La lucha de clases en Perú y la bancarrota del “socialismo” del siglo XXI
El pasado 7 de diciembre, Pedro Castillo – ejemplo de la expresión de la ideología burguesa en el movimiento obrero – decidió disolver temporalmente el Congreso de la República del Perú y decretar un gobierno de emergencia excepcional ante lo que iba a ser la tercer y definitiva moción de vacancia contra su persona al contar la oposición con 101 votos a favor de 130 posibles.
Es evidente que desde que Pedro Castillo asumió la presidencia el 28 de julio de 2021 dio comienzo una campaña de ataques desde la oposición fujimorista, así como desde sus medios de comunicación que son financiados y controlados desde los EE.UU., potencia que teme un acercamiento comercial y político de otro país hacia sus rivales de Rusia y China. Fruto de este hostigamiento, el pueblo peruano ya vivió dos mociones de vacancia, la primera el 25 de noviembre de 2021 y la segunda el 8 de marzo de 2022, además de numerosas acusaciones de fraude electoral, corrupción, traición a la patria y comunismo.
Que el 8 de diciembre, un día después de decretar el gobierno de emergencia, Pedro Castillo estuviera detenido por rebelión, encarcelado e inhabilitado del cargo por su «permanente incapacidad moral» e «intento de autogolpe de Estado» se explica por la ausencia de respaldos incluso dentro de sus supuestos aliados y por la existencia de un congreso peruano tremendamente fraccionado cuyas decisiones no responden a un programa político determinado sino a los intereses del mejor postor. Un ejemplo de esto es Dina Boluarte – quien fuera nombrada Ministra de Desarrollo e Inclusión Social por el propio Pedro Castillo hace año y medio –, la cual no dudó en jurar el cargo como Presidenta y certificar así el pacto interburgués. Todo cambia, pero todo sigue igual.
La crisis política del Perú, no obstante, no arranca con el mandato de Pedro Castillo, sino que viene de lejos: en los últimos 5 años han ostentado el cargo 6 presidentes distintos. Sin embargo, en esta ocasión la crisis política ha ido de la mano con una fuerte contestación social, numerosas protestas y una furibunda represión policial con decenas de heridos y más de una veintena de asesinados. Durante estos últimos días, Perú está siendo el ejemplo vivo de cómo actúa la democracia burguesa cuando el pueblo sale a las calles; de como las fuerzas policiales y militares son los perros de presa del régimen capitalista y de una élite privilegiada que no duda ni por un instante en llevar a cabo el terrorismo de Estado, disparar impunemente a manifestantes en la cabeza y utilizar armamento de guerra para restaurar la “paz social”, que no es otra cosa que hambre, miseria y esclavitud asalariada para el proletariado y acumulación de capital para los capitalistas.
Por su parte, el “socialismo” del siglo XXI en Perú representa lo mismo que en el resto de los países del continente americano: la continuación del modo de producción capitalista y el servilismo desvergonzado a los intereses de la burguesía, la lucha parlamentaria para conseguir la desmovilización de las calles y la no interferencia con la acumulación de capital o el orden social existente caracterizado por la distribución desigual de la propiedad, la explotación descarnada e inmisericorde contra la clase trabajadora y la miseria creciente contra las amplias masas proletarias que observan como la riqueza que producen se aglutina en cada vez menos manos. Pedro Castillo y sus seguidores no han contribuido un ápice a la emancipación de los obreros, campesinos e indígenas del Perú, demostrándose continuamente como un defensor del Estado burgués, del capitalismo y de la contrarrevolución.
Decía acertadamente el camarada Lenin que «en ningún país capitalista civilizado existe la democracia en general, pues lo que existe en ellos es únicamente la democracia burguesa, y de lo que se trata no es de la democracia en general, sino de la dictadura de la clase, es decir, del proletariado, sobre los opresores y los explotadores». Con una visión diametralmente opuesta, los cauces que intentarán llevar en Lima para sofocar la movilización social, con grupos de izquierda cuya consigna prácticamente única es la puesta en libertad de Pedro Castillo, será la eterna acumulación de fuerzas para convocar nuevas elecciones y, en tal caso, prometer una reforma de la Constitución de 1993 para evitar la inestabilidad gubernamental. Pero sus promesas no representan a un pueblo valiente que ha salido a las calles, ha realizado piquetes, bloqueado carreteras y tomado aeropuertos como el de Andahuaylas. El “socialismo” del siglo XXI representa a la aristocracia obrera y a la burguesía emergente que busca ser cogestora del Estado capitalista.
Como sabemos, frente a la campaña de ataques anteriormente mencionada, Pedro Castillo no dudó en llevar a cabo una derechización política para calmar a las élites peruanas, protegiendo así los intereses del gran capital y constatando de manera objetiva la bancarrota de la izquierda contrarrevolucionaria, la cual se ha caracterizado en este periodo por la aplicación de políticas abiertamente antiobreras y por la subordinación de la voluntad proletaria al circo parlamentario burgués. Decía también el camarada Lenin que «decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento» es la «verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias, sino en las repúblicas más democráticas».
La bancarrota del “socialismo” del siglo XXI, enemigo del marxismo-leninismo, se expresa sencillamente en la defensa a ultranza de la democracia burguesa, de la democracia para la minoría parasitaria de explotadores y opresores, que conlleva la dictadura para la clase trabajadora. El reformismo de Pedro Castillo es solo una de las múltiples formas que tiene el capital para dominar. Los comunistas, por el contrario, rechazamos la democracia burguesa y su falsa libertad. Es en estos momentos históricos cuando se debe aprovechar el legítimo rechazo institucional y llevarlo hacia la radicalización política e ideológica para tumbar este sistema absolutamente terrorista.
Desde el Partido Comunista Obrero Español apelamos a la sociedad peruana, a sus sectores más avanzados de la vanguardia comunista y a las amplias masas proletarias que salen a las calles con indignación a que transformen el injusto orden social existente, la actual dictadura del capital que se levanta contra los pueblos del mundo, y que construyan por medio de la revolución socialista la dictadura del proletariado, es decir, el único camino hacia una sociedad auténticamente democrática.
El modo de producción capitalista, como demostró Marx, se impuso a sangre y fuego; y hoy, el parlamentarismo democrático-burgués se mantiene por medio de la violencia extrema contra los desposeídos, los parias de la tierra, y es también la violencia, en este caso revolucionaria y por medio del sujeto revolucionario, el proletariado, lo que hará caer de una vez por todas a este sistema criminal e inhumano.
Como dijeron en su día Karl Marx y Friedrich Engels: «Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar».
¡CONTRA LA DEMOCRACIA BURGUESA!
¡POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO!
Madrid, 19 de diciembre de 2022
SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)