El capital arremete contra el pueblo de Ecuador
Latinoamérica ha sido la rata de laboratorio de los monopolios en sus experimentos neoliberales, en su búsqueda de nuevas expresiones, más salvajes y criminales, del emporio de la economía de mercado. Ha sido la mesa de pruebas que ha servido al imperialismo para probar, antes de proceder a aplicarlas en el resto del globo, fórmulas modernas y adaptadas a nuevas coyunturas históricas e internacionales del perro de presa más fiel de la burguesía: el fascismo. En Latinoamérica han nacido grandes ejemplos de luchas revolucionarias, pero también en ella se han gestado grandes monstruos reaccionarios tutelados por Washington que, en consonancia con la naturaleza de la dictadura capital, han cumplido con su función histórica de sostener por la fuerza el imperio decadente de la burguesía y de detener la inevitable llegada del comunismo.
Los pueblos del mundo han sido testigos este mes de la apertura de un nuevo frente en Ecuador. El presidente de la República, Lenín Moreno, siervo cumplidor y sumiso de los monopolios internacionales, anunció el 2 de octubre la aplicación del Decreto Ejecutivo 883 que imponía un paquete de medidas económicas feroces con el objetivo de reducir el déficit fiscal. Dicho ‘paquetazo’ obedecía al rescate concedido en marzo por el Fondo Monetario Internacional (FMI), máximo organismo del capital financiero mundial, de 4.200 millones de dólares. La suma representa solo una parte de un crédito mayor que supera los 10.000 millones de dólares y que involucra a otras entidades financieras.
El paquete de medidas económicas incluía las siguientes reformas:
• Una rebaja del 20% del sueldo para los nuevos contratos temporales del sector público.
• La reducción de vacaciones de 30 a 15 días para empleados públicos y un aporte de 1 día de salario mensual.
• Una reforma laboral para eliminar o privatizar organismos públicos que entrañaría una aceleración de la ya iniciada ola de despidos de funcionarios.
• El aumento de las tarifas de servicios.
• Una subida del IVA.
• La eliminación de los subsidios a los combustibles y el eventual aumento de un 29% del precio de la gasolina y de un 123% del precio del diésel.
El pueblo de Ecuador respondió al decreto 883 con protestas en todo el país lideradas por la comunidad indígena. Durante 10 días consecutivos, la clase trabajadora se movilizó en unas jornadas que pretendieron en un principio ser pacíficas. Pero tras el choque de realidad que supone enfrentarse al capital y a sus cuerpos represivos, los manifestantes rápidamente se dieron cuenta de que la violencia, legítima, era la única vía para defenderse de los ataques de la reacción. La burguesía y su Estado no se lo piensan dos veces a la hora de emplear la violencia.
Lenín Moreno promulgó el estado de excepción el mismo día que anunció el decreto, medida que le otorgó poderes para cerrar fronteras y aeropuertos, desviar fondos públicos, imponer censura previa a la prensa y aumentar el número de policías y militares en las calles. No se impuso el estado de excepción en Ecuador desde 2005, en tiempos del coronel Lucio Gutiérrez, quien terminó derrocado por insurrecciones populares.
Frente a los gases lacrimógenos, las balas de goma, las bombas de humo y los porrazos de la Policía, la clase obrera ecuatoriana ha defendido sus derechos desde barricadas improvisadas. Quito, la capital del país, ha sido el epicentro de la lucha del pueblo y concentró las protestas más multitudinarias. El 7 de octubre, Moreno trasladó la sede del Gobierno a Guayaquil y cinco días después decretó el “toque de queda” en la capital, con apenas 38 minutos de anticipación para su entrada en vigor. El pueblo ecuatoriano respondió con mayor contundencia, convocó una huelga general el 9 de octubre y la represión se intensificó. Ecuador procesará por terrorismo a 34 personas acusadas de “vandalizar la Contraloría General”, entre ellas mujeres y adolescentes, que se enfrentan a penas de hasta 13 años de cárcel.
Lenín Moreno intentó a la desesperada justificar sus recortes y desviar patéticamente el foco de atención más allá de sus fronteras. Acusó sin pruebas al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y al ex presidente de Ecuador Rafael Correa de estar detrás de las protestas. “Lo que ha sucedido en estos días no es una manifestación social de descontento y protesta. (…) Hay una intención política organizada para desestabilizar al Gobierno y romper el orden democrático. (…) El sátrapa de Maduro ha activado junto con Correa su plan de desestabilización”, ladró. Mientras tanto, la OEA y los demás siervos del imperialismo yankee han preferido guardar silencio y ahorrarse el ridículo.
