Análisis del 22º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros (EIPCO)
Los pasados días 27, 28 y 29 de octubre, en la ciudad de La Habana, se celebró el XXII Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros que, según los propios organizadores recogieron en la Declaración Final del citado Encuentro, congregó a «145 representantes de 78 Partidos Comunistas y Obreros de 60 países».
Nuestro Partido, que no forma parte de ese Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros, también denominado EIPCO, ha estudiado con detenimiento tanto todo tipo de noticia emanada del citado encuentro como, sobre todo, los dos documentos emanados por el XXII cónclave del EIPCO como son su Declaración Final y su Plan de Acción.
La Declaración Final del XXII Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros pretende ser un alegato abiertamente antiimperialista. Nadie que se precie de abrazar el marxismo-leninismo, y de aspirar a conquistar el comunismo, puede estar en desacuerdo en denunciar «que la depredadora naturaleza del capitalismo conduce al incremento de la desigualdad, la polarización de la riqueza» y demás efectos que denuncia dicha Declaración Final en su punto cuarto. Como tampoco puede estar en desacuerdo, más bien todo lo contrario, en denunciar que «El sistema político burgués, que defiende los intereses de los monopolios y corporaciones, gestiona la crisis sistémica del capitalismo en su beneficio […] mediante la presión y la violencia […]», como señala el punto quinto de la citada Declaración.
Sin embargo, tanto la Declaración Final como sus acuerdos, entre los que se hallan las tareas prácticas contenidas en su Plan de Acción como consecuencia de las conclusiones contenidas en dicha Declaración Final, en nuestra opinión son altamente decepcionantes pues, en ellas, comprobamos cómo en una parte importante del Movimiento Comunista Internacional, la parte que forma parte de ese EIPCO, no estudia los cambios que se están operando en la base económica y que tienen un reflejo en la superestructura actual del imperialismo, sino que parten de la superestructura exclusivamente para tratar de cambiar la propia superestructura, una forma de cavilar, de analizar, alejada del método de análisis marxista.
Se elude hablar en la Declaración Final de la situación agonizante del capitalismo monopolista como consecuencia de la automatización de la producción. La automatización de la producción, que desarbola y desequilibra por completo la composición orgánica del capital en favor del capital constante, conduce a la negación del propio capitalismo y es este factor el que exacerba y agudiza al máximo la contradicción que arrastra el capitalismo, desde siempre, de decrecimiento de la cuota de ganancia a la par que la tasa de explotación progresivamente tiende hacia el infinito como consecuencia del desequilibrio máximo en la composición orgánica del capital de tal modo que la parte de capital destinada a la obtención de plusvalía – el capital variable – tiende a cero con la robotización, acreditando cuasi matemáticamente que la automatización o robotización de la producción lo que en la práctica hace es negar el capitalismo.
Es este hecho, la robotización o automatización, el que conduce a una mayor concentración de la producción, a un incremento de la clase obrera como consecuencia del canibalismo del imperialismo para con la pequeña y mediana burguesía, arruinada, despojada y empujada a la miseria, a incrementar las filas del proletariado.
La concentración de la producción, el desarrollo máximo de los monopolios, conducen a la reacción política, al fascismo que hoy impera y, por tanto, no puede ofertar otra cosa a la humanidad que la agudización de la violencia, la guerra al objeto de salvaguardar a su moribundo sistema económico que a cada paso que avanza la automatización se niega a sí mismo.
Señalaba Carlos Marx en el prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política que
«ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan, o por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización».
¿PREDOMINIO O DEBILIDAD DEL IMPERIALISMO? EL MOMENTO ES REVOLUCIONARIO
Sin duda, el momento actual es un momento revolucionario en tanto las fuerzas productivas se han desarrollado al máximo en el seno del capitalismo y la automatización. Aparte de generar las condiciones materiales necesarias para el cambio de formación socioeconómica, implica el desarrollo del sistema superior dentro del marco del imperialismo, de tal modo que las condiciones expresadas por Marx para la desaparición de una formación socioeconómica, en este caso la capitalista, y su sustitución por una formación socioeconómica superior, en este caso la socialista, se cumplen plenamente en la actualidad.
Por tanto, más que como dice el texto final del EIPCO por «el actual predominio del imperialismo impone un orden internacional injusto o insostenible, intensifica la explotación y empeora las condiciones de la clase obrera y de los pueblos, genera crecientes conflictos, antagonismos y guerras, y dificulta la solución de problemas globales» hemos de subrayar que, en nuestra opinión, es la debilidad – y no su predominio como advierte el EIPCO en su punto segundo – de su sistema económico, quebrado, donde el desarrollo de la automatización socava al propio sistema y confronta abiertamente a las potencias imperialistas entre sí, las que hacen que el imperialismo no tenga más salida que la mencionada para tratar de poner palos a la rueda de la historia que lo empuja a su enterramiento. Es en este escenario donde debe ubicarse «la creciente agresividad del imperialismo y de la recomposición geopolítica en curso» y demás apreciaciones que el EIPCO hace en su Declaración Final.
