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La Revolución de Octubre: Lenin y Stalin

La disposición de los términos del título de este documento, primero, Revolución de Octubre y luego, Lenin y Stalin, no es por casualidad, sino que tiene una proyección hermenéutica, es decir, de interpretación cabal de las obras de Lenin y de Stalin en un periodo histórico determinado: la post revolución soviética. ¿Por qué la post revolución soviética y no la pre revolución?  La intención es establecer los criterios procedentes para enjuiciar una época terrible, que a juicio incluso de destacados bolcheviques no encajaba en los valores que se precisan para una revolución socialista que presuma de “ortodoxa”. Si solo leemos los libros de Lenin y Stalin de antes de la revolución, como es frecuente en la juventud militante, quedará impreso en nuestra memoria el socialismo ideal que subyace en sus polémicas, controversias y críticas contra los oportunistas. Pero si estudiamos también los textos redactados después de la revolución, veremos como el aura metafísica que envolvió a nuestra mente, se va disipando poco a poco, hasta quedarnos solos frente a la cruda realidad social dada, en cierto modo, inesperada para las predicciones de Lenin y de Stalin.

No es posible, por consiguiente, calibrar ni las obras ni las figuras de Lenin y Stalin en toda su dimensión, si no leemos sus informes a los sucesivos congresos y demás documentos durante la dictadura del proletariado. Son tantas vicisitudes y tantas luchas a las que se tienen que enfrentar, que solo dos líderes de sus categorías, gozando de una extraordinaria capacidad de interpretación de la realidad objetiva y de reacción ante los contratiempos, podían hacer posible que la revolución se llevase a efecto y no fracasara tempranamente.

Solo el magisterio, el temple, la seguridad en sí mismos y la total confianza en su pueblo de estos dos hombres, pudieron llevar a la URSS por los caminos de glorias, después de tres grandes guerras en su interior, nada menos que dos guerras mundiales que se saldaron con más de treinta millones de soviéticos muertos y la guerra civil revolucionaria; después, también, de la irrupción del hambre en cantidad inconmensurable, y finalmente, en medio de una lucha feroz contra los oportunistas dentro del partido, que nunca desaparecieron, por el contrario, fueron capaces de socavar la revolución hasta destruirla.

En base a estos criterios, para hacer un estudio certero de lo acecido en la URSS hasta la muerte de Stalin, y además, saborear la auténtica calidad de los dos líderes, es preciso cotejar con la realidad existente antes de la revolución, las premisas fundamentales que emergen de los escritos de Lenin y que según él deben darse para que la revolución socialista tenga sentido y éxito, solo así, repetimos, dimensionaremos en su justa medida las categorías humana y política de ambos.

¿Cuáles son esas premisas?

  • La existencia de un número predominante de empresas grandes.
  • Poseer unas fuerzas productivas altamente desarrolladas
  • Un Movimiento Comunista Internacional fuerte
  • Un Partido homogéneo en lo ideológico y en lo político y férreamente disciplinado

Examinemos punto por punto, el contenido de las premisas:

1.- ¿Por qué es buena la existencia de un número considerable de empresas grandes? Para Lenin, el advenimiento del monopolio es la señal inequívoca de que detrás solo puede venir el socialismo, debido a que las grandes empresas socializan la producción. En ellas, todo el proceso de producción desde la concepción hasta la comercialización de la mercancía, o de las mercancías, lo llevan a cabo asalariados. En ellas, también, los capitalistas son gentes extrañas, no aparecen, no intervienen en ninguna de las fases, salvo para apoderarse de la plusvalía. Además de socializar la producción, el trabajador se acostumbra a la disciplina que impone la empresa burguesa, que a juicio de Lenin será muy valiosa e imprescindible para la construcción del socialismo.

2.- La condición sine qua non para la construcción del socialismo, es la existencia de unas Fuerzas Productivas desarrolladas, lo que significa estar en posesión de alta tecnología y de un proletariado formado culturalmente.

3.- Un Movimiento Comunista Internacional fuerte, cuya solidaridad con el proceso revolucionario no se constriña al respaldo formal por medio de comunicados y de manifestaciones, sino que ha de tener la fuerza necesaria para acceder a la revolución, o al menos, impedir que su país intervenga militar, económica y políticamente, cercenando la culminación del proceso revolucionario en Rusia. Lenin aún tenía la esperanza de que la revolución se extendiera por los países más importantes de Europa.

4.- Un Partido homogéneo y disciplinado, esto es, comprensible por su magnífica misión. Un partido dividido o con fisuras, o con una disciplina relajada, sin observar el centralismo democrático férreo, estará siempre incapacitado para dirigir ideológica y políticamente el periodo de transición del capitalismo al socialismo.

Para mejor comprensión del carácter y de la profundidad de los hechos históricos, debemos señalar que Lenin no era ajeno a que algunas de las premisas estaban aún muy lejos de ser una realidad palpable. No obstante, los acontecimientos se aceleraron, al tiempo que se enconaban las diferencias sociales. En Abril de 1917, percibe y asegura que es el momento clave para proceder a la revolución y vencer a la burguesía, en contra del parecer y de la opinión de dirigentes del Partido, que les acusan de desatender las condiciones objetivas y subjetivas. Bogdánov definió las “tesis de Abril” como “el delirio de un loco”, mientras que Plejánov las calificó  de “descabelladas”.

Refiriéndose a esta etapa extraordinaria, Lenin dijo: “Tanto las tesis como mi informe suscitaron discrepancias entre los propios bolcheviques y en la misma redacción de Pravda. Después de varias reuniones llegamos a la conclusión unánime de que lo más conveniente era discutir abiertamente estas discrepancias proporcionando así material para la conferencia nacional de nuestro partido que se reuniría el 20 de abril de 1917…” -Lenin. Obras tomo 24, pág. 23-

Las Tesis de Abril son el fruto de la lectura dialéctica del desarrollo de la lucha de clases, a través de las sucesivas revoluciones en Rusia. En ellas, Lenin descifra los saltos cuantitativos y cualitativos que se suceden entre las revoluciones de 1905 y 1917. Si bien es cierto que en la revolución de 1905-1907 las fuerzas reaccionarias lograron la victoria, para Lenin era sin duda un triunfo temporal, pues subsistía la necesidad de realizar los cambios económicos y políticos en la magnitud precisa que requería el desarrollo histórico. No era casualidad que Rusia fuese la cola en los ámbitos de la economía y de la política de los Estados capitalistas más desarrollados.

Pese a que el capitalismo desarrollado se implantó tardíamente en Rusia, a comienzos del siglo XX ya había alcanzado logros muy importantes. Lenin decía que de país del arado de madera y del trillo de mano, del molino de agua y del telar casero, se había transformado en un país de arado y trilladoras metálicos y del telar movido a vapor, además, se incrementó el número de grandes empresas y fábricas, aparecieron asociaciones monopolistas, en una palabra, Rusia entró en la fase superior del capitalismo. No obstante, la economía rusa avanzaba bajo la férula del imperialismo internacional. A finales del siglo XIX los capitales de Inglaterra, Francia, Bélgica y Alemania se apoderaron de las ramas más importantes de la economía del país.

Empero, los restos, importantes vestigios del régimen de servidumbre y su dependencia del imperialismo foráneo, obstaculizaban el progreso de las fuerzas productivas. Estas circunstancias reacias unidas al despotismo zarista  intensificaban la opresión capitalista y terrateniente, agudizando las contradicciones de clases. Por todas estas razones maduraba la revolución, planteándose como fin principal derrocar la autocracia, liquidar la propiedad terrateniente en el campo y crear la república democrática burguesa.

La Guerra Imperialista de 1914 exacerbó aún más las contradicciones y trajo a los obreros y campesinos mayores males, a la par que produjo la gigantesca destrucción de las fuerzas productivas. Por su parte, el proletariado se había desarrollado y templado en innumerables batallas de clase. La guerra conlleva la depauperación en crescendo de las amplias masas de campesinos a la misma vez que enriquece a los kulaks. Debido a ello, durante los años de guerra continuó desarrollándose el movimiento revolucionario. La revolución se masticaba y ésta tendría la misión de llevar a cabo lo que la revolución de 1905-1907 no pudo realizar, esto es, derrocar al zarismo e instaurar la República Democrática Burguesa, liquidar todos los vestigios del régimen de la servidumbre y solventar, definitivamente, a favor de los campesinos pobres el problema agrario.

Si bien se aceptaba por todos los enemigos del régimen la necesidad de la revolución para introducir los grandes cambios que requería la situación del país, bajo el manto de la democracia burguesa, Lenin ya avizoraba profundas modificaciones cualitativas en los objetivos a alcanzar. Para él, la revolución no podía quedar en esto.En Rusia, donde existía tan deforme cruce de relaciones capitalistas y pre capitalistas, era prácticamente imposible aniquilar la supervivencia de la servidumbre sin asestar, previamente, un golpe mortífero al imperialismo, sin  avanzar hacia el socialismo. Lenin comenzó a atisbar que la segunda misión se había acercado extraordinariamente a la primera.

En febrero de 1917 las huelgas de los obreros adquirieron tal envergadura que el POSDR(b) al frente del proletariado de Petrogrado  lanzó la siguiente proclama: “¡Tenemos por delante la lucha –se decía en la hoja-,  pero nos aguarda la victoria segura! ¡Todos bajo las banderas rojas de la revolución!… ¡Toda la tierra de los terratenientes para el pueblo! ¡Abajo la guerra! ¡Viva la fraternidad de los obreros del mundo entero!”

El 27 de febrero triunfa la revolución, el Comité Central del POSDR(b) publicó el Manifiesto: –“A TODOS LOS CIUDADANOS DE RUSIA-  Han caído las plazas fuertes del zarismo ruso… La prosperidad de la cuadrilla zarista, levantada sobre los huesos del pueblo, se ha derrumbado. La clase obrera y el ejército revolucionario tienen como misión formar un Gobierno provisional revolucionario que encabece el nuevo régimen que nace”.

El mismo día 27, el Buró del Comité Central del POSDR(b) redacta la siguiente octavilla dirigida a los obreros: “Empezar sin demora a elegir en las fábricas los comités de huelgas. Sus representantes constituirán el Soviet de diputados obreros que asumirá el papel de organizador en el movimiento que creará el gobierno provisional revolucionario”

No era aún una revolución socialista, sino democrático burguesa, en la que los bolcheviques no ostentaban la mayoría en los soviets recientemente constituidos. Al mismo tiempo, los representantes de los terratenientes y burgueses, decidieron crear su propio órgano de Poder. Los avatares de las luchas derivaron hacia la dualidad de poder.

Las Tesis de Abril vienen a resolver el problema de la dualidad de poder, pues con el derrocamiento de la autocracia el proletariado solo había dado un primer paso, el segundo consistía en la toma del poder. A través de la experiencia del movimiento obrero mundial y de la práctica revolucionaria en Rusia, Lenin descubre la forma de organización política de la sociedad en el periodo de transición del capitalismo al socialismo. Pero “No una revolución parlamentaria –decía en sus tesis-, volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás, sino una República de los Soviets de diputados obreros, braceros, campesinos de todo el país de abajo arriba”.

En la Conferencia donde se debatió Las Tesis de Abril se puso de relieve un hecho de vital importancia, si no llega a ser por la audacia y sabiduría de Lenin la revolución no se hubiese dado, pues a través de su informe, desenmascaró a los elementos oportunistas del Partido, que remaban hacia atrás, Trotsky por un lado, por su actitud aventurera, quien había propuesto anteriormente saltarse el período de democracia burguesa, en virtud de su “revolución permanente”, y por otro, Kamenev, Rykov y sus correligionarios, que intentaron por todos los medios distraer al Partido de su misión revolucionaria, pretendiendo que se dedicara a la tarea de terminar la revolución democrática burguesa,.

No es intención de este documento relatar la historia de la pre revolución soviética, ni siquiera de la etapa revolucionaria, nuestra pretensión es objetivar la revolución, demostrar que fue precedida por razones que la hicieron ineludible, pero que requería grandes dosis de firmeza y dotes de líder, que a la sazón solo Lenin atesoraba. Cualidades todas que quedan refrendadas por el acontecer en la post revolución, que de nuevo por las disimilitudes con las teorías, la puesta en práctica de medidas que condujeran eficazmente hacia el socialismo, revaloriza aún más la intervención de dirigentes sobresalientes  como exponentes  de una línea de conducta atinada, frente a una realidad contradictoria,  conducta que en cierto modo no podía discurrir por un camino trazado de antemano, sino que exigía una formación teórica extraordinaria y una sagacidad al alcance de pocos, con el fin de sortear obstáculos densos y opuestos a los propósitos, de ahí la importancia durante este tiempo de Lenin y luego de Stalin.

Periodo convulso interrumpido por guerras y por la intervención imperialista de diversas formas, con la finalidad de obstaculizar, frenar y revertir la revolución. Las guerras no son objeto de este documento, porque nos extenderíamos demasiado y nos descentraría de nuestra línea discursiva. A pesar de ello, introducimos una breve reseña de la intervención imperialista para demostrar que las secuencias de la construcción del socialismo en la Unión Soviética se ven repetidamente frenadas por las guerras o actividades imperialistas de toda índole: “El imperialismo es un fenómeno universal, es la lucha por el reparto de todo el mundo, de toda la Tierra, y por el sometimiento a uno u otro puñado de fieras. Ahora se lanzan sobre nosotros otro grupo de fieras, el grupo anglo-francés, y nos dice, os arrastraremos de nuevo a la guerra. Su guerra y la guerra civil, se funden en un todo único y esa es la verdadera causa de las dificultades del momento presente, en el que de nuevo sale a escena la cuestión de la guerra, de los acontecimientos bélicos como cuestión principal cardinal de la revolución. Y en ello consiste toda la dificultad, pues el pueblo está cansado de la guerra, atormentado como nunca por la guerra”. –V. I. Lenin Obras, 5ª ed. En ruso. T. 37, págs. 1-19 “publicado en 1919 en el libro Quinta legislatura del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia.

La construcción del socialismo exige la existencia de un Partido pertrechado ideológica y orgánicamente, y a la par, de la participación plena de un proletariado consciente y formado para  ejercer las labores de gobierno. Lenin advierte, continuamente, de las contrariedades que sobrevendrían de no cumplirse ambos requisitos y, especialmente, se manifiesta contrario a la usurpación por el partido de la misión histórica que le es conferida al pueblo: “Los ciudadanos deben participar sin exclusión alguna en la administración de la justicia y en el gobierno del país. Y para nosotros es importante incorporar a la administración pública del Estado a todos los trabajadores sin excepción. Esta tarea ofrece dificultades gigantescas. Pero la minoría el partido, no puede implantar el socialismo”.

Solo así el Estado adquiriría la calidad de democrático por primera vez en la historia, cumpliendo con su acepción primaria: “Gobierno del pueblo”. Ese Estado, tantas veces postulado por Lenin antes de la revolución, bajo la consigna de todo el poder para los soviets, es objeto de  especial atención después de la revolución.  Entre el 1 y 8 de Marzo de 1918 Lenin escribe en sus “DIEZ TESIS SOBRE EL PODER SOVIÉTICO”: “El desarrollo sucesivo de la organización soviética del Estado debe consistir en que todo diputado de un Soviet ejerza sin falta una función permanente en la gestión pública al paso que participe en las reuniones del Soviet, además en que toda la población sea incorporada paulatinamente tanto a participar en la organización de los soviets (a condición de que se subordine a las organizaciones de trabajadores) como  a ejercer funciones en la gestión pública”.

Los hechos más que tozudos, se interponen en el camino y la vieja ilusión de incorporar a los trabajadores, al pueblo en general a la gestión y administración del Estado, debe sufrir modificaciones ante el escenario post revolucionario. El proletariado y el campesinado ruso que se habían comportado heroicamente en sus episodios anteriores, que desempeñaron el papel estelar durante las revoluciones, ahora, muestra su faz oculta, era un pueblo analfabeto y raído por la sucesión de luchas de todo tipo. La revolución no puede dar marcha atrás y Lenin  advierte al Partido que no hay otro remedio que abrir un paréntesis,  hasta que el pueblo adquiera el nivel cultural que el capitalismo le negó. Mientras tanto, la revolución tuvo que recurrir a especialistas burgueses para que la administración empresarial y estatal no se atascase y muriese en el intento, al respecto Lenin propone:

“Conocemos perfectamente lo que significa el atraso cultural en Rusia y qué es lo que esta incultura hace con el Poder Soviético, que, en principio, ha creado una democracia proletaria incomparablemente más elevada, que ha dado un modelo de esta democracia para todo el mundo; sabemos cómo esta incultura humilla al Poder Soviético y engendra la burocracia. De palabra el aparato soviético es accesible a todos los trabajadores, pero en la práctica, como todos sabemos dicta mucho de serlo. Y no porque lo impidan las leyes como ocurría bajo el régimen burgués; por el contrario, nuestras leyes lo favorecen, pero las leyes solas no bastan. Es preciso una labor ingente educativa, cultural y de organización, labor que no puede hacerse por medio de la ley, rápidamente, sino que exige un esfuerzo inmenso y prolongado. La cuestión de los especialistas burgueses debe resolverla el congreso con entera precisión…”.