No sorprende la posición de la burguesía y de las potencias imperialistas sobre Ecuador, así como el tratamiento informativo de los medios de comunicación del capital. Como es habitual, silencian o condenan la violencia del pueblo que se levanta contra sus carceleros, a la par que alaban las protestas que se sitúan en la línea de sus intereses imperialistas. Así pues, mienten, manipulan o enmudecen la lucha del pueblo de Ecuador, tildando a los manifestantes de violentos, vándalos y extremistas, mientras promocionan y dan soporte logístico, por ejemplo, a la oposición fascista de Venezuela, a quienes encumbran como adalides de la “libertad” y de la “democracia” contra la terrible “dictadura bolivariana” de Nicolás Maduro. El doble rasero es patético.
Pero por mucho que la burguesía y los medios de comunicación del capital se empeñen en equiparar la violencia del opresor y la del oprimido, la realidad es innegablemente objetiva: siete muertos, 1.340 heridos y 1.152 detenidos, según el balance de la Defensoría del Pueblo publicado este domingo. Entre los asesinados se encuentra el dirigente indígena de la provincia de Cotopaxi Inocencio Tucumbi, quien murió en la represión del pasado miércoles en Quito.
Este domingo, la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) y el Gobierno ecuatoriano han llevado a cabo una mesa de diálogo con la mediación de la ONU y de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Como resultado del acercamiento, Lenín Moreno ha accedido a dejar sin efecto el Decreto Ejecutivo 883 y se ha resuelto crear una comisión para elaborar un nuevo decreto. Por su parte, el presidente de la CONAIE, Jaime Vargas, ha anunciado el levantamiento de las movilizaciones antigubernamentales en todo el territorio. “Reconocemos la valentía de hombres y mujeres que salimos a nuestras calles; creo que es el único camino de buscar vías importantes para un verdadero desarrollo del país”, enfatizó.
El espíritu aguerrido del pueblo ecuatoriano es sin duda digno de admiración y un ejemplo para los demás pueblos del mundo. Han luchado contra el estado de excepción, han echado al presidente de la capital, han desafiado el toque de queda y han convocado la huelga general en tan solo diez días hasta finalmente lograr a derogación del decreto. Pero sería un error asumir que los problemas se acaban con la revocación del ‘paquetazo’. Sería una equivocación pensar que el imperialismo dejará de asfixiar la vida de la clase trabajadora ecuatoriana.
Lenín Moreno necesita irremediablemente cumplir con el plan de ajuste fiscal acordado con el FMI. Y no sería la primera vez que las intervenciones de dicho organismo financiero internacional arrastran a un país entero hacia turbulencias económicas que sumen en la miseria a la clase obrera, como lo atestiguó Venezuela en 1989 o Argentina en 2001. El presidente de Ecuador, como buen vasallo del capital financiero y de los trusts internacionales, no buscará reducir el déficit fiscal interviniendo en los intereses de los monopolios. Con la derogación del decreto, la clase obrera ecuatoriana ha logrado una pequeña tregua, pero esta solo será temporal. Por eso las movilizaciones no deberían desconvocarse. El pueblo debe seguir luchando.
Una vida digna en el capitalismo es una quimera para los trabajadores. El sistema está en plena descomposición. No tiene más que miseria y violencia que ofrecer. Y el futuro es cada vez más gris bajo la dictadura del capital. Las nuevas generaciones no heredarán más que guerra y hambre. La clase trabajadora, en Ecuador y en el resto del mundo, solo podrá vivir en paz si abandona el espontaneísmo, se organiza y corta de manera revolucionaria la raíz del problema. El proletariado, como sujeto revolucionario que es, debe enviar a la burguesía y a su sistema capitalista al vertedero de la historia y erigir de sus cenizas el Socialismo. Debe aniquilar la dictadura del capital que sostiene el sistema de dominación de la burguesía y establecer la suya propia, la dictadura del proletariado, para defender el Socialismo. El obrero ecuatoriano solo podrá tener una vida digna y plena, desarrollarse como persona y gozar de todos sus derechos básicos si se hace con el poder, si asesta el golpe de gracia al capitalismo decadente, echa a la clase que lo oprime e impone el Socialismo para avanzar hacia una sociedad justa, sin explotación y sin clases: el Comunismo.
Desde el Partido Comunista Obrero Español (PCOE), exigimos la dimisión inmediata del presidente de la República de Ecuador, Lenín Moreno, así como la remoción de los cargos de la ministra del Interior, María Paula Romo, y del ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín, por la despiadada represión policial y militar ejercida durante las manifestaciones. También queremos trasladar nuestro más sentido pésame a los familiares y amigos de los que dieron su vida heroicamente para proteger los derechos del pueblo ecuatoriano. Finalmente, expresamos nuestro más enérgico apoyo a nuestros hermanos de clase, la clase obrera de Ecuador, y les animamos a que no abandonen la lucha, a que no desconvoquen las protestas y a que redoblen e intensifiquen sus esfuerzos para avanzar decididos hacia la toma revolucionaria del poder, hacia la destrucción del capitalismo y hacia la fundación del único sistema posible que garantice el bienestar de la clase trabajadora: el Socialismo.
¡Viva la lucha de la clase obrera!
¡Socialismo o barbarie!
Secretaría de Relaciones Internacionales del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)