Y ello, lejos de ser consecuencia del predominio del imperialismo es consecuencia de su debilidad, de su bancarrota, que está provocando una fragmentación del propio imperialismo en varios polos, la cual debilita a todas las potencias imperialistas y, consecuentemente, al propio imperialismo en sí.
Como puede constatarse, la primera conclusión sobre si la situación actual es consecuencia del predominio del imperialismo, como afirma el EIPCO, o de la debilidad de éste como afirma nuestro Partido, difiere como consecuencia de que el EIPCO hace un análisis alejado del marxismo al incidir en el análisis de la superestructura sin acudir a la base económica, obviando en la práctica que los fenómenos que acontecen en la superestructura son reflejo de las contradicciones producidas en su base económica.
¿QUÉ DEFENDEMOS LOS COMUNISTAS?
Señala la Declaración Final del XXII EIPCO, en su punto segundo, que
«los comunistas defendemos un nuevo orden mundial, basado en la abolición de la explotación del hombre por el hombre, las relaciones de beneficio mutuo entre estados y pueblos, la paz, el desarrollo sostenible para la satisfacción de las necesidades sociales, la justicia social y la solidaridad».
Ciertamente, los comunistas luchamos por abolir el capitalismo, liquidar la formación socioeconómica capitalista y construir un nuevo orden mundial donde desaparezca de la faz de la tierra la explotación del hombre por el hombre. Pero el hecho de partir de la superestructura para cambiarla sin mirar los cambios que se están operando en la estructura, sin evaluar el impacto de la automatización de la producción, y despreciando la premisa marxista de que «el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general», conduce a repetir fórmulas pretéritas – y fracasadas – sin pensar, tan siquiera, si se ajustan al mundo de hoy que difiere al de hace unas décadas.
El propio imperialismo y su desarrollo económico han ido modificando la forma de comunidad humana, ha borrado fronteras y las ha reescrito a su antojo, ha mutilado al Estado-nación y ha elevado estructuras estatales supranacionales desde donde los monopolios dirigen el mundo en su totalidad o amplias regiones de éste, convirtiendo a las naciones y sus Estados en agencias locales de dichos monopolios. Sin embargo, el Documento Final del XXII EIPCO concibe un mundo estático, y lo que es más grave, desnaturaliza el objetivo de los comunistas, que no es el de perpetuar los estados sino el de abolirlos, como consecuencia de la liquidación de las clases sociales y, por tanto, la extinción de la lucha de éstas. Mala señal si los comunistas contemplamos una superestructura similar, donde existan estados y fronteras, cuando nuestro objetivo es la construcción de una base económica antagónica a la actual y, en consecuencia, la superestructura que emane de la misma será, a la fuerza, diferente a la actual.
EL SUJETO REVOLUCIONARIO
La Declaración Final del XXII EIPCO define en su punto séptimo cuál es su sujeto revolucionario:
«7. La batalla de la clase obrera mundial contra el sistema capitalista de explotación requiere, en primer lugar, la unidad del Movimiento Comunista y Obrero junto a los movimientos sociales y populares, campesinos e indígenas, para fortalecer la lucha de clases contra los planes burgueses e imperialistas y por la construcción de un mundo de paz, justicia y equidad social».
Señalaba Carlos Marx en el Manifiesto Comunista lo siguiente:
«De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar.
Los estamentos medios – el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino –, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarios únicamente por cuanto tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, por cuanto abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.
El lumpemproletariado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras.
Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya abolidas en las condiciones de existencia del proletariado. El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen nada de común con las relaciones familiares burguesas; el trabajo industrial moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Norteamérica que en Alemania, despoja al proletariado de todo carácter nacional».
El valor de las fusiones y adquisiciones de empresas (M&A) en 1999 ascendió a 700 mil millones de dólares en el mundo. En 2021 esta cuantía se multiplicó hasta alcanzar la cifra de 5,63 billones de dólares, esto es, la concentración de capital se ha multiplicado en estos 22 años del siglo XXI un 804,28% con respecto del año 1999. Un dato que refleja las múltiples fusiones y adquisiciones y que acredita cómo se han desarrollado los monopolios a lo largo de este casi primer cuarto de siglo.
El 75% de la producción mundial del vidrio para automoción en 2021 recayó sobre 5 grupos empresariales (Asahi Glass Co., Fuyao, Nippon Sheet Glass, Saint-Gobain y Xinyi Glass Holding Limited).
El 83,90% de la producción mundial de neumáticos en 2021 recayó sobre 5 grupos empresariales (Michelin, Bridgestone, Goodyear, Continental y Sumitomo Rubber Industries).
El 89% de la producción mundial de chips y semiconductores en 2021 recayó sobre tres monopolios (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company Limited (TSMC), Samsung y Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC)).
