El suicidio de dos adolescentes en Sallent: fascistas y oportunistas tienen las manos manchadas de sangre
Recientemente conocimos el trágico caso de Iván y Leila, dos jóvenes de 12 años que saltaron al vacío desde el tercer piso de su vivienda familiar en un intento de suicidio conjunto a causa del enorme acoso que recibían, lo que derivó en el fallecimiento de Iván mientras que su hermana se encuentra hospitalizada en estado crítico.
El acoso escolar se producía por diversos motivos. Parece ser que la xenofobia era patente a causa de su procedencia argentina, pero la cosa no acaba ahí. El acoso también se producía porque Iván era trans y había pedido en su entorno escolar que se refirieran a él con ese nombre en lugar de Alana, que no concordaba con su género; a cambio, tuvo que soportar cómo había quienes se referían a él como “Ivana” de manera burlona.
Para más inri, este acoso fue denunciado por la familia y era conocido por el instituto Llobregat al que asistían. Sin embargo, poco o nada se hizo para evitar lo ocurrido. Por ello, una treintena de personas marcharon en señal de protesta en un recorrido que finalizó en dicho instituto y donde se exigió el cese del director del centro. Y ahora, a toro pasado y con el trágico fallecimiento de Iván, la Conselleria d’Educació de la Generalitat de Catalunya admite ese expediente, cuando, en un primer momento, incluso llegaron a descartar la existencia misma de acoso.
No es de extrañar que esta situación de repetida xenofobia y transfobia terminara provocando una seria depresión. Todo esto, además, se enmarca en un contexto donde la salud mental de los jóvenes está más maltratada que nunca: los intentos de suicidio se han multiplicado casi por veintiséis en la última década; los intentos de suicidio y autolesiones de jóvenes aumentaron un 250% durante la pandemia; y el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años en el Estado español. Iván y Leila, como muchos otros jóvenes, son víctimas directas de esta sociedad podrida, reaccionaria y totalmente deshumanizada.
Esto no es un caso aislado, y tampoco, por desgracia, dejará de suceder mientras haya quienes hagan orbitar el debate en torno a la reciente Ley Trans. La raíz del problema se halla en la falta de futuro que existe para el proletariado a causa de la crisis general y global del modo de producción capitalista, lo que se expresa en que la clase trabajadora se encuentra completamente desposeída y observa como no tiene garantizados los medios para alcanzar una vida digna y su vida es pura incertidumbre.
En estas controversias acerca de las reformas parlamentarias, son el Estado, la burguesía y el modo de producción capitalista quienes siempre salen impunes del debate político mientras que la atención se sigue centrando en el obrero inmigrante o en las personas LGTB+. Fascistas y oportunistas son dos caras de una misma moneda que retroalimentan su particular polvorín político.
Por una parte, los fascistas con su racismo y xenofobia donde sitúan a la clase obrera proveniente de otras partes del mundo en la diana para que los obreros nos enfrentemos entre nosotros, han salido innumerables veces a la palestra a denunciar coléricamente el fin de las intervenciones quirúrgicas, la hormonación y las terapias de reconversión. Se llevan las manos a la cabeza porque el reconocimiento de las realidades trans pueda suponer el inicio del fin para la cultura católica, de la familia tradicional o de los arcaicos roles de género, sucesos que los comunistas solo podríamos celebrar, pero que sabemos que no terminarán de producirse mientras sigamos en este régimen capitalista y criminal, y no se lleven a cabo cambios revolucionarios en la base económica que impliquen, posteriormente, un cambio en la superestructura.
Por otro lado, hay quienes, desde una supuesta izquierda, con el único afán de conseguir votos ante el próximo periodo electoral y sin voluntad de entrar en el fondo de la cuestión, utilizan a las personas LGTB+ como su punching ball del debate político, abrazando los postulados biologicistas y antimaterialistas del feminismo radical, llevando así al proletariado hacia la reacción política y el reformismo, y abnegando del movimiento revolucionario.
Esta situación solo puede revertir en una mayor desorientación política y organizativa de la clase trabajadora – especialmente de su juventud –, delimitando la lucha obrera en el estrecho marco de las disputas del circo parlamentario burgués y reconduciendo la acción hacia el electoralismo, bien para evitar, en el caso de los fascistas, “la degeneración de la sociedad” o, en el caso de los oportunistas, “el borrado de las mujeres”. Por ello, estas muertes cargan sobre sus espaldas.
El tercer agente que interviene en esta discusión es la propia burguesía como clase social, la cual no desaprovecha ninguna ocasión para seguir acumulando capital. No es raro ver como la empresa privada realiza prácticas de pinkwashing y paga a organismos estatales para aparecer con la marca LGTBfriendly, intentando engañar a la clase trabajadora, haciendo creer que están sensibilizados con alguna clase de nuestros problemas cuando, contrariamente, utilizan la diversidad para lucrar a estos organismos del Estado a cambio de publicidad.
Las personas que al nacer han sido asignadas a un género u otro en función de su sexo y que frente esta realidad explotadora y opresiva solo ven una cárcel, tienen todo el derecho a desarrollarse como seres humanos plenos, algo que lamentablemente es imposible de conseguir en un sistema capitalista que nació de las desigualdades y que se retroalimenta con ellas. Solo el socialismo científico, el marxismo-leninismo, cuenta con un armazón teórico y práctico lo suficientemente sólido para analizar esta situación y abordarla hacia una salida auténticamente revolucionaria y emancipadora.
¡POR LA LIBERACIÓN DE LA CLASE OBRERA!
¡PROLETARIOS DEL MUNDO, UNÍOS!
¡SOCIALISMO O BARBARIE!
Madrid, 26 de febrero de 2023.
COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)