La revolución no debe esperar, mucho menos atorarse, así pues, el partido, los dirigentes de los soviets, y también los especialistas burgueses tenían que sustituir al proletariado hasta que éste estuviese preparado; aun sabiendo, que el burocratismo tenía muchas posibilidades de acabar con la revolución y teniendo en cuenta que los especialistas burgueses estaban impregnados de la ideología capitalista: …Y no lo podemos hacer sin recurrir a los especialistas burgueses. Hay que decirlo de una vez para siempre. Ciertamente la mayoría de estos especialistas está impregnada hasta la médula de ideología burguesa…”

           Más tarde Lenin se ve precisado a salir al paso de las criticas soterradas de los opositores, que no cesan de agruparse en corrientes contrarias al leninismo, utilizando para ello los obstáculos que niegan el proceso revolucionario, con el propósito de exigir abiertamente, o en forma velada,  que la revolución de marcha atrás.  Ante los cuales Lenin jamás retrocede y los repele utilizando la verdad como arma arrojadiza. Para Lenin, la verdad siempre fue revolucionaria: “Hemos hecho todo lo necesario para suprimir estas trabas, pero hasta hoy no hemos podido lograr que las masas trabajadoras puedan participar en la administración: además de las leyes existe todavía el problema del nivel cultural que no puede someterse a ninguna ley. Este bajo nivel cultural hace que los soviets, siendo por su programa órganos de administración ejercida POR LOS TRABAJADORES, sean en la práctica órganos de administración para los trabajadores ejercida por la capa del proletariado que constituye su vanguardia Y NO POR LAS MASAS TRABAJADORAS…. En el presente, esta tarea ofrece para nosotros dificultades inmensas, porque, como ya he tenido ocasión de señalar más de una vez, la capa de obreros que integra los órganos de administración del Estado es excesivamente, increíblemente escasa.

… La burocracia ha sido vencida. Los explotadores han sido eliminados, pero el nivel cultural no ha subido, razón por la cual los burócratas, ocupan  sus antiguos puestos.”

Al hablar del atraso cultural del pueblo trabajador, nos estamos refiriendo a una parte de la premisa que con más fuerza incide para que una revolución socialista tenga sentido y éxito, las fuerzas productivas. El segundo  elemento integrante de las fuerzas productivas, los medios de producción, la alta tecnología, que presentaba un gran déficit durante el régimen zarista, después de tantos conflictos retrocede en cantidad y calidad, fenómeno tenido en cuenta por el partido desde antes de la revolución. En el IX Congreso de los Soviets celebrado el 15 de Marzo de 1921, Lenin se refiere a este problema tan importante: “Pensábamos invertir nuestras reservas de oro en obtener medios de producción. Lo mejor sería fabricar nuestras propias máquinas, pero aún si las compramos con eso no reconstruiremos nuestra industria. Para hacerlo es preciso que haya un obrero y un campesino que puedan trabajar; y en la mayoría de los casos no están en condiciones de hacerlo: están agotados, extenuados. Hay que ayudarlos y hay que invertir las reservas de oro en artículos de consumo, a pesar de lo que decía nuestro viejo programa. Ese programa era teóricamente correcto, pero prácticamente inconsistente. […] Si recibimos mercancías para el campesino, será, por cierto, una violación del programa, una irregularidad, pero debemos tener una tregua, porque el pueblo está extenuado hasta tal punto que no puede trabajar”  

En este mismo año, y a propuesta de Lenin, se crea la NEP con el propósito de dar más fuerza y vitalidad  a la economía  sujeta por las inferencias catastróficas de la guerra mundial, la hambruna, la guerra civil y la revolución “No somos lo suficientemente civilizados para pasar directamente al socialismo, a pesar de que las políticas tienen sus primeros frutos” Lenin: Más vale menos pero mejor, Marzo 1923.

Los problemas de la economía, y de las fuerzas productivas en Rusia, están mediatizados por la cantidad de sistemas productivos que convivían en la sociedad rusa, a los que se tiene que enfrentar la revolución. El Che Guevara dijo que en toda sociedad de clases, los modos de producción preponderantes comparten espacio con las secuelas del modo de producción anterior, y con las premisas del próximo. Esta Ley se altera y agrava en Rusia que soporta cinco sistemas:

  • Economía campesina patriarcal
  • Pequeña producción mercantil
  • Capitalismo privado
  • Capitalismo de Estado

La premisa pre revolucionaria por excelencia es el Partido,  también obra de Lenin que supo desde el primer instante la importancia que tendría el centralismo democrático, sostén y reproductor de energías y vitalidades, pero antes que nada, de disciplina democrática, única forma de mantener como una piña, posiciones encontradas que se someten a la opinión mayoritaria. Siempre se recordará que el Partido Obrero Social Demócrata Ruso, nació de la confluencia de círculos marxistas expandidos por toda Rusia, que maduraron aislados hasta su unión definitiva, portando lógicamente cada fracción sus peculiaridades y  subjetivismos originales. Estamos en condiciones de afirmar que si no llega a ser por esa disciplina aceptada y practicada por todos los militantes, hubiese sido imposible el advenimiento de la revolución socialista. Pese a sus reglas estrictas, las fracciones e intentos de socavar la unidad del Partido se sucedieron en todas las épocas, de ahí, de nuevo, el reconocimiento de los liderazgos de Lenin y Stalin, apoyados siempre por unas bases disciplinadas, capaces de sofocar todo intento de aniquilamiento. En su documento “ACERCA DE LAS MEDIDAS PARA ATENUAR LA LUCHA INTERNA DEL PARTIDO” Stalin nos recuerda que las luchas se daban desde siempre; aunque en la época de Lenin se solventaba disciplinadamente: “En los tiempos viejos los bolcheviques acostumbrábamos a proceder así, si en el Partido quedaba en minoría una parte, ésta no solo acataba las decisiones de la mayoría, no solo las aplicaba sino que, incluso sus componentes pronunciaban conferencias públicas en defensa de las decisiones del Partido”  Obras Escogidas T. VIII pág. 81 año 1926.

Conviene recordar las palabras de Lenin para comprender la importancia que adquiere el Partido en la revolución, y que le hace acreedor del odio más encendido de los burgueses y oportunistas: “Seguramente hoy casi todo el mundo ve ya que los bolcheviques no se hubieran mantenido en el Poder, no digo dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio, sin la disciplina rigurosísima, verdaderamente férrea de nuestro Partido, sin el apoyo total e indefectible prestado a él por toda la masa de la clase obrera, es decir, por todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir tras de sí o de arrastrar a las capas atrasadas”

Tal vez sea éste el motivo por el que el enemigo intenta inocular el virus de la degeneración, de la indisciplina para infestar la militancia. Es preciso incidir en que el partido tiene su lugar en la historia, más allá de su ubicación natural se desfigura y en el caso de la revolución fue el blanco de los enemigos que incluso intentaron minarlo desde dentro tal cual decía Lenin: “Los burócratas zaristas han comenzado a pasar a las oficinas de los órganos soviéticos, en los que introducen sus hábitos burocráticos, se encubren con el disfraz de comunistas, y para asegurar un mayor éxito en su carrera, se procuran carnet del PC de Rusia ¡De modo que después de ser echados por la puerta, se meten por la ventana…!”

Para no abstraernos de una realidad demasiado cruda, es muy conveniente desmitificar la figura del Partido, al que se ha tenido siempre por un ente compuesto por hombres y mujeres superhéroes, impolutos que lindaban con la perfección. Nada de cuanto existe y es producto de las sociedades divididas en clases, mucho más del capitalismo puede ser perfecto, ni por el hecho de haber ganado la revolución. El partido es un reflejo de la sociedad, que necesita depurarse en todo momento. Una vez dicho esto, el papel pre revolucionario que desempeñó el POSDR demostró, que sin su existencia el proletariado no puede cumplir con su misión histórica, porque es su vanguardia, su corazón y su cerebro.

Ni siquiera en tiempos de euforias, el partido debió sus éxitos a sacrosantas virtudes intelectuales de sus militantes de base, sino a la bendita disciplina, a la entrega y confianza en la dirección del partido; aunque, la creencia general en el Movimiento Comunista Internacional, era la de militantes impecables, gente con una capacidad sobrehumana para interpretar el marxismo-leninismo. Stalin nos saca del error descendiendo a las entrañas humanas de unos hombres y mujeres sencillos, que veían en el partido una escuela para aprender a servir a los demás, en la que tenían cabida personas sencillas sin más formación que su fidelidad y amor a la revolución:  “La promoción leninista. No voy a extenderme señalando que la promoción leninista, es decir, el ingreso en nuestro partido de 200.000 nuevos militantes obreros, evidencia la profunda democracia de nuestro partido, evidencia que nuestro partido constituye en esencia un organismo electo de la clase obrera… Unos dicen que hay que ir más lejos, elevando a un millón el número de militantes. Otros quieren ir más allá y afirman que sería mejor llegar a los dos millones… Esa es una tendencia peligrosa. Los mayores ejércitos del mundo perecieron porque se dejaban arrastrar por el entusiasmo, se apoderaban de mucho, y después incapaces de digerir el botín se descomponían… En el partido había un 60% de camaradas sin preparación política. Eso era antes de la promoción leninista y me temo que después de este porcentaje llegue al 80%. ¿No es hora ya de que nos detengamos, camaradas?” Stalin. Obras T. VI (1924).

Quienquiera que estudie la historia de Stalin a través de los libros burgueses se hará a la idea de un ogro irreflexivo, que con tal de conseguir sus objetivos y de magnificar su mandato era capaz de todo, incluso de asesinar. Esta idea de Stalin contrasta con el Stalin real recubierto de un espíritu de creatividad y de superación envidiable. Un año después de la muerte de Lenin en contra de la opinión de Bujarin y otros, quienes se declararon grandes defensores de la continuidad de la NEP, Stalin propugna su abandono y reemplazarla por planes quinquenales, una vez, que había cumplido con el propósito que le encomendó Lenin al fundarla, que no obstante sufría contradicciones colaterales, como el fortalecimiento de los kulaks y propiciaba el nacimiento de una burguesía poco deseosa de que el socialismo acabase triunfando.

Comienza una nueva etapa, decisiva, no solo para consolidar la dictadura del proletariado, sino para avanzar por la senda del socialismo, lleno de brozas, con un partido más numeroso, pero poco formado; aunque, con la previsión de Stalin de aumentar sus conocimientos políticos, tan necesaria para dirigir un proceso revolucionario, mucho más exigente que antaño, con unas fuerzas productivas en progreso; pero, con un campesinado cansado y la oposición dentro del partido mucho más sañuda y combativa contra las tesis leninistas, que impele a Stalin a escribir “Cuestiones del Leninismo”, en donde revalida su profesión leninista, en donde además, arrecia su lucha contra el revisionismo dentro del partido que muestra su fiereza extrema.

Stalin con una visión extraordinaria del momento comprende y asume mejor que nadie que “ahora o nunca”. O se daba el salto definitivo, o por el contrario, todo se acaba. El pueblo no puede ser sacrificado perpetuamente. Gracias a la planificación quinquenal durante la gran depresión capitalista del 1937, Stalin se jacta de los avances económicos de la URSS, a la que la crisis no le afecta en absoluto

El motivo primordial del plan quinquenal, no era otro que transformar la URSS en un país industrial y hacer desaparecer todos los elementos capitalistas, con el propósito de implantar definitivamente las formas socialistas de la economía. En conclusión estaba orientado a hacer desaparecer las clases en la URSS y dar el salto cualitativo hacia la construcción de la sociedad socialista. Stalin concluiría: “Finalmente, la labor del plan quinquenal consistía en crear en el país todas las condiciones técnicas y económicas necesarias para aumentar al máximo la capacidad de defensa del país, para permitirle organizar una respuesta vigorosa a todas las tentativas de intervención armada, a todos los intentos de agresión armada del exterior, o de donde quiera que provengan.”

De nuevo la guerra de 1941 truncaría los anhelos del pueblo. En ella murieron 26 millones de ciudadanos soviéticos. Gracias a la dirección del Partido dirigido por Stalin certifica la derrota del fascismo. Gesta enorme, que el capitalismo intenta pasar de soslayo y atribuírsela así mismo.

Stalin murió cuando sus previsiones, sus deseos se estaban convirtiendo en realidad. La URSS comenzó a ser una potencia mundial. El país se había industrializado, se llevó a cabo la Reforma Agraria a través de la cual se colectivizó el campo. Los avances fueron descomunales en la creación de escuelas, en el trabajo, la salud, en una palabra la URSS iba camino de equipararse a los EE.UU, en la industria y superándolo en lo social y en las ciencias.

Lenin y Stalin, demostraron que el socialismo, pese a todas las trabas, guerras, hambre, millones de muertos y todo tipo de calamidades y de hostigamiento por parte del capitalismo internacional, era superior al sistema de producción burgués. Sin embargo, las sucesivas interrupciones y los abundantes períodos críticos no permitieron el acendramiento total del Partido, ni culminar el proceso de democratización, los burócratas, funcionarios del partido en gran número aún, pervivía en las administraciones y los oportunistas estaban encaramados en la dirección del Partido, Hay que recordar que Stalin alcanzó la Secretaria General del PCUS, gracias a los cuadros intermedios y no por las altas instancias. Las direcciones fabriles estaban bajo el dominio de burócratas, etc. Todos ellos vieron el camino expedito a la muerte de Stalin.

Hoy, la burguesía mundial así como falsos comunistas y revisionistas, nos venden el retrato de un Stalin malvado, asesino, depravado en todos los sentidos y ello es normal, porque ¿cómo explicar al pueblo que bastaron tan solo cuatro décadas al Partido Comunista de Lenin y Stalin, para poner a su pueblo a la altura del capitalismo más desarrollado que llevaba en la Tierra cinco siglos?.

COMISIÓN IDEOLÓGICA DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)




El partido marxista-leninista es fundamental para la emancipación del proletariado

En cualquier programa de televisión, tertulia de radio, artículo periodístico, libros editados por los monopolios, en definitiva, en toda expresión de la burguesía a través de sus medios de propaganda, hay cantidades ingentes de anticomunismo. 

Por  poner un ejemplo, el pasado miércoles 9 de agosto podíamos leer en la cuenta de twitter de un vocero de la burguesía ibérica lo que recoge la imagen que acompaña a este documento. Y es que Lenin y la Gloriosa Revolución Socialista de Octubre de 1917 siguen siendo el mayor dolor de cabeza de una burguesía que ha acreditado, a lo largo de la historia, su esencia criminal y explotadora y que, a día de hoy, supone un freno objetivo para el avance de la humanidad.  

La Revolución de Octubre de 1917 no sólo ha sido la página más gloriosa que el proletariado ha escrito, no sólo supuso abrir un nuevo periodo histórico, el de la toma del Poder por parte del proletariado, el de la lucha sin cuartel a nivel mundial entre el socialismo y el imperialismo, y su ulterior muerte,  sino que ha proporcionado a los explotados, a los parias de la tierra, a los oprimidos del mundo un inmenso legado: cómo deben organizarse y cuál es la fórmula para derrocar a la burguesía y tomar el Poder y el papel fundamental del Partido en todo ello.

Es por esta razón por los que la burguesía grita a los cuatro vientos, y por todos los medios, gastándose infinidad de dinero en una ofensiva ideológica permanente contra el comunismo, contra la URSS, contra Lenin y, sobre todo contra Stalin que en realidad es arremeter contra Lenin, o contra los partidos comunistas. ¿Por qué se desgañitan reiterando que el comunismo está muerto y que ha sido barrido de la faz de la tierra? ¿Por qué gastan tanto dinero y se esfuerzan tanto en permanentes campañas ideológicas anticomunistas, gastando para combatir a ese muerto del comunismo y de la experiencia soviética? Parece que ese muerto que cada día entierran vomitando mentiras desde las entrañas del anticomunismo, cualidad propia de la reacción imperialista,  cada día está más vivo, y es que cada día el devenir de la historia hace más necesario  el cumplimiento de la misión histórica del proletariado, que no es otra cosa que el proletariado mande al estercolero de la historia al imperialismo, tome el poder de manera revolucionaria para edificar progresivamente el comunismo.

Dentro de la ofensiva ideológica de la burguesía contra el proletariado con el anticomunismo como parte fundamental, también se halla la creación de organizaciones políticas amorfas, oportunistas, con dirigentes vendidos a los monopolios, cuyo objetivo no es otro que el desviar la lucha del proletariado del cumplimiento de su misión histórica, obstaculizar lo máximo posible que la clase y su vanguardia se fundan. Vemos, pues, que la burguesía, a pesar de repetir  hasta la saciedad que el marxismo-leninismo, que el comunismo, es un cadáver, que forma parte del pasado, aparte de estar permanentemente injuriándolo vomitando todo tipo de improperio y vilipendio, está incesantemente  combatiendo al muerto y, fundamentalmente, el desarrollo del Partido Leninista de Nuevo Tipo.