El 69,32% de la comercialización de granos, legumbres, harinas proteicas y aceites vegetales en el mundo en el año 2021 estuvo controlada por 8 empresas (Cargill, COFCO, ADM, Bunge, Moreno Hnos., ACA, LDC y AGD).
Podríamos seguir desgranando los diferentes ramos de la producción, y constatar la existencia de un oligopolio que controla cada una de ellas a nivel internacional. Algo que por otro lado no es desconocido, sino que a lo largo del tiempo se ha ido acentuando como consecuencia del desarrollo natural del capitalismo que conduce a la concentración máxima de la producción, al monopolio, fase en la que nos encontramos.
El agro no es una excepción, según el Resumen Ejecutivo de la organización Land Coalition en noviembre de 2020 señalaba que la desigualdad de la tierra aumenta desde la década de los 80s, radiografiando que
«se debe en gran medida a los modelos de agricultura industrial a gran escala respaldados por las políticas impulsadas por el mercado y economías abiertas que priorizan las exportaciones agrícolas, así como a mayores inversiones del sector financiero y empresarial en alimentos y agricultura, y la debilidad de las instituciones y mecanismos existentes para resistir la creciente concentración de la tierra […] un resultado clave de la tendencia actual es un sistema agroalimentario y de tierras cada vez más polarizado, con crecientes desigualdades entre los terratenientes más pequeños y los más grandes. Los sistemas alimentarios dominantes a nivel mundial están controlados por un pequeño número de corporaciones e instituciones financieras, impulsados por la lógica del retorno de las inversiones a gran escala a través de economías de escala […]. «Hoy en día, se estima que hay aproximadamente 608 millones de fincas en el mundo, y la mayoría son fincas familiares. Sin embargo, el 1% de las grandes empresas agrícolas opera más del 70% de las tierras agrícolas del mundo y están integradas en el sistema alimentario empresarial, mientras que más del 80% son pequeñas explotaciones de menos de 2 has que generalmente están excluidas de las cadenas alimentarias mundiales […] las nuevas mediciones muestran que el 10% más rico de las poblaciones rurales capta el 60% del valor de la tierra agrícola, mientras que el 50% más pobre, que generalmente depende más de la agricultura, capta solo el 3%. En comparación con los datos del censo tradicional, esto muestra un aumento en la desigualdad de la tierra rural del 41% cuando se tienen en cuenta el valor de la tierra agrícola y la falta de tierra, y un aumento del 24% si sólo se considera el valor».
Según estima el Banco Mundial en 2021 el 44% de la población mundial era población rural, mientras que en 1960 este porcentaje ascendía al 66%, dando buena cuenta de los flujos migratorios producidos desde el agro al orbe. Éxodo rural que se acentuará todavía más como consecuencia de la automatización de la explotación agraria, que forzará la migración del campo a la ciudad y que hará que se concentre todavía más la propiedad y la explotación de la tierra por parte de los monopolios agrícolas.
En el mundo hay en torno a 2.500 millones de personas que viven de la agricultura – pequeños agricultores, braceros, pastores, comunidades indígenas, etcétera –, de los que 1.892 millones de personas están despojados de la propiedad de la tierra y, por tanto, lejos de considerarlas como campesinos habría que considerarlos en su justo término: proletariado.
Pero de los 608 millones de fincas, son pequeños propietarios (menos de 2 hectáreas) 486,4 millones, siendo grandes terratenientes solo el 1% de los grandes propietarios los que controlan el 70% de las tierras que son directamente los monopolios de la alimentación, que controlan las tierras y los canales de comercialización del producto que arroja la tierra, convertido en mercancía.
Por otro lado, el Documento Final del EIPCO se refiere a la alianza de la clase obrera con los indígenas. Las comunidades indígenas, o etnias, no son más que comunidades humanas definidas por afinidades raciales, lingüísticas, culturales, tradiciones, etcétera que se ubican en un determinado lugar geográfico, normalmente en zonas rurales. Dentro de las comunidades indígenas éstas se estructuran socialmente, de tal modo que indígenas burgueses no vacilan en oprimir a otros indígenas y no indígenas. La sociedad no es más que un reflejo de las contradicciones que emanan de la base económica y, en cuanto a la sociedad capitalista, las clases sociales vienen determinadas por su relación con la propiedad de los medios de producción. Los explotados lo somos porque estamos despojados de los medios de producción – ya sea un obrero fabril, un jornalero o bracero o un indígena – y consecuentemente engrosamos las filas del proletariado. Los enemigos de los explotados, del proletariado con independencia de su nacionalidad, de su etnia o de su raza, son los explotadores, son los que nos despojan de los medios de producción, los que nos roban nuestras vidas apropiándose del fruto de nuestro trabajo condenándonos a la miseria. Y flaco favor hacemos los comunistas para abolir a la burguesía y al capitalismo si en lugar de tejer la unidad de la clase obrera, que es el sujeto revolucionario, lo que hacemos es disgregarlo. La lucha contra el racismo, contra el fascismo, contra el imperialismo, por la emancipación nacional, por la emancipación racial o étnica, son una única lucha, la lucha entre explotadores y explotados, la lucha entre burgueses y proletarios, la lucha entre capitalistas y comunistas.
