El capitalismo monopolista se encuentra totalmente caducado. La crisis económica, consustancial al capitalismo como lo demuestra el desarrollo histórico de los siglos XX y lo que va del XXI, nos muestran que su intensidad hoy, con unas dimensiones superlativas, se debe a las medidas adoptadas por los imperialistas con objeto de suturar las enormes contradicciones abiertas por el sistema y ensanchadas a lo largo de su desarrollo. Y es que, cuantos más agujeros pretenden tapar los imperialistas más agujeros y más grandes se les generan y abren.
El Fondo Monetario Internacional recortará de nuevo sus estimaciones sobre el crecimiento de la economía mundial este año, a tenor de la débil demanda, la deflación, la creciente desigualdad y el descenso de la inversión y el comercio. La caída de los precios de las materias primas, del petróleo evidencia una desaceleración de la economía productiva mundial.
La agudización de la explotación y el desarrollo tecnológico sepultan todavía más a la economía productiva puesto que se produce más con necesidad de menos trabajadores, con lo que se provoca una saturación mayor de la producción, superproducción que se multiplica al haber menos compradores puesto que la clase trabajadora es arrojada al paro y empobrecida y, consecuentemente, tiene menor capacidad para consumir.
La economía productiva cada vez cede más terreno porque el capital se desplaza hacia la economía especulativa, la cual supera en más de 125 veces todo el dinero metálico existente en el mundo.
Decía el oligarca Jacob Rotchschild este pasado mes de agosto, que “el mundo vive el mayor experimento de la política monetaria de la historia”, como consecuencia de las políticas monetarias realizadas por los Bancos Centrales basadas en tasas de interés bajos, rendimientos negativos de la deuda pública y flexibilización cuantitativa. Este sujeto cualificado del imperialismo, un verdadero amo del mundo, manifestaba que el sistema está en aguas desconocidas y que es imposible predecir las consecuencias de estas políticas.
La propia oligarquía, pues, no puede ya tapar que no tiene salida alguna, que el sistema económico está en bancarrota y que las medidas que están adoptando dinamitarán todavía más el sistema, como señalaba el oligarca norteamericano Bill Gross cuando asevera “Rentabilidades globales en sus niveles más bajos en 500 años de historia registrada. Diez billones de dólares de bonos en tasas. Esto es una supernova que explotará un día”.
Ante tamaña bancarrota, las potencias imperialistas libran una guerra a muerte por conquistar la posición hegemónica en el mundo. El mundo ha sido repartido, y mientras el imperialismo siga existiendo así seguirá siendo, en base a la fuerza y nos encontramos en un momento donde los imperios únicamente tienen la guerra para variar la correlación de fuerzas entre ellos como única vía para superar la crisis que sacude a todo el mundo.
En este sentido el imperialismo norteamericano, el que lleva las últimas décadas ejerciendo de caudillo planetario; robando a los pueblos del mundo y asesinando a millones de seres humanos con absoluta impunidad; no tiene más salida para tratar de impedir su quiebra y mantener su papel que la Guerra Mundial.
En el momento en el que la URSS y el campo socialista implosionaron, y el imperialismo norteamericano se sentía el amo y señor del mundo, no sólo devoraron y saquearon –junto con sus socios europeos– a los países que conformaban el campo socialista, modelaron la Europa del Este a su imagen y semejanza así como se lanzaron a por el petróleo de Oriente Medio a tumba abierta, sino que también los EEUU -junto con sus organismos imperialistas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- impusieron lo que se denominó Consenso de Washington, por el que los imperialistas saqueaban a los pueblos latinoamericanos de una manera similar a lo que la Troika (UE, BCE y FMI) hacen hoy. Dicho Consenso de Washington no sólo sirvió para saquear a los países latinoamericanos, sino que con dichas políticas privatizadoras, de disciplina fiscal y presupuestaria (aquí en España hoy se llama equilibrio presupuestario, sacrosanto tras la modificación del artículo 135 en agosto de 2011 por los partidos de los monopolios PSOE y PP), así como las políticas monetarias impuestas por los organismos imperialistas supranacionales llevaron al empobrecimiento a los pueblos latinoamericanos así como a la bancarrota de los estados latinoamericanos, de tal modo que algunos se vieron obligados a adoptar el dólar norteamericano como moneda de curso legal siendo recordado el corralito de 2001 argentino.