La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. […] Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna […] La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. […] Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado” [1]

Desde el momento mismo en que nació, la burguesía llevaba en sus entrañas a su propia antítesis, pues los capitalistas no pueden existir sin obreros asalariados, y en la misma proporción en que los maestros de los gremios medievales se convertían en burgueses modernos, los oficiales y los jornaleros no agremiados transformábanse en proletarios. Y, si, en términos generales, la burguesía podía arrogarse el derecho a representar, en sus luchas contra la nobleza, además de sus intereses, los de las diferentes clases trabajadoras de la época, al lado de todo gran movimiento burgués que se desataba estallaban movimientos independientes de aquella clase que era el precedente más o menos desarrollado del proletariado moderno. Tal fue en la época de la Reforma y de las guerras campesinas en Alemania la tendencia de los anabaptistas, y de Tomás Münzer; en la Gran Revolución inglesa, los “levellers”, y en la Gran Revolución francesa, Babeuf. Y estas sublevaciones revolucionarias de una clase incipiente son acompañadas, a la vez, por las correspondientes manifestaciones teóricas: en los siglos XVI y XVII aparecen las descripciones utópicas de un régimen ideal de la sociedad, en el siglo XVIII, teorías directamente comunistas ya, como las de Morelly y Mably. La reivindicación de la igualdad no se limitaba a los derechos políticos, sino que se extendía a las condiciones sociales de vida de cada individuo; ya no se trataba de abolir tan sólo los privilegios de clase, sino de destruir las propias diferencias de clase. Un comunismo ascético, a lo espartano, que prohibía todos los goces de la vida: tal fue la primera forma de manifestarse la nueva doctrina. Más tarde, vinieron los tres grandes utopistas: Saint-Simon, en quien la tendencia burguesa sigue afirmándose todavía, hasta cierto punto, junto a la tendencia proletaria; Fourier y Owen, quien, en el país donde la producción capitalista estaba más desarrollada y bajo la impresión de los antagonismos engendrados por ella, expuso en forma sistemática una serie de medidas encaminadas a abolir las diferencias de clase, en relación directa con el materialismo francés. […] Rasgo común a los tres es el no actuar como representantes de los intereses del proletariado, que  entretanto, había surgido como un producto de la propia historia. […] Al igual que los ilustradores franceses, no se proponen emancipar primeramente a una clase determinada, sino, de golpe, a toda la humanidad. […] El auge de la industria sobre bases capitalistas convirtió la pobreza y la miseria de las masas trabajadoras en condición de vida de la sociedad.[…] En una palabra, comparadas con las brillantes promesas de los ilustradores, las instituciones sociales y políticas instauradas por el “triunfo de la razón” resultaron ser unas tristes y decepcionantes caricaturas. Sólo faltaban los hombres que pusieron de relieve el desengaño y que surgieron en los primeros años del siglo XIX ”[2].

Mucho antes de que las revoluciones de la burguesía triunfasen, cuando la burguesía combatía contra la nobleza con el objetivo de acabar con las caducas estructuras feudales, estallaban revueltas y luchas al margen de la burguesía, llevadas a término por lo que sería el germen del proletariado moderno, dirigidas por la idea – o buena intención – de que Dios lo es todo, es la naturaleza y el universo, inculcadas por  curas y predicadores que tenían una visión panteísta del mundo, hijos del humanismo que enlazarán con lo que, posteriormente, fue el socialismo utópico y que,  ya a principios del siglo XVI, aspiraban a construir “el paraíso” en la tierra, y defendían posturas como la abolición de toda la  propiedad privada, la socialización de los bienes y la abolición de los estamentos y la imposición de la igualdad;  mostrando un bosquejo  de la aspiración comunista.     

El siglo XVIII fue un período histórico en el que en el terreno filosófico se produjo una batalla entre la burguesía y la nobleza, de tal modo que  la lucha entre el feudalismo y el capitalismo fue el combate entre la fe y la razón, una guerra entre idealismo y materialismo.

En dicha pugna en el terreno de la ideología, se desarrolló el materialismo francés del siglo XVIII – que superó a la filosofía  inglesa del siglo XVII que reflejaba una alianza entre la aristocracia, la nobleza, y la burguesía.  La“filosofía francesa del siglo XVIII, y particularmente el materialismo inglés y francés, no fueron solamente una lucha contra las instituciones políticas existentes, contra la religión y la teología existentes, sino también y no menos una lucha abierta y declarada contra la metafísica del siglo XVII y, ciertamente, contra toda metafísica, en particular, contra la de Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz. Se opone la filosofía a la metafísica, de igual manera que Feuerbach había opuesto la filosofía razonable a la especulación exagerada, el día en que, por primera vez, tomó claramente posición contra Hegel. La metafísica del siglo XVII, que tuvo que ceder el sitio a la filosofía francesa y particularmente al materialismo francés del siglo XVIII, tuvo su restauración victoriosa y substancial en la filosofía especulativa alemana del siglo XIX. Después que Hegel la unió genialmente a toda la antigua metafísica y al idealismo alemán, fundando un imperio metafísico universal, al ataque contra la teología, sucedió, como en el siglo XVIII, el ataque contra la metafísica especulativa y contra toda metafísica. Esta sucumbirá definitivamente delante del materialismo perfeccionado por el trabajo de la especulación y coincidente con el humanismo. De igual modo que Feuerbach en el dominio de la teoría, el socialismo y el comunismo de Francia e Inglaterra representan en el dominio de la práctica al materialismo coincidente con el humanismo.”[3]. “La diferencia entre el materialismo francés y el materialismo inglés es la diferencia que existe entre ambas nacionalidades. Los franceses dan al materialismo inglés el esprit, la carne y los huesos, la elocuencia: Le dotan del temperamento que le faltaba y de la gracia. Lo civilizan.”[4].

Con las revoluciones burguesas del último tercio del siglo XVIII y principios del siglo XIX, “El proletariado, que apenas empezaba a destacarse en el seno de estas masas desposeídas, como tronco de una clase nueva, totalmente incapaz todavía para desarrollar una acción política propia, no representaba más que un estamento oprimido, agobiado por toda clase de sufrimientos, incapaz de valerse por sí mismo. La ayuda, en el mejor de  los casos, tenía que venirle de fuera, de lo alto.[…] Esta situación histórica informa también las doctrinas de los fundadores del socialismo. Sus teorías incipientes no hacen más que reflejar el estado incipiente de la producción capitalista, la incipiente condición de clase. […] La sociedad no encerraba más que males[…]. Tratábase por eso de descubrir un sistema nuevo y más perfecto de orden social, para implantarlo en la sociedad desde fuera, por medio de la propaganda, y a ser posible, con el ejemplo, mediante experimentos que sirviesen de modelo” [5].

Y es que la sociedad capitalista y su explotador sistema económico, desde sus latidos iniciales, siempre mostraron que una mayoría de la sociedad, los obreros, los campesinos pobres, eran carbón que la maquinaria capitalista de la burguesía debía quemar viva, nutriéndose de su miseria y de su sangre, para que la burguesía fuera cada día más privilegiada. Como reflejo de las contradicciones del capitalismo surgieron un conjunto de ideas que ponían patentes no sólo estas contradicciones, no solo la podredumbre del sistema que la burguesía estaba imponiendo   y su sinrazón, sino que mostraban  las aspiraciones y anhelos para que  la humanidad avanzara por la senda de “la razón”, donde la igualdad de los hombres fuera ley y se aboliera el sistema de explotación del hombre por el hombre, nace lo que se denomina el Socialismo Utópico.

En 1816, Saint-Simon declara que la política es la ciencia de la producción y predice ya la total absorción de la política por la Economía. Y si aquí no hace más que aparecer en germen la idea de que la situación económica es la base de las instituciones políticas, proclama ya claramente la transformación del gobierno político sobre los hombres en una administración de las cosas y en la dirección de los procesos de la producción, que no es sino la idea de la “abolición del Estado”.”[6]

Fourier maneja la dialéctica con la misma maestría que su contemporáneo Hegel. […] pone de relieve, con igual dialéctica, que toda fase histórica tiene su vertiente ascensional, mas también su ladera descendente, y proyecta esta concepción sobre el futuro de toda la humanidad”[7]

El avance hacia el comunismo constituye el momento crucial en la vida de Owen. Mientras se había limitado a actuar sólo como filántropo, no había cosechado más que riquezas, aplausos, honra y fama. Era el hombre más popular de Europa. […] Pero, en cuanto hizo públicas sus teorías comunistas, se volvió la hoja. Eran principalmente tres grandes obstáculos los que, según él, se alzaban en el camino de la reforma social: la propiedad privada, la religión y la forma vigente del matrimonio. Y no ignoraba a lo que se exponía atacándolos: la proscripción de toda la sociedad oficial y la pérdida de su posición social.”[8]

Saint-Simon, Owen y Fourier fueron los padres del socialismo utópico, e influyeron de manera importante en las siguientes generaciones de obreros socialistas que los siguieron fundamentalmente en Francia, Inglaterra y también, en menor medida, en Alemania. Los socialistas utópicos fueron voces críticas que reflejaban las contradicciones del capitalismo y que ponían en entredicho que la burguesía y que su régimen pretendiera la construcción de un mundo donde la razón prevaleciera. Sin embargo, estas ideas iban por un lado y el movimiento obrero, y sus luchas, iban por otro de manera totalmente desacompasada.

La burguesía tuvo que revolucionar la filosofía para, por un lado, fortalecer ideológicamente a las ideas que robustecieran su caminar revolucionario para hacerse con el Poder y derrocase al Antiguo Régimen y, por otro, atacar tanto al idealismo, a la religión, como  también a la metafísica, puesto que ambas sustentaban las columnas del pensamiento y el andamiaje ideológico del feudalismo.

A finales del siglo XVIII, y hasta prácticamente la mitad del siglo XIX, emerge la filosofía clásica alemana, que nace con Kant y muere con Hegel. El desarrollo económico y político de la burguesía alemana era muy inferior al de  las burguesías francesas e inglesas y, consecuentemente, su dependencia con respecto del feudalismo era mayor, reflejándose  en  la filosofía clásica alemana en su apego a la religión y al idealismo. “Mientras la burguesía francesa se instalaba en el poder mediante la revolución más colosal registrada por la historia y conquistaba el continente europeo, mientras la burguesía inglesa – ya emancipada a nivel político – revolucionaba la industria y sometía a la India políticamente y al resto del mundo comercialmente, los burgueses alemanes apenas habían accedido a la ‘buena voluntad’” [9].

Sin embargo, la filosofía clásica alemana, y más concretamente Hegel, aporta un sistema, la dialéctica, “en el que por vez primera – y ese es su gran mérito – se concibe todo el mundo de la naturaleza, de la historia y del espíritu como un proceso, es decir, en constante movimiento, cambio, transformación y desarrollo y se intenta además poner de relieve la íntima conexión que preside este proceso de movimiento y desarrollo.  Contemplada desde este punto de vista, la historia de la humanidad no aparecía ya como un caos árido de violencias absurdas, igualmente condenables todas ante el fuero de la razón filosófica hoy ya madura, y buenas para ser olvidadas cuanto antes, sino como el proceso de desarrollo de la propia humanidad, que al pensamiento incumbía ahora seguir en sus etapas graduales y a través de todos los extravíos, y demostrar la existencia de leyes internas que guían todo aquello que a primera vista pudiera creerse obra del ciego azar”[10]

De este modo, la tesis de Hegel se torna, por la propia dialéctica hegeliana, en su reverso: todo lo que es real, dentro de los dominios de la historia humana, se convierte con el tiempo en irracional; lo es ya, consecuentemente, por su destino, lleva en sí de antemano el germen de lo irracional; y todo lo que es racional en la cabeza del hombre se halla destinado a ser un día real, por mucho que hoy choque todavía con la aparente realidad existente. La tesis de que todo lo real es racional se resuelve siguiendo todas las reglas del método discursivo hegeliano: todo lo que existe merece perecer.[…] Y en esto precisamente estribaba la verdadera significación y el carácter revolucionario de la filosofía hegeliana”[11]

La revolución de la filosofía dio lugar a  la explosión de la ciencia y el conocimiento humano. Marx y Engels tuvieron la habilidad de enlazar los distintos cabos que la filosofía había aportado a lo largo de los siglos XVIII y XIX: la imposición del materialismo y la dialéctica. Con todos estos elementos, unido a la podredumbre, corrupción y vicios del régimen capitalista, a la explotación criminal e infame de la clase obrera, el movimiento obrero y la progresiva conformación como sujeto político del proletariado, son crean  unas condiciones que tanto Marx como Engels les permite iniciar la construcción del socialismo científico.

De este modo el socialismo no aparecía ya como el descubrimiento casual de tal o cual intelecto de genio, sino como el producto necesario de la lucha entre dos clases formadas históricamente: el proletariado y la burguesía. Su misión ya no era elaborar un sistema lo más perfecto posible de sociedad, sino investigar el proceso histórico económico del que forzosamente tenían que brotar estas clases y su conflicto, descubriendo los medios para la solución de éste en la situación económica así creada. […]  Estos dos grandes descubrimientos: la concepción materialista de la historia y la revelación del secreto de la producción capitalista, mediante la plusvalía, se lo debemos a Marx. Gracias a ellos, el socialismo se convierte en una ciencia que sólo nos queda desarrollar en todos sus detalles y concatenaciones”[12]

Mientras el socialismo utópico era incapaz de explicar el funcionamiento del capitalismo, enseñar en qué consistía la explotación y cómo nacía, ni de dar una guía de cómo abolirla y acabar con el régimen capitalista, el socialismo científico, el marxismo, no sólo desnudó al completo la explotación capitalista y su modelo de producción, sino que era capaz de deducir el devenir de la historia, el desarrollo histórico que había engendrado las condiciones para el surgimiento del capitalismo y el perecer del feudalismo, así como las condiciones que el desarrollo del capitalismo iba engendrando, desde su propio nacimiento, que lo harán desaparecer de la faz de la tierra, así como la clase social llamada a hacerlo: El Proletariado.

Mientras los socialistas utópicos no veían el papel revolucionario y la misión histórica del proletariado, no concebían el desarrollo de la historia como el desarrollo de la lucha de clases, entre otras cosas porque no disponían de las herramientas que aportó la filosofía para ello, tanto Marx como Engels, apoyándose en los avances de la filosofía y, con la dialéctica hegeliana puesta en pie y el materialismo de Feuerbach, “desechando su escoria idealista y ético-religiosa”[13], construyen el materialismo dialéctico, la filosofía del socialismo científico, el instrumento más poderoso de la ciencia, cuya aplicación al estudio del desarrollo de la historia nos muestra no sólo el papel en la historia que le corresponde al capitalismo, sino el papel  o la misión histórica que le corresponde jugar al proletariado. En un periodo histórico, década de los 40 del siglo XIX que es el momento en el que nace el marxismo, donde la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía pasó a ocupar el plano central en la historia de los países europeos más desarrollados.

Marx y Engels arrojaron a la humanidad la luz, la mejor herramienta de análisis pues, hasta entonces, hasta el nacimiento del marxismo, el ser humano no sólo era incapaz de comprender su historia, de estudiar su desarrollo, y de comprender las fuerzas y leyes para su transformación. 

Marx y Engels dotaron al proletariado mundial de un arma todopoderosa, el marxismo. Y de la mano del marxismo viene el instrumento sublime de nuestra clase social, el arma esencial que llevará al proletariado al cumplimiento de su misión histórica, que no es otra que derrocar el capitalismo y construir el comunismo – la sociedad sin clases ni estado. Esa arma es el Partido Comunista.

Tanto Marx, como Engels, formaron parte del primer embrión de organización comunista, el Comité Comunista de Correspondencia de Bruselas que, posteriormente, dio lugar a la primera organización comunista de la historia, La Liga de los Comunistas, organización comunista internacionalista.

En 1848 se publica el Manifiesto del Partido Comunista, documento de una importancia histórica inmensa donde se manifiesta de manera magistral, con una claridad y concisión meridiana, no sólo la historia de las sociedades y la incardinación en la historia del capitalismo, sino también se vuelca en quién tiene que darle la puntilla al capitalismo, el proletariado, al que dota de su herramienta sublime para divulgar las ideas comunistas, el Partido Comunista, al que dota de un programa político, e incluso de su política de alianzas, en aquél momento histórico claro está,  sino que también perfila la definición del Partido Comunista así como su razón de ser.

Los comunistas […] no tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado […] los comunistas son, pues, el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario […] El objetivo inmediato de los comunistas es […] constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa, conquista del poder político por el proletariado. […] El rasgo distintivo del comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa.”[14].

Y entre la razón de ser, el Manifiesto del Partido Comunista otorga al Partido también la función de luchar contra las desviaciones del socialismo científico, siendo instrumento de combate de dicho desviacionismo, y de divulgación del socialismo científico entre las masas.

