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Bolivia rinde homenaje al imperialismo

A finales de 1966, Ernesto Che Guevara abandonó Cuba para luchar en la vanguardia del movimiento guerrillero en el sudeste boliviano. Después de siete meses de combates – desde marzo a octubre del año siguiente – fue herido y apresado. Tras su captura y posterior asesinato a manos de militares bolivianos y en presencia de un agente de la CIA el 9 de octubre de 1967, en La Higuera (Bolivia), durante la dictadura de René Barrientos, aliado de Estados Unidos, el imperialismo pensaba que la voluntad del Che desaparecería al igual que su persona. Sin embargo, sucedió todo lo contrario. Como relató el periodista Jon Lee Anderson: “Si el cuerpo del Che había desaparecido, su espíritu estaba vivo; estaba en ninguna parte y en todas”.

Eso nos lleva a la actualidad, donde su figura, símbolo de la lucha armada, revolucionaria e internacionalista contra el imperialismo y por la liberación del proletariado mundial, no puede ser sino denostada por la burguesía en su descarado revisionismo histórico al objetivo de socavar la lucha de clases y acercar a la clase trabajadora a posturas conciliadoras con la dictadura del capital o hacia el fascismo. En esta batalla ideológica, a la que no dudan en sumarse medios afines a la reacción española como El Español, Libertad Digital o el ABC, ha destacado el acto de la criminal golpista de Bolivia Jeanine Áñez Chávez homenajeando a los militares que asesinaron al Che en la ciudad de Santa Cruz.

“La lección que dimos los bolivianos al mundo, con la derrota y muerte de Che Guevara en Bolivia, es que la dictadura comunista aquí no tiene paso, ni la comunista ni la fascista ni la populista, ninguna dictadura pasará ni echará raíces en esta nación”, dijo la presidenta no electa que tomó el poder tras el golpe de Estado a Evo Morales.

Como sabemos, quienes insisten en colocar en el mismo nivel comunismo y fascismo demuestran su esencia puramente fascista. En palabras de Thomas Mann: “Quien insiste en esta equiparación puede considerarse un demócrata, pero en verdad y en el fondo de su corazón es en realidad ya un fascista, y desde luego sólo combatirá el fascismo de manera aparente e hipócrita, mientras deja todo su odio para el comunismo”.

Nuevamente, y en esta ocasión en Bolivia, se demuestra que las crisis del mundo descansan sobre una contradicción fundamental: imperialismo o socialismo; la guerra de clases entre la burguesía y el proletariado. Con la batalla ideológica, política y militar, la burguesía busca detener la imparable rueda de la historia, que avanza hacia el socialismo.

No es de extrañar que un régimen como el boliviano realice esta clase de actos anticomunistas, pues su gobierno actual es fruto de un golpe militar y policial perpetrado contra el presidente constitucional – Juan Evo Morales Ayma – con el apoyo del imperialismo estadounidense y de sus lacayos de la OEA. Los sectores oligárquicos del país vulneraron por completo la voluntad del pueblo. Desde la usurpación del poder por parte de Jeanine Áñez dio comienzo una campaña de persecuciones, agresiones y asesinatos contra el pueblo trabajador, al mismo tiempo que los crímenes racistas contra la comunidad indígena no han dejado de aumentar. Todo ello con el objetivo de impedir que los países latinoamericanos logren librarse de las cadenas del imperialismo y de la burguesía, y puedan desarrollar la lucha por la única y verdadera democracia; la dictadura del proletariado.

El socialismo del siglo XXI, completamente antimarxista – protagonizado, principalmente, por Evo Morales, Nicolás Maduro y Rafael Correa – ha demostrado que no es lo mismo estar en el Gobierno que estar en el poder. El Estado tiene una esencia y un carácter de clase. El Estado burgués, mientras que no haya un salto cualitativo y revolucionario, se mantendrá siempre en favor de la burguesía y sus políticas irán en contra del pueblo trabajador. El socialismo del siglo XXI trata de alcanzar una democracia «participativa y directa» pero siempre en los márgenes de la dictadura del capital y, por ende, del modo de producción capitalista que implica la subyugación y explotación de la inmensa mayoría de la sociedad a costa de los privilegios de una minoría. Hoy, con las injerencias imperialistas no sólo en Bolivia, sino en otros países latinoamericanos como Venezuela y Ecuador, el socialismo del siglo XXI se ha visto desbordado y plasma a la perfección la inutilidad de tratar de alcanzar el comunismo mediante la coexistencia pacífica con la burguesía. Son, en definitiva, lo que Lenin calificó en su día como socialpacifistas, socialistas de palabra y pacifistas pequeño-burgueses de hecho.

En palabras del propio Che: “Porque es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres, la que las convierte en fieras sedientas de sangre que están dispuestas a degollar, a asesinar, a destruir hasta la última imagen de un revolucionario, de un partidario de un régimen que haya caído bajo su bota o que luche por su libertad […] No se puede confiar en el imperialismo, pero ni tantico así, ¡nada!”.

 

¡El fascismo no pasará!

¡Abajo el imperialismo criminal!

Madrid, 16 de octubre de 2020

SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)