Exacerbar la diferencia entre los diferentes sectores que conforman al proletariado, establecer alianzas interclasistas en un momento histórico donde incluso amplias capas de la burguesía arruinadas pasan a formar parte del proletariado imperando la proletarización, es el mayor favor que se le puede hacer al imperialismo a pesar de que de verbo se diga que se combate a éste, pues realmente se hace todo lo contrario.
En nuestra opinión el EIPCO se equivoca en ese punto séptimo de su Declaración Final al fraccionar al sujeto revolucionario, al proletariado, y pretender establecer alianzas interclasistas cuando el imperialismo y su desarrollo está proletarizando a amplias capas de la sociedad, incluyendo a vastas capas burguesas. Y consideramos que ese error viene inducido por no analizar la base económica y las modificaciones que se están produciendo en la misma que tienen un reflejo en la superestructura. De tal modo que nos encontramos que una parte del movimiento comunista repite consignas por décadas conocidas que no se corresponden, en gran parte, al momento actual ya que la conformación de la sociedad es diferente, como consecuencia de los cambios operados en la estructura económica, los cuales no han sido abordados ni analizados en dicho Encuentro Internacional.
ACERCA DE LOS ACUERDOS
La Declaración Final del XXII EIPCO concluye el análisis realizado con una serie de acciones, algunas de las cuales se detallan en mayor grado en el Plan de Acción aprobado en dicho Encuentro.
Entre las acciones comprobamos que hay un calendario de efemérides y conmemoraciones, algo de solidaridad internacional… Pero poco, o mejor dicho nada, se habla de cómo fortalecer la unidad comunista y cómo pergeñar una táctica revolucionaria para conducir al proletariado a la toma del poder.
De hecho, hay algunos acuerdos sobre los que, como parte integrante del Movimiento Comunista Internacional, le guste o no al EIPCO, nuestro Partido pretende observar y analizar en aras de suscitar un necesario debate entre los marxistas-leninistas para hacer avanzar nuestras posiciones, condición sine qua non para que podamos enviar al estercolero de la historia al imperialismo y construir el socialismo para avanzar hacia el comunismo.
Se habla mucho de la paz y del socialismo, objetivos que los comunistas, sin duda, anhelamos. Así estas organizaciones comunistas y obreras acuerdan, primeramente,
«Unir esfuerzos para reforzar la lucha contra el imperialismo, contribuir a transformar el actual orden internacional injusto y antidemocrático en el cual prevalecen los intereses capitalistas, por un orden internacional basado en la paz, el desarrollo sostenible, la justicia social y la solidaridad, para allanar el camino de la construcción de la sociedad socialista” y, también, “Rechazar categóricamente las guerras imperialistas, la amenaza y el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, y promover la lucha por la paz. Intensificar la acción y la solidaridad internacionalista, en defensa de los intereses comunes de los pueblos, contra las clases burguesas».
De sobra es conocido que únicamente podrá haber paz en el mundo, y ausencia de violencia, cuando impere el comunismo, o lo que es lo mismo, desaparezcan las clases sociales y los Estados. Para conquistar el comunismo, previamente hay que desarrollar la unidad de la clase obrera, que es la unidad de su vanguardia – aspecto éste sobre el que hablaremos más adelante –, establecer una táctica revolucionaria que haga que el Movimiento Comunista se fusione con el Movimiento Obrero y lo eleve ideológica y organizativamente a la conquista del poder. Para ello hay que tener claro qué base económica y qué superestructura requiere nuestro socialismo, así como cuál es la clase revolucionaria, de lo que ya hemos hablado anteriormente. Sin duda, la base económica es arrebatar la propiedad de los medios de producción a los capitalistas, poner el desarrollo tecnológico al servicio de la totalidad de la clase obrera y hacer que ese progreso tecnológico se convierta en progreso social. Para conseguir esto hay que establecer una táctica para fusionar al Partido con las masas proletarias, para desarrollar los órganos de poder proletario dotando a la clase de la estructura organizativa necesaria para confrontarse revolucionariamente con los Estados y las estructuras organizativas supranacionales de los monopolios, y para derrocarlos revolucionariamente imponiendo la dictadura del proletariado – de la que nada se habla – al objeto de reprimir por completo a la burguesía, despojándola no sólo de la propiedad de los medios de producción sino de cualquier derecho democrático.