El socialismo representaba en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, muy respetable; el comunismo era todo lo contrario. Y como nosotros ya en aquél tiempo sosteníamos muy decididamente el criterio de que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase misma”, no pudimos vacilar un instante sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir. Y  posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella.”[15]

La Liga de los Comunistas participó en los procesos revolucionarios ocurridos en 1848 y 1849, disolviéndose en 1852, como consecuencia de la represión. “Hermanos: Durante los dos años revolucionarios de 1848 y 1849 la Liga ha salido airosa de una doble prueba: primero porque sus miembros participaron enérgicamente en todas partes donde se produjo el movimiento y porque en la prensa, en las barricadas y en los campos de batalla estuvieron en la vanguardia de la única clase decididamente revolucionaria, del proletariado.  Además, porque la concepción que del movimiento tenía la Liga, tal como fue formulada en las circulares de los congresos y del Comité Central en 1847, así como en el Manifiesto Comunista, resultó ser la única acertada; porque las esperanzas expuestas en dichos documentos se vieron plenamente confirmadas, y los puntos de vista sobre las condiciones sociales del momento, que la Liga sólo había propagado hasta entonces en secreto, se hallan ahora en boca de todos los pueblos y se predican abiertamente en las plazas públicas.”[16].

La lucha de la clase  obrera fue incrementándose a lo largo del  siglo XIX, con una participación cada vez más importante del proletariado, que despertaba políticamente, como consecuencia del desarrollo del capitalismo. En este escenario, donde surgieron organizaciones obreras, ideológicamente heterogéneas, crearon las condiciones para el surgimiento de la Primera Internacional. En palabras de Lenin, “La I Internacional (1864-1872) echó los cimientos de la organización internacional de los obreros para la preparación de su ofensiva revolucionaria contra el capital.”[17]. “Después de la caída de la Comuna de París (1871) – que Marx (en La guerra civil en Francia, 1871) analizó de un modo tan profundo, certero y brillante, con un espíritu práctico y revolucionario tan grande – y de producirse la escisión provocada por los bakuninistas, la Internacional no podía subsistir en Europa. Después del Congreso de La Haya (1872), Marx consiguió que el Consejo General de la Internacional se trasladase a Nueva York. La I Internacional había cumplido su misión histórica y dio paso a una época incomparablemente más amplio del movimiento obrero en todos los países del mundo, época en que este movimiento había de desplegarse en extensión, propiciando el surgimiento de partidos obreros socialistas de masas dentro de cada Estado nacional”[18].

La Comuna de París fue una página heroica escrita por el proletariado en la que éste, por primera vez, fue capaz de constituirse en  Poder y aplicó durante un periodo de poco más de dos meses su dictado. Con referencia a la Comuna, el 12 de abril de 1871 mientras que el proletariado francés desarrollaba tamaña hazaña, Marx le escribía a Ludwig Kugelmann “Si te fijas en el último capítulo de mi Dieciocho Brumario, verás que expongo que la próxima tentativa de la revolución francesa no hace pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla, y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París […] la insurrección de París, incluso en el caso de ser aplastada por los lobos, los cerdos y los viles perros de la vieja sociedad, constituye la proeza más heroica de nuestro partido desde la época de la insurrección de junio.”[19]. En otra carta de 17 de abril de 1871, Marx le escribía a Kugelmann “Gracias a la Comuna de París, la lucha de la clase obrera contra la clase de los capitalistas y contra el Estado que representa los intereses de ésta ha entrado en una nueva fase. Sea cual fuere el desenlace inmediato esta vez, se ha conquistado un nuevo punto de partida que tiene importancia para la historia de todo el mundo.”[20].

Pese a todos sus errores, la Comuna constituye un magno ejemplo del más importante movimiento proletario del siglo XIX […] Por grandes que hayan sido las pérdidas de la Comuna, la significación de ésta para la lucha general del proletariado las ha compensado: la Comuna puso en conmoción el movimiento socialista de Europa, mostró la fuerza de la guerra civil, disipó las ilusiones patrióticas y acabó con la fe ingenua en los anhelos nacionales de la burguesía.  La Comuna enseñó al proletariado europeo a plantear en forma concreta las tareas de la revolución socialista. ”[21]. Aunque  efímera la experiencia de la Comuna de París, las palabras de Lenin, en enseñanzas de la Comuna,  y  de Marx en las dos cartas a Ludwig Kugelmann bien atestiguan no sólo la heroicidad de aquéllos obreros de París, sino de la importancia del hecho histórico, del salto cualitativo de la lucha del proletariado y la enorme riqueza que le aportaba como clase a su ciencia, el marxismo.

El mismo Marx, a Kugelmann, ya  le expone en su carta de 12 de abril de 1871 que “Si son vencidos, la culpa será, exclusivamente, de su “buen corazón”. Se debía haber emprendido sin demora la ofensiva contra Versalles, en cuanto Vinoy, y tras él la parte reaccionaria de la Guardia Nacional, huyeron de París. Por escrúpulos de concienciase dejó escapar la ocasión. No querían iniciar la guerra civil, ¡cómo si el mischievous avorton de Thiers no la hubiese comenzado ya cuando intentó desarmar a París! El segundo error consiste en que el Comité Central renunció demasiado pronto a sus poderes, para ceder su puesto a la Comuna. De nuevo ese escrupuloso “pundonor” llevado al colmo.”[22]. Es la experiencia de la Comuna la que enriquece la ciencia marxista en la necesidad de un periodo de transición, del socialismo, una vez derrocado el régimen burgués, donde el proletariado debe imponer su dictadura y desde su Estado, el socialista, reprima inmisericordemente a la burguesía hasta terminar con ella. Del capitalismo al comunismo es necesaria una etapa intermedia, el socialismo.  

En un artículo publicado en 1911 titulado “En memoria de la Comuna”, conmemorando el 40 aniversario de la Comuna, Lenin también reflexiona qué cuestiones hicieron que la Comuna no pudiera triunfar, entre las que señalaba “Para que una revolución social pueda triunfar, necesita por lo menos dos condiciones: un alto desarrollo de las fuerzas productivas y un proletariado preparado para ella. Pero en 1871 se carecía de ambas condiciones. El capitalismo francés se hallaba aún poco desarrollado, y Francia era entonces, en lo fundamental, un país de pequeña burguesía (artesanos, campesinos, tenderos, etc.). Por otra parte, no existía un partido obrero, y la clase obrera no estaba preparada ni había tenido un largo adiestramiento, y en su mayoría ni siquiera comprendía con claridad cuáles eran sus fines ni cómo podía alcanzarlos. No había una organización política seria del proletariado, ni fuertes sindicatos, ni sociedades cooperativas. ”[23].

Lenin pone sobre el tapete el papel determinante del Partido para que una revolución social, en nuestro caso, la revolución socialista, triunfe. Y es que el Partido debe ser la fusión del socialismo científico con el movimiento obrero de masas, puesto que éste, como vanguardia organizada del proletariado, es el portador de la ciencia marxista-leninista puesto que es, como decía Marx, la parte más avanzada y decidida de la clase obrera.  El Partido es el arma fundamental, no sólo para elevar política e ideológicamente  al Proletariado y dirigirlo hacia la revolución y llevarlo a la conquista del Poder sino para, una vez éste lo conquista, dirigir a la clase obrera en la construcción del socialismo, transformándose en ese momento el Partido en la piedra angular que conforma la unidad político, social e ideológica de la nueva sociedad socialista.

El proletariado es un producto del capitalismo, y la ideología de éste está impregnada e influenciada por el pensamiento burgués. Como brevemente hemos visto, el socialismo científico, el marxismo, es una conquista para la humanidad que brota del desarrollo de la filosofía, tomando el materialismo filosófico y el método dialéctico hegeliano, acabando con la metafísica. Sin embargo, hasta llegar a ese momento, el proletariado – como no podía ser de otra forma – fundamentalmente  estaba bajo el influjo de su vida cotidiana, que era totalmente burguesa pues vivía en una sociedad de ese tipo.  Sin embargo, los obreros, también podían tener influencias que provinieran del socialismo utópico, del anarquismo, trade unionistas o economicistas, patrióticas, etcétera. El proletariado, como todo en la sociedad capitalista, es heterogéneo.

Hemos visto que Marx y Engels concibieron una ciencia partidista, siendo el partido el instrumento con el que llevar las ideas del socialismo científico al movimiento obrero, a las masas trabajadoras. Marx y Engels, con referencia al Partido, siempre han tenido claro que, por un lado, tenía que ser un partido internacional, e internacionalista, y por otro lado, que su función tenía que ser la de llevar el socialismo científico al movimiento obrero pues el proletariado es el sujeto revolucionario. La emancipación de la clase obrera será obra de ella misma. “El gran pensamiento proclamado a mediados del siglo pasado por el genial Carlos Marx: ‘La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma… ¡Proletarios de todos los países, uníos!’ […] De estas palabras se desprendía claramente la verdad, hoy evidente hasta para los ‘ciegos’, de que la realización del ideal socialista exige la acción de los propios obreros y su unión en una fuerza organizada, sin distinción de nacionalidad ni de país. Había que demostrar esta verdad – cosa que hicieron maravillosamente Marx y su amigo Engels – para colocar los sólidos cimientos del poderoso Partido Socialdemócrata, que hoy se levanta, como una fatalidad inexorable, ante el régimen burgués de Europa, amenazándole con la destrucción y con edificar sobre sus escombros el régimen socialista”[24].

Los comunistas somos parte de la clase obrera y el Partido leninista es la parte del proletariado más decidida, más avanzada, la vanguardia de la clase social, porque es portadora del marxismo-leninismo, que expresa los intereses y los objetivos de la misma y se erige en instrumento para la consecución de dicho objetivo de clase de la totalidad, pero no es el conjunto de la clase. “Nosotros somos un partido de clase, y, por ello, casi toda la clase (y en tiempo de guerra, en época de guerra civil, la clase entera) debe actuar bajo la dirección de nuestro partido, debe adherirse a nuestro partido lo más posible; pero sería manilovismo y “seguidismo” creer que casi toda la clase o la clase entera pueda algún día, bajo el capitalismo, elevarse hasta el grado de conciencia y de actividad de su destacamiento de vanguardia, de su partido socialdemócrata […] Olvidar la diferencia que existe entre el destacamento de vanguardia y toda la masa que gravita hacia él, olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a sectores más amplios cada vez a un nivel superior sería únicamente engañarse a sí mismo, cerrar los ojos ante la inmensidad de nuestras tareas, restringir nuestras tareas. Y precisamente en ese cerrar los ojos y en ese olvidar se incurre cuando se borra la diferencia existente entre los que se adhieren y los que ingresan, entre los conscientes y los activos, por una parte, y los que ayudan, por otra.”[25]

Lenin siempre vio con claridad la necesidad de construir la organización partidaria, tenía claro que era fundamental “formar una organización revolucionaria capaz de unir todas las fuerzas y de dirigir el movimiento no sólo nominalmente, sino en realidad, es decir, capaz de estar siempre dispuesta a apoyar toda protesta y toda explosión, aprovechándolas para multiplicar y reforzar los efectivos que han de utilizarse en el combate decisivo.”[26].

Vemos, pues,  que el Partido se fortalece, y se desarrolla en la lucha, en movimiento, yendo al movimiento obrero a llevarle la política y la ideología del marxismo-leninismo, con una actitud activa y  de vanguardia, como brújula del proletariado que es.  

El individualismo, la competitividad, la indisciplina, la egolatría, la vagancia, la anarquía no tienen espacio en el partido leninista. Los militantes del Partido, todos ellos con independencia de la responsabilidad que tengan, deben formar parte alguna organización del Partido, rindiendo responsabilidad de su trabajo y su actitud ante dicha organización. Y es que para Lenin el partido no es una suma de individuos, de militantes, sino una suma de organizaciones. “Cuando digo que el partido debe ser una suma (y no una simple suma aritmética, sino un complejo) de organizaciones, ¿quiere esto decir que yo ‘confundo’ dos conceptos: el de partido y el de organización? Claro que no. Al hacerlo, expreso de un modo perfectamente claro y preciso mi deseo, mi exigencia de que el partido, como destacamento de vanguardia de la clase, esté lo más organizado posible y sólo acoja en su seno a aquellos elementos que admitan, por lo menos, un mínimo de organización”[27].

Y puesto que el partido de nuevo tipo leninista es la unión de todas las organizaciones de éste,  su forma de organización y de funcionamiento es el centralismo democrático. Centralismo, con una disciplina igual para todos, con unas leyes comunes y de obligado cumplimiento para todos y con un solo órgano de dirección al frente,  el Congreso del Partido y  el Comité Central en los periodos entre Congresos, de tal modo que todas las organizaciones del partido se someten a estos órganos, así como las organizaciones inferiores se someten a las superiores. Siendo tanto el Congreso, el Comité Central, como los órganos superiores de dirección la expresión de la democracia del conjunto de las organizaciones que componen el Partido. Este modelo de organización y funcionamiento del Partido refleja también el modelo de organización y funcionamiento de la sociedad y del estado socialista.

El partido leninista es el instrumento que porta la conciencia de clase, la ciencia marxista-leninista, a los elementos más avanzados del proletariado. “Los obreros no podían tener conciencia socialdemocráta. Esta sólo podría ser traída desde fuera. La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc.. En cambio la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de las clases poseedoras. Por su posición social, los propios fundadores del socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecían a la intelectualidad burguesa”[28]. Esa “conciencia traída desde fuera” es la generada y portada por el partido de nuevo tipo, el partido leninista

El partido se va transformando de manera acompasada a la situación de la lucha de clases, como parte del mundo material está también en permanente movimiento. Lenin magistralmente fue construyendo el partido de nuevo tipo, primeramente estableciendo una táctica mediante la que los círculos marxistas  adquiriesen conciencia de la necesidad de focalizar su trabajo ideológico sobre el movimiento obrero, sobre sus huelgas, explicándoles la naturaleza, la raíz de sus problemas, y tratando de unificar las luchas dispersas del proletariado  contra los patronos en una única lucha contra la clase burguesa; esta táctica sobrepasó la capacidad organizativa de los círculos marxistas, también dispersos e incluso heterogéneos, y unió los círculos conformando progresivamente el Partido. Partido cuya influencia sobre la clase obrera  ascendía y que  era la suma de sus organizaciones. El partido fue desarrollándose gracias a la lucha sin cuartel contra las desviaciones, contra el oportunismo, contra los partidos pequeñoburgueses que engañaban al proletariado, se curtió en la Revolución democrático-burguesa de 1905 y de febrero de 1917, en momentos de flujo y de reflujo, en la guerra imperialista y en su conversión en guerra civil revolucionaria. El partido fue forjándose en la lucha, en los momentos de mayor clandestinidad, pero siempre, gracias a Lenin,  los bolcheviques mantuvieron claridad y firmeza ideológica y política. Lenin, conocedor como nadie del marxismo y de la clase obrera y de los mujiks – campesinos pobres – de su país, fue capaz de conformar el Partido, de dotarlo de la organización y dirección adecuadas, de convertirlo en instrumento de lucha del proletariado contra la tiranía zarista, contra la democracia burguesa,  y, posteriormente, en instrumento revolucionario, donde junto con los sindicatos y otras organizaciones del proletariado, llevó a cabo la Revolución Socialista, a pesar de todas las adversidades, construyendo el Ejército Rojo, un verdadero ejército del pueblo trabajador, y finalmente como instrumento con el que  desarrollar el socialismo y la dictadura del proletariado. 

En el período prerrevolucionario, en el periodo de desarrollo más o menos pacífico, cuando los partidos de la II Internacional eran la fuerza predominante en el movimiento obrero y las formas parlamentarias de lucha se consideraban fundamentales, en esas condiciones, el Partido no tenía ni podía tener una importancia tan grande y decisiva como la que adquirió más tarde, en las condiciones de choques revolucionarios abiertos.[…] Este período plantea ante el proletariado nuevas tareas: la reorganización de toda la labor del Partido en un sentido nuevo, revolucionario la educación de los obreros en el espíritu de la lucha revolucionaria en el Poder, la preparación y la concentración de reservas, la alianza con los proletarios de los países vecinos, el establecimiento de sólidos vínculos con el movimiento de liberación de las colonias y de los países dependientes, etc., etc.. Creer que estas tareas pueden resolverse con las fuerzas de los viejos partidos socialdemócratas, educados bajo las condiciones pacifistas del parlamentarismo, equivale a condenarse a una desesperación sin remedio, a una derrota inevitable. Hacer frente a estas tareas con los viejos partidos a la cabeza, significa verse completamente desarmado. [..] De aquí, la necesidad de un nuevo partido, de un partido combativo, de un partido revolucionario, lo bastante intrépido para conducir a los proletarios a la lucha por el Poder, lo bastante experto para orientarse en las condiciones complejas de la situación revolucionaria y lo bastante flexible para sortear todos y cada uno de los escollos, que se interponen en el camino hacia sus fines. [… ] Sin un partido así, no se puede ni pensar en el derrocamiento del imperialismo, en la conquista de la dictadura del proletariado.[…] Este nuevo partido es el Partido del leninismo. […] El proletariado necesita del Partido para conquistar y mantener la dictadura. El Partido es un instrumento para la dictadura del proletariado.[…] Pero de esto se deduce que, con la desaparición de las clases, con la extinción de la dictadura del proletariado, deberá desaparecer también el Partido” [29].

