Así te están engañando con el Coronavirus. Así avanza el Fascismo
A principios del año 2016, antes de que se celebrara el Foro de Davos, el economista burgués canadiense William White, que a su vez fue Presidente de la OCDE y asesor de Ángela Merkel, señalaba en una entrevista al diario británico “The Telegraph” que “al sistema financiero global le sobreviene una peligrosa avalancha de impagos y bancarrotas que pondrá a prueba la estabilidad política y social mundial” y proseguía diciendo que “la situación actual es peor que en 2007, puesto que las municiones macroeconómicas necesarias para combatir la crisis están prácticamente agotadas”, reconociendo no sólo que la crisis había ganado en intensidad sino que no eran capaces de combatirla, no sabían qué hacer ni cómo salir.
En el Foro de Davos celebrado el 15 de enero de 2016, en su informe anual – realizado por los monopolios Marsh&McLennan Companies, Swiss Re, Zurich Insurance Group, Universidad de Oxford, Universidad Nacional de Singapur y la Universidad de Pensilvania –, se alertaba del riesgo que supondrá para la estabilidad del mundo en la próxima década la creciente desigualdad entre países ricos y pobres, desigualdad que portaría inherente la amenaza de crisis de alimentos, pandemias de salud, etcétera; a lo que también añadían otros riesgos como crisis fiscales, alto desempleo estructural, crisis del agua y el cambio climático. Riesgos, todos ellos, que según los monopolios mundiales y los dirigentes políticos a su servicio, amenazaban el desarrollo y la economía. La que fuera economista jefe del Foro Económico Mundial entre octubre de 2012 y enero de 2017, Jennifer Blanke, señalaba al respecto que “cada riesgo analizado encierra el potencial de provocar una falla a escala mundial pero es su interconectividad lo que hace que sus repercusiones negativas sean tan pronunciadas ya que, en su conjunto, pueden ejercer un efecto aumentado”.
Como puede comprobarse, el Foro Económico Mundial, también llamado Foro de Davos – que no es más que uno de los órganos de las multinacionales desde dónde imponen su dictadura a nivel planetario, su orden mundial – todo lo que está aconteciendo ya lo tenía planificado como uno de los riesgos consecuencia de su lógica, de su esencia clasista, que no es otra que acrecentar la desigualdad, hacer que los monopolios concentren más y más riqueza en detrimento de las masas trabajadoras las cuales cada vez son más expoliadas y más pobres.
Estos riesgos de los que hablaban hace 4 años los más reputados peones del imperialismo y sus monopolios, son consecuencia del mismo y el desarrollo de las políticas dictadas por los capitalistas lo único que hará es agrandar dichos efectos, conduciendo al mundo a una mayor desigualdad económica como resultado del proceso de acumulación capitalista conduciendo al mundo a la bancarrota, la guerra y la destrucción, no sólo por la conquista de los mercados sino también por liquidar el medio ambiente. Ellos no pueden reconocer que lo que denominan riesgos realmente son consecuencias de su sistema pues, de reconocerlo, no tendrían otra salida que acabar con él y, por tanto, con sus privilegios y con su existencia como clase social.
Como puede verse, esta bancarrota del capitalismo augurada por los propios monopolios donde contemplaban, entre otras, la amenaza de pandemia, es muy anterior no sólo al coronavirus COVID-19 sino también a algunas de sus excrecencias como, por ejemplo, Donald Trump.
No es el coronavirus COVID-19 el que desencadena la crisis capitalista sino que son los imperialistas en declive, en bancarrota, los que instrumentalizan el coronavirus COVID-19 para reducir las libertades de la clase obrera, para arrojar a millones de trabajadores al paro negándoles su derecho al trabajo, para sentar las bases económicas para que los monopolios exploten en mayor grado a los trabajadores incrementando todavía más la desigualdad que, según decían esos mismos capitalistas en el Foro de Davos de 2016, es la causa de sus problemas, mostrándonos no sólo la inviabilidad del capitalismo, sino que es una necesidad para la vida en el planeta superarlo, pues el imperialismo únicamente puede aportarnos barbarie, muerte, miseria. El capitalismo es la crisis, pues ésta es su producto genuino y la humanidad no saldrá de la crisis mientras no mande al capitalismo al estercolero de la historia.
