Francia: Choque de civilizaciones y revolución socialista
Una oleada de rabia recorre nuevamente las calles del Estado francés. En esta ocasión, el detonante de las protestas fue el asesinato a sangre fía de Nahel, un joven de 17 años, a mano de la policía. Un hecho que ha impactado enormemente a la clase trabajadora por el más que evidente abuso de poder y violencia policial que arrebata vidas a placer. En la grabación se puede escuchar como el policía le dice «no te mueves o te meto una bala en la cabeza». Y así fue como acabó la vida de este joven, siendo sentencia a muerte de un instante a otro.
Una violencia que es consecuencia directa del carácter fascista de los Estados burgueses y de unas políticas de segregación, persecución y exterminio contra el proletariado migrante. Durante estos días de protestas, hemos podido ver como se restringía el acceso a internet para controlar el acceso a información, a la policía apoyarse en grupos fascistas para mantener el orden capitalista o se llevaban a cabo detenciones “preventivas” de adolescentes racializados. Y mientras el proletariado lleva a cabo una más que legítima protesta social contra la explotación y opresión que sufre diariamente, devolviendo una pequeña parte de la extrema violencia que ejerce la burguesía cada día mediante su dictadura de clase, todos los partidos que defienden el modo de producción capitalista y la distribución desigual de la propiedad, no dudan en cerrar filas en torno a la condena abstracta de la violencia, la unidad nacional y la defensa de las fuerzas de represión del orden burgués, en un intento de renegar y ahogar la lucha de clases.
Asimismo, han sido muchos los fascistas y oportunistas de todo pelaje que, en este fútil intento de mermar la lucha de clases, han intentado explicar el conflicto por un «choque de civilizaciones», por la supuesta violencia desproporcionada de unos marginados y lúmpenes que no se adaptan a las pacíficas formas de vida occidentales y democráticas. Una concepción del mundo acuñada por Samuel Huntington en 1993 y que no buscaba otra cosa que legitimar la política imperialista de Estados Unidos en el tercer mundo, sustituyendo la lucha entre el proletariado y la burguesía por los supuestos enfrentamientos por razones culturales. Una línea política que recoge el testigo ideológico e imperialista de aquellos que consideran que hay que “occidentalizar” a aquellos pueblos identificados como “atrasados”. Esa es la concepción del mundo de la burguesía y de los monopolios, el “jardín europeo” que defiende el fascista de Borrell. Sin embargo, el pueblo francés está harto de la opresión y, ya sea por el aumento en la edad de jubilación o por el vil asesinato de un joven obrero, la respuesta no va a ser pacífica, pues las contradicciones en el seno de la sociedad capitalista son irresolubles y como afirmó Karl Marx en El Capital: «La violencia es la partera de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva».
Siguiendo la política aplicada por el Estado español contra los trabajadores del metal en Cádiz, el gobierno francés desplegó unidades especiales antiterroristas y vehículos blindados para apoyar a las ya decenas de miles de policías que trataban de contener la rabia y fuerza del pueblo trabajador. Durante estos días se han llevado a cabo miles de detenciones y toques de queda locales al objeto de amedrentar a quienes se rebelen y de agotar poco a poco las revueltas incontroladas. Un agotamiento que sucederá porque falta un elemento vital en la lucha del proletariado contra la burguesía: la unidad de la vanguardia en un único partido de nuevo tipo leninista.
La actitud contraria del marxismo-leninismo hacia el modo de producción capitalista no se debe a decisiones políticas puntuales como la subida de la edad de jubilación o el enésimo ejemplo de brutalidad policial. Nuestra tarea no es reformar el orden capitalista o sustituir a los políticos burgueses por otros más “progresistas”. El deber hoy de los marxistas es marcar la revolución socialista como la única salida que tiene el proletariado, pues en la raíz de la explotación y opresión de las amplias masas desposeídas se hallan las relaciones capitalistas. No hay manera de acabar con la miseria mediante reformas de ningún tipo. Debemos, por tanto, entender el socialismo como el único sistema que representa la posibilidad de una verdadera democracia, la democracia del proletariado y para el proletariado, dirigida contra la burguesía que legitima su dictadura de clase disfrazándola de democracia.
La clase obrera, despojada de todo carácter nacional, debe aspirar a acabar con todo tipo de frontera y a liquidar por completo la sociedad capitalista para forjar la sociedad comunista, pues a la clase obrera no la cohesiona su cultura, religión o nacionalidad, sino su condición de despojada de los medios de producción, por ser los parias de la tierra.
La conquista del socialismo exige la acción de la clase obrera, su unión y su fuerza organizada sin distinción de nacionalidad y de país. Ergo para que el proletariado pueda emanciparse es necesaria la organización de la clase obrera a nivel mundial, anteponiendo lo general –la Revolución Proletaria Mundial, el Socialismo– a las cuestiones particulares de los diferentes países.
Madrid, 4 de julio de 2023
SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)