Ciertamente, los comunistas tenemos que hablar a la clase obrera del riesgo que corre la humanidad con el imperialismo criminal, hay que movilizar al proletariado contra las guerras imperialistas, contra las organizaciones militares y la lógica militarista del imperialismo y su escalada bélica siendo conscientes que los imperialistas tienen armas que pueden destruir la vida humana en el planeta. Pero también hay que enseñar al proletariado que se encuentra en una guerra abierta contra la burguesía, contra el imperialismo, y que mientras de manera revolucionaria, por la fuerza, no acabemos con el capitalismo, no acabemos con su ideología, y por la fuerza se imponga la dictadura del proletariado, es imposible dar pasos ciertos para conquistar la paz pues el enemigo de la humanidad no solo es el imperialismo, sino aquellos falsos aliados que no tienen la más mínima intención de conquistar y edificar el socialismo y el comunismo. Y por lo que comprobamos, esta segunda cuestión no solo la omite el EIPCO, sino que señala al imperialismo en decadencia pero se pone de perfil ante potencias imperialistas emergentes a las que, incluso, les otorgan máscaras de socialistas cuando son potencias imperialistas.
EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO
Los asistentes al citado Encuentro internacional acuerdan
«demandar el respeto a los principios de libre determinación de los pueblos, independencia, igualdad soberana, y la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, así como el derecho legítimo de los pueblos a la paz y elegir su propio camino de desarrollo».
Para empezar, nosotros nos preguntamos, “demandar” ¿a quién? ¿A los Estados imperialistas que utilizan la guerra como válvula de escape de su completa bancarrota económica? ¿A los organismos de opresión supranacional como la Unión Europea, la OTAN o el FMI? ¿O a los gobiernos burgueses que ideológicamente se encuentran completamente instalados en la reacción? ¿O a determinados firmantes de los citados acuerdos del EIPCO?
Sin duda, los marxistas-leninistas debemos apoyar el derecho a la autodeterminación y, si así lo deciden los miembros de esa nación oprimida, la independencia de ésta. Pero a la par, tenemos la obligación de estrechar lazos con la clase obrera de dicha nación oprimida nacionalmente emancipada en base a nuestra condición de clase, mediante el internacionalismo proletario, pues a los obreros no nos une la cuestión nacional sino la cuestión clasista, y la lucha de la clase obrera es una lucha que trasciende lo nacional pues es una lucha social, tal y como Marx expresó en los Estatutos de la Asociación Internacional de los Trabajadores indicando que «la emancipación del trabajo no es un problema nacional o local, sino un problema social que comprende a todos los países en los que existe la sociedad moderna».
Sin embargo, en el marco del capitalismo agonizante, monopolista, existente en la actualidad, el derecho a la libre determinación de los pueblos está indisolublemente unido a la lucha por el socialismo. Y es que en la formación socioeconómica imperialista, donde el mundo está repartido y a merced de los monopolios, únicamente los imperialistas son capaces de determinar el destino de una nación, de dibujar las fronteras en los mapas, no sea que esos pueblos, y más concretamente la clase obrera dirigida por su vanguardia comunista, su partido, rompan la cadena imperialista e impongan el socialismo y la dictadura del proletariado liberando esa parte emancipada y poniéndola a disposición del resto de proletarios del mundo al objeto de alcanzar su emancipación como clase.
En ese acuerdo del EIPCO hay una parte en la que debemos detenernos y que extractamos nuevamente:
«igualdad soberana, y la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, así como el derecho legítimo de los pueblos a la paz y elegir su propio camino de desarrollo».
Sin duda, este acuerdo es clarificador de la ideología de los que participaron en dicho encuentro. El 10 de mayo de 1914, en el número 82 del periódico “Put Pravdi” se publicó un artículo de Lenin bajo el título “Como se corrompe a los obreros con el nacionalismo refinado” (OC, Tomo XXV, pp. 149-150) que señala lo siguiente:
«Los obreros conscientes se esfuerzan por combatir todo tipo de nacionalismo, tanto el burdo, violento y ultrarreaccionario como el más refinado, que predica la igualdad de las naciones junto… con la fragmentación de la causa obrera, de las organizaciones obreras y del movimiento obrero conforme a la nacionalidad. A diferencia de todas las variedades de la burguesía nacionalista, los obreros conscientes aplican las resoluciones de la última reunión de marxistas (del verano de 1913) y defienden no sólo la igualdad más completa, consecuente y plenamente llevada a la práctica de naciones e idiomas, sino también la fusión de los obreros de las distintas nacionalidades en todo tipo de organizaciones proletarias únicas».
En el EIPCO algunos Estados presentan varios partidos comunistas, como por ejemplo el Estado español, quedando demostrado la calidad marxista-leninista de dicho encuentro, la coherencia y, fundamentalmente lo a rajatabla que siguen la ciencia del marxismo-leninismo y sus postulados.
«El dominio del capital es internacional. Por eso, también la lucha de los obreros de todos los países por su emancipación tiene éxito únicamente cuando es una lucha conjunta contra el capital internacional. Por eso, el obrero alemán, el obrero polaco y el obrero francés son compañeros del obrero ruso en la lucha contra la clase capitalista, del mismo que son enemigos suyos los capitalistas rusos, polacos y franceses» (Lenin, Obras Completas, Tomo II, pp. 100-101).
