El Estado español contra el proletariado: la heroína regresa con fuerza a Barcelona
No es desconocido que en España sufrimos una ola dramática de heroinomanía allá por los 80 y los 90, coincidiendo con una época clave para el asentamiento del Estado monárquico-burgués, de clara raigambre fascista en el que residimos. La heroína corrió principalmente por los barrios y periferias de Barcelona, Madrid y Euskadi, que no casualmente fueron focos de resistencia contra la farsa de la Transición, especialmente en el caso de los vascos. En contrapartida, apenas se dio la misma drogadicción en zonas tradicionalmente conservadoras y poco industrializadas como Burgos. Sin embargo, esta ola de drogadicción no llueve del cielo, ni nace aleatoriamente, sino que cuenta con el interés y complicidad necesarios por parte del Estado burgués, en tanto que instrumento para adormecer al proletariado y someterlo a los intereses de la burguesía. Por ello no es coincidencia que en aquellos tiempos se destapara el rol clave de la Guardia Civil en la distribución de la sustancia adictiva, tal y como constató la Policía local de Arrasate, no sólo en el País Vasco y comunidades de mayor tradición reivindicativa, sino a lo largo y ancho del Estado.
Si aquel era un contexto de potenciales reivindicaciones contra un Estado impuesto por las élites franquistas (con la complicidad de todos los reformistas, incluido el PCE de Carrillo; no lo olvidemos), no es para nada sorpresivo que en un contexto de cada vez mayor desigualdad y miseria para la clase obrera como es el actual, nos encontremos con noticias como el rebrotamiento de la herína en Barcelona, aparentemente con una red de “narcopisos” y un precio del producto más económico (probablemente por la adulteración de éste) que parece dar a entender que no hablamos de una mera anécdota, sino de un flujo consolidado de droga en diversas zonas de la capital catalana, como Raval i Sant Adrià.
El Estado capitalista es cómplice y actor necesario para que fluya el narcotráfico
El fin que persigue de facto (que no sobre el papel, pues en la teoría hay una “lucha contra el narcotráfico”) el Estado al dar rienda suelta a estas dinámicas, además del negocio que implica, no es otro que el de poner esta droga destructora de la psique (y con ello de cualquier cosa que se parezca a una actitud revolucionaria) a fluir por los barrios proletarios, pues la heroína esclaviza al que la consume hasta, lamentablemente, acabar con él en múltiples ocasiones, finiquitando las posibilidades de organización contra el Estado burgués, como ya pudimos ver en nuestros territorios a finales del siglo XX
Podemos ver los mismos patrones en otros países como el es caso de Estados Unidos, la primera potencia mundial del mundo capitalista, donde se han registrado en 2015 casi 13.000 muertos por sobredosis de heroína, suponiendo un aumento del 328% respecto a 2010.
Sin embargo y a pesar de que la drogadicción puede parecer un fenómeno planetario, la apología del consumo de las drogas como algo desenfadado es un elemento típicamente capitalista, como analiza Eliseo Bayo en su libro “Descubro y acuso”. Además, sabemos que los estados socialistas siempre se han opuesto tanto al narcotráfico como al consumo de drogas por recreo, llegando al punto de que las mafias de Moscú y Leningrado jamás pudieron abordar este negocio criminal hasta la caída de la Unión Soviética.
Es el Socialismo, pues, condición sine qua non para acabar con el narcotráfico de una vez por todas.
La complicidad de parte de la intelectualidad con las drogas
Decía el profesor y alcalde de Madrid Tierno Galván, allá por 1984, “el que no esté colocado, que se coloque y, ¡al loro!” y “queremos que Madrid sea una ciudad viva”, entre otras frases que quedaron en la hemeroteca y que ponen de manifiesto la trivialidad con la que ha sido enfocada por parte de la intelectualidad de la mal llamada izquierda el uso de las drogas, incluso en épocas críticas para el proletariado español en relación a ese tema como fueron los 80. Se nos muestra el uso de las drogas como un elemento de ocio y de liberación (el mismo Pablo Iglesias considera razonable la legalización de la marihuana, por poner un ejemplo reciente), llegando a verse como contrarrevolucionaria la lucha contra éstas, como algo de mentes “cerradas”. Por lo tanto, son cómplices de la desgracia que representa la droga para la clase obrera española, a la que arengan a alejarse de la realidad a través de sustancias químicas, realidad que se debe combatir desde hace mucho tiempo, pues el capitalismo no ofrece a la clase obrera otra cosa más que una vida de explotación (si es que nos dejan siquiera eso, dado que cada vez desecha más mano de obra al ejército de reserva y paga peor a la que puede trabajar), miseria, enfermedades y, en general, la pérdida del control efectivo de nuestra propia vida en el largo plazo, cuando no en el corto, puesto que no puedes saber si el sistema te va a necesitar el día de mañana o si pasarás a formar parte de la reserva de forma perpetua, en función de cuáles sean los intereses de la burguesía en el futuro.
Desde el Partido Comunista Obrero Español y desde su Comité Nacional en Catalunya, el Partit Comunista Obrer de Catalunya, denunciamos el avance del flujo de la heroína en Barcelona y su Área Metropolitana, así como la complicidad necesaria del Estado capitalista español, del que ya pudimos comprobar hace varias décadas que no le tiembla la mano a la hora de usar a sus propios funcionarios para exterminar a sus habitantes, con el fin de calmar posibles reivindicaciones ante un contexto de desigualdad y fascistización del aparato estatal in crescendo. De igual manera, apelando a la historia de ayer y de hoy, reivindicamos la necesidad del Socialismo como única vía para frenar la sangría que suponen las drogas en nuestro país y en el mundo.
¡Contra el Estado capitalista, cómplice del narcotráfico!
¡Por la emancipación de la clase obrera!
¡Por el Socialismo!
Secretaría de Agitación y Propaganda del P.C.O.C.