Contra esas políticas del imperialismo norteamericano en América Latina, hubo una respuesta de tal modo que primero en Venezuela, y posteriormente -acentuada por la crisis asiática de finales de los 90s que tuvo una influencia determinante en prácticamente todos los países sudamericanos- en otros países latinoamericanos como Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil, Honduras o Nicaragua accedieron al poder gobiernos contrarios a este Consenso de Washington, que rechazaban las políticas imperialistas estadounidenses, siendo partidarios en conformar en América Latina un espacio identitario y comercial propio, creando estructuras supranacionales como UNASUR o CELAC. Esta respuesta además, encontró la posibilidad de establecer relaciones comerciales con otras potencias imperialistas emergentes, fundamentalmente China y Rusia, y ello implicó la posibilidad de incrementar el grado de desarrollo de dichos países.
Con la profundización de la crisis económica, sin embargo, la desaceleración en la producción como consecuencia de que la crisis ha afectado con desfase temporal a las potencias imperialistas emergentes ha implicado un descenso en el precio de las materias primas y del petróleo, hecho éste que ha impactado también en los países latinoamericanos.
EEUU y sus socios europeos, para sortear la crisis, han acentuado el belicismo en África, en Oriente Medio desestabilizando estados como Túnez o Egipto y desencadenando guerras imperialistas en Iraq, Libia o Siria con objeto de apropiarse del petróleo y gas de toda esa zona. El pasado 9 de julio en la cumbre de Varsovia de la OTAN, ésta declaraba la guerra contra Rusia, armando tanto a las repúblicas bálticas, Polonia, Ucrania, Georgia, Bulgaria, Moldavia o Turquía, es decir, rodeando a Rusia.
Ante este escenario -donde los saqueos a otros países mediante la guerra no les está resultando a los EEUU, y sus adláteres europeos, como preveían, de tal modo que otras potencias imperialistas como Rusia y China no sólo se están confrontando a los bloques imperialistas norteamericano y europeo sino que, incluso, están avanzando sobre los primeros, como es el caso de Rusia en Oriente Medio- EEUU pretende poner orden en lo que se ha denominado su “patio trasero”, América Latina, de tal modo que dicha potencia imperialista y la UE están detrás del golpe de estado en Honduras, del apoyo a los fascistas golpistas de la MUD en Venezuela, de los intentos de desestabilización en Bolivia y Ecuador, del acoso y derribo del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y el ascenso al poder del corrupto Macri así como del golpe de Estado por la vía del Proceso de destitución de Rousseff en Brasil.
La injerencia norteamericana en estos países con el objeto de cambiar las correlaciones de fuerzas puede hacer que se desencadenen guerras civiles en dichos estados, algo que ya señaló el Viceministro de Exteriores ruso Serguéi Riabkov a lo que advertía “de todos modos, Rusia no permitirá a EEUU desestabilizar América Latina”, situando a este continente como otro blanco de las pugnas interimperialistas. Los pueblos de Venezuela, Brasil, Bolivia o Argentina están comprobando en sus carnes que la única manera de romper las cadenas del imperialismo y cerrar el paso a la injerencia norteamericana pasa por mandar a la historia al capitalismo y su democracia burguesa y avanzar por la senda del socialismo. Y es que el imperialismo solamente puede proporcionar muerte y guerra pues está completamente caducado, siendo la única alternativa que tienen los pueblos trabajadores de todo el mundo, el proletariado, la revolución socialista para romper las cadenas de la explotación y de la miseria a la que nos conduce el imperialismo, sus potencias y sus monopolios. Hoy más que nunca nos encontramos ante la siguiente alternativa: ¡Socialismo o Barbarie!
COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (PCOE)