El PCOE de Madrid participa en la concentración del sábado en Sol

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El Partido Comunista Obrero Español (PCOE) de Madrid acudió el sábado 23 de mayo a la concentración en Sol que defendía como lema: “Por el trabajo, por nuestros derechos, por un plan urgente de emergencia social”. Invitada por el PCPE, una delegación del Partido tomó parte de un acto limitado a un máximo de 50 personas con autorización previa, en el marco de las medidas permitidas en el plan de desescalada de la pandemia.

Para convocar dicha concentración hicieron falta grandes esfuerzos en los tribunales. No deja de ser revelador que a los comunistas se nos impongan trabas burocráticas, se nos exija un justificante de asistencia y se nos apliquen fuertes medidas de seguridad, mientras que a los fascistas se les permite manifestarse todos los días en el Barrio de Salamanca, sin necesidad de una autorización de la Delegación del Gobierno, incumpliendo sistemáticamente las medidas preventivas higiénicas y, para más inri, con escolta policial. El fascismo más rancio campa a sus anchas, sin identificaciones, cacheos, multas ni porrazos, mientras la Policía reprime al proletariado en los barrios obreros. Y para conseguir que se le conceda una migaja de su derecho de reunión y de manifestación, la clase obrera se tiene que pelear en los juzgados, como ha ocurrido para la concentración del sábado.

El mismo día que nos manifestamos en Sol, decenas de miles de fascistas de todas las edades paseaban con banderas de España fuera del horario permitido con la más absoluta impunidad y se incumplía sin vergüenza alguna la limitación de 100 vehículos establecida originalmente para la manifestación. Todo ello fue posible por la connivencia de las fuerzas de seguridad del Estado, que se dejaron en casa la libreta de las multas y velaron ininterrumpidamente por que los fascistas pudieran gritar por todo lo alto los cuatro ladridos que les permite su carestía neuronal.

La experiencia demuestra una vez más que el Estado tiene un carácter de clase y que en España, en particular, no solo es un Estado burgués, que sostiene este sistema de explotación a la clase trabajadora, sino que no es capaz ni de cumplir con las mínimas garantías de libertades políticas y sindicales que se le presupone a una democracia burguesa. No cumple siquiera con los estándares mínimos democráticos. El Estado español es un Estado con una estructura jurídico-legal fascista, emanada de una reforma del aparato estatal franquista y adaptada a las condiciones económicas y políticas exigida en la Europa de los monopolios. El día que el fascismo más recalcitrante y directo llegue al Gobierno y se disponga a aplicar la dictadura abierta, no necesitará romper con la Constitución y fundar un Estado fascista nuevo, pues en el Estado español actual ya tiene a su disposición multitud de leyes fascistas que no se encuentran en ordenamientos jurídicos de democracias burguesas –artículo 155, ley de partidos, ley mordaza, delito de sedición, etc.–.

Ahora más que nunca, es necesaria la organización de la clase obrera y la unidad de acción de los comunistas. Es imperativo que el pueblo trabajador se deshaga de su miedo de una vez por todas, pues más contagioso que la COVID-19 es el miedo que impide al trabajador a organizarse. El fascismo crece y se hace cada vez más fuerte en todo el Estado español, con la impunidad que le confiere un Estado cimentado en una reforma del franquismo y hoy dirigido por un Gobierno oportunista. En los últimos años, las fuerzas más reaccionarias del país se han ido organizando, promocionados por la burguesía monopolista y por los medios de comunicación del capital, y en los últimos meses se han ido convergiendo en las siglas de VOX.

Los partidos oportunistas que hoy se encuentran en el Gobierno, lejos de señalar el papel histórico del fascismo como salvaguarda bruta del sistema capitalista en crisis, han tolerado a los intolerantes y permitido su auge. No podría haber sido de otra manera, pues denunciar la naturaleza del fascismo conlleva inevitablemente a señalar el capitalismo que lo origina. Y a Podemos-IU-PCE no les conviene poner la lupa en el sistema capitalista, del que tanto se benefician. Al no querer señalar la verdadera naturaleza del fascismo por implicar al sistema capitalista, los partidos “progresistas” de la “nueva izquierda” revelan su propia naturaleza de oportunistas, blanquean el fascismo (que ellos llaman “ultraderecha”) permitiéndole espacio y allanan el camino para que este se haga más fuerte. Así, la historia se repite y la socialdemocracia, fiel a su función, desbroza la llegada del fascismo al poder para que este sostenga por la fuerza un sistema en crisis, cada día más decadente y que se debate en agonía todavía más si cabe con la pandemia de coronavirus.

La realidad del Estado español refleja la bancarrota, la quiebra, tanto de su sistema económico –el capitalismo monopolista de Estado– como de la superestructura que eleva. Antes de la llegada de la COVID-19, la fotografía del Estado español era la de un sistema económico con una industria desmantelada para cumplir con los designios del imperialismo europeo. Antes de la llegada del estado de alarma, la situación económica indicaba que la deuda pública española era impagable, en torno al 100% de su PIB. La COVID-19 no ha desencadenado crisis alguna, lo que ha hecho es descorrer la cortina y ha mostrado la situación real del sistema: un sistema anárquico, económicamente en bancarrota, incapaz de soportar un mes de paralización parcial de la producción y con una industria y unos servicios públicos desmantelados, como lo acredita la respuesta del sistema sanitario a la pandemia.

Los trabajadores estamos demostrando, ahora y antes, que somos los que lo producimos todo. Nosotros generamos la riqueza en las empresas y el patrón no hace más que arrancarnos plusvalía. Hoy, en la fase monopolista del capitalismo, el proceso de producción es llevado de principio a fin por los trabajadores y el patrón ya ni siquiera cumple con una labor meramente administrativa. Hoy, en el capitalismo monopolista de Estado, la figura del empresario no aparece más que para repartirse dividendos en su consejo de accionistas y robar la plusvalía de los trabajadores. Nosotros, la clase obrera, somos los que pagamos con nuestra sangre y sudor los costes de la crisis. Ni en tiempos de pandemia dejaremos de ser el sostén del sistema explotador de la burguesía. Y así lo seguiremos siendo, cada vez en condiciones de mayor miseria, hasta que no acabemos con la raíz de nuestros problemas: el sistema capitalista.

Una vez más se muestra que la única solución ante este sistema criminal, que nos condena a las mayores de las miserias, es un sistema en el que se prime la salud por encima de la economía; un sistema en el que todas las personas tengan acceso a la sanidad y que sea capaz de dar servicio a todas las personas sin distinción; un sistema en el que se garanticen todas las necesidades básicas de la población y en el que nunca más la salud de las personas sea motivo de especulación. Una vez más, se demuestra que la única respuesta es el socialismo.

Solo la organización obrera puede poner fin a la salvaje explotación a la que nos someten los Gobiernos de la burguesía. Hoy más que nunca, desde el Partido Comunista Obrero Español, llamamos a la clase obrera y a todas las capas populares oprimidas por la burguesía –desempleados, pensionistas, jornaleros, estudiantes, etc.– a organizarse en torno a un Frente Único del Pueblo para combatir este sistema criminal y agotado, enfrentarnos juntos en una sola lucha al enemigo de clase, y enviar a su sistema capitalista de una vez por todas al vertedero de la historia.

 

¡Viva la lucha de la clase obrera!

¡Por el socialismo!

¡Acabemos con el virus capitalista!

Comité Regional del Partido Comunista Obrero Español (PCOE) en Madrid

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