Ello es normal, en la sociedad dividida en clases antagónicas, las clases sociales no son homogéneas, no son bloques compactos. El partido político es la fracción más organizada y decidida de una clase o de un sector social. Todos los partidos políticos del capital, cuyo objetivo es perpetuar el régimen de explotación capitalista, y con él  la sociedad clasista y su estado, ya sea el más democrático o el más reaccionario, pretenden ellos perpetuarse, mas no tienen otra salida. Sin embargo, el partido leninista, el partido de nuevo tipo ideado por Lenin, tiene como misión la consecución del comunismo, de la sociedad sin clases y sin estado y, en consecuencia, sin partido, por lo que el partido leninista debe irse extinguiendo a la par que se extingue la lucha de clases, desapareciendo conquistado el comunismo.

Una constante, tanto en Lenin como en Marx y Engels, es que la cuestión de clase está por encima de la cuestión nacional o la cuestión patriótica, el proletariado es internacionalista y el partido tiene que reflejarlo. Para ellos, el partido debía ser uno mundial que tuviera “delegaciones” en los distintos países del mundo. El triunfo de la Revolución Socialista de Octubre de 1917 tuvo un impacto e influyó en la consecución de un partido comunista internacional de ese tipo, la Tercera Internacional, donde las Tesis de Lenin para el II Congreso de la Internacional Comunista, en julio de 1920, definieron las condiciones de ingreso que aquéllos partidos comunistas nacionales debían de cumplir para formar parte de la misma.

La III Internacional ha sido fundada en una situación mundial en la que ni las prohibiciones ni los miserables malabarismos y triquiñuelas de los imperialistas de la “Entente” o de los lacayos del capitalismo, al estilo Scheidemann en Alemania y de Renner en Austria, pueden impedir que entre la clase obrera del mundo entero se difundan noticias acerca de esta Internacional y las simpatías que ella despierta. Esta situación la ha creado la revolución proletaria, que, de un modo evidente, está tomando incremento en todas partes cada día, cada hora. Esta situación la ha creado el movimiento soviético entre las masas trabajadoras, el cual ha alcanzado ya una potencia tal que se ha convertido en un movimiento internacional.[…] La I Internacional echó los cimientos de la lucha proletaria internacional por el socialismo. La II Internacional marca la época de la preparación del terreno para una amplia extensión del movimiento entre las masas en una serie de países. La III Internacional ha recogido los frutos de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista, burguesa y pequeñoburguesa y ha comenzado a implantar la dictadura del proletariado”[30].

Hemos hecho un recorrido a lo largo de la historia para mostrar no sólo la raigambre del partido leninista con la ciencia marxista-leninista, no sólo la necesidad del partido para el proletariado – que es condición esencial y necesaria para el cumplimiento de su misión histórica -, no sólo la génesis científica del partido y de que su definición no es una cuestión del azar sino de la revolución de la filosofía, del conocimiento humano,  y de la riqueza práctica generada por la lucha del proletariado y el movimiento obrero que han servido para perfeccionar la ciencia del marxismo-leninismo. Lo hemos hecho para mostrar que el partido leninista es una de las mayores conquistas del proletariado, es su instrumento más preciado, es su arma más sublime y elevada.  El proletariado sin el partido leninista está condenado a sufrir la explotación capitalista, todo tipo de vejación y de violencia, está condenado a sufrir todas las vicisitudes habidas y por haber, porque sin el partido leninista, sin su desarrollo, el proletariado no podrá nunca conquistar su emancipación como clase, ni podrá dar cumplimiento a su misión histórica: el comunismo, la sociedad sin clases y sin estado.

La Gloriosa Revolución Socialista de Octubre de 1917 nos ha legado el cómo el proletariado debe conquistar el poder, cómo derrocar a la burguesía, cómo iniciar la edificación del socialismo, a pesar de las muchas adversidades encontradas en dicho camino, como por ejemplo la incomprensión y el bajo grado de instrucción y de conocimiento en las lides de tirar hacia adelante las instituciones socialistas por parte del proletariado, y el papel fundamental del Partido, tanto para todo lo bueno que hemos explicitado, como para hacer que implosionara la URSS y se revirtiera el socialismo en imperialismo como consecuencia de su desnaturalización.

Después de haber ampliado así las filas del partido, debemos cerrar las puertas, ser en extremo prudentes. Debemos decir que ahora el partido ha triunfado, no necesitamos nuevos afiliados. Sabemos perfectamente que en una sociedad capitalista en descomposición tratará de introducirse en el partido una infinidad de elementos perjudiciales. Debemos crear un partido que sea partido de obreros, en el que no haya cabida para los advenedizos […] El Partido no puede abrir sus puertas de par en par, porque en el capitalismo en descomposición es absolutamente que atraiga a los peores elementos. El partido debe ser muy restringido e incorporar a sus filas, aparte de la clase obrera, sólo a aquellos elementos de otras clases que tenga la posibilidad de poner a prueba con mayor cautela.”[31].

En octubre de 1917 el Partido Bolchevique tenía en torno a 350 mil militantes, el 1 de enero de 1977 el PCUS contaba con 16 millones de militantes; “El XIX Congreso (1952) destacó la subestimación de éstos y otros serios problemas en el desarrollo del trabajo ideológico del Partido. Los datos oficiales revelan cambios en el número y composición de la militancia del Partido. En el XVIII Congreso (marzo de 1939), el PC(b) tenía 1.588.852 miembros de pleno derecho y 888.814 candidatos. Durante la II Guerra Mundial, el número de miembros de pleno derecho superaba los  3.615.000 y los candidatos superaban los 5.319.000. En la guerra el PC perdió 3 millones de miembros. En el XIX Congreso de 1952, el PCUS sumaba 6.013.259 miembros y 868.886 candidatos”[32]. Sin duda, las advertencias de Lenin sobre la ampliación del Partido eran certeras. La burguesía combatió por todos los medios al Partido en la URSS, los imperialistas gastando ingentes cantidades de dinero y de recursos en combatirla en todos los terrenos – militar, armamentístico, propagandístico, etcétera – y también fue progresivamente penetrando, a través de sus esbirros oportunistas, tanto en el PCUS – donde tras la muerte de Stalin (líder con una fortaleza, carisma y apoyo infinito del pueblo soviético que lo dotaban de una fortaleza que frenaba las intenciones desviacionistas y de desnaturalización del Partido de la parte oportunista en el interior), y con una correlación de fuerza favorable, los oportunistas empezaron a desnaturalizar al partido, abandonando progresivamente los principios rectores leninistas  –  así como a otros partidos comunistas de otros países, siendo un ejemplo claro de ello el PCE.

Se evidencia que el Partido es la piedra angular para que el socialismo se imponga, para que no involucione e implosione. Todo ello lo conoce  la burguesía con gran precisión, por eso no dudan en atacar con todas las fuerzas al partido leninista, porque es plenamente consciente de que el partido es el alma del proletariado, sin el partido leninista el proletariado siempre estará a merced de la burguesía, siempre será carne de explotación. Y también es plenamente consciente que ninguna revolución puede triunfar sin la existencia del partido leninista.

La burguesía sabe perfectamente que la clave de su dominio, de la perpetuación de su régimen criminal y retrógrado, pasa por atacar al alma, al cerebro, al corazón del proletariado, es decir, al partido leninista.

En el momento actual, donde el imperialismo está en bancarrota, donde la crisis es terriblemente profunda y la humanidad no tiene más salida que mandar al capitalismo monopolista, y a la superestructura que genera,  al estercolero de la historia, los monopolios no sólo atacan con ferocidad al comunismo, a su partido, a Stalin – al que la burguesía profesa un odio voraz pues, sin duda, es gracias a su liderazgo, entrega, lealtad al marxismo-leninismo y carisma – reconocido por el pueblo soviético – por lo que fue posible que la URSS perdurara en el tiempo – , sino que no dudan en alimentar económicamente todo tipo de organización oportunista que sirva para desviar al proletariado del marxismo-leninismo, y de su partido. Este hecho se aprecia con mucha claridad en los países del sur de Europa, sacando a pasear sus últimas tablas de salvación, el populismo: Syriza en Grecia, Movimiento 5 estrellas en Italia o PODEMOS en España.

La burguesía no dudará en tratar de frenar lo más que pueda, cometiendo todo tipo de crímenes y barbaridades, el giro de las ruedas de la historia, consciente de su inminente – en términos históricos – final. Ello significa impedir el desarrollo del partido leninista pues sabe que sin él cualquier alternativa a su régimen caduco y criminal es pura fantasía, pura quimera. 

Agosto de 2017.

    

F. Barjas.

Secretario General del PCOE.

Bibliografía:

[1]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo I, pág. 55. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[2]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, págs. 65-66. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[3]: K. Marx, F. Engels. La sagrada familia, págs. 142-143. Ed. Akal Editor, Madrid 1981.

[4]: K. Marx, F. Engels. La sagrada familia, pág. 147. Ed. Akal Editor, Madrid 1981.

[5]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 68. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[6]: Ibídem.

[7]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 69. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[8]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 70. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[9]: K. Marx, F. Engels. La Ideología Alemana. Pág. 223. Editorial Pueblos Unidos & Grijalbo, 3ª Edición, Barcelona 1970.

[10]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 73. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[11]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 187. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[12]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 74. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[13]: I.V. Stalin. Obras Completas, Tomo XIV, pág. 54. Ed. Progreso, Moscú 1953.

[14]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo I, págs. 60-61. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[15]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo I, pág. 52. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[16]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo I, pág. 90. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[17]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo IX, pág. 169. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[18]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo V, págs. 77-78. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[19]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo II, pág. 245. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[20]: Ibídem.

[21]: V.I. Lenin. Obras escogidas. Tomo III, pág. 135. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[22]: K. Marx, F. Engels. Obras escogidas, Tomo II, pág. 245. Ed. Progreso, Moscú 1980.

[23]: K. Marx, F. Engels, V.I. Lenin. La Comuna de París, pág. 107. Ed. Akal, Madrid 1985.

[24]: I.V. Stalin. Obras Completas, Tomo I, pág. 9. Ed. Progreso, Moscú 1953.

[25]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo II, pág. 134. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[26]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo I, pág. 196. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[27]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo II, pág. 134. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[28]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo II, pág. 13-14. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[29]: I.V. Stalin. Obras Completas, Tomo VI, págs. 58-63. Ed. Progreso, Moscú 1953.

[30]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo IX, págs. 169-170. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[31]: V.I. Lenin. Obras escogidas, Tomo X, pág. 111. Ed. Progreso, Moscú 1973.

[32]: Resolución del XVIII Congreso del KKE. “Análisis y conclusiones sobre la construcción socialista durante el siglo XX, fundamentalmente en la URSS. Percepción del KKE sobre el socialismo”. Febrero 2008. 




La política sindical y el oportunismo en el movimiento comunista

La Gloriosa Revolución de Octubre de 1917, de la que se cumplirá exactamente un siglo en poco más de dos meses, no sólo significó una avance enorme para la Humanidad, para los explotados y parías del mundo, sino que transformó la contradicción fundamental de la lucha de clases, de tal modo que la contradicción capital-trabajo pasa a estar subordinada a la contradicción entre socialismo – aspiración máxima del proletariado – e imperialismo – aspiración máxima de los monopolios. Este hecho histórico, junto la heroica lucha del pueblo soviético y su Ejército Rojo – Ejército del proletariado mundial compuesto por sus mejores hijos –  contra el fascismo, creado y amamantado por los monopolios para acabar con la URSS y sostener el criminal imperialismo  son, sin duda alguna, las páginas más épicas y memorables escritas en el libro de la Historia con la sangre y las vidas de los mejores hombres y mujeres dejando bien a las claras que la Humanidad no sólo tiene futuro, sino que éste será socialista, como fase previa al comunismo, o no será.

La Revolución de Octubre de 1917 mostró, no sólo cómo una ingente fuerza de trabajo desarrollaba un proyecto histórico que ubicaba al humanismo y al ser humano en el centro de todo y que, a pesar del criminal acoso y derribo imperialista, no sólo nos ha demostrado que un mundo digno e igualitario para la humanidad es posible, sino que cambió por completo el mundo. El objetivo de acabar con la lucha de clases, y en consecuencia hacer desaparecer todo tipo de estado, de construir un mundo de iguales donde quede abolida la explotación del hombre, la violencia y éste sea retirado del trabajo monótono como consecuencia de la automatización de la producción, ha significado que todo lo que existe no haya quedado al margen de la mutación que se va produciendo a la par que se desarrolla la lucha de clases, a la par que avanza el socialismo. De tal modo, la Revolución Rusa ha demostrado la necesidad del Partido de nuevo tipo, cómo éste va mutando en los instantes prerrevolucionario, revolucionario y postrevolucionario con la Revolución triunfante, al igual que con toda la superestructura comprobándose que hay un mundo antes de la Gloriosa Revolución de Octubre, de desarrollo del imperialismo, y después de ésta, de crisis general del capitalismo y de lucha cruenta entre imperialismo – cada vez más criminal, más terminal y en una mayor bancarrota – y socialismo. En este documento vamos a echar una mirada a los sindicatos y a la cuestión sindical, cuestión esencial para un partido de nuevo tipo, marxista-leninista, y vamos a reflexionar sobre ella con objeto de contribuir al debate necesario sobre el papel que debemos jugar los comunistas, y nuestros partidos, en lo concerniente a la lucha sindical.  

ALGUNAS PINCELADAS SOBRE LA REALIDAD SINDICAL EN EL ESTADO ESPAÑOL EN LA ACTUALIDAD

Hace poco más de un par de semanas,  se celebró el 11º Congreso del sindicato CCOO, Congreso que ha sancionado la política servil a la patronal, al candidato y a la Dirección planteadas por el aparato del sindicato, con lo que el continuismo – la continuidad de las políticas de traición y sometimiento de este sindicato  al servicio de la Patronal y de su Estado – está servido.

Desde Rajoy, al Presidente de la Patronal, Joan Rosell,  que participó en el Congreso de dicho sindicato, pasando por toda la pléyade de oportunistas, desde aquéllos que falsamente dicen enarbolar la bandera del marxismo-leninismo hasta  aquéllos que vinieron a acabar con la casta sindical y, finalmente, han terminado chupándole las botas,  todos ellos sin excepción  han deseado éxitos a la nueva etapa que abre CCOO, algunos entusiasmados porque la nueva Dirección está compuesta por un número mayor de mujeres que de hombres, ¡como si eso fuera determinante para que un sindicato tenga una línea política y sindical justa y sirviera para cambiar las políticas  al servicio del Capital de dicho sindicato! Y es que el papel desempeñado por CCOO y UGT durante estos últimos 35 años y los servicios prestados a la burguesía, y al capitalismo, no tienen precio para los explotadores, para los monopolios y para los gobiernos de turno, auténticos títeres del Capital.

Los Acuerdos por el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC) firmados por CCOO y UGT consagran todas las aspiraciones de la patronal: moderación salarial, temporalidad, desregulación de la jornada, el descuelgue de los empresarios del cumplimiento de  los convenios etcétera, que conllevan avanzar hacia un mundo del trabajo más desregulado, más precario, con mayor temporalidad y con mayor vulneración de los derechos – totalmente socavados por las leyes burguesas – de los trabajadores. CCOO y UGT no han fallado en servir a la burguesía en la imposición de condiciones más duras, así como para recortar la cuantía de las pensiones, firmando pensionazos, como aconteció en octubre de 1996, posterior Ley 24/1997 de Consolidación y Racionalización del Sistema de Seguridad Social,  y sucesivas reformas realizadas en los años 2001, 2006 y 2011 que ampliaron la edad de jubilación y los plazos de cálculo, aminorando las cuantías de las pensiones futuras, de tal modo que allanaron el camino para que, con una clase obrera totalmente desvertebrada y desideologizada como consecuencia de la acción de la burguesía y del colaboracionismo de las centrales sindicales – CCOO y UGT – junto con las demás organizaciones oportunistas, se llegara a la última reforma de pensiones realizada por el Partido Popular con el que se corona, por el momento, el camino del deterioro de unas pensiones miserables desvinculando la revisión de las pensiones del IPC, de tal modo que las pensiones de los jubilados cada año se reducirán más, perderán poder adquisitivo como consecuencia de la inflación e irán empobreciéndose. Esos son los frutos que le ha traído al proletariado la Concertación, o el Diálogo Social,  llevada a término por CCOO y UGT, donde han vendido a los trabajadores a cambio de liberaciones, subvenciones y prebendas.

A todo ello, estos sindicatos se han enriquecido mediante la firma de EREs, arrojando a  millones de trabajadores al paro con su firma, gestionando el dinero de planes de pensiones privados, por no hablar de los innumerables casos de corrupción en los que ambos sindicatos están implicados.