En el Estado español el gobierno de la “izquierda” – el cual ya se retrató en la moción de censura de junio de 2018 votando el sostenimiento de las políticas reaccionarias realizadas por el fascista Rajoy, apoyadas por Rivera, tanto en materia económica como de recortes de libertades – no ha dudado en utilizar el coronavirus COVID-19 como chivo expiatorio perfecto para justificar, por un lado, transferencias económicas a favor de los empresarios así como manos libres para arrojar a centenares de miles de trabajadores al paro y, por el otro, para restringir los escasos resquicios de libertad que el pueblo todavía tiene que anuncian la intención de hacer más asfixiante el sometimiento del pueblo por parte del Estado, abiertamente fascista.
Los medios de comunicación del Capital, al unísono, se lanzan a su labor ideológica al objeto de que el pueblo asuma como necesarios los atropellos planteados por la burguesía y su Gobierno. La fórmula que emplean los imperialistas y sus maquinarias propagandísticas e ideológicas, mal llamados medios de comunicación, siempre es igual: la búsqueda de un enemigo externo para justificar los atropellos contra los trabajadores, las guerras imperialistas así como todo tipo de crimen que perpetra la burguesía, que es la clase social más criminal y asesina que ha parido la Historia. Veamos algunos ejemplos de esa táctica, de ese patrón de actuación:
• El nacionalismo fue la ideología creada por las burguesías en el siglo XIX para buscar el sometimiento del proletariado en torno a ellas al objeto de la defensa de los mercados nacionales contra el enemigo exterior, el extranjero.
• El comunismo es un enemigo permanente desde que se inicia la crisis general del capitalismo con el triunfo de la primera revolución socialista, en 1917, contra el que la burguesía ha desarrollado el anticomunismo, el fascismo como doctrina, para asustar a la clase obrera y, así, justificar todos los desmanes de los monopolios contra los trabajadores.
• El terrorismo, curiosamente financiado en la mayoría de las ocasiones por los propios capitalistas, y ahí están tanto Al Qaeda e ISIS que lo atestiguan, ha servido para justificar recortes de libertades y guerras de rapiña como las celebradas en Asia y en Oriente Medio durante este siglo XXI tanto por los EEUU como sus socios europeos.
El coronavirus COVID-19 es el nuevo enemigo que hay que batir. Esta vez el enemigo es un virus – que los propios imperialistas discuten si proviene de un mercado chino de Wuhan fruto de la naturaleza o de un laboratorio norteamericano de Wisconsin, alumbrado por el hombre como arma biológica fruto de la ingente cantidad invertida por EEUU entre 2001 y 2015, más de 100.000 millones de dólares -, un enemigo invisible que permite a las potencias imperialistas en declive justificar todas sus fechorías, todas las medidas impopulares, todos los recortes de derechos y libertades que tienen que perpetrar para seguir subsistiendo, seguir parasitando y para ello es necesario reprimir física e ideológicamente al pueblo para que acepte con la menor resistencia posible lo inaceptable, siguiendo el modus operandi ya enunciado por el líder de la Escuela de Chicago, el reaccionario Milton Friedman.
Como hemos citado anteriormente, ya los medios de manipulación de masas del Capital, sus maquinarias de propaganda, están a pleno pulmón desarrollando esa labor de atemorizar y engañar al pueblo sin pausa ni compasión para que éste vaya asumiendo la nueva realidad que el Estado de los capitalistas pretende imponer. Pero en esa labor, y sabiendo leer entrelíneas, es decir, desde una perspectiva clasista, también reflejan la putrefacción y la podredumbre del sistema al que pretenden salvar. En este sentido es interesante leer un artículo publicado en el medio “economíaDigital”, firmado por el periodista Alessandro Solís, titulado “El distanciamiento social llegó para quedarse, según los científicos” donde nos habla de que el “distanciamiento social” viene para quedarse como forma eufemística para que el lector asuma el estado marcial, incluso una vez pase la acción del virus y ello, según el título, lo apoya nombrando a “los científicos”. Señala dicho artículo:
“El distanciamiento social llegó para quedarse, significando que, incluso cuando las cifras de nuevos contagios se empiecen a desinflar, nuestras interacciones en la sociedad seguirán siendo limitadas”.
