienen denunciando sistemáticamente cómo los gobiernos de todos los colores han ido destruyendo la educación pública.
Por otro lado, mientras que se nos inunda constantemente con publicidad sobre las medidas de seguridad que debemos seguir (uso de mascarilla, desinfección de manos, distancia de seguridad, etc), el transporte público en algunas ciudades sigue siendo como trenes de ganado donde la clase trabajadora se apelotona, haciendo imposible guardar la distancia de seguridad. Sólo quienes puedan permitirse viajar en un vehículo privado, algo que debido al aumento de la miseria entre la clase trabajadora, es cada vez más complicado, podrán evitar tener que viajar amontonados como mercancía en vagones de metro, a pesar de las medidas de seguridad supuestamente adoptadas.
De nuevo, la realidad es que el deterioro del transporte público en las grandes ciudades tampoco es algo que haya ocurrido a raíz de la pandemia, sino que podemos ver como los usuarios llevan años quejándose de la reducción de medios mientras ha aumentado el número de usuarios.
En este sistema, la salud, como cualquier otro asunto relevante, es una cuestión de clase. El desesperado intento de la burguesía por obtener cada vez mayores tasas de beneficios, hace que nuestra salud sea una mercancía más. Si viajas en un autobús de la empresa Alsa, puedes elegir entre viajar con alguien en el asiento contiguo, aumentando así el riesgo de contagio, o pagar 8,58 euros para bloquear ese asiento.
Mientras se criminaliza a la clase trabajadora por acudir a las playas de forma masiva, como si un trabajador pudiera acceder al turismo de lujo de islas privadas, el gobierno continúa por un lado regalando dinero público a empresas privadas a través de los ERTEs, y por otro lado permitiendo que las empresas de transporte puedan seguir abarrotando trenes, aviones y autobuses, a no ser que tengas el dinero para “bloquear” el asiento contiguo.
Este sistema ha llegado a un límite en el que sólo genera miseria y muertes entre la clase trabajadora, que sólo puede sostenerse a base del expolio y la explotación máxima, y que en su intento por sobrevivir a toda costa, convierte todo, incluidas las vidas de los trabajadores, en mercancía, y como tal somos tratados.
Sólo un sistema superior al capitalismo, centrado en el ser humano como ser social, y no en el beneficio de una minoría parasitaria, puede garantizar un futuro para el pueblo y para el planeta que habitamos. Sólo el socialismo puede hacer que nuestra salud, nuestra educación y en general todas nuestras necesidades como seres humanos, tanto materiales como intelectuales, dejen de ser una mercancía en manos de una minoría y pasen a estar controladas por la mayoría del pueblo.
Para que el proletariado cumpla su misión histórica de acabar con el sistema capitalista y construir el socialismo, es necesario que todas las luchas parciales se unifiquen en una sóla lucha contra el sistema, en un Frente Único del Pueblo que sirva como germen de un Estado obrero en el que el poder esté en manos del pueblo.
Secretaría de Agitación y Propaganda del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)