La idea de la unidad de la clase obrera, de todos los proletarios del mundo, es cardinal para Lenin, y en ella se engloban todos los principios fundamentales del internacionalismo proletario, como son la solidaridad proletaria revolucionaria y la cohesión de los obreros del mundo entero.
Sin duda, nadie puede cuestionar que es la igualdad la base por la que los obreros de las distintas nacionalidades deben unirse para la lucha revolucionaria, como tampoco nadie debe cuestionar que los intereses nacionales deben supeditarse a los intereses internacionales del proletariado mundial. «Para ser […] internacionalista hay que pensar no solo en la propia nación, sino colocar por encima de ella los intereses de todas las naciones, la libertad y la igualdad de derechos de todas» (Lenin, Obras Completas, Tomo XXX, p. 46).
Cuando en el Documento final y en el Plan de Acción se elude hablar del internacionalismo proletario, cuando se elude establecer una táctica para unir a la clase obrera que, en realidad, debe ser una táctica para unificar a su vanguardia mediante un análisis intenso de los cambios operados en la base y la definición de una programa de acción con el que los comunistas podamos aglutinar a la clase obrera en una dirección revolucionaria, esto es, en una dirección para organizar poder obrero para preparar la toma del poder ante una situación de debilidad del imperialismo, y cuando se pone el acento en fraccionar a la clase obrera, disgregándola y buscando establecer alianzas interclasistas que, a tenor de la concentración de la producción y de capitales que están llevando a la proletarización a capas antaño de la burguesía, y cuando lejos de establecer criterios para unificar la lucha de los comunistas se habla de la «no injerencia en los asuntos internos de los Estados» o del «derecho legítimo de los pueblos a la paz y elegir su propio camino de desarrollo», no podemos más que inclinarnos a pensar que los parámetros en los que se mueven los miembros del EIPCO van orientados a justificar actuaciones contrarias al marxismo-leninismo, contrarias a lo que procede hoy que es la armonización del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, cada vez más confrontadas, mediante la socialización de los medios de producción, o lo que es lo mismo, la organización revolucionaria del proletariado para la toma del poder. ¿La no injerencia en los asuntos internos de los Estados o el derecho legítimo de los pueblos a elegir su propio camino de desarrollo debemos interpretarlo como que en países que se denominen socialistas la propiedad privada cada vez gane más peso con respecto a la propiedad estatal? ¿La no injerencia en los asuntos internos de los Estados o el derecho legítimo de los pueblos a elegir su propio camino es proteger la propiedad privada de los medios de producción en la constitución o que el 80% de los trabajadores asalariados laburen para empresas privadas como ocurre en China? Parece ser que la no injerencia en los asuntos internos de los Estados o el derecho legítimo de los pueblos a elegir su propio camino es la fórmula empleada para impedir la crítica desde dentro del Movimiento Comunista Internacional y buscar una adhesión inquebrantable, ante lo que nosotros nos preguntamos ¿Acaso la conciencia de la clase obrera y, en consecuencia, la organización no se desarrolla en confrontación con la burguesía, con el oportunismo y ejerciendo libremente el ejercicio de la crítica y de la autocrítica?
¡Ahora se entiende por qué han obviado el internacionalismo proletario! Y es que mientras la automatización y la robotización empujan al mundo hacia el socialismo, una parte del Movimiento Comunista Internacional – EIPCO – va en la dirección contraria.
LA UNIDAD
El día 3 de diciembre de 1913, en el número 50 del diario “Za Pravdu” se publicó un artículo de Lenin que indicaba que:
«La clase obrera necesita la unidad. Pero la unidad sólo puede realizarla una organización única, cuyas decisiones sean escrupulosamente cumplidas por todos los obreros conscientes. Discutir una cuestión, expresar ese criterio en una decisión adoptada por delegados y cumplirla honestamente: eso es lo que la gente razonable de todo el mundo llama unidad. Tal unidad es infinitamente preciosa e infinitamente importante para la clase obrera. Desunidos, los obreros no son nada. Unidos lo son todo» (Lenin, Obras Completas, Tomo XXIV, pp. 206-207).
«No puede haber unidad […] con los políticos obreros liberales, con los desorganizadores del movimiento obrero, con los infractores de la voluntad de la mayoría. Puede y debe haber unidad de todos los marxistas consecuentes, de todos los defensores del marxismo íntegro y de las consignas no recortadas, independientemente de los liquidadores y sin ellos.
¡La unidad es una gran obra y una gran consigna! Pero la causa obrera necesita la unidad de los marxistas, y no la unidad de los marxistas con los enemigos y falseadores del marxismo» (Lenin, Obras Completas, Tomo XXV p. 82).