Supuestamente el Gobierno justifica el estado de alarma – y con él el distanciamiento social como denomina la prensa – en el aplanamiento de la curva de contagios al objeto de que no colapse el sistema sanitario español. Es decir, que se trata de una medida que viene determinada por la capacidad de respuesta del sistema sanitario y, por consiguiente, atiende a un criterio de respuesta del Estado más que epidemiológico o relacionado propiamente con el virus. Por tanto, una vez sea controlada esa curva de contagios y éstos se produzcan dentro del margen asumible establecido, de no ruptura de la capacidad de respuesta del sistema ¿por qué “nuestras interacciones en la sociedad seguirán siendo limitadas” tal y como ya nos están anunciando tanto la prensa como la portavoz del Gobierno? ¿O es que tras el golpe de estado que está perpetrando el imperialismo para salvar su moribundo sistema económico lo que hay es una restricción mayor de las escasas libertades que tienen los trabajadores?
Dicho artículo también señala:
“Lo cierto es que hace tan solo algunas semanas muchos gobernantes rechazaban medidas tan draconianas como las activadas en China, defendiendo que la democrática sociedad occidental jamás llegaría a tales extremos. A estas alturas deberíamos estar preparados para ver más situaciones nunca antes contempladas, como ya está sucediendo en tantos países».
Curiosamente los atentados del 11S se produjeron en un entorno económico de crisis, caracterizado por el pinchazo de la burbuja de las puntocom, con una crisis petrolera que produjo un alza de los precios del crudo, y con la quiebra de empresas como Enron. Ese atentado, el cual produce discusión también sobre su autoría incluso en los propios EEUU, sirvió de justificación para que los EEUU pudieran llevar a término diversas guerras imperialistas para salir de la crisis que les acuciaba, entre otras cosas, robando el petróleo de Iraq. Desde el gobierno fascista de Bush y sus adláteres, conocidos como el cuarteto de las Azores – a Bush había que sumarle Durao Barroso, Blair y Aznar -, instrumentalizaron el atentado del 11S y dirigiendo a sus aparatos de propaganda, los mass media, lanzaron a los pueblos del mundo la diatriba de que “los ciudadanos debían ceder derechos y libertades a cambio de tener mayor seguridad”. Sin duda, durante los cuatro primeros lustros del siglo, el retroceso en los derechos y libertades de los trabajadores ha sido superlativo.