Pero si todo ello es ya de por sí  no sólo vergonzoso, sino inaceptable, el mayor servicio que CCOO y UGT le hacen al estado capitalista y a los empresarios es el de obstaculizar que el sindicalismo de clase  pueda penetrar en los centros de trabajo y organizar a la clase trabajadora sindicalmente al margen de la Patronal y de su estado, es decir, de una manera absolutamente independiente en términos de clase. Estas centrales sindicales son  extensiones del estado burgués como estamos, y vamos a seguir, demostrando.

El modelo sindical impulsado por el capitalismo monopolista de estado, donde los sindicatos CCOO y UGT tienen una serie de prerrogativas legales, ha conducido a que la mayoría de la clase obrera no sepa lo que son elecciones sindicales en sus centros de trabajo. De hecho, a tenor de los datos que disponemos, en los últimos 16 años en torno al 35% de los trabajadores en activo han celebrado elecciones sindicales en sus centros de trabajo, por un 65% que no saben lo que son elecciones sindicales en sus tajos. Es decir, formalmente, los trabajadores tienen derecho a la representación unitaria y a la organización sindical en los centros de trabajo pero en la práctica, en la mayoría de los mismos, ni hay organización sindical, ni hay representación unitaria, ni hay elecciones sindicales. Así tenemos qué, por ejemplo, en el periodo  comprendido entre los años 2003 – 2007,  del 100% de la población ocupada asalariada únicamente el 34,49% de los asalariados participaron como electores en procesos electorales, contra el 65,51% que estuvo despojado de este derecho. En el tramo comprendido entre los años 2007-2011 de la población ocupada asalariada únicamente el 39,95% de los asalariados participaron como electores en procesos electorales y en el periodo que comprenden los años 2012-2016 de la población ocupada asalariada únicamente el 36,06% de los asalariados pudieron participar como electores en procesos de elecciones sindicales. En conclusión, podemos afirmar que a lo largo del periodo 2003-2016 únicamente ha votado en las  elecciones sindicales en torno al 23% de los trabajadores en situación de ocupación, con lo que la inmensa mayoría de los trabajadores con ocupación son ajenos a las elecciones sindicales teniendo, de facto, negados sus derechos sindicales.

Veamos algunas razones que justifican esta realidad:

  1. La degeneración y las cuantiosísimas traiciones perpetradas por los sindicatos CCOO y UGT. Ya no sólo en sus políticas. El colaboracionismo entre CCOO y UGT y la Patronal llegan a puntos tales como que muchas candidaturas de dichos sindicatos son realizadas, a cara descubierta, por los departamentos de RRHH de las empresas, al igual que los dirigentes de dichos sindicatos no dudan en, públicamente, vender a las plantillas, siendo teledirigidos dichos sindicatos por las Empresas. El grado de degradación y corrupción es tal, que podíamos leer en el Periódico Diagonal en octubre de 2015 lo siguiente: “La Sala de lo Social de la Audiencia Nacional española ha condenado a la empresa alimentaria PANRICO a pagar 103.000 euros a la Federación Agroalimentaria de CCOO en concepto de indemnización por daños patrimoniales y lesión de la libertad sindical, con motivo de la ruptura unilateral del acuerdo suscrito entre la multinacional de la bollería y la dirección del sindicato […] El Pacto recogía el compromiso de PANRICO de realizar pagos anuales de 30.000 euros para “fundamentar las bases que den un apoyo sólido a las relaciones colectivas” y, específicamente, “contribuir a la mejora del clima laboral y  a configurar el marco laboral idóneo” para superar la situación de la empresa […] El acuerdo también suponía la liberación de la realización de tareas laborales de “dos personas designadas por la Federación” [..]”. Acuerdo que saltó por los aires cuando la mayoría de los trabajadores en Asamblea decidieron confrontarse al ERE, ahí la Dirección de la Empresa consideró que se incumplía el acuerdo con CCOO. ¿Puede haber mejor ejemplo más ruin de la política de CCOO y UGT?  En el mismo artículo se podía proseguir leyendo “en febrero de 2015, el diario El País revelaba que la Federación de Servicios de CCOO (antigua COMFIA) había recibido por parte de la Patronal del sector pagos por valor de 3,7 millones de euros entre los años 2008 y 2012, que fueron repartidos como sobresueldos entre la dirección de la Federación. La Coordinadora Informática de CGT correlacionó los pagos de varios beneficiarios con acciones contrarias a las trabajadoras del sector, como la desconvocatoria de huelgas (en Hewlett Packard) y fuertes recortes salariales y procesos de despidos colectivos (T-Systems)”.  
  2. La represión de la Patronal, y su estado, contra los trabajadores. El centro de trabajo es el lugar donde mejor se muestra lo que es la democracia burguesa – impunidad absoluta para el empresario y represión superlativa para el obrero.
  3. Un sistema donde los sindicatos del estado – CCOO y UGT – tienen prerrogativas legales de tal modo que, objetivamente, obstaculizan el desarrollo de proyectos sindicales de clase organizando a los trabajadores de manera autónoma al sistema, a la patronal.  Así, tenemos que, por un lado, el estado burgués le confiere a sus dos centrales sindicales – CCOO y UGT – la capacidad para promover elecciones sindicales, según el Tribunal Constitucional (fundamento jurídico tercero de la STC 164/1993) en aras a “proteger otro derecho también necesitado de atención, cual es la más eficaz defensa de los intereses de los trabajadores, pues tal defensa se vería perjudicada por una atomización sindical”, de tal modo que el principio de igualdad que, a bombo y platillo, pregonan los políticos y leguleyos burgueses de su sistema democrático decae al existir sindicatos que no tienen todas las capacidades legales que les otorgaría actuar en igualdad con los promocionados por la patronal y su estado burgués. Si bien hemos de indicar que el propio Tribunal Constitucional, en su STC 7/1990, cuestiona dicha doctrina. La realidad es que el sistema, como no puede ser de otra manera, antepone el interés particular de sus sindicatos – CCOO y UGT –, que en realidad es su interés y el de la burguesía, al interés general de los trabajadores y lo justifica erigiéndose en defensora de los derechos de los trabajadores combatiendo la atomización sindical cuando, como hemos visto, el 65,5% de la clase trabajadora ocupada no sabe lo que son elecciones sindicales en sus centros de trabajo ¿Hay mayor atomización que eso? ¿Se puede ser más cínico?
  4. A la represión, mencionada anteriormente, hay que añadirle la precariedad laboral y la temporalidad. Un trabajador temporal, en la práctica, tiene negados los derechos sindicales, así como todo tipo de derecho a pensión, subsidio, etcétera.  

ANÁLISIS DESDE UNA POSICIÓN MARXISTAS-LENINISTA  CON RESPECTO DE LA CUESTIÓN SINDICAL

Realizada esta breve aproximación al respecto de la situación sindical en los centros de trabajo y de la situación de la clase obrera en los tajos, situación dantesca por otra parte, los comunistas – que debemos llegar a los centros de trabajo para atraer al Partido a los trabajadores más avanzados en términos de conciencia de clase  y para elevar el grado de conciencia de clase de las masas trabajadoras, de tal modo que luchen por un sistema que garantice su vida digna, que no es otra cosa que luchar por el socialismo –  debemos preguntarnos ¿Dónde debemos estar sindicalmente encuadrados y qué sindicalismo debemos defender? ¿Cómo debemos resolver la cuestión sindical los comunistas en el momento histórico que vivimos?

La lucha socialismo versus imperialismo es la contradicción fundamental

Como ya indicábamos en la introducción, en este 2017 se cumple el centenario del hito histórico más importante que ha acontecido en la historia de  la humanidad: la Gloriosa Revolución de Octubre donde el proletariado, por primera vez, se hizo con el poder político y echó a andar su proyecto histórico, el socialismo como fase inmadura del comunismo para la consecución de la sociedad sin clases y sin estados.

Al igual que en 1917, en los días que corren, sigue siendo una necesidad imperiosa para la humanidad acabar con el sistema capitalista, un sistema criminal que condena a la muerte por hambre, sed, enfermedades curables, por la explotación más despiadada y por las guerras de rapiña a centenares de millones de seres humanos en el mundo. Por tanto, el cumplimiento de la misión histórica del proletariado, acabar con el capitalismo y construir el socialismo, como fase previa del comunismo, es esencial para la vida en el planeta.

La Gloriosa Revolución de Octubre de 1917 abrió un periodo histórico, en el que en la actualidad nos encontramos, donde  la expresión máxima de la lucha de clases y la contradicción fundamental se manifiesta en la lucha, a nivel mundial, entre  el socialismo y el imperialismo. Esta contradicción fundamental, esta pugna enconada entre socialismo – máxima aspiración del proletariado hoy – y el imperialismo – máxima aspiración de los monopolios – aparece en todos los rincones, en todos los ámbitos, de la vida social.

Y como no puede ser de otro modo, la cuestión sindical no queda exenta de este principio rector, como se comprueba del estudio de  la historia del movimiento sindical, fundamentalmente, tras la victoria de la URSS contra el fascismo hasta nuestros días.

La pugna entre socialismo e imperialismo ha ido modelando la configuración sindical y sus formas de actuación a nivel mundial  que, como no puede ser de otra manera, tiene su repercusión y reflejo en los diferentes países del mundo. A día de hoy, existen dos grandes centrales sindicales a nivel mundial. Por un lado la Confederación Sindical Internacional (CSI), sindicato compuesto por los sindicatos que sirven a los monopolios, y sus intereses,  que defienden el imperialismo y la reacción política que eleva y, por otro lado, la Federación Sindical Mundial (FSM), compuesta por los sindicatos de clase – sindicatos de orientación marxista muchos de ellos y de credo antiimperialista -, que se define como “una organización sindical internacional democrática, clasista, de lucha de todos los trabajadores, que apoya y estimula la acción de los sindicatos de todos los países por el logro de derechos y reivindicaciones independientes de los trabajadores, para defender sus intereses, combatir toda forma de dominación y servilismo, explotación y opresión, por el desarrollo socioeconómico, que desarrolla y coordina la cooperación y la solidaridad entre todos los trabajadores (…)se esfuerza constantemente para asegurar la unidad y la cooperación de todas las organizaciones nacionales, sectoriales e intersectoriales afiliadas o no, en la lucha por objetivos comunes y en el espíritu de la solidaridad internacional de los trabajadores. Une a todos los trabajadores con objetivo final la abolición de la explotación del hombre por el hombre”.

En julio de 1920 el II Congreso Mundial de la Internacional Comunista aprobó la propuesta de Lenin denominada “Condiciones para la admisión a la  Internacional Comunista” que contenía 21 puntos, o condiciones, de obligado cumplimiento por los partidos comunistas que pretendían ingresar en la Internacional Comunista.  En concreto la condición número 10 expresaba lo siguiente “10.- Todo partido que pertenezca a la Internacional Comunista tiene la obligación de entablar una lucha inexorable contra la “Internacional” de Ámsterdam de sindicatos amarillos. Debe difundir con todo vigor entre los sindicalistas la necesidad de una ruptura con la Internacional amarilla de Ámsterdam. Debe hacer todo lo posible por apoyar a la Asociación internacional de sindicatos rojos, asociada a la Internacional Comunista, actualmente en vía de formación”.

Esta condición es meridianamente clara para los comunistas. Los Partidos Comunistas que aspiraban a formar parte de la Internacional Comunista no sólo debían  estar  y apoyar a la internacional de “sindicatos rojos”, en 1920 en vía de formación, sino que “tenían la obligación de entablar una lucha inexorable contra la “Internacional” de Ámsterdam de sindicatos amarillos.”. 

En la actualidad, la internacional de “sindicatos rojos” o de sindicatos de clase cuenta con más de 92 millones de afiliados en 126 países del mundo y es la Federación Sindical Mundial (FSM) contando entre sus filas sindicatos  importantes, y de gran prestigio, como el PAME griego, la Federación General de Sindicatos de Corea, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Confederación General del Trabajo del Congo, el Sindicato Mexicano de Electricistas o la  Federación Auténtica de Trabajadores de Panamá, entre otros muchos. Sindicatos como el  vasco LAB, el gallego CIG o la Coordinadora Sindical de Clase (CSC) en el estado español forman parte de la FSM.

Acudiendo a los Estatutos de la Federación Sindical Mundial (FSM) tenemos a “La FSM, como organización sindical internacional clasista, tiene como objetivo primordial la emancipación de los trabajadores a través de la lucha” contra la explotación del hombre por el hombre, contra el imperialismo y el colonialismo, por el derecho a la autodeterminación y los derechos democráticos de las naciones y el respeto a sus libertades y soberanía y por la instauración de un nuevo orden social internacional justo, contra el racismo y todo tipo de discriminación, por la abolición del trabajo forzoso y del trabajo infantil, por el derecho al trabajo de los trabajadores,  por una cobertura pública y completa de la seguridad social y todas las formas de asistencia social necesarias  que respondan a las necesidades de los trabajadores y sus familias, por la formación y la educación públicas y el acceso a  la cultura y al ocio para los trabajadores y sus familias, por la democracia social, económica y política y la defensa y desarrollo de los derechos y libertades de los trabajadores y los sindicatos; contra la guerra imperialista, por la disolución de los bloques y alianzas militares, por el desarme mundial, por el internacionalismo y una paz justa para los pueblos, etcétera.

La otra internacional sindical, la de los sindicatos “amarillos”, sindicatos de los monopolios, es la Confederación Sindical Internacional (CSI) que agrupa a los sindicatos  de corte socialdemócrata y demócrata-cristianos del mundo. En el año 2006 se produjo esta internacional sindical nacida de la fusión de la internacional de sindicatos demócrata-cristianos (CMT) y de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres  (CIOSL) nacida fruto de la labor escisionista de los dirigentes sindicales estadounidenses y británicos como consecuencia del anticomunismo y antisovietismo que profesaban. La CSI es el sindicato internacional hecho a la medida de los monopolios, de los imperialistas el cual se manifiesta de otras formas:

  • Los sindicatos europeos que conforman la CSI se encuentran organizados como la Confederación Europea de Sindicatos (CES) la cual es reconocida por la Unión Europea y por el Consejo de Europa como contraparte que representa a los trabajadores. Asimismo, la Unión Europea otorga espacio y participación, por consiguiente integra, a la CES en la construcción de la política comunitaria macroeconómica, social y de empleo.
  • Otra institución imperialista  que integra a la CSI es la Organización Para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),  que es un club compuesto por 34 estados capitalistas entre los que descuellan EEUU, Japón, Israel, Francia o Alemania. La integración de la CSI con la OCDE se hace efectiva a través de las denominadas Global Unions señalando la propia CSI que “La Agrupación Global Unions está compuesta por organizaciones sindicales internacionales que trabajan juntas y que pertenecen a la misma “familia sindical”. La Confederación Sindical Internacional (CSI) y la Comisión Sindical Consultiva ante la OCDE (TUAC-CSC) afilian a las centrales sindicales nacionales integradas por sindicatos de diversos sectores. Las once Federaciones Sindicales Internacionales agrupan a los sindicatos nacionales en función del sector u ocupación que cubren.”. La CSI se divide en sindicatos de rama mundiales llamadas Federaciones Sindicales Internacionales (FSI) de las que la propia CSI señala que “Las Federaciones Sindicales Internacionales (FSI) intentan establecer una cooperación internacional, acciones conjuntas y solidaridad global entre sindicatos de distintos países que comparten un mismo empleador. Hay un creciente reconocimiento sindical global de las FSI por parte de las empresas multinacionales a nivel de sus sedes centrales, y también más allá, así como respecto al trabajo que realizan, registrándose igualmente un importante aumento en el diálogo social. En algunos casos, esta interacción ha dado como resultado la negociación de Acuerdos Marco Internacionales (AMI), también conocidos como Acuerdos Marco Globales (AMG).”, o lo que es lo mismo, es la forma que tienen los monopolios de vertebrar su internacional sindical o sindicato mundial.
  • Participación de los sindicatos de la CSI en los estados capitalistas, como por ejemplo en el estado español, donde CCOO y UGT son financiados por el estado, forman parte de comisiones, observatorios, consejos, etcétera, e incluso muchos diputados y ministros han tenido carnet de dichos sindicatos. No hay  que olvidar que la UGT, por ejemplo, es el sindicato del PSOE.