Como puede constatarse, la unidad de la clase obrera es la unidad de los marxistas-leninistas, y ella sólo puede hacerse en una organización única donde los acuerdos suscritos, emanados de una discusión igualitaria y libre por parte de los delegados, son escrupulosamente cumplidos.
En el EIPCO hay cuatro representantes del Estado español, hecho que demuestra dos cosas: La primera la división enorme del movimiento comunista español y, la segunda, lo poco que le importa al EIPCO la división del Movimiento Comunista.
Resulta que el PCPE y el PCTE no podían sentarse para tratar de restañar la división de los comunistas y establecer un programa de acción para edificar en la práctica la unidad de acción de los comunistas españoles apelando “a la ética comunista”, como consecuencia de la acusación cruzada entre ellos de la falta de ética de unos y otros. Parece ser que la ética es el comodín empleado para evitar comprometerse en la unidad de acción de los comunistas en el Estado español pero esa ética se relega a un segundo plano para acudir al EIPCO juntos. Si forman parte de lo mismo, y suscriben las mismas declaraciones y se comprometen a desarrollar el mismo plan de acción acordado por el EIPCO nuestra pregunta es clara ¿Por qué no se unen? Es evidente que no había discrepancias políticas ni ideológicas sino peleas por la poltrona.
Es más, si tanto PCE, PCTE y PCPE forman parte de ese encuentro denominado EIPCO y todos ellos suscriben un análisis y unos acuerdos ¿Qué hacen que no se unen? ¿Por qué engañan a la clase obrera manteniendo tres siglas cuando convergen y suscriben los mismos acuerdos?
El KKE el pasado 4 de mayo de 2017, a través de su Sección de RRII de su Comité Central, en su documento “Posición del KKE sobre los acontecimientos en el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE)” no vaciló en posicionarse de una parte de la ruptura de ese partido, la que dio lugar al PCTE, denunciaba al «grupo de los camaradas Carmelo Suárez y Julio Díaz» de publicar «posiciones trotskistas en el periódico Unidad y Lucha, así como los contactos conjuntos que ha comenzado este grupo con el PCE oportunista que ha apoyado y sigue apoyando el gobierno antipopular de SYRIZA en Grecia y ha luchado contra el KKE». Pues bien, todos ellos, ese “PCE oportunista”, ese PCPE del “grupo de los camaradas Carmelo Suárez y Julio Díaz” y el KKE comparten análisis y plan de acción y, en consecuencia, están en las mismas posiciones y, por tanto, unidos.
Las organizaciones que integran el EIPCO han acordado:
«Movilizar a las masas en la denuncia y rechazo a la carrera armamentista y a los enormes recortes de gastos sociales que ella provoca, a la existencia y modernización de las armas nucleares, a las bases militares extranjeras; contra la OTAN y su proyecto de ampliar y convertirse en una organización militar global».
Sin embargo, el PCE forma parte de un gobierno que ha incrementado el gasto militar en los Presupuestos Generales del Estado un 28,5% para cumplir con la OTAN, un gobierno alineado con la OTAN en la guerra de Ucrania armando al Estado. Por un lado, el PCE firma el acuerdo del EIPCO y, por el otro, forma parte de un Gobierno que actúa de manera antagónica a lo acordado. ¿Qué unidad es esa?
Las organizaciones que integran el EIPCO han acordado «Luchar contra el resurgimiento de fuerzas anticomunistas, reaccionarias, ultranacionalistas y fascistas, en diversas partes del mundo» y, sin embargo, el PCE que es uno de los firmantes de dichos documentos y acuerdos forma parte de un gobierno que está armando a un Estado fascista como el ucraniano, al que apoya sin fisuras, un Estado el ucraniano abiertamente fascista que ha ilegalizado y persigue a comunistas y que tiene responsabilidad en la represión y el asesinato de comunistas y sindicalistas. Es evidente que el PCE, cuyos ministros aplaudieron a Zelensky en el Parlamento en el mes de abril de 2022, en la práctica actúa en contra de lo que signó en La Habana en octubre de 2022.
Las organizaciones que integran el EIPCO han acordado «Solidarizarse con las causas justas de los pueblos, con los comunistas que enfrentan persecuciones y prohibiciones en el libre ejercicio de sus derechos políticos». En el Estado español hay presos políticos comunistas, y el PCE de palabra condena, por ejemplo, el encarcelamiento de Pablo Hasél, pero de hecho justificó y respaldó la represión policial contra el justo rechazo por parte de la clase obrera en la calle de la privación de libertad de dicho comunista. Es evidente que el papel lo aguanta todo.