El coronavirus sirve para que los imperialistas planteen a los pueblos otro falso debate; el debate centrado en las “medidas draconianas como las activadas en China”, que según los capitalistas puede realizar dicho país porque es una cruel dictadura donde se vulneran los derechos humanos, o “la democrática sociedad occidental” adalid de la libertad. Al igual que hace 19 años los imperialistas norteamericanos y europeos plantearon la dialéctica derechos y libertades versus seguridad, que ha significado que los trabajadores pierdan derechos y libertades y el mundo sea más inseguro; hoy los burgueses necesitan al fascismo para sostener su moribundo capitalismo monopolista y por eso ahora nos plantean el debate sobre si “democracia occidental” o restricción de esa supuesta democracia para poder responder como China ante eventos como el del COVID-19. Un debate fariseo que persigue liquidar completamente los resquicios de libertad que le puedan quedar a los trabajadores y adaptar el Estado al capitalismo putrefacto, esto es, el fascismo sin complejo alguno. De hecho, clarificadoras están siendo las ruedas de prensa diarias que están dando los representantes escogidos por los diferentes ministerios durante el vigente estado de alarma, donde el Gobierno persigue el blanqueo de los símbolos del Estado fascista como son la Jefatura del Estado, asolada por la corrupción, así como el Ejército y la unidad de España. Sin duda, para los trabajadores del Estado español este episodio del coronavirus va a significar un giro de tuerca más en la forma fascista del Estado. Pero nos preguntamos ¿Acaso es cierto que China sea tan dictatorial y, por ejemplo, Francia o España sean tan “democráticas”? Con respecto del Coronavirus COVID-19, China no confinó todo el país sino que siguió las directrices establecidas por la Organización Mundial de la Salud – organismo también imperialista financiado por los monopolios, fundamentalmente farmacéuticos – y confinó totalmente el foco como era la provincia de Hubei, paralizando completamente la producción en ella pero garantizando el Estado la satisfacción de todas las necesidades de la población así como su puesto de trabajo. Pero no lo hizo con el resto del país, ni restringió los movimientos, sino que puso al conjunto del país a disposición de la provincia que era el foco de la infección. Por el contrario, España no ha confinado los focos – Madrid, Cataluña y la parte norte (País Vasco, Navarra y La Rioja) – sino que ha declarado el estado de alarma a todo el país, restringiendo la libertad de movimientos de todos los ciudadanos, vulnerando en la práctica derechos fundamentales del pueblo trabajador, paralizando el Estado en aquello que atañe al pueblo pero agilizando su estructura para servir a los empresarios y facilitar la destrucción, en una semana, de cerca de un millón de puestos de trabajo. ¿Quién ha actuado de manera más ajustada a las directrices indicadas por la OMS? ¿Quién ha satisfecho más las necesidades y la seguridad de sus ciudadanos? China, sin duda.
Pero, tal y como señalábamos anteriormente, el artículo también refleja la putrefacción y la podredumbre del sistema al que pretenden salvar, de su “Estado del Bienestar”, de las “democracias occidentales” de tal modo que, por ejemplo, el articulista señala:
“Apenas atravesando la primera semana del confinamiento obligado, la ciudadanía de España – y de otros países que han tomado medidas similares – se pregunta cuánto tiempo más tendrá que abstenerse en la sociedad de la misma forma que lo han hecho todas sus vidas. Los padres de familia están aprendiendo a convivir las 24 horas del día con sus hijos – que no van a clases – en el mismo espacio, (…)”
Curioso, ese “Estado del bienestar”, esas democracias occidentales, hacen que tenga que ocurrir un estado de alarma como consecuencia de una pandemia para que los padres aprendan lo que es convivir con sus hijos, reconociendo implícitamente que la voracidad del sistema lleva al trabajador a un grado de explotación, alienación y mala vida que le niega, incluso, la convivencia con sus hijos, con su familia. Por no hablar del trato que dispensa el sistema a sus ancianos que el Coronavirus COVID-19 está sacando a la luz, infectándose masivamente en las residencias, por no hablar del hallazgo del Ejército cuando iba a desinfectar las residencias y se encontraba a ancianos muertos en las camas. Esas democracias occidentales, ese Estado del Bienestar está tan podrido como el sistema económico putrefacto del que emana y prueba de ello es el trato que la sociedad dispensa a sus ancianos, a sus niños, a los trabajadores, a los que no duda en pisotear.
El capitalismo es un obstáculo para el desarrollo de la humanidad. No sólo ha demostrado su inviabilidad, sino que acredita que únicamente se puede mantener a costa de liquidar al ser humano y a la naturaleza. El imperialismo sólo se puede sostener por la violencia, y únicamente puede ofertar más miseria para las masas proletarias, para los campesinos, y más represión, más reacción, más fascismo, y en este escenario también se halla el Estado español. Hoy más que nunca, tanto en el mundo como en el Estado español, adquiere una dimensión mayor la consigna ¡Socialismo o barbarie!
¡Por el Frente Único del Pueblo!
¡Socialismo o barbarie!
Madrid, 24 de marzo de 2020
Comité Ejecutivo del Partido Comunista Obrero Español (P.C.O.E.)