Esta forma de actuación es consecuente con los principios de la CSI, con su programa. Un programa que asiente y asume el orden mundial capitalista y sus instituciones – G20, G8, OCDE, FMI, OMC, etc. – así como que los trabajadores deben colaborar y estar siempre bajo la férula de la burguesía y no emanciparse de la explotación. Reveladoras son estas palabras de la CSI que sintetizan en parte su programa que ilustran todo lo expresado por nosotros: “La economía de un mundo globalizado requiere una gobernanza global efectiva, tal y como lo está demostrando la crisis económica, financiera y de empleo mundial. La CSI está tratando de acrecentar la cooperación intergubernamental para asegurarse de que la dimensión social de la globalización, incluyendo el trabajo decente y los derechos fundamentales de los trabajadores y trabajadoras, se sitúe en el eje de los procesos de toma de decisiones de las principales instituciones globales y regionales del mundo. Esto incluye el G20, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y las Naciones Unidas y sus agencias especializadas, principalmente la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con su estructura tripartita y mandato para establecer normas sociales internacionales. […] (…) La CSI también trabaja con sus asociados en la Agrupación Global Unions para promover normas eficaces que gobiernen el comportamiento de las empresas privadas. Queremos conseguir marcos internacionales para el diálogo social y la negociación colectiva, y sistemas de gobernanza corporativa que responsabilicen a los directivos por el impacto social de las actividades empresariales. Esto requiere una combinación de campañas y movilizaciones con actividades de defensa y de presión, de manera que las políticas de estas instituciones y empresas apoyen, en vez de socavar, el logro del trabajo decente para todos y todas.” ¿Se puede ser más traidor y enemigo del proletariado mundial y de la consecución de su misión histórica? Es evidente que no.

Los sindicatos españoles que pertenecen a la CSI son CCOO, UGT, USO y ELA. Otros sindicatos que pertenecen a la CSI son la CGT francesa, el CGIL italiano, Confederación del Labor y el FNPR rusos,  el AFL-CIO norteamericano o el golpista sindicato venezolano CTV (Confederación de Trabajadores de Venezuela).

Todo Partido que se reivindique del  marxismo leninismo no debiera tener duda en qué sindicatos deberían trabajar y qué sindicatos deberían combatir, tanto Lenin como el II Congreso de la Internacional Comunista no dejan lugar a dudas. Los comunistas españoles debemos combatir a los sindicatos amarillos, y entre estos se hallan los que conforman la Confederación Sindical Internacional, que en el estado español son CCOO, UGT, USO y ELA, ganarnos la confianza de sus afiliados honestos y llamarlos a abandonar dichas centrales sindicales corrompidas, y al servicio de la burguesía,  y a organizarse en los sindicatos de la Federación Sindical Mundial (FSM) en el estado español.

En el estado español hay partidos que se denominan comunistas y que pregonan consignas como “BASTA DE FALSAS ILUSIONES, EL ÚNICO PLAN B PARA LA CLASE OBRERA Y EL PUEBLO SON LA SALIDA DE LA UNIÓN EUROPEA, EL EURO Y LA OTAN” y su militancia actúa sindicalmente en CCOO que defiende el proyecto imperialista europeo y forma parte de la CES. O hacen  proclamas antiimperialistas y en defensa de la Revolución Bolivariana de Venezuela y sus militantes actúan sindicalmente en CCOO, sindicato hermano del golpista sindicato venezolano Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) financiado por  el gobierno norteamericano a través de la NED y vinculada a los partidos Acción Democrática y COPEI y, como no puede ser de otra manera, al servicio de la MUD. ¿Acaso no es contradictorio estar con la Revolución Cubana y con su clase obrera  y, siendo comunista, estar enrolado en los sindicatos de los imperialistas, cuyo objetivo es acabar con ella o defender la Revolución Bolivariana en Venezuela y estar en un sindicato hermano de un sindicato financiado por el Gobierno norteamericano que aspira a hacer un golpe de estado fascista en Venezuela y que ha participado en él en 2002?

Sobre el oportunismo de izquierda

La lucha de clases discurre por tres vías que son la ideológica, la política y la económica, siendo el sindicato el instrumento del proletariado para llevar a término la lucha económica.

Marx nos deja patente lo importante que es para la conquista del poder político del proletariado el desarrollo de la lucha económica, y del instrumento del  proletariado para dicha lucha económica, el sindicato y, a su vez, nos deja bien patente que de las luchas económicas de los obreros, de las fábricas, nace en todo momento lucha política que debe fortalecer el instrumento que sirve al proletariado a tomar el poder: El Partido Leninista. “El movimiento político de la clase obrera tiene como último objetivo, claro está, la conquista del poder político para la clase obrera y a este fin es necesario, naturalmente, que la organización previa de la clase obrera, nacida en su propia lucha económica, haya alcanzado cierto grado de desarrollo (…) Pero, por otra parte, todo movimiento en el que la clase obrera actúa como clase contra las clases dominantes y trata de forzarlas “presionando desde fuera”, es un movimiento político(…) Así pues, de los movimientos económicos separados de los obreros nace en todas partes un movimiento político, es decir, un movimiento de la clase, cuyo objeto es que se dé satisfacción a sus intereses en forma general, es decir, en forma que sea compulsoria para toda la sociedad. Si bien es cierto que estos movimientos presuponen cierta organización previa, no es menos cierto que representan un medio para desarrollar esta organización” [Carta de Marx a Friedrich Bolte, noviembre 1871]. En consecuencia, Marx da buena cuenta de aquéllos que, desde el oportunismo de izquierda, satanizan al sindicalismo por ser una lucha reformista, per se, dándole la espalda y promoviendo la no participación ni en los sindicatos ni en la lucha sindical en el interior de las Empresas. Ello implica alejarnos del proletariado que se encuentra en movimiento,  trabajando en las empresas, donde  se constatan con mayor virulencia las contradicciones del sistema, la inexistencia de derechos de los trabajadores, la explotación más descarnada y el papel que juega el estado otorgando impunidad a los empresarios en todos sus atropellos y negarnos el abrir movimiento político y ensanchar la organización política de la clase obrera y el Partido, atrayendo a los elementos más avanzados de la clase en movimiento. Sin la movilización de los obreros, de los centros de trabajo, sin su participación política, sin la acción de los comunistas en las fábricas y en los sindicatos para arrancar al obrero a participar en la lucha de clases contra el capitalismo, la transformación social, el tránsito hacia el socialismo, se torna en una labor quimérica.   

De cómo el oportunismo de derecha deforman y desnaturalizan el marxismo-leninismo

En un momento como el actual, donde la burguesía reprime abierta e impunemente en los centros de trabajo, donde éstos son auténticos campos de exterminio donde se machaca física y, sobretodo, mentalmente a los trabajadores, el desarrollo de un sindicalismo de clase, combativo, que pretende elevar la lucha económica a política y abrir frentes de lucha política con la intervención activa del proletariado en movimiento, trabajando, implica no sólo un riesgo grande a ser reprimido, sino una entrega abnegada y unos sacrificios importantes por parte de los cuadros comunistas.

Los oportunistas, aquéllos que anteponen su interés particular al interés general de la clase obrera, buscan la fórmula para eludir el trabajo que le comprometa individualmente en el ámbito sindical en el tajo. Los  izquierdistas lo harán como dijimos en el punto anterior, sin embargo, los oportunistas de derecha deformarán y envilecerán el marxismo-leninismo para justificar una posición de no peligro, de no compromiso con la clase. Para justificar este comportamiento, uno de los ejercicios favoritos es descontextualizar a Lenin, fundamentalmente lo expresado por él en el Capítulo VI de “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo” que responde a la pregunta ¿Deben actuar los revolucionarios en los sindicatos reaccionarios?    

Señalaba Lenin que “No actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los obreros aristócratas u ‘obreros aburguesados’[…] se debe trabajar sin falta allí donde estén las masas[…] los sindicatos y las cooperativas obreras son precisamente las organizaciones donde están las masas”.  

A esta frase se acogen los oportunistas de toda calaña para justificar su militancia en CCOO o en UGT. Lo primero que debiéramos cavilar es sobre si la concepción de sindicato reaccionario de la que hablaba Lenin, en el contexto en el que éste escribe dicho texto, principios de 1920, encaja con la realidad en la que vivimos hoy. CCOO y UGT en el estado español forman parte del estado burgués, reciben subvenciones, incentivos, minutas por firmar Expedientes de Regulación de empleo,  y obtienen todo tipo de prebenda, siendo por ello por lo que firman pensionazos y todo tipo de retroceso de los trabajadores. En consecuencia, no sólo obtienen prerrogativas legales y todo tipo de privilegio, aparte de ser cooptados algunos de sus dirigentes por los monopolios, sino que son reconocidos por estructuras imperialistas como la Unión Europea o la OCDE como representación de los trabajadores,  a pesar de que la inmensa mayoría de éstos no se encuentran encuadrados en dichos sindicatos. Es decir, la representatividad no se la da a los sindicatos reaccionarios de hoy – mejor dicho, a la parte del aparato del estado burgués que simula ser un sindicato – ni la lucha sindical en los tajos, ni la afiliación masiva de los trabajadores sino el estado burgués y las estructuras imperialistas supranacionales. 

Lenin también señalaba, en el IX Congreso del PC(b) de  Rusia, que “Los viejos sindicatos, lo mismo que todos los sindicatos, tienen su historia y su pasado. En ese pasado han sido órganos de resistencia contra aquél que oprimía el trabajo, contra el capitalismo(…)”. En el estado español hoy, tanto UGT como CCOO, no son órganos de resistencia contra el capitalismo sino que lo aceptan íntegramente, participan en las políticas capitalistas criminales contra los trabajadores, se alinean con los monopolios y forman parte del estado capitalista, están al servicio de él y en definitiva, objetivamente, anteponen sus intereses particulares  y los del estado al que sirven, a los intereses de la clase obrera.  Seguramente este es un motivo determinante por el  que más del 65% de los obreros que se hallan ocupados desconocen, por completo, lo que son elecciones sindicales, es por ello, porque son el estado burgués al servicio de los empresarios por lo que ambos sindicatos no sólo no cumplen con su misión de extender la organización sindical y unitaria de los trabajadores,  a pesar de la prerrogativa legal que les concede la posibilidad de preavisar elecciones sindicales negada a los sindicatos de clase, sino que cuando éstos preavisan no dudan en ejercer la servidumbre a sus amos, a  los empresarios, impugnando dichos procesos electorales, puesto que parte de su trabajo es impedir que los trabajadores se salgan del cauce, cada vez más estrecho, que impone la burguesía.

La vinculación con el estado, el cual no duda en dopar a estos, sus, sindicatos, es tan evidente que en el período 2012-2016 CCOO y UGT tuvieron un descenso de, prácticamente, 50.000 delegados. Este descenso  se debe, fundamentalmente, a la entrada en vigor del Real Decreto-Ley 20/2012 implementado en materia de ajuste de liberados sindicales mediante la Resolución de 12 de noviembre de 2012 mediante el Acuerdo de la Mesa General de Negociación de la Administración General del Estado de 29 de octubre de 2012 sobre asignación de recursos y racionalización de las estructuras de negociación y participación por la que se recortaban liberados sindicales y números de delegados, ajustándolos a lo que establecía la legislación, de tal modo que muchos de los delegados con los que contaban no era más que doping sindical que otorgaba el estado burgués para ambas centrales sindicales.

Lenin señalaba la necesidad de estar en los sindicatos reaccionarios, en un momento y contexto determinado y bajo unas condiciones determinadas, no como regla general,  porque en ellos estaban las masas obreras sin partido. Acabamos de comprobar como el concepto de sindicato reaccionario al que se refería Lenin nada tenía que ver con lo que hoy son los sindicatos del sistema, auténticos brazos del estado burgués y de las agrupaciones supranacionales de imperialistas. Pero, en el estado español ¿están las masas obreras sin partido en CCOO y UGT? La tasa de afiliación en el estado español es de las más bajas de Europa, en torno al 15%, y como hemos visto, el 65% de los trabajadores ocupados no saben lo que son elecciones sindicales y, por tanto, no disponen de órganos unitarios de representación. Por tanto, no nos arriesgamos, en absoluto, a equivocarnos si afirmamos que las masas trabajadoras se encuentran fuera de CCOO y de UGT, tanto en afiliación como en representación, la cual ostentan los sindicatos CCOO y UGT porque el estado, la burguesía, se la otorgan y no la militancia y afiliación sindical de la clase obrera. Tanto CCOO como UGT han aportado cuadros a los diferentes gobiernos y parlamentos burgueses, el reaccionario José Luis Corcuera es un ejemplo, que no han dudado en tejer una telaraña de leyes reaccionarias y contrarias a los intereses de los trabajadores llevándonos a unos niveles de explotación, represión y miseria insoportables, traicionando a los trabajadores de este país, motivo entre otros por los que la clase obrera está fuera de los sindicatos.

Los convenios provinciales del Campo, o de la hostelería, en las provincias andaluzas son el vivo ejemplo del sistema sindical, en bancarrota, existente en el estado español. CCOO o UGT, dependiendo de la provincia, negocia y acuerda con la Patronal del Campo y de la Hostelería, en las distintas provincias, diferentes convenios colectivos. Para empezar ya, los propios sindicatos, asumen la división de los trabajadores por provincias, aún siendo del mismo ramo.  

Según la Encuesta Social de Andalucía, a la pregunta ¿Está o ha estado organizado alguna vez a un sindicato? Un 8,4% responde que sí lo está y un 7,5% respondió que sí lo estuvo, pero ya no. Con lo que un 84,1% no está, ni ha estado, afiliado a ningún sindicato. El porcentaje de afiliación en el campo andaluz es de un 7% y en la hostelería del 5%.  Quiénes firman los convenios, por parte de los trabajadores  de los sectores agrícolas o de la hostelería, es la fracción sindical mayoritaria dentro de esos raquíticos porcentajes de afiliación, que salen de la afiliación de los encargados, manigeros, etcétera, y que puede representar un 3% del conjunto de los trabajadores de dichos sectores pues  la inmensa mayoría de los trabajadores del sector, sin afiliación sindical como consecuencia, en gran medida, de alto grado de temporalidad en dichos sectores. ¿Quién le da la representatividad y los reconoce como “agente social” legitimado para negociar las condiciones del conjunto de los trabajadores de dichos sectores? Es evidente que los trabajadores no. Es el estado quien les da dicha capacidad, siendo por ello que los convenios que se firman no sólo sean paupérrimos para los trabajadores, sino que además los propios empresarios los incumplen. Nuevamente contemplamos que, por un lado, las masas no están dentro de los sindicatos y, por otro, que es el estado quien otorga la legitimidad y reconoce a sus estructuras sindicales – CCOO y UGT – para tratar de mostrar lo que verdaderamente carece en el sistema capitalista: la existencia de democracia en el las relaciones laborales. 

A MODO DE CONCLUSIÓN

Tras la victoria de la Revolución de Octubre de 1917 se abrió una etapa histórica o época, en la que hoy nos hallamos,  de  lucha entre el Socialismo y el imperialismo. El nacimiento de la URSS, la construcción de un Movimiento Comunista Internacional, la victoria del socialismo frente al fascismo en la Segunda Guerra Mundial y el desgajamiento de más de la mitad del continente europeo de la cadena imperialista, el apoyo del campo socialista a movimientos de liberación nacional en todos los continentes, la decadencia del Movimiento Comunista Internacional como consecuencia del deslizamiento de la correlación de fuerzas a favor del oportunismo cuya labor de putrefacción ideológica provocó la implosión de la URSS, y con ella del campo socialista entrando el Movimiento Comunista Internacional en una crisis ideológica que aún perdura, y con el desnortamiento ideológico del alma del proletariado, de lo más sublime que tiene el proletariado, que es su Partido, su Movimiento Comunista, los monopolios han campado a sus anchas y han avanzado, y lo siguen haciendo,  a la par que los proletarios del mundo somos vapuleados, explotados, masacrados y asesinados sin piedad pues en este mundo, sin la única alternativa posible y real, el Socialismo, todo tiene que estar subordinado al beneficio de estos monopolios que cada vez amasan una mayor concentración de la riqueza, en menos manos, a la par que se expande sin límites la miseria más severa.

La Historia nos ha demostrado que tras una revolución triunfante es posible la reversión de esa revolución socialista y el restablecimiento del capitalismo. Sin embargo, la misma Historia también nos enseña que esto también le pasó a la burguesía, señalaba Marx en el 18 brumario de Luis Bonaparte “Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido […] Hoy, la sociedad parece haber retrocedido más allá de su punto de partida; en realidad, lo que ocurre es que tiene que empezar por crearse el punto de partida revolucionario, la situación, las relaciones, las condiciones, sin las cuales no adquiere un carácter serio la revolución moderna.”.

Hoy el proletariado todavía padece el duro golpe que significó la caída de nuestra madre patria,  la URSS,  y el triunfo, por el momento, del imperialismo y de la reacción. Sin embargo, el vencedor provisional, el imperialismo, se halla en bancarrota, en quiebra absoluta, es un muerto que la humanidad necesita enterrarlo y enviarlo al lugar que le corresponde,  al estercolero de la historia, pero no cae por sí solo a pesar de estar muerto, necesita ser tumbado. Requiere que el Movimiento Comunista Internacional avance y se deshaga del oportunismo que nos condujo hasta aquí, hasta esta derrota sin paliativos fruto de su acción de desnaturalización y deformación de la ciencia del proletariado para conquistar revolucionariamente su emancipación, el marxismo-leninismo.  

No hay nada más antimarxista que el dogmatismo, que recitar como un papagayo a Lenin de forma descontextualizada, con objeto de justificar posiciones ajenas al marxismo-leninismo, incluso renegando de la realidad objetiva, con el único fin de anteponer intereses particulares a los del conjunto de la clase.