Podríamos seguir enumerando los acuerdos y demostrando cómo algunos de sus firmantes, con su práctica cotidiana, deja en agua de borrajas lo firmado demostrándose en la práctica que el EIPCO no es más que humo. Sin embargo, no queremos terminar sin detenernos en uno de esos acuerdos, concretamente el 17 que señala que los partidos firmantes acuerdan «Lograr una mayor acción de los partidos comunistas y obreros y sus organizaciones sociales afines con el objetivo de lograr una mejor articulación y fortalecimiento de las organizaciones internacionales antiimperialistas, en particular, la Federación Sindical Mundial (FSM)». Resulta que la propuesta sindical tanto del PCE como del PCTE es CCOO, un sindicato de la Confederación Sindical Internacional (CSI), o lo que es lo mismo, el sindicato mundial de los monopolios, del imperialismo, un sindicato que firma traiciones en forma de convenios y que no vacila lo más mínimo en firmar despidos colectivos y acuerdos para incentivar salidas como acontece en Telefónica y que gestionan y administran junto con otro sindicato de la CSI – UGT – y la patronal de planes de pensiones en empresas.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Pareciera, a la luz del resultado del Encuentro, que estuviéramos en el año 1994 o 1998, y que para las organizaciones comunistas y obreras que conforman el EIPCO no hubiera habido un desarrollo ni en el mundo ni en la base económica del imperialismo.
La Declaración Final no pasa de ser más de lo mismo, lejos de estudiar cómo impacta la robotización y los cambios operados en la base, que está llevando al imperialismo a una situación de debilidad, donde el imperialismo se está escindiendo y donde la confrontación política y económica entre las potencias imperialistas, y su pugna por sostener el actual sistema financiero por parte de las potencias imperialistas decadentes – EEUU y UE – y la creación de un sistema financiero nuevo con nuevas instituciones y donde se liquide el dólar como moneda mundial; lejos de indagar en la situación revolucionaria que se ha abierto, tal y como establecía Carlos Marx donde el desarrollo de las fuerzas productivas dentro del marco imperialista es máximo, que en la formación socioeconómica imperialista, en su base económica, pugnan el viejo modo de producción capitalista en su forma monopolista y el socialista, donde las condiciones materiales están garantizadas para que se pueda producir un cambio de formación socioeconómica. Hoy las relaciones de producción implican un obstáculo objetivo para el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero en lugar de estudiar el conflicto entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción, en lugar de estudiar esas contradicciones de la vida material y establecer una táctica para que la clase obrera engendre conciencia revolucionaria – con el terreno abonado para nuestro ideario revolucionario como consecuencia de la contradicción mencionada y los efectos que ésta genera en la sociedad –, para ganar influencia en la clase obrera y para organizarla y guiarla a la toma del poder, el EIPCO ha concluido alejarse de hacia dónde va el mundo y sigue apostando por las fórmulas planteadas en la bancarrota del Movimiento Comunista, en buscar alianzas interclasistas cuando se está produciendo una proletarización de capas no proletarias bestial pero nada concluyen para unir al proletariado, o lo que es lo mismo, unir a los marxistas-leninistas en una sola organización.
El imperialismo hoy está en su trance final, negándose a sí mismo. La humanidad no tiene más salida que romper las relaciones de producción presentes imponiendo la propiedad social de los medios de producción, arrebatando el progreso tecnológico representado por la robotización para convertirlo en progreso social. La automatización en manos de los imperialistas lo único que generará es más pobreza, más muerte, más guerras; la automatización en manos de la clase obrera, al servicio del género humano, con la socialización de los medios de producción, incrementará la esperanza de vida, permitirá retirar al ser humano del trabajo, permitirá el desarrollo multilateral e ilimitado del ser humano.
Lo que está en juego es la vida o la muerte. Hoy la consigna socialismo o barbarie es más vigente que nunca. Y en esto es en lo que tendríamos que estar los comunistas del mundo, en cómo fortalecer la organización revolucionaria, cómo hacer una organización lo suficientemente potente ideológicamente y cohesionada para dirigir al proletariado a la consecución de su misión histórica: la revolución proletaria para derrocar el capitalismo y construir el socialismo como paso previo para el comunismo.
El mundo avanza y la necesidad de la humanidad está ahí. Los comunistas debemos ganarnos esa cualidad y debemos cavilar en cual es la realidad concreta y, en base a esa realidad concreta, actuar para dotar a la clase obrera de táctica y de organización para tomar el poder. Sin embargo, una parte del movimiento comunista, anquilosada en el pasado, en lugar de construir la revolución buscan mantener su espacio en el mundo imperialista, un mundo que está feneciendo y que, sin duda, arrastrará con él a todo aquello que forme parte de su superestructura, incluido al oportunismo que es una parte más del imperialismo caduco y agonizante.
Es necesaria la construcción de una Internacional Comunista porque es necesaria la unidad de la clase obrera, y en esta dirección nuestro partido plantea una tesis por la unidad del Movimiento Comunista Internacional que puedes leer en este enlace.
¡PROLETARIOS DEL MUNDO, UNÍOS!
¡VIVA EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO!
¡SOCIALISMO O BARBARIE!
Madrid, 21 de enero de 2023
COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)