La cuestión sindical es una cuestión de gran relevancia para los comunistas pues el sindicato es un elemento por el que las masas obreras se vinculan al Movimiento Comunista.

La burguesía ha aprendido de su lucha contra el proletariado, y de sus derrotas a manos de nuestra clase, a perfeccionar su dominio ideológico, a derivar la lucha de los trabajadores por los cauces de su legalismo y del estado burgués, del que parten brazos “sindicales” con los que dan un barniz pseudodemocrático a las relaciones laborales, que compra a los jefes sindicales – que en realidad son burócratas burgueses corrompidos y vendidos al sistema – y  que conducen a la clase obrera a la derrota sin paliativos, a que el proletariado no reconozca la misión histórica que debe cumplir enredándola dándole vueltas a la noria de la lucha económica.

Los sindicatos son organizaciones de masas de la clase obrera cuyo objetivo es la defensa de sus intereses económicos y políticos.  Sin embargo, el sindicato a la par que se va desarrollando la lucha de clases, va mutando en el sentido y la dirección en la que se desarrolla ésta. En Rusia los sindicatos nacieron con posterioridad al nacimiento del Partido del proletariado, en aquel momento el POSDR, en un momento donde el pueblo ruso se sublevó contra la tiranía y represión del régimen criminal zarista, en ese periodo revolucionario comprendido entre 1905 y 1907 nacieron los sindicatos rusos y los soviets. Es decir, nacieron en pleno proceso revolucionario y con una influencia ideológica notable del POSDR. En la Europa Occidental, por el contrario, los sindicatos nacieron por la lucha de los obreros por mejorar sus condiciones económicas creando, a posteriori, y como instrumentos de los sindicatos en el terreno político, los partidos obreros. Ello se puede ver en el nacimiento del Partido Laborista parido por las Trade Unions británicas a principios del siglo XX. Este, al igual que su organización en soviets, son factores importante para comprender porqué el proletariado ruso, en términos de conciencia de clase, estaba más avanzado que el proletariado en la Europa Occidental.

Esas organizaciones nacidas al calor de la lucha de los obreros rusos contra la tiranía del Régimen Zarista, bajo la influencia ideológica del POSDR, fueron mutando a la par que fue evolucionando la lucha de clases en Rusia. De tal modo que pasaron de ser formas organizativas del proletariado en los centros de trabajo por la lucha de mejoras económicas y políticas del proletariado en el marco de la dictadura de la burguesía a convertirse en órganos de una gran importancia tanto en la producción como en la lucha militar movilizando y reclutando a obreros y campesinos para engrosar las filas del Ejército Rojo, siendo trascendentes para  la conquista del poder por parte del proletariado y hacer que la Gloriosa Revolución de Octubre triunfara. En el IX Congreso del PC(b) de Rusia, 1919, magistralmente Lenin mostraba ese proceso dialéctico de los sindicatos vinculado al desarrollo y evolución de la lucha de clases “Nuestros sindicatos han prestado una gigantesca ayuda en la obra de estructurar el Estado proletario. Han constituido el eslabón que ligaba al partido con los millones de hombres de las masas ignorantes. (…) Los viejos sindicatos, lo mismo que todos los sindicatos, tienen su historia y su pasado. En ese pasado han sido órganos de resistencia contra aquel que oprimía el trabajo, contra el capitalismo.”.

Con el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre se alumbró, en 1919 la Internacional Comunista, la asociación de los partidos comunistas, que no sólo significó el fortalecimiento y el avance del proletariado mundialmente, sino que sentó las bases para combatir y, posteriormente, vencer al fascismo y, en lo que concierne a este estudio, la especificación de los sindicatos rojos y el establecimiento de una Internacional de Sindicatos Rojos en contraposición a la Internacional de Ámsterdam de Sindicatos Amarillos. El auge del Movimiento Comunista Internacional también llevó a la unidad del Movimiento Sindical Mundial naciendo la Federación Sindical Mundial (FSM) en 1945, Sindicato Mundial que agrupaba a sindicatos de estados socialistas y estados capitalistas y que aspiraba, y aspira, a la emancipación del proletariado, a la superación del régimen de explotación capitalista, a la paz y la emancipación de los pueblos del mundo. La burguesía monopolista a través de los dirigentes sindicales británicos y norteamericanos fruto de su labor escisionista en el movimiento sindical mundial constituyeron en 1949 una internacional sindical fundamentada en el anticomunismo.

El deslizamiento de la correlación de fuerzas a favor del oportunismo en el seno del Movimiento Comunista Internacional y la ofensiva ideológica sin cuartel de la burguesía llevó a la implosión de la URSS y del campo socialista entrando el Movimiento Comunista Internacional en una crisis de enormes dimensiones,  en la que actualmente nos hallamos, fragmentándose el proletariado y fortaleciéndose los monopolios, los cuales han alumbrado su internacional sindical en 2006 como fusión de la internacional de  sindicatos socialdemócratas (CIOSL) y la internacional de sindicatos democristianos (CMT) dando a luz a la CSI.

Hoy el proletariado requiere más que nunca  de un nuevo Movimiento Comunista Internacional limpio, depurado de todo tipo de oportunismo y de vicios que nos han conducido a la situación de derrota en la que en la actualidad nos encontramos. No partimos de cero, en muchos aspectos partimos por debajo de cero, el proletariado está bajo la influencia ideológica y política de la burguesía monopolista, con psicología de derrota y de recelo tras tantas traiciones, necesita un Movimiento Comunista Internacional remozado ideológicamente, dando respuestas y divulgándolas entre los trabajadores a la única salida que tenemos: la consecución del Socialismo.

Como hemos visto,  existe un sindicato mundial que agrupa a todos los sindicatos de clase, a sindicatos de países capitalistas de distinto grado de desarrollo y sindicatos de países socialistas, que es la FSM que tiene unos 92 millones de afiliados y presencia en 126 países. Atendiendo a ello, y a tenor de la contradicción fundamental existente en los días que corren, la lucha de  contrarios entre socialismo e imperialismo, los comunistas debemos estar en la FSM, debemos fortalecer los sindicatos de la FSM. En el caso concreto del estado español hay varios sindicatos adscritos a la FSM, debe ser misión de los comunistas militar en los sindicatos de la FSM y trabajar por su unificación en una gran central sindical de clase. Los militantes del PCOE vemos en la Coordinadora Sindical de Clase ese proceso histórico de acumulación de fuerza y de la unidad de los sindicatos de clase, posicionamiento adoptado por nuestro Comité Central en febrero de 2012 y refrendado en el XV Congreso que celebramos en marzo de 2015.

Para el PCOE no sólo no basta con estar en los sindicatos de la FSM y trabajar por la unidad de los distintos sindicatos de la FSM en cada estado, en fortalecer las fuerzas del sindicalismo de clase, sino que además, debemos combatir sin cuartel no sólo a los sindicatos amarillos, a los tentáculos del estado burgués – como CCOO y UGT en el estado español – y también a todos aquéllos sindicatos corporativistas que desvían a los trabajadores de la lucha clasista y arrancar a sus afiliados honrados y honestos de sus filas y reclutarlos para fortalecer el sindicato de clase, el sindicato de la FSM. También hay que atraer a otros sindicatos combativos, que se definen de clase a engrosar las filas de la FSM y a construir esa fuerza sindical de clase que hoy no sólo necesita el proletariado del estado.

Sin embargo, en el estado español,  los oportunistas de derechas no dudan en responder a la cuestión sindical en que hay que estar  en los Sindicatos amarillos, en los de la CSI y, concretamente, en CCOO, con meridiana claridad.  

El PCE no duda, Congreso tras Congreso, en reafirmar su adscripción sindical a su sindicato de referencia, que es CCOO, postulado éste incluido nuevamente en la propuesta de Programa Político que llevarán a la segunda vuelta de su XX Congreso. Posición ésta compartida por la fracción del PCPE encabezada por Astor García, así como por otras organizaciones que se “reivindican” del comunismo.

Hay otro sector oportunista de derechas que no tiene una política sindical definida, que nadan en la indefinición sindical, que pregonan aseveraciones alejadas del leninismo como que “La separación entre sindicatos “mayoritarios” y “alternativos” o “de clase” desde una óptica comunista no cabe establecerla por no sustentarse en fundamentos científicos” [Documento sobre trabajo sindical aprobado por el XVIII Pleno del Comité Central del PCPE, 24 y 25 de enero de 2015 ] y que proponen engendros que pretenden plantear una opción o espacio sindical para la “unidad obrera” donde estén delegados y afiliados de sindicatos amarillos con delegados  y afiliados de sindicatos de clase y de otros sindicatos “que tengan como objetivo levantar una movilización sostenida con el horizonte de la Huelga General”, o lo que es lo mismo, establecer un punto de encuentro entre el sindicalismo amarillo y el resto de sindicalismo con un objetivo economicista.  Asimismo, el izquierdismo descalifica la lucha sindical por considerarla reformista, cuando no apuesta directamente por el anarcosindicalismo o por el sector crítico de CCOO.

En los días que corren, y en consonancia con el análisis que hemos desarrollado,  la lucha ideológica prepondera en la lucha de clases, por encima de la lucha económica y política. Es una evidencia que los comunistas debemos de clarificar una serie de cuestiones, siendo una de ellas la política sindical. Esperemos que este análisis pueda contribuir en algo en la clarificación de esta cuestión teniendo claro que el proletariado únicamente podrá avanzar con el fortalecimiento del Movimiento Comunista, es una condición sine qua non,  y la prueba la tenemos en que, con un sistema moribundo y en bancarrota, el imperialismo avanza no por su fortaleza, sino por nuestra debilidad. 

La victoria podrá considerarse garantizada únicamente cuando no sólo estén organizados los obreros de la ciudad, sino también los proletarios del campo, y, además, no organizados como antes, en sindicatos y cooperativas, sino en Soviets.” Lenin, I Congreso de la Internacional Comunista.

     

F. Barjas.

Secretario General del PCOE




Un nuevo movimiento comunista internacional

El centenario de la Gran Revolución de Octubre es una buena excusa, y un espléndido acicate, para que los comunistas reflexionemos sobre nuestro futuro  tras décadas de crisis y de desorientación que han permitido al enemigo minar, aún más, nuestra existencia. El más cálido homenaje que podemos ofrecer a aquellos hombres y mujeres que pusieron todo su empeño, su ciencia y en juego sus vidas por el ideal sublime de la igualdad y la fraternidad  es el de discurrir ideológicamente, sentando las bases para la recuperación e internacionalización del marxismo-leninismo que ha de convertirse, de nuevo, en el cimiento y en la fuente donde se embriden, y de donde emanen, las venideras luchas y conquistas revolucionarias.

La crisis del capitalismo nos ha cogido a los comunistas de todo el mundo en precario, sin habernos repuesto aún de las consecuencias de la pérdida del campo del socialismo. Ya no es posible levantar un nuevo Movimiento Comunista Internacional atendiendo a antiguas referencias que resultaron nefastas, producto del abandono de la lucha por preservar los principios frente  a gravísimas desviaciones y que han dado como resultado el colapso y el  derrumbe de una cantidad de Partidos Comunistas que hoy vegetan y se hallan en trance de desaparecer, en tanto que otros ya no pueden considerarse comunistas porque se han refugiado, definitivamente, en el oportunismo y apuestan por un imperio en las confrontaciones inter imperialistas; y, por último, los que tenemos la intención de restituir el marxismo-leninismo,  o no nos hemos desprendido de los vicios propios de las últimas etapas del Movimiento Comunista anterior o estamos aún en proceso de recuperación de fuerzas pues los avatares nos han relegado a la mínima expresión sin la influencia deseada en el movimiento obrero y popular de nuestros respectivos países. Así,  y salvo contadísimas excepciones, los comunistas estamos en horas bajas mientras los imperios están situando a la humanidad al borde de una guerra internacional de consecuencias indescifrables, de hecho, las contradicciones inter imperialistas se exacerban concretándose en conflictos y guerras locales y regionales.

Mas la caducidad del Movimiento Comunista Internacional no es óbice para apreciar, en su justa medida, todo lo que fue, y que tuvo mucho de bueno, sino para aprender de la historia con el propósito de no reincidir en viejos defectos. Atrás deben quedar las intrigas, las fracciones, el señalar con el dedo  obviándose las reglas dadas por todos con la falsa excusa de la diversidad de condiciones en los distintos países, pues de lo que se trataba por un amplio número de Partidos Comunistas era de abjurar de los principios revolucionarios y arrastrar a los demás hacia el revisionismo. El marxismo-leninismo y su cultura forman un todo único. Lo que no quiere decir que dentro de este universo teórico-práctico no existan márgenes para la adaptación, pero nunca para la traición.

El PCOE aplaude las reuniones internacionales de Partidos Comunistas, no tanto por su contenido y formas de concertarse de algunas de ellas  sino por evidenciar la necesidad de contactar y contrastar sobre la discusión abierta y sincera, al objeto de acendrar el camino que debe tomar el Nuevo Movimiento Comunista.

Comprobamos, porque alguna vez hemos asistido, que determinados encuentros carecen de objetivos y, por consiguiente, se desarrollan exangües sin abordar la discusión ideológicaa la que estamos abocados sin más dilación  con la única intención de evitar el enfrentamiento sobre temas “escabrosos”. Así, estos encuentros terminan en el absurdo, se finiquitan con resoluciones y comunicados que quieren contentar a todos a costa de prescindir de lo sustancial; se evita,  pues, el debate sobre las cuestiones que afectan al devenir de los comunistas, sin cuya resolución será imposible construir el Movimiento Comunista Internacional que necesitamos. Es triste leer un documento que no aporta nada suscrito por una nómina importante de partidos que se reclaman comunistas.

La aparición de la Revista Internacional es una buena ocasión para intercambiar opiniones y deliberar teóricamente pero, por lo que se ve, al menos en lo que respecta a la experiencia nuestra, se ha convertido en un coto privado  donde sin ningún rigor y, por tanto, sin explicación alguna, se decide quién debe estar y quién debe ser condenado al ostracismo, persistiendo en los errores del pasado.

Mientras tanto, los intentos por superar los postulados de Marx, Engels y Lenin, bien desde la perspectiva revisionista, bien desde la puesta al día de filósofos y economistas cubanos, no son abordados en los encuentros internacionales. Por un lado,  la definición del Estado está siendo sometida a una revisión despiadada por el oportunismo internacional, que avanza desde América Latina hasta Europa sin una réplica en profundidad y, por el otro, amparándose en el anquilosamiento “estalinista”, la dialéctica tal como nos la transmitieron Engels y Lenin está siendo revocada desde Cuba, Argentina… mientras que el concepto “Capitalismo Monopolista de Estado” también está sujeto a las críticas por estimarse que fue un error la tesis de Lenin al respecto. Creemos que estas impugnaciones, naturalmente con distintos objetivos, determinan el reto teórico de nuestros días y son muy importantes como para pasarlas de soslayo.

Para el PCOE es vital el debate ideológico si de verdad perseguimos  la creación de un nuevo Movimiento Comunista  sano y compacto. Es cierto que en relación con las tácticas particulares de cada país hay que ser flexibles. La rigidez es la enemiga número uno del leninismo y creemos que defenderla no debe significar la relajación de los principios. Por esta razón no puede existir ningún motivo para evitar el debate teórico que hoy está sobre la mesa de discusión, al que nos emplazan los revisionistas y los compañeros cubanos, porque lo necesitamos y porque lo requiere el momento presente.

Bajo los auspicios de salvaguardar los principios revolucionarios, la independencia de cada partido sólo se puede dar a partir del abandono del marxismo-leninismo. Por consiguiente, el compromiso ha de ser sincero pero sólido. No importa el tiempo en que se tarde en construir el nuevo Movimiento Comunista Internacional; el PCOE se ha comprometido y se compromete a jurar fidelidad a los acuerdos que se lleguen en cada momento pero, como hemos expresado en varias ocasiones y hoy lo hacemos de nuevo, desde ya algunos partidos deben modificar su comportamiento de injerencia y de patronazgo que tanto daño han motivado a la causa comunista.

Debemos rematar evidenciando que desde la implosión de nuestro Movimiento, en muchos estados han aparecido diversas fuerzas que se reclaman del marxismo-leninismo y que, como nosotros, piden un lugar en el concierto internacional. Ante este fenómeno, creemos que no se puede “elegir” entre uno u otro  porque sí,  pues a lo que se está contribuyendo es a la acentuación de las divisiones en cada país en vez de propiciar la unificación de los comunistas. En la etapa actual de acendramiento, de clarificación, el comportamiento de determinados partidos ha resultado nefasto en nuestro país. Creemos que se está en el inicio del proceso de formación del Movimiento y, por tanto, si no hay impedimento ideológico, dichos partidos deben participar en igualdad de condiciones, pues de lo contrario y como hemos repetido en este documento, aún seguiremos estando condicionados por los vicios del pasado y así no llegaremos a ningún lado.

Comisión Ideológica del Comité Central del Partido Comunista Obrero Español (P.C.O.E.)